30
La incertidumbre lo consumía, y la impotencia de no poder ver ni mover su cuerpo lo llenaba de terror. Deseaba poder girar la cabeza, poder tocar a la persona que estaba allí, pero sus músculos seguían negándose a obedecer. Sentía que el tiempo se detenía, que cada segundo se alargaba eternamente mientras esa figura permanecía en silencio a su lado.
—Por favor, ayúdame… —murmuró, la voz apenas un hilo.
El miedo a estar solo, a que esa presencia no fuera quien él deseaba que fuera, creció en su interior. La oscuridad parecía cerrarse más sobre él, como un manto pesado que lo ahogaba.
—Jimin, estoy aquí. —De repente, la figura se inclinó hacia él, y un susurro rompió el silencio.
La voz era familiar, suave y calmante. Era la voz que había estado buscando, la que había deseado escuchar en ese momento de desesperación. Aunque todavía no podía ver, el sonido de su nombre pronunciado de esa manera lo tranquilizó un poco. Aun así, el terror de no poder moverse, de estar atrapado en un lugar del que no sabía cómo salir, seguía latente en su pecho.
—Yoongi… —logró decir, sintiendo cómo una oleada de alivio lo atravesaba.
Sabía que, aunque estaba atrapado en la oscuridad, no estaba solo.
La voz de Yoongi continuó resonando en la oscuridad, llevándose un poco del peso de la angustia que Jimin sentía. Pero entonces, la siguiente frase hizo que su corazón se detuviera por un instante.
—Jimin, estás en el hospital. —le dijo de manera calmada. —Tuviste un accidente y estás intubado.
Las palabras lo golpearon como un rayo. Accidentado, intubado… Todo comenzó a tener sentido, pero a la vez, la confusión se intensificó. Jimin trató de procesar la información, pero la realidad era demasiado abrumadora. La idea de estar en un lugar desconocido, rodeado de máquinas y tubos, le llenó de un pánico nuevo.
El miedo y la confusión se apoderaron de Jimin, pero escuchar la voz de Yoongi lo mantenía aferrado a la realidad. Se esforzó por recordar lo que había sucedido, pero su mente estaba nublada, llena de fragmentos que se resistían a encajar.
—Yo estoy aquí contigo. —le acarició la mano.
Mientras la voz tranquilizadora de Yoongi resonaba a su lado, Jimin se dio cuenta de que ya no podía hablar. La comprensión lo golpeó como una ola de desesperación. A pesar de que sus pensamientos eran claros y su mente estaba alerta, no podía formar palabras ni emitir sonidos. Era como si un silencio absoluto hubiera atrapado su voz en un lugar al que no podía acceder.
Trató de concentrarse, de gritar, de decirle a Yoongi que lo escuchara, que estaba allí, que necesitaba ayuda, pero solo logró una lucha silenciosa. El miedo comenzó a inundarlo una vez más, y la sensación de impotencia se volvió abrumadora. Quería hacerle saber a Yoongi que estaba consciente, que estaba luchando en su interior, pero su cuerpo no respondía.
—Siempre estaré aquí, Jimin. No te preocupes. —respondió Yoongi, y aunque no podía ver su rostro, podía imaginar la determinación en sus ojos. —Te voy a cuidar.
Jimin sintió la angustia en la voz de su amigo, como si pudiera leer su mente, sintiendo su miedo y su deseo de ayudar.
A través de la niebla de su desesperación, recordó las palabras de Yoongi: “Te voy a cuidar”. Si solo pudiera hacerle saber que estaba ahí, que no lo había abandonado. Con un último esfuerzo, Jimin se concentró en lo que aún podía hacer: un pequeño movimiento de su dedo.
Fin.
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