Capítulo 4- La fiesta
Bajó las escaleras una a una, lentamente. Por dentro estaba muriéndose de los nervios. No sabía si había sido una buena idea, pero no dejó que sus nervios la dominaran. Había llegado hasta allí y no se acobardaría ahora.
Atravesó la recepción dirección al bar y observó que aquella peliblanca ya no estaba allí. En cambio se encontraba un hombre pelinegro con los labios ligeramente hincados, o eso es lo que le parecía a ella. En su placa, localizada en una esquina de su uniforme, se encontraba su nombre. Walden. Ese era su nombre.
No le dio importancia ya que supuso que su turno había acabado y se dispuso a continuar su camino hacia el bar. Al llegar observó aquel bullicioso local. Había un montón de gente allí dentro, parecía que apenas se podría respirar allí dentro.
Se comenzó a adentrar entre la masa de gente que se encontraba a su alrededor. Comprobó que era igual de difícil desplazarse como respirar. Tras mucho esfuerzo y determinación logró alcanzar la barra de aquel bar. Cuando levantó la cabeza se llevó una grata sorpresa. Aquella mujer peliblanca de la recepción se encontraba en esos momentos en el otro lado sirviendo cerveza y demás bebidas a los presentes. Sí, allí se encontraba Mirajane.
-Oh, tú eres Lucy ¿verdad? ¿A qué es divertida esta fiesta?-le dijo a modo de saludo.
-Oh, Mira-san, no sabía que estabas aquí-le dijo Lucy sorprendida.
-Sí, por las noches trabajo aquí-dijo con una sonrisa-. ¿Te apetece tomar algo?
-Ah, sí, un vozka con lima por favor.
Le sirvió aquel brebaje y se sentó en la barra para disfrutarlo mejor, ya que con aquel ejetreo era casi imposible bailar. Observó a su alrededor, con la esperanza de que pudiera localizar a aquellas chicas que había conocido en los baños termales. Pero no encontraba a ninguna.
-Lucy, ¿buscas a alguien?-la melodiosa voz de Mirajane la distrajo de su búsqueda y se giró a mirarla.
-Ah, pues la verdad es que sí. Hoy conocí a algunas chicas en el baño pero no sé dónde están
-¿Ya has conocido a alguien?
-Sí, una de ellas era muy vergonzosa.
-Ah, entonces estás hablando de Jubia y las demás ¿no?
-Sí, ¿cómo es que la conoces?- preguntó dudosa.
-No te olvides que yo soy la recepcionista, a parte aquí nos conocemos casi todos, así que.
-Ya veo.
Se rindió momentáneamente de su búsqueda y se concentró en disfrutar de su bebida y la música de fondo. Se sentía relajada en aquel lugar y no se arrepentía de haber decidido asistir, después de todo. Hubiera sido una pena el haberse quedado en su habitación descansando.
Tras haberse acabado su primera copa pidió otra y se propuso dar un rodeo al lugar por si encontraba de esa manera más fácilmente a Erza y compañía. Empujón tras empujón se hizo paso a través de la gente, pero nada. Allí no las encontraba. Se desesperó un poco porque creía que no querían estar con ella, así que decidió seguir sentada en la barra mientras bebía otro cubata.
Sentada y con copa en mano siguió observando aquella jauría de personas que se movían al compás de la música, sin ritmo alguno. Eso le hizo gracia, observarles menearse de un sitio a otro, sin estilo, y con una sonrisa, disfrutando, sin vergüenza alguna. Creyó que nunca se había divertido tanto como en aquel momento.
Nunca en su vida había vivido una experiencia como esta. En las pocas fiestas en las que había asistido eran muy aburridas. Personas que solo asistían esas personas interesadas, que solo les interesaban las apariencias, el qué dirán y el dinero. No le gustaban para nada. Eran fiestas sin color, sin ninguna alegría. Solo se pasaba las horas sentada deseando irse a su casa. Pero ahora era totalmente diferente. Esta fiesta era diferente.
De repente vio una cabellera roja y adivinó al momento de quien se trataba. Por fin había encontrado a alguien conocido entre toda aquella multitud. Erza la encontró y se acercó a su lado.
-Oh, Lucy, acabo de llegar. ¿Has estado mucho tiempo aquí esperando?
-Un poco, pero he estado con Mira y no me he enterado.
-Me alegro que hayas venido. Ven, vamos a bailar.
La cogió de la mano y la arrastró hasta la pista. Movió sus caderas al ritmo de la música incitando a Lucy a seguirla. Ella rio, era gracioso ver la escena. No se esperaba aquella situación. Ahora ella sería una más en ese montón de personas que bailarban al son de la música. Comenzó a moverse torpemente, no sabía cómo hacerlo. La risa de la pelirroja al ver a su nueva amiga moverse así de torpe.
Tras unos minutos muy agradables en compañía de Erza, Lucy acabó de bailar y se fue a la barra otra vez ya que Erza le había dicho que tenía que ir a un sitio y que volvería en unos momentos.
Un chico se sentó a su lado y pidió una copa a Mirajane. Fue en ese momento en el que él se dio cuenta de la mujer que se encontraba a su lado. Una hermosa mujer rubia, con ojos agrandados de color chocolate que inspeccionaban el lugar con diversión y curiosidad. Su cuerpo, lo que le dejaba ver aquel vestido, le pareció espectacular. Sencillamente se quedó prendido de ella cual tonto de un lápiz.
Lucy se dio cuenta del hombre que se había parado a observarle. Cuando sus ojos cruzaron un escalofrío recorrió todo su cuerpo. Nunca creyó ver a una persona así en toda su vida. Era alto, lo más seguro que ella le llegaría por los hombros.
A ese chico le interesó aquella rubia, hacía mucho tiempo que no veía a una hermosura como aquella y se le había subido la emoción en un instante. Creía que no encontraría a nadie y allí estaba ella.
-Hola, ¿cuál es tu nombre, preciosa?-le preguntó.
-Ah, pues Lucy, me llamo Lucy.
-Encantado yo soy Gray.
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¿Quién creía que era Natsu?
Jajaja soy mala.
Espero que os haya gustado
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