17.- Desventuras nocturnas

El príncipe vampiro Nathaniel Seymur solía tomar decisiones sin detenerse a pensar en las posibles catastróficas consecuencias, actuaba con rapidez y precisión. No era la clase de vampiro que meditaba cada acción, no podía decirse que fuera un estratega, a él se le ocurrían cosas y las ejecutaba apenas se diera la oportunidad. Así de simple y mortal.

A Nate le gustaba improvisar sobre la marcha, se sentía orgulloso de ser un excelente actor, estaba seguro que ninguno de sus hermanos hubiera sido capaz de mantenerse en el mismo papel sin arruinarlo. Él llevaba un par de años siendo amigo de Abish y los cazadores, entraba a la Academia de vez en cuando incluso. Tenía informes de primera mano gracias a su cercanía con la hija del líder de los cazadores, se enteraba de todo lo necesario para que los planes de Ethelbert salieran siempre a la perfección. Un buen actor como él sabe que hay que acomodarse a lo que se venga, y esa noche sí que estaba llena de sorpresas.

Una de las sorpresas era la presencia de Noah ahí. Se molestó y lo disimuló bien, Kazimir no había informado que existiera en el mercado negro una fórmula tan potente para esconder la naturaleza de un licántropo. Considerando la categoría y pureza de Noah, debió sentir su aroma característico desde que entró al bar, pero se llevó la sorpresa cuando estuvieron frente a frente. Y claro que Noah lo había reconocido, pero al lobo ese le convenía disimular un rato más. Diría, por el apretón de manos excesivamente fuerte que le dio, que a Noah no le hizo nada de gracia verlo. Es más, Nate estaba seguro que quizá ser descubierto por un Seymur no estuvo en sus planes.

Ahora sus prioridades habían cambiado, se dedicaría a vigilar a Noah y encontraría el momento para arreglárselas con él. Aún tenía algo pendiente por hacer, algo que tuvo en mente todo el día. Eso era matar a la Asarlaí llamada Aurea.

Cuando Candem le contó que llevaría al bar a su nueva chica, la bruja esa, Nate por poco salta en un pie. Perfecto, no podía haber ocasión ideal para deshacerse de ella. Su hermano Ethel ordenó que todos sus siervos vampiros las protegieran, pero él encontró la forma de evadir el vínculo de sangre. Con los años Nate había aprendido a sacarle la vuelta a las órdenes de Ethelbert, y esa vez no sería diferente. Ya se lo agradecerían luego, él haría lo correcto al sacar a esa bruja del camino. El mundo estaba mejor sin las Asarlaí y su maldita luz, él no se iba a quedar sentado esperando que la chica entrenara su poder y luego los cace uno a uno.

Matar a Aurea sería fácil, la tonta parecía ponerse en bandeja de plata. En algo Kazimir tuvo razón, la bruja no era la más lista de todas. Era joven, imprudente, inmadura también. Un blanco perfecto. Puede que sea hábil en la magia y en otros asuntos, pero en ese momento estaba cometiendo un error clásico para cualquier chica de su edad que no sabe medirse. Podía hacerlo pasar por un accidente, ni siquiera tendría que morderla o enfrentarse a ella. En un momento estaría muy ebria para mantenerse en pie, entonces aprovecharía para acabar con ella.

—¿Entonces llevan saliendo como un mes? —preguntó Sarenne a Aurea. A su lado, Noah se mantenía en silencio mientras bebía. Los demás ya habían tomado lo suficiente para estar animados, se habían emocionado un poco con el alcohol y ya se notaba. Aurea hasta había dejado de apartar a Candem, ahora simplemente se dejaba besar y tocar, pero seguía coqueteando con Alistair discretamente. Una lástima, el tipo era genial y se merecía pasarla bien con la rubia, pero quizá la mate antes que siquiera la toque.

—No... menos, en realidad no salíamos porque yo estaba castigada en la escuela —contestó la rubia.

—Hablábamos por cartas —agregó Candem—. Y ahora que es libre, al fin podemos estar juntos.

—Felicidades... supongo —le dijo la bibliotecaria, aunque esa última palabra la soltó más despacio. Para muchos ahí era obvio que Aurea no era la más entusiasta de esa relación.

—Si, claro. Felicidades —dijo Alicia. Ella era otra que no lucía animada, o quizá incómoda era mejor palabra. Podía ser por la edad de todos, las más jóvenes eran Aurea y Sybil, y aún así eran mayores que ella. Probablemente Alicia sentía que no encajaba ahí, y menos cuando la molestaban. Era una chica atractiva, tenía unos bonitos ojos, a él le atraía un poco incluso. Ojalá tuviera siquiera unos diez años más, nunca tan abusivo.

—Gracias —contestó Aurea. Todos cogieron sus copas para brindar, y una vez más el tipo se acercó. Nate se había dado cuenta, la primera vez pasó cerca a Alicia y fingió que le tocaba el trasero por accidente, hasta se disculpó y se fue rápido. La segunda quiso sacarla a bailar y ella se negó. Otra vez volvía al ataque, e intuía que no iba a acabar bien. Ya Abish puso mala cara, la cazadora andaba vigilando a su aprendiz desde que entraron, seguro que acababa golpeando al tipo por atrevido.

—¿Bailas, muñeca? —preguntó el hombre, incluso jaló a Alicia del brazo un poco. La cazadora se saltó y lo miró molesta. Abish casi se pone de pie para intervenir, pero entonces alguien más habló.

—No, ¿acaso no entiendes? Ya déjala en paz, ve a correrte una paja o algo, a ver si así se te van las ganas y dejas de ser tan patético.— Esa fue Sybil, la bruja Bruanne amiga de Aurea. Cosa peligrosa, a nadie le gustaba enojar a una Bruanne, ya hasta se sentía cierto calor en el ambiente y no precisamente porque el local estuviera lleno. El tipo se quedó pasmado durante unos segundos, luego frunció el ceño molesto.

—Tú no te metas, contigo no es el asunto. O quizá si, ¿por qué tan amargada? ¿Necesitas que te haga el favor? —se burló el hombre. En la mesa todos se miraban con ganas de querer intervenir, pero nadie se decidía a hablar. Quizá algo les decía que esa Sybil tenía la situación bien controlada. Fue así exactamente, cuando el tipo terminó de hablar, la bruja soltó una carcajada.

—Hazme el puto favor de callarte. ¿A quién vas a coger tú? Pobre imbécil, para los tres minutos que debes durar y vienes a hacerte el galán acá. Lárgate antes que pierda la paciencia —contestó ella muy desdeñosa. Lo miraba de lado, despreciándolo. El tipo estaba herido con las palabras de la bruja, cosa que a Nate le hacía mucha gracia. El hombre era de verdad patético, aprovecharía un descuido para alimentarse de él hasta dejarlo seco. Se lo merecía.

—Escucha, mujerzuela, deja de insultarme o....

—¿O qué?— Para sorpresa de los presentes, la chica encendió una llama en el vaso del licor que llevaba en una mano. El tipo retrocedió, le quedó claro que había perdido—. Deja en paz a la chica, no te vuelvas a acercar a ella. Y lárgate antes que te queme la cara, aunque quizá te esté haciendo un favor y te la deje mejor.— La que rio con eso último fue Aurea. Y para su sorpresa, Abish la siguió. Él también rió, esa Sybil no pudo hacerlo mejor. El tipo no dijo más, miró con rencor a la bruja y se esfumó entre la gente.

—Bien hecho —le dijo Noah.

—Bah, no es nada —contestó Sybil despreocupada y apagó su copa. La que hasta el momento no había hablado era el Alicia, la muchacha estaba boquiabierta después de esa escena.

—Gracias —murmuró la chica. Sybil le sonrió de lado, levantó una copa y Alicia la imitó. Las dos se miraron, sonrieron y chocaron las copas para brindar.

—Por ti, lo que sea —le dijo la bruja. Ah, entonces quedaba confirmado. Si había notado ciertas miradas indiscretas de la bruja de fuego hacia la más joven del grupo, y para su sorpresa Alicia también correspondía—. Ya estoy de salida, no puedo quedarme más —avisó Sybil, se puso de pie mientras los demás se hacían a un lado para dejarla pasar—. Cuídate, estúpida —le dijo a Aurea en un tono bastante amenazante.

—Si, ya sé... ya sé —contestó la rubia despreocupada.

—¿Te quedas? —le preguntó Sybil a Alicia. La muchacha parecía algo nerviosa, pero finalmente negó con la cabeza.

—¿Puedo ir contigo? —le dijo Alicia. Gran sorpresa, esa ni Nate se la esperaba.

—Voy a una tetería —advirtió Sybil.

—Bueno... Si, creo que está bien. Nunca he ido a una —contestó Alicia. Nate podía escuchar los latidos acelerados de su corazón emocionado. En menos de una hora Sybil había logrado lo que muchos hombres intentaron, y ahora se llevaba a la chica consigo.

—Adiós, Abish. Adiós, chicos.— Alicia avanzó un poco para seguir a la bruja, pero entonces volvió la mirada a su mentora—. ¿De verdad tengo permiso?

—Ya estás grande, Alicia. Puedes ir a una tetería si quieres. Cuídate, sabes como hacerlo —contestó Abish.

—Gracias —le dijo con una sonrisa antes de ir tras Sybil. Las dos se esfumaron rápido entre el ruido y la gente, dejando a todos en la mesa bastante sorprendidos.

—Ve, y luego dice que yo soy de lo peor —bromeó Aurea. Sarenne estaba frente a ella y soltó una carcajada al escuchar ese comentario. Todo parecía volver a la tranquilidad de hace un rato, Abish estaba terminando de beber su copa, la suya estaba a la mitad. Nate pensó que quizá podía pedir otra cosa para variar, miró a un lado en busca de una camarera, y fue en ese momento que lo vio. De inmediato se puso serio, intentó que no sea así, pero fue demasiado tarde. Lo que más rabia le dio fue verlo avanzar sonriente hacia ellos, fresco y tranquilo, hasta feliz. Pronto todos en la mesa se dieron cuenta que ese desconocido iba directo a ellos y lo quedaron mirando.

—Querido primo, te estuve buscando. Eso no se hace.— Ahora eran primos. Kazimir sonrió, él lo hizo a medias para disimular.

—¿Primo? —preguntó Abish. A ella no podía engañarla, se conocían hace tiempo. Ese imbécil de Kazimir se las iba a pagar, ¿cómo se le ocurría ir a buscarlo ahí? Eso no iba a terminar bien—. No me habías hablado de él.

—Es que Nate no me quiere, dice que soy el favorito de su hermano y por eso me discrimina —bromeó el vampiro—. Hola a todos, soy Kazimir. Qué mal de tu parte, primito. Ni me presentas, encima me dejaste plantado hoy.

—Oye, eso no se hace —dijo Candem, aunque estaba bromeando—. Siéntate, muchacho. Acá hay espacio para todos —agregó animado. Al lado del chico, Aurea había palidecido y Nate acababa de notarlo.

—Claro que si. Hola, Aurea. Tú tampoco saludas, qué falta de respeto.— Eso sorprendió aún más a todos en la mesa. La bruja, que había cogido su bebida para disimular, por poco y se atraganta con el trago. Y a su lado, Candem puso mala cara otra vez.

—¿Lo conoces? —preguntó con molestia.

—Yo... ehh... bueno... más o menos. De por ahí.

—Ay cariño, dile la verdad. ¿Qué hay de malo que se enteren? —bromeaba Kazimir. Nate hizo lo posible por contenerse, iba a asesinar a ese infeliz. El hijo de Ethel no tenía una pizca de prudencia, ¿qué rayos tenía en la cabeza?

—¿Qué tienes con este? —le reclamó Candem a la rubia.

—Nada, es un pesado. Es que ando buscando familia que me apadrine y lo conocí por casualidad, nada más.— Buena excusa. Todos sabían que las brujas siempre buscaban familias con dinero para que las auspicien. Candem no parecía muy convencido, pero no dijo nada más.

—Si, ya ven que mi primo es algo pesado. Por eso nunca lo traigo —intentó bromear él. Kazimir rio también, y el ambiente se relajó un poco.

—Es que estoy en todas, ¿verdad Noah?— Ahora quien casi se atraganta con el trago fue Sarenne.

—¿También se conocen? —preguntó la bibliotecaria cuando logró pasar la bebida.

—Por desgracia —contestó Noah. El licántropo estaba ardiendo en rabia, se estaba conteniendo. Nate sabía que era capaz de destrozar todo en ese momento, se notaba en su mirada los deseos de golpearlo que le tenía. Noah no había olvidado las ofensas que le hizo a su gente años antes, eso Nate podía entenderlo. Quizá debería dejar que el lobo lo destroce, a ver si Kazimir aprendía de una vez.

—Ehhh... voy afuera a comprar cigarrillos, ¿alguien quiere alguno? —dijo él. Tenía que hacer la jugada y tenía que hacerla ya.

—Trae para mí —le pidió Candem y él asintió.

—Listo, ya vengo. Vamos, Kazimir. Acompáñame —le pidió al vampiro. O mejor dicho, le ordenó. Siendo para él un superior, tenía que obedecerlo. Ese solo asintió y segundos después lo siguió en silencio mientras salían del bar.

Nate quería entender qué rayos hacía Kazimir ahí, no creía que se haya arriesgado a aparecer delante de todos solo porque sí. El menor de los Seymur iba por delante, caminó hacia la parte trasera del bar, por un pasaje algo estrecho y oscuro. No había nadie en ese lado, así que apenas estuvieron solos Nate se puso en acción. Se movió con una rapidez única, cogió a Kazimir de la camisa y lo arrojó con fuerza contra la pared. Antes que el vampiro reaccionara, apretó su cuello con fuerza unos segundos. Disfrutó un instante de eso, ver como Kazimir se quedaba sin aire e intentaba zafarse lo tranquilizó un poco. Finalmente Nate lo soltó, y eso Kazimir lo aprovechó de inmediato.

—Antes que me mates, tienes que saber que fue mi padre quien me envió —le dijo.

—Lo sospechaba —respondió molesto—. ¿Y a qué mierda te mandó, eh? ¿A cagarla? ¿A molestarme? ¿Qué sentido tiene esto?

—Solo venía a asegurarme que nadie matara a Aurea, la estoy vigilando.

—Eso ya lo sé. Aún así no era necesario que te acerques.

—Mi padre cree que si. Está seguro que aprovecharás una oportunidad para deshacerse de la Asarlaí, por eso quería que me mantenga cerca. Supongo que no es necesario repetir que los deseos de mi padre son ley, ¿verdad?

—Cállate —contestó irritado. Claro que sabía eso, Ehtel ordenaba y los demás tenían que aguantarse. Y si su hermano quería a la zorra Asarlaí con vida, entonces le tocaba obedecer.

—Esa es una de las razones por las que me acerqué, pero no la única.

—¿Ah no?

—Aunque igual tiene que ver con la Asarlaí. Mi padre quiere que me asegure de su pureza.

—¿Y qué mierda tiene...? Ah... no. Olvídalo. Ya entendí —se contestó a sí mismo al recordar súbitamente por qué Ethel estaba interesado en que la bruja se mantenga virgen. Despertar energía sexual podría ser contraproducente, así que era mejor mantenerla virgen un tiempo.

—Cree que ese Candem es una amenaza para sus deseos.

—Si, desde luego.

—Así que hay ordenes de eliminarlo.

—¿Qué cosa? —preguntó incrédulo—. ¿En serio? ¿Ethelbert quiere matar al heredero de los Sharman?

—Ajá, y con mucho drama además. En una hora pasarán por aquí ciertos vampiros bajo mis órdenes, ellos se encargarán de matarlo y quizá mueran en el intento. La idea es que sea público y con muchos testigos.

—¿Y para qué rayos quiere Ethelbert armar ese teatro?

—Mi papi dice que los Sharman están donando mucho dinero a la Academia de cazadores, y que eso está haciéndole daño al negocio familiar. Así que matando al heredero quedará demostrado públicamente que los cazadores no son tan eficientes como dicen ser.

—Ajá... ya entiendo. Aunque podría salirle el tiro por la culata, quizá los Sharman decidan donar más dinero para combatir vampiros.

—El patriarca Sharman es un imbécil, estará tan molesto que ordenará que se recorte el presupuesto. Y como quizá eso no baste, papi usará sus influencias para convencerlo. Listo, asunto arreglado. Mantenemos a Aurea virgen y cortamos los donativos de los Sharman. Papi siempre piensa en todo —le dijo el chico con una sonrisa. Nate asintió, el plan de Ethelbert no estaba tan mal después de todo. Sabía que gracias a las donaciones de las familias ricas los cazadores podían investigar más y desarrollar mejores armas. Quizá lo que Ethel en realidad quería era que todas las familias dejen de donar tanto como castigo por la ineficiencia de los cazadores. Si mataban como si nada a uno de ellos, ¿por qué no les pasaría lo mismo con los demás? Las familias preferirían pagar guardias cazadores directamente que donar e invertir en algo que no les beneficiaba. No iba a negar lo que dijo Kazimir, eso era cierto. Ethel pensaba en todo.

—Solo hay un detalle, no creo que sirva mucho quitarle el nuevo novio a Aurea, menos le generará algún trauma que se muera.

—¿Ah no?

—No, al ritmo que va acabará con Alistair cuando se libre de Candem.

—Ah caramba, nos salió bandida la muchacha. En fin, yo me encargo de ella, tú de eso ni te preocupes —dijo relajado—. Entonces, tío Nate, ¿cuento contigo para exponer a Candem para el asesinato de hoy?

—Si, haré lo que pueda.

—Así que ahora los vampiros se juntan a escondidas para planear asesinatos de niños ricos, qué vergüenza.— La voz los tomó por sorpresa. A la entrada del pasadizo estaba Noah. Nate frunció el ceño, esa fórmula que estaba tomando el tipo para esconder su naturaleza era muy buena, de no ser por ella hubiera notado su olor antes.

—No sabía que ahora los perros se escapaban del bosque —le dijo él con algo de molestia. No creía que Noah fuera tan tonto para armar una pelea ahí que podría perjudicarlos a los dos, y si así fuera, igual estaba seguro que él le ganaría al licántropo sin muchos problemas. No era Wolfgang, no le temía. Aunque si debería temer sus intenciones, si Noah estaba ahí definitivamente tenía que ser un plan de su primo.

—Qué extraño que salgas solo, ¿no te puso correa el amo? Quise decir, tu alfa —se burló también Kazimir. Noah avanzó amenazante hacia ellos, pero tenía la vista fija en Kazimir, se notaba que quería destrozarlo. Pero bueno, si Noah quería pelear con Kazimir, y matarlo de paso, él no se iba a oponer. Los dos eran igual de fuertes, y como Ethel nunca le enseñó a su hijo a mantener la boca cerrada quizá era buena idea que el lobo se lo enseñe a la fuerza.

—Se te van a acabar las ganas de hablar cuando te coja, pero de momento no siento deseos de rebajarme ante un vampiro de poca monta como tú. Ni siquiera eres un verdadero Seymur, aunque papito te haya hecho creer lo contrario. Es lo malo de engreír críos, quedan muy patéticos.— Aunque debería molestarse porque Noah estaba ofendiendo a uno de los suyos, el vampiro se sintió muy satisfecho al ver molesto a Kazimir después de lo que dijo el licántropo. No recordaba la última vez que vio a Kazimir enojado, ofendido en realidad. Lo disfrutó un poco, Noah tenía razón.

—¿Qué haces aquí? Esta no es tu ciudad, ni tú ni los tuyos tienen permiso de estar aquí —contestó Kazimir. Eso si era cierto, y por eso él iba a exigir explicaciones.

—¿Quién te autorizó a entrar en la ciudad? —le preguntó Nate.

—Eso no les importa, y si necesitara autorización hablaría con Ethelbert, no con sus lacayos.— Aquello sí lo molestó. Él no era un lacayo, era parte de la clase dirigente de Etrica, no iba a tolerar esas palabras. Nate decidió atacar, sacó los colmillos, Kazimir imitó el gesto—. ¿En serio? ¿Aquí? ¿En pleno centro de la ciudad? Creo que eso no le conviene a nadie —le dijo Noah sin parecer asustado. Y aunque estuvo a nada de lanzarse sobre él y empezar una pelea, reconoció molesto que el licántropo tenía razón. Adentro estaba Abish, y habían otros cazadores por ahí. Esa noche no podía arriesgarse, pero había otra cosa que sí podía hacer.

—Tienes hasta mañana para irte de aquí —amenazó—, porque hoy mismo daré la orden para que cualquier vampiro que te vea tenga el permiso de atacarte. Habrá premio extra si me traen tu cabeza.

—Ehhh... No, no lo creo —dijo Noah muy seguro.

—Eso lo veremos —amenazó Nate—. No creas que no puedo encargarme yo mismo del trabajo, no me provoques.

—No deberías preocuparte por mí, Nathaniel —le dijo Noah, ahora parecía más serio—. Tenemos otros problemas comunes que enfrentar. Una nigromante, por ejemplo. Pero esa es otra historia, ahora mismo hay otro inconveniente.

—¿Qué cosa? —le preguntó Kazimir. Los dos vampiros volvieron a adoptar la forma humana, y ahora él sentía curiosidad de las novedades.

—¿No lo sienten acaso? Está cerca, y se oculta bien.— Nate se concentró. La energía que sentía le era familiar, y el olor no era fácil de distinguir para cualquiera. Un vampiro tiene los sentidos más agudos que cualquier otra criatura, algo similar a los licántropos. Y lo que en ese momento Nate Seymur sintió le llamó mucho la atención, aunque no le parecía muy grave. Intercambió una mirada con Kazimir, él también lo sentía.

—Búscalo —le ordenó Nate, pero Kazimir negó con la cabeza.

—Tengo orden de vigilar que no mates la rubia, y si papi lo dice no puedo salirme del camino —Nate bufó, el vínculo de sangre era tan molestoso a veces.

—Tienen que encontrarlo —insistió Noah—, y será mejor que lo hagan antes que sea demasiado tarde. Él no sigue las reglas de nadie.


*******************


Tenía que ser una droga, estaba segura de eso. O al menos podía pensar que era así mientras intentaba dominarse, cosa casi imposible. Aurea creía que la habían drogado, no había bebido lo suficiente para estar así de mareada y sintiéndose tan mal. Había tenido borracheras peores y nunca acabó así, le dieron una droga, maldita sea.... No...

Se le había nublado la vista, apenas escuchaba a la banda de música fuerte. Sentía como si estuviera flotando, pero era una sensación de entumecimiento terrible, intentaba reaccionar y no podía. ¿Quién le hizo eso? ¿En qué momento pasó? Todos bebían en la mesa, ella vigilaba que nadie le meta nada a las bebidas, o al menos eso creyó...

¿Fue Alistair? Él le llevó tragos, pero no... no podía ser él... No tenía sentido... No tenía...

Por un instante que le pareció eterno la bruja se sintió en una especie de limbo del que no podía escapar. Se le taparon los oídos, ya no veía nada, ni siquiera pensaba. Una parte de ella luchó por reaccionar, por abrir los ojos y despertar. Cuando lo hizo se sintió arrastrada fuera del local, la música y el ruido casi no se escuchaba. Quizá fue el golpe del viento, pero salir del bar la ayudó a reaccionar siquiera un poco. Sabía que la estaban sacando, que alguien la estaba secuestrando. Pero con lo débil y dócil que estaba nadie se iba a dar cuenta, creerían que se iba por voluntad propia. Todo desapareció otra vez, se le volvieron a tapar los oídos y sintió que le faltaba el aire. En ese momento Aurea pensó que iba a morir.

Luz...

La luz eterna vivía dentro de ella, y tenía que invocarla. La droga había entumecido sus sentidos, pero no su magia. La energía blanca vivía dentro de ella, tenía que usarla para reaccionar. Luchó, se sentía desesperada, de alguna forma tenía que escapar de eso.

Y quizá funcionó.

Las cosas empezaron a cambiar poco a poco. Ya escuchaba, ya sentía. Y lo que percibió no le gustó nada. Los labios de alguien estaban sobre su cuello. La tocaban también, sin descaro, sin asco. Se sintió terrible cuando pudo sentir esa horrible mano tocándola en una zona prohibida, tratando de entrar incluso. Estaba asqueada, pero aún no podía luchar. Quiso gritar, tenía que oponerse, necesitaba un poco de aire siquiera.

—No...—Fue lo único que salió de sus labios. Su voz sonó suave, casi un murmullo. Nadie podría escuchar eso, nadie podría ayudarla. Los ojos se le llenaron de lágrimas, estaban abusando de ella y no podía defenderse.

"Por favor, Dán... Ayúdame... Por favor... Por favor...", rogaba internamente. Había perdido las fuerzas, usó lo que pudo para reaccionar, pero no había sido suficiente. No quería rendirse, pero...

Todo cambió otra vez. Aún se sentía muy débil, pero ya no había nadie sobre ella. Aurea intentó mantenerse en pie, apoyó sus manos contra la pared e hizo lo imposible por mantener los ojos abiertos. Y cuando lo logró ya no pudo cerrarlos más, aquello sucedió tan rápido que se quedó boquiabierta.

Vio al hombre que quiso violarla, fue Candem. Pero lo vio en el piso con la boca llena de sangre, le habían dado un buen golpe en la cara. Quien hizo eso estaba parado a su lado, le dio una patada tan fuerte que lo sacó despedido hacia la pared del callejón. Se agachó, lo cogió como si fuera una bolsa de basura y lo sostuvo en el aire. Fueron segundos apenas, pero Aurea gritó de la sorpresa cuando vio ese rostro de fiera salvaje mostrar unos enormes dientes. La transformación estaba a medias, y aún así era letal. Mordió a Candem en el cuello mientras este gritaba de dolor. Cuando terminó, Aurea no sabía si el chico había sobrevivido a eso, pero además de la mordida, le desgarró la espalda con las uñas. O garras, mejor dicho.

Aurea estaba aterrada mirando esa escena, Candem había gritado fuerte y a lo lejos le pareció escuchar el ruido de una patrulla acercándose, quizá alguien dio la alerta de ataque. Pero la cosa no había acabado aún. Él deshizo la transformación y era un humano nuevamente, aún así se sentía asustada. Fue peor, gritó cuando lo sintió muy cerca a ella, casi como Candem hace un rato. La había cogido del cuello, presionaba despacio mientras restregaba su salvaje cuerpo contra el de ella. La olisqueó rápido, aprovechó que estaba débil e incluso lamió su cuello de un solo y lento movimiento.

—¿Se puede saber qué hacía mi hembra con un humano? —preguntó amenazante.

—Petrus...



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En multimedia: Etrica de noche

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