Capítulo #40

| Pensar |

Los recuerdos de su última visita al mundo real regresaron a Dogday como olas implacables, cada uno más intenso y devastador que el anterior. Recordaba vívidamente la desesperación que sintió al ver a Cat-Bee caer, el grito ahogado en su garganta, la impotencia de sus manos vacías y la punzada punzante de culpa que, desde entonces, no le había dado descanso. La voz de Luke era sólo un murmullo en la niebla de su mente, pero al fin sus palabras penetraron.

—No... —murmuró Dogday, y luego, con creciente firmeza— No, no, no... —Negaba con rapidez, como si esas palabras pudieran alejar lo que sucedió en su última misión— No pienso ir ahí otra vez —Su mirada, seria y cansada, se fijó en el gato con intensidad— La última vez... alguien murió... y fue culpa mía.

Luke lo observó en silencio por un momento antes de responder con calma.

—Lo de Cat-Bee no fue culpa tuya —dijo el gato, su voz tranquila y baja— Y además, todavía no termino...

Dogday abrió la boca para refutar, listo para un nuevo "no," pero las palabras se le quedaron atrapadas en la garganta. Una parte de él no quería oír lo que Luke tenía para decirle, pero comprendía que el felino no le daría opciones. Optó por callarse y esperó a que Luke continuara.

—Ayudar al trabajador es vital para todos los que se oponen al prototipo... y no podemos dejarlo solo si queremos detenerlo —explicó Luke mientras una pantalla se materializaba frente a Dogday, destellando en el aire frío—

La pantalla parpadeaba, mostrando imágenes borrosas de un lugar oscuro y apenas iluminado. Dogday se inclinó, tratando de discernir detalles en el video. Parecía una oficina sumida en penumbras, y una cámara de seguridad trataba de enfocar una tarjeta de acceso en el suelo. Era la única imagen visible, pero las interferencias y las sombras hacían que todo pareciera vagamente amenazante.

—Tal y como te dije antes, —comenzó Luke, fijando sus ojos en Dogday— hay experimentos... territoriales en las profundidades, todos cazando constantemente a ese "ángel," como tú lo llamas. —Hizo una pausa, mirando la pantalla con una expresión tensa—. Son demasiados, y él necesita ayuda para sobrevivir.

Dogday frunció el ceño, cada vez más desconcertado.

—¿Y cómo se supone que yo pueda ayudar? La última vez apenas podía cargar el GrabPack, y ni hablemos del tamaño que tenía

Luke lo miró con una sonrisa sombría.

—Tendrás que abrirte paso hasta llegar a esa sala, tomar la tarjeta y, bueno... lidiar con al menos ocho experimentos, guiándolos a sus celdas de contención.

Dogday lo miró con incredulidad.

—...Tiene que ser una broma.

Luke negó con la cabeza, sus ojos serios. Luego, una sonrisa ligera cruzó su rostro.

—Pero no estarás solo en esta misión —dijo con un tono enigmático.

Dogday parpadeó, su confusión creciendo.

—¿Qué quieres decir?

Luke inclinó la cabeza, sus ojos brillando con una mezcla de precaución y decisión.

—Catnap irá contigo.

Dogday se levantó de golpe, su expresión de sorpresa cambiando rápidamente a rechazo.

—¡¿Qué?! ¡Eso sí que no! —exclamó, tratando de contener su frustración— Apenas y logramos... entendernos mejor luego de que él recuperase sus recuerdos. Estamos en buenos términos ahora, pero ¿me pides que lo lleve al lugar que el prototipo y sus seguidores usan como patio de juegos? ¡Y encima, ese gato era muy fiel al prototipo...! No quiero dudar de él, pero...

—Sé que es arriesgado que Catnap vaya —lo interrumpió Luke, su tono más sereno— pero es tu mejor oportunidad, su humo rojo podría ser de utilidad contra los experimentos, además, si algo sale mal puedo intentar forzar la señal y regresarlos a ambos a la fuerza

Dogday sintió cómo una chispa de esperanza y escepticismo se encendía en él.

—¿Puedes... hacer eso?

Luke asintió lentamente, sus ojos oscureciéndose.

—Es riesgoso. Incluso puede ser doloroso... nunca lo he intentado antes —admitió— pero no tienes que preocuparte; eso será solo un último recurso. Además, intentaré mantenerlos vigilados con las pocas cámaras a las que tengo acceso... aunque será complicado teniendo en cuenta la desincronización con el tiempo de afuera

El silencio cayó entre ellos nuevamente, cargado de dudas y del eco de promesas inciertas. Dogday tomó una respiración profunda, intentando aplacar la tormenta de emociones que revoloteaban en su mente. Miró a Luke, quien le devolvía la mirada con una calma casi apremiante.

—Luke... si algo sale mal... —murmuró, con un leve temblor en la voz.

—Confía en que, mientras esté vigilándolos todo saldrá bien —Las palabras de Luke tenían un peso implacable, como si fueran tanto una promesa como una advertencia— De cualquier forma, te daré tiempo para hablar con Catnap, tienes hasta que termine el festival de invierno que están organizando para decirle a Catnap

Dogday asintió en silencio, su mente un torbellino de pensamientos. Tenía una semana para prepararse, para encontrar las palabras que necesitaría decirle a Catnap, y para hacerse a la idea de que volvería al lugar que tanto temía... una vez más.

.

.

.

Mmmmhhh~ Mmmmhhhh~

El suave tarareo de una melodía resonaba en las tranquilas calles de SmileVille, como si anunciara un pequeño rayo de sol en un día nublado. La melodía, alegre y pausada, parecía reflejar los pensamientos de quien la entonaba. Bobby Bearhug caminaba sin prisa, con una ligera sonrisa, pero en sus ojos se notaba una sombra de inquietud.

Tenía un destino claro: la biblioteca. Había mencionado a algunos amigos que planeaba revisar el estado de las flores que había encargado a Bubba Bubbaphant. Sin embargo, esa excusa apenas disfrazaba su verdadero motivo. En el fondo, Bobby solo quería ver al elefante, asegurarse de que estuviera bien. Habían pasado ya dos días sin noticias de él, y la ausencia de Bubba no pasaba desapercibida, menos aún para alguien tan observadora y afectuosa como Bobby.

Mientras avanzaba por el camino hacia la biblioteca, Bobby trataba de convencerse de que probablemente no era nada grave, tal vez Bubba estaba resfriado, o simplemente había tenido algunos asuntos que atender de más importancia que la reunión de Dogday. Pero una pequeña parte de ella no podía dejar de preocuparse.

Al llegar a la puerta de la biblioteca, Bobby se detuvo un momento. El aire olía a papel viejo y a flores, las mismas que Bubba solía cuidar con tanto esmero. Algo en ese aroma lo reconfortó, recordándole la cálida sonrisa de su amigo y sus palabras serenas. Con un suave suspiro, formo una sonrisa ligera y llamo a la puerta en espera de una respuesta, la biblioteca estaba cerrada por el invierno así que no quería ser grosera, lo mejor era esperar.

Afortunadamente, Bobby no tuvo que esperar demasiado; la puerta de la biblioteca se abrió lentamente, y allí, al fin, apareció Bubba.

¡Buenos días! ¡Bubba! —Saludo la osita con entusiasmo— ¿Cómo te encuentras el día... de... hoy...?

Al principio, Bobby no notó nada extraño en su amigo, pero en cuanto puso atención en su semblante, un leve escalofrío recorrió su cuerpo. Bubba parecía agotado, con los hombros caídos y una expresión apagada que no solía llevar. Algo en su mirada revelaba una sombra de malhumor, o quizás, una tristeza profunda que intentaba ocultar. Bobby sintió un nudo en el estómago.

Bubba... —Murmuro la osita con preocupación—

Hola Bobby... —Saludo el elefante sin demasiado ánimos— ¿Puedo ayudarte con algo...? Justo estaba por ir a casa para descansar...

Bubba ni siquiera intentó disimular su estado. Quizás sabía que Bobby, de todos, era quien menos podía engañar. La osita, notando la franqueza y el cansancio en la voz de su amigo, se acercó con cautela, tratando de encontrar la mejor forma de ofrecer apoyo sin invadir.

Yo... ehm... quería venir a verte —Explico la osita con algo de preocupación hacia su amigo— No fuiste a la reunión que Dogday organizo para los detalles del festival de invierno... y tampoco supe de ti el día de ayer

Apenas mencionó el nombre de Dogday, una mueca casi imperceptible cruzó el rostro de Bubba, como un destello de incomodidad que Bobby no pasó por alto. Era como si el recuerdo de aquella reunión y, en especial, el de Dogday, le trajera algún malestar o un conflicto interno que estaba tratando de ocultar.

Bobby frunció el ceño y, sin querer forzar una respuesta, se limitó a observar a su amigo con paciencia.

—Bubba, si algo te está molestando... estoy aquí. Puedes contarme lo que sea —dijo Bobby con suavidad, dando un paso adelante y apoyando una mano en el brazo de Bubba para posteriormente dedicarle una sonrisa sincera— Sabes que siempre puedes confiar en mí

Bubba suspiró, y por un momento, sus hombros parecieron ceder al peso que llevaba. Miró a Bobby, sus ojos reflejando un destello de duda, como si quisiera decirle algo, pero no encontrara las palabras. Finalmente, se limitó a sacudir la cabeza.

—Gracias, Bobby... eres una buena amiga, pero... esto es algo complicado —respondió en un tono casi susurrante, apartando la mano de Bobby con suavidad para no parecer malagradecido— Solo estoy un poco cansado, pero aprecio tu preocupación

Intentaba calmarla, aliviar la inquietud en sus ojos; sin embargo, sus palabras lograron el efecto opuesto. La sonrisa de Bobby se desvaneció lentamente, reemplazada por una expresión de profunda preocupación. Apretó los labios y lo observó, tratando de entender, de leer algo más allá de las palabras de su amigo. Finalmente, su expresión cambió: sus cejas se fruncieron y sus ojos brillaron con una mezcla de firmeza y una pizca de frustración.

—Bubba Bubbaphant, sé que algo te sucede. Y no voy a dejarte en paz hasta que me digas qué es lo que te pasa —dijo Bobby con voz firme, llamándolo por su nombre completo—

Bubba parpadeó, sorprendido ante la repentina determinación en la mirada de Bobby. Sabía que ella era persistente, pero jamás la había visto tan decidida. Ese gesto serio y un tanto molesto era inusual en la dulce osita, lo cual solo le dejaba claro que ella realmente se preocupaba por él, más de lo que le gustaría en ese momento.

—Pero yo...

—Nada de peros —lo interrumpió Bobby con un tono firme, aunque suavizó su expresión— ¿Qué te preocupa...?

El elefante se quedó en silencio, su mirada perdida en un punto indefinido, como si buscara respuestas en el vacío. Sabía que podía confiar en Bobby, pero había secretos que aún no estaba listo para compartir, heridas que aún palpitaban en lo profundo. Desde lejos, podía ver en la calidez de sus ojos que Bobby no tenía ni el más mínimo recuerdo de lo que ocurrió en la guardería, y revelarle eso podría alterar la paz que ella mantenía sin saberlo. La osita no merecía cargar con un pasado tan oscuro; si él podía evitarlo, lo haría.

Aun así, debía darle algo, algo que la calmara sin revelarle la verdad. Bubba era listo, y la excusa no tardó en surgir. Con un suspiro, bajó la mirada y confesó con tono grave:

—Dogday y yo... discutimos.

Bobby lo miró, sus ojos ahora llenos de sorpresa y cierta confusión. Dogday y Bubba rara vez tenían problemas entre ellos; su amistad había sido siempre una de armonía, de respeto mutuo. Incluso ella llego a pensar que tal vez Bubba podría ser líder del grupo en caso de que Dogday quisiera pasarle el cargo a alguien más debido a la confianza que se tenían.

—¿Discutieron? ¿Sobre qué? —preguntó con un tono más suave, aunque la firmeza en su voz mostraba que no pensaba dejar el tema fácilmente.

Bubba vaciló un instante, buscando las palabras. No quería mentirle exactamente, pero necesitaba mantener a Bobby lejos de la verdad. La miró a los ojos, sabiendo que debía elegir bien sus palabras.

Yo... no puedo decirte... lo siento...

La confesión de Bubba cayó como una piedra en el corazón de Bobby, incrementando su confusión y su preocupación. Él evitaba su mirada, sus hombros encorvados bajo el peso de algo que parecía demasiado grande para compartir. La osita no recordaba haberlo visto así antes; Bubba siempre era el pilar sereno, el amigo que tenía una solución o una palabra de aliento para todos. Y ahora, verlo tan retraído, tan vulnerable, la inquietaba profundamente.

—¿No puedes decirme? —repitió, susurrando como si el simple hecho de formular la pregunta le diera a la situación una gravedad aún mayor— Pero, Bubba... somos amigos. Si necesitas ayuda, o alguien con quien hablar... estoy aquí. Siempre he intentado ayudar en lo que puedo, si me cuentas estoy segura de que puedo ayud...-

—Bobby... te agradezco de verdad. No tienes idea de lo mucho que aprecio tu apoyo —dijo, esforzándose por mostrar una pequeña sonrisa mientras la interrumpía— Pero... hay cosas que... simplemente no puedo compartir, al menos no todavía. Es... complicado... y no me corresponde a mi decírtelo... lo siento, pero no quiero lastimarte...

Tras esas palabras el elefante simplemente salió de la biblioteca, cerró la puerta y empezó a caminar en dirección a su casa, manteniendo un andar firme y rápido para alejarse de Bobby... no quería verla a los ojos tras esas palabras y tampoco quería continuar con la conversación, sabía que estaba siendo grosero con ella al ni siquiera despedirse, pero conocía bien a Bobby, si seguía hablando con ella seguramente no se daría por vencida hasta saber lo que lo atormentaba.

Bobby se quedó inmóvil en el umbral de la puerta, observando cómo la figura de Bubba se alejaba rápidamente, su silueta difuminándose en la distancia. Un vacío comenzó a llenarla, como si el aire a su alrededor se volviera más denso y le costara respirar. Cada paso que él daba resonaba en su mente, y aunque no lo veía, podía imaginar el peso que él cargaba, lo que lo hacía acelerar el paso y alejarse de ella tan bruscamente.

Las palabras de Bubba seguían vibrando en su mente: "no quiero lastimarte". Aquel pensamiento, lejos de tranquilizarla, sólo hacía que su preocupación creciera. ¿Qué podía ser tan grave, tan oscuro, que Bubba, sintiera que debía cargar con ello solo para protegerla?

La osita apretó los labios, intentando ahogar el impulso de ir tras él, de exigirle una respuesta, de hacerle entender que ella estaba dispuesta a escuchar, que no tenía que enfrentarse a nada en soledad. Sin embargo, algo en la mirada de Bubba, ese destello de dolor y determinación, la hizo detenerse. En ese instante comprendió que empujarlo podría hacer más daño que bien; quizás él no estaba preparado para dejarla entrar en aquello que lo atormentaba.

Bobby suspiró profundamente, y al cerrar los ojos, intentó calmar la inquietud que la embargaba. Sabía que Bubba era fuerte, pero también sabía que esa fortaleza podía volverse en su contra, aislándolo de quienes lo querían. Entonces, una idea cruzó por su mente. Tal vez, si no podía ayudarlo directamente, podría hablar con Dogday, Bubba había mencionado que discutió con él así que tal vez no era mala idea preguntarle.

Sin embargo, antes tenía que visitar a alguien más.

Un problema a la vez...

.

.

.

Mientras tanto, en la acogedora casa de Hoppy, la coneja terminaba de organizar una serie de herramientas deportivas, alineando con cuidado las cuerdas, los conos y algunos balones, mientras buscaba dos postes junto con las banderas que necesitaría para su actividad en el festival. Movía las cosas con precisión, pero sus pensamientos estaban en otra parte, anclados en esa pequeña conversación pendiente que tenía con Kickin.

Desde su breve discusión en la cafetería y aquel momento incómodo en la reunión de Dogday, las cosas entre ellos se habían vuelto, como mínimo, tensas. No habían intercambiado palabra alguna desde entonces, y Hoppy había notado que el pollo parecía estar evitándola deliberadamente. Después de la reunión, intentó acercarse para aclarar las cosas, pero él siempre encontraba alguna excusa o, en el último segundo, lograba escabullirse, dejando a Hoppy frustrada y algo confundida.

Durante la visita a la casa de Catnap para ayudar con las decoraciones, Hoppy esperaba que la atmósfera relajada le diera la oportunidad de hablar con él. Sin embargo, Kickin parecía ensimismado, concentrado únicamente en colgar los adornos, sin siquiera devolverle una mirada o un gesto amistoso. Ella intentó cruzarse en su camino varias veces, incluso inventó preguntas sobre la decoración para atraer su atención, pero cada intento terminaba en nada, en un frío silencio que crecía entre ellos.

Hoppy suspiró mientras sus orejas caían levemente al recordar la tensión. La incomodidad que sentía era algo que no había experimentado antes con Kickin. Normalmente él era bromista, un poco descarado, pero siempre divertido y amigable. Ahora, sin embargo, había una distancia que no le gustaba nada.

Las horas pasaron rápidamente, y Hoppy finalmente terminó de organizar su armario de herramientas deportivas. Encontró los postes y las banderas que necesitaba y los dejó ordenadamente a un lado, satisfecha. Luego, guardó la red de voleibol en un cajón y dio un último vistazo a la habitación para asegurarse de que todo estuviera en su sitio. La limpieza y el orden eran algo a lo que no estaba realmente acostumbrada, pero hoy, extrañamente, se sentía vacía y pensó que tal vez organizar todo podría distraerla de ese sentimiento tan raro... como si algo esencial faltara.

Suspiró al sentarse en el sofá de su sala, dejándose caer con un leve suspiro de cansancio. Sus orejas caían ligeramente hacia atrás, y cerró los ojos un momento, intentando relajarse. Desde hacía tiempo no se sentía tan agotada, y ni siquiera sabía por qué. Había sido una semana de preparativos, sí, pero ese día en particular se sentía mucho más cansada...

—Qué aburrimiento... —murmuró al aire mientras hundía la cabeza en el respaldo del sofá— Normalmente Kickin viene desde temprano...

Pensó en él, en el pollo con el que solía pelear y reírse, siempre juntos en algún proyecto o reto absurdo. Pero estos días habían sido extrañamente silenciosos. Desde aquel malentendido en la cafetería y el desplante durante la reunión, apenas lo había visto. En cualquier otra ocasión, después de alguna pequeña discusión, al día siguiente ya se habrían reconciliado sin más. Sin embargo, ahora parecía distinto, como si Kickin hubiera decidido deliberadamente mantenerse alejado. El vacío que dejaba su ausencia la hacía sentir aún más sola.

Un sonido repentino interrumpió sus pensamientos, y el corazón de Hoppy dio un vuelco. El llamado en la puerta fue tan inesperado que la hizo brincar. Se incorporó rápidamente, y una sonrisa emocionada asomó en su rostro. Saltó del sofá con agilidad, corriendo hacia la puerta con renovado entusiasmo. Quizás, después de todo, Kickin había decidido aparecer.

—¡Gracias al rayo, te estaba...! —exclamó al abrir la puerta con una sonrisa que se desvaneció lentamente al ver quién estaba allí— ...esperando...

Frente a ella, Bobby Bearhug la miraba con una mezcla de confusión y preocupación. La expresión de Hoppy cambió a una de leve decepción, aunque trató de recuperarse rápidamente para no hacer sentir mal a su amiga.

—Oh... hola, Bobby... —saludó, esforzándose por sonreír—

—Hola, Hoppy —respondió la osita, mirando a su alrededor como si esperara ver a alguien más— ¿Esperabas a alguien...? —preguntó, claramente desconcertada.

Hoppy soltó un suspiro, tratando de calmar la sensación de vacío que se instalaba en su pecho. Había puesto tantas esperanzas en ver a Kickin que la visita de Bobby, aunque bienvenida, la había tomado por sorpresa.

—No... no, jeje, no es nada —negó con la cabeza, intentando reír para disimular su decepción— Solo... pensé que eras otra persona. ¿A qué debo tu visita?

Bobby, no era tonta, reconocía bien que Hoppy estaba esperando otro tipo de visita, seguramente de Kickin, ella conocía bien a la coneja deportiva y se podía notar su desanimo al no ver al pollo.

—Bueno, en realidad vine a ver cómo estabas —dijo Bobby con una pequeña sonrisa— Esperaba verte llena de energía como siempre, pero parece que estas decaída... ¿Quieres contarme qué sucede? —Pregunto con curiosidad—

La pregunta de Bobby le hizo sonreír ligeramente. La coneja apreciaba ese rasgo en su amiga; Bobby siempre era cuidadosa, preguntando con dulzura antes de profundizar en temas personales, respetando los límites sin forzarlos. Si había alguien en quien podía confiar para hablar de temas complicados —incluso de esos sentimientos enredados que la mantenían despierta en las noches— era Bobby.

—Creo que es mejor que entremos para eso... ven, pasa.

Hoppy hizo un gesto para invitarla a entrar y cerró la puerta con un suave clic una vez que ambas estaban dentro. La sala estaba cálida y acogedora, con los cojines bien ordenados en el sofá y una suave luz entrando por la ventana. Ambas se sentaron, y Hoppy tomó un momento para ordenar sus pensamientos antes de hablar.

—La verdad... es que me siento un poco confundida, Bobby —comenzó, mientras jugueteaba con sus orejas— Kickin y yo... bueno, tuvimos una pequeña discusión el otro día. Nada importante, pensé que en un rato todo volvería a ser como siempre. Pero esta vez es diferente. Desde entonces apenas me ha mirado y... —Hoppy bajó la voz, sin querer admitir lo mucho que le dolía— parece que me está evitando.

Bobby escuchaba en silencio, asintiendo de vez en cuando. Su expresión permanecía tranquila y receptiva, dándole a Hoppy el espacio para continuar.

—Intenté acercarme varias veces —prosiguió Hoppy— pero siempre encuentra alguna excusa o se va antes de que pueda decirle algo. Incluso cuando fuimos a decorar la casa de Catnap, él apenas me dirigió la palabra. Y no es como si... —La coneja suspiró, sus orejas caían hacia atrás en señal de frustración— No es como si fuera algo grave. No sé, tal vez hice algo que lo molestó, pero no creí que reaccionaría así...

—Kickin puede ser un poco terco a veces, pero... ¿sabes? También es un poco más sensible de lo que deja ver —comentó la osita— Quizás esa discusión le hizo pensar más de lo que tú crees. A lo mejor solo necesita tiempo

—Pero, ¿por qué no podemos simplemente hablar? —replicó Hoppy, sintiéndose más frustrada con cada palabra— Lo que más me duele y molesta es que se aleje sin darme la oportunidad de aclarar las cosas. Normalmente, discutimos y al día siguiente todo vuelve a la normalidad. No entiendo por qué esta vez es diferente... Ya no sé qué hacer —murmuró con derrota mientras cubría su rostro con sus rodillas, intentando ocultar cuánto le afectaba realmente—

Bobby observaba la postura de Hoppy, y comprendía que la situación la tenía profundamente frustrada. Tal vez, hablar de la discusión entre ella y Kickin podría ayudarla a entender qué le molestaba tanto al pollo. Bobby recordaba perfectamente aquel instante en la reunión de Dogday, cuando Hoppy había intentado tranquilizar a Kickin y él, avergonzado, apenas había reaccionado, dejando a Hoppy algo desconcertada y triste. Bobby no podía evitar sonreír ligeramente al recordar la expresión de Kickin, claramente ruborizado. Quizá la situación era menos complicada de lo que Hoppy imaginaba. Bobby intuía que Kickin no estaba enfadado, sino... ¿apenado? Tal vez la evitaba precisamente porque se había sentido vulnerable, y la idea de enfrentarse a Hoppy ahora lo hacía retraerse.

La posibilidad de que Kickin hubiera empezado a reconocer sus propios sentimientos hacia Hoppy cruzó por la mente de Bobby, quien dejó escapar un leve suspiro. Las cosas, con su caos y pequeñas confusiones, parecían encaminarse hacia algo más. Era solo cuestión de tiempo antes de que ambos se encontraran frente a frente con sus emociones.

—Mmmhh... ¿Qué tal si me cuentas qué sucedió exactamente entre tú y Kickin cuando discutieron? —preguntó Bobby, con curiosidad y un toque de intriga— Quizás, al hablarlo, podamos entender mejor qué es lo que lo tiene así.

Hoppy alzó la cabeza lentamente y suspiró, buscando las palabras adecuadas. Miró a Bobby, que le sonreía con ese aire cálido y paciente, y decidió sincerarse.

—Fue una tontería —comenzó Hoppy— Estábamos hablando de las actividades para el festival en la cafetería de Picky, y yo hice un comentario sobre tu actividad de las cartas anónimas... le dije que estaba pensando en escribirle una carta al chico que me interesa... luego se puso un poco raro y salió de la cafetería, después de eso simplemente comenzó a evitarme, trate de acercarme mientras decorábamos la casa de Catnap e incluso tu misma lo viste, puse mi mano sobre su hombro para apoyarlo y se alejó mientras respondió de esa forma tan grosera...

Bobby escuchaba con atención, notando el peso que Hoppy cargaba en cada palabra.

—Así que... —murmuró Bobby, conectando las piezas en su mente— mencionaste lo de las cartas y... ¿le dijiste que planeabas escribirle a alguien en especial?

Hoppy asintió lentamente, su mirada se desvió hacia el suelo. Sentía una mezcla de vergüenza y tristeza al recordar aquel momento en la cafetería.

—Sí, fue una simple broma —continuó Hoppy— solo quería ver cómo reaccionaba. Le dije que tal vez escribiría algo para el chico que me interesa, pero... —suspiró, sacudiendo un poco las orejas, como si quisiera quitarse de encima aquella incómoda sensación— No pensé que reaccionaría de esa forma, Bobby. Apenas me miró después de eso y... se fue. Desde entonces, parece que está haciendo todo lo posible por evitarme. Y luego, cuando intenté tranquilizarlo en casa de Catnap, fue como si... como si no pudiera soportar estar cerca de mí... ¡Ugh! —Expreso con molestia— ¿Por qué las cosas tienen que ser tan complicadas con ese estúpido pollo...? Solo era un comentario. ¿Por qué tenía que afectarle tanto?

Bobby no pudo evitar reír un poco por los comentarios de frustración por parte de Hoppy, nunca la había visto tan expresiva, se notaba que no sabía como llevar esos sentimientos y pensamientos que le generaba Kickin.

—Ay, Hoppy, jejeje —río Bobby con dulzura— ese "estúpido pollo" no está molesto contigo —Dijo Bobby mientras mantenía su sonrisa—

Hoppy miro confundido a Bobby tras esas palabras. ¿Cómo no podría estar molesto? Se la pasaba evitándola y alejándose de ella.

¿Cómo que no esta molesto conmigo? ¿Entonces qué tiene...? —Pregunto la coneja con confusión—

Creo que lo mejor es dejar que lo descubras por tu cuenta, pero te aseguro que Kickin no está molesto contigo así que no debes preocuparte por eso, solo confía en mi

—Pero... —Hoppy frunció el ceño, aún insatisfecha con la respuesta de Bobby—

Bobby suspiró suavemente, inclinándose un poco hacia Hoppy con una sonrisa comprensiva. Sabía que darle todas las respuestas no era el camino correcto; algunas cosas, especialmente las relacionadas con sentimientos, necesitaban ser descubiertas por uno mismo.

—Solo... dale un poco de tiempo —continuó Bobby, con un tono alentador— Y cuando estés lista, habla con él. No como una broma, ni como un juego. Habla desde el corazón, Kickin solo necesita un poco de espacio... incluso talvez si puedas enviarle una carta al chico que te interesa —Guiñándole un ojo a Hoppy—

—¿Enviarle una carta? —repitió Hoppy, parpadeando con sorpresa mientras sus orejas se levantaban un poco— Pero... ¡eso fue solo una broma! No pensaba realmente escribirle nada.

Bobby dejó escapar una pequeña risa, divertida por la reacción de su amiga.

—Las cartas anónimas son una gran oportunidad para expresar lo que sientes sin toda esa presión cara a cara. ¿Qué tienes que perder?

Hoppy abrió la boca para responder, pero luego la cerró. La idea de escribirle algo a Kickin, aunque fuera de forma anónima, encendió una mezcla de nervios y emoción en su interior.

—No sé, Bobby... —murmuró, rascándose una oreja— ¿Y si se da cuenta de que soy yo? Kickin me conoce lo suficiente como para darse cuenta

—Pfff Kickin es tan distraído que ni siquiera sabrá de quien es la carta —Sonriendo para darle confianza—

Hoppy quedó pensativa, jugueteando con sus orejas mientras reflexionaba.

—Supongamos que lo intento... —dijo finalmente, mirando a Bobby con incertidumbre— ¿Qué debería escribir?

—Eso depende de ti, Hoppy —respondió Bobby, colocando una mano suave sobre la de su amiga— Pero si te sirve de algo, yo empezaría con lo que te hace feliz de él. Algo simple, sincero. No tiene que ser perfecto o muy cariñoso, solo se honesta.

Tras esas palabras Hoppy se dispuso a pensar un poco en lo que decía Bobby, la idea no era mala, podría aprovechar la oportunidad para escribirle algo a Kickin y soltar esos sentimientos que tenía por él en unas cuantas palabras escritas en un papel. Al final a la coneja no le tomo demasiado tiempo aceptar la idea.

—Está bien, lo intentaré. Pero si esto sale mal, Bobby, ¡voy a culparte! —Dijo con algo de vergüenza— ¿Puedes ayudarme a escribir la carta...?

Bobby sonrió ampliamente al escuchar la petición de Hoppy, su calidez irradiando tranquilidad.

—¡Por supuesto que te ayudo! —respondió con entusiasmo— Solo dime qué te gustaría decirle y juntas podemos darles forma a las palabras —Dirigiendose a uno de los cajones para tomar un bolígrafo y una hoja de papel—

Hoppy se sonrojó levemente, aún nerviosa por la idea. Se mordió ligeramente el labio, buscando cómo empezar.

—Bueno... creo que... debería agradecerle por ser tan apasionado con todo lo que hace. Muchas veces discutimos por ver quien hace mejor algún deporte, pero la verdad es que Kickin hace las cosas con la misma pasión que yo... Incluso cuando parece gruñón o distante, siempre encuentra la manera de hacer algo especial para mi... es raro... es tan distraído que a veces hace cosas que me conmueven y no lo nota... —Hoppy bajó la mirada, jugueteando con sus patas—

Bobby asintió, tomando nota mentalmente.

De acuerdo... Mmmhhh... —Pensando en como escribir la carta en base a eso— Bien, déjame pensar un poco, creo que tengo algo para ir empezando la carta... por lo mientras sigue diciéndome que quieres expresarle —Mirando a Hoppy para escuchar con atención—

Hoppy levantó la vista hacia Bobby, ahora un poco más segura.

—Podría decirle que... me hace reír incluso cuando no lo intenta, es torpe algunas veces, sí, pero eso me parece gracioso, siento que incluso a veces lo hace apropósito para que pueda reírme. Es raro, pero... hay algo en él que me da paz. Como si... todo estuviera bien cuando está cerca, es como si... una chispa se encendiera cada vez que estoy con él —Hoppy se detuvo, dándose cuenta de lo profunda que sonaba su confesión— ¿Eso es demasiado?

Bobby negó con la cabeza, riendo suavemente.

—Para nada. Es exactamente lo que necesitas decir. Honestidad, ¿recuerdas? Solo dilo con tus palabras y será perfecto.

Hoppy suspiró, pero esta vez no era de frustración, sino de alivio.

—Bien. Lo intentaré. Pero... —hizo una pausa, mirándolo con una sonrisa traviesa— si Kickin se ríe de mi carta, te harás cargo de explicarle todo, ¿eh?

Bobby rió con ganas, aliviado de ver a Hoppy más animada.

—Trato hecho. Pero te aseguro que no tendrá nada de qué reírse. Ese pollo puede ser despistado, pero también tiene un buen corazón. Lo entenderá —Caminando hasta el escritorio que estaba en la sala y apoyarse para escribir mejor— ¿Alguna cosa más que agregar?

—Mmmhh... Creo que eso sería todo...

—De acuerdo, entonces voy a empezar a escribir

Bobby tomó asiento en el escritorio, bolígrafo en mano, y comenzó a escribir en la hoja con cuidado. Quería asegurarse de que cada palabra reflejara lo que Hoppy sentía, pero también que se mantuviera en el anonimato. Hoppy observaba desde el sofá, con las orejas ligeramente inclinadas hacia adelante, mostrando su mezcla de curiosidad y nerviosismo.

Después de unos momentos de silencio, Bobby levantó la vista y leyó en voz alta lo que había escrito hasta ahora:

"Querido Kickin,

Hay algo que siempre he querido decirte, pero nunca he encontrado el momento adecuado. Tienes una manera única de hacer que todo parezca más brillante. Aunque a veces discutimos por las cosas más simples, admiro tu pasión y la energía que pones en todo lo que haces. Me haces reír con tus torpezas, incluso cuando no lo intentas, y esos momentos hacen que mi día sea especial.

Gracias por ser esa chispa que ilumina los días más grises. Aunque tal vez no te des cuenta, haces más de lo que crees. Espero que esta carta te haga sonreír, porque tú me haces sonreír más de lo que podrías imaginar.

Con cariño,

Una admiradora."

Bobby dejó el bolígrafo y miró a Hoppy, esperando su reacción.

—¿Qué te parece? —preguntó con una sonrisa alentadora— ¿Crees que dice todo lo que quieres expresar?

Hoppy se acercó, leyendo detenidamente cada palabra. Su nariz se movía ligeramente, un gesto que hacía cuando estaba concentrada. Después de terminar, levantó la vista hacia Bobby con un pequeño rubor en las mejillas y una sonrisa tímida.

—Es... perfecto —susurró, tomando la hoja entre sus patas— Aunque... ¿No se dará cuenta de que esa "admiradora" soy yo...? —Curiosa—

Bobby rió suavemente, inclinándose hacia adelante para mirarla a los ojos con confianza.

—Hoppy, créeme, Kickin es muchas cosas, pero no es un experto descifrando indirectas. Además, las cartas anónimas son el encanto del festival. Él estará tan sorprendido de recibir algo tan bonito que probablemente ni siquiera intente adivinar quién lo escribió.

Hoppy dejó escapar un suspiro aliviado, aunque todavía se notaba cierta inquietud en sus movimientos.

—Supongo que tienes razón. Pero... —miró la carta nuevamente, sus ojos brillando con una mezcla de emoción y temor— si de alguna manera sospecha que soy yo... ¿Qué hago?

Bobby apoyó una mano en su hombro con una sonrisa tranquila.

—Si eso llega a pasar, solo sé honesta, Hoppy, tarde o temprano tendrás que hablar con Kickin de tus sentimientos, ahora creo que es mejor que me vaya... escribir tu carta me recordó que tengo que adornar el buzón para las cartas jeje

Hoppy asintió con una sonrisa, satisfecha por la ayuda.

—Gracias, Bobby. Realmente necesitaba esto... Aunque estoy segura de que estaré un poco intranquila hasta que Kickin la lea.

—Es normal, descuida —Dirigiéndose hacia la puerta— Nos vemos luego Hoppy, guarda bien esa carta

—Nos vemos Bobby, descuida eso haré jeje

Después de despedirse, Bobby salió de la casa de Hoppy, cerrando suavemente la puerta tras de sí.

Al otro lado de la puerta, la coneja quedó completamente sola, en el silencioso refugio de su hogar.

Hoppy permaneció inmóvil por un momento, escuchando el eco de los pasos de Bobby desvanecerse en la distancia. Sus ojos volvieron a posarse en la carta que sostenía entre sus manos, las palabras escritas estaban frescas en su memoria. Una ligera sonrisa se formó en sus labios, un gesto de esperanza mezclado con inquietud. Con cuidado, dobló el papel y lo guardó en un cajón, como si al encerrarlo pudiera contener también las emociones que había vertido en él.

—Mejor dejo de pensar en eso, lo estoy exagerando... —murmuró, su voz rompiendo el silencio como un susurro al viento.

Hoppy sacudió la cabeza, intentando disipar esas ideas. Caminó hacia la ventana, buscando consuelo en la tranquilidad del día. Respiró hondo, dejando que el aire fresco y luminoso del día llenara sus pulmones. La brisa que acariciaba las cortinas parecía traer consigo un mensaje de calma, invitándola a soltar las inquietudes que pesaban en su mente. Por un momento, Hoppy permitió que ese pensamiento la reconfortara...

Y aunque la brisa la relajó por un instante, algo captó su atención. Sus ojos se detuvieron en un árbol al otro lado del campo, uno que no tenía nada de especial en apariencia. Sin embargo, mientras lo observaba con detenimiento, una sensación extraña comenzó a invadirla. Había algo en ese árbol... algo que se le hacía inquietantemente familiar, aunque no podía precisar qué era.

Hoppy entrecerró los ojos, como si al hacerlo pudiera descifrar el misterio, pero en lugar de respuestas, una extraña oscuridad empezó a invadir su visión. Su corazón dio un vuelco, y una oleada de vértigo la envolvió. Intentó dar un paso atrás, pero sus piernas flaquearon.

—¿Qué pasa...? —alcanzó a susurrar, antes de que el mundo a su alrededor se desvaneciera.

En un instante, todo se puso negro. Sus pensamientos se disolvieron en el vacío mientras su cuerpo cedía al desmayo

.

.

.

[. . .]

El sonido de voces lejanas era lo único que se escuchaba mientras Hoppy respiraba profundamente, con los ojos fijos en el cielo. Aunque era un cielo falso, con nubes perfectamente formadas que flotaban sobre una cúpula, había algo hipnótico en contemplarlo. De vez en cuando, el zumbido de la turbina gigantesca en el techo rompía el silencio, recordándoles que no estaban al aire libre, sino atrapados a cientos de metros de la superficie.

—¿Te puedo hacer una pregunta...? —preguntó Hoppy de repente, rompiendo el ritmo tranquilo del momento.

Desde abajo, Kickin levantó una ceja, recostado bajo uno de los árboles falsos de la guardería. Su cuerpo parecía relajado, pero sus ojos seguían alerta, reflejando una cautela que nunca lo abandonaba.

—Depende... ¿Es para una broma? —respondió con una mezcla de curiosidad y una pizca de humor, como era típico de él.

Hoppy rió suavemente, dejando que sus piernas colgaran de la rama del árbol en la que estaba recostada.

—No es nada de eso —dijo con una sonrisa mientras lo miraba desde su posición elevada— Solo tengo curiosidad... Tú... ¿recuerdas algo?

Kickin frunció el ceño, claramente desconcertado.

—¿Uh? ¿Recordar algo? —repitió, incorporándose un poco para poder verla mejor— ¿A qué te refieres?

Hoppy volvió a mirar el cielo, como si buscar en las nubes le ayudara a poner en palabras lo que sentía.

—Algo... antes de la guardería... antes de llegar a esa celda de contención...

El comentario cayó como una piedra en un estanque tranquilo, rompiendo la calma. Kickin la miró fijamente, sorprendido. No era un tema que solieran tocar. No porque fuera un tabú, sino porque ambos sabían que remover esas aguas oscuras traería más preguntas que respuestas. Además, como Dogday les decía siempre: "Lo importante es que estamos juntos."

Después de un momento de silencio, Kickin suspiró y se acomodó nuevamente bajo el árbol, esta vez con una expresión más seria. Sus ojos se entrecerraron, como si intentara buscar algo en los rincones más oscuros de su memoria.

—La verdad no... —dijo finalmente, su voz más baja de lo habitual— Y aunque recordara algo, la verdad preferiría no hacerlo...

Hoppy bajó la mirada hacia él, intrigada.

—¿Por qué? —preguntó, ladeando ligeramente la cabeza.

Kickin hizo una pausa, su pico torciéndose en una mueca pensativa.

—Lo que recuerdo no es exactamente algo que quiera mantener conmigo. Pruebas... laboratorios... esos malditos análisis. —Su voz tembló ligeramente al mencionar los recuerdos fragmentados— Si hubo algo antes de todo eso, tal vez era mejor que no lo recordara. Porque lo único que viene a mi mente son... ellos.

Hoppy entendió a qué se refería sin necesidad de que él lo explicara. "Ellos", los responsables de sus heridas físicas y mentales, de convertirlos en criaturas sonrientes, obligándolos a olvidar partes de sí mismos para poder sobrevivir.

—¿Y tú? —preguntó Kickin, girando la cabeza para mirarla directamente— ¿Tú recuerdas algo?

Hoppy apartó la vista de él y volvió a fijar su atención en el techo de la guardería. Su expresión se endureció levemente, como si estuviera debatiéndose internamente.

—Si te lo cuento... ¿se lo dirás a Dogday? —preguntó con voz pausada, pero cargada de intriga, sin molestarse en mirarlo.

La pregunta dejó a Kickin desconcertado. No era habitual en Hoppy mostrar ese tipo de reserva o cautela. Frunció el ceño y ladeó la cabeza, observándola con más atención. Algo en el tono de su voz lo inquietó, como si escondiera un secreto que llevaba tiempo guardando.

"¿Por qué querría ocultarle algo a Dogday?", pensó el pollo, sintiendo que el ambiente se volvía más pesado. Aquel comentario era inusual, tanto como para que una idea incómoda empezara a germinar en su mente. "¿Ella teme que Dogday se pueda enterar de algo?"

—¿Por qué lo preguntas? —respondió finalmente, con cautela, evitando sonar demasiado invasivo— ¿Hay algo que no quieras que él sepa?

Hoppy permaneció en silencio durante varios segundos, con los ojos clavados en las turbinas del techo. Su pata se movió ligeramente, como si estuviera tratando de liberar algo de la tensión que se acumulaba en su cuerpo. Finalmente, dejó escapar un suspiro, pero no contestó de inmediato. Parecía medir cuidadosamente sus palabras.

Dogday hace lo que puede como líder... y no es que desconfié de él, pero no sé como es que podría reaccionar si le digo lo que sé

Las palabras de Hoppy quedaron suspendidas en el aire como una sombra, mientras ambos permanecían en silencio. Kickin observó a su amiga, intentando descifrar qué clase de verdad podía ser tan delicada como para que ella temiera compartirla. Hoppy parecía absorta, sus orejas apenas se movían mientras su mirada seguía fija en el techo.

Para Kickin, las palabras resonaban con fuerza. Sabía que Dogday era un buen líder, alguien que siempre buscaba el bienestar del grupo, pero también era consciente de sus límites. A veces, en su afán por mantener la armonía, podía evitar enfrentarse a las cosas más difíciles, dejando cabos sueltos que tarde o temprano se convertían en problemas más grandes.

"¿Qué clase de secreto podría poner en duda su reacción?", se preguntó Kickin, sintiendo una creciente mezcla de curiosidad y preocupación.

Luego de un largo minuto de silencio, Kickin decidió romper la tensión. Se inclinó hacia adelante, dejando que la sinceridad impregnara sus palabras.

—Te prometo que no le diré nada a nadie, ni siquiera a Dogday —Su voz era firme, pero no invasiva— Si necesitas hablar de algo, puedes confiar en mí.

Hoppy giró lentamente la cabeza para mirarlo, con una expresión que mezclaba duda y gratitud. Por un momento, parecía estar considerando sus opciones, debatiendo si podía realmente confiar en Kickin con lo que llevaba dentro. Finalmente, dejó escapar otro suspiro, esta vez más profundo, dispuesta a compartir lo que sabía.

No estoy del todo segura... pero tengo sospechas de que antes de ser... Hoppy, era una niña llamada Ashley...

La confesión de Hoppy dejó a Kickin inmóvil. Su pico entreabierto reflejaba el impacto de las palabras de su amiga. El nombre "Ashley" resonaba en su mente, junto con la imagen de una niña perdida en fragmentos de recuerdos distorsionados.

—¿Ashley? —murmuró Kickin, casi sin darse cuenta. Sus ojos permanecían fijos en Hoppy, tratando de comprender lo que acababa de escuchar.

Hoppy asintió lentamente, sus orejas cayendo ligeramente hacia los lados. A pesar de haber decidido compartirlo, aún parecía insegura, como si las palabras fueran un peso que apenas había logrado soltar.

—No recuerdo mucho... —continuó con voz baja— Solo son destellos, fragmentos: un dibujo en la sala de clases, una casa que creo que era hogar dulce hogar... y gritos. —Hizo una pausa, su mirada vagando por la habitación como si buscara anclarse a algo tangible— El último recuerdo claro es ese grito, alguien gritando "Ashley". Después de eso... la oscuridad. Y luego desperté en ese laboratorio

La revelación de Hoppy dejó a Kickin atrapado en un torbellino de pensamientos. Sabía que la guardería y todo lo relacionado con Playtime Co albergaban secretos oscuros, pero escuchar a su amiga hablar sobre su vida antes de todo esto añadía una nueva capa de inquietud a lo que ya sabían.

—Entonces... —empezó Kickin, su voz apenas un susurro mientras trataba de conectar las piezas— ¿Estás segura de que ese era tu nombre...?

—No lo sé... —admitió, su voz apenas un murmullo— Es lo único que tengo claro entre los fragmentos. Ese grito... "Ashley". Suena tan real, tan fuerte, como si aún estuviera ahí, atrapado en mi mente. Pero no sé si era realmente mi nombre o solo... algo que mi mente inventó.

Kickin ladeó la cabeza, su plumaje revolviéndose ligeramente mientras trataba de procesar las palabras de Hoppy. Sabía que los recuerdos fragmentados podían ser engañosos, especialmente en un lugar tan extraño y perturbador como aquel. Pero algo en la forma en que Hoppy hablaba, en la intensidad de su mirada, lo convencía de que lo que había escuchado tenía peso.

—Aun así... es importante —dijo finalmente, con un tono más suave— Si ese nombre significa algo para ti, aunque sea un fragmento, podría ser una pista. Algo que nos lleve a entender qué nos hicieron aquí y quienes fuimos antes de esto

—Tal vez... pero... ¿Qué podríamos hacer con esa información? —Pregunto con curiosidad—

¿Qué tal si vas a preguntarle a Bubba al respecto? El tiene acceso a la escuela casi todo el tiempo y de vez en cuando entra al edificio de consejeros junto a Dogday, tal vez pueda investigar

Hoppy lo miró con cierto escepticismo, sus orejas inclinándose ligeramente hacia atrás. La mención de Bubba y el edificio de consejeros pareció despertar una mezcla de curiosidad y aprensión en ella.

—¿Bubba? —repitió, casi en un susurro— No estoy segura de que él quiera hablar de esto. Además, Dogday siempre está cerca cuando Bubba está en ese edificio... y no sé si estoy lista para que Dogday lo sepa todavía.

Kickin asintió lentamente, entendiendo su preocupación. Sabía que Hoppy era más reservada de lo que dejaba entrever a menudo, y que esta revelación debía de ser un tema delicado para ella. Sin embargo, no podía ignorar la oportunidad que Bubba representaba.

—Lo entiendo, pero... si alguien puede encontrar algo, es él —insistió Kickin con suavidad— Bubba es reservado con todo lo que sucede en ese lugar, sí, pero también es alguien que sabe más de lo que aparenta. Y si hay archivos o registros en ese edificio, estoy seguro de que podría echar un vistazo.

Hoppy frunció el ceño, pensando en las palabras de Kickin. Había algo reconfortante en la idea de que alguien más pudiera ayudarla a desentrañar este misterio, pero la idea de depender de Bubba, con su carácter reservado y enigmático, la hacía sentir vulnerable.

—¿Y si no quiere ayudar? —preguntó finalmente, su tono reflejando más preocupación de la que pretendía mostrar— ¿Qué pasa si encuentra algo... y decide no decírmelo?

Kickin hizo una pausa, el plumaje de su pecho inflándose levemente mientras consideraba su respuesta.

—Si no quiere ayudar, buscaré otra forma de averiguarlo —dijo con determinación— Pero creo que Bubba querrá ayudarte. Quizás no sea el más expresivo, pero sé que, en el fondo, también se preocupa por nosotros. Y si le explicamos que esto es importante para ti, estoy seguro de que escuchará.

—Supongo que puedo intentarlo... —Saltando de la rama del árbol—

Kickin observó a Hoppy aterrizar con gracia, sacudiendo el polvo de sus patas tras el salto. Su determinación parecía haber crecido, aunque aún había un dejo de incertidumbre en sus ojos. Él mismo levanto del suelo sacudiendo sus plumas para evitar ensuciarse demasiado.

—¿Segura de que quieres hacerlo ahora? —preguntó Kickin, inclinando ligeramente la cabeza mientras la miraba— Puedo acompañarte si quieres.

Hoppy lo miró de reojo, cruzando sus brazos por un momento como si considerara la propuesta.

—Gracias, pero creo que será más fácil si voy sola. Si aparecemos los dos, podría sospechar que algo está pasando, y lo último que quiero es que alguien más se entere antes de que tenga respuestas.

Kickin asintió, entendiendo sus razones. Aunque quería asegurarse de que Hoppy estuviera bien, respetaba su decisión.

—Está bien. Pero si necesitas algo, lo que sea, búscame, ¿de acuerdo? —dijo, su tono más serio de lo habitual—

Hoppy le dedicó una pequeña sonrisa, esta vez con más confianza.

—Lo haré. Gracias, Kickin.

Sin más, Hoppy dio media vuelta y comenzó a caminar en dirección a la escuela. Kickin se quedó en su lugar, observándola mientras se alejaba. Su expresión reflejaba preocupación. Se cruzó de brazos, incapaz de sacudirse la sensación de que quizá debería haber insistido en acompañarla. ¿Hice bien en motivarla? La duda lo carcomía, pero sabía que no podía detenerla.

Hoppy, ajena a los pensamientos de Kickin, siguió su camino con determinación. Cruzó la entrada de la guardería, sus pasos resonando levemente en el pasillo vacío, y se dirigió hacia la parte trasera, donde la entrada de la cocina le ofrecía una vía libre. En ese momento, el pasillo parecía estar desierto, como si todos hubieran desaparecido, y la oportunidad de colarse sin llamar la atención era perfecta.

Para su fortuna, la cocina estaba vacía; PickyPiggy, siempre puntual en su hora de descanso, había dejado su estación sin vigilancia, lo que permitió a Hoppy entrar sin problemas. Respiró con alivio al pasar por la puerta trasera, pero algo en el aire le hizo sentir que la calma era momentánea.

El pasillo de la escuela estaba tranquilo, casi silencioso, como si todo estuviera en espera. Sus ojos recorrían el lugar con rapidez, buscando la figura imponente de Bubba. Necesitaba hablar con él. Pero, antes de que pudiera avanzar más, una ráfaga de ruido rompió la quietud.

Una alarma de seguridad estalló en los pasillos, resonando con fuerza, seguida de gritos desesperados que se desvanecían en ecos por toda la guardería. El sonido de la alarma, agudo e inquietante, llenó el aire, haciendo que Hoppy se detuviera en seco. Su corazón dio un brinco, y una sensación de pavor la invadió. ¿Qué estaba pasando?.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top