27.- El encuentro entre dos mundos
Los viajes astrales son la forma más segura de comunicación entre los mundos. En la actualidad algunos humanos, en especial aquellos dedicados a la ciencia, sostienen que estos son provocados por sustancias alucinógenas que llevan a las brujas a hablar con entidades inexistentes, productos de su imaginación. Alucinaciones que interpretamos a nuestra conveniencia.
Me declaro totalmente en contra de estas falacias y acusaciones infundadas. Solo alguien sin conocimiento de la historia mística de nuestro mundo sería capaz de pronunciar aquellas palabras. Yo misma he realizado más viajes astrales de los que puedo contar, ya no tengo un registro. Y estos viajes existen desde tiempos ancestrales, su veracidad es innegable.
Tradicionalmente las brujas hemos mantenido vivo este arte. En la era de los espíritus, cuando existieron las primeras hechiceras, nacieron los viajes astrales. Fueron ellas quienes, usando combinaciones de yerbas, energía propia y externa, abrieron la brecha entre los diferentes mundos con los que nuestra realidad se entrelaza. Esas tradiciones se mantuvieron a lo largo de los siglos, incluso cuando las hechiceras fueron condenadas y perseguidas hasta ser llamadas brujas.
Los magos y hechiceros de la tercera era no hicieron viajes astrales, no poseían el secreto. Ellos se conectaban con los espíritus a través de los objetos a los que estos se encontraban atados, pero estos instrumentos eran pocos, y no siempre el espíritu respondía. Pero más importante, los hechiceros jamás tuvieron la dicha de viajar a los mundos. De liberar su mente y sentir una realidad sin tiempo, un espacio infinito.
Ese es un don que nos pertenece a las brujas. Una bendición que honraremos por siempre.
Viajes astrales en la magia moderna
Memorias de Xanardul, Amphelise de Tacir
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El informe de Kazimir tenía un vacío que solo alguien podía responder. Alguien que en ese momento no estaba presente, y quizá tendría que conseguir la información de otra forma. Ethelbert no podía quedarse con la duda, necesitaba saber. Él siempre necesitaba saberlo todo y controlarlo hasta el más mínimo detalle.
Pero con Aurea todo se salía de su control. Todo era un caos, conexiones extrañas, sensaciones abrumadoras, incertidumbre. A pesar de que el vampiro ya había tenido unos días para asumir su papel en esa historia, seguía sin asimilar que él estaba ahí únicamente para servir a una bruja Asarlaí. Delante de sus hermanos y de los lobos del bosque se mostró muy seguro, pero lo cierto era que se sentía desesperado. Nada le salía como deseaba con Aurea, su mundo perfecto de pronto se estaba desmoronando.
O quizá estaba siendo dramático. Velimir ya se lo había dicho, siempre habría cosas fuera de su control, no tenía que desesperarse ni hacer un alboroto por eso. Y claro que no podía controlar a su antojo a una bruja, sobre todo porque ella no estaba a su lado. Si Aurea viviera en la mansión a su sombra las cosas serían diferentes. Podría moldearla a su antojo, mostrarle otras cosas, crear un lazo entre ellos, tenerla en su poder. Pero ella parecía cada vez más lejana, se sentía incapaz de domarla como quería. No podía creer que él, Ethelbert Seymur, el rey de legiones de vampiros, estuviera impotente ante una bruja de veinte y algo más de años. Ni siquiera lo recordaba, ni era importante. Era una niña. Una muchachita que se le escurría de las manos.
Ni siquiera entendía por qué esos días en los que no supo nada de ella se sintió angustiado. O a la expectativa. De alguna forma incomprensible supo que Aurea estaba afligida, que algo la hacía sentir mal. Pero Aurea estaba recluida en una escuela de magia a la que no podía entrar, y además no tenía ni un solo contacto ahí dentro para sacar información. Su enlace siempre fue la directora Constance, pero sacarle información a ella sobre Aurea era impensable. Odiaba eso, sentir lo que a Aurea le pasaba. No era solo un presentimiento, era como si en realidad lo sintiera en la piel, como si ella lo proyectara en él. ¿Acaso de esa forma los había conectado el Dán? ¿Acaso ese condenado espíritu quería que él sintiera lo mismo que ella para así protegerla? ¿Para salvarla de sí misma? Porque si ella se sentía bien, él igual. Por eso a Ethel le urgía saber cómo estaba, lo necesitaba.
Apenas Aurea puso un pie fuera de la Escuela de Brujas, Kazimir se puso en acción. Ethel sabía que Aurea se sentía angustiada, se había sentido así por varios días. Pero luego, de pronto, fue peor. Fue terror, espanto. Dolor. Alguien le estaba haciendo daño a su bruja y eso lo sacó de quicio. Para cuando Kazimir llegó con el informe Aurea parecía sentirse más tranquila y en paz, mucho en verdad. Pero algo había pasado, y él necesitaba saberlo.
Fue así que se enteró que Aurea salió de la Escuela rumbo a la Academia en compañía de Abish. Ah, y que las escoltó Nate. Su condenado hermano no había vuelto desde hace varios días, no sabía nada de él, y necesitaba que llegue ahí de una maldita vez. Porque a juzgar por el informe de Kazmir, esas sensaciones de miedo ocurrieron cuando Nate estuvo presente. Se armó un alboroto fuera de la Academia, luego Abish y Nate discutieron. No sabía más, solo que ese vacío en el informe de Kazimir era responsabilidad de su hermano. Algo hizo el muy miserable, y ya se iba a encargar de eso.
Luego pasaron otras cosas que apenas sintió. Quizá solo cuando sus temores y la angustia eran más fuertes Ethel lograba sentir la conexión con Aurea, porque apenas sintió su enojo cuando la metieron a una prisión temporal de la guardia civil. Kazimir decidió no intervenir en eso, y él lo aprobó, pues no era un asunto sobrenatural, ella no la estaba pasando mal en verdad. Él aún tenía que mantenerse en las sombras, o al menos eso pensó al inicio.
A ese punto Ethel ya sabía lo que Aurea y Abish querían hacer. Un viaje astral. Kazimir tenía la lista de todos los ingredientes que Aurea compró hace varios días, y él sabía bien para qué se usaban. Por supuesto que estaba preocupado, no podía permitir que Aurea hiciera algo como eso. De pronto entendió su angustia de esos días, la bruja estaba muerta de miedo por lo que iba a hacer. Suponiendo que saliera bien era probable que acabara en prisión por romper las leyes de las brujas. Eso en el mejor de los casos, pues en el peor escenario todo acabaría con su muerte. O en la locura. Algunas brujas primerizas que no contaban con la ayuda de una guía espiritual perdían la cordura y nunca más volvían a ser las mismas.
Ethel se debatía internamente. ¿Cómo proceder? ¿Acaso tenía que ir él mismo a detener esa locura? ¿Podía encargárselo a Kazimir? Sí, de seguro que su hijo obedecería sus órdenes al pie de la letra. Pero, ¿Aurea cedería? ¿Abish la dejaría? No podía olvidar que ella estaba en la ecuación. Quizá tenía que ir el mismo a hacerse cargo de las cosas. Salir de su cómodo escondite para exhibirse delante de todos, a ganarse un problema. Porque quizá Aurea no podría callar con Abish. Quizá la cazadora no acepte tener un vampiro en el danan. Pero tenía que hacerlo. Tenía que proteger a Aurea de sí misma a toda costa.
Había pasado mucho desde que no salía antes del anochecer. Aunque en realidad un vampiro de su clase podía exponerse al sol a cualquier hora del día, Ethel detestaba los días soleados y el calor. Era algo relacionado a sus gustos personales, por eso prefería actuar siempre de noche, las sombras le daban más confianza. Apenas atardecía, y él miró de lado el ocaso. Bonito. Era una tarde simpática después de todo. Llegó hasta el centro de Etrica y caminó. Sabía hacia donde tenía que dirigirse.
La Academia de cazadores lucía peor de lo que recordaba. Bueno, en unos días sería el baile de gala a favor de ellos, al menos así iban a arreglar ese desastre con la pintura. El cielo se tornaba cada vez más oscuro, y las luces de las calles se iban encendiendo. Aurea aún no salía, o eso esperaba. El jeep que siempre usaba Abish se encontraba estacionado justo afuera, y poco después la vio salir seguida de Zack Morton. Raro. Sabía que por la noche el tipo ese y un niño acabaron arrestados al lado de Aurea. Pero, ¿qué hacía él ahí? ¿Acaso iba a participar del ritual? Imposible. Necesitaba explicaciones, pero eso lo dejaría para luego. Aurea apareció al fin.
La bruja lucía algo distraída, o pensativa, mejor dicho. Ya no la sentía tan angustiada, aunque sí algo nerviosa. Y de pronto lo vio. Aurea había levantado la mirada y lo observó fijo unos segundos. Contuvo la respiración, era obvio que no esperó su presencia ahí justo en ese momento. Al parecer el vínculo era de danae a Dhan, porque ella no sentía ni un poco de lo le provocaba verla. Él sí. La puso nerviosa, aunque no era eso exactamente. Ella tembló al verlo.
—¿Pasa algo?— Aún a la distancia sus finos sentidos de vampiro podían escucharlo y percibirlo todo. Su atención estuvo concentrada en Aurea, pero pronto Abish también lo miró. Y con desconfianza—. ¿Lo conoces de algún sitio?
—Es...— Sus miradas se cruzaron, y esperó que Aurea captara el mensaje. Tenía que mentir—. No les he contado con todo esto —murmuró mirando al científico y a la cazadora—. Pero estuve buscando a alguien que me apadrine, y él fue uno de los candidatos. Aún no hemos realizado la ceremonia de padrinazgo, estoy esperando que regrese Clemence de su viaje. Ya estaba todo casi cerrado, incluso me pagó varias cuotas de la escuela. Solo que he estado desaparecida en estos días, y supongo que él quería que le hiciera algún trabajo. Temo que se haya enojado, tengo que ir a hablar con él.— Ethel se sorprendió de la forma en que mentía Aurea, en serio era muy buena en eso. Controlaba sus nervios, bajaba la voz, hablaba con calma y seguridad. Le quedaba perfecto, no iba a negarlo. Lo que le llevó a preguntarse cuántas veces le mintió a él.
—Aurea, tenemos que irnos. Es urgente —le cortó Abish—. Sabes que no podemos tardar.
—Sin duda volverá luego, no podemos esperar —agregó Zack. Pero ella sabía bien que no podía dejarlo ahí esperando.
—Por favor —les rogó Aurea—. Saben que no paso por buena situación económica, en verdad necesito un padrino. En serio, sé que esto es urgente, pero necesito que todo esté en orden o acabaré sin auspicio. No saben todo lo que he tenido que pasar para conseguir que alguien como él confíe en una bruja desconocida.
—Aurea, tenemos algo que hacer —le dijo Abish intentando ser firme. Sin embargo, Ethel la notó flaquear.
—Solo será un momento, ¿si? —pidió. Y segundos después la cazadora asintió—. Gracias, no tardo.
La bruja se giró, cuando le dio la espalda a Abish y Zack su expresión cambió por completo. Otra vez se veía temblorosa, y hasta le pareció notar que lucía más pálida. No quería que se muestre así con tantos testigos, en especial con su dhan ahí presente. Aurea cruzó la pista y llegó ante él. Ethel la miró fijo y le sonrió de lado para relajarla. Incluso, aunque eso era más del estilo de Velimir que el suyo, tomó su mano despacio y con toda educación la besó. Eso dejó bastante pasmada a Aurea, pero él mantuvo su sonrisa.
—Cariño, ¿quieres calmarte? No he venido a hacerte daño. La cazadora va a sospechar.
—Si... si... lo siento.— Había enrojecido. Su corazón latía más rápido. Él sabía lo que significaba eso. Perfecto—. ¿Pasó algo, Ethel?
—Eso quisiera saber, te he sentido angustiada estos días. Aunque ya sé la razón. Vas a hacer un viaje astral, y no me habías comentado de eso antes.
—Ehhh... ¿Sorpresa? —contuvo su expresión de molestia. Sentía que tanto Abish como Zack lo miraban fijo en ese momento, como si estuvieran analizando sus gestos.
—¿Y en verdad piensas arriesgarte de esa manera? ¿No pensaste en pedir ayuda?
—Tampoco es que hubiera tenido forma de hacerlo, no puedo contarle a medio mundo que voy a hacer algo ilegal para que me ayuden, ¿sabes?
—Pues no irás a ningún lado. Sé que quieres hablar con el espíritu, pero no te voy a dejar hacer eso sola. Es una locura.
—No tienes que preocuparte, no me dejaste terminar. Ya encontré ayuda, la maestra Grace Austyn será mi guía espiritual —la miró incrédulo, eso no tenía sentido. ¿Cómo así la maestra herborista más respetada de Etrica accedió a esa locura? ¿Por qué?
—Eso no suena creíble, ¿sabes?
—Pues esta vez no te estoy mintiendo...
—Esta vez —le cortó él, y sonó irritado. Lo sabía, Aurea se la pasaba de mentira en mentira.
—Como sea, no es mentira. Vamos a decir que es cosa del espíritu, pero ella descubrió lo que soy, decidió ayudarme para no morir en el viaje. ¿Contento?
—No tanto. ¿Qué hacen Abish y el doctor Zack contigo?— Ella abrió la boca para hablar, pero la cortó de inmediato—. Ni lo digas, será otra mentira. Vamos a ahorrarnos el drama. Ella es tu dhan, y él, debo suponer, está relacionado de alguna forma con todo esto.
—Es mi otro danae —murmuró avergonzada. Él arqueó una ceja.
—Eso no tiene sentido.
—Ya somos dos que pensamos lo mismo. Tampoco tiene sentido que tú seas mi danae, pero es lo que hay, ¿no? La contraposición de fuerzas. En fin, debo irme. ¿Eso era todo lo que tenías que decirme?
—No, hay una pregunta que debo hacerte —miró de lado a Zack y Abish, ellos parecían impacientes. Al menos sabía que Aurea haría ese viaje astral segura, con la maestra Grace dudaba que corriera mucho peligro—. Ayer te pasó algo, estabas asustada. Alguien te hizo daño —aseguró, no iba a irse con rodeos. Por un instante notó miedo en los ojos de Aurea, bajó la mirada. Contuvo el enojo que sentía, Nate lo iba a escuchar apenas lo vea.
—No importa, ya pasó. No creo que vuelva a suceder —dijo restando importancia al asunto. Y no, no iba a dejar las cosas así. Tomó despacio el mentón de la bruja y la hizo levantar el rostro para verla bien.
—Solo responde una cosa. ¿Fue Nathaniel quién te lastimó?— Seguía sin responder. Tenía miedo de delatarlo, y él ni siquiera necesitaba la confirmación de Aurea, ya lo sabía. Eso fue suficiente—. Descuida, yo me encargaré de ponerlo en su sitio. No volverá a tocarte.
—¿Quién es él exactamente?
—Mi hermano —la notó contener la respiración, morderse el labio inferior para no gritar. Quizá Aurea pensó que se trataba de un vampiro cualquiera, pero no se esperó aquello. Otro vampiro de clase A—. Ya puedes volver. Ah, y cuando acabes ese viaje quiero hablar contigo. ¿Quedó claro?
—Si, entiendo.— Aurea se separó un poco de él, Ethel la soltó. La misma mano que besó en su saludo la tuvo sostenida todo el tiempo mientras hablaban y ni siquiera lo notó. Solo se dio cuenta de eso cuando la calidez y la suavidad de su piel lo abandonaron.
La bruja volvió con su equipo y se sentó en el asiento del copiloto, justo al lado de Abish. La cazadora arrancó el auto, el único que volteó a mirarlo fue Zack, y no lo notó muy contento.
—Aurea —habló Abish. Él pudo escucharla, pero su voz se hacía cada vez más lejana—. ¿Es él? El que dijiste en la tetería que te ponía mucho o algo así. El que está protegido por magia mental.
—Si, es él —admitió Aurea después de suspirar. Ethel sonrió. A lo lejos, él aún podía sentir los latidos de su corazón.
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El espíritu de la luna iluminaba la noche en todo su esplendor. Para llegar a la zona donde se encontraba el gran lago había que ingresar hasta 30 kilómetros pasando la entrada del bosque. El lago se extendía tres kilómetros a lo largo, y era el más grande que conocían en Etrica. Se sabía que dentro del bosque existía un lago aún más grande, uno que hasta confundían con un mar, pero bien podían ser exageraciones.
En noches como esa varias brujas aprovechaban la energía de la luna y la cercanía del lago para realizar viajes astrales, rituales, curaciones y limpiezas. Ellos se encontraron antes del anochecer con la maestra Grace, esta escondía su identidad con una capa que le cubría el rostro, y además llevaba un cesto donde tenía el brebaje, objetos y plantas consagrados con su propia energía, entre otros. La misma maestra las guio al lugar más adecuado del lago para iniciar con el ritual.
Aurea reconocía que muchos de sus temores se disiparon cuando la maestra Grace ofreció su apoyo, ella en verdad hubiera hecho su mejor esfuerzo, pero quizá no hubiera funcionado. Tanto Abish como Zack se mantuvieron en silencio y solo siguieron las instrucciones. Ayudaron a levantar una carpa, Zack se quedaría afuera vigilando, pero Abish sí quiso estar presente. Habían recogido un poco de agua del lago, la maestra extendió una manta con símbolos sagrados, como el de la dualidad que representaba a Luz eterna.
Grace sacó el frasco con el brebaje y lo colocó al centro de la manta, Aurea se sentó justo frente a ella, sentía el corazón acelerado del miedo. La maestra respiró hondo varias veces, de su cesta sacó también los objetos consagrados, como el tambor, un sonajero y un plumero que usaría para espantar a los malos espíritus. Todo elaborado por ella misma, eso era seguro. Lo primero que hizo Grace fue derramar sobre su cabeza el agua del lago, luego encendió las hojas de una rama de plantas especiales para viajes astrales. Aurea sabía que tenía que aspirar el humo, concentrarse en retener su energía para guardarla en su interior.
—Aurea, ya puedes beber —le pidió su maestra. Había servido la dosis exacta para el viaje un en un pequeño vaso ceremonial. Lo cogió con la mano temblorosa, los labios también le temblaron cuando empezó a beber aquel líquido sagrado—. Relájate, déjate guiar. Espantaré a las energías que busquen hacer daño. Me tengo que conectar a la planta de Nishi, ella te llevará con los espíritus. Piensa en ella como una madre, la Nishi. Ella era un espíritu bondadoso y de la curación, una que guiaba y cuidaba. Está aquí para eso, no para hacerte daño. Madre Nishi, así puedes llamarla. No dejes que te domine, solo toma su mano.
—Lo haré.— Antes de cerrar los ojos, Aurea miró a Abish. Esta la sonrió y palmó suavemente su hombro.
—Tú puedes, bruja. Envíale mis saludos al Dán.
Aurea se acomodó en la posición más cómoda para empezar el viaje. Se cruzó de piernas y unió sus manos, cerró los ojos. La maestra Grace empezó a tocar suavemente el tambor de forma rítmica, cosa que empezó a relajarla mucho. Controlaba su respiración y se concentraba en las sensaciones. Pronto la maestra empezó a contar también el sonajero hecho de conchas que, supuestamente, venían de las costas del viejo mundo. De la isla sagrada de Issenis.
Se sintió de pronto sumida como en un sueño, pero estaba consciente. Y la voz de la maestra empezó a sonar con suavidad. Grace entonaba unos ícaros secretos, aquellos que ella robó y practicó, pero en ese momento se sintió segura que jamás le hubieran quedado de esa manera. Tan... perfecto. Grace usaba su energía para guiarla al trance, la entonación de su voz la conectaba con otro mundo.
Muchos eran los ícaros que existían en el mundo, quizá desde el inicio de la vida en Xanardul. Algunos fueron heredados de generación en generación, otros fueron dictados por los mismos espíritus en los viajes astrales y las brujas los recopilaron. Algunos eran personales, pues cada bruja los creaba de acuerdo a alguna revelación o iluminación el algún viaje. Ella misma como Fiurt conocía varios ícaros de curación que tenía su aquelarre, e iniciadas como su tutora Clemence tenían ícaros propios que solo ella podía entonar. Y los que esa noche usaría la maestra Grace fueron dictados hace generaciones por la misma planta de Nishi, por la planta que la guiaría al mundo espiritual.
En un principio no logró entender las palabras de Grace, y se dio cuenta que no eran los mismos ícaros que ella obtuvo de forma ilegal, le había cambiado el idioma. Quizá se trataba de la lengua del mundo de los espíritus, aquella que estaba vetada para las aprendices como ella. Y se suponía que, en algún momento cuando la conexión entre mundos esté hecha, ella lograría entender todo. Que los cantos abrirían la barrera de su mente y la uniría a una fuente de conocimiento infinito.
Aurea creía ya no sentir su cuerpo, como si lo hubiera abandonado. Pero a la vez estaba ahí, lo sabía. Había dejado de escuchar los sonidos externos, solo oía el tambor, el sonajero, la voz de Grace que no llegaba a entender. O así fue hasta cierto momento.
Yo te hablaré, toma mi mano
Ella todo lo cura, ella todo bendice
Déjala entrar, te dará calor
Oye su voz, se desliza hacia ti
Mírala sin verla, su energía te busca
Sé parte del uno, uno con el todo
Uno con el todo, como todos los demás
Habla sin hablar, conéctate a ella.
Lánzate al infinito, confía
Ella te lleva, te enseña el mundo
Toma su mano, lánzate al infinito...
Lo escuchó muy claro, y no solo eso. Vio sin ver. Sabía que tenía los ojos cerrados, y aun así veía. Era el bosque, era el lago, pero no parecían los mismos. Los colores intensos parecían tener vida, se movían, se entrelazaban y daban forma. Se sentía en otra realidad, todo brillaba con intensidad. El canto de Grace ya era una cosa lejana, pero había otros sonidos ahí. Alguien que la llamó, Aurea se giró varias veces, pero no había nadie ahí. O quizá no podía verlo.
—Estoy aquí —dijo aquella voz. Pronto se dio cuenta que en realidad esa voz no venía de una fuente externa. Nacía de ella misma.
—¿Madre Nishi? —preguntó, pues fue lo único que se le ocurrió. Habló sin hablar, su cuerpo estaba inmóvil en su sitio.
—Madre Nishi te trajo hasta aquí, te dio la mano y no la sentiste.
—¿Quién eres entonces?
—Soy la energía que vive en ti, la energía que quiere despertar, Aurea. Soy tu luz.— Mierda. ¿Estaba hablando consigo misma? ¿Qué clase de locura era esa?
—¿Hola? ¿Eres yo?
—Serás yo si me despiertas, si dejas de tenerme miedo. La luz eres tú misma, Aurea.
—Dime el nombre secreto —le pidió—. Dime tu nombre, pues no me basta saber que eres solo mi luz —le pidió. Se suponía que, en algunos viajes, la energía propia se manifestaba. Y según sus clases en viajes astrales eso tenía que preguntar.
—¿Cómo puedo revelarte mi nombre si no me has despertado? ¿Si me mantienes cautiva en tu interior? ¿Si me tienes miedo?
—Pues yo necesito saberlo, necesito conocerte.
—Y yo necesito que me liberes.
Silencio. Su luz dejó de hablarle. Aurea no podía mirarse a sí misma, pero sabía que estaba brillando. Así se había manifestado en el otro plano, y temió ser muy llamativa para los otros espíritus. Ojalá la maestra Grace los estuviera alejando a todos.
—La gran ironía. Ni yo misma quiero ayudarme —se dijo, aunque le pareció que sus palabras se oyeron por todos lados. Una vez más se sintió observada y empezó a mirar a los lados en busca de respuestas. Entre los árboles, un espíritu la observaba. Y esa vez estuvo segura que era Nishi.
—Ven aquí, pequeña luz —le pidió. Ella había tomado la forma de tronco de un árbol. Sus raíces eran los pies, la parte inferior de su cuerpo asemejaba las forma de una mujer, la parte superior parecía humana, su piel era de un verde oscuro. Su cabello eran las hojas que se extendían a lo alto. Una vez vio un dibujo que la representaba, y sí que se parecía bastante.
—Madre Nishi —dijo ella presentando su respeto e inclinándose—. Conéctame, guíame a él.
—Sígueme —le pidió. Aurea caminó por el pasto hacia ella, hasta tomar una de las ramas del espíritu. Volaron, o eso le pareció. Fue como si flotara.
Pensó que en verdad la estaba llevando con el Dán, pero Nishi la guio hacia otro espíritu. Al lago. Este brillaba con intensidad azul, y de sus aguas emergió la más bella mujer de piel verdosa y cabellos de algas rojas, típicas del lago. Desnuda estaba, pero el agua parecía fluir sin parar de su cuerpo, sus ojos negros en su totalidad brillaban y ella sonreía. Era el espíritu del lago el que la miraba.
—Pequeña luz —le dijo al verla—. Brillas como ella, eres como ella. Dime una cosa, ¿conoces mi nombre?
—Yo...— No supo qué decirle, pues no lo recordaba. En algún lugar lo leyó, pero su silencio entristeció al espíritu.
—Capaý me llamaron —le dijo—. El lago de Capaý me decían. Pero mi nombre se perdió en la memoria de los hombres, y de algunas brujas. ¿Me llamarías así al volver?
—Si, por supuesto. Capaý.
—Nishi, trajiste a la pequeña luz aquí. Dime, ¿qué haremos con ella?
—Bueno, yo en realidad busco respuestas —dijo Aurea, aunque a ella no le preguntaron nada. Era irreal eso, estaba hablando como si nada con dos espíritus que ya hasta le habían puesto un apodo—. Busco a... aquel. A la voz de otros tiempos.
—Él no está aquí, pequeña luz —le dijo Nishi.
—¿Cómo? Pe... pero... él siempre está donde estoy. Me vigila, me cuida, guía mis pasos. ¿Acaso no soy digna de hablarle aún?
—Pequeña luz, ese es justo el problema —respondió Capaý—. Tu conexión es con lo que ustedes llaman el plano paralelo, aquí donde estamos atrapados los espíritus de Xanardul.
—Y yo, en teoría, podría guiarte más allá —le dijo Nishi—. Pero no puedo hacer eso.
—¿Por qué no? ¿Qué es lo que he hecho mal?
—Nadie que no sea iniciada y liberada habla con los grandes espíritus —le explicó Nishi—. Y tú no eres una con el todo, no has liberado tu luz. Tu energía está prisionera, le temes. Tu estado no te permite conectarte más allá.
—¿Y acaso siempre fue así? Varias escogidas hicieron el viaje sin ser iniciadas, ¿por qué conmigo es diferente?— Empezaba a irritarse. Sentía que el Dán le estaba dando la espalda. Que se arriesgó a viajar hasta ahí para abandonarla a su suerte con dos espíritus que no podían ayudarla—. ¿Por qué conmigo hacen esa excepción? ¿No comprenden que sin la guía del espíritu que me escogió no podré hacer nada? ¿A qué he venido entonces?
—A aprender. A ver. Pregunta, y yo te mostraré. Eso hago yo —le explicó Nishi—. Te mostraré lo que no sabes, algo más allá de lo que ustedes llaman tiempo. Los espíritus sabemos, y no entendemos si es lo que llaman pasado o futuro.
—Muéstrame entonces. Por favor, madre Nishi. Muéstreme, ayúdame —le pidió, y el espíritu asintió.
—Vengan, húndanse en mis aguas —les pidió Capaý—. Mi energía las cubrirá y protegerá. Mi agua no te mojará, no te ahogará. Estarás a salvo conmigo, pequeña luz.
—Está bien —dijo tratando de disimular su decepción. Maldito Dán, ¿qué rayos le costaba aparecer ante ella? ¿Por qué tenía que ocultarse? No encontraba sentido a eso. Debió adivinarlo, ni su luz confiaba en ella, menos el espíritu.
En un momento, mientras iba hacia el lago, abrió los ojos. Lo de verdad, los físicos. Ahí estaba la maestra Grace. Había dejado de tocar el tambor, pero tenía la pluma en mano. Avanzando cerca de ella una energía gris apareció, un espíritu que mostró su rostro terrorífico solo unos segundos. Aurea estuvo a punto de gritar, pero la maestra lo apartó con el plumero.
—Fuera —ordenó—. No perteneces aquí, fuera —dijo muy firme. Y aunque no tenía idea de qué idioma usó, igual lo entendió.
—Pequeña Luz, tu guía está haciendo un buen trabajo. Ella trazó el camino hasta aquí —le dijo Capaý—. No te asustes, ella no dejará que te lastimen, y yo tampoco —obedeció, dejó que su cuerpo se hundiera en el agua del lago, se dejó envolver por la energía de Capaý. Cuando abría los ojos podía ver a Grace y escucharla cantar, cuando los cerraba estaba en las aguas claras del lago.
Pregunta.
Dijo alguien, sin dudas Nishi. Lo pensó bien, ¿qué necesitaba saber? ¿Qué podía decirle la planta? ¿Qué cosas le estarían veladas? ¿Cuál sería el rumbo correcto a tomar?
—¿Por qué él no quiere verme? —preguntó. Y esperó que Nishi lo haya entendido. Por supuesto que se refería al Dán.
El color del agua cambió, y Aurea veía. Muchos árboles, un bosque antiguo. No parecían las mismas plantas del bosque que ella conocía, era otro lugar. Y de espaldas a ella caminaba una mujer. Ella se giró, pero no se miraron. Aurea la vio, y supo. Así funcionaba el mundo para los espíritus, ellos sabían. Y Aurea supo que esa mujer que veía no era otra que Aziza, su ancestra, la bruja legendaria más poderosa de la historia. Aziza extendió las manos, de ella emergió la luz. Era tan brillante como la suya, mucho más incluso. Aziza no se parecía a ella, pues no tenía miedo a su luz. La guiaba, la cuidaba, y sonreía mientras lo hacía. ¿Por eso el Dán no quería verla? ¿Porque Aziza fue infinitamente superior a ella y no merecía ese honor?
—¿Cómo lo hiciste?— Preguntó Aurea, como si la bruja pudiera responderle. Y sí pudo. Aziza la miró a los ojos de pronto, la contactó. Aurea sintió que temblaba, porque técnicamente la planta de Nishi, la más poderosa de las plantas sagradas, podía llevarla de un mundo a otro. Hasta contactar con su ancestra.
—Yo tampoco lo vi jamás, nadie lo ha hecho —contestó Aziza con voz clara—. Pero lo escuchaba a veces.
—¿Y por qué él no ha acudido a mí?
—Porque los accidentes pasan, Aurea. Y si lo tocas, te pasará lo mismo que a mí.
—No lo entiendo...
—Dicen que fui bendecida por Luz eterna, pero no fue exactamente así —explicó. De pronto Aurea se descubrió sentada en el pasto al lado de Aziza. Las dos se habían acomodado ahí, y la bruja legendaria lucía bellísima. No era muy alta, tenía la piel clara, ojos cafés, cabello brillante y marrón. Quizá no era una belleza excepcional, pero Aurea la sentía hasta divina. Maravillosa.
—¿Qué pasó entonces?
—No le cuento esto a las Asarlaí que vienen a verme, ¿sabes? De hecho, son pocas veces las que me muestro. Pero tú eres diferente, porque te ha dejado su marca. La misma que tengo yo, quizá por esa razón mi espíritu llamó al tuyo, y Nishi hizo bien en traerme a ti.
—Gracias por recibirme, madre Aziza —le dijo intentando ser muy respetuosa. Y pensar que toda su vida siempre quiso alejarse de la sombra de Aziza, que nunca quiso saber mucho de su naturaleza y poder, solo lo básico. Fue como negarse a sí misma, y de pronto lo entendía. Por eso su propia Luz le dijo que la tenía prisionera, porque se pasó esos años negando su naturaleza.
—No me digas madre, solo Aziza —contestó con amabilidad la bruja—. Me preguntaste qué pasó en verdad. Supongo que sabes de dónde vine yo.
—Princesa del antiguo reino de Albyssini, hija de una hada de la isla de Issenis y un príncipe hechicero.— Ella asintió, al menos eso era lo que decían las leyendas.
—Esa iba a ser la bendición para mí, Luz eterna me bendijo con varias habilidades, hasta que sucedió aquello. El accidente. En busca de mis raíces fui a la isla de Issenis, hacia el lugar más sagrado de nuestro mundo, por donde entró Luz eterna a este plano.
—Ya veo.— No tenía idea de esa parte de la historia. Le latió el corazón con fuerza, sintió hasta miedo. La misma Aziza le estaba contando algo que jamás le había contado a nadie.
—Así fue que lo descubrí, el alcance de la encuadernación. Yo era un enlace entre el mundo espiritual y el mundo físico, fue el poder con el que nació mi madre y yo lo heredé.— Aurea asintió, sabía del poder de encuadernación, casi un mito entre las Asalarí. Se suponía que además de Aziza nadie más lo logró, salvo quizá alguna de sus hijas. Este consistía en fusionarse con espíritus y obtener su poder. Quedarse con una parte de ellos.
—¿Qué pasó exactamente?
—Que conocí a Luz eterna. Y usé encuadernación con ella sin querer. Me fusioné con ella, y así nació la enerkinesis.— Aurea por poco se desmaya. Si hasta abrió los ojos en su cuerpo real y notó la mirada asustada de Grace. Sintió que se le iba el aire, su cuerpo se desvaneció y Abish lo sostuvo. Hizo su mayor esfuerzo para volver con Aziza y lo logró, Nishi y Grace la ayudaron con eso, guiaron su espíritu. Pero es que no podía salir del impacto, eso no podía ser real. Se suponía que la enerkinesis y el dominio de la magia de la luz eran un don de Luz eterna, no la mismísima Luz eterna fusionada con Aziza. Con ella misma. Nadie jamás le había hablado de eso, fue un secreto que Aziza se llevó. Las Asaralí no solo tenían el poder de Luz etena. Eran Luz eterna.
—¿Y yo...? Cielos... ¿Yo también?— Hasta a su espíritu le temblaba la voz al hablar.
—Es cierto que parte de ella vive en ti, en todas mis descendientes en realidad. Y aquel te marcó justo porque tu esencia es más fuerte, la luz que vive en ti es más intensa. Se ha ido uniendo de generación en generación hasta darte un poder que podría ser tan grande como el mío.
—Entonces, ¿la que me habló hace un rato era Luz eterna? ¿Eso quieres decir?— Se le iba el aire, se desmayaba en los dos mundos literal. Eso era más extremo que ser escogida del Dán, no podía asimilarlo.
—Cuando la despiertes lo sabrás.
—¿Y esa es la razón por la que Dán no quiere verme? No lo entiendo.
—Si, Aurea. Porque si usas encuadernación con él tal como yo lo hice con Luz eterna, llevarás el poder del Dán a tu mundo, lo guardarás en ti. Por eso no se manifestó en ningún momento. Esa es la verdadera razón. Ah, y porque en verdad no estás preparada para eso.
—Dos espíritus y una bruja legendaria me dicen que soy una inútil, vaya día —murmuró con pesar.
—¿Por qué le tiendes tanto miedo a la Luz?
—No sé, ¿quizá porque pueden matarme? Mi mundo ya no es como el tuyo, Aziza. He vivido oculta desde que nací, no me he entrenado.
—Te asustan las consecuencias de lo que pueda pasarte si liberas tu luz. Sabes que tu vida entera cambiará, no quieres que eso pase. Sientes que de pronto todo se está precipitando para ti y no podrás controlarlo.
—¿Cómo lo supiste?
—¿De escogida a escogida? Pues viví exactamente lo mismo. Y Aliena no ayudaba mucho, esa chica me sacó canas —bromeó. Y Aurea no pudo evitar la sonrisa. Acababan de nombrar a su ídolo de toda la vida, y además alguien que la conoció en persona.
—¿Cuál es tu consejo entonces?
—Déjate guiar. La luz viva que está dentro de ti no quiere dañarte, quiere que la liberes y le des forma. No te lastimará, no tengas miedo.
—Bueno...—murmuró. Ojalá fuera tan fácil como lo decía ella—. Aziza, tú que todo lo sabes y todo lo puedes, ¿qué piensas que quiere el Dán conmigo?
—¿Qué problema hay en tu mundo ahora mismo?
—Pues básicamente estamos encerrados en el nuevo continente ya que el viejo se cayó a pedazos. Ha aparecido una nigromante, hay vampiros por todos lados, y hay un gobierno de mierda de los descendientes de los hijos de la Luz en el norte. En tu experiencia como escogida, ¿qué crees que quiere el Dán? Con nosotras, me refiero a mi compañera dhan también.
—Oh, eso no es tan complicado. Liberar tu luz es parte de eso. ¿Tu compañera necesita liberar su poder?
—Tiene un sello de luz, yo creo que sí lo necesita.
—Ajá, entonces ambas deben liberarse. Es el primer paso. Luego tienen un enemigo obvio, la nigromante que mencionas. Deben hallarla, determinar el origen de su poder, y luego detenerla.
—Si, eso me lo esperaba. ¿Y crees que eso sea todo?
—Puedes preguntarle a Nishi.
—No creo que ella sepa los planes del Dán.
—Hay otras formas de preguntar, querida. Inténtalo.— Aurea asintió, y entrecerró los ojos.
Una vez más sintió la mano de Nishi guiándola, y se tomó un momento para pensar en la pregunta que necesitaba. Nishi no sabía los planes del Dán, eso era cierto. ¿Y qué podía pedirle entonces? Que le muestre el futuro, aunque ella tampoco lo distinguía. No supo cuánto tiempo estuvo pensando su pregunta, pues en realidad el tiempo ahí no existía. Pero apenas estuvo segura que eso era lo que tenía que saber para aclarar su situación, no perdió tiempo en preguntar.
¿Qué será del mundo cuando me vaya a ser una con el todo?
Y le mostró su legado. El de Abish. El de otra. El Dán no le dijo nada, pero ya sabía hacia dónde tenía que dirigirse, lo que el espíritu esperaba de ella. Solo que no tenía idea de cómo iban a lograrlo.
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Hello, hello, hello!!!!!!!
Espero les haya gustado el capítulo, básicamente porque llevamos mucho tiempo esperando que ocurra XD
En multimedia encontrarán un audio de YouTube con ícaros de sanación para Ayahuasca. Pueden escucharlo y darse una idea de cómo usó la maestra Grace su canto para inducir a Aurea al viaje astral.
Como les he comentado antes, todo el mundo de Xanardul es un sincretismo entre fantasía medieval y religión andina, de la que soy creyente. En esta ocasión me basé en un viaje de Ayahuasca, la medicina ancestral. No he tenido la oportunidad de hacer una sesión aún, pero sí conozco gente que lo ha hecho y a la que entrevisté para recopilar sus experiencias. Una anécdota real que les cuento es de una amiga cercana que hizo Ayahuasca meses antes de la muerte de su hermana, y la planta le mostró el salón donde la velarían, el cajón y el cuerpo de su hermana. Poco después pasó, y fue exactamente lo mismo. Sé que para muchos es solo una planta alucinógena, pero los creyentes de le religión andina nos tomamos con respeto lo que puede mostrar la planta.
¡Hasta la semana que viene! Con suerte un poco antes, porque cuarentena XD
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