1.
Los periódicos volaron por doquier, tan fugaces como hojas movidas por el viento e imparables al igual que una ventisca en la plenitud del desasosiego. Los hechos fueron precisos, de consideración; dónde piratas riñen una fiera contienda contra los marines. Los datos que pueden ser más considerables en aquellas hojas grisáceas que repartían por el mundo, era sin duda la derrota del legendario pirata Shirohige.
Para algunos piratas, este es el inicio de una esperanzadora era;
Para los marines es la inquebrantable victoria hacia el mayor pirata que sigue tras media centena;
Para los Sombrero de Paja, es la pérdida de su guía;
Para Portgas D. Ace, es la pérdida de su mundo;
Para Monkey D. Luffy, es la muerte sin remordimientos.
Todos aquellos familiarizados con aquella pequeña banda de piratas unida como familia, se hacen el mismo interrogante; el qué será de esta revolucionaria tripulación. Y si bien se sabe que todos ellos tienen sus propios objetivos, tienen a su vez un sueño en común: llevar a la gloria la bandera que alzó su capitán. Así pues, con la determinación flamante en sus ojos, decidieron tomar dos años de preparación para salir de nuevo al mar. Con los deseos por la victoria en su máximo apogeo, y con la ferviente esperanza de elevar en los más alto el nombre de su capitán pesé su partida, soñaron con el futuro.
Por consiguiente, los Mugiwaras se prepararon para partir, teniendo como destino la isla Gyojin. Dónde se reunirán con Jinbei, quién conoció a Luffy y lo protegió. Sin si quiera saberlo, alguien más se uniría a la misión de resurgir a los Sombrero de Paja. Sin embargo, antes de tomar rumbo a las profundidades del océano, tomarán dirección a una isla alejada de todo; y, a su vez, cerca de todo. Estando en todos los lugares y en ninguno a la vez. Extasiados por encontrar la tumba de su fallecido capitán; su mundo.
Quizás el sol no vuelva a iluminar con el mismo fulgor. Es probablemente que el día a día sea más duro. Es sin duda un hecho, que las risas no serán tan profundas. Y es totalmente seguro, que seguirán pesé a las calamidades, pesé a la muerte y lo que continúe. Por ello, se dirigen a aquel lugar:
Deseando pasar una página con un punto y seguido, para así alcanzarán el final.
Aquella isla es pacífica, inundada por tranquilidad con brotes de una calma que jamás esperarían encontrar junto a él aún haya espirado. Los pájaros parecen gotear en alegría mientras pían y danzan en son junto a la brisa. Por otra parte, el mar canta ligeramente, dando la nota más suave que habían escuchado, plausible. Bañando sus corazones en una dulce y en una perenne armonía.
El paso de sus pies es lo único que acompaña a esas dulces melodías que los rodean, pues su voces están calladas. Sin molestia por darle fin al ambiente, cada uno de ellos cree estar en el paraíso, esperando que su amado capitán –portador de la luz muy propia del sol– aparezca de repente y bañé sus penas con su irrompible sonrisa. No obstante, saben que no ocurrirá, prosiguiendo el trayecto junto a la ausencia de la potente sonoridad de las voces.
Pronto alcanzan la cima de la pequeña colina recubierta de brillante césped, que acaricia la planta de sus pies. Ven dos grandes monumentos y sus corazones rugen en el dolor, junto al remordimiento que persiste desde su partida.
Las grandes tumbas puestas en su honor años atrás parecen estar intactas. Nadie encontró el lugar o nadie tuvo la indecencia de destruir aquellos monumentos.
El pensamiento de arrasar con quién destruya dichas piezas se hace presente en todos los piratas que ven dichos levantamientos.
Cuándo suben más, pueden ver por completo aquello que ansian. Sin embargo, se detienen al ver la figura que se encuentra inmóvil frente ambas tumbas, algunos puede observar la rígida postura y la actitud vacilante, pero lo que cada uno de ellos puede ver es el sombrero de paja que cuelga de su cuello junto a la azabache cabellera rebelde que tanto conocen.
—¿Qué? —la mirada en shock de la pelirroja es similar a la que cada uno de ellos porta.
—Esto no es posible —murmura el nombrado cocinero—. ¿Qué significa esto?
Ninguno sabe qué hacer, quizás por el miedo a que se tratase de un sueño. O por lo duda floreciente sobre si aquello lo causa alguien para jugar con ellos.
Sin embargo, no podrían estar más felices.
Porqué allí, junto a su propia tumba, se encuentra su revoltoso capitán. Con su cicatriz bajo su ojo izquierdo y el característico sombrero de paja.
Al parecer, los ocho pares de ojos dirigidos hacia su persona, hacen que el del sombrero de paja de media vuelta y clave su vista en ellos. Este parece desconcertado, mientras una de sus manos está sujeta a su costado sangrante y la otra toma su sombrero y toma su lugar sobre la cabellera. Además, sus ojos miran agitados a todos los lugares, desconcertado con aquella situación y buscando alguna salida.
Los piratas que miran con la ansia de saltar sobre él y volver a emprender su viaje, retienen sus ganas y esperan a la decisión del menor. Quién parece angustiado.
Zoro, quién toma el primer movimiento, se acerca más al moreno con pasos precavidos.
—¿Luffy? —pregunta tranquilamente, pidiendo permiso para acercarse. Cuándo se percata de que este retrocede, da fin a sus andanzas y levanta ambos brazos—. Bien, me he detenido, no hace falta que huyas.
El de cabellos azabaches entrecierra los ojos en sospecha y rodea de manera protectora la herida en su costado.
—Ni un paso más, Roronoa.
El peliverde levanta una ceja curioso, ligeramente sorprendido ante el tono hostil del menor y el uso de su apellido.
—Vale vale —levanta un poco más ambos brazos, alejándolos de sus espadas para satisfacer al joven frente a él—. No voy a utilizarlas, no hace falta que te preocupes.
—Mejor ser precavido, ¿no crees eso, cazador de piratas?
El tono en el que habla hace que el corazón del mayor se encoja, porque parece haber una amenaza letal tras cada palabra que los labios del menor deja caer.
—Bueno, jamás te pediría lo contrario —se encoge de hombros restándole importancia al asunto, sin embargo la postura del contrario sigue a la defensiva, esperando un ataque en cualquier momento.
—¿Qué demonios te trae por aquí? —sus ojos vagan en algunos de los presentes, con duda cuándo miraba a cada uno de ellos. Y, por un momento, su mirada se detiene demasiado tiempo en la pelinegra—. Es más, ¿Cómo demonios he llegado aquí?
La mirada del moreno se entrecierra más –si eso es posible–, buscando una respuesta a su situación. Con la determinación de conseguir información aún sea peleando.
—Yo, junto a mis compañeros de tripulación, he venido a ver la tumba de mi capitán —probando su veracidad, señala a las tumbas—. ¿Qué te trae por aquí?
Por un momento, cuándo el menor dirige su mirada al lugar señalado, su postura parece caer en derrota unos segundos. Dejando en sus ojos el reflejo de su alma; cansada y pusilánime. No obstante, dura apenas unos segundos y rápidamente es sustituida por la mirada mortífera.
—No lo sé.
Sin percatarse, la tripulación ya ha avanzado lo suficientemente hasta alcanzar al espadachín. Y el del sombrero de paja siente demasiado presión ante todas las emociones que dejan ver en sus ojos. Él no puede comprenderlo, así que hace lo que ve conveniente: huir.
En un segundo, la tripulación ve desaparecer al menor demasiado rápido. Volando, o quizás corriendo, tan solo Zoro y Sanji pueden seguir sus pasos por su control en haki. Todos están desconcertante, sin creer lo que sus ojos dicen. Porqué allí estaba su capitán, quién –por obvias razones– no debería estar ahí.
Se forma una algarabía, antes la felicidad que brota de sus cuerpos al ver a su amado capitán vivo. El sol parece brillar más y el paisaje parece reír sin un mañana.
—Deteneos —la voz solemne del peliverde hace que detengan su bullicio, tanto Zoro como Sanji se mantienen estáticos—. No sabemos que ha pasado, y ese Luffy actuaba muy poco natural. Éramos sus enemigos.
Los rostros de los presentes caen, dejando un silencio hueco entre ellos. Lo dicho era cierto, pero la esperanza había nacido y ya no podía detenerse sin más.
—Bien, entonces solo debemos descubrir que ha ocurrido, ¿no es así? —animó el de nariz alargada.
—Vayamos al Sunny y empecemos un súper plan —exclamó el peliazul.
Un coro de afirmaciones respondió.
Cuándo descendieron la colina llenos de júbilo, esperando que ese Luffy fuese aquel que tanto conocían. Tardaron en percatarse de la pequeña figura mirando el Thousand Sunny, cuándo se acercaron lo suficiente fue grande su sorpresa ante la voz del moreno.
— ¿Quién... demonios sois? —preguntó con voz temblorosa. El rostro del menor estaba tan pálido que era preocupante. Sus ojos se encontraban vidrioso y su postura tambaleante. Miró fijamente el navío y pronto dirigió su mirada a ellos— ¿Por qué...?
Su voz calló abruptamente, pues la esbelta figura cayó hacia un lado.
Y todo lo que prosiguió, fue caos.
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