25
Mientras la luz dorada del atardecer envolvía la habitación, Jimin buscó los labios de Yoongi con suavidad, dejando que sus bocas se encontraran en un beso lento, profundo, como si quisieran saborear cada segundo. Sus movimientos eran delicados, llenos de cuidado y devoción, mientras el beso se intensificó y Yoongi deslizaba sus manos sobre su espalda, atrayéndolo más cerca, hasta que Jimin terminó sentado sobre él.
Con una sonrisa tímida, Jimin llevó sus manos a su propia camisa, desabotonándola con calma, sin romper el contacto visual. Yoongi lo observaba en silencio, sus ojos brillando con un cariño indescriptible. Al ver la invitación en la mirada de Jimin, él también deslizó su camisa, dejando que ambos quedaran piel con piel, compartiendo el calor y la cercanía que les hacía sentir en casa.
Se tomaron su tiempo, explorando las líneas y las formas de sus cuerpos con suavidad, reconociendo la familiaridad de cada caricia. No había prisa, solo el deseo de estar en conexión completa, de entregarse al otro con el amor profundo que ambos compartían. Se despojaron de la ropa de manera pausada, como si ese gesto simple tuviera el mismo valor de todas las promesas que nunca necesitaron decirse.
En ese espacio íntimo, donde solo existían ellos dos, se entregaron al amor que siempre los había sostenido. En la quietud de la habitación, envueltos en la cálida luz del atardecer, Jimin y Yoongi se entregaron completamente el uno al otro, moviéndose con una ternura que hablaba de su amor profundo y sincero. Cada caricia, cada beso y cada susurro en ese instante era una promesa silenciosa, un recordatorio de la conexión especial que compartían.
Se movieron despacio, sin prisa, disfrutando de la cercanía y del amor que había crecido entre ellos a lo largo del tiempo, de los momentos compartidos, de las dificultades superadas juntos. Estar así, tan cercanos y vulnerables, les hacía sentir completos, como si todo lo vivido los hubiera traído hasta este preciso momento.
Finalmente, agotados, pero en paz, se abrazaron con fuerza, compartiendo el calor y la calma que habían construido. En el silencio que siguió, solo sus respiraciones se escuchaban, entrelazadas en perfecta armonía. Jimin apoyó su cabeza en el pecho de Yoongi, sintiendo los latidos de su corazón, y ambos supieron, sin necesidad de palabras, que no había lugar en el mundo donde preferirían estar.
—¿Estaremos siempre juntos? —preguntó Jimin.
—Más allá de la muerte. —respondió Yoongi.
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