Epílogo

Un dolor agudo atravesó el cuerpo de Jimin, como una descarga eléctrica que lo sacudió y lo hizo convulsionar. En ese instante, la voz de Yoongi se desvaneció, y la calma que había sentido a su lado se convirtió en un silencio aterrador. La oscuridad lo envolvió de nuevo, pero cuando finalmente volvió a abrir los ojos, se encontró con una luz brillante que lo deslumbró.

Confundido, Jimin se preguntó si realmente estaba volviendo a ver, si aquella luz significaba que todo había pasado. Al principio, sus pensamientos eran un torbellino de confusión y miedo, pero a medida que su visión se aclaraba, comenzó a tomar conciencia de su entorno. Giró la cabeza lentamente, y lo que vio le heló la sangre.

Una mujer, visiblemente angustiada, estaba a su lado, las lágrimas cayendo libremente por sus mejillas. Su rostro era familiar, pero no podía recordar de inmediato quién era. El llanto de la mujer resonaba en sus oídos, un sonido desgarrador que contrastaba con la confusión que sentía.

Pero lo que realmente lo impactó fue la imagen que vio a su lado: su propio cuerpo, pálido y tendido en una camilla, conectado a una multitud de máquinas que emitían pitidos y luces intermitentes. El corazón de Jimin se hundió en su pecho mientras la realidad lo golpeaba con fuerza. ¿Era eso él? ¿Por qué estaba allí, inmóvil, mientras una parte de él parecía estar flotando en otro lugar?

—No… —susurró, pero las palabras no salieron de su boca.

En su interior, una angustia profunda se apoderó de él. Estaba atrapado entre dos mundos, y la desesperación de no poder comunicarse ni hacer nada lo llenaba de terror.

La mujer se volvió hacia él, y por un breve momento, sus miradas se cruzaron. En sus ojos había un dolor tan intenso que Jimin sintió que le atravesaba el alma. Era como si ella pudiera sentir su presencia, aunque él no tuviera forma de hacerle saber que estaba allí, consciente de lo que sucedía.

—Jimin, por favor… —murmuró la mujer, su voz quebrada por el llanto.

Y en ese instante, Jimin comprendió que esa mujer era su madre. La imagen de su cuerpo inerte, la tristeza en el rostro de su madre, todo era un recordatorio cruel de su situación. Quería alcanzarla, consolarla, pero su forma etérea no le permitía hacerlo.

En medio de la confusión y el dolor, Jimin supo que debía luchar por regresar, por hacerle saber a su madre que aún estaba allí, que no había terminado. Si Yoongi y su madre estaban sufriendo, entonces él también debía encontrar la manera de regresar y aliviar ese sufrimiento. Pero, ¿cómo podría hacerlo? En ese momento, todo lo que podía hacer era desear con todas sus fuerzas volver a la vida, volver a ser Jimin.

En medio de la confusión y la desesperación, Jimin escuchó una voz que le resultaba familiar. Era suave, reconfortante, y lo hizo girar con rapidez. Allí estaba Yoongi, de pie a su lado, sonriendo con esa expresión cálida que siempre le hacía sentir seguro. Sus ojos brillaban con una mezcla de alivio y amor, y por un momento, Jimin sintió que todo el peso de su angustia se desvanecía.

—Te he estado esperando, Jimin. —dijo Yoongi, extendiendo su mano hacia él, como si fuera un hilo de luz que lo guiará de regreso a casa.

El corazón de Jimin se aceleró. La visión de Yoongi lo llenó de esperanza, y la conexión entre ellos parecía trascender cualquier dolor o confusión. A pesar de que su cuerpo yacía inerte en la camilla, la presencia de Yoongi le dio fuerza.

—Yoongi… —intentó llamar, pero su voz seguía atrapada en su interior.

Sin embargo, no necesitaba palabras para expresar lo que sentía. Con cada fibra de su ser, Jimin deseaba tomar la mano de Yoongi, aferrarse a él y regresar a la vida. Era como si el tiempo se detuviera en ese instante, y todo lo que importaba era la conexión entre ellos.

—Toma mi mano, Jimin. —Yoongi, pareciendo entender sus pensamientos, sonrió con ternura y repitió. —recuerdas Jimin que estaríamos juntos más allá de la muerte.

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