8. Perros de ciudad
En su mente, nada lo detenía de dar el siguiente paso. Ella estaba allí, del otro lado del vidrio. Podía verla, escucharla, incluso sentirla y olerla. Krista tenía razón: pronto se haría evidente. La misma Sarenne ya lo estaba sintiendo, aunque aún no lo sospechaba.
Noah la miraba sin saber qué hacer. No debería estar allí ni arriesgarla de esa manera. Pero la anhelaba todo el tiempo y la necesitaba cada vez más. Ya no se trataba solo del profundo afecto que sentía por la humana, sino de saber que ella llevaba a su hijo en el vientre. Ese instinto protector —casi animal— que siempre había sabido que existía dentro de él se despertó con furia.
Necesitaba a Sarenne. Necesitaba protegerla a ella y a su hijo. Pero si hablaba, si cometía la imprudencia de contactarla, sería el fin para ambos.
No tenía idea de cuánta tolerancia tendría Wolfgang al respecto. Podía mentirle, decir algo como que tuvo que acostarse con la hembra humana para obtener la información que la manada necesitaba, y que el resto fue un accidente. Y quizá la respuesta de su alfa sería simple y fría: "Entonces, hay que deshacerse del híbrido".
Eso era posible, por supuesto, y prefería no arriesgarse. Pero, si era así, ¿por qué la contemplaba desde el otro lado de la calle? En cualquier momento, ella se sentaría en la caja, revisaría las cuentas y lo notaría. O tal vez simplemente miraría con curiosidad hacia la calle y lo vería.
Noah cumplió su palabra y se alejó. Le había roto el corazón cuando supo los motivos de su cercanía, y fue peor al enterarse de la existencia de Krista. Lo entendía y no iba a molestarla más. Aunque todos sus instintos le gritaban que debía proteger a su hembra, era precisamente ese llamado interno el que lo obligaba a alejarse. Sarenne estaría mejor sin él.
Noah suspiró profundamente y la miró una última vez. Quería llevarse su imagen, atesorarla y pensar en ella con claridad por el resto de sus días.
"De todas maneras, sabes que es inevitable", se dijo mientras la observaba. "Ella sabrá que espera un hijo tuyo, y lo mejor será que busque a alguna bruja para que le dé unas hierbas y acabe con eso. No podrá cuidar a un bebé licántropo, y no será aceptado en la manada. Por el bien de todos..."
No quiso seguir hilando ese pensamiento. Bajó la mirada y se giró. No podía desobedecer a Wolfgang; era más fuerte que él o su voluntad. El vínculo de raza le impedía poner sus deseos sobre los de su alfa. Noah nunca podría llevarse a su mujer y al bebé para vivir en el exilio. Ni ella lo merecía, y él...
—¿Qué se supone que haces aquí?
Tan inmerso en sus pensamientos estaba que apenas notó que ella se acercó. Y no iba sola. Noah se irguió para mirarla con calma, o al menos intentarlo.
—Hola, Abish. Doctor Morton... —los saludó, pero el científico solo lo miró.
—No has respondido —insistió la cazadora.
—No tienes nada que reclamarme; ya me iba.
—Sé lo que eres, Noah —dijo Abish con firmeza—. Sabes que no puedo tolerarlo.
—Oh, bueno. En ese aspecto, todos hemos sido muy flexibles, ¿no? —respondió él con un dejo de burla en la voz, lo que hizo que Abish frunciera el ceño. ¿Era idea suya o empezaba a sentir más calor?
—Será mejor que nos calmemos —intervino el científico, colocándose entre ambos y levantando las manos en son de paz—. Lo que Abish quiere decir es que las reglas del juego han cambiado. Eres lo que eres, y no somos enemigos. Pero en serio, ya no puedes estar aquí.
—No estoy haciendo daño a nadie —respondió Noah, mirándolos a ambos sin entender del todo lo que querían decir. ¿Qué era exactamente lo que había cambiado?
—No te hagas el listo conmigo —continuó Abish—. Tú y Wolfgang consiguieron lo que querían, ¿no? Ya tienen el maldito libro de Blake; no hay más pendientes en la biblioteca. Ella no merece más de esto.
—Lo sé —respondió con calma—. Lo último que quiero es hacerle daño.
—Eso es difícil de creer —Abish cruzó los brazos, y él no tuvo ánimos de defenderse.
—Sí, yo... he cometido muchos errores —dijo finalmente—. Ojalá pudiera explicarle, pero sé que no es lo mejor.
Ella asintió con vehemencia.
—Sarenne solo recuerda lo que le hiciste y lo que eres —aclaró Abish—. Lo de Velimir... bueno, de eso se encargaron muy bien las brujas. Escucha, sé lo que es ese bastardo, pero no sé cómo enfrentarlo sin que mueran muchos en el intento. Y créeme, no quiero que Sarenne salga perjudicada por eso. Tú y Velimir jugaron mucho a quitarse los juguetes, así que ahora déjenla en paz.
—Siempre eres tan certera, cazadora... —dijo con una sonrisa triste. Al final, fue bueno que llegara para ponerlo en su sitio—. Solo una cosa más.
—Dime.
—Cuídala. Se vienen cosas muy, muy difíciles. Sé que eres nueva en esto de ser bruja, pero Aurea sabrá qué hacer.
—¿Qué...? ¿Qué dices...?
—No te preocupes, lo sabrás pronto.
Apenas dio unos pasos para alejarse cuando la voz de Abish lo detuvo.
—Noah... que tú estés aquí significa que...
—Sí, Wolfgang anda cerca. Si no lo has visto aún, seguro será pronto. Sabes que no deja ningún cabo suelto.
—Bueno, si ves a ese infeliz, dile que deje de hacerse el interesante y aparezca de una vez. Y que es una orden de la escogida.
Noah esbozó una sonrisa a medias y asintió.
—Lo haré. Adiós, Abish. Adiós, doctor.
No les dio tiempo de responder; de verdad quería irse. Si había entrado a la ciudad, era porque Wolfgang estaba cerca y lo había acompañado. Pero debía internarse en el bosque con su manada y deslizar con delicadeza la idea de que él ya no era necesario, que otro de los primos podría asumir el liderazgo. Krista prometió guardar el secreto y darle tiempo hasta encontrar una solución. Pero la única opción para Sarenne y todos era que ella abortara a ese bebé. Solo de pensarlo, sintió tal dolor en el pecho que creyó que se iba a quebrar y llorar.
Noah aceleró el paso, internándose en calles cada vez más oscuras. Se perdería entre ellas, como siempre, hasta encontrar el camino al bosque. Mientras avanzaba, empezó a sentirse acechado.
No redujo la marcha; no iba a darle el gusto a esas alimañas de pensar que podían intimidarlo. Eran vampiros, sin duda. Ya no tomaba la pócima de Aurea, y cualquiera con intuición oscura podría reconocer su naturaleza. Justo como esos.
Al fin, dos de ellos saltaron de un techo y le cerraron el paso. Noah se detuvo y vio de reojo cómo otros más llegaban. Solo a uno lo reconocía: un esbirro de Velimir. Lo suponía; sin Ethelbert en la ciudad, el príncipe había ascendido al trono oscuro de esa maldita ciudad.
—¿Quién le dijo al lobo que puede andar tranquilo por nuestro territorio? —preguntó el vampiro que parecía liderar al grupo.
—Muévanse, no tengo ánimos hoy —respondió, avanzando sin temor. No eran rivales para él si se transformaba...
Tal vez se confió. De acuerdo, lo hizo. Se confió. Pensó que esas alimañas alardearían un poco más antes de atacarlo, pero el vampiro que salió a enfrentarlo fue solo una distracción. El verdadero líder apareció por detrás y se lanzó a morderlo sin vacilar.
Noah fue rápido, pero no lo suficiente. Para cuando logró apartar al vampiro, este ya le había desgarrado la carne. Antes de que su herida pudiera regenerarse, otros dos se lanzaron sobre él. Transformó una de sus manos en garras y rugió antes de devolver el ataque, pero entre todos comenzaron a arrinconarlo y golpearlo. No le causaban un daño real, pero lo aturdieron el tiempo suficiente para tomar ventaja.
"Esto no les durará mucho", pensó con fastidio. No podía llamar la atención en la ciudad ni le agradaba la idea de transformarse, pero tampoco iba a dejar que esos vampiros de pacotilla se jactaran de haberlo golpeado.
No le costó mucho apartarlos y gruñir. Pudo sentir la fuerza del lobo recorrer su cuerpo, y se vio a sí mismo como la bestia que realmente era. Sin embargo, justo cuando comenzaba a transformarse, todo a su alrededor se detuvo.
El líder del grupo, el que lo había atacado por la espalda, empezó a escupir sangre, y pronto entendió por qué. Le habían atravesado el pecho, y al desplomarse, vio que ya no tenía corazón. El ladrón del órgano lo sostenía en su puño, todavía caliente y palpitante. Con desprecio, lo arrojó a un lado y se limpió los dedos, lamiéndolos sin mucho interés.
—Largo de aquí, niños —dijo con total tranquilidad. Y, aunque no debería sorprenderle, fue inquietante ver cómo todos ellos agachaban la cabeza y se esfumaban en las sombras, a pesar de que él no fuera su creador.
—Tú... —murmuró Noah, mientras su cuerpo volvía a la forma humana.
—Al menos un "gracias", ¿no? —añadió el otro, mientras seguía chupando la sangre de su mano—. Una lástima, me manché todo. Y ahora que no tengo casa, ¿dónde voy a lavar mi ropa?
—No voy a agradecerte nada, Kazimir. Lo tenía todo bajo control.
El vampiro esbozó una sonrisa y se enderezó.
—Sí, eso parecía. Aun así, no era prudente hacer tanto ruido; hay patrullas cerca. Para que veas que sigo preocupado por el reino de mi padre.
—¿Te echaron, es eso?
—Digamos que siempre supe que no era el sobrino favorito de tío Vel, y sé que no quiere verme metido en sus asuntos. Así que opté por autoexiliarme, con la patética esperanza de que papi regrese pronto.
—Ah, vaya...
—Vamos, dilo —lo retó—. Di tu frase favorita: "Perro faldero de los Seymur" —dijo, imitando su voz.
—No, en realidad te entiendo más de lo que piensas —respondió Noah, sorprendiendo al vampiro—. Ahora, estaba de salida...
—Al bosque, supongo —dijo Kazimir, apresurándose a continuar—. Voy contigo.
—¿Cómo?
—Vamos, así tenemos una divertida charla entre colegas, esbirros de nuestros alfas o lo que sea que seamos.
—¿No tienes a nadie más a quien molestar?
—Siempre estoy solo. —Y escucharlo fue... ¿triste? ¿Podía sentir lástima por un vampiro?
—¿Sigues teniendo contactos en toda la ciudad?
—Si quieres chismes, solo tienes que pedirlo —respondió, guiñándole un ojo.
Y sí, Noah quería información. Ahora que Kaz ya no le debía fidelidad a los Seymur en el poder, era un buen momento para charlar.
***************
Revisó la carta y no podía creerlo. Tuvo que leerla dos veces para convencerse de que era cierto, y ya no sabía si reír o llorar.
Primero, le asombró la rapidez. ¿Quién escribía tan rápido, por la Luz eterna? Bueno, considerando que la próxima publicación sería una bazofia, en realidad no debería sorprenderse. Lo verdaderamente increíble no era la rapidez con la que la infame Diane Charlton había escrito un nuevo libro de mierda, sino que una editorial decidiera publicarlo sin dudar y sin decirle que debía dejar de tratar temas tan delicados con una ligereza alarmante.
—¡Marcio! —lo llamó con un grito fuerte, y el chico llegó corriendo, aún sosteniendo los libros de Historia que estaba ordenando.
—¿Pasó algo?
—Lee esto —le tendió la carta de la editorial, y Marcio se colocó a su lado. La leyó en silencio, frunciendo el ceño. Abrió la boca para decir algo, su expresión de incredulidad casi hizo reír a Sarenne, quien tuvo que esforzarse por contenerse.
—¿Es que esa mujer siquiera duerme? ¿Cómo puede escribir tan rápido?
—No lo sé, hay rumores de que tiene escritoras fantasma esclavizadas en su sótano, y ahora lo creo.
—Pe... Pero... ¿por qué? —dijo el chico, dejando caer el papel—. ¿Por qué alguien en su sano juicio publicaría esto?
—La mejor pregunta es por qué alguien lo leería.
—¿Será que al fin veremos el día en que censuren a esa mujer nefasta y a su séquito? ¿Viviremos para verlo? —preguntó Marcio con ese tono dramático que usaban los noticieros. Ella negó con la cabeza.
—Claro que no. Si algo han demostrado las lectoras de esta mujer es que siempre pueden ser más taradas.
—¡Pero, Sarenne! —gritó él, ya visiblemente indignado—. ¿"Esclava del maligno"? ¿Un romance oscuro con un vampiro que vino a Etrica la noche de la "Luna roja", descuartizó a toda la familia de la protagonista y se la llevó para tenerla como esclava? ¡¿En serio?!
—Lo sé, lo sé. Te dije que desde el tercer libro de "Por amor" se estaban poniendo de moda los secuestros pedorros con escenas eróticas. ¿Lo ves ahora? Por eso alguien debe decirles a los editores que no pueden publicar estas cosas. ¡Mira lo que pasa después! ¿Te das cuenta de lo que se avecina?
—Veo al menos trescientas cosas incorrectas en ese anuncio —señaló Marcio, tomando de nuevo el papel—. ¿Nadie les dijo que no pueden lucrar con una tragedia que ocurrió literalmente hace nada? ¡Hay gente llorando a sus muertos!
—Ya no sé qué pensar, ¿y sabes algo? Me harté. No pienso responder esta carta y menos pagar un centavo por tener ese bodrio en mi librería. No voy a vender el nuevo libro de Diane Charlton —sentenció con firmeza. Para sorpresa de Marcio, le quitó el papel de las manos, lo rompió en cuatro partes y lo hizo una bola antes de lanzarlo atrás. El joven no podía salir de su asombro.
—¿Qué se supone que acabas de hacer?
—Te lo dije, no voy a vender ese libro aquí.
—Pe... Pero... Sarenne... tú siempre...
—¿Yo siempre qué?
—Siempre dices que odias casi todo lo que vendemos aquí, pero que primero son los negocios, y que te quedarías sin clientela si...
—Sí, sí. Ya sé lo que dije —lo interrumpió, sintiéndose de pronto irritada. Hacía días que sentía una molestia en la boca del estómago que no cedía, y siempre empeoraba a esa hora. En verdad, no tenía ánimos de justificar sus emociones—. Pero creo que tienes razón, alguien debe detener a esa mujer. No puede seguir escalando en morbo y vulgaridad para hacerlo pasar como un romance deseable. No, esta es la librería más importante de Etrica, y no voy a vender eso aquí.
—Las otras librerías...
—¡No me importa lo que hagan los demás! Que lo vendan si quieren, a mí no me interesa. No todo es dinero y negocios en la vida.
—¿Quién eres y qué le hiciste a mi Sarenne?
—¡Oh, cállate! ¿No sabes lo que es la decencia humana?
—Vamos, era una broma...
—¡No! ¡Cállate, no quiero que me cuestiones más! ¿Entendiste?
—Sarenne, ¿estás bien?
Esa pregunta fue lo único que logró calmar un poco la intensidad de su enojo. Conocía bien a Marcio y ellos dos siempre bromeaban de esa forma, ¿por qué le había molestado tanto? No era por el condenado libro, era...
—No lo sé... —murmuró, y las náuseas, siempre presentes, empeoraron. Se llevó una mano a la boca y, sin decir nada más, corrió al baño.
Casi empujó a un cliente en su prisa. Cuando abrió la puerta, por poco vomita en el suelo, pero logró controlarse en el último momento para hacerlo en la taza del inodoro. A pesar de ello, la situación no dejó de ser vergonzosa. Sus piernas temblaban, y prefirió arrodillarse para vomitar.
Todavía tenía medio rostro metido en el inodoro cuando reconoció que estaba realmente mal y necesitaba ver a un médico pronto. Pensó que solo era algo que había comido y que se resolvería cuidándose, pero la molestia no desaparecería si no tomaba medidas serias.
Cuando terminó de expulsar todo lo que había comido ese día, aún sentía que todo su cuerpo temblaba. Tiró de la palanca y apartó la mirada de la desagradable escena en el inodoro. El olor era terrible, así que encendió el sistema de ventilación y roció un poco de ambientador.
Se miró al espejo y sintió lástima por sí misma. Quiso llorar, y eso era absurdo. Solo estaba enferma, nada más. ¿Entonces por qué se sentía tan triste y miserable?
"Es tu culpa, maldito Noah. Te odio, te odio...", pensó mientras se mojaba el rostro con agua fría. Se enjuagó la boca y trató de no pensar en él mientras se preparaba para cepillarse los dientes y quitarse el asqueroso sabor de la lengua.
Pero no podía sacárselo de la cabeza, maldita sea. Por supuesto que se había enamorado, y él solo quiso aprovecharse de ella.
Le dolía, y sabía que no lo olvidaría pronto, pero tenía que hacerlo. "Maldito lobo de mierda", pensó mientras se acomodaba el cabello con enfado. ¿Cómo pudo jugar así con ella? ¿Acaso los de su raza no tenían un concepto de lealtad? No, eso debió quedarle claro. Simplemente, ella no fue lo suficiente importante para él como para cumplir promesas y ser fiel. Solo había sido un medio para obtener algo, nada más.
Tenía que olvidarlo, sin duda. Y lo haría. Sabía que era una mujer fuerte y, aunque jamás había amado de esa forma, nunca aceptaría a Noah de vuelta. No a un licántropo, y menos a un mentiroso que además estaba comprometido. A la mierda con él; no seguiría llorando. No lo merecía.
Con esa resolución, Sarenne se irguió y salió a su oficina para buscar algo de maquillaje. Se arregló rápidamente antes de regresar a la caja para retomar la conversación con Marcio. Pero, para su sorpresa, no lo encontró solo. Abish y Zack acababan de llegar.
—¡Hola! —exclamó al verlos. Sin pensarlo demasiado, se acercó a Abish y la abrazó. Aunque Zack no era el más expresivo, también le dio un breve abrazo y un beso rápido en la mejilla—. ¡Tanto tiempo! ¿Cómo han estado? Ya sé, ya sé... Ni lo digan, ocupadísimos.
—Han sido días difíciles, ya te imaginas —respondió Abish con una media sonrisa—. ¿Y tú? Perdona que no viniéramos antes a verte; todo ha sido una locura desde esa noche.
—Oh no, ni lo menciones. De verdad, siento mucho lo de Rick. Todavía no puedo creer que ya no esté con nosotros. —Abish asintió lento. Aunque la cazadora no era una mujer particularmente emocional, la tristeza en sus ojos y el brillo de las lágrimas contenidas eran evidentes—. Y bueno, ahora eres bruja...
—Ahora soy bruja —repitió Abish—. Técnicamente, siempre lo fui.
—Es complicado, si me preguntas —intervino Marcio—. Ay, cielo, ojalá pudiera ayudarte. Sé algunas cosas de brujería, pero mi mamá es bruja de agua, no creo que te sirva mucho.
—Descuida, ya me estoy ocupando de eso —respondió Abish—. Pero gracias igual; estoy casi segura de que sabes más que yo sobre ciertos temas, así que tal vez te moleste de vez en cuando.
—Perfecto, acá te espero —respondió Marcio, y Sarenne notó que la habitual hostilidad de su asistente hacia Abish había quedado atrás. Lo entendía; nadie quería irritar a una bruja de fuego, menos con tantos libros alrededor.
—¿Y tú, Zack? —La bibliotecaria se volvió hacia el científico, que sonrió apenas.
—He estado mejor, no te lo voy a negar. Nunca hemos tenido tanto trabajo en la Academia, y ahora sé que será más complicado —respondió, y eso se notaba en su rostro cansado y en las ojeras bajo sus ojos.
—Me lo imagino —dijo ella, poniendo una mano en su hombro—. Pero sabes que, como hoy, puedes venir cuando quieras a leer aquí. Siempre serás bienvenido.
—Gracias... Y... Bueno, no pasé precisamente a comprar libros. No traje ni un centavo.
—¡Ah! No te preocupes por eso, eres de confianza. Puedes tomar lo que necesites y pagarlo otro día —respondió con las mejores intenciones, pero el rostro de Zack seguía sin cambiar. Al mirarlos con atención, Sarenne notó que Abish compartía la misma expresión—. ¿Pasa algo?
—Sí —dijo Abish—. Tenemos nueva líder cazadora —anunció, y Sarenne abrió los ojos sorprendida.
—¿En serio? ¿Y quién es? ¿Diann? —preguntó, refiriéndose a una conocida líder que creía capaz de asumir el puesto.
—No, nombraron a una cazadora de Castasur —agregó Abish, sorprendiendo aún más a Sarenne.
—¿Eso se puede hacer? ¿Quién lo decidió?
—La orden de los cazadores —explicó Zack—. En teoría, es una organización que solo existe por el prestigio de su nombre. Pero, como ves, pueden imponerse cuando menos lo esperas.
—Oh... Ya entiendo —murmuró. Ahora comprendía las caras largas—. ¿Dijo algo que los tenga tan preocupados?
—No, solo lo que ya me temía —dijo Abish—. Que las cosas van a cambiar, que va a reformar la organización de la Academia, reasignar las patrullas, reevaluar a los líderes, y cosas por el estilo —suspiró, y Sarenne ya entendía a dónde iba—. Lo imaginé, ¿sabes? Cuando llegara un nuevo líder, me iban a despedir.
—¿¡Te echó?! —gritó Marcio, indignado, adelantándose a todos, pero Abish negó con la cabeza.
—No, todavía no. Pero lo hará, estoy segura. Lo disfrazará de un proceso justo y nadie se quejará. No fue una declaración directa, pero habló de mantener la Academia para los humanos y de que otras especies no tienen lugar allí. Sé que es solo cuestión de tiempo.
Estaba triste, eso era evidente. Que Abish fuera una bruja Dulrá seguía siendo increíble, pero todos sabían que había nacido y crecido como cazadora. Esa era su vida, su vocación. ¿Realmente le iban a quitar todo eso? No podía creerlo.
—Espero de corazón que eso no pase —dijo Sarenne—. Pero si esa... No sé... ¿Cómo se llama?
—Finlay —aclaró Abish.
—Finlay. —Vaya nombre de mierda; los sureños eran extraños a veces—. Si esa Finlay se atreve a despedirte, que sepas que siempre estarás con nosotros. —A su lado, Marcio asintió con vehemencia.
—Gracias —respondió la cazadora, intentando sonreír—. En realidad, Zack y yo salimos de la Academia para despejarnos un poco. Dejamos a Aurea en la Escuela y luego pasamos por aquí. Está siendo un día muy pesado, ¿sabes?
—¿También se metió contigo? —preguntó Sarenne al científico, y Zack ladeó la cabeza.
—Tengo mucho trabajo, y he pedido refuerzos varias veces para asistirme en el laboratorio y en otros experimentos. Finlay ha anunciado que eso sucederá, pero... No sé, la forma en que lo dijo me hace pensar que más que ayudarme, quiere poner a gente a vigilarme. Y que encontrará la forma de reemplazarme.
—¿¡En serio?!
Increíble. Todos sabían que Zack prácticamente no tenía vida privada porque vivía para la Academia. ¿Y aun así planeaban acosarlo? No era de extrañar que tuvieran esas caras; sin duda, se avecinaban días llenos de tensión para sus amigos.
—Es la impresión que me dio —continuó Zack—. Veremos qué pasa, pero no se lo pondré fácil. Tengo demasiado trabajo como para preocuparme por intrigas y luchas de poder en la Academia.
—Bien dicho —afirmó Marcio, tajante.
—En fin, ya veremos qué ocurre —dijo Abish, decidida a cerrar el tema y no lamentarse, muy típico de ella—. No vinimos solo para hablar de nosotros; también queremos saber cómo estás tú. ¿Todo bien por aquí?
—Eh... sí, creo. No me quejo. Repararon las partes dañadas más rápido de lo que esperábamos, el seguro cubrió los destrozos, y la caída en las ventas era de esperar. Todo dentro de lo normal.
—¿Y tú? ¿Cómo te sientes? —insistió Abish. Sarenne sabía lo que quería preguntar, pero no estaba segura de querer tocar ese tema que aún le dolía.
—Estoy algo enferma —respondió, esperando que esa vía de escape evitara el tema de su exnovio licántropo—. No sé qué comí, pero el estómago me ha estado dando problemas. He estado tan ocupada que no he tenido tiempo de ir al médico, pero lo haré, ya lo decidí.
—Claro, no descuides tu salud —dijo la cazadora—. ¿Y Noah...?
—Ah... —Maldita sea, ya no había cómo escapar.
—Aquí no ha vuelto —intervino Marcio, lo que ella agradeció infinitamente, pues le dio unos segundos para pensar en qué decir—. Y créeme, si lo hiciera, llamaría de inmediato a la Central de Emergencias. No queremos lobos en la ciudad.
—Es cierto, no ha aparecido —continuó ella—. Todo ha sido... extraño y complicado. Todavía me siento afectada por todo esto; me enferma, en serio. Pero, como dijo Marcio, si aparece, avisaré a la Academia.
—Tal vez eso es lo que te está afectando el estómago —dijo Zack—. Tantas emociones, la rabia por lo que descubriste y el miedo.
—No le tengo miedo —aclaró rápidamente—. No creo que pueda lastimarme más de lo que ya lo hizo. Lo que siento por él es... algo más visceral, ¿saben? Como un nudo en el estómago, en la garganta, ni sé cómo describirlo. A veces quiero gritarle a la nada solo para desahogar la rabia que siento. Otras veces solo quiero llorar. Pero tengo que superarlo, y lo haré.
—Me alegra que ya no te moleste —dijo Abish—. Y sí, no dudes en avisarnos si aparece por aquí.
—¿Van a cazarlo? —preguntó Marcio. Aunque se esforzaba por jurarse a sí misma que debía odiarlo, no quería verlo muerto. Ni herido, ni perseguido. Un susto le parecía suficiente, pero no soportaría saber que lo dañaran.
—Solo quiero mantener a Sarenne a salvo, nada más —aclaró la cazadora—. No haré nada contra él si Noah se queda tranquilo y recuerda a dónde pertenece.
—Gracias —murmuró ella.
De verdad no lo soportaría. Apenas Marcio mencionó la idea, sintió un temor que no esperaba experimentar. Sarenne había tenido que hablar con los cazadores y ayudar a identificar a Noah. Ellos sabían quién era y, si lo veían, lo perseguirían hasta matarlo.
"Por la Luz eterna, si le pasa algo por mi culpa..."
—Si te sirve de consuelo, me parece que ese licántropo es lo suficientemente listo como para no acercarse otra vez —dijo Zack, intentando calmarla—. Atacó al Gobernador, ¿no? Eso no es algo para tomarse a la ligera, y por lo que noté, Noah parecía muy consciente de las implicancias de sus actos. Si sabe lo que le conviene, no volverá.
—Eso me tranquiliza —mintió.
Su corazón aún lo anhelaba, y la idea de no saber nada de él no era tan reconfortante como debería. Maldita sea, él se lo había dicho. La había usado, la había buscado para saber cómo robar el maldito libro. ¿Por qué no podía agradecer que Noah no volvería a su vida?
—Bueno... Nosotros ya tenemos que irnos —dijo Abish—. Pero de verdad, me alegró mucho verte. Tenemos que quedar un día de estos en el bar de Alistair.
—¿Ya terminó los arreglos?
—Sí, eso dijo. Que ya estaba casi todo listo para reabrir, y de verdad se le extraña.
—De hecho, necesito un poco de alcohol, música fuerte, y... Oigan, ¿no sienten un olor raro en el aire? —preguntó, llevándose la mano a la nariz. Ellos olfatearon y luego miraron a su alrededor.
—Creo que alguien se excedió con el perfume —dijo Marcio, aunque no parecía afectado en absoluto. Tal vez era eso, algún cliente dentro de la libtería.
—Como sea, tenemos que irnos. Se hace tarde —interrumpió Zack—. Adiós, Sarenne. Nos vemos pronto.
—Adiós —respondió ella, todavía tapándose la nariz.
Esperó con toda la paciencia del mundo a que se fueran para salir corriendo al baño otra vez. Ya ni siquiera sabía qué estaba vomitando; no podía retener nada en el estómago. Tenía que ir al hospital esa mañana; no iba a postergarlo más.
****************
"Qué día de mierda", se dijo mientras conducía de regreso a la Academia, con Zack en completo silencio a su lado.
Se sentía abrumada, no iba a mentir. Apenas se enteró de que habría una nueva líder cazadora y, de repente, se la encontraba en medio de un accidente a la salida de la Academia.
No sabía qué pensar de Finlay. Tenía una vibra extraña e inquietante, algo que ni siquiera podía mencionar porque nadie más allí podría percibirlo. Solo una bruja podría notar esa peculiaridad en la cazadora.
Como todas, estaba marcada por la sangre y la muerte. Pero también la rodeaba un aura de oscuridad y malicia. Sus gestos parecían ocultar algo, y sus palabras enmascaraban otras más graves.
Su discurso fue sutil, sí, pero Abish pudo captar cosas que nadie más notó. Esa mujer era atractiva, seductora y peligrosa. Al menos tenía claro que Finlay era una cazadora estricta y que realmente estaba allí para hacer un buen trabajo. Solo desconfiaba de los métodos que pensaba usar.
Zack también lo hacía, por supuesto.
No fue necesario que Finlay llegara a la Academia con su séquito de seguidores, como ese idiota de Lenn, que no hizo otra cosa que intentar intimidarlas apenas las vio. Era un tipo sin principios, sin una pizca de decencia. ¿Ese era un hombre de confianza de la nueva líder cazadora? ¿Qué se podía pensar de eso? Abish no confiaba en ninguno de los esbirros de Finlay, y mucho menos en los "asistentes" que pretendía asignarle a Zack.
Él tampoco la estaba pasando bien, aunque no solo por la nueva líder. Después de que Finlay llegara a alborotar la Academia, los tres salieron para despejarse. Incluso Aurea se coló en las instalaciones solo para escuchar lo que esa mujer tenía que decir.
Una vez que Aurea volvió a su Escuela, Abish y Zack se desviaron del camino y se estacionaron cerca de una calle cerrada por reparaciones. Fue una suerte que vieran a Noah y evitaran que cometiera una tontería.
Algo que Abish no podía definir era si realmente odiaba ser una bruja, porque desde que su naturaleza se había despertado, se había vuelto más intuitiva. Podía percibir cosas sin entender bien cómo. Algunos detalles que antes pasaban desapercibidos se le hacían tan obvios que no entendía cómo nunca los había notado.
Y había algo extraño en Sarenne. Estaba triste, sí, mucho. Podía percibir con claridad el dolor en su mirada, en el temblor de sus labios, y en una extraña energía púrpura que la rodeaba, como un aura de melancolía.
Pero también notó otra cosa: esa enfermedad, esas náuseas. Sarenne ni siquiera era consciente de que se llevaba la mano al vientre a cada momento, como si lo protegiera. ¿Y si esa energía extraña, ajena a ella, no era...?
—¿Por qué vamos al bosque? —interrumpió Zack, devolviéndola al presente.
—Ya te lo dije, solo quiero asegurarme de que Noah se fue.
—Ah... sí, cierto. Estoy algo distraído, lo siento.
—Yo también tengo la mente en otro lado.
Abish giró en una curva y tomó un camino de trocha. En realidad, no iban al bosque, al menos no a la zona de patrullaje en el borde. Se dirigían al barrio donde Noah había vivido, rodeado de campo y cerca de otra zona boscosa.
Aunque en teoría ya no debía haber nadie allí, era mejor asegurarse. No iba a matar al exnovio de su amiga, pero sí era cierto que los cazadores lo tenían identificado, y no quería problemas con la manada de Wolfgang por culpa de ese cretino.
—¿De verdad crees que esté allí?
—No lo sé, ojalá se haya rendido. Sabe que no puede volver a la ciudad.
—Cierto...
—Oye, Zack, ¿puedo hacerte una pregunta? —interrumpió, antes de que se desviaran a otro tema.
—Claro, ¿qué sucede?
—¿Por qué no le contaste nada a Aurea?
—Ah... eso... bueno... —se trabó un poco, y ella esperó su excusa.
Todo sucedió cuando Aurea fue al baño para alistarse y salir con ellos de la Academia. Fue rápido, pero lo suficientemente preocupante como para que a él también le cambiara el humor. Aunque Aurea notó que ambos estaban distintos al volver, ni Zack ni Abish dijeron nada. Abish no lo hizo porque era algo que le correspondía a él. Y Zack, al parecer, pensó que era mejor ocultarlo.
—De todos modos, ella se enterará —dijo Abish, y él asintió.
—Lo sé, pero no quiero preocuparla con esto. Lo último que deseo es que se entere de problemas relacionados con esa gente que tanto la atormentó. Puedo arreglármelas solo.
—¿Lo crees? Sabes cómo son esas personas...
—Lo resolveré —respondió con seguridad—. Saben que no es mi culpa.
—Sí, pero son ricos e idiotas. Son capaces de cualquier cosa.
—Y no voy a dejar que destruyan mi carrera.
—Por supuesto...
Y sí, podía creerlo. Zack era un hueso duro de roer, aunque muchos lo vieran como un simple humano. Pero esta vez, quizá por intuición, Abish temía que las cosas no fueran tan sencillas.
—Oye, Abish...
—¿Sí?
—¿Será que la casa fue rentada por otras personas?
—¿Eh? ¿Por qué...?
Lo notó en cuanto miró hacia la cabaña de Noah: la chimenea echaba humo y una luz tenue iluminaba la sala. Frunció el ceño; eso no era normal. ¿Sería Noah tan descarado como para volver y esperar que no le pasara nada? Si no era él, la casa debería estar bajo vigilancia. ¿Quién demonios podría...?
—Creo que ya lo sé —dijo Abish, acelerando el jeep hasta llegar al frente de la cabaña.
No necesitaban confirmarlo. Solo había alguien con la audacia y frescura suficientes para estar allí como si nada hubiera pasado, sin temor a ser descubierto o acorralado. Abish bajó del vehículo justo cuando la puerta principal se abrió y él los recibió con una sonrisa.
Si Aurea había sentido por Ethel algo similar a la emoción que ella experimentaba al ver a Wolfgang, tal vez podría entender cómo el vínculo que el Dán les impuso llevó a su compañera a perder la razón y caer enamorada en los brazos del vampiro.
A menudo pensaba en Wolfgang y en cuándo el desgraciado se dignaría a volver a la ciudad. No podía olvidar que compartían un vínculo fuerte que podía llevar a confusiones, por lo que debía ser precavida.
Él le sonrió mientras avanzaba hacia ella, mostrando esa sonrisa llena de confianza. El Dán los había unido por una razón que aún no se dignaba a explicar, pero, a estas alturas, no era difícil deducirlo. La había protegido durante su infancia y luego había regresado para guiarla en el camino de la verdad. ¿Qué vendría después? ¿Qué sucedería entre ellos?
—Abish, qué bueno verte por aquí. Ya te estabas tardando —dijo con esa voz cargada de burla y, siempre, de segundas intenciones.
No podía negar que era una fiera. Antes, ella solo lo sabía o intuía el riesgo siendo humana, pero ahora lo sentía con claridad. Él era peligroso, brutal y salvaje. Ni siquiera estaba segura de que "salvaje" fuera la palabra adecuada para describirlo, pues siempre se movía con gracia y seguridad, ya fuera en su forma de lobo o humana. Era parte de la naturaleza, del bosque, de la vida silvestre. Aunque su existencia se suponía una transgresión, Abish sabía que nada en él era antinatural. ¿Cómo podía una criatura tan magnífica ser una venganza de la magia oscura?
—Y al parecer tú ya olvidaste las normas civilizadas —respondió, cruzándose de brazos. Porque sí, una vez más, él estaba desnudo, consciente de cómo eso provocaba que el rubor llegara a sus mejillas.
—No me obligues a cubrirme, ya no lo aceptaré. Conoces todas mis partes; no son un secreto para ti. ¿O todavía te incomoda? —preguntó, con esa sonrisa ladina. Siempre sutil en sus palabras, pero burlándose de ella y su pudor.
—Oh, solo cállate. ¿Qué se supone que haces aquí?
—Es largo de explicar, pero por ahora, solo quiero presentarte a mi nueva mascota.
—Deja los juegos, no estoy de humor.
—No, es en serio. Te aseguro que te encantará —añadió, guiñándole un ojo. Acto seguido, silbó, y Abish se sobresaltó al escuchar el sonido de algo avanzando a cuatro patas desde el interior de la cabaña.
Zack, que hasta ese momento había permanecido en silencio, se puso de pie en el jeep y observó a la criatura que apareció. Un licántropo, sin duda; su tamaño no correspondía al de un lobo normal, ni siquiera a uno de baja categoría.
Al verlos, Abish creyó oír un gruñido bajo. La mirada que les dirigió no solo era feroz, sino también cargada de rencor. Y esos ojos, esa mirada azul tan familiar...
—Mierda —murmuró. Se giró para mirar a Zack y lo vio tan perplejo que supo que pensaba lo mismo.
—Shhh... quieto —ordenó Wolfgang, y aunque a regañadientes, el licántropo obedeció y se sentó—. Ah, por Annevona, qué complicado es criar descendientes de Iseut. Nadie puede disciplinarlos, pero a mí me encantan los retos —añadió con despreocupación.
—¿Me estás diciendo que este es...?
—Sí, querida —la interrumpió—. El que en vida humana llamaron Candem Sharman. ¿No ven lo bueno que soy? Les traje a un descendiente de Iseut, convertido puro por el maldito de Petrus, para que el doctorcito haga sus experimentos.
Y, sin saberlo, había llevado una solución al problema de Zack. Si es que un lobo rebelde podía ser una solución para algo.
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En multimedia: Calle de Etrica
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El niño símbolo del abadono familiar (Kazimir) is back in the house xddd
¿Qué pasará con el bb de Sarenne y Noah? :(
¿Qué le pasó a Zack que el tarado de Candem pueda arreglar?
¿Por qué esta tal Diane Charlton no tiene temor de Luz eterna? LO AVERIGUAREMOS
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