Parte Única

—¡Una cerveza por aquí!

Yoongi volteó hacia la dirección de donde provenía esa voz. Podría reconocerla en cualquier lugar, incluso si hubiese una multitud hablando a su alrededor. Ya se figuraba mentalmente aquella jodida sonrisa entusiasta y los brillantes ojos oscuros antes de toparse frente a frente con él. Tomó un vaso grande, lo llenó y caminó hasta la barra. Ahí estaba, sentado en una posición relajada, apoyando su cabeza en una de sus manos y, como había previsto, con una amplia sonrisa en los labios. Debía de suponer que Jungkook tuvo un buen día y lo vino a celebrar.

—Yoongi hyung —recitó su nombre como si cantara, alzando su otra mano en señal de saludo.

—Aquí tienes —enunció tras dejarle la cerveza en la barra y dio media vuelta para largarse.

La verdad simple y llana era que no estaba de buen ánimo para los sinsentidos de Jungkook. No sabía si era por las dos peleas que tuvo que detener antes que el castaño llegara o porque sencillamente se levantó de mal humor antes de lo esperado.

Varias veces se levantaba de mal humor. Una de las consecuencias de vivir en apartamentos pequeños con paredes que no eran lo suficientemente gruesas consistía en los ruidos molestos, si el vecino se ponía a taladrar a las ocho de la mañana un sábado, todo el piso escuchaba el escándalo, a veces pasaba con las discusiones a gritos y otras cosas que jodían la tranquilidad de aquellos que deseaban dormir hasta tarde. En fin, ya le daba igual el motivo, solo quería que pasaran las horas, cerrar el local y echarse sobre su cama, suponía que no estaba aspirando a nada irracional.

—Qué entusiasmo, hyung, yo que vine a verte, ya sabes que dicen que los amigos son como una luz brillando en la oscuridad, deberías tratarme como una preciada lucecita. Si fuera una, me gustaría ser de esas luces enceguecedoras, como los flashes de las fotos.

Y así comenzaban los sinsentidos. A veces se preguntaba por qué le tenía tanta paciencia. Emitió un gruñido. ¿A quién carajo le importaban las luces? A él no.

—No me gustan las luces —respondió ronco y hastiado—. Llámame si quieres algo más —agregó antes de ir a atender a un nuevo cliente al otro extremo de la barra.

Jungkook bebió un largo trago de cerveza que picaba fría y agradable en su garganta. Observó a su amigo a la distancia mientras acariciaba con uno de sus dedos el cristal del vaso, le causaba gracia como apenas lograba mantener esas sonrisas de cortesía, especialmente dedicadas a los clientes de nula confianza. Conocía lo suficiente a Yoongi como para saber distinguir aquel tipo de detalles. Había años y años de historia entre ambos. Ahora entendía la expresión "como si hubiese sido ayer", el recuerdo se conservaba nítido en su cabeza, aquella mirada hosca y el "lárgate".
  
  
   
   
  
  
  
  
  
Ese día estaba en el bar Stigma, lugar turbio y a la vez un perfecto punto de encuentro para sujetos que compartían su oficio y para quienes los buscaban por aquella capacidad de hacer lo que sea por una buena suma de dinero. Le habían hecho una propuesta de negocios, una muy buena, el único problema resultaba ser que era demasiado trabajo para una sola persona. Necesitaba a alguien, si conseguía a dos socios, mejor aún. Confiaba en que la paga resultaría bastante atractiva como señuelo, pero no confiaba precisamente en la gran mayoría que le rodeaba en ese momento. Estaba convencido que se las ingeniarían para deshacerse de él en el camino y quedarse con todo el dinero. Los conocía, ya había trabajado con ellos y por lo mismo no hacía caso del dicho "más vale diablo conocido que diablo por conocer". A veces era una total falacia. Prefería a un completo extraño de mirada franca, aunque no veía a ninguno cerca.

Podría llamar a Jin, pero ese sujeto nunca era una carta cien por ciento fiable, menos cuando estaba plenamente involucrado en un robo de arte a gran escala. "Ya sabes, quiero un nueva pieza para mi colección", le diría, también agregaría que el dinero no le daba la misma satisfacción que un buen cuadro original o una pieza invaluable hurtada de un museo. Jungkook en definitiva no lo entendía. Pensó en V, pero estaba seguro que su socio ocasional iba detrás de Seokjin —en más de un sentido— dispuesto a ser su secuaz por un par de abrazos y quizá parte de la recompensa, dependía de la generosidad del conocido Worldwide Handsome.

A veces Jungkook se preguntaba por qué siendo tan guapo no se dedicaba al modelaje o algo que resaltara su belleza tentadora y más de una vez Jin había dejado en claro que hacía de su vida algo divertido. Insistía que como buen sagitariano —para quienes creían que nacer bajo ciertas constelaciones definían características personales— seguía su instinto que lo llevaba a viajes, aventuras y libertad —libertinaje, corregía Jungkook, riendo—. "Si me atrapan prefiero ser recordado como un guapísimo ladrón de artes que ha burlado la seguridad de tantos museos prestigiosos que solo como un simple modelito de revista", comentaba una noche que compartían copas juntos a Taehyung, quien miraba al mayor de los tres con ojitos llenos de ilusión. Pobre.

Como sea, seguía necesitando de un desconocido. Tal vez aquel sujeto pálido de mirada franca y hostil que se acababa de sentar a tres puestos del suyo. Justo lo que buscaba, a un hombre con aspecto semi enfermizo —porque ese tono blancuzco no podía ser normal—...entonces, ¿era realmente un buen candidato a socio? Ya lo averiguaría.

—Hola, amigo, no te había visto por aquí.

Jungkook escuchó su propia voz haciendo eco en su cabeza. Mala forma de iniciar. "¿Te das cuenta que suena más a flirteo que a propuesta de negocios?".

—No soy tu amigo —fue su respuesta seca antes de tomar un cigarro y prenderlo. Le dirigió una mirada hosca y añadió—: si tienes un trabajo para mí soy todo oídos, de no ser así solo lárgate.

"Además, no es mi tipo"

Estaba seguro que su falta de melanina en la piel debía ser directamente proporcional a su falta de calor en el corazón, o algo así. Debía destacar que el cabello teñido platinado le hacía sentir que si los fantasmas pudieran materializarse lucirían como él. Muy blancos y fríos. Sus pequeños ojos resaltaban en su rostro bonito —eso sí debía admitirlo porque cada rasgo armonizaba perfectamente en su cara de mejillas redondas— y sus cejas oscuras se fruncían como claro signo de impaciencia.

A Jungkook le gustaba la gente amable y alegre, pero los negocios no tenían exactamente que ver con eso. Así que si era apático y huraño, daba igual con tal que fuera hábil y medianamente recto.

—La verdad es que no, pero podrías ser mi socio, necesito uno para un gran trabajo y una paga aún mayor. ¿Te apuntas, compañero?

—Dame más detalles y veré si acepto.

No había ni un mínimo ápice de simpatía que Jungkook pudiese reconocer en su voz ronca.

"Ahh, debí pedirle a IU", pensó a medida que le explicaba los importantísimos pormenores del operativo, no sin antes detallar la cantidad de dinero que se estarían jugando en el proceso, también aprovechó de pedir dos cervezas, aunque el rostro ajeno ni siquiera se inmutaba y menos aún agradeció la invitación de una copa.

"No, en verdad no", recapacitó al minuto de haberlo considerado, la última vez que compartió una misión con Jieun acabó sin un solo won y una nueva cicatriz en el abdomen y en un glúteo después de pelear en el sentido más literal por el botín. La penúltima vez celebraron en una habitación lujosa de un hotel y en la mesita de noche encontró un par de billetes, ese día la chica estaba de humor y con ganas de ser generosa que decidió no llevarse el cien por ciento de la paga que se suponía que repartirían en partes iguales, o quizá lo vio como un barato gigoló y fue un pago a sus servicios, casi se sintió ofendido, pero como no había aprendido la lección, posteriormente aceptó otro trabajo en conjunto que terminó en batalla perdida.

El punto para Jungkook era que IU además de hermosa, era excelente en el rubro y manejaba armas blancas con maestría envidiable, astuta y para nada confiable como socia. Podría ser un poco lento para aprender algunas cosas, pero ella estaba descartada. Era su trabajo, su paga.

El sujeto pálido, se limitaba a mirarle con esa expresión oscura y profunda, hacía preguntas cortas y precisas, no leía una doble intención. Podría ser un buen socio, para nada agradable, pero parecía correcto y eso era lo más importante. Tenía un leve aire de sinceridad del que la mayoría en el oficio de mercenario carecía.

Acepto.

Apenas vislumbró un amago de sonrisa en sus labios o tal vez lo estaba imaginando.

—No te arrepentirás —o quizá no podría asegurar eso. La verdad era que ningún trabajo garantizaba seguridad, pero debía sonar convincente.

—Más te vale.

Jungkook extendió su mano y el hombre, Yoongi, alías Agust D en aquel sórdido mundillo en el que se movían, le apretó con tal fuerza que tuvo que reprimir un pequeño quejido. Sus dedos eran largos y fríos.

Lo hizo a propósito.
  
  
  
  
  
  
  
  
  
Tocó su mano derecha. Aquello fue sólo el principio. El trabajo salió muy bien después de todo, pese a la variedad de complicaciones enmascaradas que traía consigo. Además recibieron una ayuda de Seokjin, quien se les unió a medio trayecto y les salvó en un momento crítico justo cuando el hombre pálido fantasmal le decía "si salgo vivo, contigo nunca más un puto negocio".

Jungkook reía con sonoras carcajadas repitiendo "¿nunca más?" mientras repartían los fajos de billetes. Yoongi respondía mascullando: "bien, quizás una vez más".

Siguieron más trabajos que realizaron juntos, a veces con uno que otro integrante adicional hasta que lentamente fueron armando un grupo medianamente estable. Trabajos de gran importancia en su mayoría. Se habían hecho de fama y todo marchaba excelente. Jungkook lo describía como una especie de "años dorados" de su carrera. Tenía más juventud y menos sentido del peligro que ahora, tenía a un gran socio y amigo a su lado.

Todo marchaba a la perfección. Los contactos crecían y si había que llamar a alguien, ellos eran de los primeros en las listas. Hasta que Yoongi entrando al cuarto de siglo decidió que su vida debía cambiar, que debía ejercer un oficio más honesto. Podría confirmar que fue tras su viaje al país del sol naciente y la relación con la hija de dos familias poderosas que unían la mafia japonesa y coreana.

Su amigo se había enamorado. No era como si pudiera decirle dramático "no puedes romper conmigo" y añadir "tenemos negocios juntos".

Incluso la conversación fue tan escueta y Yoongi —tan joven en aquel entonces, su mirada era menos apagada que la que había actualmente en sus ojos negros— le decía que su decisión estaba tomada hasta antes de desaparecer por más de tres largos años.

La bella Suran y la promesa de una vida estable y común —sonaba bastante bonito, a Jungkook le hubiera gustado que lo invitaran a la boda secreta, habría llevado un presente bonito y costoso, claro Seokjin sí estuvo y hasta sirvió de testigo—. Claro que un romance como ese no estaba destinado a durar y tener un final feliz como en las películas de Disney. Ni siquiera alcanzaron a celebrar más de un año de aniversario hasta que dieron con ellos y el recóndito lugar al que habían huido para empezar de cero.

Aún le frustraba que Yoongi no hubiese recurrido a él para planear el ataque tras el asesinato de su esposa. Joder, era su maldito amigo, pudo haber contado con su apoyo. Fue hace bastantes años atrás, ¿siete o más? Pero recordarlo traía un atisbo de resentimiento y un sabor amargo.

Necesitaba otra cerveza. Pasado pisado, debía centrarse en el presente. Un presente que se mantenía caótico y no lo decía únicamente por la sobrecarga de trabajos que estaba aceptado. Le hizo un pequeño gesto a su amigo pálido.

"Jeon Jungkook, ¿recuerdas cuando decías que no era tu tipo?", bien, ahora podía confirmar con fuerzas que retiraba lo dicho, o más bien, lo pensado, porque no recuerda haberlo comentado en voz alta ¿o sí? Tal vez en una conversación con Seokjin y Taehyung compartiendo copas y contando información personal y confidencial luego que la lengua se aflojara con bastante alcohol en la sangre.

La triste realidad era otra: asumir que era al revés, él no era el "tipo" de Yoongi. Agregando también que de todo el tiempo que le conocía jamás había visto a su amigo interesado en un hombre.

La ruin verdad era desanimante.

Ahí estaba precisamente el problema. En realidad, siempre sus relaciones o sus intentos por formar una, eran un problema, con todas sus letras. Tenían esa especial característica de no funcionar, Lalisa y Jimin fueron un ejemplo de ello, las más duraderas dentro de una larga data de encuentros esporádicos. Al menos ese era un punto en común con su amigo. Y no estaba contando la cantidad de rechazos que ha tenido que enfrentar.

Los rechazos dolían. Pensaba en por qué obtenía tantos de estos, entonces su cerebro hacía la conexión lógica, no era buen partido para nadie y se notaba a leguas que no podría ofrecerle estabilidad a ninguna personas, apenas a sí mismo.

Bastaba con quitarse la camiseta y los comentarios aparecían junto a miradas de asombro y otras de morbo. "Tienes muchas", "Cómo ocurrió esta" y los dedos ajenos delineaban el fino relieve. Jungkook bromeaba diciendo que lo han atacado muchos gatos y perros a lo largo de la vida. Otras veces decía críptico que los duendes y criaturas nocturnas lo acosaban por las noches, entonces abrazaba al amante de turno, se ubicaba entre sus piernas y decía meloso en el oído que estaba protegido con su compañía antes de estallar en risas y recibir gemidos y frases como "me estás mintiendo". En menores ocasiones y con aquellos que no era necesario ocultar nada, les contaba las anécdotas de aquellas huellas en su piel.

Jungkook prefería las compañías casuales y cortas que no implicara involucrarse más de la cuenta, porque enamorarse era un especie de acto kamikaze.

Tristemente ya estaba enamorado de Yoongi, camino a un colisión destructiva sin vuelta atrás. Tal vez sonaba muy dramático, pero así se sentía haberse fijado en un sujeto cuyas posibilidades de éxito juntos eran bajas —no decía nulas solo porque mantenía un ligero margen de optimismo a la espera de un milagro—.

—¿Qué quieres? —Yoongi interrumpió el trance de pensamientos de Jungkook.

—Otra cerveza —pidió con una pequeña sonrisita—. Hoy deberíamos quedarnos y conversar de la vida, del clima, de cualquier cosa, hace tiempo que no compartimos un momento de refuerzo de amistad.

—La última vez fue hace cinco días, es más, terminamos sentados frente al televisor con brochetas de cordero en mi departamento.

—¿Cuentas los días, hyung?

El aludido bufó ligeramente molesto y fue a rellenar el vaso con cerveza. Cómo no hacerlo, si el sujeto de cabellos castaños era su cliente frecuente y, aunque lo admitía a regañadientes, era su amigo. Un buen amigo. A uno que apreciaba más de lo que era capaz de decir —y Yoongi aseguraría que no se lo había dicho, quizá lo insinuó borracho hasta el límite de perder el filtro—.

Se preocupaba silenciosamente de aquel hombre con alma de chiquillo inestable. Jungkook era unos cuantos años más joven, pero ambos abandonaron la adolescencia hacía bastante tiempo atrás, Yoongi había superado los treinta y Jungkook estaba por alcanzarlos.

Cuando podía movía información con su red de conocidos para saber de su paradero. Si no llegaba a su bar había un mundo de posibilidades, las tres más probables eran la cárcel, un hospital o derechamente la muerte. No le gustaba la última, pero no podía descartarla, sabía los riesgos que se corrían cuando se trabajaba como mercenario.

Yoongi perdió la cuenta de cuántas veces fue herido, quizá mirando las cicatrices de su cuerpo podría hacerse una idea. Y qué decir de Jungkook, quien asumía riesgos bastante autodestructivos en variadas ocasiones. Si no fue hace más de un mes que lo encontró en el cuarto que usaba como oficina, con su botiquín de primeros auxilios, suturando una herida en su abdomen. Las preguntas "qué haces aquí" "cómo mierda entraste sin que nadie te viera", terminaron siendo reemplazadas por un "déjame ayudarte".

Jungkook tarareaba una canción de un comercial de galletas como si no pasara nada, como si no tuviera una herida a medio coser y otras de menor gravedad por otras partes. Yoongi suspiró pesado y se encargó de las heridas menores, aplicando un algodón con alcohol para desinfectarlas, buscando una pomada antiséptica que no tenía y mandó a uno de sus empleados a comprar para reponerla en su set de emergencias.

Los hospitales no solían ser una opción viable, hacían demasiadas preguntas. Lo habitual era llamar a un médico privado a domicilio o una especie de consultorio clandestino. Recordaba aquella vez que junto al castaño llegaron a parar a las manos de un veterinario. "Piense que somos perros gran daneses, bueno, mi amigo es más como un gato, los seres humanos también somos animales después de todo, no debe haber gran diferencia", le dijo Jungkook extendiendo el dinero en el mesón de ese hombre, quien tras parpadeos de incredulidad, aceptó sin preguntar.

—Jungkook-ah, llamaré a un médico.

—No es necesario, se pasará con un par de antibióticos, antiinflamatorios, limpieza de las heridas y días sin trabajar. Creo que me mandaré una maratón de anime.

Yoongi aún seguía con una de sus manos sobre el vientre del castaño, examinando una herida en el costado. Percibía la rigidez de los músculos bajo sus dedos, así como también el fuerte olor de la sangre que imaginariamente saboreaba metálica como si la tuviera dentro de la boca. Le sorprendió la reacción al instante que deslizó las yemas por su piel, delineando, sin ser consciente de ello, una antigua marca antes de retirarla, Jungkook se había sonrojado y eso no sucedía muy a menudo. Al igual como le sorprendió haber disfrutado un poco de la breve sensación provocada por el tacto. La piel de Jeon mostraba un mapa de complejas cicatrices en algunas zonas y era más suave de lo que hubiese podido imaginar, y no era como si esa idea alguna se vez se le hubiese pasado por la mente, decirse a sí mismo: "Oh, seguramente la piel de Jeon ha de ser suave", jamás se le ocurrió.

Jamás se le ocurrió pensar en su piel o grabar detalles de su torso sin camiseta, siendo que no era la primera vez que lo veía a medio vestir. ¿Qué demonios pasaba consigo?

Lo peor de empezar a cuestionar algunas cosas. Era que lo llevaban a dar un vistazo a momentos anteriores, a cercanía que lo ponía extrañamente nervioso, pero se negaba a prestarle mayor atención y finalmente las dejaba pasar por alto. 

No necesariamente tenía que significar algo.

Sacudió la cabeza como si aquello le ayudara a mover de un pensamiento a otro. Dejó la cerveza sobre la barra sin decir nada, debatiéndose entre mirar o no los ojos de Jeon.

—¿Y qué tal ha estado el negocio hoy?

"¿Forzados intentos de conversación?", se preguntaba Jungkook a sí mismo sabiendo que la respuesta era un "¡por supuesto!".

—Normal —Yoongi respondió seco. Hubo un lapsus de silencio e intercambio de miradas. Los ojos de Jungkook eran grandes, oscuros y vivaces; no era normal quedarse atrapado en ellos cuando le observaba, ¿desde cuándo pasaba esto?—. ¿Qué hay ti?

No, no quería saber desde cuándo.

—Muy bien, hoy me pagaron, creo que después de esta cerveza pediré un whisky de los costoso con años y años de añejamiento en roble.

—Me alegro por ti.

A Jungkook le pareció que era una oración totalmente carente de la expresión de pretendía anunciar. Sonaba como a las tantas veces que Yoongi le cortaba las conversaciones. Frases secas que le hacían callar por breves momentos. Su amigo lucía hastiado, se le notaba, al menos podía decir a su favor que no fue el causante de su mal humor, aunque sí era consciente de su capacidad de intensificarlo.

—Recién estaba escuchando la conversación de unos clientes que estaban sentados cerca de mío.

—Nunca te han dicho que es de mala educación escuchar conversaciones ajenas —Yoongi se vio tentado a sonreír amplio y hacer un movimiento negativo.

Aquellos labios apenas se curvaron en una semi sonrisa y Jungkook notaba que sus latidos se incrementaban de forma anormal con aquel gesto tan mínimo y ¡dedicado a él!

A Jungkook le encantaba que Yoongi le sonriera.

Y las veces que Yoongi reía junto a él era como presenciar algunas de las maravillas del mundo. Sus dientes alineados, las encías rosadas y ojitos con pequeñas arrugas, acompañados del exquisito sonidos de las carcajadas, le hacían al menor querer revolcarse en un charco de alegría. 

—Pero es que era divertida, el tipo hablaba de como preparó una serenata con mariachis incluidos para declararse a una mujer con una canción de Luis Miguel —relataba con matices de diversión y sonrisas extensas que mostraban sus dientes—. Yo no sé si tengamos la eternidad —canturreaba en un español terrible y Yoongi lo escrutaba con una mirada fija, sin entender absolutamente nada tanto del idioma como del sentido de la conversación.  

—No entiendo a qué quieres llegar con esto.

—Imagínate hombres con sombreros llamativos y variedad de instrumentos cantando. ¿Nunca te han dedicado una serenata?

—No.

—¿En serio? ¿Ni siquiera de esas sencillas con una radio fuera de tu ventana?

¿Siquiera eran comunes? A Yoongi no le interesaba hablar de serenatas y menos que alguien le dedicara una.

—En serio, lo cual no significa que quiera una —tuvo que advertir.

—¿No crees que es una forma cursi y entretenida de escuchar una declaración?

—La verdad es que no. Es patético. —Se encogió de hombros y su entrecejo se mantenía arrugado. Nada de esto le daba un buen presentimiento.

—¿Alguna canción que te gustaría escuchar? ¿En algún idioma en particular?

—Ninguna —no le dejó continuar.

—Necesito saberlo, por si hipotéticamente se me ocurre darte una serenata o aconsejar a alguien que quiera hacerlo.

—Ni se te ocurra, Jeon. Si aprecias tu bienestar, jamás.

—Oh, vamos, no es como si cantase mal...

Yoongi no lo diría en voz alta, pero Jungkook cantaba bastante bonito, tenía una voz que podía ser suave y alcanzar agudos con facilidad; pero no se trataba de su habilidad, sino de mantener su integridad y no pasar una vergüenza monumental.

—En el caso hipotético que haga la serenata para ti, cosa que no planeo hacer porque la mayor parte del tiempo aprecio mi bienestar, supongo, ¿qué te gustaría escuchar?

Yoongi entrecerró los ojos y miró fijamente a Jungkook, sabiendo que no debía de sorprenderse si cualquier día de estos aparecía a las afueras de su departamento cantándole alguna ridiculez que le causase unas enormes ganas de enterrarse vivo. Esperaba estar equivocado, aunque nunca terminaba de descubrir hasta qué punto llegaba el nivel de odiosidad de su amigo. Si hace cinco noches atrás, el castaño le ayudó con la limpieza antes de cerrar, claro, no sin antes poner música con el apoyo de sus empleados, quienes también consideraban que le agregaba diversión al trabajo. No era que hubiera una especie de prohibición, si querían encender la radio no había problema, solo que habitualmente la apagaban para darle a entender a los clientes que ya era hora de cierre y ahí quedaba.

Sí querían música, pues que la pusieran, le daba igual.

La música no fue el problema, ni tampoco que Jungkook cantara como si estuviera en un concurso de karaoke, sino que se transformó en uno cuando se puso a bailar e incitó a los demás a imitarlo, emulando con soltura pasos de coreografías femeninas, balanceando el peso de sus caderas y jugando con el paño que usaba para limpiar las mesas.

Oh my god! —Jungkook le tomó la mano y tiró fuerte de ella—. He's a really bad boy, he's a really bad boy.

"Oh, no, no, olvídalo, ni lo pienses", dijo mentalmente mientras se mantenía inmóvil, intentando no inmutarse ante la insistencia.

—No seas aburrido, hyung —insistía su amigo.

Yoongi intentó zafarse del agarre, pero Jungkook respondió sujetando su otra mano y el paño sucio entre ellas. Estaban calientes, apretaban firme las suyas y casi se sentía bien. "Casi", porque no le cabía en la cabeza la idea que un simplón apretón de manos pudiese sentirse como si enviaran una descarga agradable por su cuerpo.

Específicamente un apretón de manos de Jungkook.

—Vamos, no seas amargado —Dahyun se sumó a la insistencia con entonación amigable, barriendo al son de la música.

You're so baaad boy —Jungkook continuaba tirando de sus manos al ritmo de la canción.

—No.

Yoongi muy para sus adentros, una voz muy tenue, admitía que Jungkook sabía moverse. A momento se acercaba y lo tenía bailando prácticamente encima, invadiendo su maldito espacio personal por unos tortuosos segundos y después se alejaba, sin soltar sus manos. No sabía qué cara debía de estar poniendo, pero las risas de sus empleados le proporcionaban una idea vaga. El calor quemaba sus mejillas y sentía la tentación, desde lo más visceral, de agarrar a Jungkook por la cintura y apegarlo bruscamente a su cuerpo, dejándose guiar al ritmo de la pegajosa canción y ver hasta dónde los llevaba un poco más de contacto. Por supuesto que no lo hizo.

You're a bad boy and you're bad for me.

"¿A quién de los dos te refieres?", quiso preguntar.

Una ligera sensación de cosquilleo se extendió por las palmas de sus manos. La próxima vez que sonara una canción pegadiza y movida se aseguraría de guardar una distancia de a lo mínimo diez metros de Jungkook, ¿pero cómo se aseguraría de evitar que le cantara una serenata o que mandase mariachis a su casa solo para joderlo? No tenía idea, tampoco podía contar con una buena amenaza que lo asustara, porque con él no servían.

Ese mocoso en cuerpo de adulto era un jodido temerario.

—Jeon, te prohíbo que sigas siquiera pensando en la idea de la serenata de mierda, si haces un show fuera de mi bar o de mi departamento me aseguraré que la pagues muy, pero muy caro —quizá no estaba demás intentar lo de la amenaza—. Haré que te arrepientas de la forma más jodidamente torcida que se me ocurra.

Eso sonaba como algo tentador para Jungkook, quien terminó de beber su segundo vaso de cerveza y le dedicó una sonrisita que a Yoongi le pareció digna de sospecha.

—No te preocupes —fue la ambigua respuesta que recibió. Podía significar "no te preocupes, no pasa nada" o "no te preocupes, haré una serenata de mierda de todos modos, una que todos los vecinos y hasta la siguiente cuadra escuchen, espera y verás".

—¿Quieres que te sirva el whisky?

—Claro, el mejor que tengas ¿o debería pedir un martini o ser más tradicional y elegir soju?

—Lo que quieras con tal que lo pagues.

—El whisky.

—Bien. —Yoongi dio media vuelta y comenzó a caminar.

—No, mejor el martini, hace tiempo que no tomo uno...no lo sé, déjame pensar.

—Escoge una puta cosa antes que me vaya a atender a otro cliente.

Quería el whisky desde el principio, pero le gustaba pinchar a Yoongi.

"¿A que no se ve bonito cuando pone esa expresión de gatito enfurruñado?"

—Sí —se contestó a sí mismo con una amplia sonrisa.

—¿Sí qué? —dijo con el ceño fruncido y la impaciencia explícita en su voz.

—Quiero el whisky, uno seco.

—Si cambias de idea de nuevo, te jodes.

—¿O con hielo?

El dueño del bar soltó un ruido ronco de molestia y dio media vuelta.

"Tan tierno".

No sabía exactamente en qué punto de la historia sus sentimientos de amistad y cariño-para-nada-homosexual hacia el pálido gruñón comenzaron a cambiar, pero se dio cuenta cuando notó que le causaba una inusual molestia al ver que Yoongi se topaba con amantes esporádicas en un par de ocasiones. "Celos", aunque prefería no reconocerlo con esa palabra en particular. Era solo molestia, porque Min podría estar destinando tiempo a su asombroso mejor amigo comiendo porquerías y viendo televisión en lugar de follar con una desconocida. Si estaba en tiempos de necesidad y quería una mano, le prestaba la suya, así de buen amigo se consideraba —no es que le prestara una mano a sus amigos con regularidad, una vez fue una ayuda mutua con Tae, quien gemía "Jin" como si recitara un mantra, en otra ocasión al mismísimo Seokjin, entonces Jungkook pensaba: "lo siento, Taehyung"— .

"Son y siempre han sido celos, admítelo ya".

Nunca hizo nada, su respuesta era la completa pasividad. No tenía sentido reaccionar si su amigo quería pasar tiempo en una cama o sobre un escritorio con ellas. Habitualmente pedía un whisky o soju y veía el ritual de cortejo a una distancia más o menos cercana.

Todavía recordaba su no muy madura reacción cuando hacía casi tres meses celebraron que Namjoon formalizaba su noviazgo con Ashley en el bar de Yoongi. Aquella mujer —conocida como Halsey en el rubro— trabajó algunas veces en su equipo junto a su amigo Nam, un hábil contador que se encargaba de las finanzas de algunos clientes poco éticos. Grupo que a veces incluía a Seokjin y Taehyung. Eran buenos tiempos y de tanto en tanto les parecía una buena idea reunir al team para hablar de aquellos "años dorados". Solo que esa última vez ocurrió algo muy particular, totalmente inesperado, gatillado gracias a ese horrible monstruito llamado "celos".

Aquel día de la fiesta, si servía de consuelo, no era el único que se sentía sumergido en un despecho irrisorio e irracional. Miró a Seokjin apretando su copa de vino, con los ojos clavados en Namjoon y su novia, quienes reían y bailaban, haciendo exhibición de su feliz amor. Jungkook encontraba que era el momento perfecto para burlarse un poquito. Si alguien decía que molestar a las personas no era divertido, mentía.

—Huele a celos, querido hyung, por cierto, la copa no tiene la culpa.

—¿Lo dices por mí o por ti? —Seokjin le dedicó una pequeña sonrisa socarrona, indicándole con la cabeza hacia dónde mirar.

Y Jungkook comprendió a qué se refería. Yoongi estaba conversando con una amiga de Namjoon, una hermosa y exótica chica de piel morena y cabello corto. Frunció el ceño un momento, no era una simple conversación, notaba todas las señales de cortejo que había visto en tantas ocasiones anteriores. Soltó una larga lista de maldiciones mentales hacia el mayor de rostro hermoso. 

Su plan original se volvió en su contra. Justicia divina.

—Lo decía por ti —respondió infantil, abultando su labio inferior.

—Y ahora yo lo digo por ti —Jin bebió un sorbo cortito antes de añadir—: ah sí, ella se llama Hyejin, ya sabes, por si sentías curiosidad además de celos.

—Jódete, hyung.

Seokjin se encogió de hombros y terminó de beber su copa de vino para luego volver a llenarla.

—¿Una copa de vino en señal de tregua? —ofreció agitando suave la botella.

—Bien —masculló Jeon—. Aunque preferiría algo más fuerte.

—Podemos terminar la botella y seguir con un buen whisky.

Jeon asintió vagamente sin dejar de observar a Yoongi, al menos hasta que logró establecer un diálogo fluido con su ocasional compañero y amigo. En algún momento comenzó con discusiones sobre series, canciones, películas, hasta que terminaron recordando viejas misiones. Se acabaron juntos la botella de vino y continuaron con la de whisky.

Madurez emocional de alto nivel: seguir tapando los problemas con alcohol —tampoco es que sea un ejemplo de salud mental y habilidades intra e interpersonales, nadie que acabara en el lugar y oficio que ellos ejercían debía estar exactamente cuerdo y sanito—.

—Lo quiero con hielo —exigió Jungkook, extendiendo el vaso.

—Ve a buscarlo.

—Hazme el favor —pidió con falsa dulzura, juntando sus manos y usando su miradita de niño bueno.

—¿Y cómo me lo pagarás?

—...Puedo secuestrar a Namjoon o a Halsey, no entiendo ni siquiera por cuál de los dos estás celoso.

—Casi me tientas, Kookie —probó un poco de licor—. Supongo que hoy es más por ella que por él.

Su hyung siempre había sido tan caprichoso. Quisiera recordarle que él fue quien rompió con Namjoon hacía muchísimos años y quien nunca le dio la oportunidad a Halsey cuando ella se le declaró una vez —años atrás también—.

A momentos quería preguntarle siquiera había pensado en darle una oportunidad al pobre Tae.

—¿Por qué, hyung? ¿Por qué te sientes así cuando siempre has tenido a cualquier persona que se te antoje?

—¿Por qué Yoongi?

—Yo no...

—No te molestes en negarlo —interrumpió antes de beber otro sorbo.

Quiso molestarse en negarlo, pero Jin se lo impidió con esa mirada inquisitiva. Intentó cambiar de tema y al menos eso sí funcionó. Nada como hablar de algún escándalo reciente, Seokjin se manejaba en farándula de idols. Se distrajo al ver que Yoongi y la chica morena desaparecían, se preguntó cuántas habían pasado por ese viejo escritorio que su amigo pálido tenía en la oficina. Volvió con la vista hacia el frente cuando sintió que el hyung guapo acariciaba su brazo en un gesto bastante sugerente, susurrando un "vamos", instándolo a levantarse y guiándolo hacia el baño. No necesitó explicaciones para entender la invitación.

—¿Cuánto has tomado? —le preguntó Jungkook dejándose llevar en todos los sentidos posibles.

—Más o menos lo mismo que tú.

Jungkook no opuso resistencia, solamente le preguntó mientras atravesaban la puerta y se encerraban en uno de los pequeños cubículos, "por qué". Jin respondió en un susurro grave contra su oído: —Diversión, Kookie, un poco de sana diversión y quizás una pizca de resentimiento.

Era tan simple como eso y no podía parecerle una mejor idea. Sujetó a Seokjin por la nuca cuando lo vio acercarse a su boca con el fin de apurar la llegada del beso. El espacio era muy reducido e incómodo, Jungkook sentía su cuerpo acorralado y presionado contra la delgada pared.

—¿Te das cuenta del nivel de madurez con el que enfrentamos esto? —Preguntó apenas recobraron una breve distancia. Seguía con los dedos de ambas manos firmes en su nuca.

El ladrón de arte rio y respondió: —no podría importarme menos —nuevamente hizo nula la distancia entre sus bocas. Sujetaba la cintura de Jeon, lo tenía acorralado entre su cuerpo y la pared. Utilizó su rodilla para separar las piernas del castaño y estimular una zona muy específica.

Jungkook jadeó ante la sorpresa, sumergido dentro de la sensación caliente e intensa provocada por la hábil boca ajena. Debía admitir que Jin sabía besar, no tenía idea si esa era una especie de técnica secreta aprendida de un libro robado de "cómo ser un buen amante" con escritos ancestrales de diversas culturas sobre el arte amatorio o aceptar que era innato en él y simplemente el instinto lo guiaba de la forma más correcta posible.

Todo se sentía bien, el beso y los roces. Quería más. Le agregó un toque de brusquedad, con mordidas y dedos que apretaban más fuerte la piel de su hyung. Al parecer a su compañero le gustaba, sonreía contra sus labios.

—¿Te gusta así? —Le obligó a voltear y con una de sus manos presionó la cabeza de Jungkook contra la pared—. ¿Hasta qué punto me dejarás llegar?

Por eso a veces le gustaba variar de la suavidad que ofrecían amantes ocasionales, mujeres y chicos suaves que querían una aventura con "chicos malos", con ellos no podía ser realmente brusco. Otras veces permitía de tanto en tanto ese rollo de sadomasoquismo, claro, él tenía el papel de sumiso entre látigos y esposas, pero con Seokjin era diferente, podía empujar, forcejear, morder y estaba jodidamente bien. Especialmente porque él no podía quebrarse. Era fuerte, resistía, empujaba de vuelta y su pecho era una amplia muralla que lo mantenía aplastado.

—No lo sé, sigue así y veremos —logró articular en una sola frase. Se estremeció, notaba la presión de la entrepierna dura y una boca caliente atrapando su lóbulo. La respiración de Jin le causaba cosquillas al chocar contra su piel.

"Lo siento, Tae".

Era su turno de acorralar al mayor. Apenas notó que ya no presionaba su cabeza dio media vuelta, atrapó sus labios con los propios y con ayuda de su peso se abalanzó empujándolo hacia la pared contraria. El ruido fue más fuerte de lo que esperaba, seguramente para nadie que entrara al baño pasaría desapercibido lo que estaba ocurriendo en ese cubículo. No importaba. Sentir la erección contraría haciendo fricción con la suya bastaba para eliminar cualquier otro pensamiento que no fuera "sexo aquí y ahora".

Llevó una de sus manos al pantalón de su compañero y en pocos segundos desabrochó el botón, bajó el cierre y tiró sin cuidado la ropa interior. Algo debía ser liberado.

—Deberíamos tener esta batalla en una cama —Seokjin susurró sensualmente contra su boca.

El calor de aquella piel, directo sobre la suya se sentía increíble.

¿En qué momento Jin le había bajado el pantalón? ¿Con esa agilidad y sigilo se infiltraba en museos? Debía ser alguna clase de magia. Seguramente robaba los cuadros y esculturas con la misma sutileza que usaba para despojar las ropas de sus amantes.

—Primero terminemos aquí —acercó sus labios al cuello de su atractivo amigo, sintiendo las vibraciones que emitía al jadear sin disimulo.

El mayor aprisionó su cuerpo contra la pared nuevamente y uso una mano para sujetarlos, reduciendo el espacio de fricción. Jeon gimió y arqueó su espalda. Maravillosas descargas se concentraban en su vientre y se expandían. Quería más de esas sensaciones, las quería hasta saturarse de ellas, quería seguir con su mente sumergida en ese estado de aturdimiento placentero, porque cuando terminara sabía que Yoongi emergería entre las brumas de cualquier otro pensamiento absurdo a remarcarle que el alivio era solo algo momentáneo porque él era irreemplazable y lo inundaba por dentro.

Yoongi, Yoongi.

Su hyung se apoderaba de sus pensamientos y de sus acciones podía depender que tan rápido se largaba a latir su corazón.

—¿Acaso eres así de hábil en todo lo que haces? —Confesó entre jadeos y gruñido mientras se deshacía en las manos del Worldwide Handsome.

—Me halagas, Jungkook-ah —apresuró los movimientos—. Muévete contra mí, más rápido.

Jungkook tapó su boca con una mano y con la otra la de su compañero de aventuras. Acababa de escuchar la voz de Namjoon y Yoongi en el baño. Se estremeció al sentir que lamía sus dedos, se aprovechó de su descuido y los introdujo en su boca. Le sonreía con sorna. Maldijo mentalmente a Seokjin por hacerle eso.

—Puedes decirme "Yoongi hyung" cuando te la meta —susurró despacio, casi inaudible.

—Si tuviera tetas te diría que me llames Halsey o ¿Ashley suena más íntimo? ¿O prefieres "Namjoonie"?—Le respondió de vuelta, entrecerrando los ojos—. Además, puede que sea yo quien te la meta, hyung.

Seokjin soltó una pequeña risita —inusual, porque cuando reía era un agudo escándalo— murmurando algo como "terminemos con esto". Jungkook sacó papel higiénico con torpeza, fue casi una guerra con el rollo.

—Vamos, gime fuerte, que todos te escuchen.

Jeon sabía que con "todos" se refería indirectamente a "Yoongi". Petición denegada, atrapó con fuerza la boca de Jin, hundió su lengua buscando calor y humedad que atenuaran los jadeos de ambos. Cerró los ojos, nuevamente maldijo al mayor y esos movimientos tan precisos y perfectos que llevaron a los dos al orgasmo. Las piernas le temblaban y los espasmos continuaron unos cuantos segundos más.

—¿Conoces un buen lugar al que ir que no sea el horrible sitio donde te estés quedando? —Seokjin aún le sostenía.

El castaño asintió, limpiándose y acomodando su ropa, en otro momento se habría quejado, el apartamento que arrendaba estaba bastante decente y amplio. "Bien" le escuchó susurrar antes de abrir la puerta y Jungkook rogó que no hubiese nadie en el baño, especialmente Yoongi. Aunque sus ruegos no solían ser escuchados por las deidades, esta vez no fue la excepción. Ahí estaba, mirándolos con sorpresa.

—Hola, Yoonie. Te espero afuera, Jungkookie. —Jin sonrió ampliamente con cierto aire de burla, hizo un gesto de despedida antes de salir y dejarlos en medio de una situación embarazosa y brutalmente incómoda.

Los ojos pequeños ojos negros se clavaron sobre los suyos. Un escalofrío bajó desde la nuca por toda su columna. Aquella mirada lo escrutaba en silencio. Silencio que le pareció eterno mientras su corazón golpeaba con fuerza su pecho. Mordió su labio inferior y un tenue atisbo de esperanza invadió su pensamiento: "a Yoongi le importa, se ve molesto". Casi sonrió.

—¿Seokjin? —Dijo aún con asombro y el ceño fruncido.

—Uh, bueno, sí. Cosas que pasan —respondió con los nervios a flor de piel—. Demasiado whisky y una cosa lleva a la otra, ya sabes... —Respiró hondo, buscando palabras coherentes que decir—. Demonios, yo...

—No tienes que explicarme nada. —Se encogió de hombros y salió del baño.

Su respuesta fue seca y amarga, le recordó a esa vez cuando era niño y confundió el café con el chocolate en polvo, pero peor. Agua fría que caía sobre sus pequeñas llamitas de esperanza. Quizás el vino, el whisky y el sexo en un baño nublaron y distorsionaron un poco, o bastante, sus ideas. Era eso de "ver lo que se quiere ver". Debía de estar interpretando a Yoongi de manera inadecuada. Su error. Dolía.
  
  
  
   
   
  
  
  
  
Vaya noche que tuvo esa ocasión. Una excelente si omitía la parte del encuentro con el sujeto pálido, no le quedó otra opción que admitir que Seokjin era un amante extraordinario —¿lo sabría Taehyung?—. Independientemente que al día siguiente pareciera que ambos fueron atropellados en una carrera de ciclistas y atacados por animales debido a las marcas de mordidas y hematomas en su cuerpo y en el ajeno.

Seokjin era un jodido artista de manos hábiles en la cama. Lo confesaba y se declaraba culpable de haberse rendido a sus encantos. "Lo siento, Taehyung", repetía en su mente.

Golpeó su frente en un intento inútil de calmar la mezcla de pensamientos y emociones surcar en su cabeza. Tal vez sí debió pedir el martini o soju en vez del whisky. Muy tarde, el dueño acababa de poner el vaso sobre la barra. Demasiadas imágenes se venían a su mente apenas bebió el primer sorbo.

Yoongi miró de reojo a su amigo mientras se daba pequeños golpes. No le sorprendía, no era de las cosas más extrañas que le había visto hacer, en la lista estaba la tendencia a llevarse cualquier cosa a la boca como si volviera a ser un crío recién explorando el mundo. O cuando se quedaba con la vista pegada como si viera apariciones fantasmales. A veces le sugería a su amigo que un poco de atención psiquiátrica le vendría bien.

Le vino el recuerdo de una de sus antiguas misiones cuando en medio de una situación crítica sacudía su hombro para que reaccionara y el mocoso de Jeon tenía una cara de estar atravesando una terrible crisis existencial, como si el exceso de información reciente lo hubiera sobrepasado y hubiera sobrecalentado su cabeza. "Jungkook.exe ha dejado de funcionar" y la estupidez de su propio pensamiento le hizo comenzar a reír, tuvo que taparse la boca. Ahí el castaño reaccionó y lo miraba como exigiendo una explicación de lo chistoso en medio de la vida y la muerte, eso no hizo más que aumentar la risa. "Joder, Jungkook-ah, detente", le dijo mordiéndose la mano intentando calmarse.

Ahora sonreía, negó suavemente y continuó atendiendo. De vez en cuando volvía a mirar a Jungkook solo en un espacio de la barra. Hacía tiempo no lo veía coquetear con otros clientes, perdió la cuenta de la cantidad de rechazos que sufrió, asumía que no era por la falta de atractivo, sino más bien por su falta de tino. Otras veces que sí le resultó nunca llegaba a nada serio. "Creo que pocas personas me soportan", le confesó borracho y con el corazón destrozado, después que el "amor de su vida" lo dejara sin siquiera prepararlo mentalmente para la noticia. No se acordaba de haberlo visto tan mal en todos los años que lo conocía.

Jungkook llevaba ya más de dos años con aquel sujeto bailarín, teñido de rubio, bajito y adorable, nunca pasaba desapercibido cuando entraban juntos al bar, su amigo resplandecía contento y orgulloso.

Jimin.

En ese entonces le agradaba, era una buena influencia para Jeon, por fin veía al castaño ligeramente más centrado, corriendo menos riesgos y muy feliz. Le comentaba con ese brillo en los ojos tan cliché en todo sujeto enamorado que Jiminnie era el tipo de personas que lograba sacarle lo mejor de sí mismo o que por fin alguien no lo veía solo como un "guapo, pero desastroso, horate y sociópata" o como una especie de fetiche por los "chicos malos". A veces sentía envidia, pero nunca le dijo "nada es para siempre", le hacía bien tener algo como eso tras haber atravesado una vida poco amena, dura y fría.

No hizo falta decírselo, porque llegó un día con los ojos rojos a sentarse en la barra. Por primera vez silencioso. Le preocupó, pero no hizo preguntas, solo dejó un pequeño vaso de soju porque sabía que servirle vino era muy suave. Jungkook levantó la mirada destellante de dolor y con voz rasposa murmuró un llano "me dejó". Yoongi puso una mano en su hombro y lo apretó ligero como muestra de apoyo. Su amigo bebió de un trago antes de pedir otro, seguido de varios vasos más. Tuvo que dar la orden a sus empleados que ya dejaran de servirle alcohol. Apenas lo veía sostenerse y de un momento a otro desapareció.

Esperaba que no estuviera metiéndose en problemas o tirado inconsciente en un callejón, ahogado en su propio vómito. Masajeó sus sienes y comenzó a dejar todo limpio antes de cerrar. Uno de sus empleados se acercó a decirle que alguien se negaba a salir del baño. No era la primera vez que pasaba. Casi todos los días debía arrastrar a gente ebria hasta la salida, desde ahí no era problema suyo.

A quien divisó encerrado en un cubículo no era un desconocido. Al menos Jeon aún estaba semi consciente y no tirado en un callejón o metido en alguna clase de conflicto mayor al de una borrachera.

—¿Jungkook-ah? —Preguntó para tantear la gravedad de la situación.

El castaño salió ayudándose de las paredes para mantenerse estable. Entrecerró los ojos al ver una de sus botellas de vodka ruso, regalo de un viejo amigo y que escondía en su oficina, en una de las manos ajenas. Aún con alcohol hasta las cejas no perdía su habilidad para hurtar con sigilo. Jungkook caminó hasta él, recargando el peso de su cuerpo, reclamando su ayuda en silencio. Yoongi mantuvo firme sus brazos para sostenerlo.

—Llévame a tu casa —pidió hablando apenas en un hilo de voz. Emitió un suave sollozo ahogado—. No quiero ir a la mía.

Jungkook había estado arrendando un apartamento con Jimin, sería cruel de su parte mandarlo a un sitio que de momento albergaba la angustia de una ruptura y montones de recuerdos.

Yoongi pensó si tenía otras opciones, como dejarlo en algún motel cercano durmiendo el resto de la noche. Aunque al ver esos ojos grandes y oscuros nublados por la tristeza no pudo abandonarlo, después de todo era su amigo, había demasiados años e historias entre ambos.

Si no fuera por la compasión estaría haciendo una lista mental de los pros y los contras de tener un amigo como Jeon.

Se le hacía extraño no escuchar a Jungkook hablando disparates sin que nada lo callase. Iba recargado firme en su hombro. Era incómodo por la altura y peso del castaño. Arrastraba esas larga extremidades con lentitud y torpeza. Sentía que no llegarían nunca. Tuvieron que hacer paradas extra para que Jeon pudiera vomitar en algún basurero y en una segunda oportunidad sobre algunas flores de una casa desafortunada. 

Era un completo desastre.

Jungkook por lo general era un desastre con pies.

En noches así, agradecía vivir a pocas calles de su bar.

—Gracias —susurró cuando estuvieron frente a la puerta.

Estaba conociendo una nueva faceta de Jungkook y no podía afirmar que le gustaba. Quizá se asimilaba de forma muy leve cuando llevaba poco de conocer al castaño y su novia de aquel entonces terminó la relación. Lo vio reaccionar desde la rabia, buscando peleas con quien se atravesara en su camino, metiéndose en problemas, tomando riesgo estúpidos, y sí, hubo pena, pero no como ahora. Por primera vez lo veía tan destrozado.

—Báñate —exigió. Era lo mínimo que debía hacer si quería usar su cama—. Iré por ropa y una toalla.

Jungkook asintió y coordinó sus piernas para llegar al baño. Yoongi sentía que la tristeza le hacía ver todavía más joven, le daba un aire infantil y vulnerable. Suspiró pesado y fue por ropa, suponiendo de antemano que debido a las diferencias físicas entre ambos no le quedarían del todo bien.

Así fue, la camiseta le quedaba bien, algo suelta —Yoongi usaba prendas superiores anchas— , pero los pantalones de dormir cortos, veía sus tobillos.

—¿Dónde dormiré?

—En mi cama.

—¿Y tú?

—En el sofá.

Lo siguió hasta su habitación, observando a Jungkook dejándose caer el colchón, arropándose toscamente con el cobertor.

Creo que pocas personas me soportan —dijo en un murmullo agotado antes de hundir la cara contra la almohada.

Yoongi quiso responder que tenía razón, que a veces le sacaba de quicio. En otro contexto lo habría hecho. Lo miró una vez más antes de irse de su lado, pero la mano de Jungkook sujetando el borde de su camisa le impidió hacerlo.

—¿Qué?

El castaño negó con la cabeza, pero no dejaba de apretar su camisa, tirando de ella con suavidad. Yoongi no sabía qué demonios interpretar de esa señal. "Habla, joder, habla como desquiciado hasta que diga que te calles". Se sentó en el borde de la cama, pudiendo oír el tenue ruido de los resortes del colchón reaccionar con su peso. Esperó a que durmiera, cuando escuchó la respiración a un ritmo tranquilo y profundo, no supo qué pasó por su mente, pero extendió su mano y le acarició el cabello con delicadeza, enredando con cuidado las hebras entre sus dedos. Dejó de hacerlo a los pocos segundos y apagó la luz de su habitación.

¿Qué estaba haciendo? Ayudar a un amigo.

No, no solo eso, había más.

¿Qué?

"Maldición".

El sofá no fue una opción cómoda para dormir, su espalda dolía. A la próxima que cargara con Jungkook en estado de ebriedad no pensaba cederle su cama, por ningún motivo, por más profunda que fuera la pena. Se preguntó si ya se habría levando. Lo supuso cuando sintió un aroma dulce provenir de la cocina.

—Lo mataré —gruñó al ver el cerro de waffles en la mesa. Debió de gastar toda su reserva de harina, huevos y leche para preparar esa cantidad. Al menos la cocina estaba limpia al igual que la wafflera dentro de su caja.

Había una nota pegada en el refrigerador, escrita con tinta negra, incluso había firmado con un dibujo de un conejito.
  
  
"Gracias por todo, es más, la cantidad de waffles es directamente proporcional a mi agradecimiento.
Se despide eternamente agradecido, muy, muy agradecido (por no dejarme tirado en un callejón ahogado en mi propio vómito),

JK.

Pd. Me llevé tu ropa. Sí, lo sé, me veo ridículo con ella, no importa.
Pd.2 Reitero, eternamente agradecido".
  
   
  
Ahora sí podía decir que el Jungkook que conocía estaba volviendo entre las brumas de la tristeza. Caminó a su habitación como si quisiera cerciorarse que ya no estaba. Vio su cama perfectamente ordenada y las ventanas abiertas. Aún olía a un poco de alcohol.

¿En qué momento mejoró cocinando? Recordaba que Jeon de hace más de medio año atrás era un desastre frente a una estufa.

Olían bien y no pensaba desperdiciar comida. 

Gran cantidad de comida.

No sabía si el agradecimiento de Jungkook era demasiado o si debía considerarlo exagerado. Terminó por inclinarse a la segunda opción. 

Los waffles estaban muy buenos, aunque la botella de miel no alcanzó siquiera para un tercio y tampoco su estómago, tuvo que hacerles un espacio en el refrigerador.

Posterior a ese día, no vio a Jeon en dos meses. Le preguntó a los contactos que tenían en común si sabían de su paradero. Conocía los riesgos irresponsables en los que se implicaba y no tener noticias de él no le daba buena espina. Maldito mocoso, ¿no podía siquiera enviar un mensaje? ¿No se supone que eran amigos? Claro, él lo olvidó muchos años atrás cuando desapareció persiguiendo el anhelo de amor y una vida normal.

Sintió alivio cuando lo vio llegar con su expresiva sonrisa y parloteo incesante y absurdo de todo lo que había hecho en ese periodo, de cómo en una de sus misiones estuvo en tres países del continente.

Tuvo unas enormes ganas de golpearlo por ser tan desconsiderado y, al mismo tiempo, estaba feliz de verlo bien y entero.

Desde ese regreso rara vez volvió a verlo coquetear con alguien en el bar o saber de la existencia de alguna pareja por más pasajera que pudiese ser. No preguntó motivos, porque en verdad no le interesaba. Hasta que lo vio salir del baño con Seokjin en la celebración de compromiso de Namjoon. Fue inesperado, extraño. No lo habría imaginado de parte de ninguno de los dos, a veces tenía la impresión que Jungkook odiaba a ese sujeto. Aunque además de la sorpresa, sintió otra cosa que le molestaba, pero no sabía que palabra utilizar.

En aquel entonces "celos y Jungkook" eran palabras que no cuadraban dentro de una misma oración. Menos supo cuando sí empezaron a pegar bien juntas o cuando tocarle podía ser considerado como agradable.

Algo andaba mal y pensaba cuando el estúpido de Seokjin tuvo el descaro de comentarle como si nada que Jeon "podía gemir notas altas muy bonitas" la última vez que vino a verlo.

Necesitaba compañía en la cama, la falta de un polvo le estaba nublando la visión y los pensamientos, porque no era normal mirar a Jungkook como si quisiera llegar a más y que su mente se empecinara en destacar que ese sujeto era realmente precioso y regañarle por no notarlo antes.

—Deberíamos pasar otra noche frente a tu televisor, podríamos comer pizzas o pollo frito, yo invito —propuso Jungkook irradiando entusiasmo.

—Tengo otros planes —negó, retirando el vaso vacío.

—Será para otra ocasión —sonaba decepcionado.

"No me mires así".

Yoongi no quería tener esa extraña especie de culpa surgiendo como un peso en su estómago.

Actualmente perseguía su vida apacible, pero enamorarse estaba descartado. Hasta que recordó cuando Taehyung comentaba que era de ese tipo de cosas que solo llegan y que él no había planeado enamorarse de alguien que no le correspondía y solo pasó.

No quería que solo pasara.

Menos aún pensar si acaso ya estaba pasando.

"Suficiente".

Consiguió compañía, pero no sintió que las cosas se aclararan ni en lo más mínimo. Quizá la solución era solamente dejar de pensar en ello.
  
  
  
  
  
  
  
  
  
Los días siguieron tranquilos, Jungkook no aparecía. Debía de haber tomado trabajos largos. Los contactos en común garantizaban que estaba vivo y en una pieza, eso bastaba para tranquilizar la ansiedad creciendo en su vientre. Tal vez cuando volviera al bar le diría que sí a esa noche de pizzas y televisión.

Se estiró con pereza y fue directo a la cama. Debían ser las tres o más de la mañana, perdió la noción del tiempo ordenando los papeles del local para cuando fuera día de inspección, la siguiente semana probablemente.

Cerró los ojos, estaba cansado. Solo esperaba poder dormir sin que los vecinos interrumpieran, agradecía no tener que levantarse temprano al día siguiente. Pensaba salir de la cama a la hora de almuerzo o más tarde, lo haría a la hora que su cuerpo le dijera.

"Quién mierda escucha música a esta hora", frunció el ceño y apretó aún más los párpados.

Alguien cantaba a gritos acerca del amor y "hay un camino duro delante de nosotros".

Los abrió de golpe y brinco como resorte, en pocos segundo estaba erguidos con los pies desnudos en el suelo.

Conocía esa voz...

—Mierda, no puede ser. —Se levantó rápido y miró entre las cortinas de su habitación.

Todas sus sospechas fueron confirmadas. Si en el fondo siempre lo supo, apenas Jungkook le comentó esa estupidez de la serenata debió dar por hecho que lo tendría en la madrugada, frente a su edificio, despertando a los vecinos y haciéndole desear enterrarse en un hoyo tan profundo que lo llevara al centro de la tierra y fundirse en el magma.

Salió de su departamento, ni siquiera se preocupó de cerrar la puerta o ponerse zapatos. Seguía escuchando a Jungkook cantar con un parlante de mierda en sus manos.

"Mierda, Jeon, te mataré, solo deja que te agarre". No entendía cómo ese aparato pequeño podía emitir tanta bulla y cómo el castaño podía superar sus niveles de "insoportabilidad".

—¡No cambiaré, no me rendiré! —cantaba sonriente y a viva voz.

Yoongi quería desintegrarse cuando veía algunas cabezas asomarse curiosas por las ventanas del edificio.

—¡Apaga eso ahora! —Demandó con el enojo quemándole el estómago, cruzando de la entrada del edificio a la calle. Rogaba que sus vecinos medianamente conocidos y chismosos no estuviesen observando el espectáculo o si lo hacían, no lo reconocieran como parte del asunto.

—¡Te amo de esta simple manera!

¿Se trataba de una jodida broma?

Yoongi realmente quería matarlo y luego revivirlo para poder volver a saciar sus deseos de homicidio.

Jungkook parecía no escucharlo, lo miraba con una expresión resplandeciente en sus ojos grandes y continuaba con la serenata de mierda. Al llegar hasta él arrojó con violencia el parlante al suelo y la música cesó. "Por fin".

—Ven aquí —gruñó, tirando de su brazo con fuerza, arrastrándolo escaleras arriba hasta su departamento en el segundo piso.

—El parlante no era mío. —No opuso resistencia.

"Lo siento, Taehyung". V no se pondría feliz cuando tuviese que explicarle que su parlante favorito estaba roto y tirado en la calle sin posibilidades de volver a funcionar alguna vez en la vida.

—No me importa —dijo con su voz iracunda, cerrando de un portazo.

—Hyung, vas a despertar a tus vecinos.

—Tú lo hiciste antes. —Lo tomó por el cuello de la ropa y lo empujó bruscamente contra la pared.

—No deberías dejar la puerta abierta si sales, podrían entrar ladrones a tu departamento.

—¿Qué mierda fue todo este jodido show? —Su voz era ronca e intentaba contener el enojo para no gritarle y aumentar el espectáculo que sería chisme entre los vecinos.

—Una serenata, ¿estás sorprendido?

—No diría sorprendido. —Apretó con más fuerza el agarre, presionando firme su cuerpo.

—Pero si te preparé mentalmente para una declaración con una serenata. Hasta te dejé la opción de escoger qué querías escuchar —se defendió con un puchero—. Esto duele, hombre, eres demasiado brusco, ¿te lo han dicho antes? Hyung, eres pequeño y más bruto de lo que pareces.

—¿Por qué tienes que llegar tan lejos con tus bromas de mierda? —Aumentó la presión hasta escuchar un pequeño quejido.

—No fue una broma —contestó mirándolo fijo. Soltando otro jadeo tenue, aún tenía el hombro lastimado desde su último trabajo y el empuje que ejercía el mayor punzaba en el músculo resentido.

—Jeon, detente. No caeré. —Presionó fuerte su frente contra la otra. Hasta que el contacto le doliese a ambos.

—Pero no lo es —insistió, jadeando despacio, Yoongi tenía demasiada fuerza escondida en ese cuerpo compacto—. No te he hecho bromas así antes.

La rabia en los ojos de Min parecía disiparse ligeramente, dando paso a la confusión. Aflojó el agarre.

A Jungkook le gustaba ese rostro perplejo.

—Hacerlo de esa forma era más fácil que...bueno, esto. —Rascó su nuca.

¿De verdad ese estúpido y loco sujeto con alma de crío se le estaba declarando?

No quería ceder y a la vez estaba ahí, frente suyo aquello que se había negado dejar entrar en su vida nuevamente.

No quería malditos sufrimientos a costa de pequeños bienestares.

Pequeños placeres como esa sonrisita feliz y brillante, la piel suave bajo sus yemas...

Yoongi jaló bruscamente del cuello de la ropa a Jungkook, obligándole a inclinarse y acercase a sus labios. Sentía el corazón golpear fuerte su pecho, su cuerpo ardía y un torrente de emociones causaban estragos. Le besó duro y ansioso, tomando una pausa para murmurar: —mierda, Jungkook, no puedo creerlo —y continuar. Llevó las manos a su nuca para mantenerlo en esa posición con la boca al alcance de la suya. "Joder, quien te mandó a ser tan alto". Acarició la piel expuesta con sus pulgares, deleitándose cada segundo que duraba el contacto de aquellos labios que encajaban tan bien con los propios como jamás lo habría imaginado, pero no se arrepentía.

Por qué esperó tanto.

—¿Me crees? —preguntó sonriendo sobre su boca. Disfrutando del aliento tibio y las manos firmes que brindaban caricias en su cuello a punto de morir de alegría.

El castaño lo abrazaba con necesidad y lo miraba con adoración. Yoongi le creía y sentía que debía darse a sí mismo una oportunidad.

Jungkook cerró los ojos y reclamó un nuevo beso. Si volvía a ver en el bar al sujeto que hablaba de las serenatas le invitaría unas copas para agradecerle aquella magnífica idea. Sin ella no estaría en el departamento de su hyung pálido disfrutando de como devoraba sus labios hasta dejarlo sin aire.

Su misión había sido más exitosa de lo que pensó, pues claramente imaginó toda clase de finales, menos ese. Se imaginó a sí mismo con la nariz rota, escuchando la risa burlesca de Seokjin y Taehyung.

Y todo a su alrededor se volvía irrelevante, el parlante roto en la calle y las consecuencias de cualquier cosa. Solo importaba que Yoongi estaba besándole y que el roce de sus cuerpos le parecía demasiado estimulante. Había cientos de mariposas kamikazes en su estómago y juraría que por fin era un ser afortunado.

—Una vez me dijiste que creías que pocas personas te soportan, a veces tampoco lo hago...

El menor sonrió como bobo, diciéndose mentalmente: "Aw, recuerda aquella patética y desastrosa noche cuando me bebí su vodka ruso y vomité sobre las flores".

Los latidos que se asemejaban a una taquicardia. Necesitaba respirar hondo y lento.

Yoongi arqueó una ceja y negó suavemente, Jeon estaba mirándolo con esa expresión de "he dejado de funcionar, por favor, reiníciame". Así era Jungkook y, por extraño que fuera admitírselo, así le gustaba. Necesitó años para darse cuenta de ello, atravesar experiencias dolorosas, llenarse de su torpe compañía para realmente sentir que podía darse una oportunidad seria —dentro de lo posible— de nuevo.

Y aquí estaban ahora, solo necesitó que el castaño diera señales y el empujón final de la manera más ridícula posible para juntarlos.

—Pero cuando creo que ya no te soporto, como ahora después de la jodida serenata, me doy cuenta... —no sabía cómo demonios decirlo para que no sonara asquerosamente cursi. Trató de elegir las palabras apropiadas sin éxito—. Tú me entiendes.

—Nooo, vamos, dímelo —pidió con su semblante iluminado y la emoción haciéndose patente en su amplia sonrisa.

—Que te necesito con tu irreverencia y estupidez en mi vida —soltó desviado la mirada, incómodo, casi deseando que la tierra se abriese bajo sus pies una vez más en lo que iba de la madrugada—. Eres molesto, Jungkook-ah y lo terrible de todo esto...es que me gustas justo así.

—Qué romántico eres, hyung, así está bien para mí —acarició con su mejilla el rostro pálido.

Era lo más cercano a un final feliz que pudiese aspirar en la vida. De ese tipo de cosas que quizá no merecían, pero no estaba demás intentar.

—No creas que te librarás de la escena que montaste con tu serenata de mierda —dijo deslizando una mano por su espalda, hasta llegar a una de sus firmes nalgas, apretándola. Ahora entendía porque Seokjin comentó con descaro una vez que se podía hacer rebotar una moneda contra ellas.

—Atrápame entonces, puedes castigarme, ya sabes que me va el rollo del sadomasoquismo —respondió entre risas, apartándose con rapidez—. Recuerda que te hice pasar una enorme vergüenza frente a tus vecinos, ¿qué harás al respecto, hyung?

Jungkook corrió hacia la habitación del dueño del departamento. Yoongi lo siguió, no sabía en qué se estaba metiendo, aunque sus relaciones anteriores tampoco fueron un ejemplo a seguir. También era un desastre. Ahora con Jeon se juntaban dos, quizás era una clave para éxito o un rotundo fracaso. Daba igual, ya vería en el trayecto cómo lo hacían funcionar.

Pensar en Jeon y su constante presencia, bailándole al ritmo de canciones alegres o sentado en su sofá junto a él, le hacía sentir que venían arrastrando una relación desde antes de empezar a concebir la idea.

Le brindaba una sensación cálida y emociones caóticas que revolvían sus entrañas. Eso era todo lo que necesitaba para validar su decisión. Sí, deseaba que estuviera a su lado en la cama, inmerso en su vida, aumentando el número de recuerdos y trazando caminos juntos, aunque no los llevara a ningún lugar.

Quizá podrían ser como las matemáticas que les enseñaron alguna vez en la escuela y siendo ellos como dos valores negativos pudieran resultar en algo positivo.
   
   
  
  
   
   
  
  
 
  
  
   
  
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Esta historia la escribí hace aaaños para otro fandom y estaba dormida en un viejo archivo en un pendrive uwu, específicamente de Marvel cuando leía uncanny x-force, para otra ship irrelevante (desde siempre putishipper de parejas irrelevantes y pro versatilidad), era un Logan/Wade y me dije...¿Por qué no intento adaptarla a YoonKookGi y veo que sale?

Y esto salió.

Fue un caos porque decía "cómo adapto las referencias para que no se lea como un conjunto de fragmentos con poco sentido?" y de paso pensaba que esto y el final daba para hacer algo más largo, quién sabe si en algún momento me baja la inspiración y escribo algo sobre cómo este par intenta hacer funcionar su relación uwu. Entre el sufrimiento de Yoongi porque Jungkook no aparece ni se comunica, entonces se da cuenta que la relación estaría lejos de ser fácil. Jungkook diciendo "última misión que acepto" y no. O también si en una de esas a Tae tiene suerte y Jin lo mira para algo más que negocios y favores.  Quizá lo haga, me tienta uwu.

Por cierto, la serenata es con una canción de girls' generation que se me hace muy cursi y azucarada que hasta para mí es too much.

Y todo partió por una conversación en la que decía que me querría morir de vergüenza si alguien me dedicara una serenata 😂.

A quienes han leído hasta acá y le dieron una oportunidad a esta cosa rara ;u; muchas gracias y cariño por toneladas! 💕

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