28
Jimin se encontraba solo otra vez, la habitación sumida en una penumbra que parecía oscurecerse cada vez más a su alrededor. Al principio, el silencio era absoluto, pero pronto comenzó a notar aquellos susurros familiares, esas voces que se colaban en su mente y parecían venir de todas partes y de ninguna a la vez.
Esta vez, las voces eran más intensas, más furiosas. No eran los murmullos incomprensibles de antes; ahora eran gritos, como si le estuvieran reclamando algo, aunque las palabras seguían siendo confusas, distorsionadas. Se cubrió los oídos, intentando detenerlas, pero las voces continuaban resonando en su cabeza, cada vez más insistentes, cada vez más desesperadas. Eran gritos que lo hacían sentir atrapado, como si estuviera en medio de una tormenta a la que no podía escapar.
De pronto, un dolor desgarrador recorrió su cuerpo. Sintió una descarga eléctrica recorrerlo desde la cabeza hasta los pies, haciéndolo retorcerse. Era como si cada fibra de su ser estuviera siendo consumida por esa energía oscura y desconocida. Cayó al suelo, incapaz de mantenerse en pie, mientras el dolor lo atravesaba en oleadas. Intentó gritar, pero su voz apenas era un susurro ahogado en medio de aquel caos.
—¡Basta! —susurró con dificultad, su voz temblorosa, aunque sabía que nadie lo escuchaba.
Las voces parecieron intensificarse en respuesta a su súplica, volviéndose más violentas, más exigentes. Jimin sintió como si algo tratara de invadir su mente, de romperlo desde adentro. La sensación de desesperación crecía a medida que perdía el control sobre su propio cuerpo, incapaz de escapar de aquella oscuridad que lo consumía.
En medio de su dolor, un solo pensamiento surgió con claridad: necesitaba a Yoongi. Sabía que su presencia era lo único que podría salvarlo de aquella tormenta. Pero Yoongi no estaba allí, y la desesperación lo envolvía, haciéndole temer que esta vez no habría escape.
—¡Yoongi! —gritó Jimin, pero no hubo respuesta.
El dolor fue demasiado para Jimin. Sentía como si su cuerpo estuviera siendo desgarrado desde adentro, cada nervio ardiendo bajo el peso de aquella extraña energía que lo invadía. La intensidad de las voces en su cabeza se mezclaba con la corriente que lo recorría, creando una agonía insoportable. Apenas podía distinguir sus propios pensamientos entre tanto ruido, entre tanto dolor.
Intentó resistir, pero su cuerpo, debilitado y exhausto, simplemente no pudo más. Con un último suspiro, Jimin sintió cómo sus fuerzas lo abandonaban, y el mundo a su alrededor comenzó a desvanecerse. Todo se volvió oscuro, y las voces, el dolor, el peso de la angustia… todo se apagó en un instante.
Cayó al suelo, inconsciente, su cuerpo abandonado en aquella soledad inquietante. Afuera, la habitación permanecía en un silencio inquietante, sin que nadie supiera por lo que Jimin acababa de pasar. El eco de las voces y el tormento que había sufrido quedaron suspendidos en el aire, como una sombra que seguía acechando en la penumbra, esperando su próxima oportunidad.
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