Capítulo 3 "Sin él"


Tal vez la decisión que había tomado, terminaría por traer más dolor... Pero en realidad... no había nada más que pudiera ofrecer... si en un principio yo lo era todo para ella... ella era incluso más que el mismo aire para mí...

Y será mi prueba... comprobar si en realidad, se puede vivir sin aire.

Ya que aunque lo sienta... aunque el amor lata junto a cada movimiento dentro de mi pecho, estoy solo... Tengo que dejarlo ir... a él también...

Aunque parado desde acá... creo que no solo él se irá...

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MEMORY DUMP

Capítulo 3 "Sin él"

Los recuerdos de Alistair son demasiado duros... debo deshacerme de él... enterrarlo en lo profundo de la memoria... pensar que jamás existió y por tanto... poder liberarme de esta opresión que se apodera de mi garganta cada vez que la veo...

Las ondas ventiscas parecían su cómplice en la estabilidad, porque la verdad es que no quería hacerlo... quería vivir... ¡Quería vivir! ¡Vivir para verla! ¡Para jugar videojuegos! ¡Para probar comida deliciosa! ¡Para subir a su estúpida bicicleta hasta el día en que consiguiera ahorrar para comprarse una moto!

Pero estaba ahí... en el techo del hospital. Parado a la orilla de las barandas finales, diseñados como corredores de agua, no sostenes de peso humano.

Crujió... bajo sus pies, asustándolo, pero no desistió, apretó los puños y las muelas entre sí. ¿Qué estaba haciendo?... ¡¿Qué demonios estaba haciendo?!

Un par de lágrimas rodaron rápidas sobre sus pómulos. Lo entendía, Stacia... no lo reconocía... Stacia no era la mujer que alguna vez... en alguna vida amó... Stacia no era más que una niña que no tenía idea de lo que él estaba pasando...

Lo que confirmaba su pensamiento principal...

Debía morir... debía acabar con Alistair de una vez... para poder ser él... Kirigaya Kazuto...

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–¡Oe oe oe oe! –La voz de su pelirojo amigo, llamó su atención. Diablos... lo habían descubierto... ahora no sabría si sentirse estúpido por ser encontrado en una situación así... o aliviado... por saberse salvado. No quería saltar... aunque por alguna razón... no tenía demasiado miedo.

–Nada... puede ser tan terrible, ¡No seas estúpido y bájate de ahí!

–No... pensaba hacerlo... –respondió, sintiendo la mentira deslizarse por su lengua. Su voz temblaba sonoramente acongojada.

Se volteó sobre el hombro, para encontrar la faz de su amigo, encontrándose con la de la chica, por la que precisamente escapaba, mirándolo con incredulidad y miedo, sus manos juntas cual soldadura, parecía muda al contemplarlo.

Salta... salta y deshazte de este dolor... Era todo lo que pensaba... los sentimientos podían llegar a consumirlo, su vida se había arruinado en el mismo instante que ella apareció sobre esa colina, camino a la escuela.

Salta... salta... -retrocedió medio paso, quedando casi con el pie derecho por completo en el aire.

–¡Kazu! –Lo llamó de nuevo Ryou pero fue demasiado tarde, parecía tan desubicado en cuanto a su persona que al intentar moverse , terminó de resbalarse.

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Y esa fue mi gloriosa bienvenida para el segundo semestre... un brazo fracturado, una contusión en la cabeza por la que todos me trataban como retrasado y una acompañante puesta por la consejería de la escuela... Pero lo había logrado...

Alistair se había ido...

Y junto a él, la inminente necesidad de rechazarla, sin razón. Su compañera había vuelto a sonreír al ver que aquella estela de rechazo, se había esfumado. Podía agradecerle eso al incidente.

No pensaría más en ella... Yuuki Asuna, había dejado de importar.

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Siempre le había gustado tumbarse... en cualquier parte, para descansar un rato, y librarse de pensamientos innecesarios, era la hora del almuerzo, del día en que regresó. Esa mañana había ocurrido uno de los incidentes que lo extrañaban y debía relajarse para dejarlo ir.

Había subido a la azotea que contaba con un pequeño techado en la zona de los tanques de agua. A pesar que la humedad estaba presente en la zona, era preferible soportarlo a quedarse bajo el sol.

Se había llevado un libro a cubrir el rostro, pero la escena no salía de su mente, por lo que lo bajó.

Guardar sus zapatos en su locker era una pesadilla o él era un inútil... Al llevar el brazo derecho inmobilizado, su chaqueta puesta cual capa y los libros en el otro brazo, trataba de abrir la cerradura solo con la punta de los dedos de la mano en cabestrillo y terminó derramando todo lo que cargaba.

Demonios... –maldijo entre dientes, para entonces volver a tratar de abrir su candado.

¿Puedo?... –escuchó a su lado, la voz dulce de la chica de la que antes huía. –¿Kirigaya-kun?... –Volteó levemente y ahí estaba, sonriente, con la mano extendida pidiendo la llave, por lo que la soltó en su palma.

Gracias...

No te hagas el héroe, Kazu... –Lo saludo, entonces su mejor amigo, quien no perdió tiempo en rodear la cintura de la chica.

No le digas eso Eugeo-kun... –lo miró disimuladamente molesta, Asuna.

Claro... yo no necesito que me ayuden... esto fue solo un incidente. –Se agachó a recoger sus pertinencias, el Kirigaya.

¡Hey! Si solo estoy jugando...por supuesto que estamos aquí para apoyarte. –Se agachó junto a él.

Y te lo agradezco... –sonrió, por unos segundos, para luego volver a la seriedad. –Pero ya hicieron suficiente por mí... –suspiró –esto... –tocó su brazo con la otra mano. –Ya sanará...

Al levantarse guardó los zapatos dentro de su puertita ya abierta y tras reverenciar a Asuna por la ayuda, se fue de ahí.

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Y... es que tenía muy mala suerte... o el destino se empeñaba en que la viera una y otra vez. Al bajar el libro de su rostro, ahí estaba, terminando de subir las escaleras, miró a ambos lados, cual fuera a cruzar la calle y caminó aliviada hacia el centro al no ver a nadie.

Porque en realidad, no se veía. El joven entre las sombras de los contenedores de agua, suspiró. ¿Ahora que debía hacer? Se supone que ella estaba ahí, queriendo estar sola... entonces ¿Debía darle a entender que no lo estaba?...

¿Pero cómo?...

Miró a sus costados, buscando algo, lo que fuera, para llamar su atención de una manera no tan brusca y ahí estaba. La bolsa plástica con el pan que estaba para su almuerzo.

El sonido de la bolsa removiéndose, llamó la atención de la Yuuki, quien centro la mirada, tratando de enfocar desde la distancia.

–¿Kirigaya-kun?...

Se acercó a paso ligero, hasta pararse frente a él, quien la miraba desde el suelo, era inevitable no bajar la mirada, pero se encontró con sus piernas expuestas bajo la falda de colegiala, por lo que miró en otra dirección.

–¿Qué estás haciendo aquí?

–Podría preguntarte lo mismo... –sonrió de lado, volvió a mirarla.

–Es verdad. –sonrió por su comentario y se hundió de hombros un poco. –¿Me puedo sentar? Es que en el resto del lugar hace demasiado sol.

–Te vas a ensuciar...

–Mm...

Era sorprendente la manera en que sus gestos cambiaban según las ideas que se le ocurrían. En un inicio me miraba sin saber que hacer, pero sin desear marcharse, lo que me puso un poco molesto. Si yo había subido en primer lugar... era para evitar ver la cara de la gente...

Pero entonces ahí estaba de nuevo, ese rostro lleno de iniciativas, buscó en el bolsillo frontal de su chaqueta, y terminó sacando un pequeño pañuelo... parecía un trozo de tela muy fino, de esos con vuelos a los lados... muy de niña.

Y se sentó a mi lado. Suspiré tratando de entender lo que estaba pasando... ¿Qué estaba haciendo la novia de Eugeo aquí conmigo?

¿Me importaba?...

No decía nada, no hacía nada, más que mirar hacia la nada, no me gustaba...

–¿Quieres?... –le ofreció la bolsa intacta con el pan de melón adentro.

–No gracias... Comí el almuerzo antes de subir... solo necesitaba un poco de aire fresco...

–El olor a humedad no es fresco... –respondió serio, haciendo alusión al lugar en que se encontraban. Recibió de vuelta la bolsa, e intentó abrirla, sosteniéndola de un lado con su mano sana, mientras los dedos débilmente movibles en la otra trataban de jalar el otro lado de la bolsa para separar las partes, que cual fritura, estaba realmente bien empacado.

Chasqueó a la lengua. Había subido para no tener que verle la cara a nadie... para que no lo vieran pasando verguenzas al no poder abrir ni su bolsa de pan.

–¿Te ayudó?... –preguntó dudosa, al verlo, intentar hasta con los dientes, lo que lo apenó.

–Es solo esta bolsa que no quiere abrirse...

–A ver –la tomó sin que él diera la afirmativa y la abrió con un poco de fuerza. –No creo que lo hubieras hecho tú solo, estando así, no tengas miedo de pedirle favores a los demás... como esta mañana... –terminó bajando la voz un poco, al verlo fruncir el entrecejo.

–¿Me lo das?... –preguntó, esquivando el comentario, y en un movimiento del brazo de la joven, el Kirigaya se hizo con la bolsa, le desprendió un trozo al pan y se lo llevó a la boca.

–¿Ese... es tu almuerzo?... –preguntó incrédula, al recordar que minutos antes se lo había ofrecido... o quizás... era solo una manera discreta de hacerla abrir la bolsa... –sonrió por lo bajo al comprender.

–No está tan malo como parece. –Bebió un poco del popote de su refresco de caja.

–Una vez comí uno... y... –se detuvo, al verlo mirándola con la ceja alzada, no podía hablar mal de su comida, cuando él la estaba engullendo... – Y... estaba bueno... porque... tenía una bolsita de mermelada... para ponerle... ya sabes, por encima... –Movió sus manos demostrándole, cual le aplicara salsa a un Hot Dog.

–Esas son geniales, pero se acaban muy rápido y... así como estoy no me arriesgo a meterme a esas luchas de la cafetería... –levantó su brazo enyesado.

–Sí, entiendo. ¿Y no le dijiste a Eugeo-kun?...

–¿Decirle qué?

–Que... –lo miró a los ojos, encontrándolo en verdad extrañado por su pregunta, para luego mirar su pan, no se atrevió a decirle nada.

–Siempre como de este pan... un día llegaré de los primeros a la cafetería y compraré uno con crema y te daré a probarlo, es genial. –dijo sin percatarse de la forma tan amigable con la que le estaba hablando a la chica, lo que la llevó a sonreír.

–No es gracioso, es delicioso –la corrigió.

–¡Lo imagino! –juntó sus manos, para luego regresar a su extrañeza. –Es solo que... nunca me imaginé teniendo una conversación contigo... de esta manera... en un inicio pensaba que yo no te simpatizaba... porque siempre me evitabas cuando estábamos todos...

–Perdona... –bajó la mirada y suspiró –creo que... tal vez... ¿era un poco de celos?... –dijo sin pensar, lo que lo descolocó a él y a ella a la vez.

–¡Eh!

–¡No, no, no! –negó con la mano que podía. –Es solo que, pues un día aparece una chica increíblemente... guapa... –estaba por pronunciar. –Inteligente... y... se fija en mi mejor amigo y me lo roba.

–Ahhh... celos de amigo...

–Supongo que podría llamarse así... pero ya nada de eso importa.

–Sí... bueno, será mejor que volvamos, antes que suenen las campanas. –Se puso en pie y le tendió la mano para ayudarlo.

Sus manos tomadas, se sintieron... cálidas, por lo que un tanto nerviosos, se soltaron al haberse puesto en pie.

–Eugeo-kun se pondrá contento de saber que su mejor amigo y su novia ya no se odian –bromeó, mientras caminaban hacia la puerta.

–Pero si yo nunca te odié... –respondió extrañado, de pensar que ella sí.

–No, si yo tampoco... baka... es un decir... –Se detuvo en seco, al darse cuenta de la palabra que había usado. –Le deje...yo le dije...

–Vamos... –haló la puerta, sonriente, indicándole que no le importaba el insulto tan dulce que le brindó.

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Caminaban por el pasillo, rumbo al salón de clases, en medio de las masas de alumnos, que hacían lo mismo, cuando fue tomado por la mano de ella nuevamente.

–¡Por aquí! –dieron la vuelta, encontrándose en un sendero más despejado, donde lo soltó. –si continuábamos por allá, podrían lastimarte el brazo. –Sonrió, a lo que él respondió de la misma forma.

–¡Asuna-chan! –escucharon una voz, proveniente de un poco más adelante.

–¡Gabriel Senpai! –levantó la mano al verlo y la sacudió, sonriente. Al ver la algarabía en la chica, el Kirigaya levantó el rostro, sintiendo enseguida una punzada terrible en el pecho, como si el rostro de aquel chico de grados superiores... no le pareciera para nada una buena compañía.

Caminó deprisa hacia a nosotros... no... hacia Asuna...

¿Qué había pasado?... ¿De dónde lo conocía?...

Me perdí de varias cosas en mi estadía en el hospital, ella apenas llegaba a la escuela... y ahora parece llevarse bien con todo el mundo.

¿Pero quién era ese tipo?...

Me miró... pero como si no estuviera ahí... pasó de mí y volvió a hablarle con júbilo a Asuna, unos segundos y se despidió.

–¿Kirigaya-kun?... –lo llamó entonces, es tarde.

Corrieron, hasta el salón, ocuparon sus asientos y las cosas siguieron como si nada el resto del día.

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A la salida de la escuela, la señorita Schuberg, que había sido encargada por las autoridades que atendían el área Psicológica de la escuela, lo esperaba afuera del salón de clases.

–¿Ya le dijiste? –preguntó su rubio amigo, a la chica con la que recién se encontró, por lo que Kazuto los miró a los dos sin comprender.

–¿Cómo le va a decir algo, si apenas se encuentran? –lo miró divertida, Asuna.

–¿Decirme, que?

–Que mañana como es día libre, iremos todos a los juegos del centro de la ciudad. –Reportó eficaz la rubia.

–Ah... no gracias... –Empezó a caminar, seguido de los tres, que ansiosos por pasar el día juntos, lo convencerían.

–Vamos... es parte de tu tratamiento Psicológico. –Indicó Alice, a lo que recibió una mirada de ojos entrecerrados por parte de él.

–Será divertido... –secundó Eugeo.

–Eugeo... –levantó su brazo, enseñándole lo obvio, no podía jugar en las máquinas aunque quisiera y eso de andar caminando sin rumbo y mirando vitrinas no era lo suyo.

–Yo... ¡Yo haré sandwiches! –gritó entonces la Yuuki, llamando la atención de los tres.

–¡Eso es, muy buena idea Asuna! –la felicitó el rubio –haremos un Pic nic comeremos helado –enlistó con los dedos de la mano.

–Si es así, entonces yo llevaré un pastel –se sumó contenta Alice.

–Owwww siii –se emocionó Eugeo. –¿Entonces qué dices?... –le colocó la mano en el hombro a su amigo, a quien al escuchar mencionar los platillos, se le hizo agua la boca, ya que aunque hablara de su pan embolsado como algo normal y comible... ahí mismo estaba muriendo de hambre.

–Está bien... –suspiró. –Pero hace frío, no podemos quedarnos en un solo lugar.

–¡Sí! Y no te preocupes, ya hallaremos que más hacer –tomó entonces de la mano a la chica de largos cabellos de atardecer y tras despedirse, se fueron, dejándolo solo con Alice.

–Te invito a un Taiyaki... –se paró a su lado sonriente, la rubia.

–Tú siempre sabes... –respondió, con otra sonrisa más.

No pasaron mucho tiempo en silencio al empezar a caminar, cuando la voz de la chica volvió a escucharse.

–Esta tarde... ¿estaban juntos?... –metió las manos, aún con guantes en su chaqueta, mientras el frío se dibujaba sobre su nariz al sonrojarla con la baja temperatura.

–¿Quienes?... –la pregunta de Kazuto, se dibujó en el aire, con su aliento.

–¿Cómo qué, quienes?... tú y la novia de Eu...

–No fue nada intencional... no lo digas así...

–Es que me di cuenta... porque no los vi a ninguno de los dos ni en el salón ni en los pasillos... yo sé que tú no eres esa clase de chico, pero ten cuidado... sabes que Eugeo, puede ser sensible a veces...

–¿Esa clase de chico?... ¿cuál clase? –la miró sin comprender.

–Olvídalo...

–¡Dime!

–¡Qué lo olvides! –sacó su mano del bolsillo y tomó la del Kirigaya, sorprendiéndose al ver que la llevaba descubierta. –¿Y tus guantes?

–No es que llevar solo un guante sea gracia...

–Entonces yo seré tu guante humano... –juntó su otra mano, de tal modo que la mano del chico quedó entre las dos de ella.

–Uhh... que desagradable... un guante humano suena demasiado caluroso...

–Y eso que te estoy haciendo un favor...

El joven pelinegro, se limitó a sonreír.

–Después de todo... eso es lo que hacen las novias... ¿no?... –ladeó la sonrisa al mencionarlo.

–Perdóname por eso...

–No hay problema... yo puedo seguir siendo tu novia falsa todo lo que desees, pero... el problema es por qué te inventaste eso... por esa chica... Asuna... y ahora vas a salir con ella... y su novio que también es tu mejor amigo...

–¿Y quién tiene la culpa de eso?... –la miró de reojo.

–¿El destino?...

Las miradas asesinas de aquellos iris plata, la llenaban de alegría, al saber que podía conectar con él, como siempre lo había hecho, aunque entre bromas intentara sacarle la verdad... era poco lo que siempre podía conseguir.

–El mío de queso... –mencionó serio, sorprendiéndola, no se había dado cuenta que al caminar, habían llegado al puesto de panes en forma de pescado.

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Las mordidas a su pan caliente, eran pequeñas y entre soplidos, mientras Kazuto se lo había terminado hace tiempo.

–¿Te lo vas a comer o no?...

–Si lo quieres solo dilo... –le dio un último soplido para enfriarlo y se lo colocó frente a los labios.

–No hagas eso... puedo solo –lo tomó con la mano sana y se lo llevó a la boca.

–Mañana... ponte la chaqueta negra con peluche en el cuello...

–¿Eh?... –la miró recién dado el bocado.

–Le gustará... –sonrió, para entonces girar sobre su pie y darse la vuelta. –¡Te llamaré temprano, para que te despiertes!

–Tengo una hermana menor ya... ¿Sabes?

–¿Y que acaso tu hermana es tu alarma despertador? Que malvado... –miró sobre su hombro y tras elevar la mano se despidió.

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–La chaqueta de cuero negro... con peluche en el cuello... –repitió las palabras de Alice, al verse al espejo.

El día de la reunión había llegado y se había colocado la prenda que le sugirió, sobre la camisa térmica gris y los pantalones oscuros de siempre.

Le gustará...

Pensó en la frase de Alice, ¿qué estaba haciendo?

Empezó a sacársela, pero no continuó, se la recolocó y miró serio al espejo.

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Continuará...

Bueno, días y días tratando de sacar un poco de esta idea y fue cuestión de ver la imagen de Kirito y los demás, vestidos así tan hermosos que no pude más y debía ponerlo!!!

GRACIAS a mi gemelis Sumita por los golpes a la musa que me da!!!

GRACIAS POR LEERRR

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