9.- El bosque

Por aquellos días había en el viejo mundo un espíritu llamado Dye que solía tomar forma de animales y a veces de humanos, pero su predilecto era la forma de un gran lobo blanco, de tal manera que el mundo entero representaba a Dye así. Se hizo famoso por ser un lobo grande y majestuoso.

Dye no era fiel a nadie, ni siquiera a Luz eterna. Así que, aburrido de la vida en Xanardul, se unió a Annevona en busca de nuevos placeres. A todos lados iba Dye con Annevona, el gran lobo la seguía cuidando sus espaldas, o destrozando a sus enemigos. Un día de aquellos, Annevona llegó a una población. Y como se dice estaba de buen humor, les pidió pacíficamente que se rindieran ante ella y le sirvieran. Las mujeres no dijeron nada, pero los hombres le gritaron los peores insultos. Aún conscientes de que podrían morir, decidieron descargar su ira en la bruja oscura.

Para vengarse de ellos, Annevona le pidió a Dye que se transformara en hombre solo esa noche. Les dijo a las mujeres que podrían yacer con Dye si repudiaban a sus esposos, y que ella les daría poder y protección por siempre. Algunas de ellas abandonaron sin dudar a sus maridos, pues se decía que la versión masculina de Dye era un apuesto hombre. Annevona obligó a los esposos a ver como sus mujeres gozaban los favores de otro hombre y se rio de sus lágrimas.

Por supuesto que mató a todos los hombres, y cuando regresó meses después, tres de las mujeres estaban embarazadas. De sus vientres nacieron Alba, Iseut y Walden; todos hijos de Dye. Lo curioso fue que poco a poco fueron desarrollando extrañas habilidades. A la luna llena los niños aullaban, les crecía cabello en todo el cuerpo, actuaban como pequeñas bestias. Como lobos. Eso a Annevona le causó mucha gracia, y una noche en que los astros fueron propicios, traicionó a Dye sacrificándolo con magia de las sombras. Usando el poder de Dye, hizo que sus hijos tuvieran la capacidad de transformarse cuando lo deseen en grandes lobos, al igual que su padre. Fuertes, salvajes, mortales. Rápidos, ágiles, tenían los sentidos más finos que cualquier otra criatura en el mundo.

Alba, Iseut y Walden fueron los primeros licántropos del mundo. Y de ellos descienden las grandes manadas que pueblan Xanardul.

"El origen de los licántropos" – Capítulo 8: Las bestias de nuestro mundo

Memorias de Xanardul – Amphelise de Thacir

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Academia de cazadores 

—En serio creí que era una broma, no sé, que a alguien se le pasó y no se enteró que la estúpida esa era una bruja. Pero resulta que no, que mi padre habló con Clemence y ella le pidió que la acepte para demostrar que las brujas y los cazadores estamos bien. ¿Puedes creer esa basura? Quiero decir, no puedo desafiar a mi padre, pero es que simplemente a veces no logro entender sus decisiones. ¿En serio te parece lógico que haya admitido que una bruja se entrene con nosotros? ¿Conmigo? Eso ya me parece demasiado —decía Abish. Estaba contando lo que pasó esa tarde cuando se encontró con la bruja Aurea, y aunque no era su estilo hablar de más, no logró controlar su lengua. En serio tenía ganas de romper todo de solo recordar que tuvo a esa bruja plástica en su clase.

—No seas así, Aurea es linda. Me cae bien —le dijo Sam. La chica estaba al otro lado del laboratorio, pero bien que escuchaba todo.

—Tú no te metas, que la desgraciada te compró con una lectura de cartas gratis.

—¿En serio? —preguntó el doctor Morton arqueando una ceja—. No puede ser verdad, yo tengo como ayudante a una mujer racional, no a una que se deja llevar por estupideces de bruja.

—No, doc, ¿cómo crees? Era bromita, quería saber qué decía para reírme —se justificó la chica. Sam estaba sentada a un lado en el laboratorio mientras comía una barra de dulce a discreción, sabía que a Zack no le gustaba que comieran en su espacio. Pero esa noche el doctor estaba tan distraído con la conversación que apenas le prestó atención a ese hecho.

—Solo espero que la bruja no vuelva, la dejé molida —comentó Abish. Ese era su deseo de corazón.

—Ojalá que no —le dijo Zack—, sería demasiado tener una bruja aquí, ya suficiente con tener que analizar el desastre que dejaron las suyas. Y lo peor es que aún no se han pronunciado, como siempre, nos dejan el trabajo sucio a nosotros.

—Papá dice que no hay forma de romper el trato y que no es conveniente. Sé que él sabe lo que dice. Pero, Zack, ¿en serio tanto las necesitamos? Hasta donde veo solo se han cerrado a su sociedad en todos estos años y no han hecho nada bueno por nosotros.

—Eso es simple —dijo Sam mientras terminaba su barra de dulce y escondía la envoltura entre su ropa—. Han sufrido mucho. ¿Acaso nunca han leído la historia de las brujas? Es triste.

—Ni siquiera se sabe si eso es real, son cosas que se inventan —le dijo Zack.

—No, doctor Z, es real. Las usaron mucho, ¿saben por qué les dicen así? —les preguntó Sam. Para ese punto Abish ya estaba bastante irritada, Samantha parecía simpatizar mucho con las brujas y eso no le gustaba.

—No lo sé ni me importa —respondió Abish molesta.

—Era un insulto —continuó Sam como si nada—. En el viejo mundo, cuando una mujer nacía con magia, no recibía instrucción. Las esclavizaban, las mataban, usaban su sangre para hechizos. Y cuando había algunas mujeres que aprendían a dominarse, los hechiceros las insultaban llamándolas "brujas". Ellas no tenían derecho a ser hechiceras, ni magos, ni druidas ni nada. Por eso les decían así. Cuando las brujas legendarias empezaron la revolución decidieron apoderarse de la palabra y usarla con orgullo.

—Interesante historia —le dijo tranquilo Zack—, pero en verdad no me interesa, Samantha. No tengo intención de relacionarme jamás con ninguna de esas mujeres.

—Yo solo decía —dijo Sam—. Ustedes quieren saber por qué las brujas son tan cerradas y no hacen nada por los humanos. Hasta donde sé, ningún humano las defendió jamás. Tienen sus razones.

—Bueno, basta de eso —interrumpió Abish. No quería discutir con Samantha, era su amiga pero le caían bien las brujas, en eso jamás iban a coincidir—. No sé si esa Aurea regrese, ya veremos qué pasa.

—Si se hace la dura volverá solo por molestarte —le dijo Sam. Y esta vez tenía que admitir que tenía razón, Aurea parecía el tipo de persona que disfrutaba de joder a los demás con su odiosa presencia.

—Yo espero que no tengas que aguantarla otra vez —dijo Zack—. Ya bastante tensión hay con todo esto del ataque de Albion para que además tengan que lidiar con una bruja. Más allá de que sea bruja, humana o cualquier otra cosa, no tiene derecho a ser desagradable con nadie, menos contigo.

—Ah... pero Abish también tiene que cuidar su linda boquita —dijo Sam en tono juguetón.

—¿Me estás echando la culpa o me parece? —preguntó irritada.

—Tú empezaste, no te hagas, yo escuché. Si quizá hubieras sido siquiera un poco más tolerante ella se hubiera portado bien, ya te dije que conmigo todo genial.

—Eso es porque tú eres fan de las brujas y yo quiero expulsarlas de Etrica, son cosas muy diferentes. Y en serio me estoy cansando de hablar de esa bruja, basta ya...

—Pero si tú empezaste...

—¡Ya cállate, Samantha!— El silencio duró apenas unos segundos, y de pronto sin tomárselo en serio Sam empezó a reír. El doctor Zack sonrió de lado, como si eso también le hiciera gracia.

—Veo que la brujita te tiene muy estresada —le dijo Zack—. Tómalo con calma, el curso acabará pronto y luego podrás librarte de ella.

—Lo dices porque no vas a ser tú el que tendrá que aguantarla. A ver, ¿qué harías tú si te asignan a una bruja de ayudante? No estarías tan contento, ¿verdad?

—Pero ese no es el caso, Abish. Vas a estar bien, eres fuerte. Una bruja ridícula no va a quebrarte. Sé que es molestoso, pero tú también sabes que puedes contar conmigo para lo que sea. Acá estoy para escucharte.— Zack le sonrió de lado y ella correspondió la sonrisa.

Dentro de la academia, era Zack con quien mejor se llevaba. Lo conocía desde hace varios años cuando ingresó y tomó la jefatura del laboratorio para reemplazar al viejo doctor Martin. Todos estuvieron incrédulos, lo veían muy joven y quizá inexperto. Él tampoco era muy amigable con los demás, se ganó pronto la fama de creído y prepotente. Abish fue la única que le habló, que notó que quizá era un poco torpe para relacionarse con las personas, pero que detrás de todo eso había un buen hombre que daba todo de sí para ayudar a los cazadores.

Y si, le gustaba un poco. Mucho quizá, no se detenía a pensar en eso porque quizá una parte de ella era consciente que entre ellos dos nunca iba a pasar nada. O quizá era ella la que lo veía de esa manera, la que estaba a decidida a poner freno a cualquier cosa que pudiera pasar entre ambos. Se conocían hace años, se llevaban de maravilla, hablaban mucho, se comprendían. Había entre ellos una especie de atracción que iba más allá de la amistad, lo sentía. Y cuando lo miraba a los ojos pensaba que a él le sucedía algo similar. Que ambos sabían que tenían "algo", aunque ese "algo" no se había concretado, y lo más seguro era que jamás suceda.

Abish simplemente pasaba de cualquier tipo de relación de pareja. En realidad era algo que en general sucedía con muchos cazadores. Era inevitable, la convivencia los hacía muy próximos. Pero en lo posible la mayoría optaba por la soltería o por no formar vínculos entre ellos, ni con otras personas. Sabían que tarde o temprano les llegaría su hora, que cualquier día de esos podían morir en las garras de un vampiro o licántropo. A Abish le pasaba algo así, no le parecía buena idea tener cualquier relación cuando había tantas cosas por las que preocuparse.

Pero eso no significaba que en el fondo no deseara sentir algo así. ¿Y quién no? ¿Quién en el mundo no desea saber lo que es el amor real? La pasión, el deseo, la complicidad. Mientras una parte de ella se convencía que aquello no tenía lugar en su vida, la otra parte de Abish lo anhelaba secretamente y jamás lo aceptaba. Una lucha constante a la que prefería no prestar atención.

—Gracias, Zack —dijo ella despacio. Pues si, sabía que con él siempre podía contar. Que aunque jamás sucediera nada entre ella y el científico, ellos dos se tendrían el uno al otro. Quiso decir algo más, pero en ese momento la puerta se abrió. La primera en entrar su fue aprendiz Alicia, y segundos después entró Leonard. El niño iba riendo, relajado, tranquilo. Pero en cuanto sus miradas se cruzaron se quedó paralizado, y ella giró a verlo con toda molestia.

—¿Aún aquí, Leonard? ¿Qué te había dicho? —preguntó ella intentando mantener la calma. Ya estaba bastante irritada con el tema de Aurea para que además ese muchacho apareciera ahí otra vez—. ¿Y qué haces con él, Alicia?

—Pues yo... —Ahora ella también se notaba nerviosa, sabía que estaba en falta—. Él dijo que lo habías escogido como aprendiz, así que...

—¿Te mostró siquiera su código de inscripción? ¿Tiene habitación asignada? ¿Está en entrenamiento? Y lo más importante, ¿tengo cara de querer otro aprendiz?

—Está bien, me engañó. Pero tiene días aquí, así que pensé que era en serio —se excusó Alicia, aunque lucía arrepentida por haberle seguido el juego a Leonard.

—¿Y qué excusa tienes tú, jovencito? Te has aprovechado del alboroto que se armó por culpa del ataque a Albion para quedarte aquí sin autorización de nadie. ¿Así pretendes ser parte de los cazadores? No tienes disciplina, eres consciente de que estás en falta y no te importa, ¿cómo esperas que siquiera piense en admitirte aquí?

—Lo siento —dijo cabizbajo el niño—. Tienes razón, Abish, me he portado terrible.

—E irás directo al orfanato mañana, ya hemos hablado de eso. Regresa cuando tengas quince, y si estás apto te aceptaré. Antes no.

—¡Al orfanato jamás! —gritó. El arrepentimiento había desaparecido, ahora parecía incluso dispuesto a enfrentarla—. ¡No puedes enviarme ahí! ¡No volveré a ningún orfanato!

—Vamos, Abish. Es un niño —le pidió Samantha. Y algo le decía que esa chica fue quien lo estuvo cubriendo durante esos días para que se esconda en la academia. Las sospechas se confirmaron cuando Leonard fue corriendo a esconderse detrás de Sam—. Y ya sabes lo que dicen las reglas de la academia, a su edad podría quedarse.

—Pero no lo va a hacer porque no lo he aceptado como aprendiz, y nadie más lo hará.

—¿Y no podemos intentarlo? —intervino ahora Alicia. Lo que faltaba, que la aprendiz se ponga del lado de Leonard—. Además creo que sería mejor, si aprende aquí desde pequeño estará en mejor estado físico cuando llegue el momento de un entrenamiento más duro, quizá...

—Alicia, no he pedido tu opinión. Y mi decisión ya está tomada hace varios días, nada de lo que digan hará que la cambie. Mañana yo misma te llevo al orfanato, se acabó y no pienso hablar de este tema otra vez.

—¡Yo no iré a ningún orfanato! ¡Prefiero quedarme en la calle! —gritó Leonard. Tenía los ojos rojos, iba a llorar. Leonard parecía un muchacho decidido, pero en realidad no podían aceptar chicos de su edad, las nuevas normas de la academia así lo establecían. Quiso calmarlo en ese momento, decirle que en unos años cuando regrese, y si en caso ella seguía viva, lo aceptaría en su equipo. Pero Leonard salió corriendo del laboratorio, Sam no pudo detenerlo y Alicia tampoco.

—Solo espero que no se escape de aquí —habló al fin Zack, hasta el momento solo había observado todo en silencio, pero ahora hasta parecía preocupado.

—No lo hará, las puertas están cerradas —le dijo Alicia.

—Logró esconderse aquí sin que lo vea, claro que podrá escapar si quiere —les dijo Abish. Pero ojalá no lo hiciera, tampoco iba a echarlo y dejarlo a la deriva, en un orfanato estaría bien hasta que tenga la edad de ingresar a la academia.

—Esto no me gustó para nada —dijo Sam por lo bajo. Ella ya ni quiso responder, no iba a ponerse a discutir por algo que podría solucionarse pronto. Miró su reloj, ya casi eran las nueve. Y era hora de salir a patrullar al bosque.

—Vamos, Alicia, es nuestro turno.

—Si —dijo la muchacha en voz baja. De verdad tuvo que estar muy distraída esos días, ni siquiera se dio cuenta que Alicia andaba con Leonard por ahí, que quizá hasta le tomó cariño.

Las dos salieron juntas hacia la estación de armas. Ahí encontró a los demás miembros de su escuadrón. Después de los saludos de rutina, cada quien tomó sus armas y se preparó para salir. Afuera ya los esperaban los autos todo terreno para recorrer el bosque, la idea era no dejar que ningún licántropo pasara a la ciudad. Muchos de ellos lo hacían de forma humana, ese era su objetivo. Algunos secuestraban gente, en especial mujeres. Algunos iban a la ciudad en busca de vampiros para arreglar cuentas, peleas que terminaban siempre con varios heridos y propiedad privada dañada. Otros no podían controlarse, iban convertidos como bestias salvajes y atacaban a cualquiera que se cruzara en su camino. Si se acercaban mucho a la ciudad podían dañar a los civiles, así que era deber de los escuadrones del bosque vigilar que ningún licántropo cruzara a la ciudad.

Se sabía que en el bosque encantado vivían en aldeas y sociedades organizadas, otros llevaban una vida errante pero siempre siguiendo a un alfa. Aún así todos respondían ante uno solo, o eso se decía. Que en lo profundo del bosque vivía un licántropo llamado Wolfgang. Y que ese licántropo era un auténtico descendiente de Alba y Walden, la primera pareja de licántropos de Xanardul. Para ellos eso era como realeza, así que todas las manadas de bosque le rendían cuentas a él. Abish podría jurar que había escuchado ese nombre desde que era una niña, así que no podía precisar si aquello era una leyenda o un licántropo real. Nadie de Etrica lo había visto jamás, la existencia de Wolfgang bien podría ser un mito.

Pero muchas cosas en Xanardul eran mitos y leyendas, cosas inciertas que la gente decía y que asumía como reales. Se decía que una bruja llamada Annevona los creo, pero Zack decía que eso no podía ser real. Que quizá los licántropos era mutaciones que aparecieron durante la era pasada, y que los vampiros tenían una especie de virus que podrían curar. De hecho, Zack llevaba trabajando en un antivirus para el vampirismo hace varios años. Meses atrás probaron una dosis en un vampiro, este dejó de sentir necesidad de sangre por varios días, pero cuando el efecto pasó se volvió loco por sangre. Era un Clase C que se degrado a Clase D en cuestión de horas. Zack no se había rendido, seguía trabajando en la cura del vampirismo, y Abish esperaba que pronto llegue a una solución.

Para Abish las cosas no eran tan simples. Admitir que creía que alguna vez hubo un ser poderoso que creo a esas criaturas no era algo que hacía con regularidad, pero ella sí lo creía. Esa era la única razón por la que los licántropos y vampiros parecían funcionar de manera similar. Hubo diseño ahí, alguna especie de mano inteligente que los hizo de la forma en que deseó.

Los vampiros no podían procrear, pero todos los descendientes de los vampiros originales que fueron convertidos por ellos tuvieron con estos una especie de relación de sumisión, algo casi paternal. Se llamaban a sí mismos hermanos, y con los años pasaron a ser los más antiguos. Los clase A. Y los clase A convertían a los clase B, llamándolos hijos. Estos servían a sus padres cazando por ellos, incrementando su riqueza, cuidando su entorno, creando un ejército al servicio de sus padres, los clase C. Ahí se perdía la relación de sumisión, porque cuando los clase C caían en el vicio de la sangre ya nada podía controlarlos. Podían romper la relación con sus padres porque la necesidad de sangre era más fuerte que el vínculo ancestral que los unía. Lo único que hacían sus superiores era retener a esos monstruos sedientos de sangre y soltarlos donde sea conveniente para causar daño. Más que una relación de sumisión, era un vínculo fuerte. Los hijos servían a sus padres, vivían para ellos y no oponían resistencia a sus órdenes directas.

Algo similar pasaba con los licántropos. Los hijos de Alba y Walden eran quienes tenían más poder, eran de sangre pura. Así fue por mucho tiempo, solo se reproducían entre ellos para mantener la pureza. Pero con los años se vieron en la necesidad de incrementar su número, reproduciéndose también con humanos. La pureza de sangre se perdió, las habilidades disminuyeron, la fuerza también. Pero aún así todos tenían un vínculo, ya no con sus padres, sino con el líder de la manada. Y estos líderes respondían a otros, por lo que toda la manada también se rendía ante los más fuertes. Así hasta llegar a ese supuesto descendiente puro de Alba y Walden. Wolfgang.

Así los hizo Annevona, porque aquel vínculo ancestral y mágico no podía ser natural ni mutación ni nada. No era instinto, era voluntad. Los licántropos razonaban, podían odiar al líder regional y adorar a su líder de manada, pero al momento de la acción sabían que tenían que obedecer y hacer lo que tocara. Y lo hacían con toda convicción. Ellos le llamaban vínculo de raza, la fórmula de Annevona. Obedece al más fuerte, no te puedes resistir a eso. Obedece y haz lo que tus líderes te pidan, no importa lo que sea, no puedes oponerte. Y ellos me obedecerán a mí, porque yo los cree. De esa forma la bruja oscura se aseguró de tener a todos a su servicio sin necesidad de convencer a nadie. Real o mito, eso era lo que pasaba. Todos seguían a los líderes por fuerza y antigüedad, así se evitaban traiciones también. No tenían tiempo de pelear por poder entre ellos porque en su sangre estaba impresa la magia que los hacía actuar.

Esa noche el bosque estaba particularmente tranquilo, cosa que no pasaba a menudo. Era probable que los licántropos estén internados en el bosque, y en ese caso no les correspondía ir ahí a buscar pelea, ellos solo tenían que evitar que dañen a los suyos. El patrullaje empezó a las nueve, ya eran casi las doce, ellos volvían al amanecer para reportarse en la academia. En una noche normal se cruzaban a veces con una que otra manada, y si estos se mostraban hostiles no quedaba otra que atacar.

Aunque no había muchos estudios al respecto, se sabía que los licántropos menos puros perdían el control de su mente durante las transformaciones, por eso atacaban a los humanos o a cualquiera que se cruzara en su camino. Los cazadores no tenían más opción que matarlos para proteger Etrica. A veces los licántropos atacaban con premeditación solo porque deseaban hacerlo, para vengarse de que los dejaran fuera del pacto quizá. Nunca sabías qué esperar en una noche de patrullaje, y los años le enseñaron que mientras más tranquilo parezca todo es que debes prestar más atención.

Pasada la medianoche, Abish, Alicia y otros chicos del escuadrón regresaban a encontrarse con los demás, ese sector estaba tranquilo y lo mejor era moverse hacia la zona del lago. Dependiendo de la noche ese lugar podía tener mucha actividad. Las leyendas decían que un espíritu habitaba el lago, así que si los astros eran propicios las brujas y algunos humanos curiosos aparecían por ahí para realizar algún ritual. Esa noche la luna estaba cubierta, así que no se esperaba acción en la zona. Tal como lo imaginaron, el sitio estaba oscuro y desierto, todo despejado. Aquello ya se le empezaba a hacer raro, ¿cómo era posible que no hayan visto nada extraño esa noche? Eso ya la ponía nerviosa, algo estaba pasando, no entendía qué exactamente, pero estaba segura que no era normal.

—Quizá deberíamos ir a otro sector —le dijo Alicia por lo bajo. Abish asintió, esta vez si le daba la razón a la aprendiz, tenían que moverse y cubrir más área del bosque. Ni siquiera recibió una llamada de emergencia de los otros escuadrones. Raro.

—Vamos a ir hasta el límite —anunció y sus compañeros asintieron. Ir al límite no era algo que se hiciera con regularidad, pero así como iban las cosas tendrían que acercarse a echar un vistazo y averiguar qué pasaba esa noche en el bosque.

—Bien, ya escucharon —dijo Arnold, otro de sus aprendices, en voz alta—. Alisten las camionetas, nos vamos al límite.

Una vez listos condujeron con cuidado. Aún faltaba cerca de cinco kilómetros para llegar al límite, cuando Abish ordenó que se detuvieran. Ni siquiera fue necesario que usara lentes de noche, lo vio pasar de cerca. Un enorme lobo blanco cruzó frente a su jeep a una velocidad que la dejó sorprendida. Nunca había visto un licántropo tan rápido y tan grande. Debía de ser un alfa, pero no uno cualquiera, quizá venía del centro del bosque.

—Alisten armas —ordenó Abish. De inmediato todos se pusieron en posición para disparar si era necesario. Alicia le alcanzó los lentes nocturnos, ella ya tenía puestos los suyos. De un salto Abish fue al piso, miraba alrededor buscando señales de aquel lobo, pero este aún se mantenía oculto. "Me está mirando", se dijo con seguridad. Por alguna razón lo podía sentir con bastante claridad, ese lobo la acechaba desde su escondite.

Pasó algo más, uno de los cazadores dio la voz de alarma, había más lobos ahí. No estaban muy lejos, pero los rodeaban. Cruzaron rápido por los árboles, se movían ágiles y se ocultaban en la oscuridad. Abish distinguió al menos cinco diferentes, pero ninguno de ellos era el lobo que vio hace un instante.

—No se separen —les dijo la cazadora. Alicia había bajado a su lado para cubrirla, siempre hacía eso. Abish dio un paso adelante, sabía que ese gran lobo seguía oculto en las sombras, que quizá estaba esperando el mejor momento para atacar. De pronto los otros lobos empezaron a acercarse más, pero se movían rápido entre los árboles. Los cazadores los apuntaban con las armas, pero eran tan rápidos que los perdían pronto. Nunca había visto lobos así. Una velocidad solo comparable a las de un vampiro clase B, quizá más.

—Abish... —escuchó decir a Alicia. La cazadora se giró y entonces vieron un hombre parado entre dos árboles, de inmediato su arma lo apuntó, pero el peligro de los lobos aún seguía cerca.

—Entonces es cierto lo que dicen. Nunca han visto licántropos de sangre pura —se burló el hombre. Le temblaron las manos, no entendía la razón. El hombre avanzó con confianza y sin temor hacia los cazadores, pero tenía la vista fija en ella. Sonrió de lado, la recorría con la mirada de pies a cabeza—. Te ves mejor de cerca, ¿sabes? Y hueles mucho mejor.— Abish tragó saliva. Era él. Aquel lobo enorme y rápido que vio era ese hombre que tenía al frente. Se había transformado y ni siquiera lo escuchó, no hizo ningún ruido como solía pasar durante las transformaciones de los licántropos comunes de la zona.

—No te muevas —ordenó ella—. No hagas nada o disparo.— El licántropo sonrió otra vez y dio un paso más adelante. Solo entonces lo notó, todos lo notaron. Estaba desnudo, y no le importaba aparecer así delante de todos. Caminaba orgulloso, relajado, mostrándose sin vergüenza.

—Ah vaya... — escuchó decir a Alicia a su lado. La aprendiz y tenía bien fija la vista en el cuerpo de ese licántropo, admirando sus buenos dotes.

—Retrocede —ordenó ella. Quería apartar la mirada de "la cuestión", pero como que estaba en su cara, así que... Bueno, estaba difícil. Mucho. El hombre notó el efecto distractor que causó en ellas, y de pronto soltó un silbido. Apenas se escuchó ese sonido todos los lobos que estuvieron rodeándolos salieron de su escondite y avanzaron hacia ellos. Los cazadores estaban ya por disparar, pero Abish les hizo una señal para que se detuvieran. Aquellos lobos no gruñían siquiera, solo avanzaban tranquilos. Los rodeaban, si se les ocurría atacar sería difícil que escapen o que puedan con ellos. Algo le decía que el licántropo no estaba ahí para eso—. Ordena a los tuyos que retrocedan —advirtió la chica.

—Tranquila, no estamos acá para matar a nadie. Si quisiera eso lo hubiera hecho hace rato, mi manada no está de humor para cazadores hoy. Y seamos sinceros, tú y tu escuadrón no tienen oportunidad.

—Cierra la boca —dijo molesta. Pero el licántropo solo rio como si no le importara.

—Calma, Abish, no pasará nada.

—¿Cómo...?

—¿Cómo sé tu nombre? —interrumpió él—. Está en tu uniforme, cazadora. Soy licántropo, no estúpido. Ahora, ¿podemos hablar un momento? Baja esa arma, te tapa la cara y me gustaría verte mejor.

—No vamos a bajar nada hasta que se retiren.

—Abish, Abish... Bajen las armas o haremos que las bajen a la fuerza. Quizá haya un par de muertos, pero eso depende de ti. Hablemos con calma.

—¿Qué tendría yo que hablar contigo?

—¿De Albion, quizá?— Los cazadores murmuraron entre ellos. Novedades sobre Albion, aquello no sonaba mal. ¿Pero cómo podía confiar en ese licántropo? Si se resistía a dialogar iban a tener que luchar, y ella acababa de ver a los licántropos más rápidos del bosque. Ese desgraciado tenía razón, su escuadrón no tenía oportunidad y no quería perder a nadie esa noche.

—Bien —bajó el arma. Hizo una seña y todos los demás la imitaron, Alicia lo hizo al último con desconfianza. Ojalá que eso no terminara mal—, ¿qué quieren?

—Venimos del centro —dijo el licántropo—. Hace días me reportaron que tres manadas habían desaparecido. No encontraban a sus alfas, ni rastro de ellos. Los hemos buscado mucho, y ahora sabemos que estuvieron en el ataque de Albion.

—¿Y el líder regional?

—Eso es lo raro, Abish. El líder no entiende lo que pasa, o no entendía, mejor dicho. Fue con su gente por ellos, pero se resistieron a seguirlo.

—¿Qué?— Eso era imposible según lo que se sabía de los licántropos. Si un líder regional ordenaba ellos tenían que obedecer. Así funcionaba el vínculo de raza.

—Veo que entiendes de estas cosas —dijo el licántropo con una sonrisa.

—Soy humana, no estúpida —le dijo usando sus propias palabras—. Y entiendo que lo que me dices no puede ser verdad.

—Pero lo es —continuó él—, se negaron a obedecer, pudieron matarlo y escapó apenas. Eso solo puede pasar si encuentran a otro alfa más fuerte al que seguir, ya sabes. La cuestión es que eso tampoco podía ser, yo ya lo sabría.

—¿Y qué es lo que pasa, entonces?

—No hay otro alfa más fuerte al que seguir. Hay una bruja más fuerte que los ha sometido. Una nigromante.— El murmulló de sorpresa fue general en todos los cazadores, Abish también se quedó impactada unos segundos.

—¿Estás seguro de lo que me dices? —preguntó tratando de asimilar todo eso. Lo de Albion lo causó una sola persona, una bruja. Una maldita nigromante. Y una tan fuerte que logró que tres manadas se sometan a su servicio.

—Si no estuviera seguro no me hubiera tomado la molestia de venir hasta la entrada del bosque, Abish. Supe que los cazadores de Etrica estaban investigando, así que quería que lo sepan.

—¿Por qué? Ustedes y nosotros no somos aliados, fueron excluidos del trato...— El licántropo soltó una carcajada, Abish frunció el ceño. ¿Ya le estaba gustando reírse de ella o qué?

—Te han contado mal la historia, Abish. Ustedes no nos excluyeron, nosotros no quisimos hacer ningún pacto que incluya brujas, no confiamos en ellas. Que si, nos crearon y todo, pero ya ves lo que pasa cuando una se va a las sombras. Termina llevándose tres de mis manadas para hacer masacres, eso no lo puedo permitir.

—¿Y qué se supone que debo hacer con esa información?

—¿Informar? —se burló él—. Avisa a tu gente que hay una nigromante en el bosque. Que tiene vampiros y licántropos a su servicio. Se mueven a escondidas, están ocultos por ahora, pero ya volverán.

—¿Me parece o esta es una especie de pacto entre nosotros?

—No, para nada. Quizá es buena idea colaborar para atrapa a la zorra, pero nada más.

—¿Eso es todo lo que tienes que decir?

—¿Me estás echando de mi propio bosque, Abish? Qué chica más graciosa —bromeó—. Pero si, eso es todo. Ya lo sabes, yo haré lo mío por mi cuenta. Un buen líder siempre tiene que cuidar de los suyos, ¿no? Y no puedo dejar que una bruja maldita quiera someter a los licántropos del bosque.

—Gracias entonces —dijo con sinceridad. Las brujas se habían reservado muy bien la información sobre la responsable del ataque a Albion, así que ahora al menos tenía ese dato para dejar de andar a ciegas. El licántropo retrocedió, los demás lobos hicieron lo mismo.

—¡Ah! Lo estaba olvidando. La bruja ha buscado descendientes de Iseut, pero por alguna razón no puede someterlos. Si tienen una bruja de confianza, averigüen la razón.

—Ajá... —dijo despacio. La mayoría de leyendas sobre licántropos tenían que ver con los hijos de Alba y Walden, pero de Iseut apenas se sabía. Lo único que se rumoreaba era que los descendientes de Iseut eran lobos solitarios que no necesitaban manadas, pero tampoco podía asegurar que fuera cierto.

—Ahora si Abish, adiós.

—Espera, no me has dicho tu nombre —el licántropo siguió retrocediendo, los lobos de su manada llegaron hasta su lado, era como si lo ocultaran.

—Me llaman Wolfgang.— Fue lo único que dijo antes de esfumarse.



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En multimedia: Los hermanos Alba y Walden, primeros licántropos creados por Annevona.

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