27. Solo quería vivir
¡Hola! Aquí con actualización larga. Gracias por los votos, los mensajitos y el amor. Especialmente, gracias a degelallard por ser tan pero tan dulce siempre, por llenarme de cariño los comentarios y espero que le guste su regalito.
A quienes votan desde las sombras, gracias también :)
Mia <3
...I know someday you'll have a beautiful life
I know you'll be a star in somebody else's sky, but why
Why, why can't it be, oh can't it be mine?...
(...Sé que algún día tendrás una vida hermosa,
sé que serás una estrella en el cielo de alguien más, pero ¿por qué?
¿Por qué no puede ser en el mío?...)
Pearl Jam - Black
"Ich bitte dich
Ich will nur leben
Ich will leben"
"Te lo ruego
Solo quiero vivir
quiero vivir"
Lacrimosa - Schakal
Mientras se acercaba a la recamara que había sido su hogar años atrás, los pensamientos de Shion se desviaron buscando a Dohko. Seiya lo seguía caminando detrás, tan confundido como él, tampoco se atrevía a hablar. Jamás, en toda su vida, había presenciado un ataque de aquella magnitud -nunca pensó que lo haría- y aquel episodio había barrido con casi todos los santos... probablemente también con el antiguo guardián de Libra, quien había decidido pelear sin armadura.
Quiso insultarlo, rematarlo el mismo. La ira y la angustia subían por su vientre como el fuego. Ahora, estaba tan perdido como todos aquellos que comenzaban a buscar a sus compañeros entre los escombros, pero no podía permitir que la vulnerabilidad lo invadiera; no en un momento así. Debía pensar, pensar con la cabeza fría... después de todo, había sido Patriarca alguna vez y su voz había sido respetada.
Fue Seiya, sin embargo, quien habló primero.
-Creo que se han ido. Deberíamos atender a los heridos.
Heridos, sí. Y darle sepultura a los muertos, quiso replicar Shion... aunque no pudo decirlo porque eso lo volvería real y no podía pensar en enterrar a Dohko, simplemente no podía. Esperaba, de una forma que consideró egoísta, que al menos el joven carnero fuera un sobreviviente. Si Dohko no pudo sobrevivir, quiero al menos volver a abrazar a mi alumno.
Había otro problema, sí...
Ambos habían visto a la Diosa desaparecer sin dejar rastro, sin explicaciones ni indicaciones. Ahora mismo el Santuario estaba totalmente destruido y no tenían una voz que los guiara en aquel infierno, ni siquiera la certeza de que aquellas cosas oscuras que surcaban el cielo con violencia no volverían a aparecer.
Shion contestó finalmente.
-Tienes razón. Debemos encontrar y atender a los heridos. Nosotros estamos bien, tenemos que ayudar. Dado que los primeros templos... -tosió, intentando que su voz no se viera afectada por sus emociones. -...dado que los primeros templos han sido completamente destruidos, tendremos que utilizar las cabañas, no podemos subirlos hasta Escorpio. También deberíamos trasladar a los heridos de gravedad al hospital.
Escaleras abajo, minutos después, dieron con el primer cuerpo entre los escombros de la antigua casa de Tauro, pero Hyoga ya no respiraba cuando lo encontraron. Seiya se arrodilló, apenado.
-Hyoga... está muerto. -sentenció, como si Shion no pudiera verlo por si mismo. El alguna vez guardián del primer templo asintió.
-Debemos seguir, Seiya. No se irá de aquí, debemos atender a los heridos. De los muertos nos encargaremos luego.
El japonés afirmó con la cabeza, pero no pudo evitar que las lágrimas se deslizaran bajo sus ojos empapando sus mejillas. Antes de marcharse, cerró con sus dedos cordialmente los ojos del ruso que yacía pálido muy lejos de su brazo izquierdo y con el pecho rasgado.
Cuando Milo se durmió nuevamente y el tiempo para visitarlo se esfumó entre sus dedos por arte de magia, Camus regresó al hotel para dar sorpresivamente con el león y la japonesa. Marin lloraba, tan espasmódicamente, que su pequeño cuerpo se sacudía una y otra vez presa de la angustia. Se detuvo. Quería dejarles solos, sí, pero también quería saber que coño estaba sucediendo en el Santuario...
¿Qué hacía el león allí de todas formas, no se había ido ya? Y si habían vuelto... ¿Por qué no estaba su hermana con ellos?
El griego se volteó, para encontrarse con la mirada del francés.
-Siento interrumpir pero... -se disculpó. -¿Has visto... a mi hermana, Aioria? ¿Qué está sucediendo?
Los ojos verdes siempre alegres y vivos del león de los relámpagos estaban apagados, oscuros. Acarició el brazo de la joven y la ayudó a recostarse. Le susurró algo, alejando el flequillo de su frente y se levantó para encarar al aguador.
-Lo siento, Camus. No la he visto. No he dado con ella. -respondió, lo que era verdad. No la había visto ni viva, ni muerta.
La luz de esperanza que albergaba el galo en su corazón comenzaba a centellear, atenuándose lentamente.
-¿Y Shaka? ¿Has visto a Shaka?
El león asintió.
Sí, había visto a su vecino.
-Shaka ha muerto, Camus. -contestó el griego apenado.
("¡Shaka, Shaka, escribe mi nombre en hindi, porfa!")
Los ojos del francés se abrieron tan intensamente que el brillo de su mirada se magnificó. Pestañeó, confundido, y la luz de la esperanza se apagó. No podía estar muerto, Virgo no moriría tan fácilmente... y si el indio estaba muerto su hermana...
-Shaka... -murmuró. Aún no creía que su amigo hubiera caído. Días atrás le había echado una bronca solo por existir... y aquello comenzaba a dolerle más de lo que su corazón podía procesar. Le había prohibido tocar a su hermana, acercarse a ella y acercarse a él, la noche en la que se convirtió en una lluvia de odio, destrucción y vómito. Se sintió un imbécil.
-Sí, los... templos... bueno, lo destruyeron todo, Camus. De Aries a Escorpio, no quedan más que ruinas y escombros. Creo que Shaka no dejaría sola a tu hermana en su templo de todas formas, estoy seguro que encontró la manera de sacarla de allí.
Su corazón se detuvo para luego acelerarse bombeando pánico a cada uno de sus órganos. Si el rubio había caído y su templo también, su hermana probablemente...
-Shaka no... no puede hacer eso, Aioria. Solo Saga, Kanon o Mu.
-Kanon... bueno, él... Kanon tampoco sobrevivió.
-¡¿Pero que mierda sucedió?! -gritó, desesperado. Tendría que irse, tendría que ir a buscar a su hermana... y si estaba muerta, darle sepultura él mismo. Recordó a la pequeña pulmones estereofónicos recitando Antígona, hablando del dolor y la justicia de enterrar un hermano y su corazón se hizo tan pequeño que creyó que moriría otra vez de pena. Se levantó, muy cerca de hiperventilar.
-No lo sé, yo... cuando Saga me envió, todo estaba... no lo sé, lo siento. -intentó articular el león, pero llevaba demasiados días de angustias y pensar con claridad le resultaba una tarea titánica. Las palabras se le desordenaban en la mente y por su boca no salía nada coherente.
El francés miró a la joven.
-¿Sabes algo de mi hermana? ¿Qué pasó, Marin?
La japonesa negó.
-Lo siento, no... y tampoco sé que sucedió, Camus, todo fue muy rápido... unas siluetas oscuras sobrevolaron el cielo destruyéndolo todo en unos minutos. No ví nada más hasta que Aioria y su hermano me encontraron y logramos salir. Mataron a Shaina... esas cosas... se abalanzaron y... la despedazaron. Jabú... su cuello... -La castaña tuvo que detenerse para llorar, otra vez.
Los ojos azules del francés no daban crédito a lo que veían ni sus oídos a lo que escuchaban. Ni a la joven, ni a su relato, ni al león apagado como si su batería vital se hubiera agotado.
-No... no puede ser. Mi hermana... debo irme. ¿Has visto a Saga?
El león asintió.
-Sí, fue él quien me envió aquí. También Aioros y Shura. No sé mucho más. Lo siento, de verdad. Estoy seguro que tu hermana está a salvo en algún sitio.
La mirada de Camus se oscureció. Volvió a su postura gélida y desafiante. Esas palabras ya se las podía meter por el culo. Odiaba cuando la gente le daba ánimos, porque él bien sabía que el joven no tenía idea y que probablemente su hermana estaba muerta.
-No tienes que decir nada que no sepas para animarme, solo limítate a darme los hechos que sepas con certeza.
Los ojos del griego lo buscaron, fastidiado. Estaba irritado y cualquier chispa podía provocar que el león se incendiara rápidamente. Así había sido siempre.
-¿Quieres hechos? Conozco a Shaka. Fue mi vecino y amigo durante casi 20 años. Jamás abandonaría a tu hermana, porque eso haces cuando quieres a alguien, Camus... por eso fui a por Marin y por eso está aquí. Por eso estas tú aquí, junto a Milo. Por eso estoy yo aquí, porque mi amigo me cuidó. Entiendo tus miedos, pero no comiences con tus miraditas solo porque estás aterrado y cabreado. ¿Quieres hechos? Cuando quieres a alguien lo cuidas, eso es un puto hecho. Shaka adoraba a tu hermana a su forma torpe pero era uno de los mejores y si salió de su puto templo a morir, es porque Marianne estaba a salvo en algún sitio.
El francés entrecerró sus ojos y no dijo nada. Miró al griego, con molestia. No quería gestar falsas esperanzas, no podría vivir de falsas esperanzas. No podría vivir si se ilusionaba y luego la encontraba muerta. Odió profundamente su espíritu positivo.
-Tenías la cabeza demasiado enterrada en el culo para darte cuenta lo mucho que la quiso, quizás porque tú aún estás aprendiendo a querer. -escupió el león, con desdén.
-No me interesa nada que no sea una absoluta certeza, Aioria, si quisiera alimentar falsas esperanzas puedo hacerlo yo mismo. Limítate...---
El griego lo interrumpió.
-Shaka lo planeaba absolutamente todo. ¿Es que no le conocías de nada? Sabía que cenaría con una puta semana de antelación. ¿Crees que algo podía pillarlo por sorpresa? Ahí tienes tus putos hechos. Era un hombre precavido, deberías confiar más en tu amigo.
-Mi amigo está muerto y su templo destruido. -dijo gélido y con cierto desprecio. Estaba enfadado, enfadado con el león y con él mismo, enfadado con sus estúpidas e impulsivas decisiones basadas en su corazón, que probablemente habían enterrado a su hermana menor sola en medio de un caos generalizado que había destrozado a sus compañeros.
-Pues lo lloras, hijo mío, como lo hacemos todos. Mi hermano también está allí, también temo por él, ya lo vi morir una vez, no quiero perderlo otra. Mi mejor amigo aún oscila entre la vida y la muerte. ¡No eres el único que sufre, Camus!
Aquello le golpeó, porque era cierto. Todos sufrían, sí. La japonesa se veía fatal y Leo no iba mucho mejor. Su orgullo le jugó una mala pasada y volvió a hablar.
-Tu hermano es un caballero. Mi hermana es enfermera. Aioros sabe defenderse y Marianne no. No sé que sucedió, pero estaba sola...
-¡Que no estaba sola! -lo interrumpió, elevando la voz. -¡Nunca lo estuvo, Camus! Shaka nunca se movió de su lado, dale un poco de crédito, cabrón. ¿Sabes qué? Estoy hasta aquí de tus tonterías. Cuando encuentres a tu hermana viva, me reiré en tu puta cara y tendrás que pedirle disculpas al cadáver de tu amigo por desconfiar de él y agradecerle el haberla salvado. Te vendría genial confiar un poco más en los demás.
El francés asintió, de mala gana. Lo que decía el griego tenía lógica después de todo, pero estaba demasiado aterrado para poder verlo con claridad. Le dolía Shaka, le dolía Milo, le dolía su hermana... pero expresarse aún le resultaba difícil.
-Tienes razón, supongo. -suspiró, quería creerlo con todo su corazón, sí.
-Claro que la tengo, porque confío en mis amigos.
No había muertos ni en Tauro, ni en Aries, el río de sangre y cuerpos nacía a los pies del santuario como una panorámica injusta y horrible. Se escuchaban quejidos y lamentos, pero era difícil distinguir desde donde provenían.
Seiya ayudó a un malherido Ikki arrastrar a un agónico Shun, mientras Shion movía con su mente los escombros que cubrían una pierna dorada. La pierna, gruesa y enorme, pertenecía al santo dorado de Tauro, quien cubría con su cuerpo...
Mu.
Los sollozos del brasileño se escuchaban tenues, como si ya no le quedaran fuerzas para llorar. Shion observó aterrado la cantidad de sangre que lo inundaba todo, que parecía haber manado de su joven alumno. Se acercó a ellos, con cautela, solo para ver la palidez inerte de la muerte en el rostro del que había sido su pequeño alumno.
<<"Soy Mu. ¿Es usted mi maestro?" le había preguntado confundido, el día que le conoció. El niño era diminuto y parecía frágil. Se veía tan atemorizado que le conmovió y le obsequió una sonrisa tranquilizadora.
"Así es, soy tu maestro, Shion" había respondido. Aquella noche, descubriría que el futuro carnerito le tenía terror a aquel sitio y se encontró a sí mismo contando cuentos para ayudarle a dormir, día tras día.>>
El recuerdo del chiquillo lo invadió todo. El recuerdo de su voz, dulce, amable y algo aguda terminó por derrumbarlo.
-¿Aldebarán?
Tauro no se levantó. Parecía demasiado aturdido para eso.
-Mu... está... yo... no pude...
El antiguo patriarca se acercó a ambos, para dar una palmada afectuosa al guardián del segundo templo. Quería llorar a su niño, al pequeño Mu, quien lo despertaba aterrado para pedirle un cuento nuevo. El niño estaba allí, 20 años después, muerto.
No pudo ni supo decir nada. Se limitó a acariciar la frente pálida del jóven Aries que se enfriaba lentamente.
-Lo siento, Alde. Lo siento mucho.
-Mu solo quería vivir -respondió él, entre sollozos.
La francesa acomodó su vestido nuevamente antes de decidir explorar en dónde se encontraba. Esperaba no tener que caminar demasiado, porque sus pies descalzos no se lo permitirían y se encontraba demasiado triste y agotada para poder andar por mucho tiempo. Suspiró, frustrada, intentando descubrir qué era aquel sitio, aunque no lo llevaba claro. El vértigo de aquel traspaso dimensional le había dejado una sensación extraña.
Al menos no hay gente, pensó. Bonito espectáculo daría desnuda caminando por allí, en un sitio que desconocía.
Intentó entender y repasar lo sucedido, para darle un sentido en su cabeza y acomodar los episodios que se aparecían uno tras otro, confusos.
Todo iba bien. El indio había confesado finalmente que ser un subnormal emocional era parte de su plan para mantenerla alejada, porque él era un soldado con obligaciones y no podría corresponderla en su vida normal. Va. Hasta ahí lo tenía. Luego, de subnormal emocional había pasado a desnudar su alma y despedirse, diciendo con certeza que moriría pero que la quería.
Luchó con un nudo de tristeza para lograr tragar con normalidad. No moriría de verdad, ¿o sí?
Se habían acostado luego para, minutos más tarde, perder la batalla contra el sueño entre sus brazos. Cuando volvió a verlo, portaba su armadura y ya no hubo caricias, ni palabras dulces, ni te quieros.
"Ya es hora" había dicho él, sin mas.
Fue Aioros quien encontró el cuerpo de Kanon entre aquellas ruinas. Al menos no estaba despedazado y su hermano no tendría que verle de esa forma, como sí habían encontrado a Jabú, Shaina, Ichi y Nachi, entre otros escuderos, jóvenes aspirantes y caballeros.
-Saga... -le llamó, con su voz gruesa apagada, moviendo unos escombros. No presagiaba nada bueno. -¿Te importaría venir un momento?
El santo de Géminis se acercó, pero ya sabía lo que le diría. Conocía a Aioros, porque mucho antes de enviar a varios santos tras él para asesinarlo, había sido su mejor amigo y compañero.
-¿Es Kanon? -preguntó, serio, levantando la vista. Sabía la respuesta.
Sagitario asintió con un gesto lúgubre.
-Lo siento.
Shura ayudó a Aioros a retirar los escombros. Sintió que su brazo ardía y su hombro protestó. Volvió a protestar con más volumen cuando empujó con la fuerza que ya no tenía el mármol partido, dejando el cuerpo del gemelo caído expuesto.
Saga se acercó, lentamente, intentando mantener cierta compostura.
-¿Dónde lo...? -quiso preguntar el español, pero el griego negó con la cabeza, interrumpiéndolo.
-Está bien. Ya me encargo yo, gracias. Id a buscar al resto.
Ambos compañeros asintieron, al unísono. Aún le quedaban demasiados cadáveres por descubrir y demasiados heridos por ayudar.
Shion cargaba el cuerpo de un muy malherido Afrodita para dejarlo con cuidado sobre lo que en algún momento había sido la cama de Shaina, cuando Seiya levantó la voz para pedir ayuda.
El antiguo patriarca salió a su encuentro. No más muertos, por favor, no mas ataques, quiso rogar. Shaka había sido el último en aparecer y creyó que si veía otro de aquellos chiquillos sin vida comenzaría a gritar.
-¡Creo que aún está vivo! -exclamó el Pegaso, palpando la carótida del cuello de alguien a quien no pudo distinguir desde la distancia.
No tuvo que ver su rostro para que su corazón comenzara una cabalgata imparable de sístoles y diástoles aceleradas, podía reconocer su cabello y su piel en cualquier sitio. Corrió tan rápido como pudo solo para dar con el cuerpo del antiguo santo de Libra... sin armadura, claro está, el muy cabrón, pero respiraba.
No pudo contenerse, ya no. Se arrodilló a su lado, con desesperación.
-¡Dohko! -exclamó verificando también su pulso y su respiración. Todo iba bien. Corazón. Bien. Pulmones. Bien. ¿Heridas? Bueno, heridas sí tenía, pero nada que fuera a matarlo inminentemente.
Seiya sonrió levemente.
-Hay que llevarlo con los demás. Solo está inconsciente.
Shion quiso despertar a la bella durmiente china a golpes. Quiso gritar y sacudir su cuerpo una y otra vez para decirle que estaba a punto de matarlo de una parada cardíaca pero también quería abrazarlo y besarlo tan profundamente que lo dejaría sin respiración él mismo. Tuvo que contener una oleada de llanto lleno de amor y de ilusión. Lo cargó.
-Lo llevaré a la cabaña de Marin. ¿Has dado con ella ya?
El japonés negó, triste, como toda respuesta.
-La esperanza es lo último que perdemos, Seiya. -aseveró, con su amado entre sus brazos. Vivo.
No pasó mucho tiempo hasta que Marianne rompió en llanto. Había caminado sin cesar y presa de la confusión y el cansancio, no pudo ver los vidrios de aquella botella rota que acababa de pisar. Se detuvo, adolorida y se sentó para escudriñar su pie.
La herida no era muy profunda, no, pero no le permitiría seguir andando, al menos no pronto y no sin atención médica para prevenir una infección. Podría limpiar ella misma la herida fácilmente... con las herramientas adecuadas, claro. Sin dinero, ni papeles, ni nada más que un corazón roto, sintió como la desesperación se apoderaba de ella.
Estaba demasiado cansada para seguir, demasiado cansada para buscarse la vida y a pesar de lograr extraer el trozo de vidrio de la planta de su pie, supo que aquello estaba demasiado sucio para que cicatrice correctamente. Intentó pensar y analizar, pero no lo logró. Los pensamientos oscilaban con tanta violencia que la marearon rápidamente.
¿Y ahora qué?
No podía vivir sin dinero, pasar la noche en la calle no era una opción. Tampoco tenía papeles, ni el teléfono de nadie a quien pudiera llamar. Pensó que si se lo propusiera, quizás, podría robar y apañarse... y si todo fallaba quizás podría...
Barrió con rapidez aquella sensación. Ya no era capaz de pensar, estaba aturdida y asustada.
Las lágrimas fluyeron como un río imparable. Quería a su hermano, quería a Shaka, quería a sus padres, quería su vida, cualquiera de ellas. Se imaginó a si misma robando algo de dinero para poder comer y dormir y su ya mancillado corazón la embriagó de pena.
Fue una voz femenina la que la sacó del trance.
-¿Estás bien? -preguntó una mujer, desde un eco lejano. No supo responder, no, no estaba bien. La miró, pero aunque lo intentó no pudo parar de llorar.
"Griego. Estoy en Grecia", se dijo. Quizás estaba cerca del Santuario. Quizás aún podía volver donde Shaka.
-¿Donde estoy? -preguntó, aturdida. ¿Estaría aún en Atenas?
La joven la observó, preocupada. La chica -evidentemente extranjera y probablemente turista- no se encontraba bien, pero no parecía drogada ni alcoholizada. Trabajar en el hospital de la isla donde aterrizaban muchos viajeros fanáticos de la fiesta le había agudizado el ojo y la muchacha no olía mal y sus pupilas tenían un tamaño regular. Algo le había sucedido, eso estaba claro. Se debatió internamente, su turno comenzaría pronto y quizás aquello le correspondía a la policía.
-Estás en Triovasalos, Milo. ¿Estás bien? -volvió a preguntar. La joven parecía limpia y su vestido también, pero por algún motivo iba descalza y pudo distinguir un poco de sangre. ¿Qué le habría sucedido? No podía ser nada bueno.
Intentó pensar. Shaka la había ayudado con el idioma, pero no con la geografía. Milo... Milos... eso no estaba cerca de Atenas... ¿no era una Isla? Recordar a Shaka solo lo empeoró.
<<"Ine omorfo"* le había dicho él cuando ella le enseñó en su diccionario lo que quería decir.
"Ine omoggfó" había repetido Marianne, riendo. Las clases de griego le cansaban y solo quería saber como decir que aquel jardín donde le había llevado era hermoso, pero terminaba librando una batalla a muerte con el sonido de la R que solía escapársele en forma de una R gutural que le costaba domar.
"No, Rrrrr. Ine omoRfo." repetía él, con paciencia. Aún no la había mirado a los ojos pero esporádicamente le obsequiaba unas sonrisas, especialmente cuando escuchaba su risa contagiosa y aguda. "OmoRfo, Marianne..."
Hermoso, sí, eso era hermoso.>>
Cuando la mujer vio a la joven volver a estallar en un llanto agudo, se sentó junto a ella.
-Soy Lía. ¿Cuál es tu nombre?
-Marianne -respondió limpiándose la cara con las palmas de su mano, era imposible, las lágrimas escapaban como si su rostro se hubiera transformado en una fuente rota.
-Marianne. -asintió la joven con un gesto amable. -Trabajo en un hospital cercano y creo que podría ayudar con la herida que tienes en el pie si te va bien.
De todo aquello su cerebro solo entendió hospital, herida y pie. Asintió, aún muy aturdida, la idea de que alguien le ayudara calmó su inminente ataque de ansiedad.
-Tranquila -le dijo la mujer, mirándola con una sonrisa mientras la ayudaba a caminar. -Todo estará bien.
El rostro de la joven le resultaba familiar, pero en su caos mental, solo pudo seguir llorando.
"Saga".
"¿Qué?"
"Tu nunca tienes miedo."
"Claro que sí, todos tenemos miedo."
"¿A qué le temes?"
"A que algo te suceda, Kanon."
Habían transcurrido ya 25 años de aquella confesión, pero sin embargo, allí estaba el gemelo mayor sosteniendo a su hermano muerto en brazos y su miedo se había vuelto real por segunda vez.
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