Chapter Six


Anabelle

Nunca iba a poder imaginar que mi vecino acosador, es un maldito vampiro. Estuve siempre custodiada por ellos y yo simplemente viví mi vida como una lunática. El tal Zachary se levanta de su asiento, juega con unas llaves que tiene en sus manos y se acerca con una sonrisa juguetona en su rostro. Incluso creo a verlo visto relamerse los labios.

—Ya veo que me recuerdas, vecinita.

—Claro que sí, eres el vecino acosador que se masturbaba al verme por la ventana.

Comienzo a desafiarlo aunque tengo un profundo miedo en el interior de mis huesos, lo puedo sentir, aunque solo me gano una sonrisa de parte de él. Se acerca cada vez más y toma mis manos. Mi piel comienza a erizarse al sentir su tacto frío. Me mira fijamente a los ojos y quita las cadenas de mis muñecas. Se siente un gran alivio, por lo cual me concentro en darles pequeños masajes a mis manos y pierdo la noción del tiempo.

Cuando levanto la cabeza, que el dolor ha disminuido un poco, observo que Zachary ya ha vuelto a su asiento.

— ¿Puedes levantar tu cabeza, humana?

Levanto el rostro, de una manera bastante sumisa y humillante. Las lágrimas amenazan por salir, pero debo ser fuerte delante de toda esta manada de chupasangres. Aprieto con fuerza mis muslos, sin importar el daño que me esté ocasionando, solo el dolor aliviara mi miedo y desesperación.

— ¿Cuál es tu nombre? —Pregunta de una manera despectiva y como si fuera una orden a cumplir de manera inmediata.

—Anabelle Saltzman.

Respondo casi escupiendo odio. El señor se queda mirándome, casi analizándome, mientras que mi mente solamente está averiguando una manera de escapar de este horrible y asqueroso lugar, infestado de muertos vivientes.

—Me has dicho ¿Saltzman? 

Asiento enseguida, mi sexto sentido me está enviando una alerta diciendo que esto no tiene buena pinta. Edward, el señor de hace unos momentos, comienza a dar vueltas delante de mí, no entiendo que significado tan especial tiene mi apellido en todo este juego. Zachary comienza a interrogarlo, pero no obtiene ninguna respuesta de su parte, creo que tanto él como yo, estamos intrigados de su comportamiento.

Pasan más o menos, alrededor de 5 minutos y mi paciencia comienza a estallar. Me duele el muslo y mi pantalón comienza a mancharse un poco de sangre. Puedo ver como las criaturas que se encuentran en la sala se controlan.

—Acaben de morderme, ¿Saben lo deliciosa que debe saber mi sangre? —Empiezo a provocar a los vampiros, pero ninguno se inmuta— ¿Qué carajo represento para ustedes? ¿Qué quieren de mí?

Zachary intenta responderme, pero Edward le hace una seña para que se calle. ¡Oh! Él es el líder de los chupasangres

—Anabelle, no te va a pasar absolutamente nada, estas en buenas manos — Intenta darme una sonrisa y me brinda su mano para que camine a su lado.

Atónica, y con más miedo que dudas, tomo su mano y comenzamos a caminar hasta fuera de la habitación. Siento que me está analizando, describiendo o no sé, siento que es una reacción bastante rara por parte de él.

—Padre ¿Qué haces?

—Zac, lleva a nuestra invitada a la habitación principal. — Le da una orden al acosador y se gira para mi posición— Querida, nos vemos luego

Ambos dos nos quedamos sin palabras. Zachary intenta protestar pero Edward lo amenaza con un castigo severo. Comenzamos a caminar y siento como el ambiente se pone bastante tenso y odio sentirme así. El chico abre la puerta y me da una señal para que entre.

Con los brazos cruzados, protegiéndome del frío, entro a la habitación que sigue siendl la misma estructura de todo el lugar, sus paredes  irregulares y del material de roca, de una cueva subterránea. Hay una cama pequeña bastante acogedora, en comparación a la de la celda y su colchón es sumamente suave. Solo hay una mesa, de un material fuerte, no hay ni un escaparate, nada fuera de lugar. Solo una jaba negra bastante grande tirada en una esquina

— ¿Qué hago yo acá?

—Eso mismo me pregunto yo. —Responde Zac detrás de mí, con los brazos cruzados y su mirada describe lo que está pensando. ¿Qué relación tenía con Edward? —Mi padre es bastante impredecible, seguro que anda jugando con su presa.

¿Presa? Así me suelen llamar. Siento que hace este comentario para que comience a ponerme nerviosa y cometa un error, pero soy más lista que él.

—Anabelle, pobre de ti querida. Sé que tienes mucho miedo, tus ojos te delatan, tu corazón late desenfrenadamente cuando nos tienes cerca. Pero sí mi padre decidió tenerte acá y conservarte, será por algo.

—Quizás no le apetece sangre humana a estas horas, y por eso me manda a este cuarto para luego desangrarme y matarme.

Respondo de inmediato, sin pelos en la lengua y me siento en la cama, para observar su reacción. Seguro que no ha conocido a alguien tan testarudo como yo.

Sin dudas, creo un efecto en él cuando mueve su cabeza y me da una sonrisa pícara.

—Mi padre me ha dado instrucciones claras, en la bolsa negra tienes ropa de tu pertenencia.

Abro mis ojos y camino rápido hasta la bolsa, para darme cuenta que no miente. La mayoría de mi ropa se encuentra en esta bolsa.

— ¿Le han hecho algo a mi madre?

—No, tu mamá no estaba en casa.

Respiro aliviada por un momento. Busco con ahínco un abrigo y me lo pongo enseguida. Zac sigue pegado en la puerta de la habitación, su mirada es tan vacía. Su piel es súper blanca, sus ojos son de color avellana, su mandíbula es bastante definida y tiene unos labios carnosos. Cuando me toco hace un momento su tacto fue bastante frío, parecía un tempano de hielo.

— ¿Me estas psicoanalizando? 

— ¡Emm!  —Me pongo nerviosa y prefiero ponerme a la defensiva— Quisieras que en tus sueños más húmedos, te estuviera mirando. ¿Qué edad tienes

— ¿Cuántos años crees que tengo?

—Mil años ¿Quizás?

—Mi padre si tiene mil años, pero yo solamente tengo 371, nací en el año 1652.

—Mierda, eres un viejito.

—Pero este viejito te puede poner a morder almohada como perra.

Trago saliva nerviosa, mientras que su rostro tiene plantado una gran sonrisa de victoria. Su comentario ha causado un efecto de torpeza en mí, que tiro un poco de ropa al piso y trato de remediarlo enseguida.

— ¿Podrías dejarme sola?

—Te puse nerviosa.

—No, no tienes ese poder sobre mí. —Trato de contener mi acelerado corazón y mi rubor, así que con la cabeza agachada le vuelvo a pedir que me deje sola.

Me hace caso, cierra la puerta y comienzo a respirar tranquilamente. Busco en la bolsa alguna ropa para este ambiente y despojarme de la que tengo aun húmeda. Con mis dedos desenredo mi pelo y me acurruco en la cama, abrazo mis piernas y enseguida caigo dormida.

Me despierto por unos ruidos, se trata de un muchacho con una bandeja en sus manos y una sonrisa de oreja a oreja.

—Lamento despertarte, traje algo de comida.

— ¡Oh! Gracias.

Intento ser amable por un momento, me estiro rápidamente y me levanto de la cama para poder comer algo. Por lo menos tiene pinta de ser más apetecible, constaba de un vaso de refresco y una hamburguesa con papas fritas. Me devoró la comida en un instante y mi estómago sigue pidiéndome más comida.

—Extraño ser humano, a veces.

Su declaración me toma de sorpresa y fijo mi atención en él.

—Me llamo Patrick, y soy un vampiro convertido hace 80 años.

—Hola Patrick, me llamo Anabelle, soy humana y no deseo ser vampiro.

—Lo que más extraño de ser humano es envejecer con mi familia y poder disfrutar de estas deliciosas comidas.

Señala mis papas fritas, las cuales no dudo en disfrutarlas como si fuera la última comida de mi vida.

— ¿Tu familia aún vive?

—No, murieron en la Segunda Guerra Mundial, somos judíos que vivíamos en Alemania ¿Sabes la historia?

—Sí, el sistema educativo se encargan de enseñarnos los detalles. —Muevo mis pies con cierto nerviosismo y decido preguntarle— Podrías ser sincero y decirme ¿Por qué soy importante? ¿Por qué no me matan?

—Anabelle, no debería decírtelo, pero tu sangre es la clave para exterminar con la raza vampírica.

Me quedo atónica, trato de razonar y buscarle una lógica a mi condición. Con razón la muchacha que me mordió comenzó a sentirse mal, yo soy la clave para acabar con este mundo vampírico, pero ¿Por qué? ¿Cómo sucedió esto?

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