34. "¿Qué es el amor?" - Parte 3
Muchas disculpas por la demora, se me extendió el capi y tuve que volver a partirlo así que hoy hay doble, wiiiii. ♥
Gracias a quienes leen y comentan y me dejan amor, me ayuda mucho a seguir y crear, gracias a mis chiquitas siempre, como always por comerse spoilers y dramas de "no sé como seguir".
Votos y comentarios hacen feliz a la autora y salvan orangutanes de la deforestación.
Mia ♥
"Cuando mi voz calle con la muerte, mi corazón te seguirá hablando."
Rabindranath Tagore
La joven de voz dulce y amable que se había deshecho en un océano de lágrimas imparables que no cesaban con ninguna palabra en especial, había logrado regular su respiración algunos largos minutos después, entre palabras que a Saga se le antojaron inentendibles. Sus quejidos, sonoros y agudos, se cargaban la fonética de aquella voz, pero fue finalmente capaz de articular algunas preguntas que en su mente no tendrían respuesta jamás. Los cómos, los por qués y una catarata de verbos condicionales que nunca calmarían aquel dolor, sin importar cuántos utilice.
Saga había decidido acompañarla. Dejar a su cuñada, sola y viuda afectivamente en la calle luego de darle la noticia que nadie quiere recibir le parecía inhumano y vil, así que se ofreció a caminar con ella y asegurarse de que se encontraba bien antes de marchar.
Bueno, nunca se encontraría bien, no sin él y no sabiendo que había sido asesinado y probablemente, sufrido.
Lo invitó a pasar y a pesar de que su cabeza no funcionaba con normalidad logró ofrecerle un vaso de agua que la viva imagen de su novio muerto aceptó con un gesto.
–Siento habernos conocido en estas circunstancias –dijo Saga, con el rostro impasible, tan impasible como pudo. Consolar a otras personas le ayudaba a drenar su propio dolor, pero aún no lo sabía.
La joven asintió acomodándose en una silla, barriendo sus lágrimas con la palma de su mano sin demasiado éxito, intentando acomodar en su mente aquellos episodios
("Ha muerto, lo siento mucho")
pero que el portador de la noticia sea un clon idéntico de la persona que había amado le parecía una broma cruel y retorcida.
–No sabía que tenía un gemelo idéntico. –alcanzó a murmurar ella con la voz fragmentada.
Saga la miró. No le sorprendía y tampoco podía odiarlo por aquello. Asintió.
–¿Nunca te ha hablado de mí? –preguntó, cauteloso. No quería remover cosas y especialmente no en ese momento, pero la curiosidad lo invadió y su boca se movió casi sin pensar.
–Solo me dijo que tenía un hermano mayor, lo siento.
El griego negó con la cabeza.
–Está bien, supongo que comprendo sus motivos y... lo entiendo.
La joven buscó sus ojos, tan iguales a los de Kanon y tan diferentes a la vez. Su gemelo era idéntico, sí, pero aquellas cuencas oculares parecían vacías y sin vida.
–Yo no... yo no los entiendo. Creí que lo sabía todo...
Él la detuvo con un gesto.
–No es algo fácil... –se detuvo y su voz se quebró levemente cuando volvió a reformular su oración. –No era algo fácil para él.
Cambiar aquel verbo presente por el pasado le atravesó el corazón como una flecha ardiendo, pero sí, su hermano ya no utilizaría presentes ni futuros. Ella, entendiendo aquel cambio verbal, volvió a llorar.
–Lo siento, sé que él hubiese querido que te enteres y como sabrás, el Santuario es bastante hermético en sus comunicados y no querría que lo esperes sin saber qué sucedió con él.
("¡Podrías haberme avisado que no vendrías Saga! ¡Te esperé! ¡Te esperé y no viniste!")
–Creí que estaba en China cuando atacaron. –murmuró en un pequeño quejido prácticamente inaudible. –Creí que me diría que había vuelto...
El guardián de Géminis negó, como si su cabeza pesara una tonelada.
–Estaba en China cuando lo llamaron. Un compañero cayó en Milos y tuve que marchar a reemplazarlo. Todos los caballeros activos fueron avisados de forma urgente y obligados a volver a defender el Santuario. Todo sucedió muy rápido y tenían órdenes estrictas de no abandonar sus puestos... él también cuidó Géminis y me reemplazó... si yo hubiera... estado allí él aún estaría con vida.
Su voz volvió a jugarle una mala pasada. Ella no dijo nada, aún intentaba ordenar sus pensamientos y escucharlo al mismo tiempo. Saga tosió antes de proseguir.
–Creyeron que el ataque sería diferente y necesitaban todas las casas con sus respectivos guardianes... pero mi hermano era muy hábil con las ilusiones a distancia y le encomendaron cuidar del mío y del octavo, junto a otro compañero que irónicamente también está enterrado. La maldición de Escorpio, supongo... No fue su culpa, no pudo avisarte, no podía marcharse ni abandonar aquel sitio ni aunque lo deseara.
Ella asintió, jugando con su brazalete, el regalo de un aniversario que jamás se repetiría.
–Gracias por... venir a decírmelo. Debe ser difícil para ti también.
–Lo es, pero mi hermano no le importaba a nadie excepto a nosotros y ya me jodía la hipocresía de los demás con sus condolencias ficticias de mierda. –suspiró. –Supongo que de alguna forma saber que Kanon fue amado calma levemente el dolor de su ausencia, aún no lo descifro.
–A mí sí me importaba.
Saga asintió, creía saberlo.
–Lo sé. Y a él le importabas tú. ¿Sabes?... –sus ojos verdes y tristes la alcanzaron por unos instantes. –Nunca había visto a mi hermano tan feliz. Yo jamás lo logré en muchos años y tú sí. Gracias.
"Amar duele. Es como entregarse a ser desollado y saber que en cualquier momento la otra persona podría irse llevándose tu piel."
Susan Sontag
Gracias a la ayuda extra del gemelo y su pequeño encuentro con el director, el móvil de Marianne finalmente había sonado para notificarle que querían entrevistarla aquella mañana para un posible puesto en el hospital.
Intentaba escoger su ropa cuidadosamente y Camus decidió esperarle para ir juntos (después de todo, él también debía visitar a Milo), pero sabía que su hermana estaba nerviosa y quería realizar el apoyo pertinente (ella no lo dejaría ir de todas formas).
–Se darán cuenta que no sé hablar griego, mi mente se pondrá en blanco y romperé a llorar. –repetía por décima vez, cambiándose la camiseta también por décima vez.
–Ya te escuché las otras nueve veces, Mimi. ¿Qué le pasó a la joven parisina y segura? ¿De verdad vas a cambiarte nuevamente? Llegarás tarde.
–¡No soy parisina, Cam! Vamos a ver... ¿a quién contratarías tú? ¿Esta camiseta o esta? –preguntó curiosa mostrándole las prendas con sus manos.
–Pues yo contrataría una buena enfermera y ya lo eres. Da igual cómo te vistas.
La francesa resopló.
–Por favor, Camuuuus. Ayúdame, porfa. –protestó con un gesto triste tironeando ligeramente de su brazo como cuando eran niños y quería que su hermano se alíe con ella en alguna aventura que él desaprobaba.
–Vale. –exhaló él, negando con la cabeza antes de sumergirse en la maleta de la pequeña pulmones estereofónicos. –Esta es demasiado alegre, esta demasiado colorida, esta demasiado oscura...
Su hermana lo miró, sorprendida.
–¿Nada te va bien? ¿Entonces qué, voy desnuda? Porque no tengo más ropa aquí.
–...Esto es demasiado elegante y aburrido... y esto podría servirte si decidieras pasarte la tarde en Woodstock fumando marihuana con tus amigos en la década del 60'. –Siguió buscando hasta que dio con lo que necesitaba. –Ah, aquí está. El azul te sienta bien e inspira confianza pero no es tan oscuro como el negro... mmmm... y con este pantalón estarás bien. Voilà. Ahí lo tienes.
–Oye, nada mal para un guerrero, eh, ¿quién eres? ¿"Camus du Verseau: el caballero del hielo y el estilismo"? –respondió cambiándose otra vez.
El galo rio, divertido.
–Bueno, estilista no, recuerda que soy profesor de francés... sabes que no puedes decir absolutamente nada de todo lo que sabes de nosotros, ¿verdad?
–No soy estúpida, Cam, no diré nada. Nunca lo hice.
–Ya. Tienes 15 minutos... ah, y como respuesta a la pregunta que sé que vendrá a continuación; no, no voy a alisar tu pelo. Coleta alta, pareces más seria y no te pases con el maquillaje.
–Ay por favor, ¿y mi labial rojo?
–Nada de labial rojo, delineas un poco tus ojos y la boca, clara. 14 minutos, Marianne.
–Aish, ¡pero qué cosa más bonita eres! –exclamó feliz antes de besar exageradamente su mejilla, lo que el francés limpió con el dorso de su mano y provocó una carcajada en su hermana.
–No es necesaria la saliva, pareces un cachorro.
–Los cachorros son adorables y tú también lo eres, mi pequeño osito polar.
***
El pequeño osito polar y su hermana finalmente llegaron al hospital para tomar rumbos distintos. Camus atravesó aquel pasillo como siempre, robando las miradas de las enfermeras del ala izquierda para sentarse finalmente frente a la cama del griego.
–Hola –le sonrió tomando su mano. Milo hizo un gesto similar, algo que parecía una sonrisa; supuso que era el dolor.
–Te ves cansado. –deslizó el escorpión. –¿Una noche difícil? ¿Qué tal ha ido todo?
El francés asintió.
–Bueno, algo. Dormí dos horas.
–Ah, ¿y eso por qué? –preguntó curioso. El galo mintió rápidamente.
–Marianne ha tenido uno de sus episodios de llanto imparable y me mantuvo despierto hasta la madrugada. Vimos una película y dormimos algo tarde.
Los ojos del guardián de la octava casa lo siguieron.
–Ya veo... bueno, normal, ¿no? Su chico murió injustamente, normal que llore. ¿Qué película era? ¿Buena?
Camus volvió a mentir y el recuerdo de su hermana y el helado post-Antoine lo alcanzaron para cooperar.
–Cinema Paradiso. –contestó sin más detalles.
El griego sonrió.
–Ya. Supongo que es jodido tener hermanos e intentar cuidarlos siempre, ¿no? Quiero decir... Marianne depende mucho de ti.
Aquellas palabras habían salido más secas de lo que Milo había previsto, pero no logró evitarlo. Camus le estaba mintiendo tan descaradamente y él había acumulado tanto odio en el relato de Lía que estaba esperando el momento indicado para saltarle al cuello. El francés negó, intentando evitar la conversación.
–Solo la acompaño. Ella se cuida bien sola... ya es una mujer y sabrá lo que hace. ¿Cómo te sientes?
La mandíbula del griego se trabó antes de continuar. ¿Cómo se le ocurría mentirle así?
–Se cuida pero de todas formas te encanta tomar decisiones por ella, ¿no? Como cuando le prohibiste morrearse con tus colegas y le dijiste a Shaka que lo deje. Es una mujer adulta, y sin embargo, no puedes evitar tomar decisiones en su nombre, ¿no? ¿Así funciona?
Los ojos del francés se fijaron en él, no sabía de qué iba aquello pero lo intuía.
–Ella puede hacerlo, solo intento hacer lo mejor para que no la lastimen. A veces, para cuidar de alguien, debes tomar decisiones.
La risa de Milo resonó algo histérica y molesta.
–Eso se llama control. Eres una máquina de controlarlo todo, Camus.
El francés soltó su mano y lo observó, frunciendo el entrecejo.
–No vengo aquí a ser insultado. –resopló, pero el peligro de aquellas barreras defensivas que tanto le había costado domar resurgía.
–Es la verdad, no un insulto. A veces, simplemente, debemos aceptar quienes somos realmente. –aseveró el griego, pero él no lo lograba porque aún intentaba digerir la historia de su pasado. –Entonces... Marianne no se encontraba bien y le acompañaste... es realmente afortunada de tenerte. Imagino que perder a Shaka fue muy duro para ella.
La voz de Camus se había ensombrecido tanto como los ojos del escorpión. Contestó de mala gana.
–Sí. Pronto estará bien. De todas formas, solo compartió dos meses de su vida con él... tampoco se echará una eternidad llorando, conocerá a alguien algún día y pasará página.
El griego lo miró. Camus el imperturbable había llegado ya.
–Así funciona el amor para ti ¿eh? ¿Sólo pasas página?
El francés asintió.
–Así funciona la vida, Milo. Shaka está muerto y aparentemente no volverá. ¿Mi hermana debería ir a llorar a su tumba todos los días y morir sola? Sería una estupidez.
El recuerdo de encontrarse él mismo llorando frente a la lápida que rezaba el nombre del galo lo alcanzó con un golpe certero al corazón.
–Eso hice yo cuando te moriste, Camus. Yo iba día tras día a llorar a tu tumba, sí, pero según tu lógica es una estupidez.
El francés levantó los hombros.
–Bueno, no te quedaste solo, aún te tirabas a Aioria, ¿no? –respondió con naturalidad. –Me extrañabas pero pasaste página.
Milo estalló en una carcajada sardónica.
–¿De verdad vas a decirme esta mierda? ¿Te parece que pasé la puta página cuando te enterré? Si a tu hermana le sale del culo llorar sobre la tumba de la persona que quiso durante una vida si eso quiere es su puto problema y si tú eres tan insensible como para considerarlo estúpido pues el estúpido eres tú. ¿Sabes cuando me di cuenta que lo de tu hermana y Shaka funcionaría? Cuando él no quiso mentir sólo para conquistarla. Él quería ser honesto con ella. La honestidad es una maravillosa cualidad, Camus. No todos la poseen, ¿sabes? El tipo era torpe sí, pero honesto. ¿Y tú, Cam? ¿Lo eres?
El francés asintió, molesto. Sus ojos se entrecerraron cuando observó a Milo fijamente.
–Lo soy, sí.
El griego siseó.
–Mira con que par de pelotas me mientes en la puta cara, cabrón. Vete. No quiero verte. Vete de aquí y vuelve cuando tengas la decencia de no ocultarme cosas importantes de mi vida, Camus.
"Ni siquiera la prueba de lo absurdo de sus sospechas podrá consolar al celoso, porque los celos son la enfermedad de la imaginación."
Vicente Aleixandre
–¡Lo vi!
Aquel Shaka adolescente dio un ligero salto, las irrupciones del carnero en su templo podían ser algo invasivas, especialmente cuando intentaba meditar.
–Mu, ¿podrías no hacer escándalo cuando entras?
–Es que lo vi, lo vi. –exclamó el tibetano bordeando la desesperación. Lloverían palabras, el indio se lo veía venir, inhaló profundamente.
–¿Qué es lo que viste?
El carnero estaba rojo y parecía enfadado, suponía que no sería nada bueno y que el ataque verborrágico le alcanzaría como un golpe certero en la cara.
–Acompañé a Aldebarán al pueblo y una mujer le obsequió unas estúpidas flores y ¡creo que él coqueteó con ella!
–Mmm... –murmuró Shaka. –¿Cómo pueden ser estúpidas las flores?
Mu lo miró frunciendo el ceño.
–Shaka concéntrate. Me dijiste que Aldebarán me amaba.
La nariz del rubio se arrugó, no recordaba haber asegurado eso en ninguna conversación.
–¡Ya ves! Yo tenía razón –exclamó desplomándose en el jardín exhalando exageradamente. –No le gusto yo, le gustan las mujeres.
–Bueno, tú no eres excesivamente "masculino" si vamos a lo que podríamos definir como "masculino" en términos generales, así que aún podrías tener una oportunidad.
La mirada del carnero lo atravesó fulminante.
–Dime que no has dicho eso tú justamente que te ves como una princesa de Disney.
–Bueno, soy una princesa bastante poderosa así que está bien así, nos vemos como nos vemos y ya está. Intentaba animarte, Mu, solo digo que quizás... estás celoso y no ves con claridad.
–No estoy celoso. –protestó molesto. –Tu cara está celosa.
El cuerpo de Shaka se sacudió en una carcajada sorpresiva y sonora.
–¿Qué? ¿Mi cara?
–Es que ya no sé lo que digo. –suspiró el carnero. –Lo siento, tu cara no está celosa, quizás yo lo esté, levemente.
–Los celos son estúpidos, Mu. Aldebarán puede hacer lo que quiera y si quiere acostarse con alguien más puede hacerlo, es un ser humano y no es tu propiedad.
Los ojos del tibetano danzaron impacientes.
–No lo entiendes porque no te has enamorado.
Su compañero volvió a estirarse brevemente y negó con la cabeza.
–No lo entiendo porque los celos son estúpidos y la gente no te pertenece. Además, ¿por qué no simplemente le preguntas?
Aquello parecía fácil pero en el torbellino de emociones del joven carnero era imposible.
–¿Estás loco? ¿Por qué haría eso? Se enterará que estoy perdidamente enamorado, probablemente no sienta lo mismo... y luego ya no seremos amigos. No quiero perderle, quizás... solo deba olvidarme de él en plan romántico.
El indio meditó aquella frase por un momento.
–Si le pierdes por eso nunca fue tu amigo realmente, además tú no quieres ser su amigo... entonces, ¿por qué sostener un vínculo que te hace tan infeliz? Mañana es su cumpleaños, habla con él. Lo repetiré otra vez... ¿por qué no simplemente le preguntas?
El carnero suspiró angustiado.
–Si Aldebarán quiere salir con esa chica, me iré a Jamir para siempre, Shaka.
El rubio no lo entendía.
–¿Por qué harías eso, Mu?
–Porque si está con alguien más, lo único que me hará feliz es olvidarme de él y que él se olvide de mí. Quizás... de esa forma deje de doler.
Solo padeció un día más de agonía emocional antes de aquel cumpleaños donde finalmente descubrió con un beso impulsivo y torpe, que el toro estaba tan locamente enamorado como él, para nunca más separarse.
"Aceptamos el amor que creemos merecer."
Stephen Chbosky
–Shaina, pasa por favor.
La italiana camino firme y segura antes de arrodillarse ante su Patriarca que la miraba algo divertido.
–Tranquila, puedes levantarte. –deslizó Dohko. –Siéntate.
La mente de la joven se inquietó por un momento, buscó la mirada de ambos con curiosidad.
–¿Sucede algo?
–Nada grave, descuida. –Aseguró el chino para tranquilizarle. –Habrá algunos cambios en el Santuario y queríamos hablar contigo de ellos.
Bueno, tranquilizar, tranquilizar... aquello no le tranquilizó. No sabía de qué iba, pero los cambios a veces no eran buenos; especialmente si tenían que citarle sola.
–¿Cambios? –atinó a preguntar.
–Sí. Algunos caballeros decidieron... hacerse a un lado y no quiero dejar sus templos vacíos.
Shaina asintió. Sabía que Aioria se había marchado junto a Marin, pero no entendía como le afectaría eso a ella.
–Mu ha decidido dejar el Santuario y necesitamos que alguien porte su armadura y cuide el primer templo. Creo que podrías hacerlo muy bien, si aceptaras custodiar Aries.
La boca de la italiana se desencajó en un gesto de sorpresa.
–¿Yo?
–Sí, tú... ¿Planeabas irte también?
–¡No, no! –exclamó ella, rápidamente, y luego se corrigió. –No pensaba irme pero... yo no tengo el entrenamiento de un santo de oro... no creo ser capaz.
Fue Shion quien habló esta vez.
–Como antiguo guardián de la primera casa y Patriarca estoy seguro que podrás hacerlo muy bien, Shaina, eres una guerrera leal y formidable. Yo te entrenaré personalmente y me encargaré de preparar tu armadura. Si la quieres, claro, no es una obligación.
Una sonrisa de emoción se asomó en la boca de la italiana.
–Sería un honor, yo... no sé qué decir.
Dohko rio.
–Puedes comenzar por decir "sí". El honor sería nuestro, lo mereces y te merecemos.
La italiana asintió conmovida.
–Yo creí que... que los Aries solo... eran... –intentó buscar una palabra que no ofenda a Shion al referirse a aquellos tibetanos "especiales" pero no la encontró, de todas formas él la interrumpió.
–Si quieres puedo dibujar dos puntos en tu frente, pero creo que con el entrenamiento será suficiente. Entonces... ¿aceptas? –rio el antiguo carnero.
La joven afirmó con su cabeza, segura.
–Sí. Acepto.
"El amor es la condición en que la felicidad de otra persona es esencial para la tuya propia".
Robert A. Heinlein
–Hemos terminado aquí.
La voz sonaba severa en aquella sala silenciosa pero muchas miradas se encontraban entre sí.
–No, no hemos terminado. –dijo Saori, fuerte y claro. Se levantó pero no se movió de su lugar. –No voy a irme sin ellos, me da igual que tengamos que extender este juicio diez vidas. No voy a abandonar a mis santos, no ahora, no así y no después de verles caer de forma tan injusta.
–El juicio ha terminado, Atena –deslizó serio Hades. –Thanatos ha cumplido con su parte y le ha devuelto la vida a tus caballeros, lamentablemente, no hay nada más que podamos hacer por ti.
–No es "por mí". Es por el orden y el equilibrio que buscamos y que tu hija ha decidido romper arbitrariamente. Aún quedan dos de mis santos aquí y no me iré sin ellos. Cumplían las ordenes divinas de proteger mi Santuario y mi vida de un ataque injusto que buscaba acabar con la paz que todos necesitamos.
–Pues lo siento, en todas las guerras hay bajas...–
–No. Esto no fue una guerra, fue una arbitrariedad despótica y una vergüenza para todos, no voy a permitirlo. Y tú, padre, tampoco deberías.
La voz de Zeus inundó la sala y todos callaron.
–Rhadamanthys, ¿tu veredicto respecto al santo que juzgas?
Los ojos del juez buscaron a los de su rey, pero éste no lo miro. Thanatos, en cambio, lo observaba fijamente.
–Es culpable de haber atacado a un Dios mayor en la última guerra santa. Intentar asesinar una divinidad es simplemente un acto que no podemos—
Atena volvió a hablar.
–Lo hizo bajo mis órdenes, eso exime a Shaka de la culpa que intentas adjudicarle. La guardiana de la tierra soy yo, se retiró cuando se lo pedí.
El gemelo no tardó demasiado en vociferar.
–Macaria es mi esposa y la hija del señor del Inframundo. Atacarla a ella también es levantarle la mano a un Dios.
Saori lo miró.
–Shaka cuidaba de mi Santuario, ella, sin embargo, no tenía nada que hacer allí. Él actuó correctamente y bajo mis órdenes, otra vez.
Zeus resopló, fastidioso.
–¿Y bien? ¿Rhadamanthys? Recuerda que este juicio debe ser justo para garantizar tu continuidad en tu puesto. Los ojos del juez volvieron a pasear, incómodos y nerviosos, por aquellos rostros para finalmente observar fijamente al Dios del trueno.
–Virgo cumplía órdenes divinas, y en ambas circunstancias el Santuario fue atacado, por lo que su accionar está justificado. El santo puede volver.
Saori sonrió, asintiendo.
–Muy bien. ¿Aiacos? –volvió a hablar Zeus. –¿Tu veredicto respecto al santo que juzgas?
Una media sonrisa se dejó ver en el rostro de la Garuda.
–¿Por dónde comenzamos? Esto irá para largo.
"¿Has estado alguna vez enamorado? ¿Horrible verdad? Te hace tan vulnerable. Abre tu pecho y abre tu corazón y significa que alguien puede entrar en ti y revolverte por dentro. Tú construyes todas esas defensas, construyes una armadura completa, de forma que nada pueda herirte, entonces una persona estúpida, similar a cualquier otra estúpida persona se aventura en tu vida estúpida... les das una parte de ti. No la pidieron. Solo hicieron alguna tontería un día, como besarte o sonreírte y desde ese momento tu vida ya no es tuya. El amor toma rehenes. Se mete dentro de ti. Te come por completo y te deja llorando en la oscuridad, de forma que una simple frase como "quizá solo deberíamos ser amigos" se convierte en una astilla de cristal directa hacia tu corazón."
Neil Gaiman
.
–Que te vayas, dije. –repitió Milo, serio, pero el francés no se movió. –Me ocultaste a mi propia hermana y fuiste a su puta casa, Camus. No quiero verte y no puedo irme de aquí, así que si puedes levantar tu maravilloso culo y pirarte, lo agradeceré profundamente.
El silencio invadió la sala por unos minutos hasta que el galo logró articular su oración.
–No dije nada porque no me correspondía. Ella debía decírtelo. –aseveró mirándolo fijamente,.
El griego negó.
–Sí, correspondía, porque se supone que eres mi pareja, ¿no? Probablemente no entendí bien qué vínculo teníamos. Creí que eso de la exclusividad no era solo una castración monogámica, supuse que finalmente estaríamos juntos, de verdad... –resopló, preso del fastidio. El francés se limitó a observarlo en silencio. –No puedo estar con alguien que puede mentirme tan tranquilamente y ocultarme algo tan importante, Camus, quiero que te vayas. No quiero verte, no quiero estar contigo.
–No comprendo, ¿estás dejándome?
Los ojos del griego no lo miraron, giraron a buscar su propia vía y luego se apagaron para dar paso a un suspiro de agotamiento, estaba demasiado enojado con la vida para poder pensar con claridad.
–Sí, creo que eso estoy haciendo.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top