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Cuando Jimin abrió los ojos, lo primero que sintió fue una confusión abrumadora. Todo era oscuro, pero no era la oscuridad que lo acompañaba al ser ciego; era una sombra densa y pesada que lo rodeaba. Intentó mover su cuerpo, pero no pudo. No había fuerza en sus extremidades; se sentía como si estuviera atrapado en un sueño del que no podía despertar.

—¿Qué está pasando? —susurró, su voz apenas un murmullo en el silencio.

No entendía por qué no podía moverse, por qué todo parecía tan extraño y ajeno. Los recuerdos comenzaron a desdibujarse en su mente, fragmentos de recuerdos que se entrelazaban con el eco de las voces que había escuchado antes, aquellas que lo habían atormentado y que ahora se desvanecían lentamente.

Concentrándose, trató de recordar cómo había llegado hasta aquí. Las voces, el dolor, la corriente eléctrica recorriendo su cuerpo… Todo parecía tan distante ahora, como un mal sueño del que no podía escapar. Jimin cerró los ojos nuevamente, intentando despejar su mente, buscando alguna respuesta en ese caos.

Pero la incertidumbre era abrumadora. Se sintió impotente, asustado y solo. ¿Dónde estaba Yoongi? Necesitaba a Yoongi más que nunca. Sabía que él podía ayudarlo a salir de esta confusión, que su presencia podía desvanecer la oscuridad que lo rodeaba.

—¡Yoongi! —gritó, aunque su voz sonó débil y quebrada.

La desesperación se apoderó de él, mientras la realidad de su situación comenzaba a calar hondo. No sabía qué estaba sucediendo, ni por qué se sentía así. Solo quería volver a sentir la calidez de la mano de Yoongi, su abrazo reconfortante.

La sensación de no poder moverse se convirtió en un nudo en su estómago. Jimin cerró los ojos nuevamente, tratando de concentrarse en la esperanza de que su amigo llegara a rescatarlo, de que la oscuridad se desvaneciera y pudiera volver a ser él mismo. Pero por ahora, solo podía permanecer atrapado en ese lugar, rodeado de sombras, sin entender qué pasaba ni cómo escapar.

La puerta chirrió suavemente al abrirse, y Jimin sintió que una presencia se acercaba a él. Aunque no podía ver nada en la oscuridad que lo rodeaba, el simple hecho de que alguien estuviera allí le ofreció un destello de esperanza. Sin embargo, la desesperación de no poder identificar a la persona que estaba a su lado lo carcomía por dentro.

—¿Quién… quién eres? —preguntó, su voz temblando de ansiedad.

No había respuesta inmediata, solo el silencio que parecía rebotar en las paredes de la habitación. El temor lo envolvió nuevamente, y el nudo en su estómago se apretó con más fuerza.

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