Capítulo #41

| Sobre hielo |

El amanecer llegó a SmileVille con una suavidad que parecía hecha a mano. El sol, dorado y cálido, trepaba lentamente por el horizonte, bañando la nieve que cubría la aldea con un brillo que oscilaba entre el blanco puro y reflejos casi dorados. A pesar del frío que mordía ligeramente en el aire, el clima era sorprendentemente agradable, lo suficientemente fresco como para invitar a la actividad sin ser incómodo. Era el día que todos habían esperado: el inicio del tan ansiado Festival de Invierno.

En el centro de la plaza, Dogday, con su característico aroma a vainilla flotando en el aire, se encontraba rodeado por una multitud de sonrientes habitantes de la aldea. El murmullo de conversaciones animadas, risas infantiles y el crujir de la nieve bajo las patas y pies de los presentes llenaba el espacio con una energía contagiosa. La plaza, decorada con guirnaldas de luces, estrellas de papel brillante y estandartes con tonos invernales, vibraba de vida.

—¡Buenos días a todos! —exclamó Dogday con entusiasmo, su voz clara y alegre elevándose por encima del bullicio, haciendo que todos guardarán silencio y prestaran atención a sus palabras—

A su lado, sus amigos más cercanos esperaban con igual emoción. Picky Piggy, envuelta en una bufanda tejida por Bobby, sonreía con calidez. Craftycorn, por otro lado, parecía haber recuperado algo de su chispa creativa; llevaba un pequeño cuaderno de bocetos y garabateaba mientras observaba las decoraciones a su alrededor.

Kickin, de pie junto a Hoppy, no podía evitar sentirse inquieto. Aunque la coneja estaba tranquilamente absorta en sus pensamientos, el solo hecho de su proximidad hacía que su corazón latiera más rápido de lo que le habría gustado admitir. Cada vez que Hoppy movía ligeramente las orejas o daba un pequeño suspiro, Kickin tenía que recordarse que no era el momento ni el lugar para dejarse llevar por su nerviosismo. Ella parecía ajena a su estado, perdida en sus propios pensamientos sobre lo ocurrido el día anterior.

Dogday, al frente de la multitud, alzó una pata, y el bullicio se fue apagando gradualmente. Los habitantes de SmileVille, ansiosos por las sorpresas del festival, dirigieron toda su atención al entusiasta líder.

—Hoy celebramos el inicio de nuestro Festival de Invierno —anunció Dogday con su típica energía contagiosa— Mis amigos y yo hemos estado preparando algunas actividades que, estoy seguro, les encantarán. Recuerden, este festival es para compartir, reír y crear recuerdos que nos mantendrán cálidos durante los días más fríos del invierno.

Un aplauso entusiasta se extendió por la plaza, acompañado de algunos vítores y risas. Dogday bajó la pata con una sonrisa satisfecha y giró hacia sus amigos, animándolos con la mirada a compartir lo que habían preparado. Sin dudar demasiado, Bobby fue la primera en dar un paso al frente, su bufanda ondeando ligeramente con la brisa.

—Quería que este invierno fuera especial para todos nosotros —comenzó Bobby con una sonrisa amable— así que preparé algo que creo que les gustará: un buzón de cartas anónimas. La idea es que cualquiera pueda escribir una carta para alguien especial. No importa si es una confesión de amor, unas palabras de agradecimiento o simplemente algo que quieran compartir. Es una forma de acercarnos más.

La multitud murmuró emocionada, y algunos ya comenzaban a imaginar qué escribirían. Bobby continuó, su voz serena pero cargada de entusiasmo:

—Las cartas se pueden ingresar en el buzón que está justo en el centro de la plaza. Mañana recogeré todas y me encargaré de entregarlas personalmente a sus destinatarios. Espero que esta actividad les traiga tanta alegría como me trajo planearla.

El aplauso fue inmediato, y Bobby retrocedió con una leve sonrisa, sintiendo la calidez de la aceptación de sus vecinos.

Cuando los aplausos se calmaron, Hoppy avanzó con confianza, una sonrisa animada iluminando su rostro. Con un tono alegre y entusiasta, comenzó a explicar su actividad:

—Mi actividad es un juego de captura la bandera —anunció— Lo iniciaremos al mediodía. Todos los que estén interesados en participar pueden encontrarme frente a la cafetería de Picky Piggy. Llevaré una lista para anotar a quienes quieran unirse, y después formaremos los equipos. ¡Espero que se animen!

La emoción en la multitud era palpable. Murmullos y comentarios se extendieron entre los asistentes, muchos de ellos mostrando interés en la propuesta de Hoppy. Al terminar, ella regresó a su lugar con una sonrisa satisfecha, observando con atención las reacciones positivas de los demás.

Kickin, al verla retomar su lugar, sintió un pequeño golpe de ansiedad. Era su turno, y aunque había preparado lo que diría, no podía evitar el nudo en su estómago. Respiró hondo, ajustó su postura y dio un paso al frente.

—Yo... bueno, no tengo una actividad como tal —comenzó, su voz algo insegura al principio, pero pronto ganó firmeza— Pero me esforcé en arreglar y acondicionar el lago que está cerca de la aldea. El frío lo congeló, y ahora pueden patinar en el hielo. Si quieren pasar un rato divertido, con gusto los estaré esperando ahí.

La mención del lago captó la atención de la audiencia, y pronto se escucharon palabras de aprobación y entusiasmo. La idea de patinar resonó entre quienes buscaban una experiencia más relajada pero igual de especial. Kickin dio un paso atrás, aliviado de haber superado sus nervios.

Hoppy, desde su lugar, le lanzó una sonrisa amable, claramente impresionada por su esfuerzo. Kickin, aunque intentó disimular, no pudo evitar sentir el calor en su rostro mientras miraba rápidamente hacia otro lado.

Ante aquella acción la coneja solo pudo suspirar mientras que Dogday llamaba la atención nuevamente.

Con eso concluimos la reunión de anuncios para el festival, recuerden que al anochecer encenderemos una fogata aquí mismo en el centro y serviremos un poco de comida, pueden retirarse y disfrutar del festival

Tras esas palabras las criaturas sonrientes dieron un aplauso para Dogday agradeciendo la información y simplemente todos tomaron su propio rumbo para disfrutar el festival, era prácticamente un día libre de trabajo que podían disfrutar y no iban a perder el tiempo. Al ver que todos se alejaban Dogday simplemente se giró hacia sus amigos para charlar un poco con ellos.

Será mejor que vayan preparando sus actividades —Mirando a Kickin y Hoppy—

Pensaba ir directo hacia el lago... aunque... —Comento Kickin sin embargo, miro rápidamente a Bubba— Bubba ¿crees que puedas acompañarme? Sabes de primeros auxilios y creo que serías de ayuda en caso... de que algo se complique

Bubba abrió la boca para responder, pero Dogday lo interrumpió antes de que pudiera hacerlo:

—Uh... De hecho —Interfirió Dogday antes de que el elefante pudiera responder— Tenía pensado pedirle ayuda a Bubba con algo importante

La mirada de Kickin se posó en el elefante, esperando su respuesta, pero la incomodidad en el aire era palpable. Bubba, con una expresión más seria de lo habitual, miró a Dogday directamente.

—No creo que sea tan importante —respondió finalmente, con un tono firme y algo cortante— Puede esperar. Además, Kickin necesita mi ayuda.

Eh... Puede esperar, si Dogday quiere hablar contigo entonces puede ser para después Bubba —Comento el pollo con algo de confusión al notar la tensión entre Dogday y Bubba—

Hoppy y Craftycorn intercambiaron miradas de curiosidad, mientras Catnap, siempre algo distante, observaba claramente intrigado. Era extraño ver a Bubba adoptar una postura tan seria, especialmente con Dogday. Por lo general, el elefante era paciente y amigable, reservando su irritación para las bromas de Hoppy o Kickin. Pero esta actitud... esto era algo nuevo.

Bubba finalmente rompió el silencio, con una determinación que parecía sellar el momento.

—Prefiero ayudarte, Kickin. Como dije, Dogday puede esperar —Sin decir más, se giró para marcharse— Iré por mi equipo médico y te veré en el lago, Kickin.

La rigidez en sus hombros era evidente mientras caminaba, dejando atrás a un grupo claramente sorprendido. Kickin se quedó congelado en su lugar, dividido entre la gratitud por la ayuda de Bubba y la incomodidad de haber presenciado aquella confrontación.

Dogday, por su parte, observó al elefante alejarse con una mezcla de frustración y resignación, apretando ligeramente la mandíbula antes de mirar hacia el grupo.

—Será mejor que cada uno se concentre en sus actividades —murmuró con tristeza, antes de apartarse lentamente, evitando cualquier comentario adicional—

El grupo permaneció en silencio un momento más. La chispa del Festival de Invierno parecía haberse enfriado en esa esquina de la plaza, mientras una pregunta no formulada flotaba en el aire: ¿Qué estaba pasando entre Dogday y Bubba?

Bobby rompió el tenso silencio, esforzándose por parecer calmada y animada.

—B-Bueno, ya escucharon a Dogday —dijo con una sonrisa nerviosa, tratando de desviar la atención— Es mejor concentrarnos en el Festival de Invierno.

Sin embargo, su intento de normalizar la situación no tuvo mucho efecto. PickyPiggy, con la cabeza ligeramente ladeada, expresó la preocupación que muchos compartían.

—¿No deberíamos preocuparnos por Dogday y Bubba? —preguntó la cerdita con un tono reflexivo— Dogday no es de los que se mete en problemas, y Bubba... bueno, él casi nunca se enoja, salvo con Kickin y Hoppy por sus bromas.

Hoppy cruzó los brazos, fingiendo indignación.

—Oye, eso fue una sola vez... o tal vez dos. —Al ver la mirada que Picky le dirigió, levantó las manos en señal de rendición— Está bien, no ayudaré a que la lista crezca

Bobby soltó una pequeña risa ante el comentario de Hoppy, pero pronto volvió a su tono más serio.

—Me gustaría mucho ayudarlos con sus problemas —admitió con sinceridad, entrelazando las manos frente a ella— Pero creo que es mejor dejar que lo resuelvan por ellos mismos. Intenté hablar con Bubba antes, pero no quiso decirme nada, solo menciono que había discutido con Dogday —Bajó un poco la voz, sus ojos reflejando preocupación— Y Dogday... bueno, parecía más serio de lo habitual. Como si llevara un peso encima.

PickyPiggy asintió lentamente, procesando las palabras de la osa.

—Es raro. Ellos siempre han sido cercanos. Verlos discutir es como... no sé, ver nevar en verano. Algo simplemente no encaja.

—Tal vez no es tan grave —aventuró Hoppy, intentando sonar optimista, aunque su tono traicionaba su propia inquietud— A veces, incluso los amigos más cercanos discuten... —Comento mientras miraba de reojo al pollo—

—Bubba no suele guardarse las cosas. Si está molesto, es porque Dogday realmente hizo algo que lo afectó.

—Pero... ¿Qué pudo haber sido? —preguntó Picky, con las cejas fruncidas y un tono casi acusatorio—

El ambiente seguía impregnado de incertidumbre. Las palabras de PickyPiggy resonaron en la mente de todos, incluso después de que la conversación se dispersara hacia otros temas. Mientras tanto, Catnap y Craftycorn permanecieron en silencio, ambos sumidos en sus propios pensamientos.

Catnap observaba a los demás desde su posición, sin intervenir en sus discusiones. La idea de que Bubba estuviera recordando los eventos de la guardería se sentía cada vez más plausible. Después de todo, ¿qué otra cosa podría explicar el comportamiento distante y la tensión palpable entre él y Dogday? La vista de Catnap simplemente se dirigió hacia el camino que había tomado el perro con anterioridad, tal vez no era mala idea hablar con él mientras todos seguían con sus actividades.

Por otro lado, Craftycorn también reflexionaba en silencio. No tenía pruebas concretas, pero conocía a Bubba lo suficiente para darse cuenta de que su reacción iba más allá de una simple discusión. Los recuerdos, aunque fragmentados, podían ser lo suficientemente poderosos como para desestabilizar incluso al elefante más sereno. Se mordió el labio, tratando de encontrar la manera de acercarse a Dogday y entender qué estaba sucediendo.

—Tal vez deberíamos empezar con nuestras actividades. Estoy segura de que Dogday y Bubba resolverán esto pronto —comentó, aunque su sonrisa era un poco forzada.

Hoppy asintió, aunque miraba de reojo hacia donde Bubba había salido hace poco.

—Sí, probablemente todo esto sea solo un malentendido... o algo que no nos corresponde resolver.

—Eso no lo hace menos preocupante —dijo Picky, frunciendo el ceño, pero al final decidió no insistir más— Pero está bien, volvamos a lo nuestro

Cuando la conversación entre los demás comenzó a disiparse y cada uno tomó su propio camino, Craftycorn permaneció en su lugar, acompañada solo por el silencio y la inquietante presencia de Catnap. Aunque la unicornio intentaba aparentar serenidad, su mente era un remolino de emociones contradictorias. La idea de hablar con el gato no le resultaba nada agradable; los recuerdos que ambos compartían eran una carga pesada que no estaba segura de querer enfrentar, mucho menos junto a él. Sin embargo, si había una forma de ayudar a Dogday y Bubba, necesitaba tomar esta difícil decisión.

Catnap, por su parte, parecía absorto en sus propios pensamientos, su mirada perdida en algún punto indeterminado. La unicornio lo observó de reojo, tratando de encontrar el valor para iniciar la conversación. Finalmente, después de un profundo suspiro, Craftycorn decidió que no podía quedarse callada.

—Catnap... —susurró con un hilo de voz, casi temiendo la reacción que sus palabras pudieran provocar—

El gato parpadeó, saliendo de su trance, y giró la cabeza lentamente hacia ella. Sus ojos se encontraron con los de la unicornio, y aunque su expresión permanecía neutral, había una intensidad en su mirada que hizo que Crafty sintiera un escalofrío recorriéndole el cuerpo. Por un instante, casi se arrepintió de haber hablado, pero ya no había marcha atrás.

—E-Escucha... Dogday habló conmigo. Sé que recuerdas todo... —comenzó Crafty con un tono titubeante, pero firme. Quería dejar claro que lo que estaba a punto de decir era serio— Y yo también recuerdo todo.

Catnap frunció levemente el ceño, sorprendido, pero no dijo nada, permitiéndole continuar.

—Dogday me dijo que planeaba devolverle los recuerdos a Bubba... —Craftycorn hizo una pausa, su voz cargada de incertidumbre— Creo que eso es lo que provocó su discusión. Y si es así, entonces nosotros somos los únicos que podemos ayudarlos. ¿Entiendes a lo que quiero llegar?

El gato entrecerró los ojos, procesando las palabras de la unicornio. La noción de colaborar con ella le resultaba tan extraña como incómoda, pero algo en su tono —quizás la urgencia o el temor— le hizo considerar su propuesta.

—No me agrada la idea... y... para ser honesta tampoco confío en ti... —admitió Crafty, desviando la mirada por un momento antes de volver a enfrentarlo— pero creo que es mejor que tú vayas con Dogday mientras yo hablo con Bubba. Dogday parece confiar en ti, y tal vez puedas convencerlo de contarte qué sucedió.

El silencio que siguió a su petición era casi insoportable. Catnap la miró detenidamente, como si buscara algo en sus ojos, una señal de que sus intenciones eran genuinas. Finalmente, tras unos segundos que se sintieron como una eternidad, asintió levemente.

—bien... —respondió con voz baja—

Craftycorn soltó un suspiro de alivio, aunque la tensión en su pecho no desapareció por completo.

—Bien... entonces yo hablaré con Bubba. No sé si querrá escucharme, pero al menos puedo intentar calmarlo.

Ambos permanecieron en silencio por un momento más, como si cada uno estuviera preparándose para la tarea que tenían por delante. Craftycorn comenzó a caminar hacia el camino que llevaba a Bubba o, mejor dicho, hacia el lago, su paso más decidido de lo que se sentía en realidad.

Catnap, por su parte, observó cómo se alejaba antes de dirigirse en busca de Dogday. Aunque no estaba seguro de lo que iba a decirle.

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Mientras Craftycorn y Catnap se alejaban por caminos distintos, la atmósfera en el corazón de la plaza seguía vibrando con la actividad del festival en preparación. No muy lejos de allí, junto a un pequeño banco adornado con luces de invierno, Bobby y Hoppy estaban inmersas en una conversación animada. El buzón para las cartas anónimas ya había sido colocado, y la carta de Hoppy para Kickin descansaba en su interior, lista para cumplir su propósito.

—Ahora no voy a dejar de pensar en lo que sucederá con esa carta... —comentó Hoppy, sus dedos nerviosos jugando con las puntas de sus largas orejas—

Bobby soltó una risa suave, transmitiendo una calma natural que contrastaba con el nerviosismo de la coneja.

—Te preocupas demasiado, Hoppy —dijo la osita con una sonrisa tranquila mientras se cruzaba de brazos— Estoy segura de que Kickin ni siquiera se dará cuenta de que es tuya.

Hoppy suspiró profundamente, sus hombros alzándose ligeramente antes de dejarlos caer

—Quisiera poder estar tranquila... pero si llega a adivinar que la carta es mía, entonces tendré que explicarle todo... y tal vez confesarle todo ahí mismo —Su voz era un susurro al final, como si la mera idea de admitir sus sentimientos la llenara de vértigo.

Bobby arqueó una ceja, su expresión iluminándose con una mezcla de curiosidad y diversión.

—Estoy ansiosa por ver qué resulta de esto, jeje —Su risa era ligera, pero llena de complicidad.

Hoppy agitó una mano en el aire, como si intentara disipar sus propias dudas, aunque el leve rubor en sus mejillas traicionaba su nerviosismo. A pesar de ello, había una chispa de emoción en sus ojos, una mezcla de miedo y esperanza que la mantenía en el borde de su asiento, figurativamente hablando.

Bobby la observaba en silencio, divertida por la escena. Había algo entrañable en ver a la coneja, normalmente tan centrada en sus proyectos y juegos, perder la compostura por algo tan impredecible como el amor. Para Bobby, era como presenciar un nuevo lado de su amiga, una vulnerabilidad que hacía la situación aún más encantadora.

—Hoppy, pase lo que pase, estoy segura de que saldrá bien —Bobby colocó una mano reconfortante sobre el hombro de la coneja—

Hoppy esbozó una sonrisa tenue, dejando entrever un pequeño rastro de optimismo. Sabía que podía contar con Bobby sin importar lo que sucediera, y eso la tranquilizaba.

—Gracias, Bobby —murmuró, acompañando sus palabras con un suave suspiro antes de sumirse en un breve silencio.

El silencio se instaló entre ellas, pero no era incómodo. Bobby pensó que su amiga estaría reflexionando sobre cómo se desarrollarían las cosas con Kickin. Sin embargo, al observarla mejor, notó algo diferente en su expresión. No era solo nerviosismo; había una mezcla de intriga y duda en su mirada. Antes de que Bobby pudiera preguntarle qué pasaba, ambas vieron cómo varias criaturas sonrientes comenzaban a acercarse al buzón para depositar sus cartas.

—¡Mira eso! —exclamó Bobby, iluminándose al ver la escena. Era gratificante ver que su idea del buzón estaba siendo bien recibida. Los rostros felices de quienes participaban le llenaban el corazón de alegría, confirmándole que la magia del festival estaba funcionando.

Mientras Bobby observaba con satisfacción, Hoppy permanecía ensimismada, mirando el buzón sin realmente verlo. Su mente vagaba hacia algo más inquietante: un sueño que había tenido la noche anterior. En aquel sueño, ella y Kickin aparecían, pero algo era diferente. Sus cuerpos no eran exactamente los mismos, y el lugar tampoco. No estaban en SmileVille, sino en lo que parecía una prisión fría y opresiva, al menos así lo describía Hoppy mentalmente sin entender el motivo de ello.

En ese extraño escenario, había hablado con "Kickin", pero la conversación había sido tan desconcertante como el entorno. Lo que más la perturbaba era un nombre que resonaba con fuerza en su mente: Ashley.

El recuerdo del sueño la inquietaba. ¿Qué significaba ese nombre? ¿Por qué le parecía tan importante? La coneja se sentía atrapada entre la emoción por la carta y la inquietud por ese misterio.

Finalmente, giró la cabeza hacia Bobby, quien seguía observando a las criaturas depositar sus cartas con una sonrisa llena de orgullo.

—Bobby...—dijo Hoppy, rompiendo el silencio— ¿Te suena de algo el nombre... Ashley?

Bobby parpadeó, sorprendida por la pregunta tan repentina. Se volvió hacia Hoppy con una expresión de confusión.

—¿Ashley? —repitió lentamente, tratando de buscar en su memoria.

La osita se llevó una mano al mentón, reflexionando, pero no logró encontrar nada relacionado con ese nombre.

—Pues... no, creo que no —respondió finalmente—¿Por qué lo preguntas?

Hoppy desvió la mirada, como si dudara en compartir más. Su voz salió más baja, casi como un murmullo.

—...Solo... son cosas mías —Suspiró con resignación antes de levantarse— Creo que mejor iré a preparar todo para mi actividad. Nos vemos luego, Bobby.

—Uh... claro. Nos vemos, Hoppy —respondió Bobby, aún más confundida, mientras seguía con la mirada a su amiga alejarse.

Cuando la coneja desapareció entre la multitud, Bobby frunció el ceño ligeramente.

—¿Y eso qué fue...? —se preguntó en voz baja—

...

El aire helado acariciaba el rostro de Kickin mientras observaba el bullicio de la actividad sobre el lago congelado. El hielo era lo suficientemente sólido como para soportar las risas y los deslices de quienes se aventuraban a patinar, creando un ambiente ideal para el disfrute colectivo. Algunos se movían con destreza, realizando giros y saltos impresionantes, mientras otros, menos experimentados, se tambaleaban torpemente, pero con sonrisas genuinas en sus rostros. Incluso había pequeños grupos donde los más habilidosos enseñaban pacientemente a los novatos, compartiendo no solo el espacio sino también la experiencia de aprender juntos.

Kickin, de pie junto a la orilla, cruzó los brazos sobre su pecho mientras contemplaba la escena. Había algo especial en ver cómo su idea de utilizar el lago como pista de patinaje estaba reuniendo a tantas criaturas. Sin embargo, su mente no estaba completamente en el presente. Su mirada vagó hacia Bubba, quien permanecía al margen, estando sentado en una de las rocas, con una expresión perdida mientras observaba el reflejo de la luz en el hielo.

El elefante azul parecía estar atrapado en sus pensamientos, usualmente Bubba era tranquilo y silencioso, pero ahora estaba envuelto por un silencio introspectivo que Kickin no solía ver en él. Por un momento, Kickin consideró acercarse, tal vez lanzarle algún comentario juguetón para sacarlo de su ensimismamiento. Le gustaba molestar a Bubba, eso era un hecho, pero incluso él sabía cuándo era mejor no cruzar ciertas líneas.

Aun así, la curiosidad lo carcomía, había notado un cambio sutil en el elefante y aunque Kickin normalmente evitaba temas serios, no podía ignorar lo evidente.

—¿Vas a quedarte ahí sentado todo el día? —preguntó Kickin finalmente, con un tono entre bromista y provocador mientras daba un par de pasos hacia Bubba.

Bubba alzó la vista lentamente, parpadeando como si acabara de salir de un trance.

—¿Eh? No... solo estaba pensando —respondió con una voz calmada, aunque su mirada volvió rápidamente al hielo.

Kickin arqueó una ceja, cruzándose de brazos

—Se nota, Lo raro es que estás demasiado callado. No es tu estilo, grandote —Comento el pollo con una expresión de intriga— Creí que estarías hablando y hablando sobre cosas de ciencia como normalmente haces

El pollo inclinó la cabeza, estudiándolo con atención.

—¿Es por Dogday? —preguntó Kickin con más seriedad de lo que pretendía, inclinando ligeramente la cabeza para mirarlo mejor.

El elefante se tensó visiblemente, y aunque mantuvo la vista en el hielo, sus ojos traicionaron un pequeño movimiento hacia Kickin antes de volver a centrarse en el lago. El pollo lo notó, sonriendo levemente.

Kickin se acomodó junto a él, dejando suficiente espacio para no invadirlo.

—No es que me importe mucho lo que pase entre ustedes, pero... estás actuando raro

La respuesta de Bubba fue cortante, casi agresiva.

—No es tu maldito problema

El comentario dejó un breve pero denso silencio entre ambos, roto solo por el eco de las risas y los patines deslizándose sobre el hielo. Kickin, lejos de sentirse intimidado, reflexionaba sobre cómo responder.

Finalmente, rompió el silencio con un tono sorprendentemente ligero.

—Tienes razón. No es mi problema —admitió mientras se ponía de pie, sacudiéndose la nieve de sus plumas— Así que mejor dejemos de hablar de eso. ¿Qué tal si vamos a patinar? —propuso con una sonrisa traviesa.

Bubba lo miró con una mezcla de confusión y molestia antes de negar con la cabeza.

—Ve tú si quieres

—¡Vamos, amigo! —exclamó Kickin con entusiasmo, haciendo un gesto dramático con las alas —Estoy haciendo un esfuerzo por animarte y no ayudas... ¿O acaso te da miedo caerte?

El elefante apartó la mirada, visiblemente incómodo, pero no respondió.

El pollo, captando la indirecta, no pudo evitar soltar una risita.

—Oh... oh, jajaja, espera... ¿en serio tienes miedo? —preguntó, divertido, mientras trataba de contener la risa.

Bubba frunció el ceño, visiblemente irritado.

—Mmmhh... sabes bien que no sé patinar —gruñó, sin mirarlo.

—¡Eso lo explica! —exclamó Kickin, señalándolo como si acabara de descubrir un gran secreto—Bueno, eso tiene solución. Vamos, yo te enseño

—No necesito aprender —respondió Bubba, cruzándose de brazos.

Kickin rodó los ojos con exageración.

—Claro que necesitas. Mira, ¿quieres quedarte aquí solo mientras todos se divierten?—

El elefante dudó, claramente dividido entre su incomodidad y el insistente entusiasmo de su amigo.

—Prometo no reírme si te caes —añadió Kickin con una sonrisa burlona que claramente contradecía su promesa.

Bubba dejó escapar un suspiro resignado, aunque una pequeña sonrisa se formó en sus labios.

—No sé por qué siento que me voy a arrepentir de esto... —Comento el elefante mientras se ponía de pie—

Kickin, emocionado por la pequeña victoria, dio un par de palmadas con sus alas.

—¡Ese es el espíritu! Ahora ven, grandote, no creo que sea difícil enseñarte

. . .

Craftycorn llegó hasta la zona del lago, donde el aire helado se mezclaba con las risas y el sonido de los patines deslizándose sobre el hielo. Ante sus ojos, el paisaje se extendía como una postal llena de vida: un grupo numeroso de los habitantes de la aldea se divertía patinando, algunos con elegancia y otros con torpes pero encantadores movimientos. Por un momento, la unicornio se quedó quieta, dejándose atrapar por la escena. Su mente empezó a bosquejar un dibujo, los trazos casi visibles en su imaginación. Pero sacudió la cabeza; no era el momento para dibujar. Había venido por Bubba.

Con pasos tranquilos, comenzó a buscar al elefante azul entre la multitud. Sorprendentemente, resultaba más difícil de lo esperado distinguirlo entre tantas criaturas moviéndose de un lado a otro. Sus ojos se movían de un rostro a otro, hasta que finalmente lo vio, cerca de la orilla, tambaleándose sobre el hielo de una manera que no podía pasar desapercibida.

—Ahí estás...— murmuró Craftycorn para sí misma, una ligera sonrisa curvando sus labios.

Estaba a punto de gritar para llamar su atención, pero se detuvo al ver con más claridad lo que ocurría. Bubba estaba en el hielo, claramente fuera de su zona de confort, mientras Kickin lo ayudaba a mantenerse de pie.

—¡T-te dije que era mala idea! —exclamó Bubba, aferrándose con ambas manos al pollo, que intentaba sostenerlo como podía.

D-deja de tambalearte, trompas, por eso no puedes mantener el equilibrio —respondió Kickin, con una mezcla de esfuerzo y frustración mientras luchaba por estabilizar al elefante.

Craftycorn observó la escena con una mezcla de diversión y curiosidad. No era común ver a Bubba en situaciones que lo sacaran tanto de su elemento, y menos aún en una posición tan vulnerable. Pero había algo entrañable en cómo se esforzaba, pese a sus evidentes quejas y temores.

La unicornio decidió no interrumpir todavía. Se acercó un poco más, lo suficiente para escuchar mejor la conversación sin ser vista.

¿C-Cómo quieres que deje de tambalearme si no puedo mantener el equilibrio? —Pregunto el elefante confundido por la lógica de Kickin—

Craftycorn no pudo evitar reprimir una risita al escuchar la respuesta de Bubba. Desde la orilla, la unicornio se apoyó ligeramente en un árbol, disfrutando del espectáculo sin que ellos se percataran de su presencia.

—Es que precisamente por eso necesitas dejar de tambalearte —insistió Kickin, agitando las alas con un gesto que pretendía ser didáctico, pero que parecía más un gesto de desesperación— Mira, si te quedas quieto y dejas que tus pies fluyan con el hielo, todo será más fácil

—Para mantener mi equilibrio necesito mantener mi centro de gravedad justo en el centro... cosa que no puedo hacer porque me la paso tambaleando ¿Entiendes? —Explico el elefante con molestia—

¡Aburridoooo! —¡Exclamo el pollo para hacer irritar al elefante— Solo intenta confiar en mí, grandote, Si caes, será más culpa tuya que mía

—¡Yo no quería patinar en primer lugar! —protestó el elefante, perdiendo el equilibrio y en consecuencia terminaba por aferrarse más fuerte al pollo— Tú me arrastraste a esto

Kickin rodó los ojos, claramente exasperado, pero antes de responder, Craftycorn decidió intervenir, acercándose lo suficiente a la orilla para poder hablar con ellos.

—¿Problemas en la pista? —preguntó con tono ligero, haciendo que ambos se giraran hacia ella.

—Crafty —murmuró Bubba, todavía aferrándose al pollo— ¿Qué estás haciendo aquí?

—Buscándote, pero parece que ya estás bastante ocupado —respondió la unicornio, haciendo un gesto con la cabeza hacia el hielo bajo sus pies— ¿Desde cuándo te interesas por el patinaje? —Pregunto con curiosidad—

—No se interesa, más bien está sobreviviendo —Comento el pollo con burla mientras palmeaba la espalda de Bubba y pasaba a separarse de su lado— Pero oye, ¡es un progreso! Hace diez minutos ni siquiera quería ponerse los patines, porque no quería patinar

—Y todavía no quiero —gruñó el elefante— ¡Este pollo me obligó! —Comento molesto mientras lo señalaba—

Craftycorn le lanzó a Kickin una mirada divertida.

—¿En serio? ¿Obligaste a Bubba a patinar? —preguntó con fingida sorpresa.

—Por supuesto. Alguien tiene que asegurarse de que no sea un aguafiestas —respondió el pollo con una sonrisa descarada— Además aprendes rápido

Bubba ni siquiera se molestó en responderle a Kickin; sabía perfectamente que el pollo estaba tratando de provocarlo con sus comentarios burlones. Pero esta vez, en lugar de reaccionar con un gruñido o una respuesta mordaz, optó por guardar silencio. Su mirada se fijó en el hielo bajo sus pies, con los hombros tensos y los músculos rígidos como si el menor movimiento pudiera derribarlo.

El tiempo pareció detenerse mientras contemplaba su reflejo distorsionado en la superficie helada. Algo cambió en su postura; un destello de realización cruzó por su mente. Lentamente, sus ojos se abrieron con sorpresa al notar la situación.

—No me estoy... tambaleando —murmuró con incredulidad, como si sus propias palabras fueran difíciles de creer.

Kickin, quien había estado observando con una sonrisa de suficiencia, se inclinó ligeramente hacia adelante con aire triunfal.

—Te dije que solo necesitabas quedarte quieto, trompas.

Bubba levantó la cabeza, todavía procesando lo que acababa de descubrir. No necesitaba el apoyo de Kickin ni de nadie más en ese momento. Estaba de pie por su cuenta, algo que no había imaginado posible apenas unos minutos atrás. Sus piernas seguían temblando ligeramente, pero no por la falta de equilibrio, sino por la mezcla de emoción y nervios que sentía.

Con cautela, movió un pie hacia adelante. El sonido crujiente del hielo resonó bajo su peso, pero logró mantenerse firme. Luego intentó mover el otro pie, y aunque el movimiento fue torpe, no perdió el equilibrio. Sus labios, que hasta entonces habían estado apretados, se curvaron en una tenue sonrisa.

Por un breve instante, el elefante se sintió invencible, como si nada pudiera derribarlo.

Pero la confianza llegó demasiado pronto. Animado por su éxito inicial, Bubba intentó moverse con más determinación, dando un paso más amplio. Y ahí fue donde todo se complicó. El equilibrio que había logrado con tanto esfuerzo comenzó a desmoronarse. Sus piernas resbalaron ligeramente hacia un lado, y el movimiento descontrolado provocó que el resto de su cuerpo tambaleara de manera alarmante.

—¡Oh no, no, no! —murmuró Bubba en pánico, agitando los brazos en un intento desesperado por estabilizarse.

Desde un lado, Kickin lo observaba con una sonrisa divertida, incapaz de contenerse

—¡Jajaja! Ya deja de bromear, Bubba, apenas te moviste un centímetro —dijo el pollo, cruzando los brazos con una mezcla de burla y entusiasmo. Y entonces, con una chispa traviesa en los ojos, añadió— Lo único que necesitas es... ¡un empujón!

Antes de que Bubba pudiera procesar lo que acababa de escuchar, Kickin dio un salto y lo empujó con todas sus fuerzas. El elefante, completamente desprevenido, comenzó a deslizarse por el hielo sin control.

—¡KICKIN! —gritó Bubba, su voz cargada de pánico más que de regaño. Su trompa se agitaba inútilmente mientras trataba de frenar su avance.

Kickin, incapaz de contener la risa, se sostuvo el abdomen mientras observaba a Bubba moverse como un enorme y tambaleante trompo sobre el hielo.

—¡Vas bien, trompas! ¡Solo relájate! —gritó entre carcajadas.

Desde la orilla, Craftycorn observaba la escena con los ojos bien abiertos, su expresión cambiando rápidamente de sorpresa a preocupación.

—¡Kickin! —exclamó, apuntando hacia Bubba mientras avanzaba rápidamente hacia el extremo opuesto del lago— ¡Se estrellará contra la orilla!

El elefante, que ya se aproximaba peligrosamente a la orilla, intentaba frenar de cualquier forma posible. Sus patas patinaban de manera descontrolada, dejando marcas en el hielo, pero su enorme cuerpo seguía avanzando sin disminuir la velocidad. El miedo en sus ojos era evidente.

—¡Ayuda! —gritó Bubba, moviendo desesperadamente la trompa en un intento inútil de sujetarse de algo, cualquier cosa.

Craftycorn, sin pensarlo dos veces, corrió hacia el borde del hielo, buscando alguna forma de intervenir.

—¡Bubba, intenta girar! ¡Inclina tu peso hacia un lado! —le gritó, aunque sabía que sus instrucciones podrían ser demasiado complicadas para el elefante en ese momento.

Bubba, aún más alarmado por las instrucciones confusas, agitó su trompa frenéticamente.

—¡No sé qué hacer! —respondió, su voz resonando por todo el lago.

Los gritos de Bubba resonaron por todo el lago, llamando la atención de las criaturas que disfrutaban patinando despreocupadamente. Una a una, las cabezas se giraron hacia el origen del alboroto, y las expresiones de diversión dieron paso a miradas de sorpresa y alarma.

Algunos de los patinadores, que se encontraban directamente en el camino del elefante descontrolado, reaccionaron de inmediato. Soltaron exclamaciones de pánico mientras se apartaban a toda prisa, algunos resbalando torpemente en el hielo. La velocidad que Bubba había acumulado, impulsado por el empujón de Kickin y su propio peso, lo hacía avanzar como una auténtica avalancha imparable.

—¡Cuidado! —gritó un ciervo mientras saltaba fuera del camino de Bubba, arrastrando a su compañero castor consigo por el hielo—

¡Lo siento! —Respondió Bubba—

Otros patinadores se apresuraron a apartarse del trayecto del elefante desbocado, algunos cayendo al suelo en su apuro. La conmoción atrajo aún más espectadores, quienes miraban con asombro y preocupación cómo Bubba avanzaba sin control.

—¡Esto es un desastre! —murmuró Craftycorn mientras corría al límite del lago, buscando desesperadamente algo que pudiera amortiguar el impacto. Sus cascos resbalaban ligeramente en la nieve, pero no se detuvo.

Kickin, por su parte, había dejado de reír completamente. El pollo corría a toda velocidad por la pista, moviendo las alas y gritando instrucciones que apenas tenían sentido.

—¡Usa tu trompa como un freno! ¡O... o inclínate hacia atrás! ¡No, espera, eso te haría ir más rápido! —gritó, más confundido que útil.

Bubba, con la confusión y el miedo reflejados en su rostro, apenas pudo registrar las palabras de Kickin. Todo lo que sentía era el frío del hielo bajo sus patas y el vértigo de la velocidad creciente.

Craftycorn finalmente se detuvo al borde del lago, observando con impotencia cómo Bubba se acercaba peligrosamente a la orilla. Kickin, también frenando su carrera.

—¡Bubba, frena! —gritó, aunque sabía que era inútil.

El elefante, incapaz de detenerse, cerró los ojos en un gesto de resignación. Su enorme cuerpo salió del hielo y, para su mala suerte, no tuvo un aterrizaje suave. El impulso lo llevó directamente contra un árbol robusto que crecía junto a la orilla.

El impacto resonó en todo el lago, un fuerte "¡thud!" seguido de un crujido de ramas que hizo que los espectadores soltaran exclamaciones de asombro, dolor y preocupación. Las aves que reposaban en el árbol salieron volando en todas direcciones, asustadas por el ruido repentino.

Bubba quedó sentado torpemente en el suelo, con su trompa enrollada frente a él y una expresión de absoluto aturdimiento. Durante un segundo, nadie se movió. El silencio solo era roto por el leve crujir del hielo y el murmullo del viento.

—¡Bubba! —gritaron Craftycorn y Kickin al unísono, corriendo hacia él.

El elefante parpadeó lentamente, como si intentara procesar lo ocurrido. Luego, con un gemido quejumbroso, levantó una pata para frotarse la cabeza.

—Creo... que el árbol está peor que yo —murmuró, mirando el tronco ligeramente inclinado con algunas ramas rotas.

Kickin, al llegar a su lado, soltó una risa nerviosa, aunque su rostro todavía mostraba preocupación.

—¡Ese fue un aterrizaje... impactante! —bromeó, tratando de aliviar la tensión.

Craftycorn, que había llegado justo detrás, le lanzó una mirada de reproche antes de centrar su atención en Bubba.

—¿Estás bien? ¿Te duele algo? —preguntó con voz suave, inspeccionándolo cuidadosamente.

Bubba se llevó una pata a la cabeza, aún algo aturdido.

—U-Un poco la cabeza... —admitió con voz débil, mirando a Craftycorn con una sonrisa tímida.

La unicornio suspiró, aliviada de que no fuera algo más grave.

—Tienes suerte de que solo haya sido un árbol —comentó, dándole un golpecito suave en el hombro.

Kickin, ya más tranquilo pero consciente de su error, cruzó sus alas con una sonrisa apenada.

—Bueno, al menos aprendimos algo... ¡los elefantes no son buenos patinadores veloces!

Bubba y Craftycorn voltearon hacia él con expresiones que mezclaban reproche y cansancio. El pollo se encogió de hombros, sonriendo aún más avergonzado.

—Bien, ya entendí...

Craftycorn suspiró nuevamente, esta vez más exasperada, y extendió una pata para ayudar a Bubba a levantarse.

—Creo que es suficiente patinaje por hoy —dijo, dejando claro que no planeaba discutir al respecto.

—Estoy de acuerdo... —apoyó Bubba, aceptando la ayuda con un leve quejido mientras se ponía de pie.

—Sí, creo que son suficientes lecciones por hoy —intervino Kickin, todavía tratando de suavizar el ambiente— Tal vez otro día se pueda retomar, ¿no?

Bubba lo miró con una sonrisa cansada pero indulgente.

—Mientras no haya empujones... tal vez...

Craftycorn sacudió la cabeza con una leve sonrisa mientras sostenía a Bubba para asegurarse de que estuviera estable.

—Por ahora... —comentó con firmeza— Te ayudaré a ir a casa, Bubba. Además, quisiera hablar contigo, si es que no tienes inconveniente.

El elefante asintió sin dudar.

—Para nada... —Volteando a ver a Kickin— Cuida mi botiquín de primeros auxilios y no hagas tonterías con él

Kickin los observó mientras se alejaban hacia la salida del lago, rascándose la nuca con una mezcla de alivio y arrepentimiento.

—Bueno... creo que aprendí mi lección también —murmuró para sí mismo antes de volver al hielo, prometiéndose ser más cuidadoso la próxima vez.

.

.

.

El trayecto desde el lago hasta la plaza transcurrió en un incómodo silencio. Craftycorn, caminando al lado de Bubba, ocasionalmente lo observaba de reojo, tratando de decidir el mejor momento para abordar el tema que rondaba su mente. La nieve crujía bajo sus cascos y las enormes patas del elefante, mientras el viento helado llenaba el aire con un susurro constante. Finalmente, mientras se adentraban en una de las calles que conectaban con el centro de la plaza, Bubba rompió el silencio.

—Adelante, Crafty... —dijo con un suspiro profundo, su voz calmada pero cargada de resignación— Sé que quieres preguntar.

La unicornio se detuvo un segundo, sorprendida por lo directo del comentario, pero rápidamente relajó su expresión al notar que Bubba no parecía molesto.

—E-Esperaba no parecer tan obvia... —murmuró, su tono mostrando una mezcla de timidez y culpabilidad— No quería incomodarte ni hacerte enojar...

Bubba negó con la cabeza mientras seguía avanzando, sus hombros relajados, pero con un aire de cansancio.

—Tranquila, Crafty. Suponía que en algún momento alguien intentaría hablar conmigo... y acerté. Primero Kickin, y ahora tú.

Craftycorn asintió ligeramente, sin sorprenderse. Bubba siempre había sido perceptivo; era lógico que hubiera notado las intenciones de sus amigos de entablar una conversación más seria con él.

—No quiero sonar demasiado directa, pero... no creo que haya un modo sutil de tocar el tema —dijo, tragando saliva antes de continuar— ¿Qué pasó entre Dogday y tú? No es común verte molesto con él.

Bubba permaneció en silencio, su mirada fija en el suelo. Por un momento, Craftycorn pensó que quizá había cruzado una línea, pero antes de que pudiera disculparse, el elefante respondió.

—Dogday habló contigo también, ¿verdad? —preguntó, girando ligeramente la cabeza para mirarla con curiosidad.

—Si te refieres a que Dogday me devolvió los recuerdos de Playtime Co. en general... sí, eso hizo.

Bubba frunció ligeramente el ceño, su expresión mezclando sorpresa y confusión.

—¿Y eso... no te molesta?

Craftycorn lo miró fijamente, intentando descifrar las emociones detrás de su pregunta.

—Al principio... fue abrumador —admitió, su voz reducida casi a un susurro— Recordar todo... lo que éramos, lo que vivimos... me costó asimilarlo. Pero no siento que Dogday lo hiciera con malas intenciones. Creo que quería que entendiéramos lo que realmente pasó.

Bubba soltó un bufido bajo, claramente poco convencido.

—Tal vez tú lo veas así, pero para mí fue como... como si me arrojara a un abismo sin siquiera avisarme. No me dio opción... —Comento el elefante con la mirada afligida—

Craftycorn inclinó ligeramente la cabeza, sus ojos reflejando empatía.

—¿Eso es lo que te molesta? ¿Que no tuvieras elección?

El elefante asintió lentamente.

—Entre otras cosas... No me molesta tener los recuerdos de la guardería, si fuera solo por eso, simplemente habría estado en shock. Pero... resulta ser que antes de morir a manos de Catnap, ese mismo día descubrí algo que no debería haber visto...

Craftycorn sintió un escalofrío recorrer su cuerpo. Aunque las palabras de Bubba eran medidas, el peso detrás de ellas era innegable.

—¿Puedo preguntar qué fue...? —preguntó con voz cautelosa, temiendo la respuesta.

Bubba asintió, aunque parecía reacio a continuar.

—Era un registro... —empezó a explicar con voz grave— de cuando comenzaron con la iniciativa de cuerpos más grandes. Encontré un documento donde decía que Dogday había informado que un niño estaba merodeando por el edificio de consejeros. A partir de ahí, lo monitorearon... y al final fue seleccionado para experimentación.

La revelación hizo que Craftycorn se detuviera en seco, sus ojos reflejando una mezcla de sorpresa y preocupación. Conocía los oscuros secretos de Playtime Co., pero escuchar esa conexión directa era algo que no esperaba.

—Eso suena... terrible. Pero... ¿estás seguro de que ese niño eras tú? —preguntó con cautela, recordando que ninguno de ellos tenía recuerdos claros de su vida antes de los laboratorios mientras retomaba su camino— Ninguno de nosotros recuerda nada antes de ser quienes somos ahora... ni siquiera nuestro antiguo nombre.

Bubba bajó la mirada, su expresión cargada de duda y melancolía.

—El registro me dio a entender eso... —murmuró, su voz apenas audible, como si temiera que al decirlo en voz alta se volviera más real— Hablaba de un niño llamado Jeremy. Y aunque no puedo probarlo... algo dentro de mí... me dice que era yo.

Craftycorn lo miró fijamente, su corazón apretándose ante la tristeza evidente en las palabras de Bubba.

—Bubba... —empezó, titubeando mientras elegía sus palabras con cuidado— Aunque trate de hacerlo, sé que seguramente no pueda entender cómo te sientes, pero... ¿no crees que es injusto que estés tan molesto con Dogday? Q-Quiero decir... entiendo que lo estés. Él alertó a los científicos, pero... tarde o temprano se hubieran dado cuenta. Ellos siempre estaban vigilando, mantenían todo monitoreado con cámaras. Incluso antes de que Catnap fuera el guardia nocturno, muchos otros niños intentaron escapar y... no lo lograron precisamente por eso.

Bubba alzó la vista lentamente, su mirada ahora entremezclando confusión y enojo. Las palabras de Craftycorn no eran fáciles de digerir, pero también llevaban un toque de verdad. Permaneció en silencio, rumiando sus pensamientos, mientras el eco distante de las criaturas sonrientes pasando por la plaza parecía envolverlos.

Tras unos cuantos segundos, Bubba parecía considerar lo dicho por Crafty puesto que su expresión.

—Tal vez tengas razón... —admitió finalmente, su voz apenas un susurro— Pero eso no hace que sea más fácil cambiar el cómo veo a Dogday ahora...

Mientras conversaban, sin darse cuenta llegaron a la casa de Bubba. La imponente puerta de madera, con sus pequeños detalles tallados, parecía un refugio seguro del mundo exterior. Craftycorn, al darse cuenta de que habían llegado, tomó la iniciativa de ayudar al elefante a abrirla. Aunque el elefante agradeció en silencio, Crafty permaneció en la entrada, sin cruzar el umbral.

—No voy a obligarte a perdonar a Dogday... —comentó la unicornio, su voz suave pero firme mientras observaba cómo Bubba entraba lentamente a su hogar— Solo... quisiera que hables con él.

Bubba se detuvo en medio de la sala, volviendo la vista hacia Craftycorn.

Ya lo intenté... y ni siquiera supo que decirme cuando empecé con la confrontación

—No me estas entendiendo Bubba... —Comento la unicornio—

Bubba se mostró intrigado ante sus palabras, sus ojos mostraban cansancio, pero también un atisbo de interés.

—Deja que te explique con cuidado lo que sucedió ese día y lo que pasó por su mente —continuó Craftycorn, su tono cargado de una mezcla de esperanza y compasión— Deja que Dogday te demuestre que se equivocó y que puede ganarse tu confianza nuevamente. Solo deja que Dogday hable. Y si, después de hablar, sigues pensando que todo es su culpa... entonces no volveremos a tocar el tema.

Bubba permaneció inmóvil, apoyado en el marco de la puerta interior, como si las palabras de Craftycorn lucharan por abrirse camino en su mente. Hablar con ella había aliviado parte de la carga en su pecho, aunque no toda. Tal vez, pensó, hablar con Dogday de forma más tranquila, dejando de lado su enojo inicial, podría ser útil. Por ahora, sin embargo, necesitaba descansar. Ordenar sus pensamientos era prioritario.

—Lo pensaré... —respondió finalmente, su voz grave, pero sin rastro de la tensión que había mostrado antes.

Cuando Bubba comenzó a cerrar la puerta, Craftycorn alzó una pata para detenerlo, su expresión ahora mostrando cierta timidez.

—U-Una última cosa Bubba... —lo llamó, con un leve temblor en su voz— Sé que en la guardería no fuimos realmente tan cercanos, pero... si necesitas a alguien para hablar, siempre estoy disponible.

El elefante la miró en silencio por un momento, dejando que la sinceridad en sus palabras lo alcanzara. Luego, una pequeña sonrisa cruzó su rostro, cálida y honesta.

—Lo tomaré en cuenta, Crafty... —respondió con amabilidad, asintiendo levemente— Nos vemos.

—Hasta luego, Bubba... —contestó la unicornio, devolviéndole la sonrisa mientras retrocedía un par de pasos.

La puerta se cerró suavemente, dejando a Craftycorn de pie en el porche, contemplando el hogar de su amigo por unos segundos antes de darse la vuelta. Mientras caminaba de regreso, su mente seguía llena de pensamientos, pero una ligera sensación de alivio la acompañaba. Quizá, solo quizá, había plantado una semilla de reconciliación en el corazón de Bubba.

Aunque Craftycorn había logrado hablar con Bubba, una inquietud persistente revoloteaba en su mente. Mientras caminaba de regreso por los tranquilos caminos de SmileVille, una sensación de intranquilidad se apoderaba de ella, casi como si una sombra invisible la siguiera. Instintivamente, su mirada se alzó hacia el cielo.

El día había avanzado sin que se diera cuenta, y el atardecer comenzaba a ceder ante la inminente llegada de la noche. Los tonos cálidos del sol poniente habían sido reemplazados por un matiz oscuro que cubría el firmamento. Sin embargo, no era el paso del tiempo lo que inquietaba a Craftycorn, sino algo más profundo, algo que llevaba sintiendo desde que salió de la casa de Bubba.

—No debí decirle a Catnap que fuera con Dogday... —murmuró en voz baja, casi como si temiera que alguien más pudiera oírla.

Sus palabras se perdieron en el suave susurro del viento nocturno, pero el peso de su preocupación seguía presente. Craftycorn confiaba en Dogday. Sabía que él era sensato, paciente y, sobre todo, alguien con un corazón noble. Pero Catnap... ese gato era una historia completamente diferente. Algo en él siempre le había parecido inquietante desde el primer momento que lo vio, y aunque trato de darle el beneficio de la duda, eso al final no resulto...

Tal vez sea mejor ir con ellos...

Y tras esas últimas palabras, Crafty comenzó a apresurar su paso hacia la casa del can, en espero de poder encontrarse con él, deseando que Catnap no intentará hacer algo en su contra.

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