39. De réquiems y rebeliones - Parte 2
"Quiero ir a casa,
quitarme el uniforme y abandonar el show,
y estoy esperando en esta celda porque tengo que saber...
¿He sido culpable todo este tiempo?"
Pink Floyd - Stop
Milo se sentía fatal, pero el mismo dolor le había noqueado dejándolo completamente anestesiado después de una noche de vigilia constante. Había comido un poco antes de tomar otro calmante: le daba igual si le daba una sobredosis y moría, nada podía ser peor que aquella agonía que parecía quemarle el pecho. Camus, a su vez, había caído rendido después de perder la batalla contra el agotamiento.
Shaka doblaba la ropa que encontraba en la habitación en completo silencio cuando el griego, volteándose para mirarlo, habló.
–¿Qué haces? –preguntó, observándolo con atención.
–Marin ha dicho que debemos llevar todo. Yo no tengo nada más que mi pasaporte y algo de dinero pero hay cosas aquí que deberíamos guardar.
–¿Estás bien? –volvió a indagar el escorpión. El rostro del rubio parecía algo ido.
No contestó inmediatamente. No lo sabía.
–Milo... yo no sé hacer otra cosa que matar. No sé siquiera cómo se supone que... no lo sé, no sé nada. Aioria trabaja, supongo que Marin también puede hacerlo... ella entiende de portátiles y cosas y yo... casi estrello el aparato que sonó esta mañana e intenté matar al león arrojándolo contra la pared porque me pisó y... yo no puedo. Volveré al Santuario, creo que es lo mejor. ¿Crees que ella me odie si vuelvo a dejarla con alguna excusa? Porque... de verdad creo que esto es estúpido y yo... no pertenezco aquí. Ayer... supongo que todo el lío del amor me confundió pero he pensado mucho esta mañana y... –se detuvo para respirar y aclararse, pero no lo lograba. –Y creo que lo mejor es que yo me vaya de aquí. Con suerte no habrán encontrado mi carta ni notado mi desaparición, quizás solo... me toque un castigo leve por abandonar mi puesto sin avisar. Puedo lidiar con un mes de patrulla pero... no con esto. –contestó nervioso. Se veía triste y afectado.
El griego respiró profundamente, acomodando sus ideas. La adaptación de todos sería difícil, y el petit-ami de la antigua perra del inframundo no sería la excepción.
–Shaka, creo que te precipitas...
–No. –lo interrumpió. –No lo hago, solo soy realista. Sé que Marianne no lo es porque vive en sus libros y sus mundos extraños donde todo suena bonito pero tú... sé que tú eres un ser más racional. Después de todo, Camus me pidió que la deje para no lastimarla a futuro ¿no? Pues quizás tenía razón. Esto... es un mundo que yo no conozco y... no lo entiendo, lo estoy haciendo mal. Ayer, cuando... veíamos esa película, la de la rata. Marianne lloraba o reía y yo no entendía por qué. Tú también lo hacías, incluso Marin... y yo no... no veo las cosas como los demás, yo solo pensaba que nada de eso podía ser real. ¿Cuánto tiempo pasará hasta que se avergüence de mí? ¿Cuánto tiempo pasará hasta que advierta que soy un completo inadaptado social con quien no puede compartir las cosas que le hacen feliz?
–Bueno, la película no estaba mal, Shaka. –contestó Milo intentando sentarse levemente para lograr una posición más cómoda. –¿Crees que jamás me he sentido tan frustrado como tú?
–Tú eres diferente a mí, tú puedes ser normal. Tú puedes socializar y yo... yo solo puedo ser el foco de las burlas de las personas "normales" como tú.
–Suenas a cualquier otra persona excepto el Shaka de Virgo que yo conocí. Eras el que me aconsejaba, ¿recuerdas? Es gracias a ese rubio leche dorada que Camus duerme a mi lado ahora mismo. No sé qué cortocircuito extraño te ha freído la cabeza, chico, pero... todos nos sentimos frustrados cuando nuestras emociones están en juego. ¿Sabes? Creo que solo tienes miedo... por primera vez. Eres una persona de costumbres y a los 26 años de vida descubres el mundo por primera vez, lejos de lo que fue tu hogar y tu zona de confort. Yo también estoy aterrado, yo tampoco sé hacer mucho más que reventar a alguien a aguijonazos... pero quiero aprenderlo. Por él... por Camus. Quizás no tuvimos el mejor de los comienzos y hubo algunos malentendidos pero... solo sé que lo intentaría todo para verle feliz y el Santuario... ya no era su lugar, creo que nunca lo fue. Es miedo, Shaka, lo sabes, sé que lo sabes porque eres un hombre inteligente y espabilado... quizás no tengas inteligencia emocional pero no debes meditar mucho para saber que eso que sientes es pánico.
El indio asintió.
–Quizás. Pero el miedo nos avisa de posibles peligros y quizás también debería prestarle atención. Tú te recuperarás y... aprenderás pronto a... ser normal porque ya lo eres. Yo, solo avergonzaré a la chica que quiero porque soy... ese mismo hombre al que tuviste que aconsejar y vestir para tener su primera cita. No podrá ser feliz a mi lado y yo no sé cómo ser alguien mas. Quiero... darle esa felicidad pero... no sé cómo.
–Shaka, soy tan torpe como tú. Nadie sabe cómo. Llevo años corriendo tras el culo de su hermano solo para que contestara con onomatopeyas a mis demostraciones afectivas, ¿crees que de verdad sé más acerca del amor que tú? Que me haya acostado con medio planeta no significa que sepa algo del amor real, soy correspondido hace cinco minutos y estoy tan aterrado como tú. Yo tampoco pensaba abandonar el Santuario y sin embargo aquí estoy... y si debo ser completamente honesto, no se ve tan mal como creía. ¿No lo deseas ni un poco? ¿Dejar de preocuparte por una posible guerra, ver a tus compañeros caer, pelear día tras día en el campo de entrenamiento?
–No lo sé, Milo. No lo sé, porque eso aprendí. Nadie me enseñó lo contrario. ... creo que solo lo hice porque... jamás me habían abrazado, jamás me habían dicho que me querían y jamás me encontraron divertido... Y nunca me importó lo que alguien creyera de mí porque yo era bueno en lo que hacía, nada más interesaba... hasta que apareció y sonrió y me hizo sentir cosas que jamás había sentido. Si ella descubre que no soy... lo que ella necesita me dejará... y lo hará, porque no lo soy y en este momento esa posibilidad me aterra. Me siento extraño, aturdido y... Marianne se enamoró de Shaka de Virgo y Shaka de Virgo no revivió... en su lugar estoy yo, un inadaptado emocional y social que no entiende de películas, ni de absolutamente nada de las cosas que habló con Marin ayer. Creí que debía casarme con ella porque en mi mundo así debía ser y la espanté. Incluso tú dijiste que huiría de mí. Yo... lo he dejado todo y si simplemente ella decide que... no le gusta este Shaka y me deja por algún ser normal y adaptado que seguro entenderá de películas de ratas y de música... ¿qué pasará conmigo, Milo? No quiero sufrir y ahora eso depende de que... ella no descubra el fiasco del cuál cree que se ha enamorado.
–Pues mira, a mon petit ange le gustas, ahora mismo no importa si te lo crees o no, lo que importa es lo que harás con eso. Todos podemos sufrir, Shaka, el amor no es una ecuación exacta, supongo... yo mismo sufrí durante años así que sé lo que se siente que la persona que amas no te corresponda... –hizo una ligera pausa. –Creo que voy a darte el mismo consejo que me diste tú... habla con ella. Aún no has hablado con ella y estás aquí inventándote historias solo, donde ella te deja inevitablemente. Yo sí veo a Shaka de Virgo, solo que viste mi ropa y se ve mejor, pero sigo viendo al mismo chico de los carteles en hindi... con la diferencia de que está aterrado descubriendo cosas nuevas que aún no conoce.
–Creí que sería sencillo, todo parecía sencillo antes; ahora el amor parece muy complicado y... en todas mis ecuaciones el final siempre es el mismo: ella descubre quién soy y me abandona.
El griego lo entendía. Él mismo sabía mucho de rechazos y de la agonía de perseguir imposibles. Asintió.
–Si la chica se enamoró de ti, date algo de crédito. Yo aún estoy intentando aprenderlo y aún temo que su hermano simplemente despierte a mi lado y se marche... supongo que el tiempo nos enseñará a ambos, a ti y a mí, a que alguien nos ama... sé que la gente me quiere porque Aioria se ha encargado de hacérmelo sentir y estimo que Mu habrá sido tu referente también pero aunque creas que soy "normal" le tengo tanto miedo al amor como tú. Yo creí que el amor me destruiría y lo hizo... pero aquí estoy y aquí esta Camus, años después, ¿no? No seas cobarde, hombre, no puedo creer que le plantaste cara a Hades y ahora huyas corriendo de una niñata que no acierta ni una R y llora con películas de ratas cocineras. Su hermano en cambio, te acojona vivo, si estuvieras enamorado de Camus te daría mi pésame y te diría que sí, que huyas sin mirar atrás.
–Sabes que puedo escucharte, ¿verdad, Milo? –preguntó el francés adormilado sin abrir sus ojos, con una ligera sonrisa, estirando una mano para acariciar la suya. –Y Shaka: Nadie aquí tiene idea. Ni yo, ni Milo, ni Marin, ni Aioria... ni Marianne. Nadie sabe nada de la vida, lo aprendemos momento a momento... Si de verdad eres infeliz aquí supongo que... no voy a retenerte. Si me lo preguntas, creo que lo harás bien. Lo has hecho hasta ahora ¿no? Quiero decir, a pesar de todo, mi hermana te ama, eso significa que sí. Le haces feliz, eso también significa que lo estás haciendo bien.
–¿Crees que quiera huir de mí? ¿Cómo tú huías de Milo?
Camus no contestó inmediatamente.
–Yo no huía de Milo, huía de mi mismo. Marianne te quiere, ¿por qué no puedes creer simplemente que alguien pueda hacerlo?
–Porque nadie lo ha hecho. –contestó sin pensar. –No entiendo por qué lo harían. No creo ser una persona querible, generalmente genero fastidio. Que no diga que lo sé no significa que no lo sepa.
Camus suspiró. Su propia realidad y la de sus compañeros le generaba una pena honda que no tenía fondo. ¿Qué les habían hecho exactamente?
–Puedes preguntárselo a mi hermana tú mismo pero creo saber por qué lo hace. La cuidas, Shaka... como nos cuidas a todos. Eres bueno con ella y le enseñas con paciencia; la quieres. Coincido con Milo y creo que solo estás asustado, como lo estamos todos. Llevo mucho tiempo sin dormir bien, en este colchón duro y pensando que la persona que amo sufría en un hospital, comiendo mal, viviendo mal... ¿crees que no tengo miedo? Claro que lo tengo, porque... quiero que esto funcione y es tan nuevo para mí como lo es para ti. Ahora... ¿puedo hacerte una pregunta?
Shaka asintió, algo más tranquilo. Supuso que aquello era nuevo para todos y que la ansiedad le estaba ganando la partida. Quizás, su amigo tenía razón: ninguno de ellos tenía idea. Se relajó un poco... Milo tenía razón, hablar con mon petit ange sería lo mejor.
–Cuando te vi en el hospital, estabas... alterado... porque creíste que Marianne y Saga estaban juntos... y mencionaste que... Saga me envió a Siberia de forma deliberada para lastimarme. ¿Verdad?
Milo abrió los ojos enormes. No le gustaba el rumbo de aquella conversación.
–No importa ya, Camus, déjalo estar. –murmuró el griego inquieto. Revolver aquel lío sería contraproducente y quería evitar cualquier tipo de enfrentamiento con el Santo de Géminis.
–Sí. –contestó Shaka, serio. –Eso dije.
–¿Quieres decirme cómo se supone que sabes eso?
–Lo escuché.
–¿A Saga?
Un sonido cortó el aire en dos, como un zumbido de mil abejas veloces.
–Aquí estoy si me llamabas a mí. –replicó el Santo de Géminis apareciendo en la habitación. –¿Tenías algo que decirme?
La francesa llegó lo suficientemente temprano para cambiarse y prepararse mentalmente para enfrentar su jornada laboral en un sitio nuevo, pero la alegría de saber que volvería a un nuevo hogar junto a su hermano, su novio, el león, la japonesa de ahora nuevos labios rojos y su profesor tirano de griego le arrancó una sonrisa. Todo había sido una mierda, sí, pero la vida comenzaba a tener sentido nuevamente. Pudo visualizar brevemente en sus sueños una casa bonita y un desayuno grupal mientras terminaba su cigarrillo, pero una voz la arrastró nuevamente a la tierra.
–¿Marianne?
Se volteó para encontrarse con los ojos destellantes de la enfermera dulce que la había ayudado, pero se veía inquieta y nerviosa, muy lejos de aquella Lía segura de sí misma que se veía pasear por los pasillos. Le sonrió.
–Hola... Lía. –le saludó amable. Supuso que algo sucedía, pero no sabía exactamente qué. –¿Estás bien? –preguntó curiosa.
La joven asintió como respuesta pero no se veía especialmente relajada.
–Sí... ¿y tú? Te ves algo cansada. ¿Emocionada con tu primer día oficial?
La francesa aseveró que sí con todo el rostro y aunque le dolían sitios de su espalda que desconocía, se sentía anímicamente bien y lo demostró con una sonrisa.
–Sí, mucho. Algo nerviosa, pero emocionada.
La enfermera simpática la observó, esta vez con su rostro algo tenso.
–Pues te irá muy bien, ya verás. Por cierto... ¿sabes cómo está... Milo? –preguntó avergonzada. Su hermano le había dicho que podría contactarlo a través de la hermana de su novio, así que supuso que era una zona segura. Después de todo, no había podido dormir imaginando posibles desenlaces horribles, no entendía nada y tampoco sabía en qué líos estaba metido el francés que requirieran huir de un hospital. Perderlo nuevamente le azotaba mentalmente y rogaba que la francesa le diera buenas noticias, pero a juzgar por su rostro o no sabía nada de él, o nada malo había pasado.
–Le duele mucho, pero está bien. No pasó una noche bonita y no creo que sea buena idea irse de aquí pero... supongo que es su decisión y él sabe lo que hace.
Un suspiro aliviado se escapó de la boca de Lía, junto a un gesto de absoluta vulnerabilidad. Todo aquello le había revuelto emocionalmente de una forma tan violenta que aún podía escuchar los ecos lejanos de aquellos sueños donde su hermano volvía a marcharse para siempre.
–Ya veo... ¿está tomando algo? Para el dolor... Puedo conseguir algo.
–Algunos calmantes simples en dosis altas, pero no mucho más. Supongo que su resistencia al dolor es bastante... –se detuvo para pensar la palabra pero no la encontró.
–Sí, eso mismo dijo Milo pero tiene que reponerse aún. Marianne... ayer... un hombre rubio vino a buscarte y tu hermano... bueno nada de eso parecía muy normal. Nadie me dice qué sucede y necesito respuestas si estas involucran a mi hermano, quien huyó diciendo que debía salvar al tuyo.
La francesa asintió, dándole una última calada a su cigarrillo.
–Ouais. El hombre rubio es... mi... novio y mi hermano está bien, no sé por qué debería salvarlo pero está bien. Y... no puedo darte respuestas porque no soy yo quien debería hacerlo.
Lía asintió, sintiéndose algo estúpida. Algo sucedía y no sabía exactamente qué, pero nadie parecía querer contárselo.
–Tengo algunas cosas para él. Fotos, de su madre. ¿Crees que puedas dárselas?
Marianne negó, observando la hora en el móvil. Debía comenzar en pocos minutos.
–No, creo que debes ir tú misma. ¿Por qué no visitas a Milo? Quizás él pueda hablar con ti... contigo. Puedo darte la dirección y tú le entregarás las fotos. Quizás podamos cenar todos juntos esta noche, mi novio consigue comida deliciosa.
Lía sonrió levemente.
–Bueno, suena bien. Por cierto, a ver si me aclaro... ¿tienes novio y esposo? Y... ¿vives con ambos?
Explicarle a la hermana del griego que su novio estuvo temporalmente fuera de servicio, en el mundo de los muertos, para revivir luego, se le antojó el tipo de conversación que debía evitar si quería parecer una persona sana mentalmente.
Negó con la cabeza.
–Bueno, no... es que mi novio de verdad es el hombre rubio, Shaka. Saga es un amigo de Camus que dijo que era mi esposo para sacarme de aquí y luego... bueno, es que esa mentira se alargó y se hizo muy grande, lo siento... no quise mentir y no se me da bien pero... la verdad es que vivo con mi hermano Cam, Shaka, una pareja de amigos y ahora Milo. –murmuró algo avergonzada. –Lo siento. No quería comenzar mintiendo pero... solo lo hice para irme de aquí. –volvió a espiar su móvil. –Debería comenzar ya, quiero conocer a mis pacientes, hablar con ellos, y así mejoraré mi griego. Te daré la dirección y podrás visitarnos, ouais?
Lía asintió, pero cada vez entendía menos. Su hermano tendría que explicarle pronto muchísimas cosas.
Shaina lo intentó por novena vez y volvió a fallar. No se rendiría, lo intentaría diez veces más. Cerró sus ojos.
Puta piedra de mierda, por mis tetas que me ganarás tú a mí, pensó.
La décima funcionó, lo que le arrancó un grito de alegría.
–¡Ja! ¡En tu puta cara, hija de tu––
–Hey, Shai... no entiendo si estás feliz o enojada. –le sorprendió una voz gruesa detrás de su espalda, que pudo distinguir.
–Mira qué sorpresa, ¿qué trae al potro salvaje por aquí? –sonrió, volteándose para encontrarse con los ojos verdes de Aioros que la observaban divertidos.
–Bueno, buscaba a alguien. ¿Te ha jodido mucho la roca? ¿Quieres que le pegue por ti o qué? ¿Te está molestando?
La italiana carcajeó.
–Ve a jugar al héroe a otro lado, chico, que no necesito que un caballero le pegue a nadie por mí, puedo hacerlo sola... pero si quieres que entrenemos juntos y lo haces sin camiseta, pues solo tienes que decirlo.
La risa de Aioros sonaba casi como un canto que divertía en sí mismo. Sonrió, aún riendo.
–Pues gracias, Shai... lo tendré en cuenta. Dime... ¿has visto a Saga por aquí? Porque me ha dicho que quería hablar conmigo pero no logro dar con él y no sé dónde está. Tampoco puedo dar con su energía, ¿le viste entrenar hoy?
Las cejas arqueadas y definidas de la joven se fruncieron en un gesto de extrañeza.
–No precisamente entrenar. Ví a Saga esta madrugada cuando... digamos que le vi hablar locuras con la tumba de su hermano. Está metido en algo extraño, ¿no? Porque ya te digo que no sonaba ni un poco bien. Creí escuchar que "le vería pronto" pero no sé si se refería a Kanon volviendo a la vida como Virgo o, considerando lo desarrolladas que tiene sus pulsiones tanáticas, un suicidio. ¿Crees que pueda hacer alguna locura?
Aioros suspiró, nervioso.
–Estamos hablando de Saga, deberíamos definir primero qué es la locura para abrir otro paréntesis dentro de esa oración. Debería haber hablado con él, yo... no logro dar con su energía y visto lo visto... –murmuró casi para sí mismo, comenzaba a inquietarse.
–Le diré a Dohko...–comentó la italiana, pero el centauro la detuvo con un gesto.
–No... no... no sé en qué está metido Saga pero con medio Santuario desertando si le avisas que Géminis se ha "perdido" simplemente le dará un paro o algo así. Tranquila, ya me encargaré yo.
Shaina protestó con un bufido.
–Que no, chico, de tranquila nada, con Saga nunca sabes que puede pasar y esto no huele nada bien. –aseveró, y tenía razón.
–Quizás Shura sabe algo. ¿Le has visto?
–¿A la cabra enamorada? No asomaba el morro antes, menos ahora que tiene a la princesa etíope metida ahí dentro todo el día. No creo que sepa nada, si me lo preguntas. ¿Crees que pueda hablar con alguien más acerca de la locura de turno?
Aioros negó. No tenía idea, pero lo que sí sabía era que no comentaba sus planes con demasiada facilidad, Saga siempre había sido un tipo hermético y considerando su nueva realidad podía entenderlo.
–No se me ocurre nadie, excepto Shaka ¿quizás? Podría contactarlo para saber lo que sucede allí abajo.
–Pues la virgen dorada tampoco es de los que asoman el morro por aquí. –agregó la italiana.
Aquello olía mal, muy mal.
–Shaka se ha ido de aquí. Encontré una nota de deserción cuando volvía a Sagitario junto a su armadura, pero tampoco tengo idea donde fue, tampoco era de las personas más comunicativas del Santuario.
La italiana negó.
–Puedo hablar con Marin. Si la doncella huyó de aquí, creo que sé dónde está. Si el Buda rubio y delgado se ha ido no fue por hartazgo... sabes lo que dicen y sabes lo que tira más que dos carretas.
Aioros asintió.
–¿Crees que esté con el grupo de Milos?
–Bueno, esas tetas tiran más que dos carretas y una armadura dorada, chico, yo solo supongo. No lo sé, pero Shaka es hombre: si hay algo que puede perturbar su cabeza es su otra cabeza, y su otra cabeza lo llevaría directo a donde sea que pueda volver a degustar ciertos platos franceses. No lo culpo, los Dubois están muy bien, ambos.
–Eres toda una poetisa, Shaina de Ofiuco.
–Tsss, quieto. Es Shaina de Aries. Somos compañeros, centauro, muestra respeto. ¿Buscarás a la cabra española o contactarás a la doncella dorada?
–Supongo que intentaré dar con Shaka, pero el tiempo corre. Saga puede viajar más rápido que yo, si es que aún está vivo.
Shaina sonrió, de lado.
–Claro que no. Que poca fe me tienes. Yo, Shaina de Aries, puedo ayudarte. Te enviaré, pero iré contigo. No voy a perderme esto.
–¿Qué se supone qué haces aquí? –preguntó Milo intentando sentarse. La presencia sorpresiva de Saga después de aquella amenaza no podía ser buena y aunque no se creía en condiciones de pelear (o levantarse en absoluto), lo haría si tuviera que hacerlo. Camus frunció el ceño, Shaka se limitó a observar la situación.
–Vine de visita; después de todo, creí habérmelo ganado a fuerza de favores, ¿no? ¿Es que ya no soy bienvenido por aquí? Supongo que no considerando que Milo dejó en claro que me mataría, así que vine a cobrarme algunos favores.
–Hijo de puta. –masculló el escorpión entre dientes. Camus lo miró, pero no entendía a qué se refería exactamente. ¿Dejar en claro que lo mataría? ¿De qué hablaba?
–Puedes decirlo más alto, me gusta que me lo digan a la cara, preferentemente. –añadió el gemelo. –Aquí estoy, ¿no fue lo que dijiste? ¿Qué me matarías? Porque veo que estás en penosas condiciones para hacerlo pero te lo dejaré fácil, a ver, atácame como atacaste a Kanon, pero hazlo rápido que no tengo tiempo para perder.
La uña en su dedo índice creció en sintonía con su ira, pero Camus tomó su mano, deteniéndolo.
–Para ya, Milo. ¿De qué habla exactamente? ¿Qué sucede?
–Puedes preguntarle a tu novio, yo tampoco entiendo por qué quería asesinarme pero ahora mismo me parece una idea maravillosa, es por eso que finalmente, he venido a cobrarme los favores. Ya te estás tardando, Milo, ¿o debo atacar a Camus para que lo hagas?
El francés lo miró, tan helado como su elemento.
–Saga, ¿perdiste la cabeza completamente? Porque así suenas. Y si quieres atacarme no necesito que Milo me defienda, puedo hacerlo bien solo. ¿Me dirás qué te trae por aquí? Porque... personalmente me gustaría que te vayas.
–Ah, Cam, creí que éramos amigos. –sonrió el gemelo, sardónicamente. –¿Qué? ¿tu hermana ya no necesita paseos? ¿No necesitas que profane ningún sitio y ya no me quieres cerca? Me siento tan utilizado que me rompe el corazón.
–Eres un cínico. –masculló el francés, quien también comenzaba a fastidiarse. –¿Por qué no me dices exactamente por qué me enviaste a Siberia?
Saga lo meditó por un momento.
–Ya veo. Con que era eso... bueno... ¿quieres saber la verdad? Tengo poco tiempo pero aquí va: porque te detestaba. Te detestaba como a nadie y me pareció divertido. A ti, a tu cara de estirado, remilgado y tus ínfulas de realeza. Decidí que una temporada en Siberia te calmaría, ¿quieres saber algo más o alguno va a proceder a matarme? He dicho que tengo poco tiempo. ¿Es suficiente? ¿No? Pues odiaba que tuvieras una hermana que te quería y te admiraba... siempre supe de la existencia de la pequeña Marianne porque encontré el estúpido muñeco que te obsequió y una carta, llena de corazones mal dibujados. Aioros me lo había dicho antes de morir y supe que escapabas del Santuario una y otra vez a verla. Odiaba que Milo te amara, odiaba que tu hermana te amara, porque yo no tenía amor y mi hermano se había vuelto en mi contra, después de todo, terminó odiándome y yo a él. Me dabas asco, tú y la estúpida Mimi de las cartas, tú y el escorpión. ¿Así o más información?
Milo intentó detener a Camus que se abalanzó sobre él en una milésima de segundo pero no lo logró, estaba demasiado débil y estirarse le provocó un disparo de fuego en el pecho que le arrancó un gesto desgarrador de dolor. Quien sí logró detenerlo fue Shaka.
–No, Camus. No lo hagas. No eres así. –le dijo, intentando contener su cuerpo furioso. –No sé por qué pero está buscando molestarte. Para ya.
–Ah, Shaka, el sabio. –murmuró Saga.
El rubio se volteó, aún sujetando a un tembloroso francés que intentaba, con poco éxito, relajar su musculatura lo suficiente para dejar de sacudirse nerviosamente.
–Este sitio es pequeño pero servirá. –dijo Saga explorando todo.
–¿Qué es lo que quieres? –preguntó Shaka, frunciendo el entrecejo. –Porque sé que todo esto es una actuación muy estúpida, Saga.
El gemelo rio.
–¿Tú? ¿Tú sabes si yo actúo? Eras mi mano derecha porque a pesar de ser tan sabio y espiritual no podías ver quién era yo realmente, eras un siervo poderoso y leal, gran Shaka de Virgo. También me reía de ti y también me fastidiabas muchísimo, pero eras útil y me servías; contigo junto a mí, sin cuestionar absolutamente nada, solo me dabas más poder. ¿Recuerdas cuando te dije que Aioria era un traidor? ¿Y atacaste a tu amigo sin cuestionarme? –Saga sonrió. –Me das pena. Eres un estúpido también, un ciego demasiado leal para poder ver con claridad.
Milo aún luchaba con su propio dolor, pero logró estirarse un poco más para sostener uno de los brazos del francés que intentaba correr al rubio para lo que intuyó, sería lanzar algún ataque en dirección del gemelo. Shaka sin embargo no se movió, lo observó tan calmo que a Camus le aterró. Quizás era la calma antes del huracán.
–Bueno, supongo que no puedo agradarle a todo el mundo, Saga, pero el que da pena eres tú. –dijo el indio, aún extremadamente tranquilo. –Tienes razón; era tu mano derecha y era muy joven entonces, pero tengo algunos años más y es la segunda vez que apareces frente a mí con alguna mentira torpe. La primera mucho me temo que yo deseaba morir pero no es lo que deseo hoy y si debo ser honesto, todo parece indicar que el que quiere morir eres tú. ¿Puedo preguntar por qué? Si deseas insultarme, es temprano y aún me quedan muchas horas antes de dormir, tengo tiempo para escucharte, pero no voy a atacarte. ¿Eso te hace sentir mejor? ¿Feliz quizás? Porque hay algo que no compro.
–Pues me da igual que lo compres o no porque––
–¿Porque qué, Saga? Estás balbuceando tonterías desde que llegaste a este sitio y alterándonos adrede para que te ataquemos. ¿Quieres morir? ¿Ese es tu deseo? ¿Por qué no simplemente te suicidas?
–Wow, Shaka podría ser el mejor-peor psicólogo de la historia, aunque debo admitir que si se suicida pues estaré encantado. –susurró Milo a Camus, intentando acercarlo a él. –Por favor, cálmate, me duele.
–Porque... creo que es lo mejor. Que me mates. ¿No deseas hacerlo tú? Te maté una vez, ¿recuerdas? Podrías cobrártelo y hacerme un favor.
Shaka negó.
–Deseo prepararme un té. ¿Quieres?
Los ojos de Saga se abrieron en un gesto de total incertidumbre.
–Eh, no. Voy a pasar, tengo cosas más importantes que hacer.
–Como morir. –asintió Shaka cargando un poco de agua en el pequeño calentador. –Ya veo.
–Pues yo puedo hacerte ese favor, Saga, no tienes ni que pedírmelo. –masculló el francés y el aire de la habitación descendió la temperatura varios grados de forma rápida.
–No. Aquí nadie va a matar a nadie. –lo detuvo Shaka de forma severa y seria. –Y voy a beber mi puto té porque hace frío y necesito algo caliente. ¿Quieres, Camus?
El francés, también desconcertado negó. Se preguntaba quién ganaría en aquella batalla de locos, si su cuñado Shaka Vomitos Verbales Gadhavi o Saga Suicidios Espontáneos Mantzaris. Sería una final a muerte y difícil.
Shaka se volteó mientras esperaba el hervor del agua, para mirar a Saga.
–¿Vas a decirme por qué quieres ser asesinado si sabes que no lograrás pasar el muro de los lamentos solo? –preguntó finalmente, cruzándose de brazos impaciente. Los ojos de Saga le devolvieron una mirada, esta vez triste y, nuevamente, muerta.
–Porque sé que mi hermano no volverá, Shaka.
Camus se relajó. Finalmente, su cuñado no era un puto loco; el Shaka de la sabiduría había vuelto a su cuerpo delgado, donde pertenecía. Todo tenía sentido, o al menos, eso parecía. Imaginó el dolor de tener que enterrar a Marianne, sus coletas y su oso y un nudo se adueñó de su cuello tan ajustado que creyó que no lograría tragar.
–Creí que confiabas en la Diosa que proteges. –replicó el indio preparando unas tazas. –Ahora mismo, su destino está en sus manos, Saga.
–No me alcanza, Shaka, jamás lo comprenderías porque no tienes hermanos y no tienes familia pero... no puedo simplemente sentarme aquí a esperarlo, porque sé bien que el juicio no terminará bien y además, será torturado y castigado de formas crueles por sus pecados divinos. Yo... no soporto esta espera.
El rubio asintió, buscando el té.
–Sí lo comprendo. Yo sí tengo hermanos, Saga.
–¿Los tienes? –preguntó curioso. Si los tenía no los había visto en ningún archivo.
–Sí. Creo que Camus, Aioria, Milo, Mu, Aldebarán... son mis hermanos. Nos hemos criado juntos y daría la vida por cualquiera de ellos, aunque pueda tener mejor trato con alguno, como en cualquier familia. La sangre no lo es todo, y la biología no siempre es la respuesta. No sé lo que se siente tener un gemelo, es cierto, pero... sí lo que es tener un hermano. Puedo imaginar el dolor que sientes, porque yo también lo sentiría en tu lugar.
Saga lo miró.
–La historia con Kanon no es sencilla.
–No dije que lo fuera, solo que podía entenderte. Y no voy a matarte porque creo que es una pésima idea. ¿Milo? ¿Quieres té?
El griego negó, pero buscó la mirada de Saga.
–Entonces... solo has venido... a buscar a Kanon. –murmuró. Él mismo entendía el sentimiento porque no había dudado un segundo antes de interceptar el ataque dirigido a Aioria, el mismo ataque que le había matado por algunos minutos y que además, le había dejado de recuerdo una cicatriz que le atravesaba el pecho. Lo haría mil veces más, pensó. Shaka tenía razón. Eran sus hermanos.
–Sí. Lo siento. Quizás... no fue un buen comienzo pero... supuse que las hostilidades me darían algo de ventaja considerando que deseabas matarme.
–¿Lo de Siberia es cierto? –quiso saber Camus. El gemelo asintió.
–Sí y lo siento. Yo... de verdad te detestaba y no era justo. Aún cargo esa culpa y por eso... te ayudé, fue mi forma de aliviarla, supongo. Nada me la quitará pero creo que ahora que lo sabes me siento más liviano. Yo era... diferente y supongo que ya no tenía ningún control sobre mis acciones para entonces. No voy a justificarme, solo quiero que sepas que... de verdad lo siento. Creí que ayudándote a encontrar a Marianne, el archivo de Milo, los pequeños viajes... creí que todo eso me daría algo de paz.
El francés lo observó atento, con un gesto que Milo no pudo descifrar.
–¿Conseguiste paz?
Saga negó.
–No. Aún no. He hecho demasiadas cosas malas para tener paz, creo que nunca la conseguiré... aunque tu hermana me ha dicho algo que me pareció interesante. Creo que aún puedo ser un violín y salvar a mi hermano me devolvería algo de la justicia que creo que él merece. El hijo de puta era yo no él. El merece vivir, por una vez. No es justo... no después de haber pasado su vida oculto, solo para enloquecer de dolor y soledad. Y yo... solo me pregunto ¿por qué? ¿Por qué a nosotros? Éramos solo dos niños...
Shaka se estiró para alcanzarle una taza de té.
–Creo que culparte por algo que ya no puedes cambiar es una pérdida de tiempo, Saga. La vida no siempre es justa, lamentablemente.
–Vaya consejo de mierda, Virgo. –agregó el gemelo asiendo la taza con una mano. –Siento haberte insultado, por cierto. Y no quería té.
–Está bien, eres un hombre desesperado. –asintió el indio. –Y bébelo, aunque no quieras. Necesitarás algo en el estómago antes del juicio, te espera un largo día.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top