39.- Espectro nocturno
Las luces estaban apagadas. Marcio se había marchado hace buen rato, y Sarenne terminaba de poner la alarma que funcionaba toda la noche en la librería. De tanto observarla hacer eso Noah se había aprendido aquel código, pero en verdad no le importaba el dinero de la caja o los libros de la zona abierta al público. A esas alturas ya tenía claro que robar algún ejemplar de la zona restringida era imposible.
No se trataba de la rapidez o de la fuerza. Si intentaban forzar los sistemas de seguridad los ejemplares acabarían arruinados por algún ácido. La única opción segura que tenían para obtener el libro de Blake era de forma legal en la subasta. El tema era que no tenían suficiente dinero para hacerlo, así que el plan de robarle al que lo compre seguía en pie. Cosa que iba a ser en verdad problemática considerando lo que acababa de enterarse.
—Todavía no lo puedo creer —comentó Sarenne mientras terminaba de asegurar las puertas—. ¿Puedes creerlo? Ni siquiera pensé que tendría que subir el precio base de ese libro, pero ya que ha subido la demanda tendré que mejorar la estrategia. Ya no será el libro de apertura, lo pondré al medio, ¿qué te parece?
—Claro, ¿por qué no? —contestó él disimulando el enojo que sentía.
—Si alguien como Velimir Seymur va a tratar de conseguirlo de seguro que saco buen dinero —agregó ella muy animada. La entendía, eran solo negocios. Pero para él todo un inconveniente.
—Va a ser una noche muy interesante —le dijo despacio. Ella ni notaba su molestia, había recibido una propuesta maravillosa para su negocio y obviamente no iba a desperdiciarla.
—Listo, podemos irnos —dijo mientras terminaba de guardar la llave en su bolso. La noche estaba por caer, y ya no tenía nada más que hacer ahí. Le hizo a Sarenne la promesa de una noche placentera que él también anhelaba, pero lamentablemente no podía cumplir con su palabra. No esa noche.
—Te acompaño a casa, solo eso —enfatizó lo último. Apenas terminó de pronunciar esas palabras Sarenne lo miró confundida.
—¿Cómo? ¿No te quedas?
—No voy a poder —le dijo tomando sus mejillas, luego le dio un beso suave—. ¿Recuerdas que salí un momento a hacer una llamada? Tengo que encargarme de algo.
—Oh... ¿Es grave?
—Es un asunto familiar —aclaró. Y no estaba mintiendo. Era algo que concernía a su manada. A su familia.
—Entiendo, espero que lo soluciones pronto. ¿Quedamos otro día? —preguntó ella sonriendo de lado, y él correspondió.
—Por supuesto, solo dime cuando. Ya sabes, siempre dispuesto para ti. —La besó otra vez. Era lo único que no quería ni podía dejar de hacer.
—Oye, Noah... No estás molesto por lo que te comenté, ¿verdad? —preguntó ella con timidez.
—Para nada —mintió. Por supuesto que tenía ganas de ir donde los Seymur y romperle la cara a Velimir. Mejor aún, dejarle unas lindas mordidas que lo dejen adolorido por horas—. Si quieres ir con él no tengo ningún problema, igual nos veremos, ¿no? Son negocios, y será bueno que te relacionen con él.
—Ah, tú sí que piensas con estrategia —contestó ella sonriente. Noah quería pensar que solo estaba animada por los negocios, y no porque Velimir le gustara un poco. Lo peor era que ni siquiera tenía derecho a molestarse, él la estaba engañando.
—Eso no significa que no podamos compartir algunas piezas de baile, ¿verdad? —le guiñó un ojo y ella asintió. Ya la notaba más tranquila, y mejor así. No quería que tome distancia de él, por más que muriera de celos tenía que aguantarse y seguir adelante con el plan.
—La pasaremos bien, ya verás —aseguró Sarenne. Y él quería creerle.
La casa de la chica no quedaba muy lejos de la librería. Caminaron unas cuadras y llegaron justo antes de que anocheciera. Conversaron un poco más sobre la subasta, y cuando se dieron cuenta llegaron a la puerta de su casa. Se despidieron con otro beso, la dejó a salvo y se dio la vuelta para continuar su camino. Tenía muchas cosas que informar.
Lo de los Seymur intentando apoderarse del libro que ellos querían podía convertirse en una declaración de guerra entre lobos y vampiros si es que Ethelbert no tenía una buena excusa para eso. O si Wolfgang la aceptaba. ¿Por qué querían algo que ellos necesitaban? ¿Acaso para tomar ventaja sobre ellos? No le sorprendería, a Ethel le gustaba tener el control de todo, no toleraba ser el segundo o compartir el poder con nadie. No podía adivinar los planes de Ethelbert, pero sí tenía claro que Wolfgang le iba a pedir cuentas a él. Era el responsable de adquisición del libro de Blake, no podía fallar.
Los licántropos siempre supieron de la obra de Blake. Habían pasado quinientos siglos desde su muerte y se seguía hablando él. Rumores en su mayoría, nadie podía asegurar el contenido, o si en los libros que se salvaron se encontraba la investigación principal. Lobos como él y Wolfgang tenían una idea más clara del contenido de su obra, por eso la necesitaban.
Todos los licántropos sabían que los de Iseut eran diferente a ellos, que desde siempre fueron de naturaleza contraria. Iseut nunca se sometió a los designios de Annevona, jamás le sirvió. Por alguna razón el vínculo de raza solo funcionaba en sus descendientes, pero no aplicaba con las brujas. Si algún licántropo de Iseut siguió a alguna nigromante fue por elección. Ese era el principal rumor sobre la investigación de Blake Ormavus, que ahí estaba la clave para liberarse del vínculo que los hacía ceder su voluntad a las nigromantes. De ser cierto era algo que necesitaban a la brevedad. Wolfgang estaba seguro de eso, y Noah entendía que en ese libro estaba la clave para salvar a su manada de aquella nigromante. De salvarse a él mismo.
Los rumores de lo que investigó Blake existieron desde siempre, pero nadie supo dónde quedaron sus libros. Quizá perdidos, quizá en manos de las brujas que lo ayudaron, quizá fueron destruidos, o tal vez en alguna fortaleza en el viejo mundo. Nadie se esforzaba en buscar porque no tenían pistas. No hasta hace unos años cuando se empezó a rumorear que los buscadores de tesoros, comerciantes y piratas andaban ofreciendo algunas hojas sueltas de la investigación de Blake. Luego se supo que había un libro sellado en el mercado negro, uno que probablemente solo se abriría con sangre de alguno de sus descendientes.
Se dijo primero que el libro estuvo en Ettacari. Por eso hace más de un año que Noah entró a la civilización humana, para cruzar el bosque y viajar al sur en busca de pistas del libro. Estuvo en Castasur recorriendo todas las casas de subasta y librerías, pero no encontró nada. No hasta que supo que el libro estaba en Etrica. Era frustrante tener el libro tan cerca y a la vez tan lejano. Mucho del dinero se iba en disimular su esencia como licántropo y evitar que los cazadores le impidan el paso por la ciudad, y aunque tenía una buena suma sabía que sería difícil hacerles competencia a los demás ricos de Etrica. En especial a Velimir.
Noah se apresuró en llegar a la cabaña donde vivía. Una vez ahí encendió las velas y pensó si quizá debería comer algo de la reserva o transformarse y cazar en el bosque. Antes de que pudiera decidir su alfa llegó. Los dos tuvieron un día ocupado, Wolfgang tuvo que atender el asunto de conseguir un lobo de Iseut para poder experimentar una vez tuvieran el libro de Blake, y él se la pasó tratando de encontrar una forma de obtener el libro. Aunque eso tampoco era cierto del todo, él sabía bien que la razón para sus largas visitas a la librería era otra. Una sola persona en realidad, la única que le importaba en Etrica.
—¿Y bien? —preguntó Wolfgang apenas lo vio.
—Tendremos que esperar a la subasta, el sistema de seguridad nos impediría obtener el libro en buenas condiciones —informó sin dar más detalle. A Wolfgang no le gustaba irse con rodeos ni escuchar excusas, por eso notó de inmediato su molestia.
—¿Acaso no podemos amenazar a la dueña de la librería? Sabes que el miedo hace hablar a cualquiera. Los humanos no toleran el dolor. —No era la primera vez que su alfa hacía ese tipo de comentarios, y si se lo ordenaba no le iba a quedar otra que obedecerlo. Por eso tenía que desviar el tema, hacer cualquier cosa para alejar la atención de Sarenne y ponerla a salvo.
—No serviría, los códigos vienen de una central en la Academia de cazadores, ya sabes que ellos tienen una unidad que se encarga de esos temas. —Wolfgang asintió de mala gana, Noah se sintió a salvo de momento—. Si forzamos el compartimiento podemos arruinar el libro.
—Parece que los cazadores se encargaron de crear su propio sistema de magia usando tecnología —comentó el alfa por lo bajo. En eso Noah pensó que tenía razón, las brujas usaban magia de sangre para proteger sus secretos, los cazadores sus códigos y computadoras. Nada mal.
—Hay otro detalle. Por alguna razón Velimir se ha apuntado para la subasta del libro, los Seymur lo quieren. —Apenas dijo eso notó a Wolfgang fruncir el ceño. No dijo nada por varios segundos, pero notó la tensión en el ambiente. Esa noticia no le gustó para nada.
—Olvida eso, yo me encargo de los Seymur —contestó entre dientes—. Solo no pierdas de vista el rastro del libro, yo pondré a los vampiros en su sitio. No se van a volver a meter en nuestros asuntos. —Noah asintió. Una preocupación menos, pero eso no le quitaba la rabia de haber visto a Sarenne al lado de Velimir. Conocía a Vel, solo quería divertirse y molestar, no iba a dejar que use a Sarenne en su contra. Peor, no iba a dejar que la toque.
Él sabía lo incorrecto que era, un licántropo puro como él no podía emparejarse ni marcar a ninguna hembra que no sea de su raza. Tenía que elegir a alguien de su manada, de hecho siempre tuvo a una hembra en mente para eso. Tenían permitido relacionarse con otras razas, pero no reclamarlas, mucho menos tener una relación estable con ellas. Eso se lo dejaban a licántropos impuros, aquellos que tenían la osadía de mezclarse y desmejorar la raza. ¿Cómo podía enojarse si otro se le acercaba a Sarenne? No tenía derecho, ella no era suya y jamás lo sería. Cierto que se acercó a ella para poder cumplir su misión, pero en realidad no quería lastimarla. Lo que sentía por Sarenne era genuino, no podía negarlo. Odiaba tener que mentirle, pero al menos se esforzaría por protegerla hasta que consiguieran el libro. Luego tendría que dejarla atrás por más que le pese.
—¿Y qué tal te fue a ti? —le preguntó Noah para romper el silencio—. ¿Ya se transformó ese humano?
—Aún no, un científico de la Academia se encargará de eso.
—¿El danae de Aurea?
—El mismo. Lo ha convertido Petrus, es lo mejor que tenemos de momento. No va a quedar de otra que probar con él a pesar de su impureza —dijo Wolfgang de mala gana—. Por cierto, solo para que estés advertido, tuve que contarle a Abish.
—Ohh... ¿Y te creyó?
—Lo hizo, sé que confía en mí. Ahora más que nunca —contestó sonriendo de lado, Noah asintió. Al menos esa parte del plan estaba saliendo de lujo.
—Supongo que eso equilibra los bandos. Los Seymur se han comprado el favor de Aurea, así que si Abish queda de nuestro lado...
—No te apresures, Noah —le cortó—. Abish sabe lo que soy para ella, y que debo servirla. Sabe de nuestro vínculo, pero eso no la va a obligar a ponerse del lado de una manada entera. Poco a poco, ya trabajaré en eso. Sé que hay prisas, pero no voy a forzarla a nada. Eso sin contar que aún no ha despertado su poder.
—Esperemos que se apresure —comentó, y su primo asintió. Varios en la manada, los de su entera confianza, sabían de los planes de Wolfgang. Tenían conocimiento de lo que pasó hace años, de la labor de Abish, del peligro que se venía. Así como el libro era su misión, la de Wolfgang era conseguir poner a Abish de su lado. Algo que parecía cercano, pero que seguía siendo terreno inseguro.
—Por cierto —continuó Wolfgang—. ¿Ya sabes cómo llegó el libro a Etrica?
—Hoy conseguí la información —dijo guardando la calma—. Fue un regalo.
—¿Cómo? —preguntó confundido. Tanto como él cuando Marcio se lo dijo.
—Un regalo de piratas.
Siempre pensó que la información sobre la compra del libro para la subasta era confidencial, pero resultó que hasta Marcio lo sabía. De hecho, se lo preguntó casualmente esa tarde sin esperar nada. Pero el chico le contó muy animado el hecho curioso que fue la llegada de ese libro a la librería.
Obviamente muchos de los ejemplares que se subastaban eran obtenidos por cazadores de tesoros de forma ilegal. Algunos de ellos, piratas del continente Anglia, viajaban constantemente al viejo mundo y cobraban muy caro por los tesoros de reinos perdidos que robaban. Sarenne tenía negocios con comerciantes sureños que entraban al viejo mundo por el continente de Ettacari, nunca se relacionó con piratas porque nunca tuvo un contacto para acceder a tratos con ellos. En busca de ampliar su comercio, y como Marcio nació en Tyrynar, le pidió al chico que corra la voz en la costa para encontrar a alguien de confianza como socio comercial. Recibió varias ofertas, pero uno de ellos envió como regalo el libro de Blake. Demostraron así lo capaces que eran para encontrar libros perdidos, y si podían regalar algo como eso sin duda podrían conseguir cosas mejores.
—Vaya...—murmuró Wolfgang cuando terminó de escuchar aquella historia—. No creo que sea coincidencia.
—No lo sé, todo parece una simple transacción comercial. Pero...
—Pero nadie regala un libro de Blake Ormavus, Noah. Nadie. Comenzando porque hasta ahora nadie tenía la seguridad de que alguno de esos libros existía.
—Es cierto. Hay segundas intenciones en todo esto.
—Claro que sí, y lo sabremos cuando averigüemos la identidad de esos piratas. ¿Te dieron alguna pista?
—Lo único que sé es el nombre del barco pirata. Espectro nocturno. —Para Noah el mundo marino y de los piratas era algo ajeno a él. Solo sabía que existían y eso le bastaba. Pero en cuanto dijo aquellas palabras vio el rostro de Wolfgang palidecer. Su expresión de sorpresa lo dejó perplejo.
Supo en ese momento que su alfa sabía algo delicado, algo tan importante que lo dejó sin habla. Y que quizá Wolfgang no confiaba tanto en él como creyó.
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Lo primero que hizo Abish fue ir directo al laboratorio, necesitaba hablar con Zack. A esa hora de la noche ya nadie trabajaba, por eso se sorprendió al encontrar las luces prendidas y más gente de la usual. Entre ellos Leonard y Samantha. Que el niño estuviera rondando por ahí era inaudito, Zack había dejado claro que no lo quería en su laboratorio destruyendo todo con sus manos infantiles. Por eso cuando vio a Zack aparecer quiso preguntarle, pero este habló apresurado.
—Abish, ayuda. Aurea quiere hacer brujería en la morgue —soltó Zack de inmediato.
—Espera, ¿qué está pasando aquí? —preguntó confundida.
—Es un ritual de limpieza, ¿no es genial? Me encanta, yo armé las ramas sagradas —dijo Leonard muy orgulloso.
—¿Y tú cómo sabes de eso?
—Ya te conté, mi mamá era una bruja norteña y yo la ayudaba a armar las ramas antes de que las bendiga para los rituales —contestó el niño sonriente.
—¿Qué hay con las hierbas? ¿Cómo las consiguieron a esta hora? —siguió preguntando ella.
—Es que yo las siembro en el huerto de la Academia —contestó Samantha. Esa no se la esperaba—. Tengo Hierba sagrada, salvia rosmarinus, artemaga, ruda, hipérico, viscum y...
—Espera, espera —le cortó Abish—. ¿Por qué rayos siembras todo eso aquí? Son hierbas de bruja.
—No, son hierbas que sirven para hacer té, para proteger, para la digestión y para muchas cosas maravillosas —aclaró Sam de inmediato—. Las plantas son seres vivos...
—Obviamente —le cortó Zack con fastidio, pero Sam siguió como si nada.
—Y tienen su propia energía. Las brujas dicen que son seres sensibles, pero que sus sentidos se manifiestan de forma distinta.
—Pero tú no eres ninguna bruja —dijo Abish.
—Creo que en cada mujer hay una bruja. Lo siento por sincerarme, doc —agregó de inmediato—. Todas podemos cuidar de las plantas y darles buen uso. Si quieren llamarle magia a eso, no veo problema.
—¡Está listo! —La voz que anunció aquello fue la de Aurea, regresó acompañada de Alicia. Solo verla bastó para que Abish temiera de la reacción de Aurea cuando le contara toda la información que le dio Wolfgang—. Alicia querida, ya puedes entregarme el agua sagrada.
—Bien...—murmuró su aprendiz. Llevaba un cuenco de agua que le tendió con mucho cuidado a la bruja. En una bandeja llevaba el atado de hierbas que preparó Leonard. Al parecer todo estaba listo para el ritual.
—¿Y cómo conseguiste el agua sagrada? Creí que las Fiurt las sacaban de su templo —preguntó Samantha.
—No necesariamente —respondió Aurea—. Aproveché la energía de la luna y mi piedra sagrada de aquelarre para hacerlo.
—Eso es cuarzo transparente, nada más —aclaró Zack señalando el collar con la piedra que colgaba del cuello de la bruja. Por unos segundos Aurea lo miró con fastidio.
—Ya sé, no soy estúpida —le dijo la chica tratando de contener su molestia—. Por si no lo sabes, el cuarzo transparente es la piedra sanadora más poderosa de Xanardul. En fin, ya está todo listo. Déjenme hacer mi trabajo.
—No sé por qué estoy permitiendo esto —dijo Zack con resignación. Que hubo discusiones al respecto Abish no lo dudaba, pero estas ya habían pasado y dieron paso a la resignación. Zack no tenía nada que decir, y obviamente no podía ponerse duro con Aurea. Ella lo tenía comiendo de su mano.
—Listo, ya vengo —anunció la bruja caminando tranquilamente hacia la morgue.
—¿Puedo ver? —preguntó Leonard con una sonrisa mientras le seguía los pasos a Aurea.
—No, todos quietos —ordenó Abish. El niño se paró en seco, y si Sam tuvo curiosidad por ver el ritual decidió contenerse—. Yo me encargo de esto —anunció, y segundos después siguió a Aurea.
Antes de alcanzarla la vio sacar unos fósforos de un bolsillo y encendió uno de los atados de hierbas. Había dejado el agua y el resto de atados a un lado. A paso lento pero seguro la bruja caminaba dentro de la morgue esparciendo el humo de las plantas quemadas. No quiso interrumpirla, aunque debería. Tenían muchas cosas que hablar.
Una vez se consumió el primer atado. Aurea se plantó al centro de la morgue, había cogido el cuenco de agua y tomó el atado con el resto de hierbas. Las sumergió despacio en el agua, la bruja tenía los ojos cerrados, y desde la puerta Abish podría jurar que ella era la representación de la paz y la pureza. Nada la perturbaba, mantenía una respiración regular. Se estaba concentrando mientras movía las hierbas dentro del agua sagrada. La vio sonreír confiada y luego abrir los ojos. Cuando lo hizo, Abish juraría que vio el agua brillar de un color plateado, y el collar de cuarzo transparente de pronto se torno al más puro blanco. Brillaba.
Un canto empezó a escucharse, era suave y melodioso. Eran ícaros. Abish tenía entendido que todo aquelarre tenía sus propios ícaros, y que las brujas más experimentadas habían desarrollado cantos propios después de iniciarse. Las plantas y el agua sagrada solo eran auxiliares, lo importante ahí era la energía en la voz de Aurea, esos cantos eran de por sí un arma curativa. Esa letra era una herencia que venía desde tiempos remotos, quizá antes de Aziza y las Asarlaí.
Por alguna razón nunca podía entender los cantos de las brujas. Solo unas cuantas veces a lo largo de su vida había escuchado los ícaros para sanar, y aunque se suponía que algunos de ellos estaban en la lengua común, la forma en que se pronunciaban parecía estar más allá del entendimiento humano. Era como sumergirse de lleno en otro mundo, como si el tiempo quedara suspendido. No supo cuánto le tomó a Aurea todo ese ritual, pero era hipnótico escucharla cantar los ícaros, verla caminar en círculos por la morgue usando las yerbas y el agua sagrada. Se dio cuenta que terminó solo cuando se quedó quieta y dejó de cantar. Solo entonces Abish se animó a pasar a la morgue.
Nunca había prestado atención a eso, siempre creyó que ese era el ambiente del lugar. Denso, incómodo. Pero al pasar se dio cuenta que aquella sensación no existía más. Hasta el olor era suave y reconfortante. Era como sentirse en paz por primera vez.
—¿Qué tal? Me ha quedado de lujo, ¿cierto? —le preguntó Aurea sonriente. Más que eso, de pronto hasta parecía feliz.
—Yo diría que todo salió bien, ¿esto es normal?
—No, usé mi energía de Asarlaí. Nunca lo hago, ¿sabes? Me he limitado a seguir los rituales de las Fiurt para disimular, pero como ya no tengo que ocultarme contigo me animé a canalizar mi luz interna de otra forma. Te juro que nunca me había sentido así. Por Luz eterna, qué hermoso es esto. Tengo que hacerlo más seguido. —Aurea dejó el cuenco con el agua sagrada a un lado y dio unos pasos hacia ella. Abish se dio cuenta que también estaba sonriendo, y tan pronto fue consciente de eso el gesto desapareció de su rostro. ¿Cómo le iba a decir? ¿En serio le iba a arruinar el momento a Aurea? ¿Era capaz de robarle la alegría? Sí. Tenía que hacerlo, ya no podía retrasar eso más.
—Aurea, tenemos que hablar. Es en serio. —Hizo acopio de toda su firmeza y habló. Aurea miró a un lado y siguió como si nada. Evadiendo los problemas como siempre.
—Luego, ahora vamos a explicarle a Zack que todo salió de maravilla. Ese creía que le iba a incendiar la morgue, no sé —bromeó mientras caminaba hacia la salida. Abish se adelantó y cerró la puerta. Solo entonces Aurea borró su sonrisa y la miró contrariada—. ¿Me acabas de encerrar?
—Tengo el código para abrir la puerta, pero no saldrás de aquí hasta que me escuches.
—Entonces habla ya, es mi último día libre y mañana tengo que estar temprano en la escuela.
—Supongo que ya sabes lo que pasó aquí con los vampiros que resucitaron, y también lo que comentó la maestra Margaret sobre ese tipo de magia.
—Si, si. Eso ya lo sé.
—Zack te habrá contado que...
—No me contó nada —le cortó—. Yo solo lo supe.
—¿Cómo? —preguntó Abish sin entender—. ¿Acaso lo adivinaste? ¿Tenías conocimiento de eso?
—No, de hecho es la primera vez que veo nigromancia. Y solo lo supe —respondió algo nerviosa—. Quiero decir, en verdad no conozco esos símbolos ni cómo se hacen, pero sentí la naturaleza de la magia y su alcance. Es ehh... lo inverso a lo que hago, ¿entiendes?
—Explícate.
—Yo uso animación, el don de la vida. Lo hago con mi energía interna, y por lo regular uso como auxiliar la energía del sol donde descansa la esencia de Luz eterna. Eso que les pasó a los vampiros también fue animación usando la magia de las sombras y la energía de la luna.
—Pero no fue como esa muñeca, Cosita. Apenas destruí su corazón se acabó el hechizo.
—Supongo que era una prueba, algo temporal.
—No podemos dejar que mejore, sería mortal. —Aurea asintió. Se notaba que la sola mención de ese tema le bajaba el ánimo. Y lo peor aún no había empezado.
—Si, ya sé. Lo haremos, no sé cómo, pero lo haremos —contestó ella y suspiró—. ¿Ya podemos salir?
—Aurea, estuve con Wolfgang.
—Eso me contó Zack, ¿pasó algo? —preguntó Aurea. La cazadora sabía que lo que estaba por contar no era simple, que iba a cambiar algo en lo que siempre creyó. Por eso se adelantó y avanzó hacia ella hasta quedar frente a frente—. Vamos, me estás asustando...
—Fui más allá del límite.
—¿En serio? Pero no te moriste...—intentó bromear, pero Abish no cambió su gesto inflexible—. ¿Cómo volviste tan rápido? Oh... olvídalo, pregunta tonta. Si Wolfgang te llevó tuvo que ser fácil.
—Fácil no, inquietante. El bosque es en verdad inmenso.
—Lo sé, ¿viste el nevado? Le llaman Kantay, el espíritu de la montaña es muy orgulloso, si no le llevas una buena ofrenda te jodes, no te deja pasar de la base. Si supieras todos los que han muerto en ese paso...
—No estoy aquí para hablar del bosque ni del nevado, Aurea. Tengo que contarte lo que Wolfgang me dijo —le cortó con seriedad. Le daba pena tener que hablarle así a Aurea, no quería lastimarla. Ni siquiera debería sentirse así, ella siempre fue firme y no se iba con rodeos. Pero podía ver el temor en sus ojos, eso la hacía flaquear.
—Bueno, dímelo —le pidió.
—Confirmó que es mi danae. —Solo entonces Aurea la miró con interés, notó su sorpresa.
—Lo sabía, actuaba muy sospechoso, ¿sabes? No lograba entender qué rayos quería ese lobo contigo, no tenía sentido que te dé tantas pistas por nada, pensé que era para algún plan turbio que tenía, pero ahora que me dices esto me queda claro que...
—Aurea —le cortó, pero la bruja siguió como si nada.
—... lo único que buscaba era ayudarte, a su manera claro. Tampoco creo que le haga mucha gracia, si noté ese día que yo ni le caigo bien. Es un alfa después de todo, a tipos como él se les da bien mandar, no servir. Y tú eres una mujer, eso le debe arder en el alma...
—Aurea, basta —cortó otra vez. Levantó la voz, le habló molesta para que entienda y deje de divagar—. ¿Podrías dejar de evadir los problemas por una vez en tu vida?
—Ehhh... bueno... de poder, claro que puedo. Es que no... no quiero...—contestó titubeante. Bajó la mirada, claro que estaba asustada.
—Pues vas a hacerlo —le dijo, pero cambió el tono. Ser autoritaria con Aurea no servía, ella no estaba hecha para obedecer. Era demasiado sensible, se rebelaba con facilidad, con ella no podía ser la Abish líder que ponía a todos en su sitio. Así que cambió la estrategia, tomó sus manos y las apretó despacio. Así logró que ella le prestara atención—. Esto va a ser difícil, pero quiero que sepas que estoy contigo.
—Cuéntame —pidió en voz baja.
—Wolfgang encontró a tu padre y al mío... bueno, al padre que me crio. A ellos dos, a mí de pequeña y a ti de bebé. Ellos iban camino al templo de la luz para marcarme, y el lobo los guio y protegió todo el camino. Era su misión.
—Si, claro. Entiendo, pero eso ya lo sospechaba.
—Él estuvo escuchando, en especial a Charsel. De todos, es el único que volvió del viejo mundo que puede hablar. Rick Grimm sabía buena parte, pero no lo suficiente. Así fue que Wolfgang se enteró que... que Charsel y Adel Grimm fueron danaes de nuestras madres. Ellas fueron las escogidas originales, pero fallaron. Somos el reemplazo. El plan B —le dijo al fin. Le dio unos segundos a Aurea para asimilarlo. Primero notó sus ojos abrirse de la sorpresa, hasta ponerse pálida. La bruja le apretó las manos, intentó apartarse.
—Ay no...—se dijo, la sintió temblar. La noticia le sentó peor que a ella misma—. Eso significa que ellas... que mamá está...
—Si nosotras las hemos reemplazado es porque ellas ya no están en este mundo —concluyó Abish con amargura.
—Mamá está muerta —le dijo, y se la quebró la voz. Pronto los ojos de Aurea se llenaron de lágrimas—. Siempre pensé que sobrevivió. Papá me dijo que ella se quedó, pero que era fuerte y de seguro estaba bien. Que no podía verme porque nació fuera del continente y tenía prohibido el paso. No sé, yo... siempre quise creer que estaba viva, que me cuidaba, que esa que aparecía en mis sueños era ella buscándome. Pero qué idiota he sido. Mi madre murió por cumplir la voluntad del espíritu. —Aquello último lo dijo con resentimiento. Aurea no pudo contenerse más, lloró. Sin siquiera pensarlo Abish la abrazó, la dejó llorar desconsolada a su lado.
Sabía que nada podría calmarla, así que solo se limitó a acariciar su cabello hasta que poco a poco fue tranquilizándose. A diferencia de ella, Abish siempre tuvo claro que mamá había muerto. Eso le dijeron, que fue un ataque de licántropos, tuvo años para asimilar la muerte de la mujer que le dio la vida. Pero Aurea siempre tuvo esperanzas, se hizo ilusiones de un posible reencuentro con mamá algún día. Y todos esos sueños se acababan de hacer trizas.
—¿Mejor? —le preguntó ella al cabo de unos segundos. Aurea se apartó despacio y se secó las lágrimas, poco después asintió.
—¿El lobo te dijo algo más?
—Que Amicia fue quién les ayudó a encontrar el mapa hacia el templo. Y tuvo que sacrificar algo para que puedan ponerme el sello, algo muy valioso. Mi padre Richard llevó la promesa en un papel sellado con magia de sangre. Ella prometió no verme nunca más, renunció a mi compañía. —Saber eso también la entristeció. Tenía una tía, una bruja maravillosa y fuerte que se arriesgó, que se sacrificó por ella. Eso le hizo entender el dolor que sintió en la espalda cuando estuvieron cerca. Amicia tenía que mantener su promesa, notó que era algo que la atormentaba, pero tampoco tenía alternativa. Una promesa para ponerla a salvo la privó de una tía.
—Oh... pobre de ella. De ustedes —murmuró Aurea con tristeza—. Ojalá algún día puedan estar juntas.
—Eso va a tener que se pronto, el espíritu nos ha marcado y ya no tenemos opción. —La bruja asintió. Sabía que ella querría ayudarla a eso, y era más que necesario. En realidad era la única que podía hacerlo.
—¿Te dijo otra cosa? —preguntó curiosa. Al menos el resto de información se la estaba tomando con calma.
—No sabe más, solo que hay o hubo alguien más del danan de nuestras madres. Alguien que se llama Espectro, y sea quien sea fue el que se encargó de traer a tu padre y a nosotras hasta aquí desde el viejo mundo. Wolfgang no sabe más.
—Ya veo —contestó pensativa—. Supongo que la única forma de saberlo es preguntando directo a papá, no podrá negarnos esa información. —Abish asintió. Ese hombre era el único que tenía la verdad completa y llegar a él también se había vuelto necesario—. Tengo que rescatarlo —concluyó Aurea con seguridad y Abish le dio la razón.
—Lo harás, pero tenemos otro asunto importante que no puede esperar. Vamos a robar ese grimorio. —La sorpresa solo le duró a la bruja unos segundos. Esa simple declaración la hizo recuperar la sonrisa que perdió hace un momento.
—Siempre supe que en el fondo tenías alma de maleante —bromeó.
—Me junto mucho contigo —contestó ella. Y si, una vez más sonreía. Aurea le pegaba cosas buenas también.
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Sabía que no tenía permitido dudar, por eso intentó apartar aquellos pensamientos. Su misión no era esa, ella no estaba hecha para pensar en otra cosa que no sea servir a las sombras. Ese era su propósito, la única razón por la que existía era ser un vehículo para la oscuridad, guiar a las criaturas del bosque y de sangre para que cumplan el propósito de la maestra. Servir y nada más. No era nadie, no merecía nada. Y aún así...
Aún así la duda se colaba en sus pensamientos. Se abría paso poco a poco, carcomiendo su mente hasta dejarla intranquila. ¿En verdad quería saberlo? No podía permitírselo, ¿qué iba a ganar con eso? Respuestas que no necesitaba, que no la llevarían a ningún sitio. Entonces, ¿por qué lo anhelaba tanto? Se sentía como una roca a orillas de un mar bravo, golpeada constantemente por la fuerza de sus deseos. Pero ella se había convertido justo en eso. En una roca, una piedra fuerte y firme que no pensaba. Que solo estaba ahí sin quejarse, que no servía para otra cosa. Era un espectro nocturno que solo en la oscuridad de las sombras se sentía viva. Un instrumento cuya voluntad no importaba. Solo eso y nada más.
Nigromante escuchaba las instrucciones a través del espejo. Esa noche realizó otra ofrenda a las sombras para poder hablar con la maestra, y esta se manifestó de inmediato. Así empezó a informarle los siguientes pasos, y ella trataba de memorizarlos. No podía fallar, pero a la vez su mente divagaba en otro rumbo. Hacia la voz del lobo. Hacia su insinuación. ¿Quién fue ella? ¿De dónde salió? ¿En qué momento y en qué circunstancias ofreció su alma a las sombras? No recordaba nada, toda su vida anterior fue borrada.
¿Por qué ese lobo pestilente le dijo eso? Tentarlo fue un fracaso, ella acabó sintiéndose humillada. Tan confiada que llegó a él, pero este dio la estocada mortal con aquellas declaraciones que no podía olvidar. ¿Quién fue? Él dijo que de saberlo se pondría a prueba su lealtad a la maestra. Quizá era cierto y necesitaba aclararlo, así dejaría de dudar.
—Maestra...
—¿Si? ¿Tienes otra duda? —preguntó ella con voz fría al otro lado del espejo.
—Tengo una pregunta que hacerle, usted es libre de contestar si desea.
—Vaya, ¿de qué se trata?
—Es... es sobre mí —titubeó. Intuía que la maestra iba a enojarse, quizá hasta la castigue por su atrevimiento. ¿Valía la pena arriesgarse?
—¿Sobre tu labor? ¿Acaso algo no quedó claro? —preguntó más seria.
—Todo está claro, maestra. Me gustaría saber algo, y si no desea contestar no veo problema.
—Si no necesitas una respuesta no veo motivo para que preguntes.
—Yo.... Eh... es sobre mí. Quiero saber de mí —le tembló la voz. No recordaba haberse sentido así antes. Nigromante era el terror, la oscuridad y las sombras. Ella era el motivo del miedo, no podía sentirlo. O eso pensó hasta ese momento.
—Sobre el alcance de tu poder —concluyó erróneamente la maestra.
—Sobre mi origen. —El silencio fue tan largo y tan duro que Nigromante pensó que la maestra se había esfumado. Aún con la mirada baja para evitar verla a los ojos, tuvo la tentación de levantar la vista y asegurarse de que ella siguiera ahí.
—Tu origen —repitió entre dientes. Nigromante percibió el odio en sus palabras—. ¿De dónde has sacado esas ideas? ¿Acaso estás cuestionando tu existencia?
—Oh no... no es eso. Aquel perro del bosque, el descendiente de Iseut, dijo reconocerme. O quizá reconoció mis rasgos...
—Imposible —le cortó tajante la maestra.
—Puede que esté mintiendo, lo creo posible. Pero dijo... mencionó que de saberlo ya no sería tan fiel a usted y a las sombras.
—¿Y tú qué piensas de eso?
—No lo creo, maestra. Usted sabe bien que solo vivo para nuestro propósito, que Oscuridad perpetua es mi única ama y señora. Jamás traicionaría a las sombras, sea cual sea mi pasado.
—Y a pesar de eso insistes en saberlo.
—Simple curiosidad. —Una vez más la maestra calló. Se permitió ser optimista, quizá esa era solo una prueba. Nada cambiaría cuando sepa la verdad.
—Ya veo —contestó pensativa la maestra—. ¿Y crees que de saberlo tu lealtad sería la misma?
—Estoy segura que sí.
—Entonces es en vano probarlo.
—Pe... pero...
—¿Me estás cuestionando? —La voz de la maestra sonó dura y autoritaria. A ese punto tuvo claro que jamás tendría una respuesta. Ella no diría nada.
—No, maestra. Ya lo dije, si no desea contarme...
—Nunca lo sabrás, no lo mereces. Quién fuiste murió para siempre, ya no existe. No volverás a ser lo que eras, ni siquiera lo que dejaste atrás vale la pena. Nadie va a salvarte, porque en ti no hay nada que salvar. Eres lo que eres y vas a aceptarlo sin cuestionarlo más. Muerte, oscuridad, sombras. Eso es lo único que queda de ti.
—Si, maestra —dijo sumisa, inclinando la cabeza.
Sin despedirse, así partió. Cuando Nigromante volvió a mirar al espejo este solo le devolvió su reflejo. Acarició su mejilla blanca mientras miraba sus ojos negros. Cada día se consumía más, eso ya lo sabía. Tampoco habría salvación para ella, siempre lo tuvo claro. Su destino era sacrificarse por las sombras.
Pero la maestra no fue capaz de decirle la verdad. ¿Fue porque no lo merecía? ¿O porque lo que dijo Petrus era cierto? ¿Quién fue ella? ¿Qué dejó atrás? Nunca hallaría la respuesta, y aquello la torturaría hasta el día del sacrificio.
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Hello, hello, hello
Tardé más de lo que quise, pero aquí está al fin el capítulo xdd Ahora tenemos una pista en el capítulo sobre Espectro, el otro u otra miembro del danan original. ¿Qué pasará? ¿Qué misterio habrá? Puede ser mi gran noche... así cantó Rafael xd OK BASTA
Ya nos estamos acercando a una parte de la historia donde las cosas van a empezar a caer, las verdades serán dichas y sálvese quién pueda.
En multimedia, Blake Ormavus.
Hasta la próxima <3
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