V
Los siguientes meses pasaron rápido para Eirian y Mael, a cada día que pasaba su relación se fortalecía, más y más. Sin embargo, los clanes de ambos o mejor dicho sus más cercanos (Gowther, el creador y padre de Eirian, y Ludociel, el hermano mayor de Mael) empezaban a sospechar que algo pasaba, Gowther de momento lo dejo pasar al ver a su pequeño hijo tan feliz, mientras que Ludociel, bueno él había decidido seguir a Mael aquel día.
Ese día, Mael iba como siempre a reunirse con su amado pequeño, pero sin que lo notará, pues iba muy distraído pensando en su enamorado, Ludociel iba siguiéndolo, quería saber que tanto hacia su hermanito.
Tras un rato, Ludociel vio como su hermano se detenía en un lago y a los segundos como una mota de color negro y blanco se acercaba a su hermano y lo abrazaba, para después depositar un beso en los labios de Mael.
Ludociel tuvo una extraña mezcla de emociones ante esto, ¿cómo debía sentirse al ver a su hermano en esa situación? Más aún porque él había reconocido a Eirian ya que un par de veces lo había visto con los mandamientos, estaba muy seguro que era de la Raza Demoníaca. Por un lado Ludociel no podía evitar enojarse, ¡su pequeño hermano había sido corrompido por un miembro de la Raza Demoníaca! Sentía enfado por ese motivo, pero por otro lado Mael lucía feliz, lo cual no parecía estar mucho desde que Elizabeth había decidido irse con Meliodas.
Pero sobre todo, Ludociel sentía que su hermano no confiaba en él como para contarle sobre su pareja.
Sin embargo tomo la decisión de dejar de darle vueltas al asunto y, una vez Mael regresará su hogar, le cuestionaría y reclamaría, por lo que se fue de aquel lugar.
Mientras tanto, Mael le contaba a Eirian sobre aquellas cosas que había hecho en ese tiempo en que no se habían visto mientras que el menor le daba suaves caricias en su larga cabellera mientras que la cabeza del arcángel estaba en su regazo, el pelinegro oía con atención las palabras de su amado, viendo la emoción en sus ojos al contarle dichas historias.
Llegado a cierto punto de su reunión, Mael le pidió a Eirian que se sentará en su regazo, pues el peliplata quería mi mimar a su pequeño un poco, Eirian obedeció quedando con la cabeza apoyada en el pecho de su amado.
Mael rodeo el frágil y delicado cuerpo del pelinegro entre sus fuertes brazos y Eirian se removió con una sonrisa en su rostro, los fuertes y poderosos brazos de su amado arcángel le hacían sentirse protegido y en paz.
Lentamente, los suaves mimos fueron transformándose a tiernos besos que por cada minuto que pasaba iban volviéndose más apasionados.
La piel fría de Eirian contrastaba enormemente con la cálida piel del arcángel... Quizás demasiado cálida...
Porque recordemos algo importante, el cuerpo de Eirian eran el producto de la manipulación de distintos fluidos con atributos mágicos del inframundo, por lo que esté podía desestabilizarse fácilmente, incluso evaporarse si tenía contacto con el calor suficiente. Y tristemente, al estar tan absorto en la sensación de besar a su amado y la pasión latente que iba creciendo en aquella situación, el control de Mael sobre la temperatura de su Gracia era menor al usual y a medida que ese beso subía de nivel la temperatura del cuerpo del peliplata también lo hacía.
Al sentir como parte de su cuerpo se evaporaba ante el calor, Eirian se apartó con rapidez del mayor, está reacción alarmó a Mael, él cual alzó la mirada y, con horror, dolor y tristeza, vio como parte de la cintura, rostro y piernas de su amado tenían una extraña mancha negra en ellos y parecían estar a medio derretir. Una lágrima traicionera recorrió la mejilla del peliplata dando paso a más de ellas.
– ¡E-Eirian! -Exclamó con dolor en su voz el peliplata- ¡Lo lamento tanto! ¡En serio lo siento! -Se disculpó rápidamente- ¡Jamás pretendí lastimarte! Yo solo... Es que yo... Yo... -Titubeó intentando encontrar las palabras adecuadas para explicar lo sucedido–
Mael estaba dolido y confundido, besar a su pequeño se sentía tan bien que por un momento perdió el control de su propia temperatura y esto lo frustraba.
Eirian por su parte solo le dio una suave sonrisa a Mael, comprendiendolo, pues sabía que no lo había hecho a propósito.
– Mael tranquilo... -Dijo con voz suave el pequeño azabache- estoy bien, ¿ves? -Dijo mientras que intentaba volver a estructurar su cuerpo de la misma forma en la que había llegado, y aunque con una parte lo había logrado, aún se notaba parte de las heridas- Uhm... Bueno más o menos, ¡pero no me duele nada! -Dijo con entusiasmo sonriéndole al peliplata–
Mael, aliviado suspiró, Eirian no le temía ni lo odiaba por lo que había pasado, definitivamente ese pequeño era el ser más puro y tierno que había conocido en su vida.
– Me alegra tanto que estés bien pequeño -dijo con una leve sonrisa por el alivio, sin embargo cuando Eirian trato de acercarse al peliplata, el arcángel retrocedió por instinto, no quería volver a lastimarlo–
– ¿Mael? -Expresó confundió Eirian- ¿Qué sucede? –
– No es nada... Es solo que... -Empezó y dio un suspiro- No quiero volver a lastimarte pequeño... Yo...creo que debería irme -dijo con culpa y se preparó para emprender vuelo–
– ¡Mael, espera! -Exclamó Eirian, pero fue muy tarde pues Mael ya se había ido–
Eirian suspiró con tristeza, no quería que Mael se sintiera mal... Finalmente él también decidió regresar a su hogar.
Por su parte, Mael con desánimo llegó a su hogar donde su hermano le esperaba, pero al ver las manchas en su ropa y la expresión triste de Mael, Ludociel decidió no preguntarle nada ese día, pues aunque estuviera muy molesto su hermano era su prioridad principal, y si ese demonio con el que se reunía era el causante de la tristeza de su hermano, entonces se encargaría de hacerlo pagar, pero por mientras solo le brindaría su apoyo a su hermano menor.
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