Capítulo 6


<<Por favor...señorita Melínoe...por favor>>

Melínoe escuchaba en la lejanía pero no podía hacer nada. No era capaz de ver ni decir nada. Mucho menos moverse. Era como estar dentro de un agujero negro, oculta. Sin embargo, quería ayudar ante ese llamado de súplica.

Aunque eso era lo que Melínoe deseaba muy en el fondo, la maldición de Melínoe sí tenía control de sus acciones, como ocurría cada noche. Caminaba lento por el largo pasillo del castillo de los Elíseos rumbo a sus aposentos. Estaba cansada como nunca antes. No quería ni ponerse a pensar en qué era lo que la hacía sentirse de esa manera. Mejores noches había tenido y no se había sentido así. Ahora ni siquiera había tenido la fuerza suficiente para aparecer inmediatamente en su habitación. Para estabilizar su peso, apoyaba su mano en las paredes.

Ya faltaba poco para llegar a la habitación.

—Señorita Melínoe, es un alivio que haya regresado —decía Tabitha en voz muy baja—. Comenzaba a preocuparme porque Emeraude fue a buscarla y han tardado en regresar.

La ninfa no era consciente de que sus comentarios de angustia serían malinterpretados por Melínoe. La diosa se giró lentamente a verla y Tabitha sintió escalofríos de repente. Se sintió intimidada por ella. Melínoe dio dos pasos hacia la ninfa sin que ésta pudiera moverse. También estaba impactada porque vio que en el vestido de Melínoe había manchas rojas.

—¿Has dicho que Emeraude fue a buscarme? —preguntó con un tono de burla.

—S-Sí...fue hace algunas horas. ¿No estuvo con usted? —Tabitha preguntó con duda.

—No...no la vi —Melínoe mintió con una ligera sonrisa en el rostro. Tabitha no le creyó.

—Pero ella fue a buscarla y hasta ahora, sólo ha regresado usted.

Melínoe tomó a Tabitha del cuello y lo presionó con la fuerza que le restaba. No era casi nada, pero no importaba. Sólo quería intimidar a la chica.

—No he visto a Emeraude esta noche y tú no tienes por qué dudar de mi palabra. ¿Te quedó claro? ¿O es que se te olvidó quién soy? —Tabitha no podía hablar tanto por la presión en el cuello como por el temor que sentía —. ¿Dónde están Ariadna y Ralen?

—N-No lo sé...no...lo sé...—dijo Tabitha.

—Bien. Y permanecerás sin saber nada si alguien más te lo pregunta, o de lo contrario, te recordaré quién soy yo. ¿De acuerdo?

Tabitha asintió temerosa con la cabeza hasta que Melínoe la soltó. Volteó con duda a ver cómo Melínoe seguía caminando hacia su habitación y cómo se encerraba en ella. Cuando se sintió sola nuevamente, temió aún más sobre Emeraude. Fue nuevo para ella hablar con Melínoe durante la noche y darse cuenta que actuaba completamente diferente a cómo lo hacía rutinariamente. No comprendía mucho de ella, pero eso no le importaba. Lo que realmente no podía dejar de lado es que Melínoe era un monstruo y sería el peor si le hizo algo a Emeraude.

***

Siwa, Egipto

Enio permanecía recostada sobre la arena con la nuca apoyada en una montaña de arena. Miraba hacia enfrente y en su rostro se reflejaba la felicidad, o más bien, la diversión que estaba teniendo en ese momento. Enfrente estaba la tienda de Fobos y de ella salía una de las mujeres que había enviado Afrodita como complacencia para sus hijos.

El rostro de las mujeres habían salido de ahí en menos de una hora era de terror en lugar de satisfacción. Claramente habían sido rechazadas y a todas las había enviado ella con engaños sólo para disfrutar de esas escenas.

—Y ahí va la cuarta —decía Enio para sí mientras se empinaba la botella de vino a la boca.

Al salir de su tienda, Deimos se percató que una doncella caminaba rápido con mucho miedo. Él sabía que Fobos había ocasionado ese miedo, pero desconocía la razón. Cambio su mirada hacia Enio y fácilmente pudo adivinar que tuvo algo qué ver.

—¿Te divierte tanto que Fobos las espante? —preguntó Deimos a Enio una vez que estuvo de pie frente a ella.

—No te lo negaré...pero me encanta —confesó sin mirar al dios—. Si tu madre ve esto, seguramente se jalaría los cabellos —dijo conteniendo una carcajada y dándole un golpe en la rodilla—. ¡Mira! Ahí va otra...

Deimos giró el rostro y vio a otra doncella ingresando a la tienda de Fobos, pero así como entró, salió despavorida. Enio se soltó a carcajadas.

—¿Por qué si saben que Fobos está enfadado, se atreven a entrar?

—En eso participé yo. Les dejé a cada una de esas mujeres una nota de parte de Fobos para solicitar su presencia urgente...y ya sabes a qué me refiero...las envié justo en el momento en que él llegó —comentó Enio su sutil maldad con orgullo.

Deimos torció la boca. No había estado de acuerdo que Fobos se marchara del campamento por razones inciertas y misteriosas. Era producto de curiosidad que él llegara furioso. Si él entraba para averiguarlo, quizás no se lo diría. Por algo le ocultó a dónde iba. Pero si existía alguien que los conocía muy bien a ambos y era hábil para sacar información, esa era Enio.

—Me gustaría saber cómo te recibiría a ti —comentó Deimos, fingiendo indiferencia.

—La reacción será diferente porque yo no saldría corriendo con miedo —indicó Enio con mucha confianza.

—Una cosa es que no queramos provocarte el miedo y otra muy diferente que seas inmune. Hablas como si fuera la segunda opción.

Enio resopló con enfado y se levantó por completo, entregándole de mala gana la botella de vino.

—Esta vez no apostaré contigo, pero ahora mismo te mostraré que no es capaz de hacerme ni cosquillas aunque esté enojado.

Dentro de la tienda, estaba Fobos sentado en la silla, apoyando el peso de su cuerpo en el respaldo. Estaba furioso y cansado de ver a tantas de las doncellas entrar a su tienda para hacerle compañía.

Esta vez estaba harto. Juraba que si seguían molestándolo, terminaría lastimando a alguien. Sintió llegar a Enio y cerró los ojos con pesar, tratando de reunir la poca paciencia que le quedaba.

—Sé que te diste cuenta que he echado a todas las que han entrado aquí sin mi autorización...y tú no eres la excepción. Déjame solo —indicó Fobos con determinación.

A pesar de la indicación, Enio entró completamente a la tienda como si hubiera sido invitada. Evitó reírse tras recordar a las chicas saliendo de la tienda.

—¿Tan mal te fue en tu cita? —preguntó Enio directa y sin cuidado.

Fobos le clavó la mirada más fría y enervante que pudo mientras que sus pensamientos se transportaban a la misteriosa mujer con la que se había encontrado en el bosque.

—No fue ninguna cita y olvida ya esas estupideces.

—Así que te fue muy mal —comentó Enio con una sonrisa—. Oh vamos...si estuvo tan mal, haz lo de siempre, manda todo al carajo y sigue con tu vida como si nada te afectara.

Fobos puso los ojos en blanco.

—¿Sabes exactamente cuándo volverá mi padre? —preguntó el dios con exasperación.

Cuando Ares estaba en el campamento, Enio siempre estaba con él y no los molestaba para nada.

—En unos días más. Hablando en serio, ¿qué te hizo esa mujer para que estés de esta manera? —cuestionó la diosa.

La sangre de Fobos hervía de nuevo. Odiaba verse envuelto en una burla y que él haya caído tan fácil y estúpidamente.

—Algo que jamás voy a perdonarle —dijo Fobos apretando los labios y dando ligeros golpes a la mesa con su puño.

Enio observó detenidamente su brazo y su muñeca.

—¿Dónde dejaste tu brazalete? Siempre los llevas contigo —indicó Enio señalando su muñeca.

Fobos alzó una ceja y miró su muñeca. Era cierto, no llevaba consigo uno de sus brazaletes de cuero e inmediatamente supo donde lo había perdido. Esa mujer se lo había quitado cuando él la sujetó a la fuerza para que confesara. Rodó los ojos y los mantuvo cerrados por varios segundos.

—Se me debió haber caído —respondió indiferente.

—O ella te lo quitó —habló Enio al tanteo, aunque resultó ser verdad—. ¿Y quién era? ¿La conoces?

El dios dio un golpe más fuerte en la mesa.

—No, pero voy a averiguarlo. Ahora, vete. Quiero estar solo —dijo Fobos con más fuerza en la voz—. Y si Eros o Hermes aparecen por aquí, atraviésenles una espada.

Enio soltó una risa ahogada e hizo una reverencia irónica.

—Como usted ordene —salió de allí sonriente. Afuera estaba Deimos esperándola para saber lo que le había sucedido a Fobos.

—¿Y bien? ¿Qué tiene mi hermano? —Deimos demandó saber.

La diosa fingió bostezar y estiró los brazos hacia arriba.

—Sólo tiene hambre y sueño. Yo también, así que iré a descansar —mintió Enio y fue marchándose.

—¿Qué? —expresó Deimos confundido—. ¡No juegues conmigo!

—Si no me crees, ve y averígualo por ti mismo. ¡Nos vemos mañana! —Enio se despidió sin mirar atrás. Ella sonreía mientras se alejaba pero poco a poco iba poniéndose seria.

Le gustaba causar conflictos y divertirse con los problemas de los demás, pero también tenía sentimientos de preocupación por quienes tenía estima y entre ellos se encontraba Fobos. Bromeaba con él y le encantaba molestarlo, no obstante, en el fondo esperaba que Fobos no retara nuevamente su destino y saliera perjudicado. No se dudaba que era fuerte, pero tenía puntos débiles.

Mientras tanto, Fobos comenzó a sentir mayor tranquilidad al estar completamente solo y sin ninguna interrupción. Era lo mejor. Había salido por menos de una hora y y fue suficiente para terminar harto. Aunque si era sincero consigo mismo, debía reconocer que su enojo se debía tanto al sentirse ofendido porque se burlaron de él como por la confusión que tenía ante ese encuentro.

¿Quién era esa mujer?

¿Cómo fue posible que ella evitara que él controlara sus emociones? No fue ni siquiera capaz de hacerla sentir miedo.

Eso era algo imposible...al menos hasta ahora.

Si bien ahora quería olvidarse de ese bochornoso asunto, se había jurado que la encontraría tarde o temprano y la encararía. Pero primero, iba a ocuparse de los trabajos encomendados por su padre antes de que él regresara.

Días después...

"Thanatos...Thanatos...¿Piensas en mí como yo pienso en ti?"

La confusión invadía la mente de Thanatos apenas madrugaba, más precisamente cuando abría los ojos antes del amanecer. Escuchar aquella voz en su cabeza le hizo despertarse casi de un brinco y comenzó a buscar con la mirada alguien más en la habitación.

Estaba vacía.

Dejó caer nuevamente el cuerpo sobre la cama mientras trataba de disuadir aquellas palabras.

"Thanatos...Thanatos...¿Piensas en mí como yo pienso en ti?"

Repitió las palabras en su mente con la misma voz sutil y femenina. Thanatos resopló con frustración y decidió levantarse de la cama. Fue hacia el baño a lavarse el rostro para despertar por completo. Siendo sincero consigo mismo, seguía decepcionado desde que se quedó esperando a Alessandra y nunca llegó. Le tomó algunas semanas olvidarse en su mayoría de ella, pero de vez en cuando la recordaba y no sólo eso, sino que por alguna extraña razón recordaba al mismo tiempo a Caria.

Era lo que más le frustraba y más quería olvidar por lo que significaba para él y lo incorrecto que era. Caria había sido su alumna por mucho tiempo, gracias a la confianza que Hades le otorgó en su momento...pero eso ya no es igual. Ahora él tenía otro destino y debía continuar así. Debía olvidar su pasado y aquellos prohibidos sentimientos, por difícil que fuera. Alessandra había logrado eso al menos unos momentos, sin embargo, cuando ya no volvió a verla, las mismas emociones regresaron.

<<¿Caria pensará en mí como yo pienso en ella?>>, pensó y se arrepintió inmediatamente. Estaba avergonzado consigo mismo, más aún cuando llegó a pensar que aquellos llamados y aquel mismo pensamiento eran pronunciados por labios de Caria.

—Eso es imposible —dijo para sí y volvió a mojar su rostro.

***

Elíseos

Caria humedeció dos dedos en la pintura antes de hacer algunos trazos con ellos sobre el lienzo sin tener una idea en mente, ni siquiera una fuente de inspiración. Al menos ahora ya no la tenía. Apenas había logrado descansar una hora y ante la falta de sueño, se propuso pintar algo a tan tempranas horas. Lo cierto es que llevaba ahí sentada en la base de mármol varios minutos sin hacer nada. Sus pensamientos estaban en Thanatos y en cómo se encontraba él.

Era una sensación que no podía olvidar. Lo extrañaba y quería verlo. Se sentía culpable por mentirle, haciéndole creer que ella era Alessandra y también se sentía mal por no haber llegado a su cita hace meses.

<<Él no iba a llegar>>, pensaba a modo de consolación.

Si las cosas hubieran sido diferentes...si Melínoe no se hubiera hecho daño cuando ella estaba disfrutando un día con Thanatos en la Tierra...si Thanatos sintiera el mismo cariño que Caria le tenía, todo habría sido diferente. Otro consuelo que tenía era el haber conocido a un Thanatos tierno, atento y alegre, nada parecido al Thanatos que había sido su maestro. El hecho de que Caria sea hija de Hades y Perséfone era un gran obstáculo. Si no fuera por eso, probablemente Thanatos la vería de otra forma, ¿o no?

—¿Quién en su sano juicio pinta tan temprano?

Caria se levantó de golpe, sin tener cuidado de tirar las pinturas. Aunque mantuvo sus reflejos para evitar que cayeran por completo, la pintura roja terminó manchando su vestido. Resopló mantuvo el control de las demás pinturas y fijó su mirada en su hermana.

—No me asustes así, Melínoe —indicó Caria en voz sutil.

—Más bien, estabas distraída. Yo hablé casual —Se defendió con tranquilidad. Melínoe observó las gotas de pintura den el fondo blanco del vestido de Caria—. Y ahora te has manchado.

Caria bajó la mirada hacia las faltas y resopló de nuevo, con frustración.

—Esto es un desastre —dijo Caria y comenzó a buscar un paño limpio.

—¿No dormiste? —preguntó Melínoe consternada.

—No pude. Llegué a pensar que pintar un poco antes de intentar dormir de nuevo sería buena idea, pero no sucedió ni una cosa ni otra.

Melínoe echó un vistazo rápido al lienzo con apenas unos trazos que no reflejaban un significado directo. Podría suponer que hizo esos trazos inconscientemente. No fue difícil llegar a la conclusión de qué era lo que perturbaba su mente, porque esto ya le estaba ocurriendo desde hace meses.

—Si no me equivoco...estas pinturas te las regaló la tía Anfitrite, ¿no?

—Sí. Fueron un regalo de la última vez que vino aquí, pero no los había usado desde entonces —Caria tomó el paño e intentó quitar las manchas con cuidado para no ensuciar más la tela.

—Yo lo hago —Melínoe le pidió el paño y le limpió el vestido a Caria, aunque no pudo hacer demasiado porque ya se había impregnado mayormente—. El vestido se ha estropeado. No se quitará con ningún paño.

Melínoe miró el paño rojizo y se percató que sus dedos también se habían manchado. El color rojo alteró su mente con un recuerdo:

"—Por favor...no me haga daño —indicaba la mujer con mucho miedo en sus ojos y en su boca temblorosa.

Melínoe se acercó a ella lentamente, asechándola. En cuestión de segundos, se abalanzó hacia la mujer para herirla. Para acabar con su rabia."

La escena era muy corta y oscura. Después de verse a sí misma sobre la mujer, todo se oscurecía y sus manos estaban manchadas de sangre. La horrible escena era fuerte para Melínoe, agobiándola. Presionó sus manos contra el rostro en ese momento de vulnerabilidad.

—Tendré que cambiarme el vestido antes de que empiecen a cuestionarme cómo lo arruiné —comentó Caria resignada, sin ver a Melínoe hasta que terminó de hablar—. ¿Qué tienes? —preguntó preocupada, poniéndose en cuclillas frente a su hermana.

—Nada...estoy bien —respondió Melínoe después de algunos segundos de silencio. Sus movimientos eran cortos pero repetitivos, como si tuviera miedo. Lo que contrarrestaba esta reacción era la actitud que recuperó Melínoe, ocultando que no estaba tan bien—. Sólo olvidé...que debía ponerme a estudiar antes de encontrarme con Hypnos —miró a Caria y dibujó una delicada.

Caria tuvo una sensación incómoda mientras veía a Melínoe con el rostro marcado con la pintura que había quedado en sus dedos.

—Vamos a mi habitación, ahí te limpiaré —La tomó de la mano y ambas caminaron, una detrás de otra.

En el camino se encontraron con Anelisse y Enerit, quienes se mostraron preocupadas en cuanto vieron el vestido manchado de Caria y el rostro de Melínoe.

—Señoritas, ¿qué les ha pasado? —preguntó Anelisse mirando con desconfianza a Melínoe.

—¿Podrían ayudarme con un paño limpio y agua tibia? Estaremos en mi habitación —Caria se limitó a contar el suceso inocente y continuó su camino, halando a Meínoe.

Aunque las dos ninfas no insistieron, Melínoe se sintió muy incómoda por las miradas de indignación que le dedicaron.

Una vez dentro de la habitación, Caria le indicó a Melínoe que se sentara sobre el lecho mientras esperaban el paño y el cuenco de agua. Melínoe observaba a su hermana inquieta con la espera después de algunos minutos.

—Es sólo pintura, no es para tanto —dijo Melínoe.

—Lo sé pero...—Caria tomó aire y no terminó de responder. Aunque fuera mínimo lo que quería hacer, iba a ser por su hermana. Imaginar que Melínoe podía ser lastimada de nuevo o cubierta de sangre por razones infundadas, le dolía. Esas manchas rojas abrían paso a una extensa y desagradable imaginación—. Buscaré a Anelisse y Enerit, no tardo.

Caria salió de la habitación a paso rápido, continuando por el pasillo hasta encontrarse que se encontró con ambas ninfas. Sin embargo, ellas no la vieron ni escucharon llegar.

—¿No crees que es muy raro que Emeraude no haya aparecido aún? Ya lleva diez días desaparecida —comentó Anelisse.

—Sí lo es, pero el señor Hades aún no ha retirado la búsqueda. La última que estuvo con Emeraude es Melínoe y ella se ha negado a responder desde entonces. Me parece incuestionable que pasen por alto esa actitud —mencionó Enerit con coraje.

—Sí, tienes razón. Además, yo vi uno de sus vestidos manchado con sangre y fue justo después de la desaparición de Emeraude.

—¡¿Qué?! ¿Y por qué no dijiste nada?

—Porque no era la primera vez que Melínoe tenía sangre en la ropa. Ya vez cómo es de rara. Pensé que había sido otra crisis, pero con esto de Emeraude...he pensado mal completamente —confesó Anelisse.

—Tenemos qué decírselo al señor Hades cuanto antes —propuso Enerit.

—¿Qué creen que están diciendo? —preguntó Caria con molestia. Las ninfas enderezaron la espalda y agacharon la cabeza frente a la joven diosa—. ¿Cómo se atreven a acusar a alguien de esa manera? ¿Tienes pruebas?

—N-No quisimos ofender, señorita Macaria. Es sólo que estamos preocupadas por Emeraude. No ha aparecido en días y nadie sabe nada —justificó Enerit.

Eso era verdad.

Caria estaba al tanto de la situación. ¿Y cómo no lo estaría? Emeraude era cercana a ambas, especialmente a Melínoe porque ella era quien curaba sus heridas. No obstante, le parecía de mal gusto que por esa cercanía culparan a Melínoe de su desaparición, incluso de haberla lastimado.

—¿Eso es todo? Sin pruebas, mi padre ni nadie les creerán. Es imposible que Melínoe haya lastimado a Emeraude —defendió Caria a su hermana.

—Entonces señorita Macaria...¿por qué la señorita Melinoe no nos dice nada cuando le preguntamos por ella? Según nos contó Tabitha, Emeraude fue a buscarla y nunca más regreso —insistió Anelisse.

—No puedo creerlo...entonces ni siquiera están seguras de que ellas estuvieran juntas —afirmó Caria y las ninfas permanecieron en silencio. La diosa renegó con la cabeza—. Se seguirá buscando a Emeraude, eso no lo duden...pero nunca vuelvan a culpar a mi hermana de algo así.

Las ninfas agacharon la cabeza y asintieron no muy convencidas de lo que Caria decía. Ellas tenían sus razones para sospechar de Melínoe y no iban a cambiar de idea a menos que Emeraude apareciera en buen estado. Caria no quiso discutir más al respecto, sólo tomó el cuenco de agua y el paño limpio antes de regresar a su habitación. Estaba enojada por esos rumores y no dudaba de que pronto se esparcieran en todos los Elíseos antes de que Hades se enterara. A pesar de su enojo, Caria recordó aquella rara mañana siguiente a la desaparición de Emeraude:

"Caria había decidido dar un paseo por los campos por la mañana, después de estar todo un día encerrada en su habitación. Tomar aire fresco y disfrutar de colores alegres del exterior le haría bien. Quería olvidar aunque sea un poco a Thanatos y su lejanía. Para comenzar con un buen día, quería hablar con su hermana. Quería preguntarle cómo le fue con la visita que le hizo a Perséfone en la Tierra y en qué momento llegó.

Fue a la habitación de Melínoe y llamó varias veces a la puerta sin ninguna respuesta. Después de algunos minutos de espera, comenzó a buscarla por los pasillos y en cada área del castillo sin encontrarla. Eso la hizo cuestionarse seriamente dónde se encontraba. Cuando estaba por ir a preguntarle a Hades si sabía dónde estaba Melínoe, se encontró con Tabitha angustiada.

—¿Todo bien? Te noto preocupada —Caria tomó la iniciativa para hablarle.

El semblante de Tabitha no mejoró.

—No encuentro a Emeraude, señorita Macaria. Desde ayer por la noche no está por ningún lado —comentó tímidamente, como si ocultara algo.

—¿Emeraude no está? Bueno...supongo que está junto a Melínoe. Aunque ella no está tampoco. ¿Sabes regresó ayer antes de anochecer?

—No, no lo sabemos tampoco. Sólo que Emeraude fue a buscarla cuando anocheció.

—Espera...¿qué has dicho? ¿Cómo que fue a buscarla? Se supone que mi padre la traería de vuelta. No estoy entendiendo nada —Caria estaba cada vez más confundida y preocupada.

Hades jamás permitiría que Melínoe estuviera fuera de su habitación durante la noche. No importaba que Melínoe dijera que se sentía mejor durante la noche. A ella le costaba creer que estaba bien porque seguía sin recordar algunas cosas que hacía apenas el cielo se tornaba oscuro, así como los aprendizajes de un día anterior. Incluso podría asegurar que Melínoe adquiría una actitud más recia y soberbia cuando llegaba a verla despierta por las noches. Como si fuera alguien más.

Tabitha no sabía si confesarle lo que Emeraude le había dicho la noche anterior, ya que era un secreto. Pero su ausencia misteriosa cambiaba todo....o al menos unas partes. Lo que sí no haría era el confesar la advertencia que Melínoe le hizo esa noche durante su extraña actitud.

—La señorita Melínoe llegó con el señor Hades antes de anochecer, pero se volvió a ir por su cuenta. Como no llegaba, Emeraude fue por ella...y eso es todo. No he visto a ninguna de las dos.

El misterio era más intenso y Caria no cabía en su angustia. ¿Les habría pasado algo malo y Hades aún no se enteraba? De lo contrario, ella ya lo sabría. Sin más que esperar, fue hacia la habitación de Melínoe y tocó la puerta nuevamente. A falta de éxito, abrió la puerta e ingresó a la habitación. Para su alivio, Melínoe estaba acostada boca abajo. Esperando que no sea nada malo, se acercó a cerciorarse de que estaba bien.

—Melínoe...¿estás despierta? —Caria se sentó en el borde del lecho.

Al escuchar su voz, Melínoe abrió los ojos con pesar y giró el cuerpo hasta que pudo encontrarse con su hermana. Notó la preocupación en su mirada.

—Recién despierto —respondió—. Parece como si me hubieras buscado por horas.

—No tanto así, pero igual me angustie porque no te encontraba y no respondías a mis llamados. Pensé que no estarías —confesó más tranquila, pero inmediatamente vio que el vestido de Melínoe estaba manchado de sangre—. ¿Te lastimaste de nuevo? —preguntó alarmada y tomó el vestido de Melínoe para observar mejor la sangre.

Melínoe frunció el ceño y deslizó la mirada hacia donde Caria señalaba con tanta insistencia y angustia. Al principio, se preguntó a sí misma si se había vuelto a lastimar durante la noche cuando no era consciente de sus actos. Seguramente, así sería. Sin embargo, la imagen de Emeraude asustada y suplicando por su vida, asaltó su cabeza. Sólo en ese momento, Melínoe sintió miedo. Quiso saltar del lecho e ir a buscar a Emeraude rápidamente para saber que estaba bien. A pesar de sus conflictos, logró mantener la calma y comportarse frente a Caria.

Quizás se estaba adelantando a la situación. Quizás ella se lastimó a sí misma como siempre y Emeraude estaba bien.

—Probablemente sí...en estos momentos no me duele nada pero...sabes que es probable —respondió Melínoe.

Caria se sintió asustada por la increíble calma de su hermana ante lo normal que ya consideraba sus propias autolesiones.

—Le pediré a alguna ninfa que me ayude con tela y agua. Ambas te ayudaremos a curar las heridas que tengas.

El comentario de Caria distorsionó el semblante de Melínoe de nuevo.

—¿Y dónde está Emeraude?

—Es lo mismo que iba a preguntarte. Tabitha me contó que Emeraude fue a buscarte a la Tierra la segunda vez que fuiste ahí el día de ayer. ¿Por qué lo hiciste? ¿Viste a Emeraude?

Caria no le realizó preguntas fáciles a Melínoe. Es más, eran preguntas que prefería no responder por su propia privacidad. No deseaba que su hermana se enterara que fue a la Tierra para encontrarse con Fobos y que éste pudiera ayudarla con su terrible condición. Mucho menos quería que se enterara que había sido la burla del dios.

Poco a poco iba acordándose de lo sucedido.

—Quería explorar más la Tierra. Es todo —respondió a secas.

—¿Y qué hay de Emeraude?

Melínoe tardó en responder.

—No la vi —mintió. Primero debía cerciorarse de lo que había ocurrido con ella. Era lo único que no lograba recordar con precisión—, pero quiero encontrarla. Puede que ya haya llegado a los Elíseos o está ayudando a algún semidiós. Pero ella debe estar bien —Se levantó decidida a ser ella quien la buscara primero.

—¿A dónde vas? Debemos revisar tus heridas —replicó Caria.

—Ya te dije que a buscar a Emeraude.

—Tú no. No estás bien y no es seguro que vayas a buscarla a la Tierra, si es lo que estás pensando.

—Es otra opción. Si no está en los Elíseos, entonces está en la Tierra buscándome todavía y no quiere regresar sin mí. Tiene que saber que estoy bien.

Caria se interpuso frente a ella para evitar que se marchara. No estaba de acuerdo en que se pusiera en peligro y Hades terminara descubriendo que se marchó sin autorización. Había aprendido que esas decisiones impulsivas traían consecuencias que afectarían a terceros.

—No voy a dejar que te vayas. Primero, asegurémonos que no esté en los Elíseos.

—¿Y si no? —Melínoe replicó impaciente.

—Buscaremos otra opción, pero no quiero que te expongas. ¿De acuerdo? Sólo quédate aquí y enseguida vuelvo.

Melínoe no estaba de acuerdo porque Caria no entendería lo sucedido. La ausencia de Emeraude cambiaba muchas cosas. Sus súplicas y su semblante de miedo ya eran considerados más realidad que una clase de pesadilla. Melínoe quería asegurarse de que ella no le haya hecho nada en su condición malvada.

Caria tenía una extraña sensación en el pecho. Algo no estaba bien ni con Emeraude ni con Melínoe.

Algo había sucedido en la Tierra que causara la desaparición de Emeraude".

El recuerdo le hizo perder la seguridad a Caria. Si intentaba relacionar lo que las ninfas procuraban, lo que Melínoe contó y la desaparición de Emeraude en la Tierra...resultaba ser extraño pero entre más lo pensaba, más temor tenía.

¿Y si la que mentía era Melínoe?

No.

No tendría por qué hacerlo, ¿o sí?

Lo cierto es que Melínoe no e ha confesado por qué quiso explorar la Tierra casi al anochecer cuando es la hora exacta en que ella comienza a perder la cordura. No entendía esa lógica, pero su Emeraude se encontró con Melínoe cuando ella perdió su control...eso significaba que quizás pudo lastimarla...

Caria renegó una y otra vez que eso fuera posible, pero averiguaría la razón de Melínoe para exponerse así. Entró a la habitación de nuevo y vio a Melínoe poniéndose un vestido delgado de mangas largas, uno similar al que ella utilizaba para descansar y que Perséfone les regaló. No obstante, eso no fue lo que le impactó, sino todas las cicatrices en el cuerpo de Melínoe, producto de sus autolesiones en su condición descontrolada.

—Debiste tocar antes de entrar —dijo Melínoe a modo de reclamo.

—Lo siento. Fue sin pensar —dijo Caria e ingresó completamente a la habitación. Se puso de cuclillas en el suelo y tomó el vestido manchado de Melínoe para proceder a limpiarlo.

—¿Las ninfas te dijeron algo que te puso a pensar tanto?

Caria observó a Melínoe expectante por la precisión de sus palabras con los hechos. Melínoe lucía tranquila.

—Me preguntaron nuevamente de Emeraude. Dicen que también te han preguntado a ti —observó discretamente la reacción de Melínoe.

—Ya les dije que no sé nada...y que igual estoy preocupada por ella —respondió desviando la mirada y con voz apagada.

Así era difícil saber si su reacción era por preocupación o por ocultar algo.

Caria se puso a limpiar el vestido con la tela húmeda.

—Eso mismo les dije. También están preocupadas, hay que entenderlas —hundió de nuevo la tela en el cuenco y lo exprimió, dejando salir el agua con algo de tintura roja. Lo pasó nuevamente sobre el vestido y continuó con el mismo procedimiento unas cinco veces más hasta que la mancha dejó de quitarse.

—Te dije que no se podría quitar la pintura. Ese vestido ya no tiene remedio.

Caria resopló con decepción.

—Si, al menos tenía que intentarlo —deslizó la mirada hacia la mano de Melínoe, la cual seguía manchada—. Te limpiaré la mano.

Melínoe volcó ligeramente los ojos y le dio la mano a Caria. A veces le costaba tolerar la aprehensión de Caria. Exactamente, le costaba ser igual de afectuosa que ella. Caria pasó la tela por la mano de Melínoe hasta quitar toda la pintura de la piel. Melínoe la observaba mientras la hacía.

—Oye...¿aún sigues pensando mucho en Thanatos?

Caria dejó presionada la tela en la mano de Melínoe mientras pensaba en Thanatos y en la última vez que lo vio.

—Es difícil no hacerlo. Más aún cuando le mentí al fingir que era una humana y en cómo él se comportó conmigo...y cuando él me...—Caria se mordió los labios delicadamente y se sonrojó por el recuerdo del beso con Thanatos.

Melínoe se quedó mirando la reacción de Caria con cierta desaprobación e incredulidad.

—¿Se besaron? —preguntó Melínoe en voz más alta. Caria puso una mano sobre su boca para silenciarla.

—No lo digas tan alto...podrían escuchar —dijo Caria y apartó su mano de Melínoe—. ¿Cómo supiste que...había sucedido eso?

—No fue nada difícil...tu cara lo expresó a gritos.

Caria se sonrojó de nuevo y sonrió ligeramente.

—No te lo había contado porque no tenía ánimos ni la oportunidad de hacerlo.

En realidad, Caria no le había contado explícitamente lo sucedido con Thanatos para que Melínoe no se sintiera mal ni desplazada. Quería ocupar el tiempo con ella y pensar en Thanatos en silencio. Ahora que había hablado de eso, deseaba desahogarse.

Melínoe por el contrario, seguía consternada.

—Debió haberte besado muy bien para que te pongas así de roja cada vez que lo recuerdas.

El comentario sólo empeoró más el colorete en las mejillas de Caria.

—¡Melínoe! —exclamó con vergüenza y cubrió su rostro.

—Está bien...ya no comentaré nada —dijo Melínoe sonriendo—, pero ahora...tendrás que contarme.

—¿Sí quieres que te cuente? —preguntó Caria, separando los dedos para ver a su hermana.

—Claro. Sigue siendo muy temprano y el conocer la relación de Thanatos con su alumna es interesante —comentó a modo de mofa—. Nuestro padre de por sí le tiene baja estima después de lo sucedido, si se llegara a enterar que pasó algo entre ustedes, se volvería loco.

Caria imaginó el alboroto que se generaría y rápidamente lo apartó de su mente. Fue desagradable y no quería que algo así sucediera.

—No bromees así. Sería horrible.

—Lo sé. Y sí, era broma. Lo siento —comentó Melínoe ligeramente avergonzada. Tampoco era algo que quería que sucediera. Se recostó sobre su piltra y se cubrió con una manta al mismo tiempo que esperaba que Caria comenzara a relatar todo lo sucedido.

—Ir a buscarlo fue peligroso, pero...han sido de los mejores días de mi vida —confesó Caria con una amplia sonrisa de alegría—. Fue muy atento conmigo. Lo vi sonreír muchas veces y me enseñó algunos lugares hermosos. Aunque creo que yo los considero de los más hermosos por lo que han significado para mí. Fuimos a un lugar amplio con gran variedad de flores. Caminos empedrados y un puente...era de noche y el cielo era precioso. En ese momento...sin que yo pensara que podría ocurrir, Thanatos me besó.

Melínoe podía notar el entusiasmo que Caria sentía cuando le contaba ese recuerdo tan hermoso para ella. Inexplicablemente, Melínoe también recordó algo similar, o al menos lo más similar que le había sucedido hasta ahora. Recordó cuando Fobos la tenía sujeta y cerca de él, especialmente su rostro y el ligero roce de sus labios contra los suyos. Enseguida, la ilusión erótica que Fobos le otorgó, sólo emperó la situación. Sintió un cosquilleo que la hizo enderezar la espalda y el cuello.

—¿Cómo se sentía?

Un poco absorta por sus sentimientos y la falta de claridad de la pregunta de Melínoe, Caria pestañeó varias veces con sorpresa.

—¿A qué te refieres?

—Al beso —respondió Melínoe directamente—. ¿Cómo se sintió?

Caria mordió sus labios y alzó un poco la mirada como si le costara mucho trabajo recordar la sensación exacta. Estaba segura de lo que había significado el beso para ella y la emoción que sintió después, pero...¿las sensaciones durante el beso? Eso era difícil de precisar.

—No sé —respondió Caria y soltó unas risillas—. Fue como...si flotara. Si llegué a pensar algo en ese instante, lo olvidé.

No fue una respuesta que complaciera enteramente a Melínoe. Quería comparar las sensaciones que tuvo con Fobos con las que Caria tuvo con Thanatos. Aunque los contextos eran completamente opuestos, ella si recordaba las sensaciones que tuvo. Fue electrizante. Su corazón palpitó fuerte y la sensación inquietante fue interrumpida cuando Fobos quiso fomentar el deseo en ella, algo que Melínoe evitó y por eso logró escapar. Realmente, Fobos no la había besado pero Melínoe sentía cosquilleos de recordar el sutil tacto.

¿Qué habría sentido si la hubiera besado?

Por otro lado, en esa ilusión si se besaban y sólo podía recordar el éxtasis que sentía.

Era extraño y esa ilusión se sintió tan real como para no serlo.

—Tal vez las sensaciones sean diferentes en todos. Tú recién estás experimentando esto y yo...no creo que algo así pase conmigo —dijo Melínoe sonriendo.

—¿Por qué no?

***

Siwa, Egipto

Deimos agitaba una botella de vino para adivinar cuanto contenido residía en el interior, el cual era muy poco. Resopló frustrado y tiró la botella a un lado, salvándose de romperse por la fina arena del desierto. A pesar de la falta de ruido, su linda acompañante se despertó enseguida. Ella notó que Helios tomó posesión del cielo con el manto brillante que traspasaba la tela de la carpa, anunciando un nuevo día.

—¿Recién despiertas? —preguntó la doncella.

Deimos rio seca y falsamente.

—Tu empatía me sorprende —Se giró a verla por encima del hombro—. No lo vuelvas a hacer —advirtió molesto.

La chica se sentó sobre el lecho, cubriendo su busto con las finas telas.

—Sólo era amable. Esta acción es sincera —comentó—. No tiene nada que ver con el romance. Es imposible —recalcó.

Deimos la miró largamente con neutralidad antes de inclinarse hacia ella y besarla apasionadamente.

—Ya vete —indicó indiferente, alejando el rostro de la chica con su mano. La chica comprendía la indiferencia del dios y no le molestaba en absoluto. Brevemente pensó que quizás, si pudiera sentir algo por él, le dolería su frialdad. Tantas veces habían estado juntos porque él así lo quería y muy rara vez cruzaba palabra con ella—. ¿Con quién está Fobos?

La chica miró de nuevo a Deimos. Su falta de concentración le hizo pensar por varios segundos en lo que él le estaba preguntando.

—Si te refieres a con quien pasó la noche...me parece que con nadie —confesó.

Deimos le clavó la mirada.

—¿De nuevo?

—Sí. Nibith se acercó a él ayer de nuevo para hacerle compañía, pero la rechazó. Dijo que quería estar solo.

La quijada de Deimos se endureció y su mirada se intensificó en enfado.

—Con que de nuevo quiere estar solo, ¿eh? —dijo para sí y se levantó del lecho en un impulso. Se colocó en la cintura lo primero que se encontró para cubrirse—. Quiero que vayas al Olimpo...

—¿Quieres que me vaya al Olimpo? —preguntó la chica incrédula—, pero la señora Afrodita se enfadará conmigo.

—No demorarás. Sólo quiero que vayas a hacer algo por mí —Le dijo en voz seductora.

Momentos después, Deimos salió de la tienda y fue hasta la de su hermano sin tomarle atención a ningún guerrero ni a Enio, a pesar de que lo observó caminar de un extremo al otro. Deimos ignoró al guardia que estaba afuera de la tienda de Fobos y entró sin reparo. Vio que Fobos estaba sentado frente a la mesa, con uno de los grandes mapas frente a él. Desde el momento en que Deimos se plantó frente a Fobos, éste lo miró furioso pero conteniendo sus emociones. Ambos se miraron de la misma forma y era difícil indicar quien estaba más enojado.

—¿Desde cuándo puedes venir a interrumpirme de esa manera? —preguntó Fobos de la manera más sombría.

—Tengo que hablar contigo.

—No voy a hacerte la misma pregunta dos veces. Me conoces lo suficiente —indicó Fobos más tajante y cruzando los brazos.

Deimos conocía bastante bien a su hermano y desde hace días que su humor era muy malo, incluso con él. Fue desde esa vez que salió sin decir a donde, justo después de la visita de Eros y Hermes.

¿Qué había pasado?

—Lo he hecho antes y nunca te has quejado —Fue la respuesta a la pregunta inicial de Fobos. No fue del agrado de su hermano.

—Ahora estoy muy ocupado, por eso no recibo a nadie ni deseo salir de aquí.

Deimos miro hacia los planos que estaban en la mesa y notó las observaciones que Fobos había escrito. Eran recientes ya que Fobos tenía un trozo de grafito en sus dedos, los cuales estaban manchados.

—¿Qué mierda te pasa? —preguntó Deimos con fastidio.

Hasta cierto punto, Fobos justificaba la actitud de Deimos. Sólo hasta cierto punto y era porque él mismo reconocía que se había limitado en muchas de sus actividades personales. Pero estaba enojado y sumamente confundido con ese extraño encuentro con la mujer del bosque.

No podía ignorar lo sucedido hasta que no supiera ciertas cosas.

—Sólo quiero trabajar solo. ¿Eso es un misterio? —Fobos se levantó y se fue acercando lentamente hacia su hermano—. Nuestro padre llegará mañana y yo estoy a cargo del campamento y de los nuevos planes de ataque. ¿Es difícil comprenderlo? —preguntó conteniendo más su ira. Sobó su nariz, abrió la tienda y salió de ella.

—¿Ahora a dónde vas? —preguntó Deimos.

—Al Olimpo con nuestra madre. En mi ausencia, ¿por qué no mejor continúas con los planos? —sonrió con ironía y desapareció de ahí mientras que Deimos maldecía en murmuros frustrados.

—¿Y ahora qué sucede? —preguntó Enio acercándose para saber de los sucesos, meramente por curiosidad.

—No tengo idea. Fobos está insoportable y todo desde que se fue a quien sabe dónde hace días —Deimos se quejó.

Enio al fin podía estar de acuerdo con Deimos. Ni siquiera ella pudo sacarle información a Fobos sobre a quién fue a ver y qué pasó. A ese punto, dudaba que él lo revelara por cuenta propia.

—Yo tampoco tengo idea de qué le haya pasado...pero mi intuición me dice que el motivo de su actitud se llama rechazo —Enio ocultó ciertos detalles y le dio unas palmaditas en el hombro a Deimos. Él enarcó una ceja.

—¿Rechazo? —Se mofó enseguida—. Lo dices como si hubiera sido una mujer —comentó incrédulo y con burla.

—Claro...porque esa noche fue a ver a una mujer. Lo supuse, se lo dije y no lo negó —comentó y la sonrisa de Deimos se esfumó.

—Eso es estúpido. Ninguna mujer puede rechazarnos. Quizás sólo se decepcionó de ella.

—Nah. He estado rodeada de muchos hombres y sé cuando uno está enojado cuando ha sido rechazo...o cuando lo dejan plantado. Alguna de las dos opciones. Probablemente la maldición de tu madre fue para todas las mujeres —dijo Enio con los hombros levantados—. En fin...me alegro que mañana llegue Ares, así ya no tendré que ser la única que los soporte.

Enio dio media vuelta con una amplia sonrisa. Le encantaba causar conflictos y confusiones. Lo había logrado en Deimos.

***

Olimpo

Harmonía tenía las manos acunadas y sosteniendo semillas frescas con las que alimentaba a las palomas y gorriones fuera de los aposentos de Afrodita. Disfrutaba de alimentarlos cada vez que podía. Afrodita también estaba con ella y sostenía una paloma entre sus manos mientras la acariciaba.

—¿Cómo te fue en los Elíseos? —preguntó de repente Afrodita.

—Muy bien —respondió Harmonia con una amplia sonrisa—. Fue breve, pero divertido. Me habría agradado conocer por más tiempo a las hijas del dios Hades y la diosa Perséfone.

—¿Ah, sí? —Afrodita recordó con molestia aquella breve discusión que tuvo con Macaria en su cumpleaños. La joven diosa no era muy de su agrado, pero era solamente por un asunto personal—. ¿Qué tanto hicieron?

—Hebe y yo fuimos a pasear pero luego me indicó que Melínoe cumplía años, así que nos quedamos un rato con ella y las ninfas.

—¿Melínoe? —preguntó Afrodita con duda.

—Es la hija menor de Hades y Perséfone.

Afrodita alzó una ceja y puso semblante pensativo. Por más que quiso recordar a la segunda hija de Hades y Perséfone, no la recordaba. Sólo a Macaria.

—Sinceramente no la recuerdo. ¿Es igual de obstinada que su hermana?

Harmonia detectaba en la voz de su madre que Macaria no era de su agrado, aunque ella compartía una opinión distinta a pesar de no tratarla.

—No considero que sea obstinada, más bien...noté que guarda mucho dolor. Pude observarlo en su mirada —compartió tras recordar a Melínoe. —. ¿Sabes? Ver y hablar con Melínoe me hizo recordar a Fobos.

—¿Y eso por qué? —preguntó Afrodita con indiferencia.

—Por su forma de hablar y actuar. Ambos guardan muchas cosas en el interior y...bueno...me imaginé que sería buena idea si se conocieran —propuso Harmonia.

Afrodita no le prestó mayor importancia a lo que su hija mencionaba, al contrario, le parecía una idea sin sentido, más que nada porque estaba cansada de buscar alguna esperanza para Fobos y Deimos. Eso sin tomar en cuenta que probablemente se negarían a conocer a alguna mujer que no fueran sus doncellas.

—El hecho de que se parezcan, no significa que sean compatibles. No sucede en general. Además, sabes la condición de Fobos —suspiró débilmente—. En algún momento formal se conocerán, pero sólo eso. De otra manera, Fobos se negará.

La tristeza de Harmonia fue evidente por la transparencia de sus emociones.

—Si yo se lo pido...no se negará —dijo Harmonia con voz delicada.

La diosa Afrodita soltó una risa y elevó a la paloma para que se soltara a volar.

—No estés tan segura, petite. Amo a tus hermanos profundamente, y aunque ellos me tienen mucho respeto, jamás han aceptado conocer a alguna mujer en otras condiciones que no sean carnales y con las que se han involucrado, jamás pretenderían algo más con ellas.

Harmonia sonrió de repente al imaginar que Eros estaba presente en esa conversación. Seguramente no habría escuchado las palabras de Afrodita pero si tomaría en cuenta las de ella respecto en que debían conocerse Melínoe y Fobos. Aunque Afrodita consideraba imposible un encuentro entre ellos dos con connotación romántica, Harmonia esperaba que fuera algo más amistoso. Ellos dos podrían entenderse y podrían abandonar un poco aquella soledad que poseían. No era necesario algo romántico para lograrlo.

Notando que esa conversación no tendría una salida victoriosa, Harmonia optó por cambiar de tema.

—¿Esta vez no me llevarás contigo a la Tierra? Quisiera visitar tus templos —dijo Harmonia ilusionada.

—Hay mucho que tienes que aprender. No importa si nuestros poderes están enfocados a distintos aspectos, puedes aprender de todo. Sin embargo, ir a mis templos puede resultarte un poco incómodo pero todo depende de la perspectiva con que observes las cosas —comentó Afrodita con suma calma.

Harmonia comprendía cada palabra de su madre y la razón por la que se lo mencionaba. A la distancia vio a Eros conversando con Hermes mientras estaban sentados a orillas del Monte Olimpo. Disfrutaba conversar con ambos, especialmente por sus ocurrencias.

—Está bien. Algún día será. ¿Llevarás a Eros contigo? —preguntó Harmonia.

—No. Esta vez prefiero ir sola —comentó Afrodita.

La joven diosa dejó en el suelo las semillas que le quedaban en sus manos y se despidió de su madre antes de caminar hacia donde estaban Eros y Hermes. De lejos parecía que tenían una conversación tranquila, pero a medida que se iba acercando, se dio cuenta que estaban discutiendo.

—Ya te dije que si quieres te ayudo a buscar la carta que perdiste —decía Eros mientras doblaba las rodillas, abalanzando la parte inferior de sus piernas.

Hermes era el que estaba tenso. Se sentía decepcionado de sí mismo por haber fallado a su trabajo.

—Ahora mismo ha pasado el tiempo suficiente para que alguien haya tomado esa carta y se haya desecho de ella. Sería un milagro divino si lográramos encontrarla antes de que Fobos quiera rebanarme la espiritualidad —Se quejó el dios.

—Si no me hubieras escondido nada de esas cartas y su remitente, se pudieron haber evitado muchas cosas —mencionó Eros algo ofendido.

—¿Qué? Yo no tengo porqué involucrarte en mi trabajo ni mucho menos contarte los mensajes y remitentes que me han pedido guardar en silencio.

—Claro que sí tenías que contarme. Fobos es mi hermano y yo tengo derecho a involucrarme en su vida sentimental —Eros se defendió—. ¿Te das cuenta que yo podría ayudarlo a encontrar el amor? Tan sólo imagina a mi hermano enamorado y verás lo increíble que resulta.

Hermes no fue capaz de imaginar tal cosa. Él seguía incrédulo de que algo así sucediera y que Fobos lo quisiera.

—No soy capaz de crear una imagen así.

—¡Eres un aburrido! Por eso estás solo —dijo Eros molesto.

—¡Y tú ya deja esas obsesiones! Me sigue sorprendiendo que tú, siendo el dios del amor, no seas capaz de aceptar que el amor no es para todos. Considero que dejes a tu hermano en las guerras y los desastres y dejes de obsesionarte con el hecho de que puedes comprobar que la maldición de tu madre no existe. Todos sabemos que es la realidad.

—¿Ah, sí? Si crees que es tan fácil, ¿por qué no te olvidas de esa carta perdida?

—Eres un tonto —comentó Hermes molesto.

—¡Eres un exagerado, Hermes!

—¿Exagerado? ¡¿Y me lo dice el dramático?! —Se defendió Hermes de los ataques de Eros.

—¿Ahora por qué discuten? —preguntó Harmonia cuando estuvo parada detrás de ellos.

Ambos dioses miraron hacia atrás para ver a la diosa, quien se puso de cuclillas para ponerse a su nivel.

—Nada importante...Hermes perdió una carta y se volvió loco —comentó Eros.

Hermes se puso rojo de coraje, pero se contuvo porque no quería ponerse a discutir de nuevo por algo que era su asunto.

—Escuché que hablaban de Fobos, pero ignoro el asunto. ¿Todo bien con él?

—Esperemos pero lo dudo. Sólo sé que quizás esté furioso con nosotros —respondió Hermes. Eros lo volteó a ver de arriba abajo y poniendo una mirada de protesta.

—¿Nosotros? —preguntó Eros escéptico—. ¿Por qué estaría enojado conmigo?

Antes de que Harmonia pudiera seguir preguntando para conocer el contexto de la situación, se dio cuenta que Fobos recién había llegado al Olimpo, precisamente a donde estaba Afrodita. Se alegró de verlo ahí.

—Nuestro hermano vino a visitarnos —dijo Harmonia feliz.

Eros miró a Fobos en la distancia y fue fácil notar que no parecía tener el mejor de los humores.

—Ah...ya recordé porqué está enfadado y todo es por Hermes —Eros y Harmonia se giraron a ver a Hermes, pero él ya se había ido rápidamente de ahí sin que los demás se dieran cuenta—. ¿Hermes?

—¿Qué le hizo Hermes a Fobos? —preguntó Harmonia.

—Que él te cuente...vamos a buscarlo —Eros tomó a su hermana de la muñeca y se la llevó lejos de ahí.

Mientras tanto, Fobos llegó al Olimpo y se mantuvo de pie, sólo esperando a que su madre apareciera y buscando sutilmente con la mirada a Hermes. Afortunadamente para él, había logrado escapar.

Afrodita apenas había ido a recostarse en su diván favorito antes de ir a la Tierra cuando Fobos apareció fuera de sus aposentos. No lo pensó dos veces y salió a recibirlo como siempre.

—Mi encantador Fobos...tu presencia siempre me complace —dijo Afrodita al mismo tiempo que lo fue a saludarlo con mucho afecto.

Fobos le besó la mano y se reverenció frente a ella. Él se comportó como siempre. No tenía nada que ver su enfado, el siempre mostraba su respeto.

—Es un placer verte de nuevo, madre —dijo Fobos con seriedad. Afrodita ladeó la cabeza.

—¿Qué ocurre? Debe haber una razón para que hayas venido a visitarme.

—Sí, la hay —respondió Fobos inmediatamente. El dios era muy directo en todo tema de conversación, no obstante, en esta ocasión, Afrodita notó que demoraba más de lo acostumbrado para decir el motivo de su visita—. Sobre tu maldición...¿sigue siendo inquebrantable? ¿O inmune para algunos?

Afrodita redondeó los labios y alzó las cejas con sorpresa. Claramente hablar de ese tema siempre ha sido incómodo para Fobos, lo que explica por qué le costó trabajo ser directo. Sin embargo, eso no quitaba a sorpresa que Afrodita sintió por sus preguntas.

—No, no lo es. ¿Por qué? —preguntó Afrodita con suma curiosidad y ansiedad—. Sabemos que no es algo que pueda romperse pero, ¿existe una razón por la que quisieras lo contrario?

—Absolutamente no —respondió Fobos tajante—. Malinterpretas la intención. Es sólo una pregunta. Quiero saber si existiría la manera de que la maldición se haya anulado.

—No... —expresó Afrodita con ilusión—, pero debió haber sucedido algo para que lo preguntaras.

Fobos se percató del brillo en la mirada de su madre. Era por esa razón que había dudado en ir a verla para hablar sobre eso.

—He sido objeto de una serie de burlas a las cuales no pienso pasar por alto —Fobos enterró sus dedos en su cabello y lo hizo hacia atrás mientras meditaba si contarle lo siguiente o no. Podría no hacerlo y reservar lo sucedido con la mujer del bosque para sí mismo, pero permanecería con la confusión que hasta ahora tenía. No había otra manera—. Me topé con una mujer que pudo evitar que yo la controlara.

—¿Te refieres al deseo?

—Y al miedo. Logré provocar una ilusión erótica de ella y yo, pero sólo eso. Quise provocar deseo en ella hacia mí pero lo bloqueó. Y sobre lo otro...ella tenía miedo pero no de mí sino de algo que no quise comprender en el momento. No fue causa mía.

Afrodita se puso pensativa. Se supone que aquel atributo que les obsequio a sus hijos mayores había sido el de provocar deseo en quien ellos quisieran y sería absoluto, ¿cómo alguien puede impedir eso?

—Detesto preguntártelo porque siempre confío en tu palabra pero,,,¿estás seguro de lo que me dices?

Fobos esbozó media sonrisa. Esa pregunta lo hizo sentirse ridículo.

¿Qué le pasaba?

—Lo averiguaré. Como te dije, es algo que no pasaré por alto —Fobos dio media vuelta y miró su muñeca sin su brazalete.

—¿Y qué harás cuando la encuentres?

El dios bajó el brazo y suspiró.

—Saldar cuentas —finalizó con la misma frialdad que solía demostrar—. Debo regresar al campamento. Mi padre regresará pronto y volveremos a estar en guerra. Te visitaré en algunos meses.

Afrodita aún tenía muchas preguntas por hacerle para clarificar sus dudas, pero su boca quedó seca y fue imposible hacerlo. En pocos segundos estuvo sola de nuevo y llegó a un acuerdo consigo misma.

Diosa y humana, no importaba. Tenía que conocer a esa mujer antes de que Fobos lo hiciera o no podría tener de nuevo la oportunidad de saber de quien se trataba.

Un poco más arriba de los recintos de la diosa Afrodita se encontraba Zeus observando todo lo que ocurría en el Olimpo y precisamente eso llamaba su curiosidad porque estaba involucrado Fobos, quien no agradaba de mezclarse en cotilleos ni problemas en el Olimpo. Lo que más alimentaba su interés por el asunto era que Hermes había huido rápidamente y lucía molesto.

Hera caminaba lentamente, dando unas indicaciones a Iris determinantemente. Iris anotaba todo con sorprendente rapidez y disfrutaba de hacerlo, como si siempre se superara a sí misma.

—¿Sería todo? —preguntó Iris en cuanto Hera dejó de darle indicaciones. Alzó si mirada cristalina y observó que Hera había perdido la concentración al mirar hacia la dirección de Zeus.

Pasaron algunos segundos más para que Hera mirara a Iris y respondiera.

—Permanece cerca por cualquier otra cosa —golpeó sutilmente su abanico cerrado contra la palma de su mano y caminó hacia su esposo, a quien tomó por sorpresa—. ¿A quién miras?

La pregunta espantó a Zeus.

—Te juro que no miraba a ninguna mujer, amor mío —se defendió el dios. Inmediatamente, una vena brotó en la frente de Hera ante aquella defensa innecesaria y que iniciaría un conflicto.

—¿Cómo por qué pensaría que miraba a una mujer? —La pregunta de Hera fue ahora de duda.

Zeus tomó la mano de su esposa y le beso mientras que con la otra le fue señalando varios puntos.

—Hace unos momentos vino Fobos a ver a Afrodita y ellos salieron corriendo —dijo Zeus mientras señalaba a Hermes, quien había ido al recinto de Hestia. Metros atrás estaban Eros y Harmonia, yendo a la misma dirección.

Hera no entendía su punto y fue más fácil considerar que era una nueva excusa para cambiar de tema y evitar que se enfadara.

—Yo no le veo ningún problema ni nada raro. Mejor afronta lo que estabas haciendo —Le reclamó.

—Mi vida, te estoy diciendo la verdad. Hay algo raro en esos dioses y quiero saber qué es lo que ha pasado. Quiero evitar que surjan nuevos conflictos en el Olimpo, estoy cansado de ver cómo todos se meten en problemas por placer —indicó Zeus con firmeza y por un instante, imaginó que Hera quedaba anonadada por su gran voluntad de querer prevalecer la paz en el Olimpo.

—Sería una mejor idea si comenzaras a darles el ejemplo —comentó Hera cruzándose de brazos—. A mí me parece que sólo quieres evadir el problema.

El semblante de Zeus se mostró decepcionado, pero inmediatamente se repuso y continuó con su interés.

—No mi cielo, lo que te digo es en serio. Hermes ha estado raro y por más que le preguntó, él no me dice nada, sólo que todo está bien. Ahora me doy cuenta que tiene que ver con Fobos.

Hera fue cambiando de semblante y eso fue porque había notado a Hermes nervioso y pensativo en los últimos días. Incluso más estresado, pero eso no indicaba mucho.

—Fobos no anda en cotilleos como para que alguien más se meta con él. Esto no tiene nada de sentido, Zeus...así que ahora explica la verdad —exigió Hera al borde de la paciencia.

Iris que no se había alejado lo suficiente para cualquier otra petición de Hera, decidió intervenir para ayudar a Zeus.

—El problema es que Hermes debía entregar unas cartas a Fobos, pero perdió una de ellas. Hermes culpa a Eros de haberla perdido y Eros se siente ofendido de que Hermes no le diga quien envió esas cartas —explicó Iris rápidamente.

—¿Eros está implicado? No entiendo, ¿por qué Eros quisiera saber quién envió esa carta? —Se cuestionaba Hera, tratando de entender mejor la situación.

—Tal parece que era una carta de amor...o al menos eso es lo que Eros dice —respondió la joven diosa.

Mientras que Hera permaneció inerte y pensativa, Zeus se mostró sumamente incrédulo y hasta se mofaba de la situación.

—Me fallas, Iris. No puede ser una carta de amor —comentó Zeus.

—Eros dice que sí —repuso Iris.

—Entonces se trata de una broma. Las ninfas suelen hacer mucho ese tipo de bromas y coqueteos, usando a Hermes de mensajero —dijo Zeus, muy seguro de lo que decía e ignorando que Hera le había prestado mucha atención.

—¿Y tú cómo sabes eso? —Hera demando saber.

Zeus se dio cuenta de su error y minimizó las cosas, desviando la atención y euforia creciente de su esposa.

—Porque...Hermes es principalmente mi mensajero y eso es lo que me cuenta. Yo no tengo la culpa, querida. Son juegos de las ninfas —respondió Zeus cariñoso.

Hera alzó una de sus cejas castañas y miró a Iris, transmitiéndole un justo mensaje con su calculadora mirada.

—Es verdad, las ninfas suelen hacer ese tipo de juegos y no hay ninguna ley que dicte que está prohibido hacerlo —respondió Iris con precisión.

—Me pregunto por qué no existe esa ley —dijo Hera con ironía mientras miraba a Zeus—. Debería entrar en vigor, ¿no es así, Zeus? —Su voz tenía un tono amenazante.

—Por supuesto, querida. Lo que tú digas...sólo que tardará mucho en que se proclame. Hay muchas otras solicitudes pendientes y debemos respetar el orden —dijo Zeus.

Hera alzó su mano, indicándole que se detuviera.

—Ya, ya. Hablaremos de eso después. La ninfa que haya jugado así con Fobos, claramente no sabía lo que estaba haciendo ni a quién —dijo la diosa.

—Tal vez no...pero yo no le veo que sea grave. Podría divertirse un poco con la situación en lugar de enojarse. Podría incluso hasta tener una mujer a su lado y sería feliz —siguió comentando Zeus, tratando de ganar la empatía de Hera.

—¿Hablas de matrimonio?

Zeus pareció sorprendido por la pregunta de Hera pero inmediatamente asintió.

—Por supuesto, yo soy muy feliz a tu lado y...—Inmediatamente, Zeus tuvo una idea. Una que ya había contemplado pero de manera poco seria, hasta ahora—. Panquecito...has tenido una idea maravillosa.

—¿Eh? —exclamó Hera con duda y pronto negó—. No...ahora se te está ocurriendo querer casar a Fobos. Eso no podrá ser.

—¿Por qué no?

Hera volcó los ojos y renegó con la cabeza hasta poner una de sus manos sobre su frente.

—De repente me comenzó a doler la cabeza. Iré a descansar —dijo Hera y se marchó, muy a pesar de que Zeus la llamaba.

El dios suspiró profundamente.

—Esta mujer se enoja por todo y no es capaz de ver la realidad. ¿No opinas lo mismo, Iris?

La joven diosa reaccionó ante el llamado del dios.

—No se enoja por todo, sólo que es analítica con las circunstancias.

—En este caso no —Zeus defendía su idea—. Iris, necesito que me ayudes con algo. Es arriesgado, pero sé que lo lograrás.

Elíseos.

El tiempo conversando se había pasado demasiado rápido, como solía suceder hace tiempo. Había sido muy amena la convivencia y cuando menos se lo esperaron, Caria y Melínoe dejaron de hablar. Caria cerró los ojos y permaneció dormida en el lecho de su hermana. Por su parte, Melínoe seguía despierta pero muy pensativa. Tenía una enredadera de sensaciones que debía desenredar para poder estar más tranquila. No obstante, no era nada sencillo porque involucraba a terceros y no de la mejor manera. Cada vez que cerraba los ojos sentía una presión fuerte en el pecho y escalofríos en cada extremidad de su cuerpo, sin mencionar que el resentimiento e ira eran más fuertes.

Melínoe se acostó de lado y estiró la mano hacia el suelo, tanteando con los dedos un objeto que deseaba observar. Lo sostuvo al poco tiempo y lo acerco hacia su rostro. Se trataba de la única prueba física que le demostraba que había hablado con Fobos aquella noche: su brazalete. Mirarlo le recordaba absolutamente todo lo que había sucedido, de principio a fin, incluyendo aquella penetrante mirada y detestable soberbia de Fobos. Ese resentimiento e ira que sentía iban dirigidos hacia él.

Como de una oleada se tratara, esos sentimientos negativos cambiaron drásticamente al recordar a Emeraude. Ahora era ansiedad y agobio lo que sentía. No podía quedarse ahí recostada por más tiempo.

Tenía que ir a buscar a Emeraude y llevarla de regreso.

Mantuvo el sigilo para no despertar a Caria y desapareció de la misma manera en la que lo hizo aquella noche en que comenzaría otra condena.

***

Sicilia, Italia.

Melínoe apareció en el mismo lugar del bosque donde había estado con Fobos y donde vio a Emeraude por última vez. Había plena luz por el día, así que debía buscarla con mayor cuidado para no ser descubierta ya que el bosque estaba muy cerca de donde su madre Perséfone estaba junto a Deméter.

Ahora que lo pensaba mejor, no había sido tan gran idea haber realizado ese encuentro con Fobos ahí. Pero eso era el asunto menos importante ahora.

Avanzaba y se ponía detrás de los troncos de los árboles mientras buscaba a Emeraude con la mirada. Cuando ya estaba más dentro del bosque, comenzó a llamarla.

—¡Emeraude! ¡Emeraude! —exclamaba Melínoe. El tono que manejó primero fue bajo y luego alzó más la voz conforme su desesperación incrementaba. Y ani siquiera le importaba si Perséfone la escucha en la poca lejanía en la que se encontraba.

Sólo quería encontrar a Emeraude.

Era difícil saber el lugar exacto en el que vio a Emeraude por última vez, pero haría lo posible por encontrarla y no se iría hasta no hacerlo.

Esta vez no.

El tiempo de búsqueda fue un misterio. Sólo sabía que no había dejado de caminar ni gritar. La única razón por la que se detuvo, fue cuando encontró una hermosa flor azul en medio del bosque. Melínoe se sintió atraída por ella porque era raro encontrar una flor así en ese lugar. Observó hacia toda la extensión y no vio a nadie. Pudo haber pasado de esa misteriosa flor y continuar con su propósito, pero no pudo. Caminó hasta estar completamente frente a la flor. Aunque quería tocarla, no lo hizo porque temía romperla.

Melínoe cerró los ojos y se levantó para seguir buscando a Emeraude.

—Necesito encontrarte, Emeraude. Por favor, aparece —decía para sí mientras continuaba caminando sin imaginar que al poco tiempo, volvería a detenerse.

—Señorita Melínoe.

Melínoe sintió como su corazón se aceleraba de alegría y se giró para ver a Emeraude delante suya.

Al fin la encontraba.

—¡Emeraude! ¡Por fin! —Melínoe corrió hacia ella con una sonrisa en su rostro y ojos llorosos por la alegría.

Emeraude estaba bien. Su vestido estaba intacto, su cabello suelto como siempre y esa misma calidez en su mirada. Sin duda alguna, estaba bien.

—Vino de nuevo —dijo Emeraude, sonriendo delicadamente.

—He venido varias veces a buscarte pero no te había encontrado hasta ahora —confesó Melínoe—. Por favor, regresemos a los Elíseos —indicó Melínoe pero Emeraude no se movió de donde estaba, lo que la desconcertó—. ¿Emeraude?

—Lo siento, señorita...pero no puedo ir con usted.

Esas eran las palabras que menos se esperó de Emeraude.

—¿Por qué? Te hemos estado buscando y estábamos preocupadas por ti...debemos ir de vuelta —insistió Melínoe.

El semblante de Emeraude se volvió más nostálgico.

—Aunque quisiera, debo quedarme aquí. No podré regresar nunca a los Elíseos.

Los ojos de Melínoe expresaban frustración y la garganta comenzó a arderle por todos los sentimientos que se acumulaban en su interior.

—Por favor...ven conmigo...por favor...—suplicaba Melínoe al borde del llanto.

Emeraude negó con la cabeza y con una sutil sonrisa, pronunció las palabras que más le dolerían a Melínoe.

—Sabe que no puedo irme de aquí. Este es ahora mi lugar.

Si bien resultó confuso para Melínoe en un momento, pronto comenzó a doler intensamente y su mente se aclaró cruelmente.

Ahora podía recordar todo lo que había sucedido esa noche:

"—Por favor...señorita Melínoe...por favor —suplicaba Emeraude mientras observaba la mirada peligrosa de Melínoe—. Por favor... no me haga daño —dijo con mayor miedo.

Melinoe se había acercado amenazantemente a Emeraude después de sentirse traicionada por ella y humillada por Fobos. Se abalanzó hacia la ninfa y le aprisionó el cuello con sus manos.

Emeraude batallaba para que la soltara.

—Por favor...señorita...Melínoe...—decía Emeraude con mucha dificultad por la falta de aire.

Melínoe no se detuvo, al contrario, adquirió mayor fiereza. Le apretó el cuello tan fuerte que se escuchó como tronaba aunque Emeraude seguía viva y tratando de resistir la agresión, pero fue notable que iba perdiendo las fuerzas.

Como si Melínoe se estuviera aburriendo de lo que hacía, apartó las manos del cuello y se apartó de la ninfa. Emeraude se sentía libre, pero no podía hacer mucho. Le costaba levantarse y hablar, sólo pudo girarse boca abajo para poder arrastrarse con las fuerzas que le quedaban. No avanzó demasiado. Melínoe tomó una roca que estaba ahí cerca y volvió a ponerse delante de Emeraude, evitando que siguiera avanzando. Levantó las manos al igual que la piedra y observó largamente a la ninfa antes de soltar la piedra sobre su cabeza. Emeraude habpia dejado de arrastrarse y su cuerpo mostraba ciertos reflejos que mostraban que aún seguía viva.

Melínoe se puso de cuclillas y apartó la piedra, viendo cómo había quedado lastimada Emeraude. El charco de sangre pronto brotó y sucedía más rápido que la desaparición de vida de la ninfa. Impresionantemente, Emeraude alzó su mano lentamente y con mucho temblor, dirigiéndola hacia donde estaba Melínoe y alcanzó a tocarla, manchándole el vestido. En cuanto lo hizo, perdió todas las fuerzas.

Emeraude había muerto.

Como si dudara que eso haya sucedido, Melínoe la tomó del cuello para comprobar sus latidos. No había nada. Pronto observó sus manos cubiertas de sangre y las limpió con su vestido. Se levantó como si nada hubiera sucedido y se alejó de ahí. Melínoe no se quedó el suficiente tiempo para ver cómo el cuerpo de Emeraude brillaba y luego se extinguía, apareciendo una hermosa flor azul en su lugar. "Los ojos de Melínoe se llenaron de lágrimas ante el cruel recuerdo. Horrible y malvado recuerdo. Su corazón ardió de culpa y arrepentimiento. Las fuerzas comenzaban a fallarle pero su vista fue aclarándose también. Emeraude no lucía como antes. Si silueta era mucho más tenue que cualquiera. Melínoe quiso tocarla pero no fue posible, simplemente su mano la atravesó. Tal comprobación la hizo caer de rodillas y apoyar sus antebrazos en la tierra mientras lloraba con desgarro.

—Perdóname Emeraude...perdóname...—decía Melínoe con la voz entrecortada y sufrible.

Emeraude era ahora un fantasma y no había manera alguna de cambiar eso. Su vida y destino habían terminado por culpa de su descontrol...por su contraparte malvada.

Ahora se odiaba más que nunca.


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¡Hola! ¿Cómo se encuentran?

Después de mil años vuelvo a actualizar esta historia y aunque no lo parezca, se me ha hecho muy largo el capítulo, al menos al escribirlo. 

Melínoe comienza a darse cuenta cada vez más del peligro de su personalidad malvada y las consecuencias que han ocurrido por no poder controlarla. Si pudieron percatarse, Melínoe tiene bloqueos sobre lo sucedido y nos daremos cuenta más adelante que esto es más común de lo que ella pensó. 

También pudimos ver una breve escena de Thanatos :), pronto habrán más y que no se vieron en la historia de "Siempre has sido tú".  

Asimismo, suponemos que puede acercarse otro encuentro entre Melínoe y Fobos.

1.- ¿Crees que Melínoe y Fobos vuelvan a encontrarse?

2.- ¿Qué crees que sea la orden que Zeus le dio a Iris?

3.- ¿Afrodita podrá encontrar a la mujer que le mencionó Fobos?

4.- ¿Qué te gustaría que sucediera en el siguiente capítulo?

Espero que te haya gustado y seguiré trabajando en las demás actualizaciones.

Nos leemos pronto, cuídense mucho. Estaré atenta a sus comentarios :)

¡¡Abrazos!!

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