Decisiones.
NOTAS PREVIAS: Favor de leer con atención las notas y advertencias en la sinopsis / descripción de esta historia: Puede contener escenas de muerte, sexo, consumo de alcohol y/o violencia. No opto para menores de edad; se recomienda discreción.
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CAPÍTULO 3
Decisiones.
Adolfo estaba finalizando de leer unos documentos que su padre le había encomendado revisar; al ser el único hijo del alfa toda la responsabilidad caería sobre él, solo esperaba que no fuese pronto, pues le gustaría disfrutar un poco más de su vida de casado y, probablemente, ser padre pronto. Antes la idea de tener un hijo no le entusiasmaba mucho, pero al ver a su prima Dafne feliz porque pronto daría a luz fue imposible no contagiarse, y aparentemente lo mismo había ocurrido con Beatriz, quien confesó querer no uno, sino dos hijos.
Adolfo estaba a punto de ir a su habitación, cuando una escandalosa alarma sonó, al principio estuvo aturdido, pero después vio a los guardias correr, él hizo lo mismo hacia el vestíbulo, donde escuchó al padre de Dafne gritar algunas instrucciones desde la puerta de la casa.
Después todo fue un caos.
Adolfo no estaba seguro de qué eran, a veces eran lobos, otras veces vampiros, pero a petición de su padre dejó que los soldados se encargasen de la lucha a cuerpo, así que él junto con Beatriz se dispusieron a guiar a los niños al refugio subterráneo. Hizo que Beatriz tomara en brazos a un pequeño de tal vez unos cinco años, seguramente se había extraviado, después buscarían a sus padres, lo importante era mantenerlo a salvo; entonces, cuando iba a seguir a su esposa por el pasaje, cuyo acceso estaba a un costado de una vieja construcción con toda intención para que pasara desapercibida, una fuerte mano le detuvo; giró en redondo y se encontró con la mirada preocupada de Héctor.
—¡¿Has visto a Dafne?!— exclamó el beta.
Adolfo se sintió estúpido por no ir a comprobar primero y antes que todo a su prima embarazada, —nn-no— respondió.
—No debe estar lejos— dijo una tercera voz, Adolfo miró sobre el hombro de Héctor y vio a Fernando, quien agregó, —tal vez está con su padre.
—No— exclamó Adolfo, —le he visto recién, él está dirigiendo al grupo más grande de guardias.
Héctor soltó una maldición entre dientes, se notaba nervioso, molesto y muy preocupado. Adolfo inhaló antes de abrir la boca, listo para decir algo, cualquier cosa que pudiera apaciguarle, pero Fernando se le adelantó tocando el antebrazo de su pareja.
—Tranquilo— dijo el delta, —piensa, ¿donde le viste la última vez?
Héctor parpadeó tupidamente y luego su semblante cambió, evidenciando que había recordado; Dafne le había llamado poco más de una hora atrás, diciéndole que ya no se reuniría con Beatriz, por lo que probablemente se iría a casa temprano; así que dijo —ahora vuelvo.
—Voy contigo— Fernando tomó el arma de su cinturón, listo para ir tras él.
—No, ve al refugio; no tardaré, lo prometo, iré a por ellos y los traeré de inmediato.
Entonces un grito fuerte y agudo se escuchó, luego una mujer apareció dando la vuelta por la esquina de la callejuela, corriendo a toda prisa y tirando de un muchacho, él parecía herido; detrás de ellos dos grandes lobos se asomaron, con grandes y filosos dientes amarillentos y una extraña espuma escurriéndose de su hocico.
Fernando no lo dudó y disparó a uno de ellos apuntando a la cabeza, pero el animal le esquivó, por lo que la bala solo alcanzó su hombro. Fernando resopló, era un excelente tirador y casi nunca fallaba, por lo que dejó que la frustración le invadiera y no el miedo, pues el animal no era algo que él hubiera visto antes.
Héctor gruñó y desenfundó igualmente su arma, disparó, pero también falló; sintió miedo cuando vio a Fernando correr en dirección a los atacantes, solo para tomar del brazo a la mujer y al muchacho y sacarlos del camino, tirándolos al piso cuando una criatura saltó.
Adolfo gruñó y llamó a su lobo, no traía ningún arma consigo y su lobo era casi tan grande como los invasores, así que los enfrentaría.
¡Diablos! Héctor no podía demorarse, tenía que ir por Dafne y por Duncan para ponerlos a salvo, pero tampoco era como si pudiera dejar al único hijo del alfa de la manada y a su pareja luchando solos.
Pronto una criatura cayó herida, Adolfo había logrado morderle una pata delantera, más la herida que primeramente le había hecho Fernando fue suficiente para derribarlo.
—Ve por ellos— gruñó Fernando, había logrado meter a la mujer y al muchacho al refugio y recién acaba de cerrar la puerta.
Héctor no contestó de inmediato, pensando, decidiendo qué hacer.
—¡Solo ve!— gritó Fernando, luego señaló hacia la callejuela por donde habían aparecido las bestias, —ya viene la ayuda, no te preocupes por nosotros, puede que no haya mucho tiempo— era Alberto, que venía con tres guardias más.
Héctor apretó los labios, hubiera preferido marcharse sabiendo que su pareja estaba perfectamente a salvo en el refugio; pero Fernando tenía razón: puede que no hubiera tiempo.
—Les esperaré en el refugio, lo prometo— exclamó Fernando para instarle a que se fuera de una vez.
Héctor asintió y avanzó de espaldas, sin dejar de mirar a Fernando, cuando ya no fue posible seguir en esa posición, le dio la espalda y corrió.
...
En un principio fue difícil concebir la idea de que su esposo estuviera con otra persona, independientemente de que fuera con otro hombre. El asunto de las parejas Dafne lo entendía perfectamente, pero le costó aceptarlo, al final llegó a la conclusión de que lo mejor era no pensar más en ello, sino en el futuro.
Puede que el destino nunca le diera una pareja, o que, como le había ocurrido, le quitase a su esposo, pero había algo que sería suyo siempre: Duncan.
A veces pensaba que era una mujer egoísta y cruel cuando la idea de no compartir a Duncan cruzaba por su mente, incluso, meses atrás, había urdido un plan para huir con su hijo lejos de Rilltown; Beatriz le había dicho que sus pensamientos más que normales eran por instinto, pues su situación no era fácil y tendría que tomar decisiones duras, donde los sentimientos, el corazón y la razón estaban involucrados, por lo que le aconsejó que si tenía dudas siempre antepusiera el bien del niño; así que, analizándolo, Duncan tenía derecho a estar con su padre y también de conocer a la pareja de este.
Dafne estaba próxima a ir a la cama, sabía que seguramente Héctor pasaría la noche fuera de casa; y estaba bien, ahora estaba bien.
Apagó la varita de incienso que Beatriz le había regalado, era de un aroma peculiar, según para que se relajara; abandonó las cenizas en una vasija en la sala, luego Dafne dejó la puerta de la habitación entreabierta y se miró al espejo de cuerpo completo, ese que estaba frente a la cama; su abdomen era bastante prominente, por lo que su bata parecía una carpa; su cara estaba redonda e incluso sus pantorrillas parecían hinchadas. Pero a pesar de su ahora no tan atractivo semblante, no iba a cambiaba su embarazo por nada. Sonrió feliz porque muy pronto Duncan estaría en sus brazos; ¿tendría el cabello ondulado como el de Héctor, o lacio como el de ella?, ¿preferiría el café como Dafne, o el té como Héctor?
Fue hasta el colchón y se sentó en él, se deshizo de sus pantuflas y miró sus pies, disfrutó la sensación del tapete afelpado entre sus dedos, luego se dispuso a acomodarse en la gran cama.
—¿Héctor?— preguntó para sí misma cuando escuchó la puerta del frente ser sacudida. Se levantó con lentitud y fue hacia la puerta de la habitación, estuvo a punto de abrir cuando percibió el olor a canino mojado, como si un perro, o un lobo, se hubiese revolcado en lodo podrido. Arrugó el rostro, tratando de apartar las náuseas; evitando tocar el pomo, miró por la abertura entre la puerta y el marco, entonces vio un gran lobo, o bueno, algo así, pues tenía una enorme joroba, el hocico deforme y los ojos rojizos brillantes; parecía olfatear el ambiente, buscando algo.
Tenía que salir de allí, no iba a quedarse a averiguar si esa cosa era una amenaza o no. Su arma y el teléfono estaban en la sala, así que solo tenía una opción.
Sin hacer ruido caminó descalza hacia la ventana, con mucho cuidado y esfuerzo, salió por ella; tener una casa de una planta cerca del bosque podía ser una ventaja y una desventaja a la vez. Sin zapatos caminó por el jardín, agudizó su oído y percibió gritos, tiroteos y gruñidos. ¿Estaban bajo una contingencia? Seguramente.
¿Ir en dirección al pueblo, o hacia el bosque? ¿Dónde tendría más posibilidades de esconderse?
En el bosque, seguramente.
Sabía que solo era cuestión de tiempo para que esa cosa que había entrado a su casa le siguiera, y así fue.
Dafne respiraba profundo soportando el nudo en su garganta, tenía miedo, quería llorar, pero debía ser fuerte, no podía dejarse alcanzar, Duncan contaba con ello. Caminó rápido entre la maleza, tratando de hacer el menor ruido posible y sin dejar mucho rastro; aunque sinceramente cualquiera sería capaz de darle alcance a una mujer embarazada. Pensó que la criatura estaba disfrutando al perseguirla, pues, literalmente, la estaba cazando. Maldijo y apretó los puños, pensando en lo estúpida que fue su decisión; hubiera sido mejor correr hacia el pueblo, allí su padre podría protegerles.
De repente, una figura salió de entre los matorrales, era un hombre quien le tapó la boca antes de que pudiera gritar.
Dafne manoteó, pero en cuanto reconoció el aroma se relajó un poco: era Héctor, él había ido a buscarles.
El beta le soltó despacio y Dafne ahogó un sollozo antes de abrazarle con fuerza, temblando.
—Ve hacia la cascada— indicó Héctor sosteniéndola con firmeza, sin rechazarla; —estarán seguros allí, no podrá seguirles el rastro— palmeó su espalda baja.
Ella asintió aún temblorosa y deshizo el abrazo, le miró agradecida y caminó los pocos metros que faltaban para llegar al lugar.
El reflejo de la luna menguante estaba distorsionado en la superficie del líquido, pues la caída de agua tenía fuerza y mantenía una leve marea en el estanque; Dafne se metió al agua con cuidado, soportando los cortes que algunas rocas hicieron en sus pies y se escabulló detrás de la cortina de agua, pegando la espalda en la fría piedra, sentándose allí y rezando en silencio para que todo terminase pronto.
[FIN]
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ESPACIO PARA CHARLAR: Queda nada más el epílogo. Espero hayan disfrutado esta historia tanto como yo, nos leemos la próxima semana.
***Recuerda que la colección de libros de este Universo sigue el orden:
01. Creciente.
02. Menguante.
03. Moonlight.
04. Sunlight,
05. ¡Sam, me gustas!
06. Clear.
07. Starlight.
08. Hidden.
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