006.
Los días transcurrieron con naturalidad, aunque para mí cada día era desastroso debido a que constantemente era enviada con los demás a enfrentarnos a nuestros enemigos por el bien del clan. Mi padre quería que ganara más experiencia con el Sharingan por lo que probaba mis habilidades en el campo de batalla.
No sé a cuantas personas había matado con estas manos, no sabía a cuantas personas les había quitado a sus seres queridos y eso me perturbaba. Pero debía de seguir, porque finalmente había logrado convencer a mi padre de dejar a Izuna fuera de esto; aunque eso seguiría así hasta que Izuna despertara el Sharingan.
—¿Nuevamente triste?
—¿Nuevamente en territorio enemigo? —contesté con otra pregunta a lo cual Tobirama me miró con el ceño fruncido. —Creo que los papeles se han invertido.
—¿Qué te sucedió ahora?
En los días que no era enviada al campo de batalla me encontraba con Tobirama a escondida de los demás, desde entonces hemos formado una pequeña cercanía donde nos contábamos todo lo que nos sucedía y él en veces se preocupaba por mí.
Él me decía que era distinta a los demás Uchiha, que veía en mí una amabilidad y algo de cariño en mi interior.
—No me ha sucedido nada. —le aclaré mientras lo veía con una pequeña sonrisa. —Solamente me encuentro cansada de todo lo relacionado con esta guerra.
—Es una lástima que tengamos que vivir todo esto.
—Sí. Me hubiera gustado nacer en otra época. —le comenté mientras cerraba mis ojos siento así el viento en mi rostro. —De esa forma podríamos hablar con tranquilidad. Sin temor a que nos atrapen.
—Mi padre nunca me perdonaría si me encontrara hablando con un integrante de los Uchiha. —mencionó al momento en que sentí como se sentaba a mi lado, pero aun así me mantuve serena en mi lugar con los ojos cerrados. —Para él ustedes son lo peor de la existencia.
—Lo mismo sucede con el mío. —le dije. —Él solo esta cegado con poder ganar y desterrar a los Senju. Los Uchiha estamos cegados por la sed de venganza y el triunfo.
—Pero tú no eres así. —mencionó suavemente mientras colocaba su mano sobre la mía causando que abriera mis ojos y lo viera. —Tú eres distinta.
—¿Cómo estás tan seguro de eso, Tobirama?
—Puedo verlo en tu mirada. Puedo ver cómo estás sufriendo con todo esto y en cómo quieres que se termine pronto. —me dijo. —Tú quieres paz. Quieres vivir en este mundo sin temor a que algún día te embosquen y te terminen matando.
—Eres muy listo y astuto. —le dije mientras formaba una pequeña sonrisa. —Lo noté la vez en que nos vimos en pleno campo de batalla.
Tobirama se mantuvo serio como siempre, pero al sentir como entrelazaba nuestros dedos me ha hecho sentir tan especial por lo que no dudé en apoyar mi cabeza en su hombro y así vivir en paz ese pequeño momento que estábamos compartiendo.
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