Capítulo 3

Olimpo

Afrodita llevaba un castaña azucarada a la boca con demasiada perfección. Lamía sutilmente las puntas de sus dedos y masticaba con lentitud al mismo tiempo que su mente viaja a los recuerdos.

Hestia la miraba con el ceño fruncido y con un mohín demasiado prominente. Se le ocurrían mil sermones para regalarle a la rubia pero, ¿de qué serviría? Afrodita nunca escuchaba consejos más que de su propia vanidad y egoísmo...al menos, era lo que reflejaba y no le molestaba que todos la criticaran a sus espaldas.

Hestia suspiraba hondo; había sido parte de esos dioses hace mucho tiempo. Se burlaban de lo irónico que resultaba el contraste de Afrodita con su personificación.

¿Diosa del amor? ¡Pamplinas! Todos pensaban lo mismo y la llamaban cruelmente de una manera despectiva.

Lo que más coraje les daba, era que Afrodita los ignoraba; eso incentivaba más su desprecio.

Afrodita se hacía odiar por su carácter tan altivo y sentimientos superficiales, de hecho, hasta Hestia la detestó y en más de una ocasión habían discutido horriblemente.

Y ahora estaba comiendo bocadillos con ella como rutina de la semana.

¿En qué momento cambió todo?

Ni siquiera podía ser tan precisa para decir cuándo había cambiado su aversión hacia la diosa pero sí podía asegurar que a pesar de esa frívola apariencia y personalidad, muy en el fondo, Afrodita sabía amar.

Afrodita miraba hacia arriba y suspiraba continuamente. Tomó otra castaña con sus dedos, dispuesta a comerlo inmediatamente.

Hestia negó con la cabeza. No podía seguirla viendo comer de esa manera tan seductora por culpa de esos pensamientos que seguramente, no eran inocentes.

—¿Te molestaría sólo comer sin necesidad de que recuerdes nada? —preguntó Hestia con irritabilidad.

Afrodita tenía la castaña cerca de los dientes cuando despertó del trance y volteó a ver a Hestia, como si no supiera de qué le estaba hablando.

—¿Tiene algo de malo? —tomó con los dientes la castaña.

—Sí...lo tiene. Apuesto mi templo a que pensabas en...alguien —prefirió cambiar la referencia. A Hestia le desagradaba hablar de temas lascivos.

La diosa del amor sonrió por inercia y el poco momento, puso semblante de apaleo.

—Fui a hablar con Ares y...

—Suficiente. No quiero enterarme —interrumpió Hestia. Cada vez que Afrodita mencionaba a Ares, sabía lo que abordaba el tema. Afrodita volcó la mirada despectivamente. Se giró sobre su diván de mármol y miró de frente a Hestia. La diosa creyó que la correría de su templo.

—No iba a contar nada de eso —recalcó con desahogo y estrés—. Ya se ha enterado de lo que pasa con Fobos y Demios.

Hestia no lucía sorprendida por la confesión.

—Y a decir verdad, se ha tardado mucho tiempo. Sabías que tarde o temprano se enteraría.

Afrodita arrugó la frente y comenzó a masajearla con sus dedos.

—No se ha enterado por cuenta propia, alguien se lo ha dicho.

—Me pregunto quién pudo ser —Hestia no solía ser sarcástica pero había ocasiones en que los dioses sacaban esa cualidad oculta—. Es más fácil contar a tus amigos que a tus enemigos...además, cualquiera pudo haber sido. Él único que no estaba enterado era Ares —chasqueó la lengua y pasó sus cortos cabellos detrás de la oreja—. Aunque ciertamente pudo ser Enio, esa chica te tiene en la mira desde que se enero de tu romance con Ares y aún más con lo que le hiciste a tus hijos.

Afrodita hizo un ademán con la mano y bufó.

—Ya lo sé y no me asusta —Se cruzó de brazos con cierta nostalgia en su semblante—. Ares ya no quiere verme más que por asuntos importantes.

—Ajá —ironizó—. Y yo voy a tener un hijo.

Afrodita infló las mejillas por la contestación de Hestia.

—Yo no entiendo por qué todos me juzgan por ese error si a ellos no les afecta. Mis hijos no me han reclamado nada. Son felices así cómo están —intentaba ver el lado optimista.

Hestia reprobaba nuevamente sus perspectivas.

—Que no te lo digan no significa que lo sean. A pesar de que casi no han convivido contigo, es evidente que te aman como para que nunca te hayan reclamado ni una sola de tus desconsideraciones —Hestia podía tolerar muchas cosas pero cuando se trataba de las osadías hacia la familia, solía ser cruel—. Conoces mi opinión pero por si lo has olvidado, te lo repito...tú eres una madre inmadura. Siempre lo fuiste y siempre lo serás, a menos que hagas algo. No puedes seguir dándote el lujo de ignorar las consecuencias de lo que hiciste por culpa de tus malditos impulsos —Hestia suspiró hondo e infló nuevamente su pecho para calmarse—. No debo decir malas palabras...no debo decir malas palabras...

Afrodita sentía calor en su pecho. Quería responderle, se sabía muchas frases para defenderse...pero no iba a hacerlo. Hestia tenía razón.

—El pasado no lo puedo reparar. Ni siquiera con mis poderes soy capaz de revertir lo que hice —ponía en rostro sobre sus manos—. Fobos y Deimos están bien con eso. No necesitan del amor para ser felices, se divierten y para mí eso está bien.

Hestia puso los ojos en blanco.

—Sí, por resignación no por gusto. Te lo aseguro.

Afrodita la miró perspicaz.

—Parece que los conocieras más que yo.

—Pongo atención. Si tú lo hicieras, te darías cuenta de muchas cosas —Hestia se puso de pie y la enfrentó de nuevo—. Fobos ya se ilusionó una vez y no hiciste nada. Si crees que les bastará con manipular a los demás para hacer lo que ellos quieren, estás muy mal.

Hestia no esperó ninguna respuesta y se alejó del templo de Afrodita. La rubia la observaba marcharse con semblante recio.

Al poco tiempo, estaba sola nuevamente...como solía estarlo.

Afrodita comenzó a analizar todo lo que estaba pasando. Dejó caer la mitad de su cuerpo sobre sus muslos, puso las manos sobre su cabeza y emitió una queja impronunciable. Una de sus doncellas se acercaba y quedó estática al verla vulnerable. Quiso retroceder pero fue demasiado tarde porque Afrodita ya la había visto. Inclinó el cuerpo hacia enfrente.

—Lamento interrumpirla, sólo venía a preguntarle si se le ofrecía algo más —dijo la joven, delicadamente.

Afrodita terminó de levantar bien el rostro y se le quedó mirando fijamente, sin hacer ninguna expresión. Reil era su doncella de mayor confianza.

—Quisiera saber lo que piensas —dijo. Reil enfocó su mirada castaña en la diosa—. ¿Cómo era Fobos contigo?

Reil no se inmutó por la pregunta. Afrodita era consciente que no sentía nada afectivo.

—Considerado, muy atento —respondió—. Me disculpo por no haberle podido corresponder como él quería.

Afrodita esbozó media sonrisa.

—Sabes que no es tu culpa —suspiró y permaneció en silencio por un buen rato, con la mirada perdida en el suelo blanco—. De nadie es culpa, sólo mía —reparó de nuevo en la joven—. ¿Tú crees que Fobos y Deimos no son felices por eso?

Esta vez, Reil mostró angustia y no por los gemelos, sino porque no quería hacer sentir peor a la diosa.

—No puedo opinar por ellos, pero...me atrevo a decir que les hace falta algo.

Afrodita resopló con frustración. Negaba con la cabeza mientras pensaba con obsesión.

—Les arruiné la vida en el momento en que nacieron. No me dicen nada pero sé que no me lo van a perdonar nunca.

Reil buscaba una manera para reconfortar a la diosa. Era consciente de todo y jamás juzgó a Afrodita.

—Pero...si Fobos se casa, podría llegar a ser feliz, siempre y cuando se acoplen.

Afrodita disfrutaba de hacer gestos con las manos, esta no fue la excepción y mostró su descontento.

—Ya creo que eso será imposible. Fobos no va a casarse.

Reil puso expresión confundida.

—¿Y su boda con la diosa Macaria?

El rostro de Afrodita fue todo un poema.

—No se casará con ella y dudo que con alguien más. Esa chica nunca podría hacer feliz a mi hijo. Fobos sólo se divertiría con ella —Afrodita recordaba con resentimiento su tensa y breve charla que tuvo con Macaria en su celebración.

—Pensé...que era un hecho la boda —comentó Reil con vergüenza—. Cómo le dijo al dios Ares sobre su acuerdo con la boda...

—Le dije que estaba de acuerdo pero no es así, sólo lo dije para no discutir con él —Afrodita resopló—. Esa boda con Macaria sería un chiste. Ella jamás lo querría y Fobos jamás la tomaría en serio, solo jugaría con ella.

<<Es lo único que pueden hacer>>, pensó la diosa para sentir más culpa. Bufó de nuevo.

—Podría estabilizarse. Fobos necesita un poco de tranquilidad en su vida —Reil veía las cosas de manera más positiva y quería que Afrodita pensará lo mismo.

Afrodita la taladró con esos ojos azules.

—Esa boda no será un hecho...no con ella—Reil escuchó que los dientes de Afrodita rechinaban.

Habría qué preocuparse por no ser enemiga de esa diosa, todos sabían de lo que podía ser capaz Afrodita si detestaba a alguien.

***

Sicilia, Italia.

Deméter se encontraba sentada desinteresadamente sobre una silla de madera, viendo la puerta de su morada. Los recuerdos más amargos que ha tenido, los a avivado cada vez que se queda sola, sin su Koré...a pesar de tantos años, nunca pudo ni quiso llamarla Perséfone; odiaba ese nombre y a Hades, pero debido al tratado que hubo entre ellos y Zeus como intermediario, debía ocultar sus despreciables pensamientos.

Como era costumbre, los primeros días de la separación entre su hija y ella, se esforzaba por mantener la compostura, de actuar normal y relajada...pero al cabo de algunas semanas, sentía su pecho desgarrarse por la ausencia de su hermosa hija.

Deméter frunció el ceño y cortó con aquellos pensamientos con brusquedad. Se levantó de la silla e hizo aparecer su guadaña en la mano.

—Creí que habías cambiado...—Dijo una voz que iba incrementando el tono y su silueta aparecía frente a la diosa. —Pero sigues siendo de armas tomar—Se burló literalmente.

Deméter tensó los labios y permaneció de la misma manera; estaba alerta.

—¿Qué carajo haces aquí? Creí que había sido muy clara...¡No quiero tener nada más que ver contigo! — Ladró. La mujer frente a ella se quitó la capa sin dejar de sonreír.

Sus cabellos negros cayeron por el contorno de su rostro, su mirada oscura conservaba la misma malicia y profundidad que hace mucho tiempo.

—Sí lo dijiste, el problema es que teníamos un trato y mi señor quiere resultados.

—Hice lo que tenía que hacer, ya no tengo más para dar...estoy atada a un maldito convenio—Apretó los dientes. —Y yo no le debo nada a tu "señor".

—Deja refrescarte más la memoria, cuando Hécate, tú y yo hicimos un trato para ayudarte a separar a tu hija de Hades, yo, te advertí que no sería gratis—Apuntó con el dedo hacia la diosa. —Tú, con tu mente nublada por el odio y sed de venganza prometiste darle a mi señor algo a cambio y le hiciste el peor daño posible a Perséfone. ¿Lo recuerdas?

Deméter bajo el arma, sabía de lo que estaba hablando pero no recordaba todo lo que pasó y dijo debido a la ira de ese momento.

—Lo has recordado. ¿Cierto? —Le preguntó. Deméter alzó la mirada. —En esos momentos, fuiste quien lastimó a Perséfone y aunque no lo hayas dicho, tú deseabas entregarle a Perséfone a mi señor Érebo, no te importó nada hasta que empezaste a sentir culpa.

—Me arrepiento de haberle hecho eso a mi hija. Me desquicié y nada funcionó, ni siquiera la poción que le di...ahora tienen dos hijas—Dijo con notable desagrado.

—Yo no diría exactamente eso—Deméter la observó con severidad.

—¿Qué quieres decir?

—Acabo de enterarme que la poción que le diste a Perséfone aquella vez no fue abortiva pero sí creo una maldición y no directamente a tu hija sino a tu nieta—Deméter enarcó una ceja, no tenía idea de lo que estaba hablando pero por vez primera, no la interrumpió. —Perséfone y Hades están buscando una cura para la maldición de su hija Melínoe y sólo tú tienes la respuesta.

—¿Yo? ¿Por qué habría de ser yo?

—En palabras de Hécate, si Perséfone hubiera estado embarazada cuando se la diste habría abortado pero como eso no sucedió, una maldición rodeará a Perséfone o la transmitirá a alguien más...eso fue lo que sucedió, Melínoe está pagando.

Deméter dibujo una liviana sonrisa que pronto ocultó con más interrogatorios.

—Si es cierto o no, no la ayudaré y si nada más viniste a decirme eso. ¿Qué esperas ganar?

—Ya te lo dije, ambas podemos sacar provecho de esta situación. ¿No lo entiendes? Mi señor Érebo podrá tener lo que quiere y se le prometió y tú podrás concretar tu venganza.

—Venganza—Repitió con mayor satisfacción. —¿Qué tienes en mente Pat?

—Deshacernos de las dos hijas de Hades y Perséfone, acabaremos lo que empezamos—Indicó y ambas mujeres sostuvieron la misma sonrisa perversa y cruel que pudieron crear.

***

Elíseos

Melínoe cerraba el libro que tenía entre sus manos con demasiada lentitud. De nuevo, había terminado de leerlo. Si Hypnos le preguntaba su contenido de atrás hacia adelante o del núcleo, sabría responderlo.

¿Por qué no podía ser así con los demás? ¿Qué tenía diferente?

Ese libro contenía información que no le interesaba ni le serviría de nada. Sólo era una novela que quien sabe de dónde la sacó. Apretó el libro con fuerza hasta casi destrozarle la portada, al poco tiempo, se arrepintió e intentó arreglarlo lo más que se pudo. Estaba frustrada consigo misma. Echó la cabeza hacia atrás y dejó caer el cuerpo por la silla hasta que su nuca quedó acomodada sobre el respaldo. Abrazaba el libro mientras intentaba pensar en otra cosa que no fueran sus carencias intelectuales. Pensó en la lectura y en su amor-odio que sentía por ella. Era el único libreo de ese tipo que poseía y llegaba a distraerla. Suspiró de golpe. No iba a mentirse, cuando la leía, se dejaba llevar por la escritura y en ocasiones, pareció poseer un tipo de magia que la transportaba a su historia, a una vida donde no sufría. Claro que no se lo permitió demasiado; de nada le serviría fantasear aunque fuera lo único que la alejara de tanta infelicidad de la realidad. Dejó el libro sobre el tocador y salió de la habitación como espetaría. Odiaba quedarse encerrada y sentirse sola pero no tenía otras opciones durante las noches. En fin, aún faltaba para que oscureciera y tenía cosas que hacer como aparentar que Caria estaba en su habitación mientras se divertía con Thanatos en la Tierra. Se le atravesó por la mente la idea de poder hacer eso pero no por alguien más sino para sentirse libre.

Quizás lo hiciera.

Se alejó de la habitación y fue hasta el gran balcón más cercano para no perder de vista que alguien pudiera ir a buscar a su hermana. Se sentó sobre el mármol mientras observaba los jardines. Veía a las ninfas jugar y pasear sin ninguna preocupación. Las envidiaba, en incontables ocasiones había querido olvidar sus penas del mismo modo en que olvidaba lo que estudiaba.

Al poco tiempo, Ralen rondaba por el pasillo y la vio sentada, perdida hacia el frente. No dudó en acercarse. Melínoe escuchó pasos cada vez más pronunciados, volteó y vio a Ralen cerca.

—Luces desmotivada —Le dijo con liviana diversión. Melínoe sonrió a medias.

—Más bien aburrida, no hay muchas cosas que hacer en este lugar y a lo que más me podría dedicar, de nada serviría —mencionó con cierto fastidio. Ralen supo relacionar a qué se refería.

—Eso debe ser por un tiempo. Tarde o temprano, eso dejará de suceder.

—Ralen, quizás no estés enterado pero siempre me ha pasado esto, ¿cuánto tiempo más crees que tengo que esperar para que deje de pasarme esto? —Ralen echó un poco hacia atrás el cuerpo debido al impacto de la hostilidad de Melínoe. Ella cerró los ojos y masajeó su cara—. Lo siento, es sólo que...quisiera ser diferente.

Ralen la analizó por un tiempo más. Era casi tangible la tristeza que Melínoe sentía y lo mucho que se esforzaba por no demostrarlo. Era demasiado orgullosa y reservada con sus emociones. Se sentó a su lado para continuar hablando con ella.

—Discúlpame, no quise decirlo de una manera tan agria. Mi intención no es ofenderte —dijo algo cohibido.

—No me has ofendido —recalcó—. ¿No te aburres con tu vida? —cambió de tema.

Ralen negó con porte y seguridad.

—Jamás podría, es mi deber.

—Aburrimiento y deber son cosas diferentes. Mi vida es caótica y tediosa pero la tuya no es tan distinta. Siempre te veo hacer lo mismo, vigilar, proteger y defender en caso de que sea necesario.

—Pero me gusta —sonrió—. Sin ninguna de esas funciones, siento que faltaría algo en mi vida.

—Sí, probablemente una novia. Ten cuidado con eso o la aburrirás con tanta formalidad y cabalidad —Ralen desvió la mirada con algo de vergüenza. Melínoe puso los ojos en blanco y le dio un pequeño golpe en el hombro—. Estoy bromeando pero ya que he tocado ese punto, debo decir que eres muy calmo. Sé que cuando mi padre no está cerca, muchos guardias no pierden el tiempo y coquetean con algunas ninfas, sea en el Inframundo o aquí...pero tú Ralen, eres todo un caso. ¿No hay ninguna doncella que llame tu atención?

Ralen tomó una pequeña piedrilla que estaba en el mármol y la pasó por la yema de sus dedos como si quisiera que se polvorizara en un parpadeo. La lanzó hacia los campos y suspiró.

—Hay alguien que me llama la atención pero no existiría nada entre nosotros —dijo con total seguridad en su voz.

Melínoe alzó ambas cejas.

—Vaya, por fin confiesas algo así. ¿Ralen está derribando barreras?

—Me has preguntado y te he contestado —respondió a la pregunta burlona—. ¿Tú miras de esa manera a los guardias? —utilizó el mismo tono de voz que Melínoe.

—Sí, claro y estoy enamorada de uno de ellos —Fue irónica. Ralen dejó de reír y la veía casi espantado, desconcertado y a punto de hacer infinidad de preguntas. Melínoe lo veía por el rabillo del ojo; esta vez no utilizó su sarcasmo ni su burla—. No, no lo hago y si lo hiciera, nadie se interesaría por mí.

Más calmado porque no tendría por qué preocuparse por cuidarla de ningún guardia atrevido, mostró su descontento con la afirmación tan vacía de Melínoe sobre ella misma.

—Eso es adelantarse a los hechos. Perdón por mi atrevimiento pero tú eres hermosa, cualquiera se fijaría en ti.

—No lo harían —respondió enseguida—. Estoy descompuesta por dentro y por fuera, ¿quién querría estar conmigo con tantos defectos? —Se abrazó a sí misma, recordando con desprecio cada una de las cicatrices de su cuerpo y la inestabilidad de sus emociones.

Ralen vio cómo la mano de Melínoe posaba sobre esa herida vendada y reciente que tanto negó a reconocer, aún le causaba intriga porque por mucho que Melínoe minimizara el asunto. Él conocía incontables heridas y aunque sí aceptaba que eran rasguños, no tenían pinta de ser inocentes sino intencionales. Mientras ella masajeaba sus brazos lentamente como si se diera calor, levantó la manga de su vestido y su corazón golpeó fuerte. Había visto la punta de varias cicatrices.

—Melínoe, ¿quién te hizo esas heridas? —Quiso saber, nivelando la exigencia. Eso no podía dejarlo pasar por alto.

Melínoe reparó de nuevo en él y lo vio con hastío.

—Ya te dije que me rasqué, no es nada.

Ralen apretó los dientes y sintió culpa anticipada por lo que iba a hacer. Con mucha velocidad, tomó la punta de la manga y la levantó algunos centímetros, pudo ver mejor las cicatrices y le preocupó aún más que no parecían ser cortas.

—¿Eso no es nada? —La vio recio a los ojos.

Melínoe bufó y se acomodó la manga de muy mala gana.

—No, no lo es. Son heridas que me hice de niña. Debí haberme caído, no lo sé —dijo con los nervios exaltados. Ralen no parecía parar.

—¿Segura? Entonces la señora Perséfone ni el señor Hades se van a sorprender cuando se los informe —advirtió.

Melínoe lo enfrentó.

—No te metas, Ralen. No tiene caso recodárselos porque seguramente lo han olvidado. Tan ocupados han estado que dudo que lo tengan presente —Melínoe quería zafarse de la situación. Había mentido.

—Aun así se los diré y te pediría que no defiendas a nadie. Debo saber si alguien te está lastimando, es mi debes protegerte.

—Deber...¡Deber! Si no fuera por eso, no te preocuparías tanto —Se levantó y se inclinó hacia él para provocarlo.

—¿Pero qué dices? Claro que lo haría, son hijas del seños Hades y a pesar de todo, mis amigas.

—Sólo de palabras, Ralen. Siempre antepones tu obligación al igual que todos los demás. Si no fuera por eso, seríamos inexistentes...corrección, sólo sería yo. Todos siguen a Caria. Todos aprecian a Caria —reclamó con cierto resentimiento.

—Eso no es verdad...

—¿No? —Apuntó con el dedo—. Niégame que no has sentido nada más que amistad por mi hermana. Ralen parpadeó continuamente y no pudo sostenerle la mirada. Melínoe apretó los dientes—. Todos son unos hipócritas.

<<Él también merece sufrir>>, le dijo esa voz en su cabeza.

Melínoe presionó las uñas sobre sus palmas cuando la escuchó insistente.

Ariadna escuchó gritos y no dudó en acercarse a averiguar el por qué. Vio a Ralen y Melínoe con mala cara.

—Ralen, te estaba buscando —dijo la chica, rompiendo la conexión visual entre ambos—. Debemos hacer el recorrido por el castillo y los campos, nuevamente.

Ralen suspiró y asintió. Miró a Melínoe quien no esperó a que nadie más dijera nada y se fue hacia su habitación. Melínoe volteó antes de entrar y ninguno de los dos estaba. Tan fácil se habían ido. Abrió la puerta y se encerró de nuevo en la habitación. Respiró varias veces y masajeó sus párpados con las manos.

No era momento de debilidades pero estaba claro que sí de frustraciones y ansiedad. Detestaba escuchar esa voz en su cabeza. Se sentó frente a su tocador tratando de mantenerse calmada. Sin mirarse el brazo, se quitó el trozo de tela que utilizó de vendaje y pasó sus dedos sobre su piel, causando ardor con el roce. Melínoe tensó los labios antes de volver a ver esas extrañas heridas; ocupaban la mayor parte del brazo y algunas lucían profundas.

¿Cómo es que pudo hacerse eso?

No podía culpar a los demás y sobre todo a Ralen, por pensar que estaba encubriendo a quien le hizo daño teniendo en cuenta el nivel de las heridas pero no había nadie a quien apuntar con el dedo; sólo ella estaba sola.

¿Sería capaz de lastimar de esa manera a alguien más?

Pensarlo continuamente, junto con imágenes de ella atacando cruelmente a otros, le aceleraba el pulso y la bestialidad palpitante de su corazón. Tenía el dilema de no estar segura si eran sólo pesadillas o si en verdad eso pasó. No quería saberlo realmente ni tampoco deseaba que eso ocurriera..

—Tal vez estoy exagerando —Rio con nerviosismo.

Para evitar elevar su preocupación, agitó su cabeza y dejó posar su mirada en cualquier otro lado al igual que su mente, sin embargo, eso sólo la hizo darse cuenta de algo más que tampoco comprendía. Observó el florero que estaba encima del tocador y pasó sus dedos sobre unas manchas rojas oscuras a las que no había prestado atención. Rascó con su uña, deshaciendo una parte de la mancha. Intentó analizar los pequeños fragmentos con sus dedos y enseguida volvió a observar el florero. En él, se podía apreciar perfectamente su reflejo; su pulso se aceleró y sus labios se abrieron casi temblorosos. Su imagen estaba pasmada. Ninguno de los recientes gestos se veía en el reflejo, hasta que éste sonrió de oreja a oreja. Melínoe saltó hacia atrás tirando el florero de oro al suelo. Se llevó las manos adentro de sus rizados cabellos y se arrodilló con temblor.

—No otra vez...por favor, no otra vez...—Repitió con voz entrecortada, buscando consuelo en un optimismo que tardaba en presentarse y en su lugar, esos fuertes dolores de cabeza surgieron con una intensidad más grande de la que jamás había sentido—. No me lastimes...ya no me lastimes...—dijo en voz alta, luchando contra lo que la estaba atacando.

Sus lágrimas fluían sin control pero esto era lo que menos le preocupaba. Intentaba levantarse a pesar del intenso dolor, estaba cansada de que ese mal siempre la derrumbara; quería ser más fuerte que eso.

Melínoe dio un grito muy fuerte y largo, lleno de triunfo. El dolor se había desvanecido increíblemente y se mantenía de pie sin titubeos. Melínoe no podía creerse ni explicarse lo que había sucedido pero sonrió con remota alegría por dejar de sentir aquel amargo dolor. Si fue ella la que lo hizo o si fue algo que desapareció naturalmente, ya no le importaba.

—Lo derroté...al fin soy libre —dijo en voz baja.

Al caminar fue cuando se dio cuenta que estaba un poco débil, pero tampoco le importó. Deseaba salir, alejarse de su recámara por un tiempo. Abrió la puerta lentamente y siguió andando. Puso las manos en el borde de la puerta y sus movimientos volvieron a paralizarse.

<<Aún no>>, dijo esa voz apenas entendible.

Una fuerza invisible golpeó a Melínoe uniformemente, arrojándola hacia la pared de atrás. La potencia la hizo rebotar de la pared al suelo, golpeándose en dos ocasiones la cabeza y quedando inconsciente al segundo impacto.

<<Tu vida ha estado marcada desde antes de tu existencia>>

<<No tienes nada...no tienes a nadie...no podrás lograr nada con tana debilidad>>

<<De ahora en adelante...va a depender de mí>>

<<Tú nunca podrás vencerme>>

¿Dónde estaban ustedes cuando paso esto?

Estábamos vigilando fuera del castillo y corrimos hacia acá cuando escuchamos un grito.

¿Y Macaria dónde está?

Las voces eran lejanas pero poco a poco iban siendo reconocidas.

Está en su habitación. No se ha sentido bien.

¿Le hablaste sobre lo que le pasó a Melínoe?

No quise preocuparla.

Melínoe abrió los ojos y analizó todo lo que estaba a su alrededor, sin moverse. Supo que estaba recostada en la cama de su habitación. Miró por el rabillo del ojo a Hypnos, Ralen y Ariadna discutiendo. Permaneció así son moverse y ponía atención en lo que decían.

—Ustedes estaban afuera del castillo cuando escucharon el grito, Macaria estaba en su habitación a tan solo pocos metros de distancia...¿No escuchó nada?. Ellas dos son muy unidas, que Macaria no esté aquí me hace dudar demasiado, iré a hablar con ella.

No le convenía que se enteraran, no ahora. Melínoe comenzó a moverse para llamar la atención.

—Miren, ya está despertando —dijo Ariadna, alegrándose por ver a Melínoe moviéndose.

Hypnos retrocedió y se acercó a Melínoe, al igual que Ralen. Él por su parte estaba tranquilo por ella ahora que había despertado pero intranquilo por Macaria.

¿Dónde estaría en momentos así?

Melínoe hizo algunos gestos sutiles y fingió que recién comenzaba a abrir los ojos. Su mirada azul mostraba serenidad, lentamente fue observando a quienes estaban en la habitación.

—Melínoe...por fin despiertas —dijo Hypnos, tratando de hablar con ella de lo sucedido—. ¿Cómo te sientes? —Melínoe no respondió pero no dejó de ver a Hypnos con profundidad.

—Te encontramos en el suelo con golpes en la cabeza e inconsciente —Ralen fue directo debido a su ansiedad—. Estuviste inconsciente casi tres horas y...

<<Como si en verdad te preocupara>>, pensó hostilmente.

—Estoy bien —respondió secamente Melínoe.

—Pero...los golpes que...—Ralen trató de insistir.

Recibió una mirada fulminante de Melínoe; jamás lo había mirado de esa manera, ni siquiera en su discusión de hace rato. Resultaba increíble aceptarlo pero lo impuso.

—Dije que estoy bien —Melínoe pronunció más fuerte.

Ariadna estaba consternada al igual que Ralen. Hypnos suspiró.

—Déjenme hablar con ella, por favor —Pidió Hypnos. Ralen no deseaba marcharse así pero Ariadna le insistió con la mirada. Ambos salieron de la habitación dejándolos solos. Hypnos se acercó más a Melínoe y volvió a mirarlo fijamente—. Lo que te pasó fue de nuevo un ataque, ¿no es verdad?

Melínoe recordó lo que sucedió, el cómo por fin se había librado de esa debilidad que le estorbaba. Se había sentido prisionera por tanto tiempo y por culpa de esa absurda personalidad humilde. No pudo evitar divertirse con lo que Hypnos decía, en especial porque había dejado de lado la manera tan formal de dirigirse hacia ella por estar preocupado con lo que pasó.

Si él supiera. Eso era lo que a ella tanto había querido.

—¿Ataque? —Preguntó con burla inofensiva.

—Sobre lo que me contaste...mañana son las clases y puedo ayudarte a ver qué es lo que te pasa una vez que anochece.

—No necesito tu ayuda —respondió duramente. Se acomodó sobre la cama y mantuvo la distancia con él.

—No fue lo que me dijiste cuando hablamos —dijo babélico.

Hypnos sospechaba que algo pasaba con Melínoe porque nunca se portó tan altiva ni hostil, y eso que tenía carácter fuerte.

—Quiero estar sola, quiero descansar —Ordenó y se giró en la cama, dándole la espalda.

Hypnos no quiso insistir más a pesar de su extraña actitud pero era necesario que descansara, mañana quizás podría estar más dispuesta a hablar. Salió de la habitación y vio a Ralen con semblante de mortificación y hablando con Ariadna. No se habían dado cuenta que él estaba cerca.

—¿No está? Pero...¿A dónde pudo ir? —Preguntó Ariadna con impresión sobre la ausencia de Macaria.

Hypnos arrugó la frente y presintió algo fuera de control. Cerró los ojos con lamento mientras pensó en Thanatos.

<<Que no haya ido a buscarlo>>, pensaba.

Ya lo averiguaría.

—No tengo idea pero ella ya no estaba cuando le pasó eso a Melínoe, me preocupa que haya cometido una imprudencia como la de hace unos meses—Ralen se calló de golpe cuando vio que Hypnos salía de la recámara de Melínoe—. Señor Hypnos. ¿Qué le ha dicho Melínoe?

—Nada aún, no ha querido hablar...será mejor que descanse y despeje su mente —pretendió no haber escuchado nada acerca de Caria.

Ralen tragó saliva y compartió una mirada de complicidad con Ariadna.

—¿Y si llega hoy el señor Hades? ¿Qué le vamos a decir? —Cuestionó con temor Ariadna.

—Yo se lo diré pero por ahora debo regresar al Inframundo, regresaré más tarde—Ralen y Ariadna asintieron mientras Hypnos desaparecía.

—Busquemos a Caria cuanto antes.

—No, tú quédate aquí afuera, yo iré a buscarla en todos los Elíseos...cuida que Melínoe no esté en peligro de nuevo—Ariadna asintió.

Dentro de la habitación, Melínoe escuchaba la conversación, dibujando una enorme sonrisa perversa en su rostro. Se levantó de la cama en silencio y se agachó por debajo para alcanzar un daga que tenía escondido. Puso el dedo sobre la punta filosa, ocasionándose una ligera cortada. Pronto brotó una gota de sangre. Se le quedó mirando por un buen rato antes de esparcirla sobre su pulgar como si quisiera que se absorbiera en su piel.

<<Poco a poco...vas a padecer, Macaria. Tu sangre pronto la tendré entre mis manos nuevamente>>, pensó con perversidad.

Más tarde.

Elíseos

Melínoe llevaba mucho tiempo recostado en la cama observando el techo en silencio. Sentía cómo poco a poco la oscuridad de la Tierra iba cubriendo el cielo; sonrió de lado. Se levantó de la cama en silencio y caminó hacia la puerta, sentía la presencia de Ariadna cerca, vigilando y cuidando que nadie ingresara a su habitación. Melínoe rio por dentro, era bastante la ironía. Ariadna cuidaba de que nadie ingresara más no estaba segura de alguien fuera a salir.

<<Pobre ingenua>>, pensó divertida.

Melínoe se paró firme en el centro de la habitación y extendió los brazos a los costados, desapareció en seguida sin que nadie sintiera su ausencia; había realizado la transición divina con total experiencia.

Su cuerpo apareció en alguna parte de la Tierra donde el área estaba despejada. Sus pies tocaron el césped y su piel sentía el viento frágil. Alzó su mirada viendo el cielo, la noche se hacía más oscura. Permaneció así, de pie sin moverse y dio su primer pestañeo cuando alguien comenzó a acercarse.

—¿Quién eres? —Preguntó Melínoe sin darse la vuelta.

—No has perdido tiempo en darte cuenta que he aparecido, sabía que tarde o temprano aparecerías en la Tierra —dijo la mujer con total calma—, Me llamo Pat y tú eres Melínoe, hija de Hades y Perséfone —Melínoe se giró por fin con desinterés y miró a la mujer con desagrado—. Efectivamente eres hija de Hades, te pareces demasiado.

—¿Qué quieres de mí? Habla de una vez porque estoy perdiendo el tiempo.

—Tranquila, está de más que te exaltes así...entiendo que quieras disfrutar de la noche, después de todo, es la primera vez que vienes a la Tierra con libertad —Sonrió con malicia—. Ahora que te veo, me doy cuenta de tu verdadero ser.

—Cualquiera que me viera y me conociera dudaría de quien soy...este es mi verdadero ser —Se cruzó de brazos con orgullo—. ¿Y tú cómo sabes de mí?

—Sencillo, conozco a tus padres y a tu abuela, la diosa Deméter—Melínoe enarcó una ceja.

—No tengo el gusto ni el tiempo de conocerla—Melínoe volvió a hacer la postura inicial de la transición divina hasta que Pat interfirió de nuevo.

—¿Quisieras tener todo el tiempo posible para hacer lo que quieras? —Melínoe se detuvo y la vio largamente, esperando que se explicara. Pat había dado en el "clavo" y lo sabía—. Sé de tu condición y sé que por la mañana olvidarás lo que haces por la noche...que pudieras vencer el muro de protección de tu contraparte a partir de hoy es sólo el inicio, con la ayuda correcta, tú podrías tener control total de su cuerpo.

—No necesito ayuda de nadie, lo hice sola y puedo seguir haciéndolo.

—Si la necesitas porque eres el producto de una maldición—Sintetizó. —Te encuentras divida en dos, en la luz y la oscuridad y seguirás así si no haces lo que te estoy diciendo. Te han tenido alejada de este mundo de debilidad. ¿No quisieras que todos los humanos te temieran incontrolablemente? —La persuasión de Pat era cada vez más sólida, podía confirmarse con el semblante de Melínoe—. Has absorbido todos los conocimientos de Melínoe y tienes el poder y la experiencia para seguir creciendo pero podrías aprender más...podrías desarrollar poderes desconocidos y tener el control de lo que quieras.

Melínoe ya no ejerció ningún gesto por tiempo limitado incluso Pat llegó a desesperarse un poco por su actitud tan seca, sería una insolencia que se burlara de ella y se negara a todo lo que le estaban ofreciendo en charola de plata.

—Todo el control de lo que quiera...—dijo por fin Melínoe volviendo a sonreír con perversidad. Bajo los brazos y se acercó a Pat—, ¿Qué tengo que hacer?

Pat rio con complicidad; el plan estaba yendo bastante bien.

Por su parte, Melínoe creaba su propio plan.

No confiaba en nada de lo que le decía.

***

Siwa, Egipto.

El manto oscuro de la noche había cubierto el cielo y las estrellas estaban tan brillantes, tan llenas de vida. En una vasta extensión de arena, se podía apreciar las llamas del fuego agitarse lentamente en un encantador vaivén anaranjado y rojo. Las voces célebres de los guerreros estaban presentes. Risas, bromas y anécdotas bélicas, en este caso, muy raramente hablaban del levantamiento que ocurriría una vez que el Sol saliera.

Todos los días eran iguales y preferían hablar de otros asuntos más animosos por las noches.

Apartados de ese círculo social, estaba otra fogata haciendo le mismo acto de presencia que la otra. Sin embargo, había una distinción espectacular pues los miembros eran mucho más serios y en menos número.

Enio estaba recostada sobre la arena justo a lado de la fogata. Veía con demasiada obsesión las estrellas para relajarse después de un día lleno de frustración por culpa de la mujer que más detestaba tanto en el Olimpo como en la Tierra. Echaba un vistazo repentino por el rabillo del ojo mientras veía del otro lado de la fogata cuando escuchaba las risas de las doncellas de Afrodita que habían llegado por la tarde. Ellas se divertían con Deimos mientras jugaban a leerle la mano.

Vaya fiasco.

Enio no tenía nada en contra de esas manipuladas mujeres pero se le revolvía el estómago cada vez que le daba vueltas al porqué estaban ahí. Era demasiado para ella pero su orgullo no le permitía moverse de allí. Esas mujeres son las que deben irse, no ella.

Las risas se pronunciaban aún más debido a las ocurrencias surgidas por parte de Deimos. Una chica estaba a su lado, sentada sobre la arena mientras que otra tomaba la mano de Deimos y deslizaba un dedo sobre las líneas. Al poco rato, Deimos explotaba de la risa al igual que las chicas.

—Es en serio, te depara una vida llena de riquezas —decía una joven mientras intentaba contenerse de la risa.

Deimos tenía una enorme sonrisa sobre su rostro y veía a la chica con coqueteo.

—Claro, pronto compraré las mejores islas del caribe sólo para mí...y ambas podrán venir conmigo —dijo con su particular voz. Volteó a ver a la chica que tenía a lado y se inclinó para besarla con tanta faena.

Enio vio la escena con acidez y giró la cabeza hacia el otro lado. Les daba unos minutos más para que se fueran de allí o iba a explotar.

Reil caminaba por detrás de la fogata, viendo cómo Deimos besaba sin complacencias a Eura. Perdió rápidamente el interés y siguió caminando unos metros más lejos de allí hacia su objetivo.

Fobos estaba disgustado y callado, la noche no había comenzado como había querido realmente. Movió sus ojos hacia un costado cuando sintió que Reil estaba acercándose. La chica se detuvo y realizó su sutil reverencia.

—¿Algo le molesta, señor?

Fobos rio irónico por la manera en que se refería a él.

—¿Para qué te ha enviado mi madre? —preguntó tajante, sin voltear a verla. Reil seguía a sus espaldas.

—A complacerlos en lo que fuera —respondió tan sincera. Fobos negaba incrédulo.

—Hay otra razón y si no me la dices ahora mismo, vas a tener qué irte.

Reil sentía la frialdad en su voz pero no le afectaba. Sí, era cierto, había una razón más sobre su presencia pero era demasiado fiel a Afrodita como para decírselo.

—Lo lamento pero la diosa Afrodita me ha ordenado que me quede aquí.

Fobos se giró a verla con ojos fulminantes. Se levantó y la enfrentó con apenas tacto.

—Le servirás a ella...pero cuando estás en el Olimpo. Aquí, me obedeces a mí y si no vas a responderme lo que te pregunté, vete. Es la segunda advertencia que te hago antes de hacerlo a la fuerza —Fobos estaba muy enfadado y era consciente que entre más pasara el tiempo, su mal humor incrementaría.

Reil lucía atemorizada, bastante. Fobos veía en su mirada el miedo que se adentraba ligeramente por su propia participación para obligarla a decírselo.

—No puedo...su madre no tiene malas intenciones con usted. Es todo lo que puedo decir.

No fue la mejor respuesta. Fobos entrecerró los ojos y negó levemente con la cabeza mientras chasqueaba la lengua a modo de juego. Por consiguiente y en tan sólo un segundo, hizo que la chica sintiera un miedo fulminante en cada parte de su cuerpo. Casi cae de rodillas sobre la arena de no ser porque la tomó de los brazos y siguió morándola fijamente.

—Cuando vea a mi madre se lo diré pero mientras, quisiera que le dieras un mensaje de mi parte —Se acercó un poco más—. Quiero que desista, no sirve de nada que lo siga intentando. No necesito nada más en mi vida —La soltó.

Reil apenas pudo sostenerse porque Fobos había dejado de manipularla. Lo veía alejarse de ella, ¿qué podía esperar? Lo entendía pero no podía ponerse en su lugar por la apatía de los sentimientos. El pasado no los había privilegiado y apenas y podían verse.

Afrodita había cometido el atrevimiento de enviarla pero no para satisfacerlo sino para...

Fobos se acercaba a la fogata y se sentó cerca de Enio, esperando que el fuego consumiera su mal humor. Vio de un tajo a Deimos quien volvía a reír con las doncellas sin dejar de seducirlas. Las chicas miraron a Fobos y en ese mismo instante, su alegría fue opacada por el miedo. En un segundo, terminaron alejándose. Deimos alzó las manos hacia la dirección donde se iban las chicas. Enseguida, vio a Fobos, descontento.

—¿Por qué las has espantado? Me estaba divirtiendo —Le reclamó conteniendo la rabia.

Aceptaba que Fobos estuviera de mal genio pero no le parecía justo que le arruinara la fiesta. Enio se giró y sonrió de oreja a oreja. Se sentó con las piernas cruzadas.

—Menos mal que las has espantado. Quería vomitar.

—Si tanto te molestaba, te hubieras ido —respondió Deimos. Enio tenía fuego en la mirada.

—Yo no tengo por qué irme. Enciérrate en tu tienda con todo ese harén que ha enviado tu madre —escupió las palabras.

Deimos prefirió no decirle nada, reparó en Fobos. El segundo estaba intolerante.

—¿Qué? —preguntó de mala gana.

—¿Vas a divertirte o mejor me voy a otro lado? No te tolero cuando te pones así. Si la ha enviado, ¿para qué te aferras? Ambos sabemos que nuestra madre no va a entender nada —Le dijo sin detenerse.

Enio estaba de brazos cruzados y deslizaba la mirada de gemelo en gemelo aunque no estuviera emocionada por el tema. De lo que estaba ansiosa era de dar su opinión sin que saliera alguno de los dos a defender a Afrodita a pesar de ser el punto de tensión y riñas.

Fobos no respondió pero pasaba detenidamente la contestación por su cabeza. Era frustrante la situación a la que habían sido orillados tanto él como su hermano. Perdía la paciencia cuando hablaba con Afrodita al respecto y lo pasaba por alto. Nunca le reclamó nada, él prefería hablar pero ahora, se arrepentía de no haberle indicado su opinión con sev rodado, como lo hacía con los demás. Ahora mismo con lo que hizo, dudaba de alguna vez lo hubiera escuchado. Normalmente no se tomaba a pecho lo que hicieran los demás porque no era importante para él, incluidas las decisiones de su madre...pero hoy, había alterado sus nervios. No era tonto, sabía por qué había enviado a Reil, no por nada era su doncella de más confianza.

¿Se estaba burlando?

Era bastante nefasto tener que recordar a cada momento sobre su condición debido a las "complacencias" que enviaba Afrodita. Sus insistencias eran un cáncer. Fobos estaba más que consciente de que nunca nadie podría sentir afecto romántico hacia él. Quisiera o no, todos sentían miedo, odio e incluso lastima.

¿Lástima? ¿Era en serio? ¡Era humillante!

Que las mujeres sintieran lástima por él, era lo que más le calaba...y Reil sentía eso por él.

Bufó considerablemente mientras se calmaba. Alzó las cejas y sonrió resignado.

—Divertirnos es lo único que podemos hacer y siempre será así. Si nuestra madre no lo ha entendido por las buenas, lo hará por las malas si vuelve a provocarme —dijo con total seguridad.

Ese era el Fobos que Deimos conocía. Volteó hacia atrás y llamó nuevamente a las doncellas; ya no sentían miedo alguno.

Enio miró de reojo a Fobos. Lo conocía demasiado, podía apostar a que sabía más de él que su propia madre. Reconocía que existía una marca en su corazón que no podría borrar nunca. Era un maldito, igual que todos los que estaban ahí, también ella pero muy en el fondo, lejos de toda esa arrogancia y soberbia, había un hueco que jamás llenaría. Era impresionante darse cuenta de ello cada vez que lo veía así.

—Espero que tu boda traiga algo bueno —Se encogió de hombros.

Fobos volteó a verla seriamente.

—He vivido de todo, ¿qué podría pasarme? En todo caso, quien debería preocuparse es Macaria —dijo, recuperando la socarronería—. Soy lo peor que pueda tener alguien en su vida y sabes cómo me encanta eso.

<<¿Seguro?>>, pensó Enio, a nada de preguntarlo en voz alta.

—Sólo mídete. Por lo que he escuchado, no posee personalidad tan fuerte como la tuya. Terminarás volviéndola loca si la molestas y tú, por mucho que alardees por divertirte de esa manera, no vas a sentirte bien después.

Fobos rio secamente.

—¿Preocupándote por mí? ¿O por ella? —Fue sarcástico.

—Por quien sea.

Fobos alzó los hombros.

—Nos estamos adelantando a todo. Esa boda aún no es un hecho.

—Menos mal, más tiempo de cordura para esa chica —Enio vio que las doncellas llegaban animosas y rodeaban de nuevo a un Deimos extasiado. Hizo un gesto desagradable—. De no ser por esa estúpida maldición que tienen, no me gustaría que se siguieran viendo así —indicó con la mirada hacia Deimos. Era más que claro que el comentario también era por Fobos, contando o no con lo directa que fue Enio—. Yo no creo en la esperanza pero sí en la fortuna y creo que podrías encontrar a una mujer que sea inmune a tu maldición.

Fobos carraspeó con furia e impaciencia.

—Eso es estúpido —Se puso de pie y fue con Deimos.

Las doncellas lo veían acercarse y aún se mostraban un poco vulnerables por su hostilidad. Deimos echó un vistazo a las chicas y luego a Fobos.

—Laeri, ¿por qué no le lees el destino a mi hermano? Lo pondrá de buen humor.

Fobos negó de inmediato.

—Yo no creo en eso.

—Es por diversión, Fobos. No significa que vaya a ser en serio.

Fobos no parecía muy accesible a divertirse esa noche ni siquiera con algo tan inocente como eso. Aun así, volcó la mirada y extendió la mano. Laeri se acercó a él con más confianza y se arrodilló para tomarle la mano. Cuando lo hizo, sintió lo mismo que con Deimos, sentían deseo hacia ellos.

Era normal por su condición.

Fobos veía atento a la chica mientras ella tocaba las marcas de su mano.

—¿Qué dice? —preguntó Fobos con hastío.

Laeri sonrió.

—Que en unos años conocerá a una mujer que le cambiará la vida y será feliz con ella.

Fobos sintió que le llovían patadas con todo y espinas. Su energía comenzó a esparcirse a su alrededor.

Estaba furioso.

Enio negó con la cabeza y Deimos resopló, arrepintiéndose de inmediato por haberlo invitado a divertirse.

Esa noche ninguno del campamento iba a dormir tranquilo.

***

La noche seguía su curso y no para todos resultaba tan malo

Caria recién llegaba a los Elíseos y más precisamente a su habitación. Todo estaba oscuro ahí dentro como ya suponía pero algo curiosamente llamó su atención; la puerta estaba abierta y una luz tenue se asomaba. Ella se deshizo de su apariencia artificial rápidamente, dejó los libros sobre su cama y aceleró el paso hacia la puerta. Asomó su cabeza y no vio a nadie pero un candelabro estaba encendido en medio del pasillo, cerca de la habitación de Melínoe. Caria frunció el ceño y salió de la habitación en dirección a la luz, se puso de cuclillas y observó la cera, está recién había sido encendida.

—¡Caria! —Ella se levantó de un brinco por el susto y se giró a ver quien la había espantado con tan estruendoso grito. Ralen al verla dio zancadas por el pasillo, la tomó de los brazos y no se limitó con su molestia y preocupación—. ¡Llevo buscándote por horas! ¡¿Dónde estabas?! —Exigió saber.

Caria estaba presenciando la primera vez a Ralen enfadado. Podría ser muy exagerado y muy apegado a su deber pero no era nada común verlo de esa manera.

—Yo...déjame explicarte...—dijo a modo de rendición ya que no tenía una excusa planeada y conociéndolo, ya la habría buscado en todos los Elíseos.

¿Qué podría inventar?

—¡¿Dónde estabas?! ¡Creí que algo te había pasado a ti también!

—¿A mí también? ¿De qué...?—Caria no terminó de preguntar, el agarre efusivo le comenzaba a lastimar—. Ralen, suéltame...me duele.

Ariadna regresó al pasillo al escuchar los gritos con un vaso de agua, se acercó a ambos y con una mano intentó apartar a Ralen.

—Ralen ya basta...te ha pedido que la sueltes —dijo Ariadna con voz firme.

Ralen en un momento de claridad, soltó a Caria y retrocedió un paso llevándose las manos en la cabeza y dedicándole una mirada turbia a Ariadna.

—¿De dónde vienes? No debías abandonar el pasillo —reclamó.

Ariadna frunció el ceño.

—Fui por un poco de agua, te estaba esperando para que me suplieras un momento pero no aparecías —Ralen negó con la cabeza, realmente estaba alterado—. Voy a ver si con tus gritos no despertaste a Melínoe.

—No Ariadna...no vayas —Suplicó Caria, ella era de las pocas que sabía que no se debía entrar a la habitación de su hermana por la noche.

—Debo verla, quizás se sienta mejor —dijo, acercándose a la puerta.

Caria sobaba sus brazos observando los de par en par con temor, algo estaba pasando que ella desconocía. Antes de que pudiera preguntar, Ralen volvió a invadirla con preguntas.

—¿No piensas responder? ¿Dónde estuviste mientras todo sucedió?

—¿Qué sucedió? —Preguntó sin poder resguardar más su preocupación.

Afortunada o desafortunadamente, Hypnos apareció a los pocos segundos frente a ellos impidiendo que Caria pudiera responder las preguntas del desesperado Ralen. El dios observó a los tres presentes y al final se interesó en Caria.

—¿Estás bien? —Caria asintió lentamente y bajando la mirada, era imposible no recordar a Thanatos al verlo y era consciente que él era más perceptivo y no tardaría en darse cuenta de su osadía.

—Aparentemente sí pero aún tiene algo que explicar —dijo Ralen, cruzado de brazos y mirando duramente a Caria.

—Cállate Ralen, creo que Melínoe nos ha llamado —dijo Ariadna acercando el rostro a la puerta y escuchó de nuevo el llamado de Melínoe.

Hypnos se acercó a ella y abrió la puerta lentamente. Caria temía que Melínoe se abalanzara hacia ellos como aquella vez pero eso no sucedió a pesar de que tardaron en entrar a la habitación. Una vez que todos se asomaron al interior de la habitación, vieron que Melínoe estaba sentada sobre la cama, observándolos. Ariadna percibió cierto escalofrío al verla. Caria no creía posible que su hermana estuviera tranquila y permitiera pasar a alguien a esa hora. Hypnos sin temor se acercó a ella, podía visualizar el ligero brillo de su mirada. Ariadna entró a la habitación con el candelabro en la mano y todos podían observar mejor a Melínoe.

—¿Cómo te sientes? —Preguntó el dios.

—Bien...me desperté con tanto ruido.

Ariadna le dedicó una mirada directa a Ralen acusándolo por ello.

—Lamentamos haberte despertado, ahora te dejaremos descansar, mañana te sentirás mejor—Melínoe asintió secamente.

—Eso espero, no quisiera que nadie me interrumpiera de nuevo.

—No pasara ni siquiera por mi parte —continuó Hypnos—. Sin embargo, sus padres vendrán a verla.

—No —dijo determinante—. No deben saberlo, sólo ustedes.

—Melínoe, es mi deber informárselos —dijo Hypnos con la misma firmeza.

—Y yo dije que no...de lo contrario todo estarían en problemas por nada —Amenazó disimuladamente.

Decirles lo sucedido los alertaría cuando ni siquiera hay una razón poderosa...simplemente me pegué, soy muy torpe, hasta yo me avergüenzo por ello.

—Está bien, mañana podremos hablar con más calma —concluyó la conversación Hypnos.

—Sólo me gustaría hablar un momento con mi hermana...a solas —Pidió Melínoe sin apartar la vista de Caria.

Hypnos asintió e indicó a los demás que debían salir enseguida.

—Yo no le creo —dijo Ralen una vez afuera—. Tiene dos golpes en la cabeza. ¿Cómo pudo haberse pegado por accidente?

—No es momento de réplicas...a pesar de que me cuesta creerlo también. ¿Buscaron por toda la zona?

—Sí, las ninfas no vieron a nadie —respondió Ariadna.

—Entonces, si es así y si Melínoe dice que fue un accidente, no hay de qué preocuparnos pero sí deben ser más cuidadosos —Indicó Hypnos—. Mañana hablaremos mejor de esto —Terminó y desapareció.

Dentro de la habitación, Macaria no entendía mucho de lo que estaban hablando y sabía que la única que podía aclarárselo era la misma Melínoe pero había que dejarla sola.

—¿Qué es lo que te pasó, Melínoe? —Preguntó por fin Caria.

—Me golpee con la pared, resbalé y desafortunadamente mi cabeza lo resintió—Generalizó.

—¿Pero ya estás bien?

—Si soy sincera contigo...me duele mucho —dijo mostrando dolor en su rostro y poniendo ligeramente su mano sobre uno de los golpes.

—No debiste negárselo a los demás, quizás Hypnos tenga razón y nuestros padres deban enterarse.

—Por favor, tú tampoco de unas...sólo es cuestión de reposo y ya —Caria estaba confundida. Estaba preocupada por Melínoe pero le intrigaba verla muy normal a esas horas cuando se suponía nadie debía toparse con ella por considerarla un peligro por razones desconocidas—. ¿Hay algo que te distrae ahora?

—Un poco —Confesó—. Es que nunca hablamos a estas horas, siempre te quedas encerrada y ahora...

—Sí, es raro pero...creo que fue lo bueno de haberme pegado —Fingió emotividad—. Ahora puedo disfrutar de la noche sin tener que esconderme aquí. ¿No lo crees?

Caria no prestó atención al doble significado que le estaba dando Melínoe a su confesión y era difícil que lo hiciera porque desconocía la raíz de su comportamiento y sobre todo sus intenciones.

—No digas eso, el golpe pudo haber sido peor...—Melínoe frunció el ceño, ya había calado el punto débil de su hermana.

—¿No te alegras por mí?

—Claro que me alegro por ti Melínoe —respondió vacilante.

—No lo parece.

—Sí lo estoy, sólo que esto es nuevo. Necesito procesarlo.

—Lo entiendo...lo entiendo, cambiemos un poco el tema. ¿Te parece? —Suavizó más su voz y se acomodó sobre la cama—. ¿Cómo estuvo tu día? —Dibujó una sonrisa falsa.

Caria por fin podría hablar de lo bien que se había divertido y de los hermosos momentos que pasó a lado de Thanatos, pero...sentía que si se lo contaba todo ahora le estaba restando importancia a lo acontecido con Melínoe así que prefirió guardarse la mayor parte de sus emociones y contarle una versión breve.

—Fue...inimaginable, lo que menos creí que pudiera pasar...conocí a un Thanatos diferente y se portó conmigo muy bien, paseamos y perdí la noción del tiempo —Caria limitó sus emociones en el verbo. Sin embargo, Melínoe pudo apreciar el brillo en sus ojos por contener sus sentimientos, algo que no le gustó para nada.

—Entonces...¿Lo podemos resumir a que fue el mejor día de tu vida?

Caria asintió poco a poco sonriendo lo más disimulado que pudo.

—Sí lo fue, fue el mejor.

—Me alegro, al menos una aquí tuvo un gran día —Lanzó la pedrada inquietando de nuevo a Caria—. Yo en cambio, te estuve cubriendo para que pudieras tener buenos momentos con Thanatos...mientras yo me exponía a ser descubierta y a tener accidentes como estos.

—Lo siento Melínoe, nunca me lo imaginé, no pensé que tú estuvieras mal —Caria trató de dominar el enfado latente de Melínoe.

—No hay problema, ya me estoy acostumbrando —Respiró hondo y exhaló—. Es sólo el dolor, hermana. Hace que la intensidad de mis emociones se disparen —Melínoe hizo varios gestos que marcaban un dolor interno y para cuando miró fijamente a Caria, estos ya estaban llorosos—. Tengo miedo, Caria...no quería decírselo a nadie para que no incrementaran los problemas pero esto ya es más grande de lo que puedo soportar —Estiró su mano y tomó la de Caria—. Fue un golpe muy fuerte el que me hice, no comprendo por qué estoy hablando contigo a estas horas y estoy feliz por ello...pero no sé si esto sea permanente o sólo por una noche. No recuerdo lo que pasó después del golpe pero sé que esto no habría pasado si hubieras estado aquí para ayudarme.

Caria sintió una presión en la garganta, era imposible no sentir culpa ni remordimiento por lo que le pasó a Melínoe mientras ella estaba disfrutando en la Tierra.

—Melínoe...no sigas llorando, por favor.

—Lloro porque todo lo que pasó sirvió para algo bueno, tu estuviste siendo feliz y yo...puedo hablar contigo ahora pero algo sí quiero que sepas...no quiero seguir arriesgándome...tengo miedo de que pueda pasarme algo peor mientras tú no estás aquí.

—No Melínoe, no digas esas cosas, si siquiera las pienses.

Melínoe vio a su hermana y rio por dentro. Caria estaba por llorar gracias a la incentivación de la culpa. La menor la apartó y volvió a llevarse las manos a la cabeza.

—Me está doliendo más la cabeza, si no te importa Caria...quisiera volver a dormir.

Caria pasó sus dedos por debajo de sus ojos y asintió. Melínoe se volvió a recostar y Caria, en pasos lentos, caminó hasta la salida. No quería dejar así a su hermana pero comprendía su situación, era mejor hablar mañana que estuviera más tranquila.

Antes de estar afuera, Caria creyó que las discusiones habían terminado pero no, ahí estaba Ralen esperándola y por su aspecto, no iban a terminar de la mejor manera.

—Están pasando cosas muy raras aquí —Mencionó Ralen y enseguida observó largamente a Macaria—. O tal vez sea sólo una secuencia de secretos.

—¿Qué quieres decir Ralen? —Preguntó Caria, un tanto fastidiada por su actitud.

—A que tú desapareces y Melínoe se golpea "accidentalmente". ¿Continúo o ya me dirás en dónde estabas?

—Ralen, sé que necesitas explicaciones pero no es el momento —dijo queriendo bloquear el punto de discusión.

—Yo necesito saberlas ahora.

—¿Por qué te pones de esa manera? Por favor Ralen, hablemos mañana todo lo que tú quieras pero déjame ir por ahora, no me siento bien.

—Las explicaciones no me sirven para mañana y yo tampoco me siento bien, así que entre más rápido me digas las cosas, pronto nos iremos—Insistió el joven.

—¿Nunca dejas de ser tan pesado? —preguntó Melínoe quien se paró bajo el marco de la puerta, nadie la esperaba interviniendo.

Sentía coraje hacia él después de lo que ocurrió en la tarde. No iba a librarse de ella.

—Sólo quiero saber dónde estuvo durante horas—Ralen se defendió.

—Mi hermana no se sentía muy bien y salió a dar una vuelta para despejar la mente, así que se fue al Inframundo.

—¿Al Inframundo? —Preguntó conmocionado.

Melínoe volcó los ojos y alzó los hombros.

—¿Dónde más? Estar aquí es agobiante con tantos merodeos y cuestionamientos entrometidos —Sus palabras poseían un filo liviano para Ralen quien entendió perfectamente a quien iba dirigido ese mensaje.

Caria no dijo nada, sólo alcanzó a negar un poco con la cabeza, aunque sí consideraba que Ralen era muy dedicado y extremista con su puesto, tampoco pensaba todo eso que Melínoe le dijo; incluso a ella le habían dolido aquellas palabras y era evidente que Ralen las absorbió.

—Hago mi trabajo —dijo más calmo.

—Descansa un poco de ello y todos estaremos bien...espero que por fin dejes de preguntar y nos dejes descansar —terminó Melínoe muy cortante.

—Te ayudo a recostarte —dijo Ariadna acompañando a Melínoe al interior de la habitación.

Caria humedeció sus labios una vez que se quedaron solos en el pasillo. Miraba de reojo a Ralen y sintió pena por él.

—Ralen...yo lo...

—Lamento incomodarlas, no es mi intención pero es mi trabajo —dijo Ralen, impidiendo que Caria se disculpara con él. Su mirada miel se quedó sobre Caria—. No creo que Melínoe se haya golpeado por descuido ni tampoco que tu hayas estado en el Inframundo esta tarde...si ustedes no dicen la verdad, tarde o temprano saldrá a la luz.

—Estoy bien Ralen. ¿No lo puedes comprender?

—Lo veo y lo que no puedo comprender es tu afán por ser tan egoísta—Caria quedó perpleja por la acusación de Ralen.

—¿Egoísta? —Repitió, no era la primera vez que la denominaban así, Melínoe ya lo había hecho.

—Sí, sólo piensas en ti...Thanatos se fue y es en lo único que piensas —Comenzó a decir mientras se acercaba más a ella. Caria le sostuvo la mirada con fuerza y movía los labios constantemente ante las verdades que estaba por escuchar—. Te fuiste de aquí porque no te sentías bien mientras tu hermana estaba inconsciente, me preocupo por ti y no te importa...Melínoe te defiende y no dices nada. ¿Qué más sigue para que te des cuenta?

Caria sentía ardor en sus ojos y en el estómago, había escuchado la verdad por parte de Ralen y le dolió. Desde que habló con Melínoe en el Inframundo y desde que hizo ese trato con Hécate se propuso dejar de ser egoísta y encontrar un equilibrio, pensó que lo estaba logrando y era todo lo contrario. Ralen sólo mencionó los puntos que sabía pero eran más como no utilizar adecuadamente la ayuda de Hécate para disculparse con Thanatos y hacerlo creer que era alguien más porque esos momentos le hacían feliz a ella. Su relación con su hermana se deterioró al igual que con la de su padre Hades, mentía para estar con Thanatos y le mentía a él, era injusta con Ralen por juzgarlo cuando sólo buscaba su bienestar.

Permanecer en silencio y trazar cada una de las cosas que ha hecho mal, sólo la hizo decepcionarse de sí misma. Estaba exponiendo a su hermana y ese día conoció una de las consecuencias que no había sido grave y no deseaba que empeorara. Ver llorar a su hermana por su culpa le daba la razón a Ralen, ella era más egoísta de lo que había imaginado. Sus ojos brillaban ante la impotencia por no lograr hacer feliz a nadie.

Ralen la observó sin decir más en todo ese rato y se percató del daño que ocasionaron en Caria. Le había dicho lo que pensaba, lo que creía y lo que había analizado y aunque fuera verdad, no le gustaba verla abatida.

Ariadna salió de la habitación notando la tensión entre los dos.

—Lo siento Ralen...de verdad —dijo Caria con voz quebrada. Caria asintió bajando la mirada y fue hacia su habitación—. Ralen pasó una mano detrás de su cabeza despeinando sus cabellos dorados mientras el remordimiento lo rodeaba.

—¿Qué le dijiste?

—Tonterías...puras tonterías.

***

Melínoe despertó hace unos minutos y tuvo un intenso dolor de cabeza a lo cual no tenía respuesta. No tenía idea de porqué le dolía tanto y era complicado asociar el último acontecimiento ocurrido; tenía la impresión de que había olvidado más cosas que de costumbre.

La maldad había desaparecido de nuevo.

Caria abrió la puerta y vio a Melínoe con semblante de dolor y aspereza a causa del dolor de los golpes.

—¿Cómo te sientes? —preguntó Caria mientras se acercaba a la cama.

—Horrible, como si me hubiera caído de cabeza cientos de veces...¿Qué me pasó? —Caria se sorprendió por la pregunta.

—Dijiste que te habías golpeado la cabeza contra la pared.

—¿Yo dije eso? —Frunció el ceño.

—Sí, en la noche.

Melínoe abrió los ojos de golpe con gran sorpresa al igual que su boca, aquello era imposible.

Ella no había hecho eso.

—No, yo no pude haber dicho eso y mucho menos en la noche, tú sabes bien que eso no puede ser posible.

—Lo sé pero eso ocurrió. ¿En verdad no te acuerdas?

Ella negó, su mente estaba en blanco e intentar recordar hacía que su cabeza le punzara más como si esta fuera a explotar.

—No recuerdo nada y ahora no puedo intentar recordar.

—No te esfuerces Melínoe, quizás sean secuelas momentáneas debido al golpe, seguro que cuando te sientas mejor podrás recordarlo todo —Trató de ser optimista pero Melínoe no estaba segura de ello, la sensación era extraña y amarga.

—¿Cómo te fue ayer? ¿Pudiste hablar con Thanatos?

Caria no se atrevió a decirle que de eso también habían hablado ayer, si lo hacía, se alarmaría por no poder recordarlo sin embargo, su actitud era más relajada que en la noche; era la Melínoe que conocía.

—Fue hermoso Melínoe, pasaron cosas increíbles y por primera vez sentí realmente lo que era flotar...conocí una parte de Thanatos que jamás creí conocer—Dijo con alegría, una que era opacada con la nostalgia. —Pero esa sensación y esos momentos nunca más van a repetirse.

—¿Cómo? ¿Por qué? ¿Le dijiste la verdad?

—No pude, decirle es superior a mis fuerzas...fui una cobarde.

—Entonces...¿Por qué lo dices?

—Porque él no quiere regresar, eso ya me lo dejó en claro...—Suspiró y alzó la mirada—. Y porque yo ya no iré a buscarlo más, no es justo que le siga mintiendo sólo porque a mí me hace feliz y sé que si lo veo no seré capaz de eso.

Melínoe se dio cuenta del verdadero esfuerzo que implicaba para Caria haber tomado esa decisión, esperaba que su tristeza no fuera por mucho tiempo.

—¿Y ahora qué harás?

—Seguir adelante, estar contigo y pasar tiempo como antes...no quiero que vuelvas a lastimarte o arriesgarte por mi culpa, no volveré a exponerte.

—No estás hablando en serio —dijo con cierta incredulidad.

—Claro que sí, toda la noche estuve pensando para encontrar la mejor decisión y es la que te acabo de decir.

—Te lo agradezco, ya extrañaba pasar tiempo juntas como antes aunque entenderé que necesitarás tiempo para eliminar esa tristeza que tienes —Caria le sonrió y le tomó la mano a Melínoe, era reconfortante—. ¿Y cómo te despediste de Thanatos?

—No lo hice, él quería verme hoy pero no puedo ir...de cualquier manera, no creo que me esté esperando.

Melínoe sonrió de lado y prefirió cambiar de tema, aquel asunto de Thanatos le dolía a su hermana y era lo que menos quería que pasara, no le gustaba ver mal a Caria y admiraba la decisión que había tomado.

Sin embargo, trataba de pensar en lo que había pasado, pero el dolor de en la cabeza era otro impedimento.

¿Había hablado con alguien en la noche y no había pasado nada malo?

***

Melínoe no podía estar totalmente calmada. Giraba sobre la cama una y otra vez. Le punzaba demasiado y la ansiedad era sofocante; estaba sudando. Movía las piernas, deslizando los pies sobre el lecho de arriba abajo. Su respiración estaba entrecortada y gemía de dolor. Se movió bruscamente y sintió un golpe en su interior. Algo se esparcía por todas sus extremidades. Abrió los ojos de golpe. Todo su dolor había desaparecido. Su semblante se volvió frío. Giró la cabeza y luego todo el cuerpo para alcanzar el daga que había dejado debajo de la cama, donde siempre lo ponía. Observó el filo brillante del daga y sonrió con mucha malicia.

—Es hora de divertirse —dijo. Melínoe había hecho que su hermana tuviera una pesadilla para manipularla emocionalmente. Todo podría salir bien pero lo único que la ponía furiosa era que su lado frágil aún resurgía—. Esto te mereces por seguir existiendo —Puso el filo sobre su antebrazo y comenzó a cortarlo.

Veía con contemplación cómo la sangre escurría por su piel.

Al poco rato, Caria escuchó un grito que provenía de la habitación de Melínoe. Corrió hacia ella y entró hecha un torbellino. Perdió color cuando vio a su hermana sobre el suelo con los brazos cubiertos de sangre, muy parecido a su pesadilla. Sin chistar, corrió hacia ella y se puso de rodillas. Acunó la cabeza de Melínoe sobre su regazo y comenzó a llorar.

—¡Ralen! ¡Ariadna! —Exclamó todo lo que pudo—. Melínoe...¿Qué te han hecho? —Preguntó entre sollozos.

Melínoe levantó la vista, en su mirada relucía el miedo.

—No están Caria...fueron al Inframundo —Justo en el peor de los momentos, es cuando se han ido pero no podía siquiera pensar en ello—. Caria. Tengo mucho miedo.

—¿De qué? Dímelo...¿Quién se ha atrevido a hacerte daño?

—No lo sé...estaba durmiendo y cuando desperté, ya estaba sangrando —Levantó sus manos para que Caria pudiera ver bien los cortes en lo largo del antebrazo. Si bien las heridas no eran tan profundas, la cantidad de sangre y el estado en que estaba Melínoe, la asustaron a niveles altísimos.

—Iré a buscar algo con que detener la sangre —dijo, buscando rigurosamente con la mirada.

Caria abandonó con cuidado a su hermana para ir por un trozo de tela que estaba sobre los aposentos y con ambas manos la rompió en tiras largas. Se acercó de nuevo a Melínoe y rodeó las heridas con la tela, apretándolas con fuerza. Fue por u poco de agua y humedeció otro trozo para luego limpiar la sangre que yacía en el rostro de su hermana.

—Gracias.

—No digas nada...en cuento venga Ralen y Ariadna, buscaremos ayuda para que te curen por completo.

—No se te ocurre querer decírselo a nuestros padres —Se adelantó a las cosas.

Caria no quería discutir y posó su mano sobre la frente.

El grito de Melínoe no llamó solo la atención de Caria sino de dos ninfas que se acercaron y vieron horrorizadas la escena.

—¡Señoritas! ¿Qué fue lo que pasó?

—Tracia y Jirema...por favor, vayan por toallas limpias y una vasija de agua. Llamen a Iliel rápido.

Las ninfas asintieron y obedecieron las órdenes de Caria. Ella tenía como esperanza que la ninfa de las curaciones, Iliel, auxiliara a su hermana. Temía que empeorara.

—Pronto estarás mejor, ya lo verás —Consoló a su hermana apartando los mechones rizados del rostro.

—Será por ahora...¿Qué pasará después? Ni siquiera sé quien me hizo daño.

—No pienses así, encontraremos al culpable y tú estarás bien.

Melínoe tomó de los brazos a Caria poniendo fuerza. Sus heridas mancharon más los trozos de tela.

—Prométeme que siempre estarás conmigo, que nunca me dejarás.

—Siempre estoy contigo...no tienes de qué preocuparte.

—Hablo en serio Caria. No me dejes sola en ningún momento porque ahora no sé si debo temerle a mi misma sombra —Melínoe, al notar que sangraba más por la fuerza que ponía en sus brazos, abrazó a su hermana, posando su rostro sobre el hueco de su cuello—. No puedo estar tranquila sabiendo que irás tras Thanatos mientras a mí me pasa algo malo.

Como disfrutaba de lo que estaba haciendo.

Caria sintió de nuevo que la culpa la ahogaba. Primero había sido el golpe en la cabeza y luego esto. Se comenzaba a dar cuenta que cada vez que se acercaba a Thanatos como su corazón le gritaba, algo malo pasaba con Melínoe, incluso hasta en sus sueños y pesadillas. Caria mordió sus labios y de sus ojos brotaron lágrimas de dolor. El dolor de renunciar a Thanatos y olvidarse de él las estaba lastimando profundamente.

—Melínoe...yo...

—Por favor hermana, no quiero seguir viviendo con miedo. Algo está pasando que me atormenta y me quiere matar. Te necesito más que nunca.

Esas palabras terminaron de derrumbarla. Por fin alguien le decía que la necesitaba y quien más que su hermana. ¿Thanatos sería capaz de pronunciar tal significado? Era muy seguro que no y ella estaba fantaseando con una irrealidad. Thanatos nunca la querría ni la necesitaría como su hermana. La había lastimado a ella y a otros por su necedad de sentirse feliz, aunque sea un momento, a lado de alguien que no vería jamás como una mujer sino como la hija de Hades. Si Thanatos la besó era porque estaba fingiendo ser alguien más. ¿La besaría a ella en verdad? Claro que no. ¿Por qué seguir sufriendo por algo inalcanzable?

—Está bien hermanita...nunca te abandonaré. Jamás lo haré.

Melínoe soltó un suspiro y Caria terminó por abrazarla con cuidado. A espaldas de ella, el rostro de Melínoe estaba airoso y con una sonrisa tan cargada de malicia como el corazón de Caria estaba cargado de amor hacia Thanatos. Deslizó su mirada hacia una esquina de los aposentos donde se encontraba una daga con la punta llena de sangre.

Ella misma se había hecho daño. Se hizo las heridas teniendo la astucia de que lucieran profundas y atormentaran la débil mente de su hermana. Lo había conseguido.

Sonrió ante el logro que obtuvo. Sólo le faltaba ser paciente y medir todos sus pasos para pasar al siguiente bloque de su plan. Por el momento, Caria estaba bajo su poder.

****************

¡¡Hola!!

Hace tiempo que no actualizo esta historia, y apenas está comenzando jajaja. Espero que les esté gustando :D.

¿Cómo han visto este capítulo?

Sé que apenas está comenzando la historia y no saben muy bien  qué dirección tomará pero me gustaría saber si tienen alguna teoría o qué es lo que piensan hasta ahora.

¡Saben que amo sus comentarios! Y estaré al pendiente de todos :).

Como hemos visto, algunas partes tienen continuidad con la historia de "Siempre has sido tú" pero, obvio, desde el punto de vista de Melínoe. A partir del siguiente capítulo 5, se viene lo desconocido, lo que no pudimos apreciar en la otra historia.

Se viene lo interesante :).

Espero que hayan disfrutado del capítulo.

Nos vemos pronto en la siguiente actualización.

Te mando un gran abrazo!!! :D

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