38. Stradivarius - Parte 1

Hola! Perdón otra vez la demora, fueron días muy difíciles y un capi muy largo, pero :

En primer lugar agradecerle a una amorosa y hormonal Snorlitax por ser la verdadera descubridora de que Aioria podía ser un gatito pescador, no puedo afirmar ni desmentir que fue su "emoción" al imaginarlo cargando cosas en cueros. Gracias por comerte siempre los spoilers con paciencia y tolerancia y ayudar a tu amiga loca.

Gracias infinitas también a Dec2512 y CapriLady31 quienes me alegraron estos días horrendos a comentarios, y como siempre, a degelallard que está ahí siempre junto a los comentarios desde el principio. Gracias a todas ♥ 

Los comentarios y los votos ayudan a que esta autora no entre en el olvido XD y salvan monitos de la deforestación. 

Mia :)

"Jamais on ne me dira
Que la course aux étoiles
Ça n'est pas pour moi
Laissez-moi vous émerveiller
Et prendre mon envol
Nous allons enfin nous régaler"

("Jamas me dirán,
que el camino hacia las estrellas
no es para mí.
Déjame maravillarte
y emprender mi vuelo
Finalmente vamos a divertirnos.")

Le festin – Camille (Ratatouille)







–¿Saga está...?

–Muerto, sí.

24 horas antes... 

París, Francia

Habían comprado lo que Marianne prometió y aseveró con un entusiasmo arrollador que sería la mejor comida del mundo y que Saga no había probado nada igual, jamás. Aseguró también con vehemencia que nunca comería quesos similares y que no era casualidad que Remy, la rata chef de Ratatouille, fuera francés, porque allí se comía mejor que en cualquier otro sitio del universo. Sí, con ese énfasis.

Saga no había visto la película evidentemente, pero la hermana de Camus le juró por su vida que era bonita y se echó un discurso de superación, para acompañar el sentimiento con una canción que el griego no entendió pero a pesar de todo el atropello de erres guturales similares a un gorjeo, le pareció simpática.

–¿No es algo antihigiénico que una rata con sombrero cocine? –preguntó curioso mientras vaciaba las bolsas sobre la mesa.

–Eso es algo que Shaka diría, le quitas toda la diversión a la película. –protestó ella.

–Shaka o cualquier ser humano que no querría una rata sucia cerca de su plato. –sonrió. –Además, Virgo comía con la mano, era un maniático de la higiene, sí, pero hombre... a ver...

–Creen que la comida es algo divino y reconforta tu alma, por eso lo disfrutan a través de los sentidos... el olfato, el gusto, la vista y el tacto son muy importantes a la hora de comer. De todas formas tienen reglas muy específicas de higiene.

–Es una óptica interesante.

–Lo es, especialmente cuando lo llevas a tu vida diaria. No acostumbramos a combinar nuestros sentidos y es una de las enseñanzas más bonitas que he aprendido junto a él.

–¿Comes con la mano?

–No, pero acostarme con él fue una experiencia... nueva. ¿Sabes? Creo que los occidentales no acostumbramos a detenernos en la completitud, nos quedamos con fragmentos. Es como si no pudiéramos ver la pantalla completa y cuando la ves... nos perdemos de mucho.

–No te sigo.

–Él no tenía experiencia sexual y yo sí, pero él pudo comprender mejor mi cuerpo que cualquier otra persona que lo haya tocado, porque sus sentidos son... diferentes. No me tocaba por un deseo salvaje y primal de poseerme ni porque veía una mujer desnuda, sino porque disfrutaba la suavidad de mi piel y yo aprendí a verlo de la misma forma. Uno hace todo rápido, pum pum pum... y está hecho. Él no, él solo... disfrutaba, con todos sus sentidos a la vez y cuando lo pruebas, es bastante superior a cualquier cosa que hayas hecho antes. –se detuvo un momento para preparar las cosas en la cocina y recordarlo. –Me hubiera gustado pasar más tiempo con él y seguir aprendiendo.

–Entiendo... lo siento.

–Yo también, lo único que puedo hacer es intentar estar mejor por... su memoria. Supongo que así lo hubiera querido.

Saga asintió, deslizando aún la diminuta caja entre sus dedos. Supuso que su hermano también querría lo mismo para él pero la filosofía de la hermana de Camus le resultaba ajena e imposible. Honrar la memoria de alguien que ya no existía le parecía consuelo de tontos, aunque no lo manifestó... después de todo, cada uno procesaba la muerte como podía y supuso que romper la fe de la chica de las erres graciosas le convertiría en un estúpido y prefería evitarlo. Volvió a asentir, esta vez con más énfasis.

Un énfasis disimulado y ficticio.

–¿Crees que si "honras" su memoria él lo sabrá? –preguntó curioso. –Quiero decir, si intentas estar mejor, ¿crees que él lo vea o algo así?

La chica rio, luchando a muerte con un trozo de queso que parecía llevarle siglos de ventaja.

Non. No creo que él lo "vea". No sé que suceda luego de la muerte pero creo que solo morimos realmente cuando somos olvidados. Estoy segura que el olvido es más cruel que la muerte.

Esta vez el gemelo asintió con más convicción. Sabía que Kanon sería recordado solo de forma anecdótica, pero nadie lo extrañaría exceptuando su cuñada y él mismo. Su pasado le resultó tan injusto que su estómago protestó con una ráfaga de malestar en forma de quemazón. Nadie merecía vivir en las sombras, especialmente no su hermano. Se preguntó qué podría haber sido de él de no haber dado con aquel destino lapidario. Una urgencia bélica también creció de sus entrañas, la misma que años atrás, cuando decidió cargarse el sitio que había destruido a su gemelo. La calló rápidamente.

–¿Crees que simplemente recordando salvamos a alguien de la muerte? ¿De forma simbólica?

Marianne meditó un momento aquello.

–Lo que creo es que... la vida no se limita a la biología: nacer, comer, cagar, respirar, morir. Somos más que eso; somos emociones y también somos el amor para alguien más, ¿no? Si solo crees que la persona que conoces se ha muerto porque ha dejado de respirar, es corporal... pero entonces ¿dónde entra todo lo demás, que es la vida en sí misma? Si tu hermano te ha amado y te ha cuidado, entonces quizás y solo quizás, reducir sus deseos y amor a una lápida fría con la certeza de que "ya no respira", es matarlo deliberadamente. Creo que un cuerpo es finito, pero aquello que te enlaza emocionalmente, no.

–Es una forma algo poética de ver las cosas, supongo. –replicó él abriendo la caja por enésima vez y cerrándola con un golpe seco.

–Quizás. ¿No es ese el fin último de la poesía? Transformar el dolor y la mierda en arte. Au bout du chagrin une fenêtre ouverte... Une fenêtre éclairée. Il y a toujours un rêve qui veille: Al fondo del dolor, una ventana abierta. Una ventana iluminada. Siempre hay un sueño que mira. –sonrió.

Al fondo del dolor, una ventana abierta, sí.

Saga asintió, esta vez, con certeza.

Jamir, Tibet

Los ojos del siempre afable toro no se veían afables en absoluto. Ya no parecía el toro Ferdinando, sino uno que estaba próximo a embestirle. Se veía molesto.

–¿Sucede algo? –preguntó Mu, cerrando la puerta de la pequeña habitación. Caminó hacia él para intentar alcanzarlo con un beso pero Paulo lo esquivó.

Los ojos del tibetano se abrieron con sorpresa; nunca, en todos los años que llevaban juntos, le había hecho una cobra tan descarada y fría. Frunció el ceño con preocupación.

–¿Qué pasa?

–Eso quiero preguntar. ¿Qué pasa? –deslizó el brasileño caminando hacia la sala, seguido de cerca por un muy intrigado carnero.

–No entiendo...

–¿No entiendes o no quieres entender? Porque yo lo veo claro, no entiendo como tú no.

Mu no lo veía, no, ni de cerca.

–No sé que ves tan claro, porque yo no––

–Mu. Shaka aparece aquí, como si fuera su casa pero es la nuestra, la mía. Aparece en mi cocina y cuando manifiesto fastidio porque estoy teniendo relaciones con mi pareja en mi casa y me sorprenden casi desnudo, su respuesta es que es antihigiénico: es decir que es mi culpa y no la suya por aparecer sin avisar dentro de la casa. Entiendo que sea tu amigo y lo respeto, pero lo invitaste a quedarse con nosotros y jamás registraste que no vives solo y que es una decisión que debemos tomar juntos. Yo también vivo aquí, creí que ese era tu deseo.

El tibetano lo observó con algo de vergüenza. Bueno, sí, quizás sí se le había pasado el detalle de preguntar.

–Es mi amigo, Alde, y está solo. No tiene a nadie más...y no voy a echarle de aquí.

El moreno resopló con fastidio.

–Sé que es tu amigo y sé cómo eres con tus amigos porque yo también lo fui. No te he pedido que lo eches y si me hubieras consultado, hubiera dicho que sí podía quedarse.

–¿Entonces?...

–Madre mía. –susurró. –¿Es que no lo ves? Lo que me fastidia es que no me consultes y que tu respuesta sea "pues me la suda porque es mi amigo y no lo echaré". Vivo aquí, Mu. Soy tu pareja, tu familia. Esta es mi casa también, ¿no tengo nada que decir? Es tu actitud lo que me duele.

–Shaka está solo, Alde... porque yo le insistí en ir a buscar a la chica y es mi culpa que... se haya dado de frente contra un muro.

–¿Y crees que él no construyó su realidad en absoluto? El siempre quiso estar solo, por eso lo está.

–Es mi amigo...

–Lo sé. Y lo respeto porque es tu amigo, porque te amo y porque respeto tus decisiones... pero tú no respetas las mías, por eso no me las pides. Yo nunca opino porque soy feliz haciéndote feliz a ti pero... en ningún momento le dijiste a él que estaba siendo un irrespetuoso, en cambio me detuviste con un brazo... a mí. A él lo invitaste a pasar porque "está solo" y le preparaste la cama, sin consultarlo conmigo en absoluto. No sé si alguna vez registras que siempre que tomas una decisión, lo haces por los dos. Siempre. Cuando hablas, es un decreto. ¿Mi voz no vale nada?

No recordaba haberlo visto tan molesto nunca. Si bien su tono no cambiaba en absoluto, sus ojos reflejaban cansancio y fastidio. La voz arrulladora y seductora había pasado a ser un sonido seco y tajante... estaba herido.

–Lo siento. –murmuró el tibetano avergonzado.

–¿Y por qué jamás pareciera que tenga nada que opinar o decir ante tus decisiones que nos involucran a ambos? Necesito pensar. Dormiré en el sofá esta noche.

Los ojos enormes del antiguo carnero se abrieron tan drásticamente que le pareció que escaparían volando de sus cuencas; se abrumó tan rápido que la desesperación subió por su estómago como el vómito.

–No... no no no no... Alde, no... no puedes dormir en el sofá, debes dormir en la cama, conmigo, porque te amo y porque... lo siento... y no...

–¿Ves? "no puedes dormir donde tú quieres porque YO te amo y porque YO lo siento entonces debes hacer ESTO". Te amo también pero, necesito algo de aire.

El pecho de Mu subía y bajaba producto de la angustia y la impotencia. Creyó que podía hiperventilar de un momento a otro.

–¡No es lo que quiero decir, Alde! ¡No me refería a eso, debes escucharme!

Paulo lo observó con cierta tristeza.

–No, debes escucharme más tú a mí, Mu. Dormiré en el sofá.

–Pues yo también dormiré en la sala entonces. –replicó el tibetano decidido.

Aldebarán lo observó, con cierta frialdad.

–Tú simplemente puedes teletransportarte y llegar donde quieras en un segundo, yo no puedo y aquí no hay nada más que montañas y aislamiento. No puedo irme y si no puedes respetar que quiero estar solo, entonces tendré que pensar en irme de aquí. Por favor, Mu... necesito espacio, necesito mi espacio.

El antiguo Aries le rogó con la mirada, comenzaría a llorar en segundos porque la posibilidad remota de un conflicto afectivo con el toro le abrumó... jamás había discutido con él y la bilis subió con cierta violencia atravesando su esófago como una flecha.

–Podemos mudarnos a otro sitio, a un sitio que te guste a ti. A Brasil, ¿te gusta Brasil? Podemos mudarnos a Brasil. –se secó una lágrima que se escapó rápidamente por sus ojos y lo siguió.

–¡Mu, por favor! Quiero dormir y quiero hacerlo donde tú no estés porque necesito unas horas solo. Respétame, por favor.

Era la segunda vez en el día que alguien le pedía exactamente lo mismo. Juntó como pudo la fuerza para asentir y disculparse y, limpiando otra lágrima, volvió a su habitación donde la cama le resultó increíblemente enorme y vacía.

Triovasalos, Milos, Grecia

Camus salió furibundo. 

No podía controlar sus emociones, de ninguna forma posible. Si Shaka tenía razón, entonces la decisión de enviarle a Siberia, lo que había sido el comienzo del final, había sido arbitraria y cruel.

Siberia le había arruinado la vida, eso estaba claro.

Haber criado esos niños le había convertido en un general cruel y frío, la pérdida de Isaac, la pérdida de Milo y la pérdida de su hermana, habían contribuido a transformarle en un ser horripilante, lleno de miedos y soledad. Miedo a perderlo todo y a todos, miedo a amar... 

Ahora, eso tenía una óptica diferente; había sido intencionado porque alguien había querido herirlo, y habían arruinado su vida deliberadamente. Le habían separado de su hermana y la habían hecho sufrir. Solo Camus supo las cosas que había atravesado ella al perderle y eso no podría perdonarlo, nunca, ni en diez vidas.

Deseó que Shaka haya encontrado a Marianne. Sabía que el rubio la cuidaría y confiaba en él, aunque lo de confiar no se le daría bien en lo sucesivo. Intentó contactarle para tranquilizarse aún en su torbellino emocional que intentaba articular una pierna detrás de la otra para emprender la vuelta a casa.

Pie derecho.

Pie izquierdo.

Pie derecho pie izquierdo pie derecho pie izquiero pie derecho---

"Shaka. ¿Estás con mi hermana? ¿Has dado con ella? ¿Marianne está bien?"

La respuesta del indio no llegó inmediatamente. Esos minutos volvieron a convertirse en décadas hasta que sintió lo que no quería sentir, la energía de su amigo confirmando sus temores.

"No. Lo siento."

Bueno, eso debía tener una explicación.

"¿No estaba en casa? Shaka, mi hermana puede estar en peligro, no confío en Saga, no después de..."

"Pues deberías dejarle ser feliz, es lo que haré yo." Sentenció el rubio con toda la calma que logró conseguir respirando profundamente. No tenía pintas de estar en su faceta habladora. "Marianne y Saga están juntos y yo no voy a entrometerme en su felicidad."

"No es cierto." Aseveró él

(piederechopieizquierdopiederechopieizquier...)

"La enfermera dijo que se fueron juntos y que era su esposo, Camus, no tienes que mentirme, está bien. Estoy bien. Ella está bien, todos estamos bien. Deberías hablar con Saga, no conmigo."

"No, Shaka, no lo es" comentó impaciente. Ya le diría cuatro cosas al tonto de su cuñado, pero ahora necesitaba que espabile y busque a Marianne o le daría una parada cardíaca. "Saga dijo esa tontería para sacarla del hospital y las enfermeras creen que lo es. Solo ha sido una confusión... Ella te quiere a ti y necesito que la busques porque yo no pu---"

"Ya. Mira Camus... sé que intentas protegerme, y lo agradezco. Fui a casa de Marianne en Paris y aunque no di con ellos, allí estaban, porque había un anillo con una nota en donde ponía claramente que él la amaba y que quería pasar el resto de su vida con ella entre otras cosas. Esa nota era de Saga, y por algún motivo misterioso, estaba en casa de Marianne, en Paris, donde están casualmente juntos y solos. Lo siento pero... quiero que tu hermana sea feliz y aunque creo que Géminis es un torturado que no podrá cuidarle bien, me apartaré, porque es lo justo. Debo dormir ahora, ha sido un día agotador. Hasta luego."

"¿Has dicho anillo? ¿Shaka quieres matarme? O has enloquecido completamente o enloqueceré yo."

Nuevamente su amigo no contestó inmediatamente, supuso que estaría rearmando su paciencia a cuentagotas.

"Camus: si comenzó siendo una mentira para la enfermera, pues ya no lo es. Lo vi. El anillo y la nota ¿Podemos dejar de hablar de esto ya? ¿Por qué no simplemente le preguntas a Marianne? Y si, por favor, pudieras evitar involucrarme, lo agradeceré. Si ella es feliz pues me alegra, pero preferiría no enterarme los detalles. Ahora, como dije, debo dormir. Buenas noches."

Me cago en mi vida, me cago en mi putísima vida pensó el francés con angustia en un momento donde vislumbró todo en cámara lenta como una epifanía.

Me cago en mi vida, me cago en...

(pieizquierdopiederechopieizquierdo)

Claro, ¿cómo no lo había visto? Por supuesto que Saga le ayudaba, porque quería acercarse a ella y Mimi, decidió pasar del soldado caído para llorar en los brazos de la persona más rota del Santuario, con lo que le gustaban a ella los hombres de ese calibre.

Su corazón daba saltos arrítmicos.

Él la había buscado y la había acompañado, claro... y su hermana había pedido exclusivamente viajar con Saga a Paris, donde pasarían la noche juntos, lo que el gemelo aceptó sin un ápice de duda. Se cagó en su vida otra vez, con más énfasis. No lo vio, jamás lo imaginó... pero si Géminis había querido lastimarlo deliberadamente en el pasado, podría hacerlo nuevamente... esta vez a solas con su hermana en un sitio alejado para él.

Me cago en mi vida.

Puerto de Adamas, Milos, Grecia

Cuando Aioria finalmente terminó la prueba que él mismo le propuso al viejo pescador
("Ya verás, si no es la mejor pesca de tu vida, no me pagas. Si lo es, me darás el trabajo... y lo harás porque haré que ganes mucho dinero.")
Evangelos Agravanis no pudo evitar notar que, efectivamente, como lo había prometido el castaño, había sido la mejor pesca de su vida. ¿Por qué? Porque jamás nadie pudo tirar tantas redes y cargar esas cantidades de pescado... el joven parecía tener una fuerza casi inhumana y hacía el trabajo de máquinas carísimas que él no tenía en su pequeño barco pesquero.

El hombre tenía ya demasiados años como para hacer el trabajo sucio y aquel tipo castaño parecía hasta disfrutarlo. Se quitó la camiseta (mi chica está embarazada y es muy sensible a los olores, había comentado) y dejando su espalda bronceada al descubierto comenzó a trabajar sin detenerse... en ningún momento.

El joven era fuerte, y a pesar de tener un cuerpo musculoso y trabajado, de verdad parecía tener una fuerza antinatural y aquello le tenía fascinado. Parecía enviado por el cielo... Evangelos había contabilizado que al ritmo que pescaba, en dos meses estaría completamente en quiebra. Aioria fue su salvación.

Durante aquellas horas que pasaron juntos, el castaño le contó brevemente de su vida: que vivía con su novia y unos hermanos franceses, que le gustaba mucho la ciudad y que se asentaría allí con su familia porque le apetecía comenzar de nuevo en un sitio tranquilo. Evangelos a su vez, le contó que tenía un hijo que vivía en Suecia con quien no tenía trato y que le visitaba poco, que trabajó de pescador toda su vida pero ya estaba muy cansado para poder vivir de algo tan físicamente exigente.

"Para eso estoy aquí" había contestado el león, con sus ojos verdes, alegres y expresivos, rasgados en una sonrisa amistosa.

Su compañía era agradable, su conversación amena y divertida, y el joven castaño realizaba todas las tareas con una sonrisa, como si juntar pescado fuera la tarea más entretenida del mundo entero y se lo estuviera pasando genial... porque lo hacía. Lo que no sabía el viejo es que aquel griego bronceado se había pasado la vida utilizando aquellos músculos para golpear, matar y sufrir, y por primera vez su vida tenía otro horizonte: estaba emocionado.

Le contaría a Marin que había tenido una idea genial y que era muy bueno para eso, que podría conseguir dinero esta vez por sus propios medios (sin regatear impunemente con el salario asignado a las misiones del Santuario) y podría comprarle cosas bonitas, pagadas con su propio bolsillo. Imaginó su rostro cuando le llevara flores coloridas y no las que solía arrancar de los jardines para saludarla los jueves, el día que el león solía tener libre y podía dormir con ella. Esta vez, le llevaría otras compradas por él. Sí, eso haría.

(Venga, que perderemos el vuelo, Romeo)

Recordó a Milo y se alegró que su amigo despertara y sobreviviera... quizás pudiera vivir pronto con ellos, aunque sea por poco tiempo. La idea de separarse de sus compañeros le provocaba un sentimiento agridulce, pero probablemente en el futuro, sus rumbos se bifurcarían y todos tomarían caminos separados. Intentó no pensar en aquello y una mueca se dibujó en su rostro, pero la barrió inmediatamente.

Finalmente, luego de su pequeña jornada de prueba, el viejo Evangelos le pagó sus primeros 20 euros y le entregó algo de pescado fresco que no podría vender, pero que le serviría para cocinar.

"Vuelve mañana, partiremos muy temprano, a las 05:30."

Aioria asintió con ilusión, después de todo, no sabía demasiado de la vida pero parecía un buen comienzo. Sonrió exponiendo todos los dientes como si fueran las teclas de un piano utilizado para tocar la oda a la alegría.

Aquella nueva oportunidad no estaba mal.

Nada mal.

Volvió pronto al hotel, transformando aquellos tres kilómetros y medio en un paseo rápido de pocos minutos; quería ver a Marin y contarle las novedades. Aún no sabía que algunas horas más tarde, tendría que buscar al escorpión y acompañarlo en su intento de fuga.

Milos, Grecia. Hospital General

Su hermana quiso detenerlo. Sacarlo de ahí era una locura que ella no estaba dispuesta a realizar. Ni siquiera tenía su ropa de trabajo y si le encontraran desconectando un paciente se metería en tantos problemas que no sabría por donde comenzar a explicar. Negó con la cabeza.

–Lo siento, pero no. No puedo, Milo. Estás pidiéndome que haga una locura que está fuera de mis límites. No debería estar aquí en primer lugar y en quince minutos vendrán los médicos a revisar el estado de los pacientes... yo no puedo estar aquí, mi horario terminó.

El griego la observó, asintiendo. Sabía que le estaba pidiendo demasiado a una chica que ni siquiera sabía exactamente quien era él y cómo funcionaba su mundo. Se lo explicaría sí, pero no en ese lugar.

–Tienes razón, no debería meterte en líos. Lo haré solo.

–¿Siempre eres así de terco?

–Sí –aseveró él. Lo era. –Siempre. Mira... sé que no te gusta la idea, pero puedo prometerte que en una semana estaremos cenando juntos y yo estaré bien.

La chica lo miró con cierto reproche, le estaba pidiendo demasiado y luego de aquella apertura emocional que aun no terminaba de cuajar, su corazón estaba demasiado magullado para soportar otro golpe como el que intentaba atestarle. La partida y la ausencia luego del reencuentro.

–No quiero... perderte otra vez, no así, si algo sucede no podré...––

Milo la interrumpió, intentando esbozar una sonrisa tranquilizadora.

–Lía... nada me sucederá, pero si no me voy de aquí, probablemente algo le suceda a alguien que amo y yo... necesito impedirlo. Necesito buscar a Camus antes de que haga alguna tontería.

Se detuvo al ver sus ojos tristes, directamente a su niña interior. Tomó su mano.

–Verás a Marianne mañana, y te dirá donde estoy... no voy a desaparecer, lo prometo. Yo soy un hombre de palabra y la cumpliré.

La enfermera asintió con cierto recelo. Pudo ver en su mirada que iba en serio y al menos quería impedir que arranque cosas vitales al huir de allí. No entendía nada; ni de que iba su cuñado el francés y el amante indio loco que hablaba de posibles embarazos con su hermana, que a su vez, estaba casada con el joven altísimo con un hermano muerto, ni su hermano y su excesiva preocupación.

Suspiró.

Le enseño con cautela que cosas debía quitar de su cuerpo y qué no, cómo y cuándo. Cómo presionar su herida, cuál era la salida más cercana y vacía y al terminar, aclaró con tristeza que por favor, le indicara pronto donde encontrarle.

(Dibujaré para ti mañana, Alexander)

Milo se despidió con una sonrisa, prometiendo volver a verle muy pronto, pero ante la duda, la joven le dio un rápido y furtivo abrazo que el griego respondió con una leve punzada de dolor.

Cuando su hermana se marchó de allí, contactó al león, aún con una ligera sonrisa.

Su hermana.

Tenía familia.

Una de verdad y para él. Quizás después de todo, aún podría obtener su ligera revancha afectiva, ¿por qué no? Ahora solo debía encargarse de que su nuevo petit-ami no se dirigiera a una guerra innecesaria. 

París, Francia

La francesa descubrió algo tarde que llevaba rato sin ver su móvil; lo había apagado para poder trabajar sin distracciones y no había recordado encenderlo nuevamente. Maldijo internamente, le había prometido a Marin que estaría pendiente para responder sus primeros correos.

Tardó pocos segundos en encenderse y...

El aparato no tardó en sacudirse en una serie de pitidos y vibraciones que llamaron la atención de Saga, quien enarcó una ceja.

Marianne sonrió, como lo había imaginado, la japonesa había estrenado su e-mail con entusiasmo. Uno de los asuntos le arrancó una risa sonora y estridente.

(CONTESTALOSPUTOS CORRESO)

El último correo no tenía asunto, pero lo investigó robando otro trozo de queso para llevárselo a la boca con un gesto distraído y---

No comprendió. Hablaba de cierto novio rubio al que debería estar tirándose. 

Buscó más información aun algo confundida y---

MARIANNE

SHAKA

ESTA

VIVO

CONTESTA

LOS

PUTOS

CORREOS

CONNARD

ME CAGO EN TODO

Parpadeó.

Tuvo que releerlo, una, dos veces.

Sabía que Marin no bromearía con la vida del indio, pero temía aferrarse a algo que no tuviera una confirmación real porque su corazón volvería a romperse y simplemente sintió que no podría resistirlo. El griego podría decirle, sabía que ellos podían comunicarse de formas... especiales.

–¡Saga! ¡Saga! –exclamó con un gesto que no le permitió hablar con claridad, con la voz arrasada por la emoción. –¡Shaka está vivo!

Aquello pilló al santo de Géminis tan desprevenido que ni siquiera emitió un sonido antes de intentar dar con el caballero caído... y no precisamente el Santo de Virgo, sino su hermano. Si Shaka había vuelto entonces Kanon...

No.

Nada.

Su gemelo no estaba allí.

Se levantó con algo de prisa mientras caminaba de un lado al otro como un gato encerrado ante la atenta mirada de Marianne.

–¿Puedes contactarlo? ¿Con tu cosmo-énergie, Saga? ¿Decirle que quiero verlo? ¡Por favor!

Jamir, Tibet

Shaka no podía dormir. 

Su cuerpo aún descansado de su siesta no estaba preparado para el "jetlag" de la teletransportación a Jamir, donde ya era la madrugada, helada. La manta con la que había cubierto su cuerpo picaba, igual que la ropa de Milo, que comenzaba a fastidiarle.

El contacto de Saga, urgente y demandante, le arrastró fuera de sus pensamientos.

"Shaka... mi hermano, ¿qué sabes de mi hermano? ¿Por qué no ha vuelto aún?"

El rubio suspiró. No creía que Kanon fuera capaz de salir, aún cuando la diosa velaba por él.

"Aún esta en juicio, Saga."

"¿Y cuánto crees que tardará en volver?" preguntó ligeramente entusiasmado. El indio a su vez no podía sentir el mismo entusiasmo porque no creía que eso fuera posible.

"Honestamente no creo que lo logre. Tu hermano... bueno, sabes los motivos por los que será juzgado. Se ha metido con todos los jueces del inframundo, Hades, Poseidón, Macaria, Atena y una de las Keres. Saori logró sacarme de allí alegando que obraba bajo sus órdenes pero... Kanon es..."

El rostro de Saga se ensombreció y sus ojos volvieron a morir. Estúpido él por albergar algún tipo de esperanza.

"Ya veo... está bien, entiendo." hizo una ligera pausa para rearmarse y supuso que en algún sitio de su alma que no sentía odio absoluto, se alegraba por la vuelta de Virgo. "Bienvenido de vuelta, Shaka, gracias por la información. Por cierto, Marianne... quiere verte, le gustaría hablar contigo. ¿Dónde estás?"

El indio clavó la mandíbula en su sitio y de haber presionado mas se hubiera partido alguna muela de regalo. Sería cínico. Podía contestarle acerca de su hermano, pero... aquello era demasiado humillante por sí mismo como para tolerarlo. Si la chica quería decirle la verdad acerca de su relación con Géminis, él no quería oírlo, ya sabía suficiente y con eso bastaba. Pasaría del encuentro y se dedicaría a él mismo. Suspiró.

"Pues yo no quiero verla a ella, Saga. Buenas noches."

París, Francia

El gemelo dejó de emitir el calor característico de su energía ante la atenta mirada de la joven que lo observaba perpleja y ansiosa.

–¿Saga? ¿Has hablado con él? ¿Dónde está Shaka? ¿Crees que podemos visitarle? No quiero molestar pero quizás podemos...

El santo de Géminis la interrumpió, pero a pesar de su intento fallido de resultar empático aquello sonó algo áspero cuando su voz le dio forma.

–Lo siento, Marianne. Le pregunté pero no me lo ha dicho. Está vivo, sí, pero no quiere... verte.

El rostro de la francesa se desdibujó inicialmente en un gesto confuso para luego dar paso a un halo de tristeza. Saga evitó sus ojos y volvió a la pequeña caja.

–Oh. –exhaló ella, sin más. Intentó procesar momentáneamente aquel vaivén emocional que la arrastró primero como una marea creciente de ilusión para ser devorada en instantes por una ola que la atrapó bajo un mar de angustia y duda.

–Lo siento. No ha querido decirme más, supongo que no estaba en su faceta comunicativa.

Marianne asintió.

–Está bien. Gracias de todas formas, Saga. –replicó, triste.

Le escribiría luego a Marin para desahogarse y por un instante, aquel piso parisino no se le antojó cómodo lejos de las risas de la japonesa y sus películas nocturnas, los codazos de su hermano en los riñones (y sus abrazos) y las bromas del atento león. Se alejó al diminuto balcón para observar el cielo francés que había sido su hogar durante años y se preguntó cuándo se curaría de aquella enfermedad crónica de salir con imbéciles mientras encendía un cigarrillo, solo para exhalar una bocanada de humo ante la atenta mirada de la luna parisina. Connard.

Saga intentó acomodarse en la silla sin notar que la conversación con el rubio renacido había desarmado su columna vertebral en una montaña pesada y arqueada, dejándole sin forma y sin esperanza.

Esta vez, el calor vibratorio de alguien que intentaba comunicarse con él le alcanzó como un manto amenazante, sin rastro de querer abrir una comunicación bilateral.

"Si lo lastimas, te mataré, Saga: lo juro. Si le haces daño, si te acercas a él, yo, Milo, personalmente, te mataré. No hagas ninguna estupidez, porque será la última que hagas en vida ¿lo entiendes? Si algo le sucede a Camus, estaré encantado de enviarte a visitar a Kanon con un billete de ida."

Milo.

Hola Milo.

Saga sonrió. 

¿Cómo no se le había ocurrido antes?

(¿Y si un trozo de madera descubre que es un violín?)

Sí.

Él lo era,
¿por qué no?

...Y sonaría como un puto Stradivarius tocando un réquiem que ya tardaba en componer.

¿Cómo no se le había ocurrido antes, de verdad?

Su sonrisa ésta vez, se expandió en su rostro como una mancha.

Había llegado la hora.

Aún sonriendo, desapareció de allí sin más.



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