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—¿Y tú? ¿Cómo te sientes? —le pregunta de repente, siempre atento a sus emociones.

—Me siento… agradecido. —responde, sintiendo la verdad en cada palabra. —Agradecido por tenerte aquí, por poder escucharte hablar sobre el cielo.

«La risa suave de Yoongi llena la habitación, y es un sonido que me hace sentir en casa. Saber que hemos superado tanto me da fuerzas para enfrentar lo que venga.»

—No pienses que te dejaré ir tan fácilmente. —dijo, guiñandole un ojo. —Ahora que estoy aquí, planeo hacerte ver ese cielo algún día, incluso si solo es a través de tus palabras.

«Asiento, sintiendo que todo lo que hemos pasado nos ha hecho más fuertes. Mientras regresamos a nuestras rutinas, me doy cuenta de que no importa lo que el futuro nos depare; siempre habrá un cielo que ver juntos.»

El sol de la tarde se colaba suavemente por la ventana, llenando la habitación con una luz cálida que parecía envolver a Jimin y Yoongi en un abrazo silencioso. Después de días de preocupación y noches sin descanso, finalmente podían disfrutar de la tranquilidad de estar juntos, sin el peso de las dudas o el miedo.

Yoongi estaba recostado en el sofá, con Jimin a su lado, tan cerca que sus respiraciones parecen sincronizarse, creando una melodía silenciosa de paz compartida. A su alrededor, el mundo parecía haberse detenido, como si respetara ese momento que habían estado esperando. No había ruido, ni distracciones, solo la presencia del otro y la sensación de calma que llenaba el aire.

Jimin rompió el silencio con una sonrisa que Yoongi no necesitaba ver para sentir. Para él, bastaba con un ligero apretón en su mano, una caricia suave y la compañía que había aprendido a valorar tanto.

—¿Sabes? —dijo Jimin, su voz baja, como si temiera romper la magia que los envolvía. —Siento que por fin estamos en paz. ——Solo tú y yo… sin nada más que nos moleste.

Yoongi asintió, con una sonrisa relajada en su rostro. Era cierto; después de todo lo que había pasado, ambos sabían lo valioso de ese momento.

—Es como si el tiempo se hubiera detenido. —dijo Yoongi, su voz suave y llena de esa serenidad que siempre lograba transmitirle a Jimin. —Y sabes, no cambiaría nada de esto.

El silencio volvió a caer entre ellos, pero no era incómodo; al contrario, cada segundo parecía fortalecer la conexión entre ambos. Jimin apoyó su cabeza en el hombro de Yoongi, mientras él rodeaba su cintura con un brazo, acercándolo más. La habitación, iluminada por la tenue luz del atardecer, era el refugio donde el mundo exterior no tenía poder sobre ellos.

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