45.- Manada
No existen estudios específicos sobre la sociedad de los licántropos que habitan el gran bosque. Se tiene referencias de acuerdo a testimonios del viejo mundo, y también a algunos tratados hechos por Blake Ormavus.
El principal motivo es la territorialidad de los licántropos. No mantienen tratos con brujas, suelen alejarlas pues temen que intentemos experimentar con ellos. Tampoco se relacionan con comunidades humanas, pues estos los han reducido a su papel de bestias salvajes sin capacidad de raciocinio. Cierto es que en ocasiones han secuestrado mujeres o niñas para mantener para marcarlas, o incluso engendrar hijos. Pero son pocas quienes han logrado escapar, la mayoría de marcadas que logran ser rescatadas están ligadas a licántropos descendientes de Iseut.
Lo único que sabemos de ellos son referencias de gente que logró escapar de sus garras, información que se ha ido tergiversando poco a poco y que no es precisa. Sabemos que cada manada tiene un territorio asignado bien definido. Algunos viven la mayoría del tiempo en su forma humana y se transforman solo para cazar o luchar. Otros son humanos de día, licántropos al caer la noche. Los testimonios indican que las sociedades de licántropos suelen hacer finos trabajos en madera. Construyen fortines, torres de vigilancia, cabañas, palacios, entre otros. También se sabe que existen manadas de licántropos que no toman jamás su forma humana. Su comportamiento corresponde más a los de las bestias que a seres racionales. Eso es al menos lo que se comenta.
Las criaturas de nuestro mundo.
Memorias de Xanardul, Amphelise de Thacir.
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No esperaron a que el conversatorio terminara, en cuanto Aurea salió del baño partieron rumbo a la librería de Etrica. La primera alternativa que dio Abish fue ir a ver a Zack y que este les cuente qué tal le estaba yendo con el experimento Candem, pero Aurea dijo no querer saber nada del tema. Eso, y que Zack la ponía de los nervios con sus cosas científicas, lo que Abish interpretó como que en realidad no quería estar cerca de él porque le gustaba al menos un poco. Algo que la bruja no quería aceptar.
O tal vez no, puede que todos estuvieran confundidos con eso. Compartían no solo un propósito, esa marca que les hizo el espíritu logró que compartieran también sus sentimientos. Así lo sentía Abish, porque no tenía sentido que de pronto Aurea tuviera cierta fijación con Zack, cuando claramente no era de su tipo. Y que ella sintiera tanta afinidad con Aurea, porque sin la intervención del espíritu de seguro le caería como patada en el culo.
Eso pensaba Abish a veces, que no tenían nada en común y no deberían llevarse tan bien. Pero ahí estaban, las dos de cuclillas frente a Cosita, escuchándola mientras les contaba sus cosas. La bruja y la cazadora hablaron todo el camino. Abish quiso que se distraiga, ya no iba a presionarla más con ese asunto de Petrus, entendió que a Aurea había que darle su tiempo o colapsaba. Obvio que no lo iba a dejar pasar, pero iría con calma. Ir a ver a Cosita fue una excelente elección, pues a Aurea se le borró por completo la cara de trauma que tenía.
—¿Ish quiere mami? —le preguntó de pronto. Cosita la miró directo a los ojos. Hace unos segundos Aurea le estuvo explicando que era amigas y podía confiar en ella. Y qué pregunta tan extraña para responder. Abish no solía expresar sus sentimientos con palabras, prefería que las acciones y gestos la definan.
—Si, Cosita. Quiero a tu mami —contestó. La pequeña dio un saltito de alegría, ella solo quería abrazarla de lo tierna que era—. Y porque quiero a tu mami, me preocupo por ella —continuó—. ¿Recuerdas que me mencionaste que un vampiro estuvo aquí preguntando por ella? ¿No quieres contarnos más? —Cosita asintió. Y a Aurea se le borró la sonrisa.
—Ita dijo mami que ampiro aquí —dijo la pequeña. Y vaya, eso no se lo había contado la bruja.
—No fue nada, Abish —le restó importancia—. Una confusión, nada más. Cosita puede asustarse con facilidad. —Apenas Aurea dijo eso, notó a la muñeca hacer un extraño gesto de sorpresa.
—Mami titirosa —dijo Cosita, y luego rió con gracia.
—¿Quiso decir "mentirosa"? —preguntó Abish. Al menos eso entendió.
—Titirosa —repitió Cosita, y siguió riendo.
—Nada, esta chistosa se pone malcriada a veces. No la engrías mucho, que le das confianza y literal se te sube la cabeza. —Como para confirmar sus palabras, Cosita saltó hacia Aurea y se sostuvo de su brazo. Subió por ahí hasta llegar a su hombro y cogerse de sus cabellos—. Auch, ya te dije que no me jales así —le pidió la bruja, pero Cosita solo reía.
—En fin —siguió Abish. Cosita era tierna y todo, pero no podía confiarse del todo en su palabra. Para ella todo parecía un juego—. ¿En serio no puedes sacarla de aquí?
—Pues no, levantaría sospechas. Aquí está a salvo por ahora. Cuando sea una iniciada podré inventar algo, ahora cualquier cosa que haga puede ser calificada como magia prohibida para alguien de mi nivel.
—Ita iere ir con mami —le pidió la pequeña con voz tierna.
—Puedes quedarte conmigo hasta que salga de aquí —contestó Aurea. Acomodó a Cosita sobre su hombro, así estaba mucho mejor—. Vamos, hay que conversar un rato con Sarenne. —Abish asintió. La chica estuvo ocupada con unos clientes, pero ya se veía más tranquila.
Al salir de aquella zona de la librería a quien encontraron primero fue a Marcio. Apenas estaban en los saludos, cuando Abish notó que Sarenne ya no estaba sola. Aquel tipo de la cabaña, ese que tanta desconfianza le daba, estaba ahí. El tal Noah. Los dos conversaban de una manera más que amigable. Incluso, para su sorpresa, este le dio un beso. Rayos, ese le pasaba por descuidar a sus amistades fuera de la Academia, ¿en qué momento pasó eso?
—¿Lo conocen? —preguntó ella al tiempo que lo señalaba.
—Obvio —contestó Marcio—. Empezó siendo solo un cliente, pero ya llevan saliendo varias semanas y creo que va en serio.
—¿Entonces oficialmente son pareja?
—Algo así —explicó el chico—. Ya sabes como son las parejas modernas de hoy en día, se copian la moda de las brujas de no querer ponerle etiqueta a nada y así.
—Qué hablas, si nosotras somos de lo más formales. Tenemos prometidas, nos casamos, hay una pareja oficial siempre —le dijo Aurea fingiendo que le ofendía el comentario, pero Marcio solo soltó una carcajada.
—Eso no, entre ustedes son formales. Pero cuando se trata de cogerse a los pobres humanos en desgracia ustedes nunca le ponen nombre a esas relaciones. Atrévete a negarlo. —Aurea contuvo la risa un instante, no pudo aguantar más.
—No le ponemos nombre porque decirles "Los tipos que usamos de diversión temporal y nos brindan energía sexual" es bastante largo y a nadie le gusta. —Aurea y Marcio volvieron a reír. En cambio, ella seguía mirando a la pareja.
—¿Y cómo se comporta él? —les cortó la risa con esa pregunta—. ¿Cómo la trata?
—Yo los veo bastante bien —contestó Marcio—. Es amable, nos ayuda, siempre la hace reír. En líneas generales la tiene bien atendida.
—Se nota —comentó Aurea mientras lo miraba—. Qué suerte tiene Sarenne, ese tipo está más bueno que comer papas al estilo norteño. Cae bien, en serio. De seguro que te agrada.
—Quién sabe —murmuró. Ese Noah tenía algo. No sabía qué, ni siquiera sabía qué era lo que le desagradaba. Tal vez que hubiera salido de la nada y se ganara la confianza de Sarenne con tanta facilidad. Que conociera a Nate también. Principalmente que pareciera saber. Le insinuó algo la noche del ataque a Aurea, como si supiera más de la cuenta. Y que viviera tan cerca del bosque sin ninguna protección seguía siendo extraño.
Justo en ese momento, como si lo invocara, Sarenne se excusó y pasó a su oficina. Alguien le hizo una seña a Marcio para hacerle una consulta y él tuvo que dejarlas de lado. Entonces Noah quedó solo, se giró y las vio. Intercambió una mirada con Aurea y sonrió, pronto se acercó a ellas. Ah, para variar tener que hacerle al frente a un tipo que no le caía bien del todo. No sabía qué cara puso, pero seguro no fue nada agradable.
—Aurea, qué bueno verte por acá —le dijo con amabilidad—. Te ves bastante bien.
—Yo siempre me voy bien, así que no me digas cosas que ya sé —bromeó Aurea. Noah la miró de lado, esperando que lo salude tal vez—. ¿Conoces a Abish?
—Por supuesto —contestó Noah, hasta le dedicó una sonrisa—. ¿Cómo estás, cazadora?
—No me quejo —contestó seca. Qué mal se le daba ser amable.
—¿Cansada tal vez? Me imagino, es admirable la labor que tienen ustedes.
—Si, gracias —disimuló, o eso quiso creer.
—No te caigo nada bien, ¿verdad? —Obvio lo notó. Ni siquiera cuando le preguntó eso perdió su sonrisa, lo que la hizo sentir avergonzada.
—No es eso. —Sí que lo era.
—Titirosa —dijo Cosita en un tono cantado, incluso empezó a reír.
—Qué feo tu corazón —bromeó Aurea.
—No pasa nada —cortó ella las bromas. Eso era incómodo—. Solo no te conozco bien, nada más.
—Podemos conocernos mejor cuando quieras, ¿tal vez en casa de Sarenne?
—O tal vez en el bosque que tanto te gusta. —Eso se le escapó, y sonó más ruda de lo que esperó. Él la miró perplejo unos segundos, pero se mantuvo calmado. Si quiso provocarlo no llegó a ningún lugar.
—Abish...—murmuró Aurea. Pensó que iba a llamarle la atención por ser tan pesada con el chico, pero notó que estaba señalando a un lado. Hacia afuera, a alguien que se veía a través de la pared de vidrio. Era Wolfgang.
No lo veía desde la vez que él le reveló la verdad. Desde entonces Abish solo fue al bosque para cumplir con sus rutinas de patrullaje, y a él no volvió a verlo. Sabía que Wolfgang solo aparecía cuando tenía algo que decir, y si se había arriesgado a ir hasta ahí con tanto público alrededor no podía hacerlo perder el tiempo.
—Disculpen —dijo ella apartándose—. Nos vemos. —Se despidió de inmediato. Caminó hacia la salida de la biblioteca. Wolfgang había caminado hacia la otra calle, rumbo al estacionamiento. Abish tuvo que acelerar el paso mientras este avanzaba.
Wolfgang se detuvo a unos metros del estacionamiento, justo por donde dejó el jeep. Se giró a verla, Abish se quedó quieta cuando el lobo la miró fijamente. Qué extraño era saber que ese tipo la conocía desde muy pequeña, y que tenían un vínculo tan fuerte. Y qué lástima no poder sentirlo. "¿Y en serio te gustaría sentir eso por él?", pensó contrariada. Porque eso significaría sentir cosas por él. Otras cosas que no sabría cómo controlar, y de seguro Wolfgang disfrutaría mucho de eso.
—¿Me buscabas? —preguntó ella una vez se acercó.
—Pasé de casualidad por aquí. —Abish lo observó incrédula. Eso no tenía sentido. Wolfgang quiso agregar algo más, pero se quedó mirando a un lado. A juzgar por el taconeo furioso en el asfalto, una entidad rubia con tendencia a hacer drama por todo se acercaba en ese momento a ambos.
—¿Me iban a dejar fuera de esto otra vez o qué? —preguntó Aurea con rudeza. Se paró a su lado muy seria, mientras Wolfgang solo la miraba con gracia.
—Puedes fingir que te caigo bien al menos —se burló él, la bruja solo bufó.
—O sea, de poder claro que puedo. Pero no tengo humor para eso.
—Yo tampoco tengo humor para soportarte, pero mira, acá estoy tranquilo sin hacerte nada —contestó el lobo con calma. Una vez más Abish sintió que solo estaba para poner orden entre ellos.
—A ver, se calman. Aurea, Wolfgang no ha hecho nada en tu contra, ¿qué tal si te comportas un poco? Y tú, ya sabes que le gusta hacer drama cada vez que llegas, no la provoques —le pidió al lobo. Este solo contuvo la risa.
—Cierto, olvidé que estoy tratando con una cría. Error mío. —Aurea bufó irritada. Por supuesto que a Wolfgang le gustaba molestarla.
—Ahora sí, ¿puedes decirme a qué viniste?
—Ya te dije, no te buscaba. Lo que sea que está pasando lo voy a solucionar por mi cuenta —explicó el licántropo. Ella seguía sin creerle.
—Invéntate otra, no puedes entrar tan tranquilo a la ciudad, es arriesgarte demasiado. Hay patrullas caninas que reconocen a tipos como tú, ya hubieras sido detectado hace buen rato. ¿A quién quieres engañar?
—Abish querida, tal vez tu dhan pueda ilustrarte sobre el tema.
—Toma una pócima para ocultar su naturaleza —contestó Aurea sin perder la calma.
—Esas ya se erradicaron del mercado.
—¿Sorpresa? —dijo Wolfgang con burla. Ese tipo la sacaba de sus casillas a veces.
—¿De dónde sacaste esa cosa?
—Esas cosas no se dicen, Abish. Tampoco podría decírtelo, puesto que yo no la consigo. Un miembro de mi manada de encarga del tema.
—Como sea, ¿por qué viniste a Etrica? ¿Qué hacías tan cerca de la librería? —le increpó ella. Sabía que Wolfgang tenía tendencia a desviar el tema a cualquier cosa cuando no quería hablarlo. Era bueno en eso.
—Es un asunto de mi manada, Abish. Puedo encargarme de eso, no necesito intervención de escogidas en este caso —aseguró.
—Parece un asunto serio.
—Más o menos.
—¿No puedes decirnos? Eres mi danae, tal vez esté relacionado con todo esto. Y te recuerdo que Aurea también forma parte del danan, puedes hablar delante de ella sin temer. —Pero Wolfgang no contestó, y eso no estaba bien—. Quieres decir que siempre me pides que confíe en ti, ¿pero no puedes confiar en mí? —Tal vez no esperó que le dijera eso. La miró de lado, no estaba convencido. Pero dudaba, cosa rara en él. Wolfgang parecía el tipo más firme y seguro del mundo todo el tiempo.
—No es que no confíe en ti, pero es poco lo que puedes hacer. No eres una bruja completa.
—¿Hola? ¿Y yo estoy pintada o qué? —interrumpió Aurea—. Si necesitas aclarar algún asunto referente a la magia...
—¿Ayuda de una bruja blanca para criaturas de la oscuridad? Wow, jamás se me hubiera ocurrido. Qué astuta es Aurea, de una vez que la asciendan a gran maestra que se lo merece —contestó Wolfgang con ironía.
—¿Por qué eres así? —le preguntó la bruja irritada—. Le estaba poniendo voluntad a nuestro intento de relación amigable dentro del danan y me sales con estas.
—Entonces necesitas ayuda de la magia, ¿cierto? Y buscabas a alguna bruja que trabaje en la clandestinidad para eso —aseguró Abish. No se le ocurrió otra cosa. Wolfgang ladeó la cabeza, así que estuvo en lo cierto.
—Más o menos. De momento no tengo nada más.
—¿Y de qué se trata? Tal vez Aurea pueda orientarte, puede que no necesites acción directa de una bruja. Con una pócima puede bastar.
—Eso no lo sé —contestó inseguro el lobo—. Y tampoco puedo decirte si se relaciona con lo que está pasando en el bosque, pero...
—¿Está pasando algo que no sepa?
—Siempre pasan cosas más allá del límite, Abish. Y es justo ahí donde se encuentra mi manada. No muy lejos del límite, siempre cerca de mí y esperando órdenes.
—¿Cuál es el problema entonces?
—Que varios están enfermos. Y dos de ellos han muerto —contestó preocupado.
—¿Alguna planta venenosa tal vez? —preguntó ella, pero este negó con la cabeza.
—No tenemos una dieta que se caracterice por las plantas y vegetales, en caso hubiésemos probado algo no sería nada que nos hiciera daño. Llevamos años viviendo en este bosque, sabemos para qué sirve cada planta y qué puede lastimarnos.
—¿Lo que cazaron tal vez?
—Eso es lo que pienso, que las presas fueron puestas ahí para dañarnos. Que puede ser algún tipo de magia oscura, no es la primera vez que pasa. Podría ser cualquier bruja con ganas de molestar, pero considerando quién se acerca tengo otro tipo de sospechas.
—Si es un maleficio —interrumpió Aurea—, solo hay una forma de averiguarlo. Y solo una forma de curarlo.
—Ese es el problema, bruja —le dijo Wolfgang con seriedad—. Las Fiurt no pueden ayudarnos, menos las que son como tú. La energía que usan es contraria a la nuestra, lo que hagas puede ser peor para mi manada. Una bruja Fáthlia puede darnos alguna pócima que alivie los síntomas, y tendríamos que aprender a vivir con eso.
—Pues te cuento que si se trata de un maleficio hecho por la nigromante no van a vivir mucho tiempo —contestó Aurea con toda seguridad—. Así que las cosas son de esta manera: O aceptan mi ayuda, o esperan la muerte.
—Aurea es buena haciendo sanación, Wolfgang —le dijo Abish. Al menos eso le constaba—. Logró salvarme de un fuerte maleficio que por poco me mata, así que tal vez pueda ayudar a tu manada. Duele, eso lo sé. Pero sin son tan fuertes como sé que son, resistirán.
—Las Fiurt jamás nos han ayudado —espetó Wolfgang—. ¿Por qué rayos querrías meterte en esto?
—Porque eres el danae de Abish, y aunque la mayoría de veces no quiero verte, eres parte de mi misión. ¿Acaso crees que puedo negarme?
—No te he pedido nada. —Abish suspiró cansada. Ese par era insufrible.
—¿Aceptas o no? No tienes nada que perder —insistió la cazadora. Wolfgang se tomó unos segundos para pensárselo bien, y a regañadientes acabó aceptando.
—Tengo prisa —aclaró él—. Ya sabes de qué forma podemos movernos con rapidez —le dijo, y Abish asintió. No le parecía nada malo, siendo sincera. Viajar a es velocidad montando a Wolfgang en su forma de lobo fue increíble.
—Pues yo no te voy a montar, olvídalo —le dijo Aurea muy tajante.
—De eso no te preocupes, hay otro lobo que puedes montar con toda confianza. —La bruja arqueó una ceja, lo miró molesta.
—Quiero creer que eso no fue un mal chiste sobre mi condición de marcada —contestó irritada.
—No, ¿por quién me tomas? Petrus es un miserable, ni siquiera me agrada. Me refería a un miembro de la manada que vino conmigo y me espera a la entrada del bosque.
—Bueno...—murmuró Aurea—. No voy hace mucho hasta más allá del límite, tengo malas experiencias de ese lugar, así que...
—Tienes que garantizar que Aurea estará a salvo de todo y de todos. Que nada le pasará en el bosque. Dime que lo cumplirás —le pidió Abish. Eso pareció una orden, y aunque el licántropo era un tipo de temer, como dhan se sentía con la autoridad para pedírselo. Y Wolfgang ni siquiera lo dudó, asintió firme.
—Por supuesto. Ni a ella ni a ti les pasará nada, yo lo garantizo.
Abish le creyó, y como Aurea no protestó más, decidieron partir de una buena vez al bosque antes que se hiciera tarde. El primer tramo lo hicieron en el jeep. En esa ocasión Aurea tomó el asiento del copiloto, Wolfgang estaba sentado en el asiento trasero. El desgraciado no dejaba de mirarla por el espejo retrovisor. Apenas la dejaba concentrarse, pues su penetrante mirada era difícil de ignorar. Estaba segura que quería algo más, que en realidad le hubiera encantado encontrarla a solas.
Algo ocultaba, e iba a averiguarlo. Era necesario aproximarse más a él en un buen sentido, todo sea por el danan. No quería pensar en otro tipo de relación con él, ni siquiera una amistad parecía aceptable considerando su naturaleza. Al parecer al Dán le gustaba jugar en sentido contrario con todos.
Llegaron al extremo del bosque, Wolfgang iba por delante. Después de unos minutos de caminata encontraron al tipo que lo acompañó. Aurea apartó la mirada incómoda al inicio, pero luego se mostró bastante interesada en mirar. Si Wolfgang siempre andaba desnudo, era obvio que otro miembro de su manada también.
—Recoge tu baba —le soltó de pronto el licántropo a Aurea. Esta enrojeció abochornada, pues se le hizo imposible apartar los ojos de la esplendorosa anatomía del tipo que estaba frente a ella. Y por supuesto que este lo notó, hasta sonrió de lado mientras miraba a la bruja.
—Me hubieras avisado que me ibas a llevar a una comunidad de nudistas —intentó defenderse la rubia—. Por cierto, ¿siempre andan así?
—No —contestó el acompañante de Wolfgang—. Pero si nos tenemos que transformar con regularidad, no tiene sentido que estemos vestidos, sería un desperdicio de ropa. Nos gusta estar listos para la acción. —Eso último lo dijo en doble sentido. Ah claro, y la otra que le entraba al juego.
—¿Nos vamos? —dijo Abish, y Wolfgang asintió.
—Este es Jensen, alguien de confianza —les explicó, luego lo miró a él—. Llevarás a la bruja —le ordenó—. Nos reuniremos con los demás, andando.
Con rapidez, y porque al parecer a los licántropos no les iba eso de desperdiciar recursos, Wolfgang se desnudó, dejó su ropa escondida entre unos arbustos y luego se transformó. Jensen lo imitó, y Aurea miró boquiabierta el rápido cambio de ambos. Los enormes lobos se agacharon, y ambas subieron a sus lomos. Aurea se acomodó con algo de dificultad, y cuando Abish la miró de lado asintió, indicándole que era momento de partir.
—Sujétate fuerte —advirtió, y de inmediato los lobos empezaron a correr.
A pesar de la rapidez con la que se movían, Abish escuchó los gritos de Aurea mientras Jensen corría y esquivaba los obstáculos del bosque. Al principio eran gritos aterrados, pero luego tuvieron algo de emoción, como si aquello fuera uno de esos juegos extremos de la ciudad de Tyrynar. Esa vez no irían tan lejos como en la última ocasión, pero igual pisarían terreno inseguro. Más allá del límite siempre había que extremar los cuidados.
Llegados a cierto punto los lobos empezaron a reducir el paso. A lo lejos Abish vio la humareda de una fogata, y cuando su vista se aclaró notó que habían improvisado algunas cabañas en los árboles. Al pie, o en las ramas de estos. Era una pequeña aldea bien distribuida, y supuso que cada cabaña pertenecía a un núcleo familiar. Sí, todo era modesto. Pero a ella le pareció increíble. Hasta para un asentamiento temporal los licántropos de Wolfgang estaban bien organizados.
Al ver llegar a su alfa notó que se ponían en alerta. Algunos mantenían su forma de lobos y descansaban en el pasto, otros andaban desnudos. Otros tenían puesta algo de ropa hecha con piel de otros animales, como osos y zorros. Wolfgang se detuvo, luego se inclinó para ayudarla a bajar. En cambio, Aurea ni siquiera se movió, y Jensen se mantuvo quieto en su forma de lobo.
Mientras Wolfgang volvía a su forma humana, notó que la manada empezaba a aproximarse hacia ellas. Y todos tenían la vista fija en Aurea. Miradas nada agradables, por cierto. Incluso escuchó a algunos lobos gruñir. A los licántropos no les agradaban las brujas, eso había escuchado. Decían que eran un mal necesario, si Wolfgang por un momento hasta pareció capaz de dejar que los suyos murieran en lugar de aceptar la ayuda de Aurea.
—Quietos todos —ordenó Wolfgang. Y bastaron esas simples palabras para que los lobos agacharan la cabeza, hasta los más fieros se amansaron—. Aurea y Abish están bajo mi protección. Mientras estén con nosotros nada puede pasarles. Y si uno de ustedes se atreve a molestarlas lo pagarán con su vida.
—Entendido —contestaron todos a la vez con firmeza. Eso dijeron los que podían hablar, pues aquellos que mantenían su forma de lobo asintieron y se apartaron.
—Ya bájala —le pidió a Jensen. Este se agachó, y Abish se acercó a ella para ayudarla a bajar. Una vez la bruja estuvo a salvo en el suelo, Jensen se retiró con los demás lobos—. Vengan conmigo —dijo Wolfgang. Ambas lo siguieron mientras miraban alrededor con curiosidad.
Los miembros de la manada se hicieron a un lado cuando pasaron, y Abish notó que eran más de lo que esperó. Esa noche, cuando se encontraron por primera vez, ella contó al menos unos veinte lobos. Sin duda una pequeña parte de la manada, pues hasta donde podía ver había al menos cincuenta personas, sin contar a los lobos. Y apostaba que eran mucho más. Eran una población muy variada y fuerte. Pensándolo bien aquello era hasta escalofriante. Todos los que estaban ahí eran licántropos puros. Suficientes para arrasar Etrica si quisieran.
Llegaron hasta una cabaña más grande, al parecer ahí habían aislado a los enfermos. Wolfgang abrió la puerta, y Abish vio un amplio espacio donde los licántropos descansaban. O sobrevivían. Todos lucían bastante enfermos, sudaban, tenían una palidez de muerte y temblaban con escalofríos. Se habían cubierto con pieles, pero eso no parecía ser suficiente. Los que conservaban la forma de lobo estaban recostados en el suelo, respiraban con dificultad. Eran en total unos quince, sin contar a varias personas que cuidaban de ellos.
—¿Y bien? ¿Es un maleficio? —le preguntó Wolfgang a Aurea. Ninguno de los enfermos podía hablar, pero miraban con curiosidad a su alfa y a las dos visitantes.
—La energía de las sombras se siente aquí —anunció la bruja. Wolfgang suspiró nada contento, lucía bastante tenso.
—¿Podrás hacer algo?
—No lo sé. Es que no tienen ninguna marca visible, no puedo detener la expansión ahora mismo. El daño está por dentro, y tal vez para algunos ya sea demasiado tarde.
—Haz lo que puedas, y empieza por los niños. Luego las hembras, finalmente los machos. —Aurea asintió, los miembros de su manada no parecían conformes con la presencia de la bruja—. Ella intentará ayudarlos, así que colaboren —ordenó. Y nadie lo cuestionó, solo se quedaron quietos, esperando.
Lo que seguía era muy familiar para Abish, pues ella misma lo vivió. Aurea buscó en su morral el pequeño frasco con agua sagrada que siempre llevaba, pero en esa ocasión iba a tener que racionar para que alcance para todos. Se acercó al primer niño, se agachó a su lado. Aurea vertió una gota de agua sobre su frente. No pasó nada. Parecía nerviosa, se tomó unos segundos para pensarlo, y luego le pidió al niño que abriera la boca. Con un gotero, la bruja le dio de beber dos gotas. No pasó mucho tiempo hasta que el niño empezara a quejarse de dolor. Wolfgang y los demás miraron con rabia a la bruja, cuando este quiso acercarse a Aurea para detenerla, Abish le cerró el paso.
—Déjala, sabe lo que hace.
—Lo está lastimando —le dijo Wolfgang entre dientes.
—No, es el maleficio el que lo mata. Ella solo intenta salvarlo. Duele, pero el agua no lo matará. Sé lo que se siente, hizo lo mismo conmigo. Solo déjala trabajar. —Wolfgang seguía enojado, si se contuvo fue solo por ella. Y no sabía si eso iba a durar mucho tiempo.
Aurea lucía nerviosa, una vez más estaba en una situación extrema y tenía que proceder sin tener idea cómo. Si fallaba, Wolfgang iba a enojarse mucho y eso no le convenía a nadie. La bruja ayudó al niño a incorporarse. La vio cerrar los ojos y posar sus manos en su pecho. Ella murmuraba algo, y la luz apareció. Nadie dijo ni una palabra mientras la luz blanca empezaba a emanar despacio de sus manos. Abish tuvo que entrecerrar los ojos un instante, pues el brillo era tan potente que cegaba.
Pronto el brillo desapareció, pues la luz ya estaba dentro del niño, atacando las partes afectadas por el maleficio. Una vez más la escuchó cantar aquel ícaro de sanación. Por el sonido de su voz y el tono le pareció que era el mismo que usó con ella, pero seguía sin entender ni una palabra. Aurea decía que no tenía idea de lo que decía cuando le contaba que la pronunciación de los ícaros era inentendible para el oído humano, pues ella estaba segura que cantaba con claridad. ¿O era que las brujas usaban otra manera de hablar que los humanos no podían captar? Ella no era humana, pero sus sentidos estaban bloqueados. Algún día iba a averiguarlo.
—¿Te sientes mejor? —le preguntó al niño luego de unos minutos, y el pequeño licántropo asintió.
—Ya no me duele nada —anunció con una sonrisa. Solo entonces Aurea pudo respirar en paz, y a su lado Wolfgang cambió la cara de asesino que tenía por una llena de alivio.
—¿Dónde tenían el maleficio? —preguntó él.
—En el estómago —contestó la bruja al tiempo que se ponía de pie—. Quizá lo que comieron tenían una marca interna con el daño. El maleficio estaba empezando a extenderse a otros órganos, pero pude detenerlo.
—¿Podrás con el resto?
—Eso espero. Haré lo que pueda.
—¿Necesitas ayuda? —preguntó una mujer escasamente vestida. Una hembra en realidad. Hasta hace unos segundos miraba a Aurea con desconfianza y molestia, pero su semblante había cambiado por completo al ver al niño salvado.
—Tal vez pueda hacer dos curaciones a la vez. Puedes ayudarme sosteniendo a dos personas mientras hago lo mío —contestó Aurea, y esta asintió. Las otras personas que cuidaban de los enfermos se acercaron a ella para ayudarla a sostener a los heridos que serían atendidos, nadie perdió el tiempo en ponerse en acción—. Tienen que sostenerlos fuerte, en algunos el daño es mayor y cuando beban el agua sagrada les va a doler mucho.
—Estoy listo —murmuró uno de los que iban a ser atendidos, un muchacho que de seguro tenía apenas la edad de Leonard.
—Acá voy.
El ciclo se repitió, hasta Abish y Wolfgang tuvieron que ayudar después. Aurea les daba el agua, estos se sacudían y gritaban de dolor, otros hacían lo imposible por resistir. En algunos el ritual de sanación duraba más, pues Aurea decía que el daño se había extendido y estaba afectando otros órganos. No siempre todo salía bien, aunque Aurea lograba detener el maleficio y salvarles la vida, el uso de magia de luz en criaturas de la oscuridad los dañaba de igual manera. Algunos acababan exhaustos, desmayados o con dolores de cabeza. Pero vivirían, eso era lo importante.
—Listo —dijo Aurea cansada cuando terminó con el último. Ni un solo muerto, logró salvarlos a todos. Cuando intentó ponerse de pie las piernas le temblaron y estuvo a punto de caerse. Para sorpresa de Abish, los licántropos que hasta hace unos segundos la miraron con recelo, se movieron con una rapidez impresionante y tres de ellos la sostuvieron para evitar que se hiciera daño.
—Hay que recostarla —les pidió Abish, estos obedecieron y acomodaron a Aurea sobre unas pieles en el piso—. ¿Qué te pasó? ¿Estás bien?
—Solo estoy cansada —murmuró la bruja—. Nunca he hecho esto tantas veces, creo que no soy muy buena regulando mi energía —agregó rendida. Parecía a punto de desmayarse.
—Deja eso, los salvaste —le dijo Abish, le sonrió. Aurea intentó corresponderle.
—Pero quedé hecha mierda.
—Tiendes a menospreciar tus logros, ¿verdad?
—A veces.
—Debo admitir que me equivoqué contigo. —Wolfgang se había acercado a ellas. E incluso, para su sorpresa, se puso de cuclillas para poder hablarle a Aurea—. No creí que serías capaz, pero lo lograste. Salvaste a miembros valiosos de mi manada, y te doy las gracias. De ahora en adelante las cosas serán diferentes, tienes mi protección y la de mi manada.
—Qué bueno —musitó Aurea—. Dime que ya no volverás a molestarme.
—No pidas mucho. —La bruja intentó reír, pero al parecer estaba muy cansada para eso.
—Deberíamos dejarla reposar —comentó ella y Wolfgang asintió.
—Solo será un momento en lo que me recupero —les dijo Aurea—. Tal vez me duerma un rato.
—Yo me quedaré con ella —anunció Abish, pero Wolfgang negó con la cabeza.
—Tú y yo tenemos que hablar. Deja que se encarguen de ella, acá no le pasará nada. Y ya lo dijo, solo necesita descansar. —La cazadora miró de lado a Aurea, esta solo asintió.
—Estaré bien —le dijo.
—Ya regreso, no me iré lejos.
Para confirmar las palabras de Wolfgang sobre la protección de su manada, dos hembras y un lobo pequeño se acercaron y la cubrieron con las pieles. Incluso un pequeño lobo que Aurea curó le lamió la mano despacio, como si fuera un cachorro preocupado. Abish sonrió, eso se le hizo tierno. Y ella que cazaba a los de su raza cada noche.
No hubo tiempo para la culpa, pues tuvo que seguir a Wolfgang y ambos salieron de la cabaña. Cruzaron hacia otro lado, a otra cabaña en realidad. Esta no era tan grande como la otra, pero se notaba que era un lugar que solo habitaba una persona. Él, por supuesto. La diferencia era obvia, pues era un espacio hecho para el líder de la manada. La madera no era de la zona, eso era notorio, incluso se habían tomado el tiempo de hacer bellos tallados y armar una cama muy cómoda con piel de osos de montaña alta.
—¿Y bien? ¿De qué se trata todo esto? —preguntó Abish en cuanto se cerró la puerta.
—Esto va de mal en peor, cazadora. Ahora vienen por nosotros —le dijo muy serio, y podría jurar que notó la sombra del miedo reflejarse en sus ojos. Hasta el momento Wolfgang se había portado como si tuviera el control de todo, pero las cosas se estaban saliendo de sus manos. Y si a él no le iba bien, a ellas tampoco.
—Quisieron envenenar a toda tu manada —él asintió—. Claramente obra de la nigromante.
—Es así. Y vamos a tener que cazar en lugares más apartados, pero eso igual nos pondría en aprietos. Hoy fueron las brujas, mañana serán las otras manadas.
—¿A qué te refieres?
—Mi manada tiene a los licántropos más puros del continente —le dijo con toda seguridad—. Unos cuantos de nosotros podríamos mantener en raya a muchos de ellos. Pero siempre pueden dar problemas, y como debes imaginar, no es agradable tener que enfrentarte a hermanos de raza que hasta hace poco eran aliados. Ahora están sometidos a una bruja, no es su culpa lo que está pasando.
—Entiendo, y aún así representan un peligro. —Él asintió.
—Nos están cercando, pronto podremos ser atacados. Dejaremos el asentamiento hoy mismo. Y si ponen tanto empeño en sacarnos del camino, es porque no pueden someternos aún. Saben que si nos mantenemos a salvo de la Nigromante seremos capaces de cerrarles el paso a muchos de ellos. Pero no a todos. Cuando ella llegue todos en Etrica sufrirán las consecuencias.
—Nos estamos preparando para eso —contestó, hizo lo posible por aparentar seguridad. Lo cierto era que también tenía miedo. ¿Cuántas manadas tenía la bruja a su servicio? ¿Cuántos licántropos estaban dispuestos a desatar su salvajismo sobre su gente?
—¿Y en serio crees que será suficiente?
—No lo sé, pero haremos lo que sea posible. No vamos a quedarnos tranquilos, eso tenlo por seguro.
—Considerando que gracias a los cazadores de Etrica no hay ningún ataque dentro de la ciudad, sé que es cierto lo que me dices. Pero tendrá que ser más, porque tú y yo no podremos solos.
—¿De cuántos licántropos estamos hablando?
—Las manadas más puras tienen en promedio cien miembros. A veces más, sobre todo cuando la raza es mestiza pueden ser comunidades de hasta trecientos. —Abish tragó saliva. Manadas. Los cazadores sabían que jamás se habían cruzado con una, solo con parte de ellas. Y si en enfrentamientos de veinte licántropos a la vez ya habían tenido algunos problemas de patrullaje, ¿cómo podrían con una manada entera? ¿Con doscientas de esas bestias salvajes?
—¿Y cuántos estimas que sirven a la nigromante?
—Al menos unos mil. —No podía ser verdad. Abish sintió que todo le daba vueltas.
Mil licántropos. Suponiendo que la nigromante solo quisiera atacar con la mitad, eso ya representaría un problema grave. Definitivamente se les iba a salir de las manos. No eran suficientes cazadores para todos ellos. Solo entonces fue en verdad consciente de la fragilidad del pacto. Los licántropos fueron exiliados al bosque, sí. El bosque era suyo. Porque si todos juntos tomaban conciencia de la situación y decidían reclamar la ciudad sería un caos. Y al parecer ese día había llegado al fin.
—Tienes que tomarlo con calma —le dijo Wolfgang al notar su turbación. Incluso posó las manos sobre sus hombros para confortarla. El lobo y la cazadora estaban muy cerca.
—Lo que me acabas de decir no es para tomar a la ligera.
—Lo sé, pero no es tan malo como parece. Tienen la maldita ciudad cercada con trampas, rejas eléctricas y otras cosas. Lo sé, me es tedioso cruzar todo eso cuando entro. Solo tendrían que reforzar sus defensas, y con eso ya tendrían mucho a su favor.
—Al menos es algo.— Si, bueno. Tal vez Wolfgang estaba en lo cierto. Los cazadores tenían la tecnología de su lado, ni hablar de las artes mágicas que servirían para detener el paso de todas esas bestias. Tenían una esperanza, y mucho trabajo por hacer.
—Abish —murmuró el lobo, buscó su mirada. Abish no pudo apartar sus ojos de él—. Me preocupa, y será difícil. Pero vamos a salir de esto. Somos una manada.
—Sí, ya me di cuenta que son una gran manada todos ustedes.
—No me refería solo a los lobos de afuera, cazadora. Me refiero a todos nosotros. A ti, a mí. Incluso a Aurea. Un danan es como una manada después de todo. Nos cuidamos, sentimos el miedo y el dolor del otro, estamos dispuestos a dar lo que sea ellos. Así funciona una manada. Y tú eres parte importante de la mía. —No supo qué responder a eso, pero nunca una comparación se le hizo más precisa. Lo eran. Una manada que tenía que permanecer unida pase lo que pase.
Wolfgang no se apartó, ella tampoco. Estuvieron cerca el tiempo suficiente para sentir cierta tensión entre ambos. Y no era una mala sensación, todo lo contrario. ¿Lo estaba alucinando o era deseo lo que veía en los ojos de Wolfgang? Imposible, él no se atrevería. Y ella no podría corresponderle jamás, no a alguien como él, no a una criatura de las sombras. ¿O si? ¿Acaso era un engaño la forma en que hacía sentir? Intimidada a veces, pero casi siempre en confianza. Era agradable, y su cercanía tentadora. Él lo percibía, era un ser de instintos después de todo. Abish se quedó paralizada mientras veía su rostro aproximarse al suyo. Sabía lo que seguía, casi podía sentirlo. Casi.
Hasta que notó a Wolfgang apartarse despacio, y de pronto ya no la miraba. Olfateó algo, y frunció el ceño. Sea lo que sea no era bueno, Wolfgang jamás hubiera retrocedido. Ella no lo hubiera apartado.
—Quédate aquí —le pidió. Pero ella no obedeció, esperó a que saliera, y segundos después los siguió. Notó que Wolfgang no era el único en alerta, otros lobos de su manada estaban de pie, erguidos, mirando con fiereza a un lado del bosque. Algo se aproximaba, y todos parecían listos para atacar.
Abish se quedó quieta observando a la expectativa. Entre los árboles vio avanzar una figura que se le hizo muy familiar. Y desagradable. Sintió que todo el enojo la poseía, no podría creer que eso estuviera pasando. El tipo avanzó sin ningún temor hacia ellos, Wolfgang salió al frente. Estaba solo, y ni siquiera parecía importarle que hubiera una manada dispuesto a destrozarlo.
—Petrus, ¿qué quieres aquí? —le preguntó Wolfgang. Él tampoco tenía miedo. Los licántropos estaban frente a frente, retándose con la mirada.
—Tienes algo que me pertenece.
—No sé de qué estás hablando.
—Entrégame a mi bruja —dijo, y eso sonó a una orden—. No te atrevas a negarlo, la marca me llama. La siento desde que entró al bosque. —A Abish le entró terror de pronto. No porque pensara que Wolfgang y su manada serían incapaces de mantener a Petrus bajo control, sino por Aurea. La bruja ni siquiera podía mencionar a Petrus sin ponerse a llorar, y el muy desgraciado aparecía ahí. No quería que lo viera, sería devastador.
—Ah, te refieres a la Fiurt. Verás, la joven bruja le hizo un servicio especial a mi manada, y ahora la tenemos en alta estima. Así que si tocas a una de nosotros, nos tocas a todos —le dijo muy amenazante. Abish no se la podía creer. Estaba segura que no solo era porque salvó a los suyos, sino porque ella se lo pidió. Le hizo jurar que nada le pasaría a Aurea en el bosque, y Wolfgang iba a cumplir. Petrus se mantuvo sereno, no dijo nada mientras lo miraba. Segundos después le notó una sonrisa de burla. El muy desgraciado seguía sin tener miedo.
—Es mi hembra, Wolfgang. Búscate una y deja a la mía en paz.
—No tengo ese tipo de interés en ella.
—Es mía —le dijo entre dientes—. Es mi derecho. Entrégamela o la pagarás caro.
—No mides tus palabras, ¿verdad? —contestó Wolfgang sin perder la entereza—. ¿Acaso crees que puedes desafiarme y salir de aquí sin un rasguño?
—Así que no me la dejarás fácil —replicó Petrus molesto—. Quiero a mi hembra, y me la vas a dar. O tomaré a varias de las hembras de tu manada cuando te des la vuelta y les haré tanto daño que vas a llorar cuando encuentres sus cuerpos. ¿Eso es lo que quieres?
—Atrévete. Dame un motivo para destrozarte de una vez y librar a este mundo de tu odiosa existencia. —Los dos licántropos gruñeron, la tensión era palpable. Alrededor los lobos también gruñían, estaban listos para atacar y morir por su alfa si era necesario. Abish tragó saliva, estaba nerviosa. Eso no iba a terminar bien, cualquier de los dos podría morir. Y no quería ver a Wolfgang morir.
—Vete de aquí. —Si hasta hace unos segundos estuvo asustada, de pronto la sensación empeoró. Sobre todo porque la dueña de esa voz habló tras ella—. Vete o no respondo. —Aurea había salido a duras penas de la cabaña donde realizó la curación. Al verla, Petrus se apartó y la buscó con la mirada. Abish sintió tantas cosas en ese momento que se sintió abrumada. El miedo de Aurea al sentirse en peligro. Su odio a la bestia que la marcó. Y aunque Aurea estaba ahí, temblando de miedo, tenía la valentía de enfrentar a aquel miserable. Eso la hizo admirarla. Quererla un poco más.
—Así que vienes a mí —dijo Petrus sonriente. El desgraciado parecía capaz de arrojarse sobre ella en ese momento.
—¡Que te vayas! —gritó. Y cuando lo hizo, levantó sus manos. En ellas aparecieron dos esferas de luz pura, moviéndose vertiginosas. Luz viva como la que vio aquella noche. No, eso era mucho mejor, pues Aurea podía controlarla—. Vete, Petrus. Lárgate y no te atrevas a tocar a nadie de aquí, o regresaré a freírte con mi luz. Vete de una vez —le ordenó. Las lágrimas salían de sus ojos, eso no podía controlarlo. Abish temía que colapse en cualquier momento, aún estaba débil por sanar a tantos licántropos.
—No serás tú quien me diga que hacer, Aurea —contestó Petrus desafiante—. Eres una cobarde, bruja inútil. Golpéame con tu luz si puedes, sé que no te atreves. Siempre has sido una débil, una perra cobarde a la que me encargaré de someter. Ven acá, soy tu dueño y lo sabes.
—Cállate. —No habló fuerte, pero Abish la pudo escuchar con claridad. Cuando dijo eso, la luz en sus manos creció. Aurea junto las manos y formó una sola esfera de luz.
—Te he dado una orden.
—¡Lárgate! —Aurea gritó furiosa. Y cuando lo hizo, ni siquiera lo pensó ni pude detenerse. Los lobos de Wolfgang reaccionaron apenas un instante antes de que la luz los golpeara, y Abish solo se quedó ahí, viendo como la bruja lanzaba enerkinesis con tanta potencia que pensó había matado a Petrus.
Duró apenas unos segundos, Abish cerró los ojos pues en ese tiempo todo se hizo blanco. Cuando se dio cuenta vio a Petrus del otro lado, se había transformado. Y no lucía tan altanero como cuando llegó. Estaba herido, aunque no de gravedad, había esquivado justo a tiempo el golpe de enerkinesis. Aurea consiguió mantenerse en pie unos segundos más, tiempo suficiente para que Wolfgang y otros se transformaran dispuestos a enfrentar a Petrus. Al notarse en clara desventaja, y temiendo que Aurea ataque otra vez, se retiró al bosque con rapidez.
—¿Quién es el cobarde ahora? —preguntó Aurea al verlo huir. Abish quiso decirle algo, felicitarla, contarle lo increíble que fue. Pero la bruja no pudo resistir más, se desvaneció y cayó desmayada al piso, ella apenas pudo sostenerla.
—Estás a salvo —murmuró Abish. La abrazó y le dio un beso en la frente. Ella misma la cargaría y la llevaría a descansar. Notó, mientras estaba en el piso, que los lobos las rodeaban. Y Wolfgang estaba frente a ellas. Sí, estaban a salvo. La manada las cuidaba. Pero Petrus no se iría, él nunca iba a liberarla de esa marca. Con él batalla era a matar o morir.
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Hello, hello, hello
Lamento la demora, esta semana fue una cadena de tragedias, entre las que se incluye corte de luz varias veces. Y full trabajo en casa, harta ya me tiene la oficina... y aún no estoy en la oficina XD
Hoy tuve todo planificado para publicar temprano, pero zaz corte de energía eléctrica xdd pero más vale tarde que nunca, y aquí está <3
Les cuento que ya estamos entrando a la recta final de la historia <3 y muchas cosas van a empezar a revelarse y complicarse.
En multimedia, Wolfgang.
Hasta la próxima <3
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