Capítulo 7


Siwa, Egipto

Fobos analizaba los mapas, precisamente los puntos de ataque próximos de los enemigos a vencer una y otra vez desde que regresó de visitar a Afrodita en el Olimpo. Sintió que ese breve viaje non había servido de nada porque no recibió ninguna respuesta que le complaciera respecto a la misteriosa mujer con la que se encontró en el bosque, la dueña de esas cartas con sartas burlas hacia él. Esa situación lo ponían de mal humor y prefirió pasarlo por alto para concentrarse en algo importante como eran los ataques a los enemigos. Se supone que eso es más importante. De vez en vez, Fobos alzaba la mirada hacia la salida de su tienda de campamento donde podía ver a Deimos recostado sobre la arena con total despreocupación. Él siempre fue así y no parecía que eso fuera a cambiar. Deimos nunca se preocupaba por pensar en estrategias ni planes para vencer a los enemigos, su punto de acción comenzaba en el campo de batalla cuando tocaba aterrorizar a los guerreros enemigos. De lo demás, nada. Fobos reconocía que, en ese aspecto, su hermano se parecía mucho a Ares. Su padre era impulsivo y raramente pensaba en estrategias favorables para ellos, así que nunca esperó que Ares otorgara un llamado de atención a Deimos por su indiferencia estratégica.

—Te ves tenso, no suelo verte así —dijo Ares de pronto mientras se servía vino. Cabía decir que esa tensión en Fobos era inusual y le sorprendía verlo así.

Fobos sabía controlar perfectamente sus emociones lo que hacía casi imposible que otros supieran realmente las emociones que estaba sintiendo y que sabía ocultar. Pero esta vez no era así.

—¿Cuándo podrás advertirle a Deimos que se interese más por ganar esta guerra? Siempre hace lo mismo —comentó Fobos con exasperación limitada.

Ares volteó a ver a Deimos y luego a Fobos, eran actitudes totalmente opuestas las que tenían ambos en ese momento.

¿Cómo culparlos? ¿Cómo regañarlos?

Ambos eran iguales y al mismo tiempo diferentes. Fobos y Deimos eran muy unidos y no solamente por ser gemelos sino por sus personificaciones similares y por estar a lado de Ares en las guerras desde que eran mucho más jóvenes, pero eso no impedía que pensaran diferente en algunos temas. De hecho, Ares siempre se preguntó por qué razón Fobos era más estratega y menos impulsivo en cualquier situación, incluso en las personales mientras que Deimos era lo contrario. Fobos disfrutaba de planear, analizar situaciones y enemigos, fácilmente notaba las debilidades de otros con apenas conocerlos y utilizaba esos puntos a su favor en su arte de manipulación y el ataque. Odiaba reconocerlo, pero Fobos solía actuar como Atenea, sin embargo, de no ser por Fobos y sus aptitudes, habrían perdido muchas guerras, sino es que todas. Ares estaba orgulloso de su hijo y lo admiraba porque logró ganarse el respeto de muchos humanos militantes y guerreros, así como muchos otros le temían.

—Tú, más que yo mismo, sabe cómo es Deimos y también sabes cómo soy yo. No podría decirle a Deimos que se apegue a las actividades militantes si a mí mismo no me gustan —respondió Ares, sirviendo vino en otra copa y acercándosela a Fobos, quien enseguida la rechazó con un tenue movimiento de su mano.

Su respuesta era lo que Fobos ya conocía.

—Sabía que dirías eso.

Ares lo miró varios segundos al mismo tiempo que bebía de su vino y colocaba sobre la mesa el que Fobos le rechazó.

—Cuando era joven, es más...desde antes de que ustedes dos me acompañaran en cada guerra, yo actuaba con impulso. Sólo pensaba en hacer sangrar a los enemigos y ver cómo morían cada uno de ellos. No tenía ningún plan ni nada en mente, sólo ese deseo —explicaba Ares en un modo sereno, ese tono que sólo le dedicaba a cada uno de sus hijos—. A partir de que tú te comenzaste a involucrar en la milicia y propusiste diversos planes para vencer en la guerra fue que yo comencé a involucrarme en la estrategia y desde entonces así ha sido. Te he dejado que seas tú el que esté a cargo de esta tarea porque fuiste tú el que tuvo la iniciativa.

—Lo dices como si estuvieras orgulloso —dijo Fobos incrédulo y despegando la vista de los mapas para ver a su padre.

—Por supuesto. No creo que sean necesarias las palabras para saber eso —indicó Ares—. Te has dado a respetar y mientras unos te odian otros te admiran. Eres tenaz, sigiloso y sabes en qué momento actuar, por esa razón y por ser mi hijo mayor es que te apoyo y te apoyaré en lo que sea que tú quieras.

Fobos resopló con sorna.

—¿En lo que sea?

—Sin importar qué quieras —aclaró Ares con completa sinceridad. Tomó la copa de la mesa y volvió a extendérsela a Fobos. Esta vez, Fobos tomó la copa y comenzó a beber. Su humor cambió.

Hablar con su padre, sin importar cuanto tiempo se tomen para charlar, le agradaba porque se sentía comprendido. Ares lo apoyaba porque confiaba en él, porque lo conocía y sabía de lo que era capaz, algo que muchos juzgaban sin siquiera conocer los hechos de fondo.

¿Era malo? Sí, Fobos era malo, cruel y aunque no formaba parte de su personificación como tal, era sanguinario porque le gustaba serlo. Disfrutaba propiciar la locura en los débiles y a los de mentalidad fuerte los analizaba hasta que podía insertar el miedo en ellos y volverlos débiles. Era uno de sus placeres, más que incluso el deseo carnal.

Pocos, demasiado pocos lograban conocer el lado más gentil de Fobos, como Ambrosía.

No obstante, lo que pensaran de él no le importaba en absoluto y no tenía que darle explicaciones a nadie.

—¿Quieres que te cuente las siguientes estrategias a llevar a cabo en la próxima guerra? —preguntó Fobos.

—Si las tienes listas, sí.

Fobos hizo la mirada de lado con cierta frustración.

—Mejor dame unos minutos más. Necesito pensar con mayor precisión —confesó.

—Como quieras...¿y qué es eso que acapara tu mente? —preguntó Ares sin mayores rodeos.

La expresión y voz de Fobos cambió a uno muy serio como al principio pues había recordado a la mujer del bosque.

—Sólo pienso en la guerra.

Ares no dijo nada más porque no quería involucrarse en asuntos íntimos de Fobos y porque tal vez era cierto lo que él decía, así que no debía hacer más preguntas. Sin embargo, la pregunta de Ares devolvió la frustración que tenía Fobos y eso lo cabreó porque no sólo estaba pensando en estrategias militares, sino que también pensaba en estrategias para dar con la verdad sobre esa carta y la mujer que la escribió, la misma que había evitado que él la controlara.

La curiosidad y el deseo por enfrentarla para dejarle claro que de él nadie se burla era lo que más le chocaban.

Fobos salió de la tienda de campamento sin decir nada y caminando lejos de Deimos o cualquier otro que estuviera cerca de su camino. Ares lo vio alejarse, pero no hizo nada más que acercarse a los mapas y observarlos.

—¿Por qué no hiciste nada por sacarle información?

Ares frunció el ceño y miró hacia la entrada de la tienda, donde apareció Enio.

—¿Estabas espiando de nuevo? —preguntó Ares con normalidad. No era raro que Enio escuchara conversaciones ajenas.

—Escuchaba, sólo eso —dijo Enio alzando los hombros como si no hubiera hecho nada malo. Se dio cuenta que Ares no estaba inmutado por la reacción ni el humor de Fobos—. ¿No notaste que Fobos está raro?

—Sé que está tenso y me escuchaste decirlo, no debo repetirlo.

—Sí, ya sé y no me refiero sólo a eso. Son más actitudes que demuestran que está raro —dijo Enio y se sentó en la silla frente a Ares.

—Él dijo que era por pensar en la guerra —dijo Ares sin darle demasiada importancia.

—Que lo haya dicho no significa que sea la verdad legítima. ¡Es Fobos de quien hablamos! Por supuesto que no pensaba sólo en eso.

—¿En qué más podría pensar? Y si fuera por otra cosa, eso no nos incumbe. Te lo he dicho muchas veces, no te metas en asuntos de mis hijos.

Enio dejó caer la cabeza con cierta desesperación antes de volver a hacerle frente a su hermano.

—Pues Fobos está raro desde que fue al bosque a ver a una mujer —confesó.

Ares tomó más atención a lo que Enio le estaba diciendo, aunque seguía sin verle el mayor problema.

—Eso no tiene nada de angustiante ni raro. Si él se involucró con esa mujer, es muy su asunto.

—Es ahí el problema, que no creo que se haya involucrado con ella, pero desde entonces se va del campamento varias veces y regresa más frustrado de cómo se fue. Lo peor del caso es que antes de que se fue a verla, se veía...bueno, se notaba ansioso y yo diría que hasta emocionado.

Ares se le quedó viendo a Enio con la misma expresión y pensamiento que tenía sobre el tema: no había nada de extraño en eso.

—¿Estás preocupada por él?

Enio se molestó por la pregunta que poseía un toque burlón y se cruzó de brazos.

—No es preocupación, es precaución. Gracias a la egoísta de su madre es que le han traído problemas sentimentales a Fobos, nada más acuérdate de lo que pasó con Reil hace años y lo que desencadenó. El amor embrutece a todos y mira que casi se desquita con todos después de que se expusieron sus sentimientos y el rechazo de la mujer. ¡Y encima Afrodita la ha mandado aquí! No sé si realmente quiere a su hijo o quiere joderlo —bufó Enio.

Ares ignoró el tema de Reil y la razón de por qué Afrodita la envió.

—Fobos era muy joven en ese tiempo y no debes preocuparte de que se repita.

—¡Que no estoy preocupada! —recalcó Enio en voz fuerte—. Es precaución. Estás de acuerdo conmigo en que Fobos tiene mucho que ver con que ganemos muchas guerras y batallas. Si se involucra sentimentalmente con alguien, vayámonos olvidando de eso.

El dios de la guerra sabía perfectamente que Enio sí estaba preocupada pero su orgullo lo se lo haría aceptar abiertamente y que en su lugar ponga excusas que justifiquen su reacción.

—Eso no va a pasar, no puede enamorarse.

Enio puso los ojos en blanco.

—Dirás que no se pueden enamorar de él.

—Ni él tampoco —aclaró Ares. Enio arrugó la frente e inclinó el cuerpo hacia enfrente.

—¿De qué me perdí? ¿No se supone que sólo aplicaba en los demás menos en Fobos y en Deimos?

—Al principio sí, pero eso cambió hace tiempo —decía Ares mientras se sentaba frente a Enio—. Después del caso de Reil, Fobos fue a hablar con Afrodita y le hizo una petición que sería tan imborrable como lo que ella le hizo cuando recién nació.

La diosa rápidamente llegó a una conclusión y redondeó los labios, dejando escapar un silbido de sorpresa.

—¿Pidió que le hiciera lo mismo?

—Específicamente, pidió no sentir amor nunca. Sólo así podría ser quien es él...es decir su naturaleza malvada y no existiera nada que se lo impidiera. Lo que sea que tenga con esa mujer, es algo diferente y que no va a interponerse en lo que es él. Si Fobos está estresado será por otra cosa.

Lo que Ares le reveló a Enio no cuadraba con lo que ella vio en Fobos antes y después de haber ido al bosque a ver a la desconocida mujer. Juraba que lo había visto emocionado, a menos que sólo se tratara de una intensa curiosidad y deseo, y que si estaba enojado era porque no había tenido nada íntimo con ella. Pero era algo que seguía sin tener consistencia con lo que Ares decía.

—Si no es eso y es otra cosa, igual podrías averiguarlo, como su padre que eres —propuso Enio, haciendo que Ares enarcara ambas cejas.

—¿Yo, averiguar en qué anda metido mi hijo? Claro que no.

—¿Y por qué no? Hace unos momentos te mostraste como un padre comprensivo y adulador, podrías seguir siéndolo con otros temas. Sé que no eres muy analítico con los detalles y que no te interesa saber demasiado de los demás, pero comprométete más con tus hijos y piensa menos en la loca de su madre.

Ares esta vez se mostró molesto por la insistencia tan ilógica de Enio.

—Yo no soy de los que se meten en la vida de sus hijos ni de nadie más, y tú deberías hacer lo mismo. Fobos ya es mayor y sabe cuidarse muy bien, eso lo sabes.

Enio hizo un mohín hasta que le tembló un costado de la nariz y se levantó de golpe de la silla, ofendida con Ares.

—No seas falso, Ares. Dices que no te metes en la vida de tus hijos, pero has pensado y casi has dado por hecho que Fobos se va a casar con Macaria sólo por interés político de tu parte. ¿Ya se te olvidó que le propusiste esa idea a Fobos?

Los hombros del dios cayeron con resignación y sus ojos se pusieron en blanco.

—Ha pasado tiempo y ya no recordaba eso, aparte de que no se formalizó nada aún.

—Pero sigues pensando que es una buena idea —insistió Enio para molestarlo.

Ahora que su hermana lo mencionaba, sí...Ares seguía pensando que era una buena idea.

—Lo sigo creyendo, pero si Fobos no quiere no voy a obligarlo. A eso me refiero con no meterme en su vida. Si no quieren hacer algo, no los obligaré.

Enio rodó la mirada.

—Sí, tienes razón. Como dices, Fobos ya es mayor...pero también es más cruel que antes. Esperemos que su madurez y control de sí mismo sean suficientes para que no se repita lo que sucedió —Enio volvió a sentarse y se miró las uñas mientras esperaba una reacción de Ares.

Y logró hacerlo.

Ares levantó la mirada de la mesa, pensativo. Recordando sin duda alguna el pasado cuando Fobos no pudo controlar el rechazo que sufrió por parte de Reil ni soportó las burlas de los dioses al enterarse de su amor a la doncella. Hasta el mismo dios de la guerra enfureció con tales escenas, pero ni él mismo pudo calmar a su hijo. Fobos estaba fuera de sí y casi atentó en contra de sus hermanos más pequeños. Apenas y se detuvo.

El dios respiró hondo y miró de reojo a Enio.

—Hablaré con él después, por ahora que se despeje y hablaremos primero sobre la guerra —dijo Ares—. Igual yo debo despejarme, has logrado que me tense —confesó Ares alejándose de Enio y de la tienda.

Enio trató de no mostrar ninguna expresión de satisfacción. Odiaba reconocer que se preocupaba realmente por sus sobrinos y más aún los cuestionamientos de su preocupación con su personalidad sádica y destructiva. Claramente no encajaban, pero su angustia era genuina y sólo ella sabía cuánto era.

Sólo con sus sobrinos era así, especialmente con Fobos y Deimos.

Enio aburrida salió de la tienda también e iba a dirigirse por un cántaro de vino que estaba del otro lado del campamento, pero se detuvo al sentir algo extraño. Se giró hacia la tienda de Fobos y notó que la tela gruesa de la tienda se movió como una ventisca rápida de viento. Enio caminó velozmente hacia la tienda y entró, quedándose de pie en la entrada. Había una chica frente a la mesa, buscando algo entre todos los pergaminos que estaban ahí. No se veía su rostro, sólo su larga coleta que cambiaba de color tenuemente.

—Mira que sorpresa, tenemos una sabandija husmeando por aquí —comentó Enio con sorna.

Iris se giró a verla y mordió sus labios sorprendida. Ni con toda su velocidad fue más rápida que Enio al descubrirla. Eso no iba a impedir su cometido.

—Sólo me tomará un tiempo más y podrías hacer como que no me viste —dijo Iris sin dejar de buscar lo que quería.

Enio abrió la boca ante la imprudencia de Iris.

—No tengo razones para obedecerte y no tienes poder para hacerlo —reiteró Enio—. ¿Qué haces aquí? Responde ahora o todos se van a enterar que has venido a husmear. Sabes que te irá mal.

La intención de Iris era entrar a la tienda cuando estuviera completamente vacía, pero se adentró ahí antes de tiempo porque no tomó en cuenta que la carta estaría bien oculta ni que Enio notaría que había entrado a la tienda.

—Zeus me envió a buscar algo. Tengo su autorización por si alguien de ustedes quiere saldar cuentas conmigo —explicó brevemente Iris.

Enio alzó una ceja y se cruzó de brazos. No dudaba que Zeus la haya enviado, su curiosidad era hacia la razón que existía.

—¿Se puede saber qué buscas?

—Es confidencial. Órdenes igual de Zeus —Iris alzó los hombros y siguió buscando.

Enio acarició su propia barbilla con sus dedos. Tenía que saber la razón de la presencia de Iris.

—Si me dices la verdad, podría no decir nada de que estuviste aquí. Tienes suerte de que haya sido yo quien te encontró.

Iris la observó con incredulidad.

—Vas a querer algo a cambio. Nunca haces nada por mero favor.

—Cierto...todo depende de si me conviene lo que estás haciendo o no —insistió Enio—. Yo conozco este lugar como la palma de mi mano. Sea lo que sea que estés buscando, sé dónde estará y no te dejaré que te lleves lo que buscas hasta que no me lo digas.

<<Tenía que complicarse esto>>, pensó Iris arrepentida por no esperarse más tiempo para buscar la carta.

—Lo que sea que quieras a cambio de no decir nada, tendrás que pedírselo a Zeus. Yo no puedo hacer nada.

—Dime qué buscas —dijo Enio con desesperación.

Iris podría arrepentirse de lo que iba a decir.

—Una carta. Zeus me lo pidió. Sólo eso sé —concluyó Iris para evitar entrar en más detalles.

<<¿Una carta?>>, pensó Enio extrañada de que buscara una carta en la tienda de Fobos.

¿Con qué intención?

Más pronto que tarde, asoció la carta que buscaba Iris con la que Fobos había recibido hace días. Si lo pensaba mejor, esa carta era más intrigante de lo que parecía. Fobos recibió ese pergamino, enseguida fue a su cita misteriosa y luego regresó enfadado. Un enfado que no podía quitarse de encima. Y ahora Zeus enviaba a Iris por esa carta.

¿Qué contenía exactamente que fuera importante?

—Creo que sé cuál es la que buscas —dijo Enio y procedió a buscar la carta cerca del lecho de Fobos, del otro lado de la tienda y de la mesa donde estaban los pergaminos militares.

Iris se quedó mirando cómo Enio se ponía a rebuscar en la zona hasta que sacó un pergamino más pequeño de entre las cosas de Fobos. Éste estaba amarrado con un listón y tenía un olor peculiar. Enio, con el ceño fruncido, acercó el pergamino a su nariz y lo aparto mientras tocía.

—¿Esto es lo que...buscas? ¡Huele horrible! —Se quejó la diosa.

Iris lo tomó y lo olió también. A diferencia de la otra diosa, a Iris no le pareció asqueroso el olor.

—Parece ser que sí...y no huele mal. Es esencia cítrica de naranja —específico Iris.

—Es horrible. ¿Qué hace Fobos con algo así? —preguntó Enio y rápido se le cruzó una respuesta por la mente. Una en la que ya había pensado—. ¡¿Es una carta de amor?!

—No sé, Zeus me la pidió y ya —Iris evadió la pregunta—. Debo llevársela.

Enio reaccionó rápido y le arrebató la carta a Iris antes de que se fuera.

—Te dije que te ayudaría, pero como dijiste, no será gratis —recalcó Enio, sobándose la nariz para quitarse el olor de naranja que le picaba el interior.

—Y yo te dije que lo que quisieras, se lo pidieras a Zeus —Iris trató de quitarle la carta. Enio puso una mano frente a Iris para evitar que se acercara, aunque corría el riesgo de que ella le diera la vuelta con su velocidad y le quitara la carta.

—No será necesario, tú puedes darme lo que quiero —Enio sacudió la carta levemente.

—No te puedo dar la carta.

—No la quiero, pero si quiero saber cuál es el propósito de esta carta y quién la envió —dijo Enio sin tanto rodeo—. Sé que realmente sabes lo que contiene y si no, la leeré yo.

El rostro de Iris se notó cansado por la situación. No le gustaba tardarse en sus encargos y con el encargo de la carta y la intromisión de Enio, ya se había demorado lo suficiente. Perder más tiempo no era una opción.

—Muy bien, tú ganas. La carta parece ser de amor y quien la envía es de origen desconocido, por eso la quiere Zeus.

Los ojos de Enio parecieron querer salirse de su lugar. Lo que habían sido suposiciones burlescas resultaban ser realidad, pero ella no llamaría eso una carta de amor sino una de completa burla.

—¡¿Amor?! Con razón el hombre está rabioso...¡es una carta de burla!

—Como sea, tengo que llevársela a Zeus y en cuanto la lea, la devolveré para que Fobos no sospeche —dijo Iris luchando por la carta. Al final, Enio se la dio—. Cuando regrese, te la daré a ti —Se preparaba para irse.

Enio la tomó del brazo.

—Y cuando vuelvas, quiero saber quién la envía, ¿entendiste, colorcitos? —La soltó.

Iris mostró un rostro ligeramente molesto.

—Si me entero sí —terminó de decir Iris y sin perder más tiempo, se fue a toda velocidad al Olimpo.

Esto era peor de lo que Enio creía, ahora ya no pensaba en que Fobos estaba embrutecido por el rechazo de una mujer, sino que justificaba su enfado sin contemplaciones. Sea quien sea que le haya mandado eso, claramente se estaba burlando de él.

Qué estúpida. No sabía con quién se estaba metiendo. Cabía la posibilidad de que hubiera sido un hombre quien le jugó una broma a Fobos haciéndose pasar por mujer, pero siendo un hecho que Fobos ya se había encontrado con la responsable, quedaba totalmente descartada la posibilidad.

Cuando Iris devolviera la carta, la leería sin permiso alguno para calcular el nivel de ira que Fobos sentía desde su encuentro con la mujer.

***

No muy lejos del campamento se encontraba un hermoso oasis que mejoraba mucho la vista del desierto y servía para refrescarse por las altas temperaturas. Era el único lugar más tranquilo y agradable sin tener que alejarse del campamento.

Fobos necesitaba un respiro por tanta tensión y por falta de concentración. De haber sido por él, actuaría por primera vez como Ares y habría ido a la guerra ahora mismo, sin planes de por medio, sólo mero impulso salvaje para quitarse todo ese peso amargo que tenía dentro de sí y regresar a la normalidad. Desgraciadamente para él, aún no era el momento de atacar ni lo haría porque iría contra sí mismo. Pensando que estando un momento en el oasis podría calmarlo, resultó ser todo lo contrario cuando dejó de estar solo. Se enfadó aún más.

—¿Qué quieres ahora? —preguntó Fobos sin esconder su ira—. ¿Vienes a hacerle otro favor a mi madre?

Reil apoyó las manos sobre la palmera y caminó hacia Fobos, manteniendo una distancia prudente. Sólo quería hablar con él, pero eso era realmente complicado. Sea lo que sea que ella dijera era suficiente para sacarlo de sus cabales y limitaba cualquier posibilidad de conversación.

—Ya se lo dije la otra ocasión, me ha enviado y me enviará con ustedes para complacerlos en lo que sea. No puedo evadir sus órdenes.

La misma respuesta con diferentes palabras. Fobos también estaba cansado de escuchar lo mismo y de hacer entender a Afrodita que no se metiera más en su vida.

—Te había dicho que, en este lugar, ordeno yo.

Quisiera o no, las palabras de Fobos eran duras para Reil. No era necesario que existiera un poco de amor para sentirse mal. Ella mejor que nadie más sabía el motivo del desprecio de Fobos.

¿Y cómo no?

—Cumplo con el deber que la diosa Afrodita me encomendó, no puedo negarme —dijo Reil con voz más baja y agachando la mirada.

Fobos rio amargamente.

—Entonces quédate en el campamento, pero no me estorbes ni te metas conmigo —dijo Fobos sin cambiar su actitud desagradable—. A menos que hayas venido a ver a mi padre —La miró burlonamente.

Reil enfrentó apenas esa mirada con sorpresa y a la vez con vergüenza.

—No es eso, de verdad yo he venido a hacer lo que la diosa Afrodita me encomendó.

—Claro. Y seguramente le dijiste que debías venir porque yo lo quería, ¿no? —dijo Fobos irónico—. Te estás tardando en decirles a todos que yo estoy tras de ti mientras tú me rechazas. Fui fácil la primera vez, ¿por qué no lo estás haciendo ahora?

Esa conversación no había comenzado bien y no parecía terminar así por los múltiples reclamos cargados de rencor. Por años no había escuchado a Fobos recordarle de frente ese tema y del cual ella se arrepentía. Sabía que jamás sería perdonada por el dios.

—En esta ocasión no es así...no volvería a hacerlo. Y sobre el pasado, te he pedido perdón de varias maneras y te he dado explicaciones sobre por qué lo hice —decía Reil con las palmas de su mano extendidas a la altura de su estómago.

Fobos tomó un puñado de arena que aventó hacia el agua.

—Y por cobarde jamás se lo dirás a los demás —Fobos se acercó a Reil, acechándola e intimidándola. Reil quería correr por instinto, pero Fobos le ordenó, esta vez con el uso de su poder, que no se moviera. Estaba paralizada—. ¿Y bien? Habla.

—No es mi intención repetir el pasado —respondió Reil por nueva orden de Fobos—. Sé que merecía un castigo severo...

—Cállate —interrumpió Fobos y la lengua de Reil se entumeció—. Tu ridícula mentira me llevó a mí a la más desagradable serie de burlas y humillaciones. Esa mentira se ha mantenido hasta ahora solo por mantener tu maldita existencia intacta.

Bruscamente, el cuerpo entero de Reil recobró su movilidad y al cabo de algunos segundos, fue libre para hablar por sí misma.

—Lo lamento —dijo Reil con una bocanada de aire—. Sé que me merezco que me trates así.

Fobos acortó la distancia violentamente, casi chocando su fuerte cuerpo contra el delgado de la doncella. Sus ojos eran llamaradas vivas de odio.

—Y te mereces un peor trato de mi parte —recalcó Fobos—. Debí haberte matado por osada desde hace mucho tiempo.

Era lo menos que podía esperar Reil. Nada debería sorprenderle. Ella volvió a bajar la mirada, incapaz de mirar los ojos castaños de Fobos y lo afilados que éstos eran.

—Lo sé. No lo hizo...por piedad —comentó Reil en un fallido intento por ganarse su empatía.

Esto ofendió más a Fobos que la sola presencia de la mujer. La tomó por detrás del cuello con fuerza sin que Reil hiciera algo por defenderse.

—¿Crees que lo hice por ti? ¡No sabes nada!

Reil cerró los ojos casi esperando algo peor de su parte. La mirada del dios no se apartaba de ella y entre más lo hacía más quería deshacerse de la doncella. Torturarla mentalmente hasta volverla loca sería era lo mejor y más sutil que se le ocurría hacer. Estuvo a punto de hacerlo de no ser porque algunos recuerdos invadieron su mente donde sus hermanos, siendo apenas unos niños, estaban frente a él mirándolo con miedo y sin dejar de llorar. La mirada con más terror era de su hermana Harmonía a pesar de que apenas era un bebé y a quien él estaba cargando con poca delicadeza.

Esos recuerdos que apenas y tenía claros, lo desarmaron. Sin soltar a Reil del cuello, volteó el rostro y cerró los ojos mientras bloqueaba esos pensamientos.

—¿Estás bien? —preguntó Reil al ver un cambio en el Fobos. Llegó a pensar que había tenido una acción más de piedad hacia ella—. Llegamos a ser amigos en el pasado y sé que tienes una parte piadosa. Me lo demuestras por lo mucho que deseas matarme, pero no lo has hecho. Gracias —sonrió en agradecimiento.

Aunque Fobos controló mejor sus impulsos, su ira contra Reil no cambió.

—Sigues pensando que es por ti. ¿Te crees especial? —preguntó Fobos con una expresión de burla y asco.

La sonrisa de Reil desapareció al notar que su actitud era la misma y más aún cuando Fobos rio con descaro por la ingenuidad y cinismo de Reil.

¿Amigos? ¿Piedad de su parte?

<<Ella está mal de la cabeza>>, pensó Fobos inmediatamente.

Al dejar de reír, la miró nuevamente con frialdad.

—¿Cuánto tiempo tienes ordenado estar aquí? —preguntó Fobos de pronto.

—Hasta que la diosa Afrodita me indique lo contrario —respondió Reil concreta.

Fobos sonrió con maldad pura y soltó el cuello de Reil. Su rostro ahora era una evidencia perfecta de que tenía una idea en mente. Si era algo cruel, sádico o meramente divertido, sólo él lo sabía.

Por ahora.

—Bueno, ya que será así, disfrutémoslo lo mejor que se pueda —comentó Fobos, provocando desconfianza en Reil.

No sonaba como si fuera un disfrute mutuo.

—¿De qué manera? —preguntó Reil desconfiada.

Fobos no dejó de sonreír de la misma manera.

—Quiero que me mires con deseo y que me beses con la misma intensidad que el calor de tu cuerpo te lo permita —indicó Fobos sin más detalles.

No serían necesarios ya que había sido lo suficientemente específico.

Dicho y hecho, Reil comenzó a sentir un calor intenso en el cuerpo que nublaron su mente y enrojecieron su rostro. Sus pechos se endurecieron y su entrepierna húmeda. Los ojos le brillaron de deseo intenso, tal cual lo había ordenado Fobos. Él había propiciado ese deseo, después de todo era parte de su poder. Bendición de su madre.

La doncella se acercó a Fobos nuevamente y puso todo el peso de su cuerpo en las puntillas de sus pies para alcanzar la boca del dios. Lo logró y aunque sus labios rozaban los de él, moviéndose con la intensidad de su deseo, los labios de Fobos estaban recios. Creyó que había sido específico con lo que quería, pero no lo fue realmente porque Reil cumplió con obedecer en besarlo con deseo, más no lo estaba tocando de ninguna manera. Lo más aceptable era lo común, que le rodeara el cuello con sus brazos y así se acercaran más, pronunciando más el beso.

Cada vez que Fobos iba a acostarse con alguna mujer tenía que ser específico. Normalmente las órdenes las daba mentalmente, pero con Reil fue distinto. Él no deseaba estar con ella.

—Rodea mi cuello con tus brazos sin dejar de besarme —ordenó Fobos con la mente y Reil pasó sus brazos por el cuello y sin dejar de besarlo.

Cuando lo hizo, Fobos le correspondió el beso sin sentir nada en absoluto. Era un beso frío y calculador. Reil no tenía la más mínima intención de detenerse. Al igual que todas.

No.

No de todas.

La mujer del bosque lo había rechazo al final. La única que ha logrado negarse ante las órdenes de Fobos y que desboronó su ego en sólo segundos. Y eso que ni siquiera la había besado y la ilusión que creó no contaba por ser falsa.

—¿No quieres negarte a nada de lo que te pida? —preguntó Fobos, apartándose para hablar.

—Sólo si me lo ordenas —respondió Reil interrumpiendo lo que estaba haciendo para después continuar.

Fobos rio secamente y al mismo tiempo sintió cómo la frustración regresaba a él lentamente. Su obsesión por saber quién es la mujer del bosque retornaba en su mente.

—Detente —pronunció Fobos secamente y retrocedió. La doncella obedeció y se quedó parada, aún con el deseo apoderada de su cuerpo y esperando a recibir una nueva orden. Fobos la miró completamente, con sudor en el rostro de Reil por la excitación contenida—. Desvístete.

Sin más que esperar, Reil quitó los broces de las hombreras de su vestido y éste cayó sobre la arena. Fobos la miró de arriba abajo, notando mejor los efectos del deseo en su cuerpo. El pecho de Reil estaba agitado y su piel erizada.

Ver a Reil así, ansiosa y lista para lo que él quisiera, le resultaba patético.

Fobos seguía con era mirada burlona y sólo se acercó a Reil para susurrarle en el oído.

—¿Sigues pensando que hay algo especial en ti si no eres capaz de negarte a nada de lo que digo? —Fobos hizo una pregunta retórica y deshizo el deseo de Reil rápidamente.

Cuando el cuerpo de la doncella dejó de estar excitado, la vergüenza la invadió al tener mayor conciencia de su desnudez y de cómo Fobos se reía de ella. Reil se agachó para recoger el vestido.

—Querías humillarme —dijo Reil avergonzada.

—¿Esperabas algo más?

—No...

—Acostúmbrate a mis humillaciones si de verdad vas a estar cerca de mí. Es sólo un trato igualitario. Tú comprendes —dijo Fobos. Para él era lo menos que ella se merecía después de su mentira y de tanto tiempo manteniéndola.

—Si tanto me odias y me lo seguirás demostrando, ¿por qué no me matas de una vez?

Los ojos de Fobos le brillaron. Deseaba eso, pero deseaba algo más.

—Si no te he matado es porque en algún momento mi madre lo hará y no sabes cómo voy a disfrutar ese momento —dijo Fobos confesando la verdad de lo que Reil creía piedad—. Vas a desear que sea yo el que te haya matado, porque ni siquiera yo sería tan cruel a comparación de lo que mi madre te hará. Es más, y mejor aún, te vas a arrepentir por haber mentido y haberme metido en tu mentira.

Los ojos de Reil brillaron nuevamente, pero por razones distintas a las de hace minutos. Quería llorar porque ahora comprendía mejor por qué Fobos no le había hecho daño antes y tenía mucha razón en lo que decía.

—No sé qué te llevó a romper la formalidad conmigo, pero de ahora en adelante te exijo que te refieras a mí con respeto porque no somos iguales y nunca lo seremos. Ah, y te recuerdo que, si vas a estar en el campamento cerca de mí, por las razones que sean, no sólo vas a recibir humillaciones, sino que vas a hacer todo lo que yo te diga, aunque no sea acorde a lo que te ha indicado mi madre —explicó Fobos y le dio la espalda a Reil.

La doncella ya no tenía nada más que decir. La vergüenza la había superado y lo mejor que pudo hacer fue irse de allí, volver al Olimpo con Afrodita muy a pesar de los regaños que recibiría por irse del campamento.

Aunque Fobos estaba solo nuevamente, no dejaba de bufar. Seguía encolerizado y de repente reía por lo ridículo de los hechos recientes. Como había pensado, fue patético ver a Reil en ese estado, pero la realidad era que todas las mujeres eran así con él. No eran más que marionetas a su merced. Fobos movía los hilos de sus emociones, de su deseo hacia él y de lo que él quisiera que hicieran. Podía manipular a todos, a hombres y mujeres sin importar si eran dioses o humanos, pero evidentemente con las mujeres tenía otros tratos.

Había una excepción, pero igual le tenía resentimiento por sentirse burlado nuevamente.

<<Voy a encontrarte tarde o temprano y entonces vas a arrepentirte>>, pensó Fobos.

***

Olimpo


Zeus caminaba de un lado a otro dentro de sus aposentos mientras esperaba la llegada de Iris con más que una ansiedad pasajera. Quería saber más acerca de esa carta por curiosidad. Juraría que, si Iris tardaba más, terminaría haciendo un hueco en el suelo con sus pies.

—Esto es inadmisible. Esta niña ya lleva diez minutos desde que se fue por esa carta y no ha regresado —seguía caminando con las manos sujetadas atrás de su espalda—. La próxima vez haré una competencia entre Hermes y ella para comprobar quien de los dos me mata menos de los nervios para traerme una noticia tan importante.

En breves segundos, se escuchó que alguien golpeaba la gran puerta y Zeus reaccionó alterado, empezó a moverse como si no supiera que hacer o como si quisiera ocultar lo que estaba haciendo. Se fue corriendo hasta su trono, casi cayéndose con sus sandalias, se sentó y corrigió su postura para parecer más serio.

—Adelante —ordenó Zeus con voz alta y recia.

—Voy a entrar, señor Zeus —dijo Iris. Ella entró a la sala sigilosamente y Zeus dio un brinco que lo acercó más a la diosa.

—¿Por qué demoraste tanto? Casi me desmayo —Zeus dramatizó poniendo una mano sobre el pecho.

Iris sabía lo dramático que era Zeus, pero pasó por alto sus pensamientos como era costumbre.

—Hice lo que me pidió lo más rápido posible, pero hubo algunos obstáculos de por medio. Sin embargo, traje la carta y espero que sea esta la que quería —dijo Iris y le dio la carta a Zeus.

El dios sin pensárselo seriamente y arrepentirse de hurtar pertenencias que no son suyas o por meterse en asuntos que no le conciernen, se apresuró a abrir el pergamino y leerlo. Cada línea que leía era más impactante que la anterior.

—Por nosotros...esto es súper romántico y empalagoso que las que me mandan a mí —comentó Zeus en voz alta mientras Iris lo miraba sin parpadear—. Me refiero a las que me envía mi hermosa Hera. Ella es tan romántica que no se cansa de decirme cosas así aún por cartas —Se justificó en vano.

Iris fingió creerle.

—¿Consiguió saber lo que quería? —preguntó Iris atenta.

Zeus siguió leyendo e hizo gestos de no comprender algo, así que volvió a leer y el mismo gesto se identificó. Giró el pergamino buscando algo más.

—¡Esta carta no tiene nombre! —Zeus miró a Iris como si ella tuviera algo que ver con la ausencia de un remitente.

—Sobre eso...es anónima la carta.

El alma pareció salirse del cuerpo de Zeus.

—¡¿Qué?! ¿Leíste la carta o cómo lo sabes? —exigió saber.

—Por supuesto que no —Iris miró de lado antes de reírse un poco—. Hermes me dijo.

—¿Cómo? ¿Te lo dijo así nada más?

—Se lo pregunté y eso me dijo. También mencionó que alguien la envió desde los Elíseos, pero no sabe quién sea —Iris fue más específica.

—¿Eso dijo? —preguntó Zeus ofuscado y rascándose detrás de la oreja—. Si Hermes no suelta ni una letra cuando se tratan de anonimatos. ¿Cómo lograste que te dijera la verdad?

La inocencia que se reflejaba en el rostro de Iris era tan dulce que cualquiera pensaría que no había hecho nada intencionalmente malo. No obstante, Zeus dudaba que su inocencia pura y el cómo obtuvo esa información de Hermes concordaran.

Iris prefería quedarse callada, pero como no quería tener problemas después porque estaba segura de que Hermes se quejaría de ella, era mejor confesar la verdad y ser aprobada por el mismo Zeus que ser castigada por él, aunque al final no haya sido tan grave.

—Le dije que usted estaba furioso con él porque ya se había enterado de la carta extraviada. Que era un pésimo mensajero y que pensaba quitarle el título. Él estaba tan nervioso que...—Iris hizo una pausa, recordando lo que pasó con Hermes y al final se limitó de contar bien los hechos—. Terminó confesando lo que le conté al borde del pánico.

Zeus dudaba que fuera tan sencillo para que Hermes dijera algo así ya que ni él mismo logró sacarle información.

—¿Y Hermes dónde está?

—Fue a buscar la carta que perdió. Estaba muy apresurado con encontrarla.

El dios miró largamente a Iris con cierta desconfianza, pensando que servirle a Hera por mucho tiempo había hecho que actuara como ella en algunas ocasiones. Sea lo que sea que le haya dicho a Hermes y que éste haya ido a buscar esa otra carta, además de que le revelara sobre donde se entregaron ambas cartas con tanta facilidad, era de temer. Dejó por un instante esos detalles.

—Así que alguien de los Elíseos mandó esta carta...significa que debemos buscar ahí —decía Zeus con ilusión en su mirada. Chasqueó los dedos—. Iris, ahora ve a decirle a Fobos que necesito verlo.

—Enseguida, señor —dijo Iris y regresó al campamento con mayor rapidez.

***

Reil caminaba de regreso al campamento donde, para su mala suerte o fortuna, se topó con Ares quien la analizó de pies a cabeza con consternación por la vergüenza que resplandecía de su rostro y los ojos húmedos además de rojos.

—¿Estás bien? —preguntó el dios.

Reil asintió sin mirarlo y se alejó con una sutil reverencia. No dijo nada. Ares la siguió con la mirada hasta que se percató que por donde venía Reil, se acercaba Fobos, entonces comprendió un poco lo que estaba pasando o al menos la razón de la actitud de Reil. Fobos miró a su padre y alzó los hombros con una sonrisa de lado que se acercaba más al desagrado que a la complacencia.

—Te explico el plan —dijo Fobos sin la intención de detenerse a hablar con Ares.

—No, eso puede esperar —dijo Ares por influencia de su conversación reciente con Enio—. Hablemos primero —añadió directamente. Ares tampoco era un dios que hablara con facilidad temas ajenos a la guerra.

Fobos se giró a verlo.

—No voy a hablar sobre esa mujer —indicó Fobos.

—Ese no era el punto, pero al verla sí me pregunté qué le habías hecho ahora.

—Molestarla. En fin, algo que no merezca —respondió Fobos sin un ápice de arrepentimiento.

Ares sabía bien que no había mucho que lograr con esa conversación.

—Alejémonos un poco, yo quiero hablar sobre esto —Ares indicó con su mano a Fobos que lo siguiera para distanciarse de nuevo del campamento.

Fobos miró hacia el cielo con cansancio y fue con su padre mientras cruzaba los brazos. A diferencia de Afrodita, las conversaciones con Ares en la gran mayoría se trataban de trabajo y en ocasiones muy extrañas eran sobre asuntos personales. Lo habría puesto de mejor ánimo si hablaran lo de siempre, pero desde que Ares le dijo que se alejaran del campamento, ya supuso que hablarían de temas personales.

Algo le iba a molestar aún más de lo que ya estaba.

—¿En qué estás tan distraído? —preguntó Ares sin detenerse.

Si Fobos le contaba la verdad de todo lo que se le cruzaba por la mente, sería una pérdida de tiempo y algo demasiado irrisorio.

—Estoy molesto, eso es todo. No era necesario hablar a solas y lejos sobre esto porque no es nada —suspiró con desidia.

La facilidad para que Fobos confesara que lo tenía alterado era igual de complicada que Ares hablando de sentimientos y emociones. Por mucho que fuera su padre y quisiera a sus hijos, eran cuestiones que no sabía controlar. Él mejor que nadie comprendía lo complicado que eran esos asuntos. Sea lo que sea que Fobos ocultara, esperaba que no igual de vergonzoso que lo que ocurrió con Reil hace años o incluso como lo que al mismo Ares le ocurrió con Afrodita.

En fin, era mejor acabar con eso de un tajo.

—Zeus quiere que vayas al Olimpo —comentó Ares sin tanta complicación y volteando a ver a Fobos. Su hijo tenía una expresión de carencia de ánimo.

—¿Para qué? —Fobos estrió el ceño.

Ares resopló hondo.

—Desconozco la razón. Creo saber cuál razón podría ser, pero no estoy seguro —decía Ares sin mayores conclusiones—. Hace tiempo que no hablamos sobre esto...¿recuerdas sobre el probable compromiso de una de las hijas de Hades contigo?

Ese asunto era el que menos estaba en la mente de Fobos y tardó algunos segundos para responder.

¿En serio ya pensaban de nuevo en eso?

—De hecho, fueron más específicos. Mencionaron a Macaria —corrigió Fobos.

—Sí, ella. Da lo mismo, el punto es que creo que Zeus quiere hablar sobre eso porque quiere verte específicamente a ti.

Definitivamente tenía que ver con ese asunto y Fobos no tenía el placer de hacerlo.

—¿Cuándo te ha pedido eso?

—Hace unos minutos llegó Iris a buscarte, pero como no te encontró y ocultaste tu presencia, se fue inmediatamente. No me dio detalles.

Fobos rodó los ojos y resopló.

—Qué raro que no haya traído el mensaje Hermes —comentó Fobos con ironía. Claro que sólo él sabía por qué la ausencia de Hermes en el campamento.

—No me parece tan raro —dijo Ares indiferente—. Mi madre debió haber estado con él y ella mandó a Iris.

<<Sí, claro>>, pensó Fobos con la misma ironía. Hermes no quería topárselo porque le tenía miedo, así como lo hizo la última vez que él visitó el Olimpo para ver a Afrodita.

—Tengo mucho qué hacer aquí y ni siquiera te he explicado las estrategias. Me parece que no hay mucho tiempo para estudiarlas antes del ataque como para perderlo de esta manera —dijo Fobos tratando de zafarse del asunto—. Podría ser después.

Ares alzó las cejas.

—Eso sería en unos meses, incluso años.

Fobos volteó las palmas de las manos para dejar claro que no había otras opciones a considerar.

—Entonces cuando acabe será.

El dios de la guerra, tan prominente y serio, se encontraba en un dilema entre lo que le había dicho a Enio, lo que él quería y los intereses que había de por medio acerca de los beneficios que traerían que uno de sus hijos se casara con una de las hijas de Hades y Perséfone. Si Fobos se casaba con una de ellas, especialmente con Macaria, él tendría acceso al Inframundo y cierto dominio sobre él sin contar sus habilidades ya conocidas. Los humanos le temerían incluso más a Ares y a Fobos y Deimos, lo que podría garantizar mayores victorias en las guerras.

Era una oportunidad que no estaría la aprovechar, pero tampoco quería obligar a Fobos a hacer algo que no quería y claramente se notaba que no deseaba casarse, aunque al principio haya jugado con ese tema.

—Ya habíamos hablado de las ventajas sobre un posible compromiso y por qué tú en lugar de Deimos eras más cabal para tomar la oportunidad y manejarla adecuadamente. Tendríamos más poder, sobre todo tú —decía Ares sin lograr algún cambio en Fobos—. Será lo que tú decidas, sólo piénsalo.

Fobos estaba seguro de que Ares no lo obligaría a casarse si no quería, a aparte de que él mismo no lo permitiría. Eran tentador tener más poder del que ya poseía con sólo casarse con Macaria.

Pero en serio, ¿casarse?

Dejando de lado las ventajas de dominio divino y las de placer que tendría con ella cumpliendo los deberes concúbitos, no había nada más que le atrajera del matrimonio.

Y sí, después de la celebración de cumpleaños de Macaria, la última a la que asistieron y la única en la que se mencionó sobre el compromiso, Ares y Fobos hablaron sobre la importancia de estar ligados al Inframundo y como Fobos sólo podría buscar placer de poder y disfrutar de Macaria cuando quisiera sin que hubiera nada de sentimientos de por medio, solo era un matrimonio de conveniencia. Él podría seguir haciendo lo que quisiera y metiéndose con tanta mujer le gustara.

Pero primero, habría que estar seguros de que se trataba sobre ese asunto y no por algo más, aunque las opciones eran limitadas.

—Lo pensaré, pero primero iré a ver a Zeus para saber por qué me ha mandado llamar. Me parece que nos estamos adelantando —respondió Fobos con una sonrisa chueca.

***

Sicilia, Italia.

Algunos días después.

Una nueva mañana emergía en la Tierra y Melínoe llevaba casi dos horas leyendo las antologías que Hypnos le había dado desde hace mucho tiempo y las que solía leer todas las mañanas, tratando de recordar lo que había aprendido un día anterior. Esta vez no era la excepción y ahora lo hacía con mucha faena. Lo que lo hacía distinto e incluso con mayor vehemencia era el lugar en el que estaba estudiando y la compañía.

Antes no la había disfrutado tanto.

—La veo muy animada, señorita Melínoe —comentó Emeraude, avanzando casi detrás de Melínoe.

—Es que he faltado a varias clases y si falto a esta, Hypnos se enfadará más. Tengo la suerte de que no le haya contado a mi padre aún pero no quiero colmarle la paciencia —dijo Melínoe sin levantar la vista de la lectura.

—¿Ha faltado demasiado? ¿Desde cuándo? —preguntó Emeraude con conmoción. Melínoe detuvo su mirada y suspiró débilmente. Emeraude entendió rápidamente y le dio pesar—. Lo siento. No me lo imaginé.

—No —alzó una mano para que Emeraude se detuviera—. Jamás vuelvas a disculparte. Soy yo la que no le alcanzará la vida para disculparme por lo que te hice y por...—guardó silencio, trató de volver a concentrarse en su lectura, pero ahora era mucho más difícil por el flujo de recuerdos desagradables y otros que le hervían la sangre—, pero te juro que algún día...yo seré castigada por esto pero antes, tengo que vengarme.

El semblante apenas visible de Emeraude reflejó angustia e inconformidad.

—Señorita, de verdad...yo no le desearía ningún castigo. Yo la aprecio y sé que lo que sucedió no fue su culpa. Se lo ruego, no se exponga. Guarde este secreto y olvídese de vengarse. No ganará nada.

Melínoe cerró el libro fuertemente, apretándolo al igual que sus labios.

—No puedo Emeraude. No puedo perdonarme por lo que te hice. No puedo —Los ojos azules de Melínoe pronto se llenaron de lágrimas de culpa. Suspiró largamente con fuerza y se limpió las lágrimas—. Pero tampoco puedo perdonarlo a él. Si me hubiera ayudado esa noche cuando se lo pedí...las cosas pudieron haber sido diferentes. Si yo soy un monstruo...él lo es peor.

Dándose cuenta del resentimiento que Melínoe sentía por Fobos, Emeraude trató de hacerla cambiar de opinión. Ya llevaba varios días con la intención de vengarse de él y en cada ocasión intentó persuadirla de esa idea.

—Fue un malentendido lo que sucedió. Recibió la carta equivocada. De no haber sido por eso, quizás y la habría ayudado. En todo caso, la culpa fue mía por no haber entregado personalmente la carta correcta.

Emeraude se sentía avergonzada.

—Pues se lo dije y no me hizo caso. Pudo haberme escuchado y no lo hizo. Le afectó más su orgullo herido por una carta de broma —Melínoe enterró sus dedos en sus rizos oscuros—. Esa maldita carta...nunca debí haberla escrito o en su caso, debí haberla quemado.

—¿Lo ve? Es sólo un malentendido. Si habla con él y aclara lo sucedido de forma pacífica, podría ayudarla.

—No Emeraude. Es hijo de Ares, dios de la guerra. ¿Tú crees que conoce lo que es la paz? Y además no quiero verlo. Lo odio y prefiero buscar ayuda de otra manera que hablar con él —dijo Melínoe determinante.

Emeraude prefirió no continuar con el tema. Cuando Melínoe se ponía en esa postura era muy difícil hacerla cambiar de opinión, aunque antes debía asegurarse de algo.

—¿Me promete que no se vengará de él? Por favor.

Melínoe observó a Emeraude largamente y en su mente repitió su petición una y otra vez, aunque eso le desgarrara por recordarla suplicante el último día de su vida.

—Está bien Emeraude...no lo haré —sonrió tenuemente y volvió a abrir su libro para continuar leyendo.

Sin embargo, su actividad pronto se vería interrumpida de nuevo y gracias a Emeraude. Ella había sentido y visto a lo lejos que alguien se acercaba y que se dirigía al mismo punto donde se encontraban ambas. Sea quien sea que se acercara, no era conveniente que viera a Melínoe.

—Señorita Melínoe, alguien se acerca —Melínoe inmediatamente se puso alerta. Se levantó e intentó buscar con la mirada a quien se acercaba—. Tenemos que escondernos o nos verán.

<<¿Nos verán?>>, pensó Melínoe sin tener mucho tiempo para quedarse estática.

Melínoe tomó sus cosas y se ocultó detrás de un gran árbol y arbusto que estaba cerca de ahí. No había muchos lugares que buscar y ese le pareció el más prudente y rápido. Afortunadamente, una de las habilidades de Melínoe era ser sigilosa. Permaneció ahí, apenas moviendo su rostro para ver quién se acercaba. Esperaba haberse escondido en el lado correcto y que no apareciera frente a ella.

No sabía a dónde se había ido Emeraude y no podía moverse demasiado para buscarla. Fijó su vista entre las ramas del arbusto y pronto pudo ver que alguien se acercaba...y no se había imaginado quién era.

Con la luz del día fue mucho mejor apreciarlo. Vestía las ropas de guerrero sin ninguna coraza de metal ni ostentosidades que protegieran su cuerpo. Su presencia imponía conforme más se acercaba.

Sin duda era Fobos.

<<¿Qué haces aquí?>>, se preguntó Melínoe a sí misma, apretando sus manos y tomando tierra en el momento.

Fobos giró el rostro en dirección a donde estaba Melínoe porque había escuchado un ruido. Fue apenas perceptible, pero llamó su atención. En cuanto Melínoe se dio cuenta, dejó de moverse de nuevo. Después de algunos segundos más, el interés de Fobos cambió hacia la hermosa rosa azul. Era brillante y bastante peculiar, sobre todo por haber florecido en un terreno poco usual para el crecimiento de flores y porque era la única ahí. Se acercó a la flor y la observó sin agacharse.

Melínoe se puso más alerta por si pretendía arrancarla o lastimarla. Eso no se lo iba a permitir. Si lo hacía, no le importaban las consecuencias, pero no iba a lastimar la esencia de Emeraude.

—Es esencia de ninfa.

Melínoe deslizó la mirada hacia la mujer que caminaba detrás de Fobos. Se trataba de una ninfa, no había duda porque la vestimenta era igual a la de Emeraude y las demás ninfas de los Elíseos.

Fobos apenas giró el rostro hacia Reil.

—¿Esencia de ninfa? —preguntó Fobos con seriedad.

—Aquí murió una ninfa —respondió Reil. Melínoe sintió frío en su interior—. Cada vez que una ninfa muere, su esencia se convierte en parte de la naturaleza y esta es la prueba de ello.

Fobos no recordaba haber visto una rosa azul la noche que estuvo ahí. A decir verdad, tampoco era algo que le importaba.

—No estamos aquí por eso. Te traje aquí porque quiero que me ayudes a custodiar este lugar. No todo el tiempo, pero sí cada vez que te mande mi madre o alguien más a hacerme compañía —indicó Fobos de manera ácida.

Reil asintió cabizbaja.

—¿Y exactamente qué es lo que quiere que esté alerta?

—Quiero saber quién viene a este lugar. Eso es todo —dijo Fobos sin mayor reparo ni detalles.

Melínoe sintió las palabras afiladas de Fobos. Se oía enojado y resentido. La estaba buscando y suponía que era para ajustar cuentas por la carta que lo ofendió. Observó a la ninfa. El brazalete plateado que tenía en su brazo era símbolo de Afrodita, por lo que era sin dudas una de sus doncellas y parecía estar acostumbrada a los desplantes del dios.

—Lo que diga —asintió Reil—. Sin embargo, su padre sabe que la señora Afrodita me envía con usted para hacerle compañía...él podría mencionarle que yo no estoy en el campamento.

—Tú encárgate de mentirle a mi madre que estarás en el campamento y yo me encargo de mi padre. Te conviene más hacerme caso —concluyó Fobos de mal humor. Veía a la doncella con resentimiento y luego alzó la mirada hacia enfrente y vio a una figura apenas visible pasar a unos cuantos metros.

Reil se giró para ver a la misma dirección a la que miró Fobos y alcanzó a ver la silueta de una mujer.

—¿Es...un fantasma? —preguntó Reil sin poder distinguir a la mujer.

—Aquí hay muchos fantasmas —Fobos recordó cómo algunos de ellos se habían dirigido a la misteriosa mujer como su reina—. También me avisarás si algún fantasma se dirige a alguien con respeto —La doncella tenía más dudas, pero no iba a preguntarle nada más—. Vete con mi madre y haz lo que te pedí —ordenó y se marchó enseguida.

Reil suspiró sin tener otra opción más que hacerle caso y también se fue de allí, de vuelta al Olimpo.

Melínoe esperó varios minutos para asegurarse de que ninguno de los dos regresara y la descubriera. De hecho, trataba de buscar algún motivo que le indicara que podía levantarse.

—Ya puede salir, señorita Melínoe —dijo Emeraude, yendo a donde estaba Melínoe.

La joven diosa tenía muchas dudas y no sabía cómo comenzar. El resentimiento de Fobos era igual o incluso mayor que el que ella sentía por él.

—¿Escuchaste todo lo que dijeron?

—Sí. Y lo mejor sería que regresara a los Elíseos y no volviera. Fobos la está buscando y conocemos sus intenciones. Basta con saber que hasta le ordenó a Reil estar al pendiente de quien estaba merodeando por aquí y hablando con fantasmas —señaló a Melínoe y luego a ella misma—. La va a descubrir si vuelve por aquí.

—No me importa. No le tengo miedo —aseguró Melínoe, invadida por el resentimiento.

—Será mejor que se vaya, podría meterse en problemas si la ven aquí —Emeraude estaba nerviosa y la joven diosa lo notó.

A pesar de que no era su intención irse tan pronto, una vez que se le fue bajando el coraje, fue recapacitando y decidió regresar a los Elíseos. No sin antes prometerle nuevamente a Emeraude que no se vengaría de Fobos, ya que ella se lo pidió de nueva cuenta. De regreso a su habitación, dejó los libros sobre una mesilla y se sentó sobre su lecho unos minutos para descansar y pensar en lo recién sucedido, especialmente en lo incoherente que había resultado todo. Ella no le tenía miedo a Fobos, pero aun así se mantuvo sigilosa para que no la viera. Ahora no entendía por qué lo hizo. Quizás fue para mantener tranquila a Emeraude o quizás porque su intuición así se lo manifestó. Sea como sea, estaba segura de que no tendría miedo de enfrentarlo.

Después de un profundo suspiro, se levantó y se miró al espejo. La frustración regresó a ella al ver su cabello totalmente desarreglado. Unos rizos allá y otros por acá. Puso la mirada en blanco y mejor su a cambiarse de vestido. En unas horas más tomaría clase con Hypnos pero antes, Caria la llamaría para que fueran juntas. Aún tenía tiempo para seguir estudiando. Tomó el libro que estaba leyendo con Emeraude y se recostó boca abajo sobre el lecho. En ese instante era fácil recordar dónde se había quedado y qué había estudiado desde la mañana.

Como siempre.

Sólo había leído cinco hojas más antes de que la cabeza comenzara a punzarle y la voz se volviera presente.

<<Eres una imbécil. Pudiste haberlo atacado o le hubieras permitido que te matara. Estúpida>>

Melínoe sintió agobio y sus manos comenzaron a temblarle. Cerró el libro y se levantó rápidamente. Cubrió su cabeza con sus manos y la presiono como si con eso fuera a callarse esa voz. Sabía que era inútil hacerlo, pero así era su reflejo ante la impotencia y el miedo.

—Déjame en paz —decía Melínoe con voz quebrada.

Las risas prosiguieron en su mente y la voz no dejaba de insultarla. Por varios días no había escuchado esa voz hasta hoy y siempre que sucedía eso sentía una desesperación tan grande. Como justo ahora. Ante cada insulto, la desesperación de Melínoe iba creciendo y la intención de tomar su daga y lastimarse era cada vez más fuerte y estimulante. En un último momento para defenderse de sí misma, Melínoe corrió fuera de la habitación y por los pasillos del castillo, deseando que entre más lejos huyera, la voz desapareciera. Aunque era prácticamente imposible, pero era su deseo en esos momentos.

Melínoe había corrido tanto y tan rápido que ni siquiera se detuvo cuando vio el borde de mármol que evitaba cualquier caída del castillo. Un pensamiento cruel se cruzó por su mente ante el pánico. ¿Y si se aventaba por el balcón? Claramente no moriría por su condición divina pero quizás se golpearía tan fuerte que perdería la conciencia y quedaría lastimada severamente.

Resultaba bastante tentador.

No obstante, en cuanto fue llegando al balcón, Melínoe se intentó frenar para evitar caer. A esa velocidad que había llevado, no le había resultado tan fácil y también fue inevitable no haber golpeado a Enerit en el proceso. Si bien la ninfa cayó al suelo y Melínoe sostuvo su cuerpo en el borde del balcón, las ninfas no fueron capaces de comprender que la acción de Melínoe contra Enerit había sido accidental en lugar de intencional.

—¡Enerit,¿estás bien?! —exclamó Anelisse mientras se ponía de cuclillas para revisar a Enerit.

Minade y Luliel, otras ninfas presentes también asistieron a Enerit y dudaron en ayudar a Melínoe. La diosa seguía recargada boca abajo del borde, mirando la lejana distancia e imaginándose que su caída habría sido horrible. En cuanto pudo moverse para apartarse del borde, pasó su cabello rizado hacia atrás de su cabeza, observando a todas las ninfas mirarla con desdén. Miró que Enerit seguía en el suelo.

—Lo siento, Enerit. Estaba corriendo y no pude detenerme a tiempo. ¿Te lastimé? —preguntó Melínoe angustiada. Enerit alzó el rostro y vio que se había raspado el rostro, dejando la piel roja y delgadas líneas de piel abierta. Intentó acercarse a Enerit pero las ninfas la ayudaron a ponerse de pie rápidamente y mantener la distancia.

—Nosotras nos encargamos. Enerit se pondrá bien —dijo Anelisse fingiendo una sonrisa gentil.

Mientras se iban alejando, las ninfas fueron hablando entre sí en susurros.

—¿Lo vieron? Quería aventar a Enerit —aseguró Anelisse.

Minade y Luliel recién habían hablado con Enerit y Anelisse sobre la desaparición de Emeraude y sus sospechas hacia Melínoe. Ahora que habían presenciado el ataque de Melínoe hacia una de ellas, les confirmó lo peligrosa que era Melínoe.

—Deberíamos decirle al señor Hades —propuso Minade.

—No nos creerá. Después de todo, es su hija la mártir. La niña que sufre por las noches. No es más que un monstruo —Anelisse se expresó cruelmente de Melínoe y todas estuvieron de acuerdo con ella—. Se me acaba de ocurrir algo que el señor Hades notará enseguida, pero les cuento en otro lado —susurró para que Melínoe no escuchara.

Melínoe las observó marcharse y no pudo evitar sentir vergüenza y pánico de haber siquiera pensado en aventarse. Tenía más miedo de que la voz apareciera de nuevo en su cabeza y la atormentara de nuevo.

—¿Melínoe? ¿Qué tienes?

En cuanto escuchó esa voz, no evitó sobresaltarse, pero cuando vio a su padre frente a ella, sintió ganas de llorar de alivio. Le costó un infierno contenerse.

—Hola papá. Nada. Es sólo que casi me caigo. Fue sólo el susto.

Hades analizó a su hija profundamente. El semblante de Melínoe, por muy frío que pudiera ser, en ese pequeño instante lucía demasiado vulnerable como para haberse tratado de un simple susto por una "casi caída".

—¿Segura que es sólo por eso? Porque te noto intranquila.

Melínoe apenas y miró a Hades. Sentía que si lo hacía con firmeza podría ver su agobio y dolor.

—Sí. Iba corriendo y casi me caigo. Sólo es eso.

El dios del Inframundo esperaba escuchar más sinceridad de su parte, sin embargo, con Melínoe era más sutil y menos exigente dada la maldición que tenía. No quería estresarla ni incomodarla de más y que se sintiera mal.

—Hoy tienes clase de nuevo. Espero que aprendas mucho —le indicó Hades con una sonrisa característica de él. Sincera y sin tantos adornos—. Aún faltan un par de horas antes de que Hypnos venga. ¿Por qué no vas a tu habitación a descansar un momento?

El frío en el cuerpo de Melínoe se expandió. Miró de lado hacia el pasillo más cercano del que conducía a su habitación y se resistió a irse.

Por ahora era el lugar en el que menos quería estar.

—Prefiero estar en otro lugar. He descansado mucho y apenas he salido de mi habitación como para regresar —dijo Melínoe manteniendo la calma.

—Bueno, en ese caso...¿te gustaría que fuéramos al despacho a charlar? —propuso Hades tan de repente.

La joven diosa vio esa propuesta como un medio de escape breve a su cruel realidad. Esperaba que, con algo de compañía, esa voz no regresara tan pronto.

***

Vicenza, Italia.


Para algunos, un nuevo día había traído sucesos inesperados mientras que para otros seguía el curso de la cotidianidad y la costumbre. Día tras día había sido el mismo, al menos la mañana o quizás era algo que para Thanatos significaba lo mismo.

Nada interesante pasaba.

Nada que le elevara el ánimo.

Estaba en su apartamento en plena soledad cuando sintió ganas de querer escapar de su realidad.

Por lo general, toda su vida se había sentido solo, pero la soledad que lo rodeaba desde que llegó a la Tierra era diferente. Inexplicablemente era más vacía. Las motivaciones que había encontrado al principio parecían llenarlo, desde que conoció a Alessandra y creyó que con ella podía olvidar el sentimiento de amor que tenía aferrado al corazón y que no podía sacar. Esas aspiraciones acabaron cuando dejó de saber de esa muchacha de cabellos cobrizos.

Cuando más quiso desahogar la marea de sentimientos, Thanatos tomó su lira y salió del apartamento para ir a la azotea. Tenía la fortuna de que siempre que iba allí, estaba el lugar solo y en completa paz. Tomó asiento en la misma silla de tejido de lino y comenzó a tocar una melodía triste. Era la única forma de sacar lo que tenía en el interior cuando las palabras no podían ser expresadas por ser prohibidas.

En el apartamento de abajo estaba la ventana de la cocina abierta y Delia escuchaba atenta la melodía. Era hermosa y muy triste, tanto que evocaba el llanto.

Garena terminaba de colocarse el collar de cuero en su cuello y vio con detalle como su madre no se despegaba de la ventana.

—¿Otra vez ahí? —preguntó Garena con indiferencia y acercándose a la mesa donde estaba servido el desayuno.

—Es que es una melodía tan triste...¿no la escuchas?

—Sí, la escucho. Es muy melancólica y ataca mi buen humor —comentó Garena con una broma a su estilo.

Delia la miró por encima de los lentes.

—¿Tú tienes buen humor? —La pregunta dejó sin palabras a Garena, quien tomó una fresa y comenzó a morderla—. Pobre hombre, sufre de amor.

—¿Amor? Es un tipo raro que parece no tener sentimientos. No lo conozco, pero daría mi alma como una apuesta.

—Garena, no te conviene hacer eso —Delia llamó la atención de su testaruda hija—. Debe estar solo desde hace mucho tiempo —chasqueó los dedos y se acercó a la despensa donde estuvo buscando algo insistentemente hasta sacar una azucarera vacía.

La chica la seguía mirando atenta y comenzó a reírse casi con vergüenza cuando imaginó las intenciones de su madre. No era para menos, había visto tantas películas y series de televisión que sabía sencillamente qué iba a ocurrir.

—Ahora vas a ir a preguntarle si tiene azúcar, ¿no? —decía Garena tomando una mora.

—No, yo no haría eso —Delia manoteó la mano de Garena para que soltara la mora y le puso la azucarera enfrente suya—. Tú irás a pedírsela.

—¡¿Qué?! —exclamó Garena. Fue tanta la impresión que se levantó de la silla—. ¿Por qué haría eso?

—Porque no tenemos azúcar y porque después lo invitarás a desayunar con nosotras.

Garena comenzó a toser involuntariamente mientras movía su dedo de un lado a otro, dejando en claro su posición.

—No...no iré —dijo, recuperándose de su tos—. Es absurdo. ¿Cómo vas a invitar a un extraño a desayunar?

—No es un extraño. Es nuestro vecino desde hace meses y está solo, un poco de compañía no le hará daño.

—Pero a mí sí...Él es raro —dijo Garena, como si esa fuera razón suficiente para que Delia cambiara de opinión.

—Ay Gary. De los dos, tú te ves más rara.

Cero y van dos.

Garena era abatida por otro comentario de su madre. Aunque eso no era sorpresa ya que siempre se lo decía.

¿Qué tenía de malo vestirse así?

Llevaba un pantalón de cuero negro ajustado, botas toscas y camiseta negra. Más aparte, su cabello largo teñido de azul y sus piercings en el rostro.

Para Garena, eso era normal.

Y al referirse como raro hacia Thanatos no era precisamente sobre su vestimenta, ya que era lo único que le parecía normal en él, si no en su actitud reprimida. Desde que él se mudó a ese complejo de apartamentos siempre estuvo solitario y callado. Nadie lo visitaba.

—Aún así, no le veo sentido invitarlo —comentó Garena.

Delia, sin abandonar su sonrisa, tomó un cucharón y apuntó a su hija rebelde.

—Si no vas, te quiero trabajando con tu abuela todo el día y todos los días. Y si no quieres, entonces tendrás que buscar otro lugar donde vivir. Igual tendrás que buscar un empleo —advirtió la mujer.

Garena puso una expresión de queja que reprimió y salió del apartamento con la azucarera en mano para a buscar a su vecino de mala gana. Fue a la azotea y ya no estaba allí, así que fue hasta su apartamento, dando pasos cada vez más pesados. En cuanto llegó, tocó el timbre y esperó a que saliera. Había ido a buscarlo por insistencia de su madre, pero no iba a fingir una sonrisa ni una invitación con alegría desbordante.

Eso no estaba en lo obligado.

Thanatos abrió un poco la puerta, sorprendido de que lo hayan ido a buscar.

Eso no sucedía.

—¿Tienes azúcar? —preguntó Garena impulsiva.

—No, no tengo —respondió Thanatos con extrañeza y hasta cierto punto con desconfianza.

—Entonces ven a desayunar —dijo Garena sin delicadeza, dejando a Thanatos consternado.

¿Qué clase de invitación era esa?

—Debiste haberte equivocado.

—No. Mi madre quiere que vengas a desayunar —insistió Garena con más golpeteo en cada palabra pronunciada. La paciencia se le estaba acabando.

—¿Por qué? —dijo Thanatos incómodo.

—No sé...supongo que quiere que seas mi padrastro —comentó Garena sin adornos.

Thanatos pareció asustado o increíblemente más incómodo de lo que estaba.

—Lo agradezco, pero debo rechazar la invitación.

Garena infló las mejillas y puso las manos sobre la cintura.

—Escucha, esto es igual o menos agradable para mí que para ti, pero mi madre no me dejó opción y si no te llevo a desayunar ahora mismo, viviré en la calle o tendré que trabajar hasta que muera en una biblioteca.

El semblante que puso Thanatos fue excepcional, más cercano a la gracia que a la molestia por la ingenuidad y dramatización de Garena. No podía culparla porque nadie se imaginaría que estuviera hablando con el dios de la muerte.

—No creo que sea así —dijo Thanatos, acabando con la exageración de la chica—. Y todos trabajamos, que tú lo hagas no debería ser una condena de muerte.

—No tengo problema con trabajar, lo tengo con estar encerrada y aburriéndome en una biblioteca vieja y sin chiste —se dio un golpecillo en la frente—. Bueno, ¿vas a venir o le digo a mí madre que venga ella por ti?

El dios de la muerte pudo seguir negándose con amabilidad porque no tenía ninguna obligación para asistir a un lugar donde no quería ir y menos sin saber las intenciones de quienes estaban allí. A pesar de su postura decidida, poco a poco fue cambiando de parecer al contemplar los pequeños beneficios que tendría aceptar la invitación, al menos esa mañana. No había dejado de pensar en la mujer que tenía incrustada en su corazón y memoria, y el estar solo fomentaba a que su recuerdo fuera más intenso. Igual un poco de distracción nueva lo ayudarían a estabilizarse.

—Iré sólo un momento —dijo Thanatos, cerrando la puerta tras de sí.

Garena ya no pudo decir nada porque pensó que seguiría negándose, pero pronto le dio igual su cambio de decisión y lo llevó hasta su apartamento. Thanatos observó el interior del lugar, asombrándose por lo diferente que lucía el apartamento. En el suyo predominaban los colores azules y grises por la falta de iluminación, mientras que en ese apartamento predominaba la luz cálida del sol atravesando las paredes y las cortinas amarillas. Para estar algunos segundos y por primera vez allí, resultaba un entorno acogedor.

—Delia, ya traje al invitado y no tiene azúcar —dijo Garena, enseñándole a su madre el recipiente vacío de porcelana.

La mujer salió de la cocina con una enorme sonrisa en el rostro y una azucarera igual a la que le dio a Garena.

—No te preocupes, aquí hay azúcar —dijo Delia,

Garena pestañeó perpleja, mirando ambas azucareras.

—¿Qué no se supone que no tenías azúcar? ¿Y por qué hay dos recipientes iguales? Que yo recuerde sólo había uno.

Delia rio cubriéndose la boca.

—Eres una despistada, Gary —indicó Delia, regresando a la cocina y tomando una gran bandeja de aluminio grueso con una gran variedad de comida sobre ella.

Mirar comida diferente puso a Garena boquiabierta. Cuando se fue por Thanatos sólo había pan tostado, mermelada y un poco de fruta. Ahora parecía ser un banquete de ensaladas, más fruta diversa, pan horneado, huevos fritos, café, té y jugo. No se había demorado ni diez minutos en ir a buscar al vecino para que tuviera todo preparado con tanta rapidez. Vaya, hasta la vajilla estaba colocada sobre la mesa.

—¿Y todo esto? —Garena no evitó exponer su sorpresa. Delia no respondió, pero le dio la bandeja a Garena.

—Llévala a la mesa mientras saludo al invitado —indicó Delia—. Buongiorno, me alegra que haya aceptado venir a desayunar con nosotras —se dirigió a Thanatos.

—Agradezco la invitación —dijo Thanatos con formalidad—. Lamento si mi pregunta no es apropiada pero, ¿por qué me ha invitado?

<<Muy buena pregunta>>, pensó Garena a la vez que ponía la bandeja sobre la mesa.

—Es cordialidad. Desde que llegaste a vivir aquí no habíamos tenido la oportunidad de hablar. Espero que no te haya molestado la invitación.

—No, gracias de verdad —respondió Thanatos.

Delia le sonrió de nuevo y miró hacia atrás donde estaba Garena observándolos con un mohín en la nariz.

—¿Qué esperas, figlia? ¿Qué la comida se sirva sola? —preguntó Delia mientras se sentaba y le indicaba a Thanatos que hiciera lo mismo.

Garena apretó los dientes y miró a su madre con reproche, más no dijo nada y comenzó a servir el desayuno con más molestia con la que se había levantado. Sentía injusto que ella tuviera que servir cuando ni siquiera era su invitado.

—¿Cuál es tu nombre? —preguntó Delia.

Thanatos se pensó muy bien cómo responder pues por poco y se le olvidaba el nombre que usaba en la Tierra.

—Nathan.

—Un placer Nathan, ¿deseas café, jugo o té?

—Té está bien —respondió Thanatos aún con falta de confianza.

Delia le quitó la tetera a Garena y tomó una taza de porcelana.

—¿Qué té es el que te gusta? —preguntó Delia antes de servir.

—Té negro, pero el que haya está bien.

—No hay negro —indicó Garena con seguridad.

—Perfecto, es justo el que hay —dijo Delia, sirviendo el té caliente en la taza.

Garena volvió a poner un rostro confundido. Por años no había otro té en esa casa que no fuera de hierbabuena. Thanatos tampoco sabía cómo responder a la coincidencia, pero tomó la taza sin meditarlo mucho.

Una vez el desayuno estuvo servido, prosiguieron a comerlo mientras Delia llevaba control de la conversación con Thanatos. Afortunadamente para él, era una conversación agradable y nada comparado con lo que imaginó pues Delia no había precisado las preguntas que le hacía y no insistía por saber las preguntas, así que Thanatos podía responder sin necesidad de mentir como por ejemplo cómo si tenía hermanos y cómo se llevaba con ellos. No mencionó nombres ni fue necesario hacerlo, pero respondió correctamente. No se llevaba a cabo temas personales como su edad o su pasado. Todo estaba marchando bien realmente y ni se había dado cuenta que llevaban casi dos horas hablando entre ellos dos, ya que Garena se había mantenido al margen y sólo escuchaba lo que hablaban con desinterés.

—Es interesante todo lo que me has contado de ti, Nathan. Has venido a vivir a un lugar muy calmo que te ha brindado buenas oportunidades —mencionaba Delia con cordialidad—. Donde sea de donde vengas, estás en el lugar correcto.

—Me gusta, es diferente a donde vivía. No pensé venir a este país, pero terminó gustándome y me he adaptado a este lugar. Creo que sí podría vivir aquí por mucho más tiempo —Thanatos se sinceró.

Delia notó un debilitamiento en la voz de Thanatos.

—No era lo que querías, ¿verdad?

Thanatos resopló resignado.

—No, pero como estoy conforme. Donde vivía antes tenía limitaciones, no era totalmente libre. Aquí estoy bien, aunque no era lo que me había imaginado.

La mujer le daba vueltas al té con su cuchara, poniendo atención en cada palabra.

—La vida aparenta dar muchas vueltas, pero en realidad, todo está escrito en el destino —dijo Delia con titubeos.

Garena estaba sentada leyendo un libro y sólo alzó la vista en cuanto escuchó a su madre hablar de forma más seria y sabia.

Destino.

Esa palabra era agridulce para Thanatos, Debido a sus hermanos, él aceptaba que el destino era inquebrantable y la vida se lo había echado en cara en muchas ocasiones y no de la mejor manera.

—Habla con mucha certeza. El destino no se puede deshacer, sólo hay que aceptarlo, aunque no nos guste.

La mirada de Delia fue comprensiva y era muy hábil para identificar las emociones de los demás. Con Thanatos no fue la excepción.

—Estás enamorado, ¿no es así?

A Garena casi se le va la lengua por la pregunta tan confianzuda que soltaba esta vez en comparación con las anteriores. Ya se esperaba que Thanatos se levantara de la silla y se fuera incómodo y hasta molesto por la intromisión personal de su madre.

Algo que no ocurrió.

Thanatos bajó el rostro avergonzado.

—Sí.

—¿Y por qué te pones así? No deberías sentirte avergonzado por amar a alguien.

—Si debo. Me enamoré de quien no debía y este sentimiento no tenía por qué existir.

—No es algo que se pueda evitar, y todo forma del destino, incluido el amor. Lo que hoy parece desdicha, mañana se convertirá en un obsequio y no lo digo literalmente —aclaró Delia aún si no era retórico—. Sé paciente y espera el transcurso del destino.

Aunque las palabras le habrían anestesiado el alma, el amor que Thanatos sentía seguiría siendo prohibido. No tenía que esperar del destino para saber que ese amor no debía sentirlo.

Nunca debió sentirlo.

Thanatos se levantó de la silla e hizo un movimiento con su cabeza con total respeto.

—Ha sido una conversación muy amena y agradezco nuevamente su invitación, pero es momento de irme.

<<Y volver a la realidad>>, añadió Thanatos en sus pensamientos.

—Es un placer y por cualquier cosa que necesites, no olvides visitarnos.

El dios sonrió cordialmente y se marchó en completa paz, esperando sentirse así por el resto de su vida.

Al cerrarse la puerta, Garena dejó de leer y se puso de pie mientras veía a su madre recoger la mesa.

—¿Qué fue todo eso? —preguntó Garena insistente.

—Fue una conversación madura y seria entre alguien que quiere ser amable y alguien que está triste.

—¿Tú estás triste? —bromeó Garena.

A Delia no le hizo gracia la broma de Garena.

—Muy graciosa —dijo Delia sarcásticamente—. Todos esos consejos que le di a Nathan deberías considerarlos para ti misma —tomó la vajilla y la llevó a la cocina.

—¿Perdón? —Garena la siguió y su madre le respondió después de dejar las cosas sobre el lavatrastos.

—Ambas sabemos la decepción que tuviste con ese muchacho y lo que te afectó. Esa faceta ruda que aparentas no es más que una coraza para no pasar por lo mismo —dijo Delia deslizando su mano y brazo de arriba abajo, señalando a cuerpo completo a Garena—. El destino está forjado desde antes de que se tenga consciencia y no se puede cambiar. La decepción de un mal amor no quiere decir que sea eterno.

Garena bajó la mirada con desprecio a un suceso del pasado.

—Yo ya no creo en eso.

—Ay Gary...—dijo Delia en suspiro—. El problema no es el amor, es lo que ofrece cada uno.

—Él no me amaba, sólo se burló de mí —añadió Garena con molestia—. Si no lo hubiera conocido yo no habría cambiado.

—¿Y quién te dice que esa desilusión no fue sólo un paso más para encontrarte a alguien mejor? —preguntó Delia y Garena no pareció comprender la inmensidad de su mensaje—. Ese muchacho te ofreció mentiras, pero no todos sin iguales y tú conocerás a alguien que te valore por quién eres y no por lo que aparentas.

—Eso no va a...—dijo Garena antes de ser interrumpida por Delia al colocar un dedo sobre sus labios.

—Todo está escrito ya y recuerda Gary...lo que hoy parece una desdicha, mañana se convertirá en un obsequio —repitió Delia para después dejar sola a Garena en la cocina. Ella se quedó pensando en todo lo que su madre le dijo y lo imposible que era convencerse de que su madre podría tener razón.

Sin embargo, para Garena era algo que no la inmutaba ni esperaba que sucediera.

***

Elíseos.


El miedo e inquietud de Melínoe había desistido en cuanto profundizó en la conversación que tenía con Hades. Hace tiempo que no solían pasar tiempo juntos ni conversaban de esa manera. La forma y el sentido de hablar con Hades era muy distinto a como lo hacía con Perséfone. Su madre solía plantear temas más sensibles y de poco interés para Melínoe como los asuntos románticos y melosos de encontrar una pareja que la amara en el futuro. No era que no le gustara pasar tiempo con Perséfone ni que le molestara escucharla.

Por supuesto que no.

Es sólo que el carácter de Melínoe no era tan compatible con la dulzura de su madre, aunque le confortara su cariño y agradecía al destino tener una madre como ella.

Por otro lado, los temas de conversación que manejaba con Hades eran muy interesantes para ella. Hades le platicaba acerca del Inframundo y todas las anécdotas acerca de él, como la traición de Sísifo a Zeus, la llegada de Orfeo al Inframundo, los motivos y consecuencias de las guerras entre dioses y muchos otros temas más.

Melínoe disfrutaba escuchar a su padre por el afán en que narraba y porque eran de los pocos aprendizajes que no se le olvidaban nunca. La anécdota del castigo de Sísifo era la que más le gustaba y Hades no se cohibía en repetir la historia.

Ya llevaban casi dos horas hablando.

—Zeus había tenido la grandiosa idea de secuestrar a la ninfa Egina sin pensar en las posibles consecuencias —comentó Hades con sarcasmo—. Cuando Sísifo le contó a Asopo, el padre de Egina, fue cuando empezaron las complicaciones.

—El abuelo Zeus se enojó —completó Melínoe mientras apoyaba su mejilla contra su brazo—. Hasta donde tengo memoria, no he visto al abuelo furioso sentirse muy ofendido por Sísifo.

Hades alzó ligeramente los hombros y dibujó una sonrisa tenue.

—Sí, se puso furioso. Esto no te lo había dicho antes pero también estaba preocupado. En cualquier momento, Hera podría enterarse y Zeus no podía permitir que eso sucediera.

Melínoe comprendió mejor y no sabía si debía reír también por imaginar a Zeus temeroso de la reacción de Hera.

—Sea como sea, es interesante cómo se desarrollaron las cosas.

—¿Por qué te gusta mucho esta historia?

—Me sorprende. Un humano engañando a varios dioses no es común y mucho menos que no haya sentido miedo de enfrentárseles. No te ofendas papá —recalcó Melínoe, ya que Hades también había sido engañado por Sísifo.

Hades hizo un gesto para que no se preocupara al respecto.

—Nunca antes habíamos creído que un humano fuera capaz de engañar a varios dioses y no sentir culpa alguna en el momento —explicaba Hades con una sonrisa en su rostro—. Es de las pocas veces que vi a Zeus tan enojado y desesperado. Más que nada fue por orgullo al sentirse burlado. Aunque lo entiendo, hasta yo me enojé con tanto atrevimiento. Por eso planteamos un castigo eterno y justo para Sísifo.

Ser consciente del castigo e imaginarse el sufrimiento de Sísifo fue indescriptible. El semblante de Melínoe se entumeció al imaginarse en su lugar. Ella no había engañado a nadie de la manera en la que Sísifo lo hizo, pero había hecho algo muy malo e imperdonable. Matar a Emeraude nunca fue algo que planeó, ni siquiera lo pensó, pero lo hizo y no podía revertirse. Sabía que merecía un castigo y se preguntaba cuál sería. Asimismo, tenía mucho miedo por volver a perder el control y lastimar a alguien más.

—Te perdiste de nuevo —indicó Hades, haciendo reaccionar a Melínoe.

—Sólo pensaba en por qué se le ocurrió a Sísifo hacer eso y si nunca habría sentido miedo de su destino después de lo que hizo.

Hades contempló tal análisis y sólo suspiró largamente.

—Hay seres malvados por naturaleza y otros que se convierten en malvados. Sísifo tomó sus decisiones por beneficio propio y con toda la intención. Su castigo no podía ser de otra manera.

Escuchar a su padre le dio un aire de consuelo.

—¿Y si no hubiera tenido la intención de hacer daño? ¿Su castigo habría sido diferente?

El silencio de Hades cortó esa esperanza que Melínoe comenzaba a abrazar.

—Si hubiera sido así, ninguno de nosotros habría elegido el castigo. Habría pasado por juicio y tanto Radamanthys, Minos y Éaco habrían delimitado el castigo. En el asunto de Sísifo fue una excepción que nosotros intercediéramos. Aun así, el engaño es imperdonable y sobre todo si fue a algún dios. Afortunadamente para él, no mató nadie, sino su castigo habría sido mucho peor.

Melínoe sintió que la cabeza comenzaba a darle vueltas por lo que Hades le dijo. Eso no la había hecho sentir bien y sus ojos comenzaron a arderle por querer llorar. Habría sido fácil despedirse de Hades e ir a su habitación para continuar con sus culpas o confesar de una vez y por todas lo que había hecho. Sin embargo, ni una ni otra fueron sencillas. Ir a su habitación no era la mejor opción porque no quería estar sola y confesar algo que había hecho sin estar consciente, podía ser difícil de comprender.

¿Quién lo haría?

Nadie sería capaz de comprender algo tan atroz.

—Hace tiempo no veo al abuelo Zeus —dijo Melínoe, esquivando sus pensamientos y continuando con otro tema de conversación para no tener que marcharse.

—Hoy lo verás de nuevo. Probablemente —dijo Hades.

Melínoe alzó las cejas con sorpresa.

—¿Iremos al Olimpo?

—No. Vendrá él aquí —respondió con una actitud cambiante. De inmediato se notó que Hades no estaba contento con su visita—. Vendrá junto a Fobos.

Los ojos de Melínoe se abrieron de golpe y su corazón palpitó con mayor fuerza en cuanto escuchó el nombre Fobos. Muchas preguntas surgieron en su mente.

¿Qué iba a hacer Fobos en los Elíseos?

¿Por qué iría a ver a Hades junto a Zeus?

La ansiedad comenzó a jugarle sucio. Pensó en que quizás Fobos no se fue en el momento en que ella se alejó de él, sino que había logrado ser testigo del acto homicida que realizó contra Emeraude. Eso explicaba por qué fue a buscarla al bosque esa mañana y por qué le solicitó a la ninfa estar alerta por si ella aparecía.

¿Su intención sería entregarla para que la castigaran?

De nuevo algo frustrante para ella.

Sin saberlo, Hades se hacía preguntas similares sobre esa visita inesperada pues había recibido la noticia después de ser despertado por Ralen. Iris se encargó de enviarle el mensaje al joven guardia para que informara a Hades lo más pronto posible. Ese era el motivo por el cual Hades estaba despierto desde temprano. A diferencia de Melínoe, él presentía algo.

No.

Hades sabía que sólo existía una razón para que el entrometido de su hermano Zeus y Fobos estuvieran ahí. Esa sensación era agria y esperaba equivocarse.

Melínoe seguía perdida en sus pensamientos ahora cargados de ansiedad. Fue una suerte que su padre no notara lo pálida que se había puesto. Esta vez no fue Hades quien la despertó de su letargo sino alguien más que tocaba la puerta del despacho. Ante la orden de Hades para ingresar, Tabitha entró y se reverenció ante ambos. Fue difícil para ella no sentirse intimidada por la presencia de Melínoe pero trató de ignorarla.

—Señor Hades...el señor Zeus y Fobos recién han llegado a los Elíseos.

Melínoe no esperaba recibir tantas noticias en poco tiempo.

—Muy bien. Yo mismo les daré la bienvenida —dijo Hades mientras se levantaba de su asiento y Tabitha se marchaba del despacho. Melínoe también se levantó—. Hija, hablaremos en otra ocasión. Debes terminar de prepararte para ir con Hypnos y Macaria.

—Sí. Me iré enseguida —dijo Melínoe conteniendo la tartamudez.

Hades interpretó su rapidez para marcharse como entusiasmo para ir a sus clases, cuando en realidad, Melínoe tenía que prepararse para investigar qué hacía Fobos en los Elíseos. Si en verdad había ido para delatarla, iba a detenerlo cuanto antes. Ella debía ser quien revelara la verdad.

Melínoe fue corriendo rápido por los pasillos, evitando ir a su habitación. No obstante, no esperaba encontrarse con Caria tan pronto.

—Meli, te fui a buscar a tu habitación y no estabas —comentó Caria con una sonrisa. Creyó que Melínoe no estaba en su habitación porque ya se había preparado para ir con Hypnos—. ¿Llevas prisa?

—Sí —Melínoe no quería ser muy obvia pero tampoco tenía tiempo para platicar con Caria—. Ya casi empiezan las clases con Hypnos y no puedo atrasarme de nuevo.

Caria miró con delicadeza a su hermana y sonrió sutilmente.

—¿Quieres que te ayude con tu cabello?

Era el detalle que menos le importaba a Melínoe en ese momento. Sin embargo, con todo lo que pasó en las últimas horas y por cómo se había visto en el espejo, sabía que era un desastre al igual que su vestido.

Tenía que arreglarse de cualquier forma y accedió a que Caria le ayudara porque era muy rápida peinándola. No sabía cómo era que tenía una habilidad y paciencia para peinar su cabello rizado.

—Está bien.

Temía ir a su habitación, pero no había otra opción. Fueron allí y Melínoe tomó asiento para que Caria comenzara a peinarle el cabello. A Caria le gustaba mucho el cabello de Melínoe. No entendía cómo ella podía odiarlo. Empezó a trenzarlo y a decorarlo con olivos de oro. Caria estaba tan entretenida en el peinado y Melínoe pensaba en cómo iba a descubrir las intenciones de Fobos en los Elíseos. Tenía que darse prisa antes de que fuera demasiado tarde y al mismo tiempo, tenía que ser muy discreta para que él no se diera cuenta que fue la misma mujer que lo citó en el bosque.

Los beneficios de haberse encontrado por primera vez fueron que Melínoe tenía el cuerpo cubierto de pies a cabeza con una capa y que era de noche, por lo que esperaba que, si Fobos la veía ese día, no podría reconocerla.

De todos modos, no estaba en sus planes que Fobos la viera, pero debía contemplar toda situación en caso de que algo saliera mal.

—He terminado —dijo Caria mientras tomaba algunos rizos de Melínoe y los acomodaba a un costado de su rostro.

—Gracias —Melínoe se sorprendió lo rápida que fue y se levantó para buscar un vestido.

—Te noto muy acelerada. Debes estar ansiosa por ir de nuevo a estudiar con Hypnos —dijo Caria y se sentó sobre la silla que estaba frente al tocador.

—No tienes idea —comentó Melínoe de forma sarcástica, sin que Caria notara que estaba demasiado lejos de la realidad. Sacó un vestido azul cielo y volvió a guardarlo al no convencerse.

Caria observó el tocador y los objetos que estaban ahí. Lo que llamó más su curiosidad fue una botella de cristal con un contenido anaranjado que antes no había visto, o al menos no recordaba.

—¿Esto qué es? —preguntó Caria señalando la botella con su dedo índice.

Melínoe apenas alzó la mirada.

—Es un perfume que me regalaron las ninfas en mi cumpleaños —respondió rápido—. Puedes usarlo si quieres.

Caria sonrió y aceptó de inmediato y abrió la botella, oliendo la cítrica esencia. Fue demasiado agradable. Colocó unas gotitas en su cuello y sus muñecas. Al acabar, se levantó.

—Saldré, mientras termina de ponerte tu vestido. Te espero afuera —indicó Caria y Melínoe se negó.

—Antes de que llegue Hypnos, papá me dio algunos encargos. Espero no te moleste que nos veamos de nuevo cuando termine de cumplirlos. Estaré a tiempo antes de que Hypnos llegue.

—Oh. Está bien...entonces...veré qué hago mientras te espero —concluyó Caria y se marchó de ahí con un semblante confuso.

Justo en ese momento, Melínoe eligió un vestido que no le agradaba mucho, pero era más neutral. Era totalmente blanco y con las mangas largas.

***

Hades iba de camino para recibir a los dioses y en el trayecto le sucedió algo que muy pocas veces ocurrían: la distancia se le hacía demasiado corta, aunque no lo era. Esto se justificaba porque Hades no quería realmente hablar con ninguno de los dos porque el tema en cuestión no era agradable para él. No obstante, también se encontraba en duda. Cada vez que veía a Zeus, éste le decía lo mismo al terminar una conversación seria y formal, mencionando que tanto Macaria como Melínoe ya eran mayores y bromeaba con que pronto se casarían. La broma sólo le hacía gracia a Zeus ya que para Hades era algo molesto imaginar que sus hijas llegaran a ese punto tan pronto. Zeus tenía razón en un aspecto, sus hijas estaban más cercanas a la edad en la que se enamoraban o se casaran, pero para Hades era distinto porque las seguía viendo como unas niñas. De vez en cuando, Hades pensaba en el momento en que sus hijas se casaran y por supuesto que lo que menos quería era que ambas se casaran con alguien que no les correspondiera. Él más que nadie sabía lo que se sentía estar enamorado y que no te correspondieran. Pero también sabía lo feliz que se podía ser cuando el amor era mutuo.

Ahora que lo recordaba, justo después de la celebración de cumpleaños de Macaria donde se tocó por primera vez el tema de un posible compromiso de ella, Zeus comenzó con sus bromas de mal gusto para Hades. Hasta hubo una ocasión en la que Zeus fue más insistente y bromeó sobre cómo sería que Macaria estuviera casada con Fobos, resaltando burlonamente que Macaria nunca sufriría de desamor hacia Fobos porque simplemente nunca se enamoraría de él y que él al ser tan frío y más interesado en las guerras, apenas y estaría con ella.

"Tú nunca sufrirías por el corazón roto de tu hija, no tendrías que consolarla ni la verías llorar porque su esposo no le hace caso"

Esas habían sido las palabras de Zeus en aquella ocasión. La idea y comentario de Zeus había sido descabellada hasta cierto punto, incluso repugnante, pero Hades se imaginó cómo sería ese matrimonio y llegó a aceptar que Zeus tenía algo de razón. A sus hijas podría evitarles sufrimientos innecesarios por cuestiones de amor si alguna se casaba con Fobos, en este caso Macaria era la prioridad por ser la mayor. Aquella vez, Hades se sintió mal de haber considerado ese matrimonio como posibilidad por todo lo que Zeus le dijo.

Ahora, Hades se acercaba para darles la bienvenida a los Campos Elíseos. Al primero que vio en la entrada del castillo fue a Zeus, tan campante como siempre sin ninguna preocupación de por medio.

A veces envidiaba su tranquilidad.

A veces.

—¡Hermano! Hace tiempo que no te veo, comenzábamos a creer que no querías salir de tu cueva —Zeus extendió los brazos para saludar a Hades con fraternidad, algo que no fue correspondido.

—Me mandaste saludar en el mensaje que dejó Iris en la mañana, no hace falta saludarnos de nuevo —dijo Hades con gran seriedad.

Zeus pestañeó de par en par hasta que rio a carcajadas como medio para afrontar el rechazo. Fobos mantuvo una postura firme, ambos con brazos cruzados. Él sonrió tan discretamente que pasó desapercibida porque le había parecido divertido el desplante de Hades a Zeus, pero no iba a reír porque no era el momento ni el lugar.

Debía mantener un respeto.

—Sean bienvenidos. Ahora que te tengo de frente, ¿podrías decirme cuál es el motivo de la visita? —preguntó Hades por fin.

—Oh...siempre queriendo ir al grano —comentó Zeus—. Es un tema personal realmente que necesito contarte en privado y a solas.

Hades levemente la frente y la nariz, deslizando enseguida la mirada hacia Fobos.

—¿Y por qué trajiste a Fobos si quieres hablar conmigo a solas? —demandó saber porque no comprendía el sentido de la presencia de Fobos con lo que Zeus decía.

—Ah, pues verás...estoy enseñándole unas cosas a Fobos sobre la guerra que tuvimos con los titanes, para que le sirvan y los aplique en sus siguientes ataques en la Tierra —explicaba Zeus a base de mentiras que le surgieron al instante—. ¿No es cierto, Fobos?

Fobos asintió en silencio y con mirada imperturbable, siguiéndole la corriente a Zeus porque todo lo que él dijo fue mentira.

—Sí, es cierto —dijo Fobos limitadamente.

<<Muy bien, ya casi se la cree>>, pensaba Zeus al mirar sonriente a Fobos y luego volver a mirar a su hermano.

—Fobos ha estado yendo al Olimpo últimamente y como yo quería hablar contigo sobre otros asuntos, lo invité a venir a verte. Fue algo tedioso estar cambiando el lugar de la visita porque pensé que estarías en el Inframundo y luego resultó que estabas en los Elíseos...

—Si, ya entendí —Hades detuvo a Zeus porque si no, no pararía de hablar de eso. Si les parece, preferiría que habláramos en mi despacho. Es más privado y silencioso. Nadie nos interrumpirá ahí, sólo dame unos minutos para dar algunas órdenes para el día de hoy y hablamos —indicó Hades

Zeus asintió y le dedicó una cómplice mirada a Fobos en cuanto su hermano se dio la vuelta, algo que pareció que Fobos entendía muy bien. Hades apenas había dado unos pasos cuando Zeus se detuvo.

—Hades, ¿no tendrás un poco de ambrosía? Puedo buscarlo si no te importa —propuso Zeus cordialmente.

Hades ni siquiera volteó a verlo ni mucho menos se detuvo, sólo puso los ojos en blanco.

—Si tocas o molestas a alguna ninfa o dríada, yo mismo le diré a Hera —dijo Hades determinante.

Zeus abrió la boca tan grande, impresionado por la advertencia.

—¿Por quién me tomas? Yo sólo quise ser amable y evitar molestias mientras tú ibas a dar tus órdenes.

—Como quieras, pero no te pases de abusivo. Nos vemos aquí mismo en unos minutos —indicó Hades determinante.

En cuanto se fue de la vista de Zeus y Fobos, el dios del trueno miró a Fobos y lo tomó de los hombros.

—Yo distraigo a Hades lo más que pueda, es tu momento de averiguar algo —indicó Zeus en voz muy baja. Dejó a Fobos ahí quieto y caminó fuera del castillo, hacia los campos.

Fobos no estaba a gusto con la situación, pero le convenía. Caminó hacia otro rumbo del castillo a averiguar lo que quería saber.

Al pisar los campos, Zeus aspiró el delicado aire fresco de los Elíseos y deslizó su mirada en toda la extensión verde. Vio a varias ninfas caminando o jugando por los campos. De ser en otras circunstancias, le habría gustado ir a hacerles compañía, pero era mejor no provocar a Hades o sino Hera se enteraría y ni explicaciones entendería. Admirando una vez más los campos antes de irse, pudo apreciar a Caria sentada en la yerba leyendo con tanto interés.

Y no se equivocaba.

Caria había aprovechado el tiempo disponible que tenía y la paz del aire libre para leer los libros que Hécate le había dado para que conociera mejor los asuntos de la Tierra. Había suspendido esas lecturas hace tiempo porque le recordaba a Thanatos y el propósito que ella tuvo al ir a buscarlo a la Tierra. Ahora se sentía con mayor valor para continuar leyendo. Pero lo que más le inspiraba en esos momentos era que quería escribir una carta con todo lo que sentía por Thanatos. Esa carta no esperaba enviarla, o al menos no por ahora, pero quería escribirla por si en algún momento cambiaba de opinión. No llevaba ni cinco minutos leyendo cuando fue interrumpida estrepitosamente.

—¡Macaria! ¡Hermosa niña! —exclamó Zeus cuando se acercó, asustando a Caria.

—Abuelo, no esperaba verte aquí —dijo Caria feliz, pero cerrando discretamente su diario. Justamente estaba escribiendo sobre Thanatos y Zeus podría leer el contenido—. ¿Has venido a visitarnos? —decía con alegría.

Esa breve cercanía le permitió a Zeus oler esa misma fragancia que estaba impregnada en la carta de Fobos. Su felicidad fue indescriptible y tenía una sonrisa demasiado grande, tanto que sorprendió a Caria.

—Vine a hablar con tu padre...pero sabes que puedes visitarnos en el Olimpo cuando tú quieras. Eres bienvenida al igual que Melínoe —Zeus puso una mano en su cabeza antes de abrazar a Caria—. ¿Qué andabas haciendo? —preguntó con mucha curiosidad.

Los nervios de Caria comenzaron a disparársele y con mucho cuidado, fue cubriendo con sus manos los libros, esperando que la curiosidad de Zeus no sobrepasara los límites. Cuando notó que Zeus se fijaba en los libros, Caria intentó desviar su atención.

—Iba a escribir, abuelo —Sólo dijo eso, sintiéndose mejor que Zeus desviara la mirada de los libros.

Caria no imaginaba los pensamientos que había generado en Zeus con esa inocente información.

—¿Es alguna carta? —preguntó Zeus.

—S-Sí...lo es —mintió Caria—. Es para mamá.

<<¿Será posible?>>, se preguntó Zeus. Su ilusión incrementó cuando su nariz percibió el fresco aroma que provenía de Macaria y el mismo que estaba impregnada en la carta romántica.

—Este aroma, ¿es tuyo? —preguntó Zeus para enlazar su teoría.

Caria había olvidado que se había puesto perfume que Melínoe le dio.

—Sí. Melínoe me regaló un poco de su perfume. Es de naranjas, creo.

Zeus pasó por alto que Melínoe era la dueña del perfume y se centró en Macaria.

—Te gusta escribir cartas, ¿verdad? —preguntó con una sonrisa más amplia.

—Sí, la verdad sí —respondió Caria un tanto extrañada por la connotación—. ¿Por qué estás muy feliz? —preguntó Caria curiosa.

<<¡Fantástico! Simplemente soy magnífico. Acabo de dar con la que le escribió la carta a Fobos más rápido que el mismísimo rayo que yo lanzo. ¿Qué harían sin mí?>>, pensaba Zeus, ensanchando su sonrisa y elevando su ego.

—Por ti mi niña —La tomó de los hombros—. Tu vida va a cambiar muy pronto y tus deseos se van a cumplir mejor de lo que quieres.

—¿Eh? ¿Qué quieres decir, abuelo? —preguntó Caria confundida.

—A que tu destino será totalmente diferente. Quiero que sepas que será difícil convencer a tu padre, pero voy a lograrlo. Desconozco porque has hecho todo esto para llamar la atención del hombre que te gusta, pero eres valiente. Muy valiente por hacerlo de esta manera.

Los ojos de Caria se abrieron de par en par.

—¿Ya lo sabes? Pero, ¿cómo? —preguntó Caria muy ruborizada, haciendo sus propias conclusiones—. ¿Mis papás lo saben?

—Soy Zeus y nada se me escapa —sonrió Zeus—. Tú no te preocupes de nada, ellos no lo saben, pero seré muy discreto y sutil con el tema —aseguró nuevamente—. Debo irme ya o el ogro de tu padre será menos accesible. Déjamelo a mí, por eso estoy aquí.

Caria tenía más dudas en cuanto Zeus se fue, pero más pronto que tarde, su felicidad incrementó al suponer que quizás, Thanatos podría volver a los Elíseos. Era lo único en lo que pensaba que podía cambiar su vida de manera positiva. De lo contrario, no se imaginaba qué podría ser. Tuvo mayor inspiración y energía para leer y escribir.

<<Thanatos...pronto volverás>>, pensó Caria con mucha esperanza.

Zeus fue casi corriendo hacia al castillo y llegó a la recepción casi al mismo tiempo que Hades llegaba. El mayor lo miró de arriba abajo con desconfianza que no tuvo intención de esconder.

—¿Qué hacías? —preguntó Hades al no ver ninguna copa de ambrosía que supuestamente Zeus fue a buscar.

Además de que Zeus estaba feliz y eso no lo tranquilizaba.

—Fui a buscar la ambrosía, pero vi a Macaria en los campos y fui a saludarla —respondió Zeus, mezclando una mentira con una verdad.

Eso no fue suficiente para Hades, así que él mismo volteó a ver a los campos y comprobó que Macaria estaba sentada por ahí en los campos, a una distancia considerable. Sólo así le creyó a Zeus.

—¿Y Fobos? —preguntó Hades, buscando con la mirada al dios.

—Te dije que primero debía hablar contigo a solas, así que le dije a Fobos que fuera a dar una vuelta mientras tanto —indicó Zeus.

Ahora a ver que le inventaba Zeus a Hades para no parecer que sólo quería distraerlo para que Fobos buscara a la responsable de la carta. En cuanto Fobos regresara, podrían irse de allí.

Hades no alargó ese cuestionamiento y dirigió a Zeus al despacho.

***

Melínoe iba saliendo de su habitación y comenzó a andar por los pasillos tranquilamente, asegurándose de que nadie se diera cuenta que estaría espiando. Tenía el corazón golpeando con fuerza porque se imaginaba a Hades enterándose de cómo murió Emeraude y cuál podría ser su castigo por eso. De repente observaba los alrededores como si fuera la última vez que estaría ahí.

Afortunadamente para ella, no parecía haber nadie cerca.

<<Deben estar en el despacho>>, pensó mientras se dirigía para allá.

Melínoe llegó cerca del despacho, viendo como Hades y Zeus estaban por entrar en él. Fue inevitable pensar dónde estaba Fobos. No estaba ni cerca del lugar.

¿Sería que al final, él no fue a los Elíseos?

La tranquilizaba mucho no verlo y consideró que su ansiedad le jugó chueco al pensar en extremo. Se retiró del pasillo para dirigirse resignadamente a sus clases con Hypnos. Dio vuelta por el pasillo de la derecha, el que conducía a la gran sala de descanso y tan pronto como iba a llegar ahí, retrocedió rápidamente y su intranquilidad se apoderó de su cuerpo nuevamente. No lo había visto bien, pero logró identificar a un hombre con ropas muy diferentes a las que portaban los guardias de los Elíseos y del Inframundo. No cabía dudas, Fobos sí había ido a los Elíseos y estaba ahí, en la sala de descanso. Estaba solo y de pie. Melínoe se ocultó tras la pared, esperando que no haya notado su presencia.

Algo que no ocurrió.

Fobos si se había percatado que alguien estaba cerca de él, pero pronto se alejó y sabía perfectamente que no se había ido. Estaba cerca. Sinceramente no le importaba porque podría ser cualquier guardia, ya que se había encontrado con varios en el camino. Desafortunadamente, aún no se topaba con alguna doncella, ninfa o dríada con la que podría averiguar quien fue la que se había burlado de él en un escrito ridículo y patético. Lamentaba que cuando se encontrara con la responsable, no pudiera matarla por estar en los Elíseos. Vaya, ni siquiera podría hacerlo en el Inframundo por las reglas y advertencias que existían allí. Si algún dios o quien sea se atrevía a matar a alguien en cualquiera de estos lugares, sería juzgado directamente en el Inframundo con un castigo más que seguro en el Tártaro.

La mujer de la carta había sido lo suficientemente lista para burlarse de él y no ser lastimada como él quisiera por esas estrictas reglas. Fobos ya buscaría la manera de salirse con la suya. Por el momento y debido a la tensión que sentía, se tomó algunos minutos de descanso y se recargó en la pared y alzó la mirada. El interior del castillo era demasiado fresco y lúcido, muy diferente al entorno al que estaba acostumbrado. Hace horas estaba cabreado y confundido, ahora le resultaba hasta alucinante que estuviera en los Elíseos y todo por Zeus:


"Fobos fue inmediatamente a ver a Zeus al Olimpo, tal cual fue el mensaje que dejó Iris con Ares. Prefirió ir enseguida y saber qué era lo que quería para luego regresar al campamento y exponer con su padre, tía y hermano sus estrategias de guerra. Se encontró con varios dioses en el camino, pero ninguno era de importancia. Hermes ni siquiera estaba cerca, seguramente se había ocultado por completo para que él no se fiera cuenta dónde estaba.

Entre alguno que otro saludo, fue enviado a la sala del trono donde estaba Zeus esperándolo a solas. Se había levantado del trono para saludarlo antes de volver a su asiento.

—Querido nieto, me alegra que estés aquí tan rápido. Se nota que no te gusta esperar ni darle largas a los asuntos —mencionó Zeus para entrar en calor con la conversación porque sabía que Fobos podría no reaccionar bien cuando le mencionara que sabía sobre su asunto personal.

—No me gusta, igual me alegra verte —dijo Fobos directamente y sin reparos—. Estaba trabajando cuando mi padre me dijo del mensaje que fue Iris a enviarme. Debo regresar cuanto antes —se esforzó en ser más cordial.

Zeus supo que debía ser rápido antes de cansar a Fobos y que éste se fuera.

—Bueno, entonces seré más claro y preciso. Recientemente me enteré de que había un conflicto entre Hermes y tú —comenzó a decir Zeus.

—¿Conflicto? —preguntó Fobos divertido—. Yo aún no lo llamaría así. No puede haber un conflicto cuando hay un cobarde.

—Hermes hace su trabajo, no es totalmente un cobarde —Zeus trató de defender a Hermes—. Fue muy valiente al revelar información de más, gracias a él sé que te enviaron una carta que te molestó.

Zeus trataba de aligerar la tensión que Fobos sentía hacia Hermes sin saber que sólo lo estaba empeorando.

—Ahora sabe decir cosas que no le incumben a nadie —comentó Fobos con una mano en el cuello. Le parecía absurdo que Hermes no haya querido darle información a él sobre la carta que le mandaron, pero sí era atrevido en contarle a otros sobre la carta—. ¿Dijo algo más que yo no sepa?

El padre de los dioses volvió a levantarse, acercándose nuevamente a Fobos y apretando su hombro como si quisiera que sintiera su apoyo.

—Sé sobre la carta, es decir, el motivo por el cual estás enojado —dijo Zeus tranquilamente mientras Fobos lo miraba más que enojado de que supiera de esa burla, aunque se contuvo—. No es para menos, pero primero debes pensar mejor las cosas. Quizás esa mujer sólo quería llamar tu atención.

—Qué tonta —comentó Fobos, reservándose más comentarios.

—Valiente, diría yo —añadió Zeus—. No es una sorpresa ni un secreto que seas deseado. Hay mujeres más atrevidas que escriben cosas así para que notes que le gustas, mandando cartas, por ejemplo —meditó mejor sus palabras—. Es lo que me han contado —rectificó con inocencia—. ¿Te gustaría saber quién la escribió?

—Estoy en eso —respondió Fobos, a punto de añadir que no se siguieran metiendo más en sus asuntos.

—Perfecto, entonces vayamos a los Elíseos en unos días.

Fobos no terminó de ser claro con su comentario porque lo que Zeus recién le dijo llamó mucho su atención.

—¿A los Elíseos?

—Sí, Hermes reveló que de ahí mandaron la carta —confesó Zeus—. Pensándolo bien, podríamos ir primero al Inframundo y luego a los Elíseos, con eso de que Hades está en un lado y luego en otro, no sé realmente dónde esté.

Fobos al fin sabía algo que quería saber, no como esperaba, pero lo sabía ahora.

—¿Reveló quién fue?

—No, creo que ni él mismo lo sabe. De eso no dijo nada, por eso quiero que vayamos a los Elíseos. Te ayudaré a encontrarla, así Hades no sospechará nada de que estés ahí.

—Aunque usted me acompañe, va a sospechar —Fobos corrigió, siendo más apegado a la realidad.

—Nada de eso, no sospechará ni una pizca —dijo Zeus moviendo su mano—. Vamos a verlo, daremos con esa chica y podrás conversar con ella. Quizás y...no sé, podrían ser amigos o podrían entenderse muy bien si sabes a lo que me refiero.

La perspectiva de Zeus era muy diferente a la que Fobos tenía cuando dieran con la mujer. Zeus veía una imagen más alegre y divertida entre Fobos y ella sin suponer que en realidad Fobos quería matarla o vengarse de ella de una manera cruel que compensara toda la ofensa que él tenía.

—Bien, sólo confírmeme cuándo iremos —resaltó Fobos."


Y ahí estaban ahora, en los Elíseos buscando a dicha mujer.

Al poco tiempo, abandonó esa postura más relajada y volvió a tensar el rostro y mostrar una postura más firme e imponente cuando sintió que era observado por algunas ninfas.

Era lo que había estado esperando desde que llegó: encontrarse con ellas y acabar con esa embarazosa y molesta situación. No servía de nada que ellas trataran de ser discretas, él sabía que estaban ahí por sentir sus presencias.

Mimbre, Enerit y Anelisse estaban recargadas en una pared, asomándose sutilmente para ver a Fobos. Mirarlo era un deleite mucho mejor que sólo imaginárselo. Era bastante atractivo e imponente. Su presencia era capaz de hacer sentir cosquilleos y al mismo tiempo temor. Estar cerca de él era demasiado arriesgado porque bien, era inevitable resistirse a todo su ser y podrían sucumbir a sus deseos o por el contrario, podría atemorizarlas hasta enloquecerlas.

—Es mucho más hermoso de lo que recordaba. Cuando lo vi por primera vez era más joven —decía Mimbre entusiasmada.

—Sin duda alguna que haber crecido le favoreció mucho más —comentó Anelisse mordiéndose el labio inferior.

—No sería mala idea perderme con él un rato —dijo Enerit con picardía, rozando con la yema de sus dedos el raspón de su mejilla. Quitó su mano por el ardor provocado.

Las tres ninfas soltaron unas risillas porque compartían la misma opinión.

Melínoe llegó a ese pasillo y vio como las ninfas se asomaban con tanta faena hacia la sala de descanso. Dio media vuelta en sus propios tobillos para ir por otro pasillo sin que las ninfas estuvieran. No obstante, Anelisse se percató que Melínoe estaba ahí cerca. Les hizo unas señas a Mimbre y Enerit y les indicó que se marcharan. Las dos ninfas sonrieron con cierta malicia por lo que Anelisse les dijo en susurros y se fueron de allí.

Anelisse dio pasos más grandes de los usuales para alcanzar a Melínoe sin hacer mucho escándalo.

—Señorita Melínoe, espere por favor —dijo Anelisse con voz más cordial.

Melínoe se giró a verla y la esperó. Aún seguía avergonzada por lo que ocurrió horas antes.

—¿Qué sucede? ¿Enerit está bien? —preguntó Melínoe preocupada.

<<Falsa>>, pensó Anelisse sin dejar de sonreír.

—Ella está bien. Afortunadamente no le pasó nada grave —Se esforzó por no enfrentarla como quería y poder desenmascarar a Melínoe—. No sé si esté enterada, pero Zeus y Fobos acaban de llegar a los Elíseos.

—Ah...no lo sabía —Melínoe fingió demencia—. Supongo que han venido a ver a mi padre.

—Así es. Están en el despacho...bueno, excepto Fobos.

—¿Por qué no está con ellos? —preguntó Melínoe curiosa y con dudas.

—No lo sabemos. ¿No le gustaría verlo? —proponía Anelisse.

—No, ¿por qué debería?

—Porque no lo conoce y el día de su cumpleaños estaba muy interesada en conocerlo. Recuerde la carta —enfatizó la última frase.

<<¿Cómo olvidarla?>>, pensó Melínoe con desagrado.

—Tengo otros pendientes qué hacer. No me interesa verlo —insistía Melínoe.

—Es una oportunidad única. Quizás nunca más tenga la oportunidad de verlo tan cerca —Anelisse mostraba convicción con su propuesta.

Melínoe no había estado convencida de verlo a menos que fuera necesario para evitar que contara lo sucedido con Emeraude. Aunque la insistencia de Anelisse la hizo cambiar de parecer. Ambas caminaron hacia la esquina de la pared. Melínoe se puso a espaldas de la misma y tomó aire antes de proceder a asomarse. Por alguna razón su corazón volvía a agitarse con fuerza. Al asomarse lentamente, pudo verlo de nuevo.

Fobos estaba de lado, mirando fijamente hacia enfrente. Vestía ropas muy similares a las que la noche que lo conoció, con un peto negro. Mantenía esa misma expresión neutra y brazos cruzados. Se quedó mirándolo por un buen rato y Melínoe recordó la conversación que había mantenido con él. Pronto comenzó a sentir rabia en el interior por sentirse burlada con su desagradable ilusión y por no haberla ayudado. Recordar la muerte de Emeraude fue lo que casi la hace ir con él y encararlo.

Anelisse vio que Melínoe estaba lo suficientemente distraída como para tomar una bandeja de plata que estaba sobre una mesilla en la esquina contraria. Melínoe seguía mirándolo y preguntándose cómo alguien como él podía ser tan ególatra. No dudaba que en verdad haya ido hasta ahí para exponerla.

Un ruido metálico sonó fuerte detrás de Melínoe que la asustó. Miró hacia atrás y vio la bandeja de plata frente a Anelisse quien alzó los hombros como si lamentara el accidente. Su actitud y sonrisa fueron suficientes para que Melínoe se diera cuenta que lo había hecho apropósito. Antes de poderle reclamar, Anelisse tomó la bandeja y se fue apresurada de ahí.

La respiración de Melínoe fue de rabia. Tratando de olvidar lo que sucedió y continuar con su plan de espionaje. Se volvió a asomar con mayor discreción y sus ojos se abrieron completamente. Fobos ahora la estaba mirando fijo. Sus ojos castaños la atacaban con frialdad.

Melínoe había sentido que permaneció mucho tiempo ahí de pie, estática. Al reaccionar, se separó de la pared y comenzó a caminar rápidamente por el pasillo por el que había llegado. Esperaba que no la haya reconocido en ese momento en que sus miradas se cruzaron. Melínoe dio vuelta en el siguiente pasillo y volvió a frenarse de golpe.

Fobos estaba ahí enfrente.

—¿Pensabas escapar? —preguntó Fobos con su voz ronca.

Melínoe no respondió enseguida y aunque se tomó por sorpresa que haya aparecido frente a ella, no se dejó intimidar. Estuvo por responderle y antes de hacerlo debía modular su voz. Hacerla más aguda sin que sonara tan falsa era lo mejor porque si bien no estaba segura si la reconoció o no, tenía que seguir ocultando que había sido ella a quien conoció en el bosque.

Su voz era lo único que él podría reconocer con facilidad.

—No hay razones para hacerlo —respondió Melínoe con un tono más agudo sin exagerar.

—Entonces, ¿sólo te vas cuando te descubren que espías?

—Yo no estaba espiando —aseguró Melínoe, esquivando la mirada de Fobos—. Sólo no esperaba ver a alguien ajeno a los Elíseos por aquí.

Se escuchó una risa baja de notoria burla.

—Desde hace rato que me han observado, pensando que no me doy cuenta de que lo hacen —Fobos resopló irónicamente—. Estoy acostumbrado a que me miren, lo que no soporto es la ingenuidad y la subestimación —Melínoe quería responderle. Sus frases tenían tono arrogante. Sin embargo, se quedó callada y Fobos continuó—. No eres la primera ninfa que conozco cuando me espía, aun así, te recomiendo que no lo vuelvas a hacer.

Melínoe arrugó ligeramente la frente. Parecía que Fobos no la reconocía y comenzó a sentir mayor alivio. Desafortunadamente para ella, se dio cuenta que Fobos comenzaba a analizarla insistentemente.

—Es verdad que no nos conocemos. Aunque conociendo a tantas mujeres, podrías no recordarñas.

Ante su respuesta, Melínoe notó que Fobos se había molestado.

—Tengo buena memoria. Como dices, he conocido muchas mujeres en mi vida y ninguna ninfa había sido tan insolente como tú —La encaró—. ¿Las ninfas de los Elíseos suelen tutear a los dioses y responder cuando no se les pide?

—¿Y en qué momento dije que yo era una ninfa? —Melínoe contraatacó, frustrada porque la consideraba una ninfa. Ella estaba molesta con Anelisse por hacer que Fobos la descubriera.

Fobos alzó ambas cejas. Es cierto. Jamás dijo que lo fuera. Esta aclaración no hizo más que observarla con mejor precisión. La chica era muy bonita. Específicamente, tenía una belleza radiante. El rostro ligeramente redondeado y sus labios naturalmente rosados. Su piel era clara y contrastaba perfectamente con su cabello negro. En síntesis, su rostro era estético y lucía aún más hermoso con su largo cabello rizado, tan negro y tan brillante. Se había dado cuenta que sus ojos eran azules, pero no podía apreciarlos realmente porque ella esquivaba la mirada.

Ignorar a Fobos cada vez era más difícil porque podía sentir su mirada clavada en ella y eso comenzó a incomodarla.

—No voy a enojarme porque me voltees a ver —dijo Fobos de repente—. No existe una razón por la que debas evadirme la mirada, ¿o sí?

Fobos comenzó con su cacería. Le haría las mismas preguntas a cualquier mujer de los Elíseos y las trataría por igual. Alguna debía confesar lo que hizo.

—No la hay —respondió Melínoe, buscando alguna manera de poderse ir sin ser molestada.

—Entonces, mírame —La indicación de Fobos resultaba ser más una orden que una petición.

A Melínoe no le gustaba tener que complacer a nadie en algo que no quería, pero de nuevo su instinto le indicó lo contrario. Fobos era un dios que estaba acostumbrado a que las mujeres hicieran lo que él quisiera. Tenía el poder para hacerlo. Si se rehusaba, ella misma se pondría en evidencia, ya que en el bosque pareció sorprender a Fobos que ella pudiera rehusarse a obedecerlo.

En ese instante no le convenía que Fobos la descubriera, así que tuvo que hacerle caso. Melínoe alzó la mirada y lo vio directo a los ojos. Ambos se habían mirado sin nada que decir. Melínoe se sintió acorralada con esa mirada fuerte de color castaño mientras que Fobos tuvo una extraña sensación. Su mirada le pareció conocida. No por el intenso color azul, sino por lo que proyectaba a través de ella. Una vez más, Fobos la miró de arriba abajo, buscando otros indicios que confirmaran si la había conocido antes y no lo recordaba.

La incomodidad de Melínoe por la mirada posada sobre ella, ya no pudo contenerla.

—¿Por qué me miras tanto? —cuestionó, apartando la mirada de nuevo y cruzándose de brazos como si con ello pudiera ocultar su incomodidad.

Fobos enderezó la espalda.

—Eres intrigante. Demasiado —dijo Fobos en voz más baja y curiosamente, sonaba más ronca—. Es la primera vez que conozco a una mujer que viste como tú. Cubres todo tu cuerpo como si te avergonzaras de él.

Melínoe se quedó sin palabras y miró sus brazos cubiertos con la tela de seda por reflejo. Sintió como si Fobos hubiera visto una parte de ella. Por supuesto que cubría su cuerpo por vergüenza a que vieran sus cicatrices y heridas. Su piel no era hermosa como para presumirla.

—Fobos, esa es una afirmación imprudente y lo que parece no significa que sea cierto. Adiós —Melínoe estaba molesta y avergonzada. No se presentó ninguna razón externa y ajena a ella que pudiera alejarla de Fobos, así que tuvo que hacerlo por sí misma.

Se fue alejando sin mirar atrás y pareció escuchar que Fobos se reía. Siguió los pasillos sin ningún lugar exacto al cual ir. Sólo quería alejarse y terminó saliendo del castillo y entrando a los Campos Elíseos. Dejó de sentirse sofocada al estar en un espacio abierto. Ni quería voltear atrás para no enterarse que Fobos la había seguido, pero retomando su experiencia anterior, podría ser más factible que se le apareciera enfrente. Al avanzar más metros sobre la hierba y rodear el castillo, fue desacelerando su andar.

Había pasado algo muy extraño.

No sólo la presencia de Fobos la agitaba, sino que mirarlo a los ojos fue demasiado. Tenía algo que le aceleraba el pulso. Todas sus emociones galopaban fuertemente.

***

Las puertas del despacho fueron abiertas para que Hades y Zeus ingresaran. Zeus fue el último en pasar y antes de cerrar la puerta, echó un vistazo hacia afuera para ver si Fobos andaba cerca, pero no fue así.

—¿Vas a cerrar o quieres permanecer afuera? —preguntó Hades mientras se sentaba frente a su escritorio.

Zeus se apresuró a cerrar la puerta y a sentarse frente a Hades.

—No me lo tomes a mal, pero los Elíseos es un lugar mucho más agradable que el Inframundo. Aquí si da gusto venir a visitarte.

Hades echó su espalda hacia atrás. Su rostro permaneció impenetrable.

—No creo que hayas venido a los Elíseos sólo para hablarme de ellos ni que Fobos se haya prestado a tus tonterías —mencionó Hades.

—Quería ver a mi hermano, eso no tiene nada de malo, ¿o sí?

—No soy tonto. Tienes otros propósitos para estar aquí con Fobos y si no me los aclaras ahora mismo, será mejor que te vayas —Hades puso las manos sobre el escritorio y se fue levantando.

Zeus negó con ambas manos.

—Ya está bien. Lo digo en serio. Quería visitarte y hablar, desde hace muchísimo tiempo que no nos tomamos un tiempo así para charlar asuntos personales y n o de obligación.

—¿Y Fobos?

—Bueno, estaba conmigo en el Olimpo y yo lo invité. ¿Por qué estás tan a la defensiva?

—Porque no se me olvida lo que me dices casa vez que me ves acerca del matrimonio con una de mis hijas con Fobos. Y si él está aquí, me cuesta creer que sea por otro motivo —dijo Hades sinceramente.

Zeus movió los labios como si estuviera diciendo algo, no sabía qué decir sobre lo intuitivo que era Hades.

—¿Matrimonio? No, no, no. Eso no tiene nada que ver —rio Zeus como si hubiese escuchado un buen chiste—. Pero si así fuera, ¿sigues molesto con la idea?

Zeus quería saberlo de una buena vez ya que a él se le había metido en la cabeza ver a alguna de las hijas de Hades en matrimonio con su nieto Fobos. Ahora más que antes estaba convencido de que así debía ser, pero tenía que lograr convencer sutilmente a Hades.

El rostro de Hades fue un mar tormentoso.

—Mis hijas no están preparadas para el matrimonio y sin el afán de ofender, no me imagino a ninguna de ellas casada con Fobos —espectó Hades.

—Bueno, sí es un contraste muy marcado si comparamos a tus hijas con él o con Deimos, pero a pesar de eso, Hera y Hestia se encargaron de educarlos muy buen desde que fueron niños hasta que se convirtieron en adultos —aclaró Zeus con importancia—. No tuvieron la misma educación que Ares.

—Pero en personalidad se parecen —resaltó Hades, buscando más motivos negativos para oponerse a un matrimonio.

—Eso no es malo...al contrario, Fobos protegería a su esposa. No tendrías qué preocuparte por eso.

Si bien esta última intervención de Zeus poseía una muy positiva razón, Hades seguía con la misma postura de incredulidad y testarudez, algo que sacó un poco de paciencia a Zeus, y decir eso era demasiado siendo un dios tan paciente.

—A mí me parece que te niegas tanto a esta posibilidad porque no aceptas que tus hijas están creciendo y que tarde o temprano van a hacer su propia vida con otro hombre que no sea su padre —Zeus notó inmediatamente que Hades abrió más los ojos y que estos mostraban enojo.

—Ya sé que eso va a pasar, no tienes por qué decirlo —expresó Hades reteniendo su enojo.

—¿Y por qué eres tan sobreprotector? Si esperas que tus hijas estén listas para casarse, de una vez te digo que pierdes tu tiempo porque nadie está realmente listo. Ni siquiera tu y mira que tú terminaste siendo feliz con Perséfone —dijo Zeus. Sintió que estaba a nada de correrlo definitivamente de los Elíseos cuando Hades alzó la mirada y la desvió con hastío—. Entiendo que ser padre no es fácil. Tú tienes a dos y así te pones, yo que ya ni recuerdo cuantos hijos tengo, estoy bien tranquilo.

Hades no habló enseguida, pero decidió hablar de algo para desviar la atención sobre sus hijas. Repasó lo que Zeus mencionó acerca de sus propios hijos, compartiéndole su punto de vista.

—Tú siempre has estado muy tranquilo con los asuntos de tus hijos mientras que Hera es una bomba de emociones con ellos y no son suyos. Con Ares y Hebe es más comprensiva.

Zeus se rascó la cabeza.

—Estar en el Inframundo y con tus propios asuntos te ha alejado de la realidad de lo que ocurrió en el Olimpo. Hera jamás aceptó la relación de Ares con Afrodita y cuando se enteró que Hebe se enamoró de Heracles cuando Hera lo odiaba a muerte...la hubieras visto, se puso modo Deméter.

Hades escuchó con atención y alzó las cejas.

—Desconocía eso, sobre todo que Hebe estuviera enamora de Heracles.

—Oh sí, muy linda mi niña. Lo amó en secreto por mucho tiempo hasta que Hera recuperó la cordura y permitió que ambos se casaran. Pero antes de eso fue complicado para Hebe. Estaba tan enamorada de él que su única forma de expresar su amor fue escribiendo cartas o tatareaba todo el día, pero con Hera fue distante...era enojo.

Hades alzó las cejas tan lentamente porque llegó a sentir mucha intriga. Hebe siempre fue muy cercana a Hera y hasta donde tenía entendido, jamás estaban enojadas una con otra.

—¿Estaba enojada con Hera porque ella odiaba a Heracles?

A Zeus le causó cierta gracia que Hades no creyera en esa posibilidad, como si fuera insignificante. Ahí comprendió mejor que su hermano aún no pasaba por esa situación.

—Realmente, lo que le enojó a Hebe fue que Hera estuviera en contra de algún romance con Heracles, y eso que él desconocía los sentimientos de mi hija —Zeus alzó la vista, recordando la pesadilla que era vivir junto a Hera cuando se obsesionó con deshacerse de Heracles—. El enojo le duró años...hasta que Hera por fin aceptó los sentimientos de Hebe y concretó un matrimonio con Heracles. Vaya, ni siquiera a mí me consultó la mujer, pero no tenía que objetar nada.

Era difícil para Hades admitirlo, pero la anécdota de Zeus lo dejó muy pensativo. Se sintió identificado porque ahora mismo era así la relación de Macaria con él cuando anteriormente se llevaban muy bien. Todo cambió desde la vez en que desterró a Thanatos.

Inmediatamente, sintió un frío recorrerle todo el cuerpo.

¿Y si Macaria se enamoró de Thanatos y por eso estaba tan molesta con él?

Macaria estaba enojada y muy distante, parecía que sólo disfrutaba de estar en compañía de Perséfone o Melínoe, pero no con él. En los últimos meses la había notado muy distraída también y ella siempre cargaba un cuadernillo con capas muy delgadas de pergamino.

No.

No.

Eso tenía que ser imposible y la idea no le agradaba en lo absoluto. Además, que le haya ocurrido eso a Hebe, no significaba que era un contexto general.

—Oye, ¿estás bien? Te has puesto pálido y te tiembla el ojo —comentó Zeus señalando con el dedo el ojo izquierdo de Hades.

Zeus sabía por qué se había puesto así y es que probablemente Hades estaba al tanto de que Caria escribía cartas, pero no sabía en qué tono. Definitivamente, la reacción de Hades y lo que hacía Caria en los campos eran muy sospechosos y encajaban perfectamente con lo que estaba sucediendo: Macaria escribía cartas juguetonas a Fobos y Hades debía saber algo.

Hades masajeó ligeramente su párpado y de paso, su sien.

—Estoy bien. Me pasa con regularidad —respondió Hades minimizando su reacción.

—Yo creo que estás estresado y asustado.

—Claro que no, qué tontería —expresó Hades con molestia. Zeus tapó su boca con su brazo, ya que le causó risa algo que Hades no entendió—. ¿Ahora qué?

—Hera me dijo lo mismo en aquel entonces.

Hades lo acribilló con un solo vistazo.

—¿Qué me estás queriendo decir?

—Nada, nada. Aunque en algún momento te puede pasar algo similar y espero no te pongas modo Deméter cuando suceda —dijo Zeus sin limitar sus palabras—. Yo no sé por qué se enojan con algo así, si los demás se aman, pues que se amen y punto. Que sean felices cuanto quieran. Pero siempre va a existir un padre o madre que se oponga a la relación más que el otro, y ciertamente yo no me imagino a Perséfone en esa faceta —Se le quedó mirando a Hades fijamente.

El dios del Inframundo golpeó la mesa con los dedos, manteniendo la mirada de Zeus.

—Ni siquiera ha pasado eso y ya estás poniendo esas acciones sobre mí.

—Admítelo, eres sobreprotector y necio —Zeus notó que Hades volvía a enojarse—. Hablemos ya de otras cosas. ¿Has hablado con Thanatos de nuevo?

Eso no le ayudaba mucho a Hades.

—No desde la vez que lo desterré. Sé que está en la Tierra, pero sólo eso.

—Y...¿no piensas pedirle que regrese?

—No —respondió Hades inmediatamente—. Puso a mis hijas en peligro con intenciones que aún no son claras. Le di mi confianza después de lo que hizo en el pasado porque había cumplido su condena, pero con esto, me di cuenta de que no debí hacerlo.

Zeus pasó una mano por su cuello, agarrando parte de su piel.

—¿Cómo le hiciste para que Nyx no te intentara castrar como lo quiso hacer conmigo? Echaste a su hijo de un territorio que antes a ella le pertenecía.

—Tú lo dijiste, le pertenecía. Son míos tanto el Inframundo como los Elíseos. Y además, ella sabe muy bien lo que hizo su hijo, ¿por qué tendría que enfadarse conmigo por eso?

Ante esa cólera que aún reservaba Hades en su interior, Zeus sabía que su hermano estimaba mucho a Thanatos por mucho que no quisiera reconocerlo.

***

La breve conversación que había tenido con Fobos estaba llena de inseguridades por parte de Melínoe tanto porque no sabía si él la había reconocido como lo del tema del vestido, ya que ella había recordado sus autolesiones y lo desfigurado que lucía su piel por tantas cicatrices. Tenía que vivir con esa realidad por mucho que quisiera cambiarla. Hace muchos años había estudiado acerca de cómo cambiar la apariencia de su piel con sus propios poderes, pero cada aprendizaje lo olvidaba como le sucede actualmente y no quería pedirle ayuda a nadie por la vergüenza e incomodidad de que se enteraran de lo que se hacía.

Había dado una vuelta por todo el exterior del castillo y se sentó en un borde donde la cubría la sombra de los árboles y donde no era molestada por nadie. Ahí prefería quedarse.

Ahí tenía paz. Pensar en la tranquilidad que sentía le desconcertó por algunos minutos, sobretodo cuando se puso a recordar las voces en su cabeza y el miedo que sentía encerrarse en su habitación. Ella ya no sentía miedo.

Melínoe frunció el ceño. ¿Por qué esas malas sensaciones que la habían atormentado en la mañana ahora ya no estaban?

El silencio de la voz podía entenderlo porque no persistían todo el tiempo, sin embargo, la falta de miedo fue sorprendente. Antes de ir a espiar a Fobos tenía ese miedo muy latente, ahora ya no sentía eso.

Su desconcierto la hizo preguntarse algo realmente interesante.

¿Y si Fobos tuvo algo que ver? Después de todo, él tenía control sobre las emociones y por esa razón fue a verlo en la Tierra.

No se explicaba lo que le sucedía ni tampoco el por qué había cambiado de opinión y se había ido de allí para ir a su habitación y comprobar la sensación. De regreso al interior del castillo y en dirección a sus aposentos, vio a unas cuantas ninfas caminando por ahí y decidió ignorarlas a excepción de Anelisse, Mimbre, Enerit y Tabitha porque las cuatro conversaban y se burlaban porque Fobos descubrió a Melínoe espiándolo. Y no sólo eso, sino que también lo estaban espiando y planeando cómo acercársele.

—La hubieran visto...no se esperaba que Fobos la descubriera en pleno espionaje —comentaba Anelisse cubriendo su sonrisa—. Me habría gustado ver cómo sucedieron las cosas, pero Fobos estaba tan molesto que mejor tuve que irme antes de que se desquitara conmigo también.

Enerit no dejaba de reír, sintiéndose complacida por el incidente. Le parecía algo justo después de que Melínoe la empujó y era lo mínimo que se merecía.

—Me habría gustado estar ahí para verlo. Pero bueno, espero que al menos Fobos se haya desquitado con ella. Después de todo ya sabe que ella le envío esa carta ridícula, ¿no? —comentaba Enerit a modo de burla.

Anelisse asintió y Tabitha no mostraba mucha felicidad ya que después de la entrega de esa carta, Emeraude desapareció y Melínoe la había amenazado.

—Probablemente Fobos estaba muy enojado por eso. Desde que llegó con Zeus, así estaba él —indicó Mimbre antes de suspirar largamente con mayor burla en su tono irónico—. Que mal que Melínoe no conoce tanto a Fobos como para saber que él se enfadaría tanto con una carta así de romántica y ridícula.

Melínoe escuchaba todo lo que decían y apretó sus manos en cuanto escuchó lo que Anelisse dijo. Se sentía sumamente humillada. Las ninfas no la habían involucrado en un juego sólo por diversión, sino que sabían que Fobos reaccionaría de mala manera por ello.

—Pero fue una carta anónima. Dudo que haya sido por eso —respondió Tabitha casi con vergüenza.

—Da lo mismo, el punto es que Fobos se debió desquitar con ella. La puso en su lugar —Anelisse seguía concluyendo los sucesos sin estar segura de los resultados.

—Acabas de decir que no viste lo sucedido con ellos, ¿por qué estás tan segura de que Fobos se desquitó con ella? Además, Melínoe es una diosa, no creo que se haya atrevido a hacerle nada y menos aquí —continuó Tabitha.

Las otras dos ninfas la miraron serias y un tanto molestas.

—¿La estás defendiendo después de todo lo que hizo? —preguntó Mimbre.

—¿No les parece que nos hemos pasado? Primero la incitamos a hacer la carta y luego esto. Es hija del señor Hades y la señora Perséfone, le debemos respeto —dijo Tabitha.

—Precisamente por eso lo hacemos, porque no importa lo que digamos...Melínoe no recibirá un castigo por ser hija de ambos. Melínoe sabe dónde está Emeraude y no nos quiere decir...y no se te olvide que hace unas horas intentó aventar a Enerit del balcón. ¿Ahora estás de su lado? —contraatacó Anelisse.

—Claro que no, es sólo que...

Enerit la interrumpió porque también se estaba enojando por no seguirles el juego como ellas querían. Había veces que no entendía a Tabitha.

—Mejor divirtámonos un rato. ¿Quién quiere ir a darle un poco de ambrosía a Fobos?

—Déjame ir a mí primero. Quiero tener su mirada malvada clavada en mí —dijo Anelisse riendo con picardía.

La rabia que sentía Melínoe la contenía lo más que podía y al mismo tiempo, sentía tanta repulsión que se regocijaran por una mirada o algo más de Fobos como si de un deporte se tratara.

—Está bien. Llévaselos. Luego irá Enerit, que compense las heridas que le hizo ese monstruo con un vistazo a ese hermoso dios. Está en la sala de descanso —dijo Mimbre mientras le daba a Anelisse una bandeja de plata con una jarra y una copa. Ambas de plata también—. Enseguida te alcanzamos.

Melínoe no esperó más tiempo y se dirigió también a la sala de descanso por otra dirección. Había llegado al lugar, pero se mantuvo sigilosa como lo había hecho anteriormente. A lo lejos vio a Fobos de pie mirando las estatuas de Perséfone y Hades con el semblante totalmente plano. Anelisse ingresó a la sala de descanso con un andar más que exagerado, moviendo más de lo común las caderas y moviendo la cabeza sutilmente de lado a lado para que sus ondas castañas se movieran. Lucía tan desesperada y decidida a llamar la atención de Fobos. No obstante, Melínoe sabía que eso no sería complicado porque era lo que a él le gustaba. Muchas se lo habían dicho y ella lo aseguraba porque Fobos quiso besarla aquella vez en el bosque. Respiró con frustración y tensó los labios para olvidar aquel encuentro.

—Señor Fobos, mientras espera al señor Hades, ¿por qué no bebe un poco de ambrosía? —preguntó Anelisse antes de sonreír con coquetería.

Fobos miró la bandeja de plata y pronto desvió la mirada sin siquiera mirar a Anelisse.

—No gracias, detesto la ambrosía —respondió Fobos con indiferencia.

El escepticismo de Anelisse fue evidente.

—Oh...no lo sabía —dijo Anelisse avergonzada y a punto de ofrecerle una copa de vino, pero entonces Fobos la miró con desprecio.

—Por supuesto que no lo sabías. No me conoces y no me preguntaste antes —dijo Fobos totalmente borde y enseguida la ignoró, mirando el resto de la sala como si estuviera solo.

El rostro de Anelisse mostraba total decepción y parecía no querer irse sin haber complacido a Fobos. Mientras tanto, Melínoe se mostró dudosa. No esperó esa reacción de parte de él. Esperaba que le coqueteara o incluso que la quisiera besar y tocar, pero no fue así. A pesar de eso, iba a reconocer que le habría gustado presenciar ese desprecio por lo que Anelisse le había hecho a ella. Y eso que era poco y Melínoe se encargaría de humillarla sutilmente de nuevo.

—Mejor hubieras traído algo de vino —dijo Melínoe, acercándose a ambos y fingiendo de nuevo la voz. Fobos giró medio cuerpo para mirarla, aunque sin ninguna expresión—. Es una bebida muy genérica. Quizás sea algo más a gusto tuyo, ¿o no? —Le preguntó a Fobos.

Fobos la miró fijamente mientras que Anelisse esperaba que le hiciera el mismo desplante que hizo con ella.

—No estaría mal —respondió Fobos con seriedad y desvió la mirada de nuevo.

Anelisse no podía creer lo que veía y más le hirvió la sangre presenciar la sonrisa de Melínoe, y eso que no sabía que ella también esperaba un rechazo. Por muy molesta que estuviera, Anelisse se retiró de ahí, comentó lo sucedido con las ninfas y estaban preparando el vino para que Enerit lo llevar ahora. Melínoe se había aguantado reír por la cara que puso la ninfa antes de irse. Ni modo. Las ninfas fueron las primeras en burlarse de ella y de peor manera.

Una vez logrado su cometido, Melínoe dio media vuelta para irse, olvidando por un momento que ahí estaba Fobos.

—¿Eso fue todo? —preguntó Fobos, intrigando a Melínoe y haciendo que ella dirigiera su atención a él.

—No entiendo tu pregunta.

Fobos la miró fijo.

—Vienes a espiarme de nuevo, luego disfrutas con molestar a una ninfa y, ¿ahora te vas? ¿Para eso alcanza tu enojo?

Melínoe pestañeó varias veces antes de responderle. Era demasiado asertivo.

—Yo no te estaba espiando y sí, molesté a Anelisse pero no estoy enojada —trató de decirlo segura aunque no fuera verdad—. No tardará en traerte tu vino —intentó irse de nuevo.

—Qué decepción...no sabes canalizar tu enojo —dijo Fobos con sorna—. De hecho, nada. Tienes cambios muy bruscos de emociones y ninguna sabes manejar.

—Eso no es cierto —Melínoe se cruzó de brazos. Fobos miró incrédulo.

—Llegué aquí y sentí tu miedo, luego tú enojo, tu tristeza y nuevamente tú enojo. Eres un desequilibrio andando.

La molestia de Melínoe fue más notoria, pero concientizó que Fobos estaba seguro de sus emociones porque tenía dominio de ellas. Tal vez no sabía la razón tras cada una de ellas, pero sí de cómo se sentía.

—Si tú lo dices...

—Lo digo y sé que es así. Ahora mismo te estás enojando más —aseguró Fobos mostrando cómo se divertía.

—Adiós —Melínoe se despidió muy cortante y no dio más de tres pasos cuando sintió un dolor de cabeza muy fuerte.

Melínoe llegó a asociar ese dolor a cuando perdía la conciencia por las noches cuando perdía control de sí misma, se parecían mucho pero no estaba presente la voz ni el miedo. Era algo más y casi supo de inmediato qué fue.

O más bien, quien.

—Si vuelves a irte así, el dolor será más fuerte —dijo Fobos.

—¿Qué? —exclamó Melínoe con una mano en la cabeza y el ceño fruncido—. ¿Cómo puedes hacerme esto?

—Lo hice para que te dieras cuenta de que no tienes tanto control sobre ti como piensas...y porque no me gusta que las conversaciones queden inconclusas —indicó Fobos.

Enerit se acercó con una gran molestia en el rostro por lo que Melínoe le hizo a Anellise y procedió a servir vino en una copa. Se la extendió a Fobos y él la tomó.

—¿Usted también quiere? —preguntó Enerit a Melínoe, ocultando mejor su desprecio.

Melínoe se quedó mirando el raspón en la mejilla de Enerit. Antes de saber que se había burlado de ella también, le habría preguntado si seguía mejor.

Fobos bebió el vino, mirando a ambas mujeres por encima de la copa. Melínoe al principio iba a rehusarse, pero al final aceptó para calmarse un poco. Seguía enojada. Al tomar la copa y comenzar a beberla, Melínoe hizo gestos raros, pero los ocultó. Mientras bebía, vio que Fobos observó a Enerit, o más bien, ambos se miraron. Enerit se ruborizó y sonrió al mismo tiempo que se alejaba. Fobos también se rio, pero parecía ser con una intención distinta.

—¿Cuál es la gracia? —preguntó Melínoe alzando la ceja.

—Qué desperdicio —comentó Fobos, confundiendo a Melínoe, aún más cuando rio de nuevo.

—¿De qué te burlas? —Melínoe hizo una nueva pregunta.

—De esa ninfa. Tiene el rostro legrado y durará días así.

—No entiendo.

Fobos volteó a verla, girando medio cuerpo.

—Las heridas y las moraduras son horribles por muy mínimas que sean porque alteran la belleza —dijo Fobos sin importarle que Enerit lo haya escuchado—. Lástima, parecía tener un rostro lindo.

Melínoe sintió que el estómago se le comprimía por los comentarios tan superficiales que hizo Fobos. Alcanzó a notar como Enerit se había sentido mal por lo que el dios dijo y se terminó yendo de la sala.

—Es sólo un raspón, se curará en unos días. Tú lo dijiste —añadió Melínoe, conteniendo la rabia.

—Cierto, pero mientras tanto es horrible. Aunque es peor cuando quedan cicatrices. Eliminan toda belleza existente para siempre—volvió a comentar Fobos.

Los comentarios vacíos de Fobos terminaron siendo un peso para Melínoe hasta tomárselos personales porque ella tenía el cuerpo lleno de cicatrices y heridas.

¿Qué pensaría Fobos si le viera la piel?

Se reiría completamente de ella y la miraría con repugnancia. Ya se podía dar una idea de todo lo que diría de ser así.

Quisiera o no, eso le había aminorado la autoestima, pero había incrementado su rencor hacia él. Ahora más que antes, iba a olvidar la promesa que le hizo a Emeraude acerca de no vengarse de Fobos.

Melínoe no siguió cuestionando y seguía bebiendo con tal de no hablar con él. A estas alturas, Fobos ya se había enterado de que ella se había enojado aún más de lo que estaba.

—¿Quién eres? —preguntó Fobos después de darle un trago al vino. Melínoe decidió ignorarlo y seguir bebiendo. Fobos rio con una mezcla de molestia y sorna—. ¿Quieres otro dolor de cabeza?

Melínoe lo miró fijamente como si lo retara mientras seguía bebiendo el último contenido de su copa. Fobos rio de nuevo con la intención de molestarla otro poco más, sin embargo, se detuvo y su postura relajada regresó. Melínoe frunció el ceño y pronto se dio cuenta del cambio de actitud de Fobos.

—Aquí estás Fobos, te estábamos esperando —indicó Zeus, fingiendo que todo estaba bien.

—Fui a dar una vuelta, como me lo indicó —dijo Fobos.

Hades vio a Fobos con discreción. No cabía duda de que era un dios orgulloso e imponente. Su porte y actitud no concordaban con la dulzura de Caria. Su mirada oscura pasó del hijo de Ares a su propia hija. La sorpresa no se hizo esperar.

—¿Estás bebiendo vino, Melínoe? —preguntó Hades.

Fobos movió un tanto sus cejas con curiosidad y deslizó su mirada hacia Melínoe. Al fin supo quién era. Melínoe estaba ligeramente sonrojada tanto por el vino como por verse descubierta por su padre.

—Un poquito —respondió Melínoe manteniendo la voz fingida, a lo que Hades quedó más extrañado.

—¿Te lastima algo en la garganta o qué tienes? —cuestionó Hades sin saber si debía preocuparse.

Melínoe sintió con más fuerza la mirada de Fobos sobre ella: Hades podría dejarla al descubierto con algo tan sencillo.

—Ay Hades, no seas posesivo ni exagerado. Deja a la niña. Mejor muéstrame los Elíseos, hace tiempo que no los veo —interrumpió Zeus en el momento justo—. ¿Irás con nosotros, muchacho? —Le preguntó a Fobos.

—Prefiero quedarme. Más tarde los alcanzo —respondió Fobos.

Hades deslizó su mirada de Melínoe a Fobos y viceversa, sintiéndose incómodo de que estuvieran juntos.

—¿No ibas a estudiar? —Hades se dirigió a Melínoe y ella notó que a su padre le había molestado verla con Fobos. No pudo responder nuevamente porque Zeus intervino una vez más.

—Hades...no seas aguafiestas y vámonos —Zeus jaló a Hades para que dejara de hacer tantas preguntas a modo de control sobre Melínoe. Aunque ahora no le salió muy bien su idea a Zeus.

—En otra visita será. Tengo trabajo y sé que ustedes también —sutilmente, Hades estaba acabando con la visita y no pretendía que se alargara más por mucho que Zeus insistiera con pequeñeces sin sentido.

Zeus puso cara de reproche y comenzó a debatir con Hades sobre quedarse otro rato. Incluso comenzó a jalarlo del brazo para que lo llevara a ver los Elìseos.

Melínoe suspiró levemente y negó con la cabeza viendo como Zeus y Hades parecían niños pequeños peleando. Ignorando esa escena descabellada, sintió sobre su nuca una mirada más intensa. Dejó la copa sobre una mesilla, evadiendo la mirada de Fobos.

¿Por qué la miraba tanto?

—Así que eres Melínoe, la hija de Hades...con razón me hablabas como querías —dijo Fobos con diversión. Melínoe no respondió—. Supongo que ahora dirás que debes ir a estudiar.

—Ya lo escuchaste, debo estudiar y tú ya te vas —Fobos se cruzó de brazos y expandió más su sonrisa como si algo planeara—. ¿Qué?

—Nada...sólo no pareces ser de las que obedecen —aseguró Fobos. Melínoe no respondió, pero concordaba con lo que él había concluido. De todos modos, no iba a poder estudiar porque no estaría concentrada al hacerlo—. Sin embargo, el conocimiento es la base de todo potencial. ¿Qué temas estás tratando?

Era increíble lo que estaba sucediendo. Fobos parecía entablar una conversación seria sin furia, soberbia ni burla. Su actitud había cambiado.

¿Tenía que ver con que se haya enterado de que era una diosa y no una ninfa? ¿O se trataba de algo más?

Melínoe bien pudo responderle con la verdad sobre lo que había estudiado en la mañana, pero tuvo una mejor idea.

¿Por qué no preguntarle acerca de las dudas que había tenido en toda su vida y que Hypnos no se atrevía a responderle sin tapujos?

Y a esto se refería a su condición, claro que disfrazaría las palabras para que no se viera tan obvio. Era una oportunidad perfecta porque Fobos podría ser mucho más concreto y directo con sus respuestas y no tantos rodeos que aburrían y confundían como lo hacía Hypnos.

—Sobre el control de los poderes y las emociones —respondió Melínoe, analizando la reacción de Fobos—. Como ya dijiste, soy un desastre con mis emociones. Estoy aprendiendo eso para que Hypnos deje de molestarme y creerse un sabelotodo. Dice que es mejor en eso que cualquiera —dijo con mentiras.

Ojalá e Hypnos no se enterara que había utilizado su nombre ni una actitud falsa para ventaja propia, pero sólo así podría utilizar el ego de Fobos a su favor.

Como esperaba, primeramente, él puso una mirada como si no le creyera, pero terminó sonriendo con el mismo porte seguro.

—¿Eso piensa él de sí mismo? Se quedó corto —preguntó Fobos con sarcasmo.

—Eso dice él. Yo no le habría querido creer, ahora que lo pienso, si es mi maestro es porque tiene razón. Hypnos debe ser el mejor en esto de las emociones y yo debo aprender si quiero ser tan buena como él —añadió Melínoe—. Me voy, diviértete paseando en los Elíseos.

Melínoe se iba alejando, esperando que Fobos la detuviera después de dejarle una espina en el orgullo con todas esas falsedades. Ya se iba acercando al pasillo sin ser detenida y comenzaba a creer que Fobos no tomó el anzuelo.

—Hablaré al respecto sobre el control de las emociones y tú serás responsable de la información, de lo que consideres útil o no para ti. Será la próxima vez que nos veamos —comentó Fobos sin moverse de su lugar. Llamó a Mimbre con movimiento de sus dedos y puso la copa en la bandeja que ella acercó.

Melínoe sonrió para sí y se giró a verlo, fingiendo un rostro expectante.

—¿Lo harás? ¿Un dios como tú no tiene cosas mejores qué hacer?

—Cuando nos volvamos a ver, espera que no sea así—respondió Fobos con hastío apenas perceptible.

Fobos estaba demasiado flexible. La actitud de Fobos había vuelto a cambiar, de hecho, había una gran evolución de la primera vez que habló con ella en ese día hasta ese momento. Ahora parecía más gentil, tanto que resultaba sospechoso.

Hasta aseguraba que se volverían a ver.

—Suena bien, pero no pareces ser de los que ayudan sin querer nada a cambio —dijo Melínoe con mayor desconfianza que hace unos segundos. Fobos alzó el mentón, manteniendo la sonrisa.

—Estás en lo cierto.

Al escuchar estas palabras, en lo primero que pensó Melínoe era que Fobos le pediría algo atrevido a cambio. Si estuvo a punto de besarla en el bosque y jugó con ella con esa ilusión, ¿qué no podía esperarse? Si se trataba de un intercambio así, claramente se negaría.

—¿Y qué quieres a cambio? —preguntó Melínoe a la defensiva y desconfiada.

La mirada castaña de Fobos rodó.

—Un paseo por los Elíseos cuando la ocasión lo amerite —Fobos no dejó de mirar a Melínoe. Vio que ella se había relajado en cuanto le dijo cómo sería el intercambio—. ¿O esperabas algo más?

—No, no. Esto es algo justo —Melinoe negó de inmediato antes de que sus mejillas se coloraran de vergüenza, tanto por lo que imaginó como por lo increíble e inesperado que era el intercambio que le parecía.

Sinceramente había pensado en un intercambio sugerente y que rechazaría enseguida.

Mejor ya no iba a hacer suposiciones, aunque sí debía estar más alerta. Si bien apenas lo estaba conociendo, tratándose de Fobos, un paseo y una compañía breve no debía ser algo que realmente él quisiera. Debía haber algo más en el fondo de su petición.

—Si te preguntas que es mínimo lo que te pido, te voy a pedir algo más hasta que nos veamos —añadió Fobos, acabando con la consternación de Melínoe—. Hay una mujer de los Elíseos que me ha molestado y quiero saber de quién se trata. Me han dicho que ella vivía aquí.

Melínoe quedó con los labios entumecidos. Sabía perfectamente cuál era su molestia, su sobresalto que apenas y escondió era referente a que especificaba en lugar.

—¿Aquí? No me imagino quien pueda ser ni que te podrían haber hecho.

—Tú conoces mejor quienes habitan este lugar y sé que sabrás dar con quien yo estoy buscando —Fobos siguió explicando, pero en voz más baja porque era consciente que las ninfas curiosas estarían escuchando la conversación. La cercanía puso tensa a Melínoe, recordando inconscientemente cuando intentó besarla en el bosque—. ¿Podrás hacerlo? —siguió susurrando en el oído.

—Lo intentaré —respondió Melínoe dando un paso ligero hacia atrás.

Fobos enderezó el cuerpo cuando Zeus y Hades se acercaban nuevamente a ellos.

—Hijo, regresemos al Olimpo. Hades ya no nos quiso mostrar los Elíseos ni tampoco quiso compartir contigo nuestras heroicas hazañas contra los titanes —dijo Zeus en modo de reproche.

Efectivamente, Hades había ganado el debate.

—Estoy ocupado y tú eres mejor contando esa anécdota —dijo Hades con seriedad.

—No hay problema, señor Hades. Yo también debo irme —dijo Fobos haciendo una referencia a Hades en señal de respeto.

Zeus esperaba lo contrario de parte de Fobos, no que fuera grosero, sino que insistiera también en quedarse.

¿O igual habría dado con la respuesta que quería por su cuenta?

—Ya que no hay amabilidad aquí, me voy. A diferencia de ti, hermano...te espero con gusto en el Olimpo —dijo Zeus con resentimiento.

Hades volcó los ojos.

Melínoe seguía observando cómo hablaban ellos dos sin prestarle atención a nada más y siendo tomada por sorpresa por Fobos, quien tomó su mano y le besó los nudillos.

—Te veré después —dijo Fobos y tomó distancia, soltando su mano lentamente.

A los pocos segundos, Zeus y Fobos se fueron de los Elíseos.

Melínoe resopló y se limpió los nudillos que Fobos había besado.

¿Qué le había pasado tan de repente?

—¿Te molestó? —preguntó Hades a Melínoe.

—Ah, no. Nada de eso —respondió.

Hades escuchó como la voz fingida regresaba a la normalidad.

—¿Se puede saber por qué fingiste tu voz? —preguntó Hades con voz más firme.

—No la fingí. Sólo intentaba ser amable con las visitas. Ves que eso se me da naturalmente —respondió Melínoe con sarcasmo.

El dios no pudo argumentar nada en contra, Melínoe no era muy agradable con los extraños o con quienes no solía tratar. Se detuvo para dejar de interrogarle y dirigió su mirada hacia donde estaba Caria sentada y parecía escribir muy amenamente.

"Estaba tan enamorada de él que su única forma de expresar su amor fue escribiendo cartas o tatareaba todo el día"

Esas palabras las llevaba impresas en su mente y más aún que veía a su hija. No sabía qué escribía y ahora temía más por el contenido. Sin mirar a Melínoe, le dio una indicación vacilante.

—Vete con Hypnos, has perdido demasiado tiempo.

No era de su gusto, pero debía ir a tomar clases porque nada de lo que estudiaba lo recordaba al día siguiente, pero tras el primer encuentro con Fobos, los recuerdos de sus aprendizajes resurgieron tan claros como el agua y eso la había hecho feliz. Debía comprobar y aprovechar esa claridad para recordar y aprender. Tenía esa idea en mente mientras caminaba hacia la biblioteca, se miraba los dedos y sonreía alegre. Llegó a estar tan distraída que sólo sintió que su pie se atoró y todo su cuerpo rebotó en el suelo.

—Señorita Melínoe, ¿está bien? —preguntó Anelisse con voz aguda.

Voz disfrazada.

Melínoe levantó ligeramente el rostro para verla y comprobó que ella estaba sonriendo. Anelisse lo disfrutaba y por un momento se sintió superior a Melínoe. Se agachó para tomarla de los brazos y ayudarla a levantarse. Melínoe puso cierta resistencia.

—Yo puedo hacerlo —dijo Melínoe con aspereza. Anelisse no dejó de tocarla.

—Claro que puede, es la hija del señor Hades y puede hacer todo...incluso hacer daño y mentir —dijo la ninfa en voz baja.

—No sé de qué me estás hablando —dijo Melínoe poniéndose de pie y manteniendo la distancia—. ¿Quién te crees para hablarme así? Tú misma lo dijiste, soy hija de Hades.

—Sí, y ese escudo no le durará por siempre —Anelisse no se dejó intimidar—. ¿Confesará lo que le hizo a Emeraude?

La muerte de Emeraude se le clavó a Melínoe en la mente y en el pecho. Llegaba a entender las reacciones de las ninfas hacia ella porque al final de cuentas, tenían razón y Melínoe no podía confesar lo que le hizo a Emeraude por miedo y cobardía.

—No sé dónde está —respondió Melínoe apretando los dientes por coraje hacia sí misma y lo que hizo.

Anelisse rio de lado.

—Yo nunca voy a descansar hasta saber qué pasó con Emeraude. Ninguna de nosotras lo hará hasta saber la verdad y le juro que no podrá seguir cubriéndose ni con su posición ni con su nombre —mencionaba Anelisse, abatiendo un poco su actitud altiva y mostrando el dolor que guardaba por la preocupación hacia Emeraude—. Nosotras podemos ver la clase de monstruo que es y que nadie más ha visto aún y seguiremos tratándola como se merece hasta que nos diga la verdad.

—Cuida tus palabras —decía Melínoe imponiendo un respeto que no conseguiría.

—Es la verdad, usted es un monstruo —insistió Anelisse con más ferocidad—. ¿Por qué no desaparece? Ojalá fuera posible que usted se muriera.

Melínoe tuvo un nudo en la garganta que no pudo deshacer y que la verdad le apretaba hasta sentir sus ojos más húmedos. Era una imprudencia total las que estaban teniendo las ninfas con Melínoe, específicamente Anelisse, pero muy en el fondo sentía que se merecía eso y más. Ella le había quitado la vida a Emeraude.

<<Ellas deberían morir también>>

Se recitaron las palabras en su cabeza. Melínoe apretó las manos para contenerse mientras se negaba a sucumbir a su maldito interior.

Caria escuchó voces cerca de donde estaba y encontró a Melínoe hablando con Anelisse. Sin embargo, la tensión entre ambas podía cortarse fácilmente. La ninfa al ver a Caria se despidió de ella con una reverencia de respeto y se fue. Caria no se preocupó por ella, pero sí por Melínoe y por toda espesura negativa en su rostro.

—¿Qué pasó? —preguntó Caria poniendo su mano en el hombre de Melínoe.

Su hermana rechazó el toque porque sus malos pensamientos seguían presentes y cada vez eran más intensos.

—No me toques —dijo Melínoe—. Quiero estar sola.

Caria supo que no estaba bien y no le gustaba que la rechazara así.

—Meli, cuéntame que pasó —insistía Caria.

—¡Te dije que quiero estar sola! —exclamó Melínoe harta y alejándose de todos. Ni siquiera le importó ver que Hypnos se acercaba también y que le llamaba para tomar sus clases.

—¿Qué fue lo que le pasó? —preguntó Hypnos, tratando de comprender el comportamiento de Melínoe.

—Es lo que me pregunto. Creo que Meli quería llorar y no sé por qué —decía Caria con angustia.

Hypnos la detuvo en cuanto se dio cuenta de que Caria quería ir tras de Melínoe. Por razones del pasado, era mejor que Melínoe estuviera sola. Su intuición le decía que su actitud no era realmente la de Melínoe. En lugar de ir a impartir sus clases sólo con Caria, fue a buscar a Hades para informarle que Melínoe no parecía estar bien. Se llevó a Caria con él para que no insistiera en irla a buscar en un mal momento.

Directo en la habitación, Melínoe se refugió en sus aposentos de su desquiciante mente. Cada vez más iba perdiendo el control de sí misma y era mejor estar alejada de todos para no causar daño. Tenía dolor en todos los sentidos. La cabeza volvió a dolerle y el interior de su cuerpo era un ácido que la iba devorando poco a poco. Se sentó sobre el lecho y se tomó la cabeza con fuerza mientras se balanceaba de atrás hacia adelante, esforzándose lo más que podía por controlarse.

<<Merecen morir>>, escuchaba y no sólo eso, sino que imaginaba las diferentes maneras en que podía matar a cada ninfa. Su imaginación ingobernable se estaba convirtiendo en un deseo exhaustivo.

—No puedo...no debo...sólo cállate —decía Melínoe con desesperación y miedo.

<<Lo hiciste una vez, puedes hacerlo de nuevo>>

Melínoe negó con la cabeza fuertemente.

—Yo no quería hacerle daño a Emeraude. Yo no quería.

Inquieta, Melínoe caminó impulsivamente hacia el espejo con el propósito de romperlo y lastimar su piel. Al último momento, fue a buscar su daga debajo del lecho, apretó la empuñadura con fuerza y rompió la manga del vestido con la punta, atravesando la cubierta y abriéndose la piel tres veces. La cabeza de Melínoe se hizo hacia atrás, dejando todo el peso de la misma sobre su cuello. Todas las autolesiones que se hacía eran realmente inconscientes, siendo una forma de evitar dañar a otros a causa de su maldición.

Como si las heridas abiertas fueran un tranquilizante, Melínoe fue sintiéndose menos presionada por sus impulsos y fue recobrando un poco la cordura. Con la respiración agitada y los ojos entreabiertos, miró de lado hacia donde estaba el espejo, pudiendo observar su preciso reflejo. Seguía sosteniendo la daga y se su brazo resbalaba la sangre. Abrió más sus ojos, sintiendo arrepentimiento por lo que acababa de hacerse y tiró la daga al suelo. Caminó hacia el espejo hasta que su reflejo fue más claro y no pudo evitar sentir lástima por lo que veía.

Era un desastre.

Deslizó sus dedos por encima de las recientes heridas y luego decidió quitarse el vestido para curárselas. Sin embargo, su reflejo había empeorado. Melínoe no solía mirarse al espejo de cuerpo completo por la vergüenza que sentía de sí misma y ahora que inevitablemente lo miraba, el llanto se refugió en sus ojos. Veía ca cicatriz, una más antigua que otra, pero todo su cuerpo estaba lleno de ellas a excepción de la cara y el cuello. Pasó sus manos por algunas cicatrices de sus brazos, vientre y muslos, dejando vestigios de sangre fresca en cada desliz.

"Es la verdad, usted es un monstruo. ¿Por qué no desaparece? Ojalá fuera posible que usted se muriera."

Repasó las palabras de Anelisse una y otra vez, y no sólo eso. También recordó la mirada burlona de Fobos con uno de los comentarios que dijo que cristalizó la seguridad que mostró.

"Las heridas y las moraduras son horribles"

"Es peor cuando quedan cicatrices. Eliminan toda belleza existente".

Las lágrimas no se detuvieron por más tiempo y fueron cayendo como rio desbocado sin dejar de mirar su reflejo.

—Melínoe, sí eres un monstruo —se dijo a sí misma antes de apartar la mirada del reflejo.

¿Hasta cuándo iba a acabar el infierno en el que vivía?

Anelisse lo había dicho muy claro, sería mejor que desapareciera, así mínimo no lastimaría a nadie inocente. Atravesando todos esos pensamientos y emociones dolorosas de Melínoe, ella quería ser feliz por al menos un momento de su vida donde no estuviera atormentada por sí misma. Donde no tuviera que preocuparse de que su maldición se apoderara de ella. Donde no tuviera que lastimar a quienes estimaba y quería.

Hasta ahí se limitaba la felicidad que anhelaba y se imaginaba. No cabía otro tipo de felicidad o alegría después de todo lo que hizo. Por mucho que no haya sido su intención, de sus manos brotó sangre inocente. Era un monstruo por mucho que detestara reconocerlo. Era un monstruo por dentro y por fuera. Seguiría siéndolo aún si pudiera experimentar una vida feliz.

¿Quién podría aceptarla y quererla tal cual?

¿Quién amaría a un monstruo como ella?

Nadie lo haría.


***

Olimpo.


Zeus y Fobos llegaron al Olimpo inmediatamente y el padre de los dioses no se resistió para platicar con Fobos sobre qué había averiguado en los Elíseos.

—Fobos, pensé que nos quedaríamos más tiempo para que siguieras investigando, estaba distrayendo a Hades mientras conseguías información, ¿o es que has dado con lo que querías?

Ante el cuestionamiento de Zeus, Fobos sólo le dedicó una respuesta que dejó a Zeus insatisfecho.

—Todo lleva su tiempo —dijo Fobos antes de marcharse.

Inmediatamente, él apareció de vuelta en el campamento, justo enfrente de su tienda. Ingresó a ella y se encontró con Ares y Enio, quienes lo esperaban desde hace algunas horas. De los dos, claramente Ares estaba intrigado por saber qué era lo que Zeus planeó y Enio ya se saba una idea, pero quería saber qué había pasado.

—¿Y bien? ¿Cómo estuvieron las cosas? —preguntó Ares.

—Bien —respondió Fobos—. Ya puedo hablarte de los planes —añadió con calma mientras se acercaba a la mesa.

Ares y Enio compartieron una mirada cargada de perplejidad. En toda la noche, Fobos no había dicho nada relacionado a su visita con Zeus y se le veía extrañamente más relajado a como había estado en los últimos días.

***

Elíseos


Recién había caído la noche, pero Melínoe había dormido desde horas antes. Ni siquiera fue a tomar clases después de lo acontecido con Anelisse. Por mucho que Caria quiso hablar con ella, Melínoe se negó y lo mismo iba a hacer si Hypnos o Hades querían saber qué pasó.

No había mucho que ella pudiera decir con la culpa que cargaba porque era más grande su miedo y su frustración a las represalias que tendría. Sin embargo, sólo ese incidente había resultado desagradable porque por fin lograba dormir plácidamente de nuevo. Ni siquiera era consciente de que la noche reviviría su peor parte una vez más.

Melínoe abrió sus ojos y se sentó sobre el lecho, tocando con sus pies el suelo. Estaba en completa oscuridad. Hizo sus cabellos rizados hacia atrás mientras reía y aunque no viera nada, volteó el rostro y trató de ver la herida reciente.

—Esta herida debí hacérsela a esa maldita ingrata —dijo Melínoe, refiriéndose a Anelisse. Suspiró—. Algún día lo haré...cuando mis buenos sentimientos no se involucren —dijo en un tono irónico.

Y aquí estaba de nuevo la maldad de Melínoe haciéndose presente, tomando el control de su cuerpo y consciencia. Apoyó todo el peso de su cuerpo sobre sus pies y fue a ponerse una capa.

Su favorita.

—Hace tiempo que no me divierto —dijo Melínoe y en segundos se desplazó hasta la Tierra.

A diferencia de otras ocasiones, Melínoe no quería divertirse torturando y asesinando a los humanos. No. Esa noche quería hacer algo distinto que había dejado de lado hace meses. Como era habitual, regresó al bosque de siempre y comenzó a caminar en todo el interior. Su capa larga se arrastraba, llevándose consigo algunas ramas secas y piedras pequeñas.

Habría ido a otro lugar, ya que, desde el suceso con Fobos, no le convenía ir allí porque podría encontrárselo y empezaba a creer que no le favorecía en nada. Por la tarde, estuvo a punto de apoderarse del control total de Melínoe y no pudo hacerlo en cuanto Fobos llegó. Lo mismo pasó la otra ocasión, la diferencia fue que la primera vez, tomó poder de Melínoe unos cuantos minutos después de que Fobos se fue y ahora, fueron horas.

Se llegaba a preguntar qué pasaría la próxima vez que estuviera cerca de él.

No obstante, y a pesar de esta hipótesis, tenía que regresar al bosque porque ahí había trabajado en su cometido durante mucho tiempo.

Después de caminar una distancia considerable y lejos del punto donde siempre se reunía Melínoe por los días, se detuvo y deslizó su mirada de lado a lado como si pudiera ver algo especial entre la oscuridad.

—Preséntense —indicó Melínoe, moviendo con su brazo su capa, haciéndola hacia atrás.

En cuanto dio la orden, lo que parecía ser un bosque solitario, demostró que definitivamente no lo era. Melínoe fue la única que podía ver a los presentes porque eso era lo que ella quería. De estar presentes los humanos u otros dioses, no podrían verlos.

Alrededor de Melínoe estaban muchos fantasmas. Eran tantos que eran difíciles de contar con facilidad. Todos y cada uno de ellos mostraron respeto a través de una reverencia al mismo tiempo que decían: Mi reina.

Melínoe sonrió complacida. Su ego se alimentaba de aquellas palabras de grandeza. Durante mucho tiempo había querido tener poder sobre algo, aparte de su contraparte buena. Al fin lo había conseguido, pero le faltaba aún más. Su misión era conseguir un ejército. Era conseguir su propio reinado. Cada noche había viajado por la Tierra en busca de almas que la reconocieran como reina. Dejó de hacerlo porque le satisfacía más asesinar, pero ahora consideraba que era necesario continuar con la búsqueda de almas perdidas.

—Por mucho tiempo no he venido aquí a reunirlos. ¿Cómo van las inspecciones? —preguntó Melínoe, caminando alrededor de la zona.

—Sin ningún problema —comentó uno de los fantasmas—. Nadie más en el bosque sabe de su presencia.

La sonrisa de Melínoe se hizo de lado.

—Sigan encargándose de eso. Absolutamente nadie, debe saber de ustedes ni de mí —Los fantasmas asintieron y le dieron la razón, excepto dos de ellos a quienes Melínoe identificó—. ¿No están de acuerdo? —preguntó a la defensiva.

—Lo estamos, es sólo que... parece que alguien más si nos vio una noche —dijo uno de ellos.

Esto no le gustó a Melínoe.

—La vimos a usted, por allá y nos reverenciamos, pero no nos percatamos que alguien más estaba viendo —añadió el otro fantasma.

—¿Quién? —preguntó Melínoe de mala manera.

—Era un hombre...

—El hijo de Ares —intervino uno de los fantasmas para ser más específico.

Melínoe puso los ojos en blanco.

Era un fastidio que Fobos estuviera interviniendo aún cuando no deseaba hacerlo.

—¿Y cómo es que se reverenciaron ante mí si yo no di ninguna indicación? Es más, yo no estaba en el bosque.

Los fantasmas se miraron entre sí.

—La vimos y nos hicimos presentes por nuestra cuenta. Queríamos demostrarle nuestro respeto.

Melínoe ladeó la cabeza. No recordaba bien, pero debió ser cuando su contraparte planeó reunirse con Fobos. Esa noche en que provocó su misma locura para matar a Emeraude.

—¿No les dije que nadie debía reverenciarse a alguien más...sólo a mí? —preguntó Melínoe entre dientes.

—Pero era...usted —Se atrevió a decir uno de ellos.

—¡Era esa estúpida! —exclamó Melínoe rabiosa—. Esa estúpida débil que cree que puede deshacerse de mí es a quien no deben reverenciarse jamás. ¡Yo soy su reina! ¡Yo los convoqué! Y ella no debe saber de ustedes ni del poder que yo tengo sobre ustedes...¿Les quedó claro?

Todos los fantasmas asintieron y ninguno más se atrevió a decir nada más.

Melínoe estaba harta. Ya no veía el momento en que pudiera deshacerse de su parte débil y sentimental para poder ser ella misma por completo. Así tendría más poder. Desde su existencia, se encargó de bloquear cualquier tipo de información que a su contraparte le sirviera para aprender y generar el poder para dominar su maldición, por eso cada mañana, después de que la maldad tomaba posesión, Melínoe olvidaba todo lo que aprendía que fuera útil.

Si Melínoe lograba controlarse y tener el poder suficiente, podría bloquear su maldición y no al revés.

—¿Qué desea que hagamos ahora, mi reina? —preguntó un fantasma.

—Ustedes seguirán con las mismas órdenes que les di y esperen a recibir una nueva —indicó Melínoe determinante—. Yo me encargaré de seguir buscando más de ustedes. Mi reino debe ser unificado cuanto antes. Y les repito...nadie debe saber de nosotros...no hasta que sea un ejército y nadie podrá con nosotros.

Los fantasmas volvieron a reverenciarse y así permanecieron mientras Melínoe se alejaba.

La escena, aunque muy limitada, fue vista por dos seres a los que Melínoe ni los fantasmas percibieron. Una fue Emeraude, que, a pesar de ser un fantasma, se mantuvo escondida para que los demás no la delataran. La Melínoe que había visto no era la misma que conocía. Esta emanaba maldad, narcisismo y antipatía. Alguien más que había visto lo sucedido, pero con mucha más calma y excitación fue Érebo. Él le habría ordenado a Ápate que estuviera al pendiente de Melínoe, pero decidió hacerlo él mismo esa noche por mero aburrimiento.

Y no estaba arrepentido de hacerlo.

Había visto a una Melínoe decidida y que guardaba más maldad de la que demostraba, una que Ápate llegó a contarle y que dudaba que fuera real. Aunque no logró verla asesinando y enloqueciendo a otros, la había deseado como nunca antes. Jamás pensó que una hija de Hades sería tan intrigante como apetecida. Se relamió los labios, imaginándose diferentes perversiones que podría tener con ella. 



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¡Hola!

De nuevo ha pasado tanto tiempo (y sé que prometí que no sería así, pero me dio un hiatus super poderoso) y los he extrañado tanto. No saben cuánto deseaba seguir escribiendo, pero las ideas no fluían como yo quería, por lo que demoraba bastante en escribir. Escribir este capítulo fue muy complejo porque escribía de a ratos cuando la inspiración me llegaba, pero rápido se iba...¡además de que este capítulo ha superado las 60 hojas! Es de los capítulos más largos que he escrito.

La intención de escribir este capítulo antes que cualquier otro de otras historias mías (que están en proceso, ya llevo escrito algo) es para abrir un poco más el panorama de Melínoe, ya que como muchos sabemos, el final de "Siempre has sido tú", está muy cerca, literal sólo faltan tres capítulos y están largos.

Pero hablando de esta historia, ¿qué les ha parecido el capítulo? Quizás y se han olvidado muchos detalles o el transcurso de la historia porque ya llevo muchísimo tiempo sin actualizar, pero espero que les haya gustado.

Este capítulo se llama "Verdades a medias" ya que, todos los personajes presentes, no han expresado realmente o completamente sus intenciones reales. Cada uno tiene sus propias ideas, planes e intereses.

Como era costumbre, les dejo a continuación unas preguntas sobre este capítulo para poderlas responder cuanto antes. Si tienen dudas, no olviden escribir:


1.- ¿Qué crees que ocurrió con Fobos en el pasado?

2.- ¿Zeus logrará convencer a Hades sobre un matrimonio con Fobos y Macaria? (Algun@sya lo sabrán...al menos lo que hemos visto en "Siempre has sido tú", por ahora :()

3.- ¿Cuáles son las intenciones de Melínoe con Fobos?

4.- ¿Crees que Fobos trama algo?

5.- ¿Qué opinas de Hades y su reacción con sus hijas?

6.- ¿Qué opinas de la escena entre Thanatos, Garena y Delia?

7.- ¿Fobos ayudará a Melínoe como le indicó?

8.- ¿Qué es lo que querrá hacer Érebo?


Espero que el capítulo haya sido de tu agrado y si tienes dudas, no olvides comentar.


Estaré preparando el capítulo siguiente de "Siempre has sido tú" :), es difícil, pero ahí lo continuaré.


¡Abrazos y besos!

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