XIII
Las horas pasaron hasta el siguiente amanecer, Eirian se había dormido rápidamente la noche anterior por lo que el arcángel lo había llevado a una cabaña vacía que encontró cerca de aquel lugar que seguramente le perteneció a algún humano anteriormente.
El primero en despertar fue Eirian, miró como Mael dormía a un lado de él, eso lo hizo sonreír y acarició con suavidad el rostro del mayor.
– Mael... Cariño despierta -dijo con voz suave Eirian, pero lo único que recibió como respuesta fue un leve gruñido y el brazo de Mael abrazándolo, lo que hizo que soltará una leve risa- por favor Mael... Debo irme cielo –
El peliplata se removió entre las sábanas y abrió los ojos lentamente observando al pelinegro.
– No te vayas pequeño... Por favor... -Pidió el peliplata observando a su pareja- no quiero apartarme de ti... No ahora que te tengo de nuevo entre mis brazos –
Eirian lo observó con tristeza, él tampoco quería irse, quería quedarse con Mael, pero debía regresar... Era lo mejor en ese momento.
– Intentaré volver, ¿si? -Dijo acariciando suavemente las alas del más alto, lo que hizo que se estremeciera- me gustan tus alas... Son bonitas –
– Gracias... -Contestó apenado el mayor- prométeme que volverás, quiero volver a abrazarte y besarte otro día, quiero sentir tu calor y oír tus lindas historias nuevamente –
– ¡Te lo prometo! Volveré muy pronto -dijo sonriendo con alegría el más joven antes de besar al más alto por algunos segundos y separarse nuevamente para vestirse–
Mael imitó la acción del pelinegro, empezando a vestirse bajo la atenta mirada de Eirian... Le gustaba ver el cuerpo de su pareja, le encantaba ver su musculatura tan marcada, sus lindas alas, todo de él le encantaba.
– ¿Te gusta lo que ves, pequeño? -Dijo coqueto el peliplata al notar la mirada de su amado sobre él, inmediatamente Eirian se sonrojo, lo que hizo reír a Mael- eres tan tierno y hermoso Eirian... –
– Gracias... -Dijo el joven de cabello negro- Mael... –
– ¿Si? –
– Te amo... –
Mael sonrió enternecido con un leve sonrojo en sus mejillas, y abrazo al pelinegro con algo de fuerza.
– Yo también te amo mi pequeño -dijo sonriendo mientras tomaba entre sus manos con delicadeza el rostro del más bajo- te amo y siempre voy a amarte Eirian, no lo olvides –
En las palabras de Mael había un deje de tristeza, pero no dejaba de haber amor en ellas. Ambos se fundieron en un beso cargado de amor y cariño.
Luego de eso ambos terminaron de vestirse y cada uno emprendió su camino a sus respectivos clanes...
Pero esa felicidad de aquel momento rápidamente se transformó en tristeza...
Al apenas entrar Eirian en el Inframundo perdió el control sobre sus acciones, no sabía que pasaba ni cuánto tiempo estuvo de ese modo...
Pero cuando pudo recuperar la consciencia estaba en el Inframundo. El pelinegro estaba confundido, no sabía que había pasado... Pensaba buscar a su padre para preguntarle qué pasaba, pero primero se topó con Zeldris, él se acercó a Eirian con rapidez pues necesitaba hablarle.
– Eirian, estaba buscándote -dijo el príncipe con su seriedad tan característica–
– ¡Hola Zeldris! -Saludo alegre el muñeco- ¿Qué necesitabas? –
Zeldris suspiró, pues no sabía cómo Eirian reaccionaria ante la noticia, decidió simplemente ser directo al decirle.
– Eirian... Gowther falleció hace unos días luego de haber traicionado al clan -dijo sin rodeos el mandamiento de la piedad–
Esas palabras fueron suficientes para derrumbar a Eirian, era un golpe muy duro para él...
No contesto a las palabras de Zeldris, simplemente empiezo a correr, alejandose cada vez más e ignorando los llamados de Zeldris.
Logro salir del Inframundo sin mayores problemas, no entendía porque tenía una sensación de pesadez en su interior, como si aún faltará que se enterará de algo más, algo peor...
Corrió tanto como pudo hasta llegar al lugar donde se reunía habitualmente con Mael, pero él no estaba ahí... El nerviosismo de Eirian aumento junto con su la pesadez dentro de él.
Empezó a caminar buscando a Mael, sin resultados...
Luego de un par de horas se topó con Ludociel, el hermano de Mael, se acercó a él pensando que este le diría donde se encontraba el peliplata, pero al estar más cerca vio la expresión de tristeza en el rostro del mayor...
Sintió miedo...
– Lu-Ludociel... -Llamó con voz nerviosa Eirian- ¿Sabes en dónde está Mael? -Pregunta con preocupación el de menor altura–
Ludociel se quedó tieso un momento... ¿Cómo iba a explicarle a su inocente cuñado que su hermano había muerto?
Ni siquiera había terminado de digerir la noticia él mismo, no sabía cómo decirle aquello a Eirian sin echarse a llorar también...
El arcángel suspiró profundamente para poder calmarse lo suficiente y miró a Eirian.
– Mael... Él... -Empezó con tristeza el mayor y suspiro, dejando caer un par de lágrimas lo que preocupo a Eirian en demasía- Un demonio asesino a Mael hace poco... -Dijo finalmente con rabia y dolor en su voz- Lo lamento mucho Eirian... –
El más bajo quedó en shock... No quería aceptarlo, no quería se rehusaba a hacerlo... Simplemente no podía creer que dos de las personas que eran más importantes para él hayan muerto casi al mismo tiempo, no quería aceptarlo... No podía hacerlo...
Las lágrimas desbordaron de los ojos de Eirian con rapidez, el pelinegro se dejó caer en el suelo llorando desconsolado, la tristeza y el dolor que sentía en ese instante eran lo peor que había sentido en toda su existencia...
Ludociel hizo lo que pudo para consolarlo, pero realmente apenas podía hacer algo, él estaba igual de mal que Eirian... Mael era su única familia y ahora ya no estaba más...
Tras un par de horas Eirian decidió regresar al Inframundo, algo había cambiado en él, algo se había roto...
Después de ese día, Eirian ya no era el mismo, ya no era alegre ni hablaba tanto con los demás como antes... Y eso preocupaba a los mandamientos, con la excepción de Fraudrin quién estaba reemplazando a Gowther, a él le importa un bledo Eirian.
Pero quién tenía un interés especial por el pelinegro era Estarossa, había algo en él que le resultaba familiar, algo que le exigía estar al lado de Eirian, cosa que Zeldris noto y le advirtió a su hermano que no se le acercará a su amigo.
Ahora Mael había salido del panorama y Estarossa había aparecido, todo gracias a Gowther y su hechizo... Pero eso Eirian no lo sabía... Y eso esperaba Gowther, que Eirian nunca lo supiera, pues la culpa por traerle tanta tristeza a su hijo le pesaba y no solo a él, también a la marioneta Gowther.
Pero los demonios fueron sellados en el Ataúd de la Oscuridad Eterna y las diosas dieron sus cuerpos para que el sello se concretará, Meliodas y Elizabeth fueron maldecidos por el Rey Demonio y la Deidad Suprema, y Estarossa tomo el lugar de Meliodas como Mandamiento del Amor, Gloxinia y Drole los lugares de Zeno y Aranak como Mandamientos del Reposo y la Paciencia.
Esa fue la conclusión que hubo en la primera parte de una historia que continuaría tres mil años más tarde.
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