6. Silencio

Si bien es cierto que lo que caracteriza al aquelarre Dulrá es su poder de fuego, hay tras ellas una historia tan larga y antigua como este mundo. O tal vez estoy exagerando.

Como es de conocimiento general, Dulrá fue el nombre de una familia de hechiceros que no aceptaron ni firmaron los convenios del Gran Concilio de la magia, al inicio de la Era de los grandes reinos. Desde entonces, el clan de hechiceros que lo siguieron y sus descendientes tomaron ese nombre.

Si bien es cierto de que a los hechiceros Dulrá se les asociaba a los cultos oscuros y las maldiciones, buena parte de ellos se dedicaba a experimentar fuera de las normas aprobadas por las leyes mágicas, y no siempre para dañar a otros. Así como los hechiceros reglamentados acumularon conocimiento, los Dulrá también lo hicieron. Y, como ellos mismos decían, sin limitaciones ni prejuicios.

Hasta ese entonces, el poder de manipular el fuego fue algo que jamás existió en nadie. Ni humano, ni hechicero, ni las hadas y sus consortes. Ni siquiera en los temibles hombres de la sangre de dragón. Solo los dragones mismos poseían la magia del fuego, pero eran sus domadores quienes tenían la capacidad de tolerarlo hasta límites impensables en aquel entonces. No ardían jamás, así como las actuales brujas Bruanne y Dulrá.

Fue la bruja legendaria Aliena la primera en nacer con la magia del fuego. La unión de su estirpe de hechicera y la sangre de dragón le dio esa particularidad, y fue la única bruja instruida con dedicación por el clan de los Dulrá, solo para conservar ese poder que era casi incontrolable.

El resto es historia. Cuando la magia se extinguió para siempre de los hombres, Aliena tomó el mando del clan Dulrá, y lo llamó aquelarre. Con ello, se apropió de los secretos que los hechiceros guardaron celosamente durante siglos de historia.

La magia del fuego, llamada en la actualidad pirokinesis, se extendió. Otras brujas también buscaron el control de fuego al unirse a los sobrevivientes de sangre de dragón que quedaron en el mundo. Al inicio, solo las brujas descendientes de Aliena fueron miembros del aquelarre Dulrá. El resto, con los años, pasaron a llamarse Bruanne, que viene de la palabra antigua que significa "las que hacen el fuego".

Pero incluso esta división por origen fue perdiendo el sentido conforme los años corrieron. La proliferación de brujas Dulrá y Bruanne por el mundo antiguo fue tanta, que algunas ya no podían determinar su origen. Es la razón por la que incluso en la actualidad una bruja Bruanne se revela Dulrá, al demostrar que puede manipular más de un elemento, pues nunca supo en qué momento de su historia familiar hubo una Dulrá.

Lo cierto es que entrar en este aquelarre legendario sigue siendo un honor, y así como lo hicieron los hechiceros que dieron origen a su nombre, ellas también se dedican a guardar con celo saberes antiguos que se creen perdidos.

Nadie sabe qué secretos ocultan las Dulrá. Excepto por ellas mismas.

Capítulo 7: Los aquelarres modernos y su origen

Memorias de Xanardul de Amphelise de Thacir

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Las noches de patrullaje acababan siempre al amanecer. Y, por lo general, Abish dormía hasta el mediodía o más. Pero el sueño decidió eludirla esa mañana. Apenas logró descansar un par de horas, y luego se quedó quieta, mirando al techo. Y pensando.

¿Qué iba a hacer? ¿Acaso sus días en la Academia habían terminado? Las brujas dijeron que iban a recibirla, pero tampoco le hacía gracia vivir entre ellas. Toda su vida estaba en ese lugar. Vivía, comía y se vestía de lo que le daba la Academia, y jamás acumuló dinero.

Algunos cazadores se dedicaban a dar seguridad privada a las personas que podían permitírselo, y ella no tenía intención de tomar ese rumbo. Pero ¿y si no le quedaba de otra que trabajar para mantenerse?

Y eso no era lo único que la atormentaba: Estaba el asunto de Amicia. Apenas había tratado con su tía, no podía decir que tuvieran siquiera una relación. Pero sabía que ella dio todo por protegerla desde que fue una bebé, y que si se apartó fue por su seguridad. Amicia hizo muchos sacrificios por ella, y acababa de perder a su esposa. No tenía a nadie. Ni siquiera podía imaginar el dolor que estaba sintiendo.

"¿Tengo que ir a verla ahora mismo?", se preguntó varias veces. Ni siquiera estaba segura de donde la encontraría, o si querría recibirla. Le dijo a Eztia que iba a encargarse, que Amicia sería su maestra. En los ojos de la bruja vio la incredulidad, esta parecía segura de que no habría forma de cumplir con su promesa. Pero tenía que hacerlo, tenía que ideárselas para rescatar a su tía de la tristeza, y conseguir que la instruyera. En honor a la verdad, Abish no se veía aceptando el entrenamiento de otra bruja. No confiaba en ellas, y si iba a ser vulnerable con alguien, mejor que sea con su familia.

Así estaba, tumbada en cama y en silencio, cuando sintió que algo saltó sobre sus piernas. Levantó la cabeza un poco, y lo reconoció pronto, aunque no sin sorpresa.

—¿Tú? Pensé que solo te le parecías a Aurea... —Y como única respuesta, recibió un ladrido—. Supongo que no necesitas a la rubia para manifestarte. Ya haces lo que te da la gana, siempre lo has hecho. —El cachorro no dijo nada, solo caminó sobre sus piernas, y se quedó parado en su pecho, mirándola a los ojos—. ¿Qué? ¿Qué pasa? —Un nuevo ladrido que no reveló nada—. Vamos a hacer una cosa, Danny. Cuando te pregunte algo y sea "Sí" ladras una vez. Cuando quieres decirme "No", ladras dos veces, ¿quedó claro? —Y respondió con un solo ladrido—. Bien... Voy a fingir que no estoy enloqueciendo con esto. Tú que todo lo sabes, ¿estaré a salvo si voy con Amicia? —Un solo ladrido le dio la respuesta—. ¿Es ella quien debe entrenarme? —respondió ladrando una sola vez—. Y ella... ¿Ella me necesita? —Danny se mantuvo en silencio apenas un instante, antes de volver a ladrar—. ¿Y debería ir a verla ahora mismo? —Ladró una única vez, y ella suspiró. De todas maneras, el cachorro solo confirmó algo que en el fondo ya sabía—. Bien, entonces muévete.

Danny saltó de la cama y se paró a un lado en la habitación, observándola. Ella decidió ignorarlo y buscó algo para ponerse, se aseó con rapidez, y pronto estuvo lista para ir al barrio de las brujas donde vivía Amicia.

A esa hora de la mañana la Academia no era el lugar más bullicioso. La mayoría patrullaba de noche, así que procuraban no hacer ruido en el pabellón de las habitaciones para no interrumpir el descanso de nadie. Pero, en el resto de zonas, se desarrollaban todo tipo de actividades. Los que entrenaban, o los que recibían cargamentos de armas y comida. Había quienes se dedicaban al mantenimiento del equipo, o a la investigación -como Zack- quien a esa hora de la mañana de seguro estaba muy ocupado.

Pues sí, cada quien estaba en lo suyo y apenas le prestaron la atención. Por eso no esperó encontrarse con nadie mientras caminaba, pero de pronto los vio. Y ellos reaccionaron más rápido.

—¡Un cachorro! —exclamó Leonard. Abish casi había olvidado de que Danny andaba siguiéndola desde la habitación.

—Oh... ¡Es tan lindo! —añadió Samantha. Los dos aceleraron el paso, pero Danny solo les ladró, no era amenazante en absoluto. En realidad, hasta fue tierno. Los dos se agacharon al lado del perro, y empezaron a mimarlo.

Abish suspiró, ¿qué iba a decir? Esa cosa malvada y manipuladora era tierna en aquella forma, nadie podía resistirse. Y el muy desgraciado se puso de panza arriba, dejando que lo acariciaran, comportándose como lo que se suponía que era.

—Sí, bueno, ya tenemos que irnos... —murmuró—. Danny, andando.

—¿Danny? ¡Qué lindo nombre! —dijo Leonard—. ¿Es tuyo? ¿De dónde lo sacaste?

—Es de Aurea —contestó—. Y nada, tengo que llevarlo a la Escuela.

—¿Permiten mascotas en la Escuela? —preguntó el niño, levantando al cachorro entre sus manos.

—Se supone que no —contestó Samantha—. A menos que sean, a menos que sean... ¡Guías espirituales!

—¡Ah! —exclamó asustado Leonard, y solo por la impresión dejó caer al mismísimo Dán al piso, quien gimió y fue a esconderse detrás de ella—. ¡Lo siento! ¿Pero entonces si es guía espiritual?

—Ehh... Sí, más o menos —respondió Abish—. Lo trajo del otro plano, ya saben, esas cosas...

—¿En serio? —El niño parecía menos asustado, y más curioso de pronto—. ¿Y qué tipo de espíritu es?

—Es asunto de Aurea, no me meto en esos temas.

—Entonces, si es un guía espiritual, técnicamente podría desaparecer y aparecer en la Escuela de Brujas, ¿no? ¿Por qué lo tienes que llevar? —preguntó Samantha.

—¿Para que no se pierda? —respondió, pues de verdad no sabía qué decirle. Es más, ni sabía por qué rayos el condenado Dán decidió interrumpir su mañana de pronto.

—Eso es raro... —Murmuró Leonard—. ¿Y nos lo puedes prestar?

—¡No! Ya tengo que irme. Tal vez lo vean luego, quién sabe. Danny, despídete de los chicos. —El cachorro los miró, y ladró un par de veces. ¿Ese fue un "No", o solo estaba ladrando?

—¡Adiós, Danny! —gritó Leonard, y Samantha se despidió con una de sus manos.

Abish aceleró el paso, intentando no pensar en ese encuentro, o en qué tanto sabía el Dán sobre lo que vio Aurea en el niño: Un sello. ¿Y de qué exactamente? Hasta el momento ninguna de las dos tenían las fuentes para averiguarlo, y ni siquiera sabían si era bueno.

Un sello de luz no siempre escondía poder, como en su caso. A veces también detenía el mal, o cosas peores. Mientras se acercaban al estacionamiento, vio que el cachorro caminaba con calma y sin hacer ruido. Cuando la cazadora se subió al auto, Danny saltó y se acomodó en el asiento del copiloto. Se miraron. ¿Y si le preguntaba?

—Solo dime una cosa. ¿Sabes lo que es en verdad ese niño? —Y ladró una vez, dándole el Sí—. Bien, bien... No digas más, o dile a Aurea, no sé. Ya sabrás tú qué hacer —le dijo antes de arrancar.

El jeep avanzó por la ciudad sin poder evitar las miradas curiosas de quienes veían a una cazadora acompañada de un cachorro blanco, que además se portaba muy bien y ni se movía de su asiento. Ella manejó hasta salir del centro de Etrica, y se dirigió a un lugar que pocas cazadoras visitaban. 

Las villas de las brujas siempre estaban cerca una de otra, pero lo suficiente apartadas de la sociedad humana como para que se contara todo tipo de cosas de ellas, o que no se supiera en verdad cómo vivían.

No tenía prohibida la entrada, así que nadie la detuvo. Pero las miradas eran recelosas, las brujas no estaban acostumbradas a la presencia de humanos, aunque ella no lo fuera. Tal vez algunas la reconocieron, no creía ser tan famosa. Recordaba el camino, porque una vez se encontró en uno de los parques con la fallecida Grace.

—Supongo que me vas a guiar a la casa a base de ladridos, es lo mínimo que puedes hacer —le dijo al Dán, y este ladró una vez—. Ahora, ¿a la izquierda? —Dos ladridos, entendido—. Ajá... A la derecha... —giró, y siguió directo por una amplia avenida. En cuanto vio que las calles se dividían, volvió a mirar al cachorro—. ¿Ahora a la derecha? —ladró una vez, y ella obedeció.

Por ese lado la vegetación era más escasa, y las casas estaban hechas de piedra. Sí, definitivamente un barrio de las brujas Bruanne. Y, conforme avanzaba, el espacio de casa en casa se hizo más amplio. Las construcciones pasaron o a lucir más como torreones, o castillos modernos. ¿Qué iba a hacer? La zona se tornaba más exclusiva, y ella no sabía a dónde ir. Pero cuando Danny empezó a ladrar varias veces seguidas para llamar su atención, Abish detuvo el auto.

—¿Qué? ¿Es aquí? —preguntó. El cachorro se subió a la parte superior del asiento, y señaló con su nariz una de las casas al final del camino, justo cerca a lo que parecía ser un lago.

La base era de una formación rocosa enorme, y que servía de plataforma para la casa. La escalera estaba pulida hacia arriba, donde se encontraba la enorme puerta. No era un castillo, pero tenía toda la pinta, con al menos tres plantas, techo alto, y tejas negras. La piedra tenía un color rojizo brillante, y en verdad se veía muy grande para que solo una persona la habitara. ¿O acaso ese fue siempre el hogar de las Rowe? ¿De su familia?

Abish se estacionó y bajó del auto. Subió a paso rápido por la escalera, y tomó la enorme aldaba de la puerta, y tocó. Al mirarla bien, notó que tenía forma de dragón, con un rostro fiero y enormes dientes. De ellos venía la magia de fuego que las brujas poseían, era lógico que honraran a las criaturas extintas.

—Supongo que me tocará explicarle lo que eres y de donde saliste —le dijo a Danny mientras esperaban que alguien la atendiera—. Más te vale que te comportes, y... —Al bajar la mirada, se dio cuenta de que hacía el ridículo al conversar con el aire. El cachorro no estaba a su lado, ni en ninguna parte. El muy desgraciado se había esfumado—. Ah, bueno. Gracias por el apoyo, siempre tan atento tú —dijo con ironía.

Quizá fue mejor que la dejara sola, en verdad no hubiera sabido como explicar la presencia de ese cachorro, y no creía que muchas personas estuvieran preparadas para saber la verdad de su naturaleza. Así que tocó la puerta una vez más, y esperó. Se dijo, decidida, que si no recibía una respuesta, intentaría entrar por su cuenta.

Por suerte, eso no fue necesario. Poco después, una mujer algo mayor le abrió la puerta. Considerando la zona en la que estaban, tenía que tratarse de una bruja. Esta la miró bien, con cierta desconfianza al inicio. Pero al parecer logró reconocerla, y sonrió con amabilidad antes de abrir por completo la puerta e invitarla.

—Abish, ¿verdad? Bienvenida, adelante —dijo ella, haciéndose a un lado.

—Buenos días —contestó, entrando despacio, y mirando alrededor. Cierto que desde afuera la casa se veía imponente y señorial, pero una vez adentro notó que en realidad lucía acogedora. La chimenea estaba encendida, y el ambiente era cálido. Un bello hogar, sin dudas—. Disculpe, ¿usted es...?

—Manisha —contestó la señora—. Trabajo para las Rowe hace años, digamos que soy como un ama de llaves.

—Oh... Entiendo. ¿Y usted es...?

—¿Bruja? No, para nada. Pero no me fue bien consiguiendo trabajo en casa de humanos ricos, y me acogieron por aquí. Así que estoy más que cómoda, si quiere saberlo.

—Ajá... —murmuró, buscando alrededor con la mirada. Todo parecía en orden, pero no había ni rastro de Amicia—. Yo, bueno... Vine a ver a mi tía, supongo que sabe quién soy.

—Sí, también eres una Rowe, aunque lleves otro apellido. Verás, muchacha, Amicia no quiere recibir a nadie.

—Y yo no me iré de aquí sin verla —le dijo sin ninguna duda, y la mujer sonrió.

—Lo sabía, eres como ellas después de todo. Tercas, muy tercas. Siempre es lo mismo. Ven, sígueme, te llevaré a la entrada. Espero que tú sí puedas hacer algo por ella.

No respondió a eso, pero siguió a la mujer a través de un salón hasta llegar a la escalera que llevaba a la segunda planta. ¿En ese lugar hacía calor, o lo imaginaba? Definitivamente el clima afuera no era igual al de la casa, pero tampoco le molestaba. Al contrario, todo le resultaba familiar y cómodo, como si fuera parte de ella. "Pudiste crecer aquí", pensó. Ese era el hogar de su familia, y ella y Amicia eran las últimas Rowe.

Cuando Manisha se detuvo, Abish cayó en cuenta de que estaba frente a una enorme puerta, y esa tenía que ser la habitación. La mujer le hizo un gesto para que avanzara, pero la puerta ni siquiera tenía manijas, y no pudo mover ni un centímetro de ella.

—Allí —dijo Manisha, señalando una pequeña placa que no vio antes—. Podrás abrirla porque tienes sangre Rowe.

—Ah, claro... —murmuró, sacando una navaja de uno de sus bolsillos. Ya conocía ese tipo de magia, pero no estaba segura de poder acostumbrarse.

Apenas se hincó la punta del dedo, lo suficiente para ver un par de gotas de sangre. Presionó el dedo contra la placa, y la puerta emitió un chasquido. Estaba abierta. El ama de llaves se esfumó pronto, y con algo de duda, la cazadora pasó sin tener idea de lo que iba a encontrar.

La habitación estaba a oscuras, aunque en un rincón ardía el fuego de otra chimenea. Ese lugar tendría que estar muy caliente, y una parte de ella lo sabía, pero ni el calor ni el fuego le afectaban como antes. Y Amicia estaba sentaba en un sofá, sin apenas moverse, con la mirada perdida. Al verla, notó que fruncía el ceño, pero no dijo ni una palabra.

Abish, quien llegó allí muy decidida a conseguir lo que buscaba, ya no sabía como actuar con ella. ¿Cómo decirle a una mujer que dejara de sufrir por su amada? ¿Cómo pedirle que saliera de su tristeza para darle más deberes que de seguro no querría? Amicia ya hizo mucho por ella, ¿tenía que cargarla con más responsabilidades? No lo creía, pero tampoco iba a dejarla así, perdida y sufriendo sola.

—Las Dulrá me buscaron —le dijo sin más preámbulo—. Quieren entrenarme.

—Es obvio que eso iba a pasar —respondió la bruja sin mirarla. Al ver más allá, Abish notó que la vista de Amicia estaba perdida en un muro lleno de cuadros, fotografías y pinturas de la pareja. Se le hizo un nudo en la garganta, ya no estaba segura de lo que iba a hacer.

—Les dije que tú ibas a entrenarme.

—Pues no debiste decir mentiras —murmuró. El silencio era tal que apenas se escuchaba el crepitar de las llamas en los maderos.

—¿Vas a abandonarme justo ahora? —reclamó, y solo entonces Amicia volvió la vista a ella.

—¿Qué más quieres de mí? Te protegí, soporté en silencio. Ahora no hay más que hacer, eres una bruja completa, mi sacrificio no valió la pena.

—Tu sacrificio logró que yo sobreviviera todos estos años —respondió Abish, acercándose a ella—. Y sé que crees que la vida de cazadora ha sido una mierda, tampoco voy a negar que hubo momentos duros. Pero fui feliz, lograste que lo fuera. Tuve un padre, y en los cazadores encontré una familia. Amigos, hermanos. Me salvaste, no creas que nada fue importante.

—No valió de mucho al final —dijo, encogiéndose de hombros—. Ya eres una bruja, la hija de Dalia Rowe, para variar. Las Dulrá ya te echaron el ojo. Y te tendrán, así como lo hicieron con ella...

—¿Vas a permitirlo? —contraatacó, y Amicia volvió a mirarla.

—Dalia era una niña cuando la cargaron con responsabilidades, tú ya eres una adulta. Podrás decidir qué hacer con tu vida, no tienes que servir al aquelarre si no quieres.

—Me temo que no será tan fácil, no tengo ningún tipo de entrenamiento, y he estado causando... Eh... Ciertos incidentes. No puedo controlarme como debería, y tengo miedo de dañar a los demás. No sé si puedes entenderlo...

—Todas nosotras podemos entenderlo —la interrumpió—. Las Bruanne tienen buenas instructoras, puedes recurrir a ellas si no confías en mi aquelarre.

—No quiero a otra, tú eres mi familia. —Amicia negó con la cabeza, y bajó la mirada.

—No puedes entenderlo, Abish. No sé si amas a Aurea, pero sé que no la amas como yo lo hacía con Grace. Ella era mi otra mitad, la persona que le daba equilibrio a mi vida. Muchas veces le dije que no sabría como vivir sin ella, y Grace solo sonreía, pensando que era una exageración mía. Pero yo sabía que hablaba en serio, y ahora lo tengo muy claro. No puedo vivir en un mundo donde ella no exista, no lo soporto. Ni la luz, ni el aire, ni nada. Todo se me hace intolerable, y no puedo, simplemente no puedo...

—Amicia, por favor...

—¿Te dijeron cómo murió? Te lo han contado, ¿no? De seguro te dijeron algo frío y sin sentido como "Le dieron con enerkinesis oscura, y sufrió", pero nada más. Nada que de verdad te explicara el horror que significó esa muerte. No puedo siquiera decirte el terror que sentí cuando vi esa energía negra sobre ella. Desde el instante en que esa cosa la tocó supe que iba a morir, y recé a la nada para que fuera rápido y no le doliera. Pero esa cosa... Esa maldita cosa... —empezó a decir, y la voz le temblaba, las manos también, lo notó cuando las llevó a la altura de su cabeza—. Entró en cada parte de su bello cuerpo... Y ella gritó, y sufrió... Sé que sufrió como nadie, que experimentó un dolor tan terrible que deseó que eso acabara. Pero no fue tan rápido, y cuando acabó... Cuando acabó... Dejó su cuerpo sin un poco de luz de vida, estaba muerta, pero no era solo un cadáver, la Nigromante la dejó como un despojo...

—Amicia... —dijo, arrodillándose frente a ella—. No te tortures así, por favor...

—Es que eso no es lo peor, Abish —decía, sin dejar de llorar—. Es que ella no está... Su alma no está en ninguna parte... ¡No puedo encontrarla, ni consagrarla, ni nada! Se la ha llevado esa maldita Nigromante... La tiene ella, usando su alma para ganar poder. Ya sufrió en la muerte, ¿por qué merece ese castigo? ¿Por qué no pude ni puedo ayudarla? ¿Cómo voy a vivir sabiendo que no queda nada de ella?

Amicia lloraba, y Abish solo se mantuvo en silencio. También le dolía verla así, o siquiera intentar aproximarse a entender ese dolor, a compararlo con lo que sentía. Papá estaba muerto, también lo asesinaron ante sus ojos. Fue rápido, y sabía que su espíritu fue a morar a un lugar mejor donde ya no sufría. Eso no era ningún consuelo, pero al menos fue un final. Uno que Amicia no tenía.

La joven intentó abrazarla, y lo hizo, atrayéndola hacia ella. Le dio mucha pena tenerla así, como una niña pequeña en busca de consuelo. ¿Cómo fue capaz de ir hasta allí para ir a exigirle algo a esa pobre mujer?

—Lo siento, de verdad... Lo siento tanto —le susurró—. Perdóname por venir a traerte problemas, ya hiciste mucho por mí. Ojalá pudiera hacer algo para consolarte, pero no puedo —añadió, y le acarició los cabellos.

Amicia lloraba más despacio, y Abish apretó los ojos para contener las lágrimas, cosa que no funcionó. Le resultaba tan duro y conmovedor estar al lado de una pariente de sangre, de su tía. Su única familia, la única que tendría.

—Tienes razón —continuó—, buscaré a alguna Bruanne, me entrenaré con ellas. No me debes nada, olvida lo que te dije. Ya me las arreglaré, siempre lo he hecho. Y perdóname por no haber venido antes, tuve que hacerlo apenas pasó todo aquello, he sido una tonta.

—No tengo que perdonar nada, Abish —murmuró Amicia, aun apretándose contra su pecho—. Ni siquiera hubieras podido entrar, no te hubiera dejado.

—Pero ahora sí lo harás. No voy a dejarte sola. —En cuanto dijo eso, la bruja se separó un poco, buscando su mirada—. Vendré todos los días.

—No tienes que...

—Silencio —ordenó—. Vendré siempre, aunque sea para verte dormir. No vas a prohibirme la entrada, ¿verdad?

—No, para nada. Esta también es tu casa. Todo está a tu disposición. Y con tu sangre Rowe, podrás acceder a lo que quieras.

—Entonces no tendrás más opción que aguantarme —le dijo, y a pesar de la oscuridad, le pareció ver un intento de sonrisa en su rostro. En silencio, Amicia le acarició la mejilla, y Abish cerró los ojos.

—Siempre quise hacer esto, desde que eras pequeña.

—Ahora puedes.

—No quiero cargarte con más problemas...

—Tú no eres un problema —le dijo muy firme. Amicia no respondió, pero se inclinó atrás en la silla. Suspiró, y cerró los ojos.

—Discúlpame, estoy muy cansada. Tomé de las yerbas relajantes de Grace...

—Entonces ven.

Amicia no se opuso cuando la ayudó a pararse y la dejó en la cama. La bruja se acomodó y ella la ayudó a arroparse. Abish no se movió de la habitación hasta que la vio dormirse, e incluso se quedó un rato más.

El Dán dijo que su tía la necesitaba, y en eso tuvo razón. Pero también le dijo que ella tenía que entrenarla, y eso no podía ser. De seguro que al insensible ese ni le importaba. Era un perrito tierno y todo, pero Aurea estaba en lo cierto: Era un desquiciado. Como sea, no iba a seguir pensando en el Dán y sus decisiones de maniaco. Tenía el día libre, y podría aprovechar para pasarlo con su tía.

Pero primero, comería algo. Salió de puntillas de la habitación, y cerró la puerta con cuidado. Así que se suponía que esa casa era suya también, supuso que si la echaban de la Academia ya no tendría que trabajar para los ricos. Sonrió, y negó con la cabeza. ¿Podría decir que la familia Rowe era rica? ¿Lo eran todas las Dulrá? ¿Y ella también? Como fuera, primero a darle atención a su estómago.

Bajó con la intención de ir a la cocina y prepararse algo ella misma, pero miraba todo con atención. ¿De dónde salieron las Rowe? Se suponía que las Dulrá de nacimiento eran descendientes legítimas de Aliena, por eso ella podía lanzar rayos. Tal vez Amicia podría contarle cuando se sintiera un poco mejor, o tal vez podría enterarse ella misma.

Sí que podría. Cuando Abish se detuvo, notó que la puerta estaba abierta, y el lugar permanecía a oscuras, pero fácil de reconocer. Era una biblioteca.


******************


No tenía patrullaje esa noche. De hecho, cada vez la programaban menos, y Alicia no entendía la razón. ¿Hizo algo malo? No lo creía. Si incluso se corrió la voz en toda la Academia de que ella y otros más mataron al vampiro de clase "A" que Nigel estuvo buscando, que ese vampiro fue hijo de uno de los primeros creados. Una hazaña que sin duda ayudó a sacarla del lugar de una simple aprendiz a casi una heroína. Entonces, si hizo todo bien, ¿por qué la estaban castigando?

Aunque le desagradara admitirlo, en el fondo sabía que todo tenía relación con Abish, cosa que era aún más indignante. Que sí, la líder cazadora resultó ser bruja, pero tampoco era para rechazarla. Entendía que, sin un líder, aún no decidieran qué hacer con ella y su escuadrón. ¿Pero no era mejor dejar que Abish hiciera su trabajo como siempre, en lugar de apartarla?

Y cualquiera diría que debería estar agradecida por tener tantos días de descanso, pero es que eso tampoco iba con ella. Con ningún cazador en realidad. Los días en que no salían a patrullar, entrenaban, o se dedicaban a cualquier otra cosa para sentirse útiles. Para Alicia no era divertido ni relajante que la apartaran, cuando sus compañeros y compañeras se arriesgaban a diario.

Pero una cosa no podía negarse: Si tenía tiempo libre, tenía que aprovecharlo. Y al fin se decidió a hacer algo aquel día. Algo que pospuso en varias ocasiones, pero que no podía tardar. Tal vez no serviría de nada, tal vez solo se iba a entristecer, pero igual iba a hacerlo. No cogió ningún vehículo de la Academia, sacó los pocos centavos que tenía, y tomó buses que la dejaron cerca de los barrios de brujas. Desde allí conocía el camino a pie a la perfección.

Eran las primeras horas de la tarde, y las brujas andaban tranquilas sin prestarle mucha atención. Al menos al principio, pues conforme se internaba en el barrio, notó que más de una la observó fijo, intentando entender qué hacía una cazadora allí. Sabía que no representaba ninguna amenaza, solo por eso nadie la detuvo. Y Alicia cruzó la calle, hasta encontrarse al frente de la casa de Sybil.

Una vez llamó a la puerta, sintió temor. Ella, que estaba acostumbrada a los terrores de la noche y a matar sin inmutarse, de pronto tenía miedo de lo que iba a encontrar en esa casa. Dos madres desconsoladas, y el cuerpo inerte de la mujer que amaba. ¿Y si no querían recibirla? No debió ir, había muchas explicaciones que dar. ¿Las madres de Sybil sabrían de ella? ¿Sabrían que su hija se enamoró de una cazadora? ¿Y cómo lo tomarían?

No tuvo que esperar mucho para averiguarlo. Cuando una de las madres de la bruja de fuego le abrió la puerta, de pronto se sintió muy fuera de lugar. La conoció antes, era Ranea. Sybil le habló de ella entre risas, contándole que de sus dos madres era quien más se esforzaba en mantenerse impecable y bella. Pero la que estaba frente a ella era una mujer vestida apenas con ropa de cama, con los cabellos desordenados. Más delgada que cuando la vio por primera vez, y con los ojos tan tristes que la estremecieron. Quiso escapar de allí, después de todo, ¿quién era ella para presentarse en esa casa?

—Bue... Buenas tardes... Señora... Yo... —empezó algo nerviosa. Pensó en excusarse y decir que mejor regresaba otro día, pero la bruja solo abrió más la puerta para darle el pase.

—Alicia, ¿verdad? La amiga cazadora.

—Si... —murmuró. Supuso que Sybil no les contó nada sobre lo que tuvieron, en especial porque se suponía iba a casarse con otra—. Disculpe, no quiero molestar. Solo pasé a verla, pero yo...

—Tranquila, puedes entrar —dijo Ranea aparentando calma—. No eres la única amiga que ha venido, y entiendo que puede ser duro. Lo es para nosotras todo el tiempo.

—Lo siento —contestó, mientras entraba a la casa, y escuchó que cerró la puerta tras ella—. Sé que la situación no es fácil, y no quiero incomodarlas.

—Sé que estuviste allí ese día, América nos contó —dijo para su sorpresa—. La salvaste varias veces, y la ayudaste a acabar con ese maldito monstruo vampiro. Puede que te sientas culpable, que pienses que no pudiste evitar que esto pasara. No es justo que lo creas.

—Yo... —suspiró, no esperó escuchar esas palabras. Pero la madre de Sybil dio en el clavo. Una parte de ella cargaba con la culpa de no haber podido salvarla—. Lo lamento —continuó—, es que es inevitable pensar que pude hacer más por ella.

—No, muchacha. Cuando Sybil usó todo su poder, supo lo que iba a sucederle. Pero tampoco tuvo alternativa, ese condenado monstruo era fuerte, huir no era una opción. O lo mataba, o él la mataba. Al menos sé que ella ganó.

—Lo siento, y yo... Yo... La extraño mucho, no sabe cuánto —dijo, luchando por controlar sus emociones.

Era fácil evocar aquel momento, Alicia incluso podía sentirlo con solo cerrar los ojos. El caos, los gritos. El olor a sangre, el olor del cuerpo del vampiro quemándose hasta explotar. Y Sybil desvaneciéndose para no despertar más. Alicia se sintió aliviada de saberla viva en un inicio, pensando que cuando todo pasara ella estaría bien. Pero nunca imaginó que esa sería su última noche juntas, y que ni siquiera pudo besarla.

—No tienes que explicarlo, Alicia. Créeme que entiendo bien lo que sientes —le dijo Ranea, y suspiró antes de hacerle una señal—. Sígueme, es por aquí.

La cazadora siguió a la bruja en silencio. No era una casa grande, pero sí muy acogedora. Ranea abrió la puerta, y el primer instinto de Alicia fue apartar la mirada. Ahí estaba la cama, y allí estaba ella. A quien sí vio fue a la otra madre, Daxa. Ella llevaba un delantal, y estaba doblando ropa de cama. También notó que el fuego de la estufa estaba encendido, y muy cerca de la cama. Eso le resultó extraño, ¿no se suponía que las brujas Bruanne nunca tenían frío?

—Ella ya no puede generar calor —explicó Ranea al notar a dónde se dirigía su vista—. Así que nos encargamos de mantenerla abrigada.

—Claro... —musitó. Daxa se volvió a mirarla con curiosidad, y antes de que se presentara, esta pareció reconocerla.

—Eres la cazadora —le dijo y Alicia asintió.

—Disculpen por haber venido sin avisar, solo quería... Bueno, yo...

—Tranquila, no te disculpes —le dijo Daxa—. No es necesario sacar una cita para venir. Ven, puedes pasar. Si eres amiga de mi hija, eres bienvenida en mi casa.

—Gracias —contestó antes de dar un paso adelante. El momento inevitable llegó.

Conforme se acercaba, Alicia vio sus manos, reposando cruzadas sobre su pecho. Y luego vio su rostro, tan hermoso como siempre. De verdad parecía solo dormida, y daba la impresión de que despertaría en cualquier momento. Pero una vez estuvo al lado de la cama y miró con atención, notó de que estaba muy pálida. Su piel lucía más blanca que nunca, no quedaba rastro de sus mejillas siempre coloridas, de sus labios rojos, de su brillo. No, Sybil no parecía dormida en absoluto. Era como observar un cadáver, pero uno que aún vivía.

Con timidez, Alicia extendió su mano y la posó despacio sobre la de ella. Estaba tibia. Bueno, por algo sus madres se esforzaban en mantener el calor en la habitación, ella ya empezaba a sentirlo, incluso algunas gotas de sudor cayeron por su frente.

La piel de Sybil seguía siendo suave, y la hermosa durmiente ni siquiera parecía respirar lento. Estaba paralizada por completo y, de alguna forma, vivía. No era como un coma, eso habría que decírselo al doctor Morton, quien varias veces lo comentó. Dormía sí, pero seguía siendo Sybil. Su Sybil.

Y al mirarla así sintió mucha tristeza, no solo por como acabaron las cosas, sino porque nunca empezaron. Al menos no para ellas dos. Apenas habían llegado a un acuerdo con América para poder estar juntas, y pudo permitirse imaginar como sería aquello. Todas esas ilusiones se desvanecieron en un instante, y ni siquiera estaba segura si podría esperarla, o si tenía que hacerlo.

—¿De verdad no saben cuándo puede acabar esto? —les preguntó a sus madres, mientras aún observaba a Sybil—. Disculpen, pero hay muchas cosas de brujas que no entiendo del todo.

—Han hecho experimentos y estudios —contestó Ranea—. Otras brujas han intentado curar la parálisis, pero no se ha logrado. Aurea estuvo aquí, y es una Asarlaí. Si ni siquiera alguien como ella pudo...

—Entiendo —murmuró. No podía creer que no hubiera forma de salvarla. El mundo moderno había descubierto tantas cosas, incluso el doctor Morton encontró formas de detener las mutaciones de los licántropos, ¿pero no se podía despertar a una durmiente?

—A veces estas cosas duran días —explicó Daxa—. O algunas semanas. Meses, años. Nunca se sabe, y nadie entiende por qué.

—Disculpen que lo diga. —Alicia se giró un momento, y las miró—. Pero las hechiceras existen desde que nació este mundo. Las brujas han existido desde hace eras. Y la sociedad de las brujas lleva siglos desarrollándose. Yo simplemente no puedo aceptar que no haya nadie en el mundo que no sepa como arreglar esto.

No creía haberlas tomado por sorpresa, de seguro que ellas lo habían pensado cientos de veces. Pero las madres de Sybil recibieron esas palabras como un golpe. Palidecieron, y enderezaron la espalda. Se miraron entre sí, y Ranea asintió despacio.

—Si la hay, no lo sabemos. Tal vez el conocimiento existe, pero no ha sido descifrado aún. O si hay una cura, no pueden dársela a una simple Bruanne —añadió Ranea con amargura.

—No es justo —les dijo ella.

—Lo sabemos —contestó Daxa—. El mundo nunca ha sido justo.

—¿Puedo hacerles otra pregunta? —Las brujas asintieron a la vez—. ¿Qué estarían dispuestas a hacer para salvarla?

—Cualquier cosa —respondió Ranea de inmediato—. Si la magia tradicional no nos da la solución, recurriremos a quien sea necesario.

—¿Pueden ser castigadas por eso?

—Tal vez —continuó la bruja—, pero eso no va a detenernos. Ya lo hemos hablado, y estamos de acuerdo en recurrir a cualquier método que pueda ayudarla. No te tienes que preocupar por nosotras, muchacha. Si ella despierta, cualquier sacrificio valdría la pena.

A su lado, Daxa asintió. Y sí, de verdad estaban decididas, pero supuso que hasta ese momento ninguna tuvo idea de cómo o a quién recurrir por ayuda. Pues bien, ella vería la forma. Si no fuera con el doctor Morton, de seguro que él conocía a alguien dispuesto a ayudar.

Alicia volvió la mirada a la joven durmiente, y una vez más sintió esa tristeza que no podía aceptar. No quería y no iba a permitir que Sybil se quedara así, ni siquiera un año. Tal vez era poco lo que podía hacer, pero no iba a rendirse hasta volver a escuchar su voz, a ver su sonrisa, y sentir su mirada. La joven cazadora se inclinó, y le dejó un beso largo en la frente. No lo dijo, pero se lo prometió en ese momento. Iba a hacer cualquier cosa por salvarla.

Justo cuando Alicia se incorporaba, le pareció escuchar pasos, y que la puerta se abría. Al girarse la vio, y no pudo evitar la sorpresa. Era América, quien además sostenía leña en sus brazos.

—Hola, Alicia —la saludó con calma—. No sabía que ibas a venir.

—Hola —contestó—. Tuve un día libre, y lo aproveché.

No la veía desde aquellos días terribles después de la tragedia. Con todo el caos posterior a la tragedia de aquella noche de luna roja, le llegó la noticia de su despertar como un chisme lejano. Tal vez fue Nigel quien lo comentó, y eso la animó un momento, pensando que si para América tomó apenas unos días salir de la parálisis de bruja, para Sybil sería igual. 

Por supuesto, ese milagro seguía sin ocurrir. Sybil dormí, y América despareció de la vida de los cazadores de pronto. 

Antes, siempre presente en la Academia y en las sesiones de terapia para las mujeres marcadas, pero de pronto desapareció sin una despedida. Hasta Nigel se preguntaba de vez en cuando por ella, y en general a todos los que la conocieron entre los cazadores les quedó la fea sensación de que, una vez muerto el vampiro que la amenazaba, no los necesitaba más y los desechó sin pena ni culpa.

—América viene siempre —explicó Daxa—. Llegó hace una hora, pero salió a traer más leña para Sybil. Qué bueno que se conozcan, me alegra que sigan pendientes de nuestra hija.

—Nunca la dejaría de lado —declaró América con seguridad—. Las dos caímos juntas, y no sé por qué Luz eterna decidió salvarme a mí, pero no voy a abandonarla jamás.

—Gracias, querida —le dijo Ranea, posando una mano en su hombro—. Déjame ayudarte con eso. —Y se acercó, tomando los maderos que cargaba.

—Eh... Chicas, vamos a acondicionar la habitación, a asearla y cambiarle de ropa —anunció Daxa—. ¿Nos esperan afuera? Les prepararemos té.

—Gracias, son muy amables —les dijo Alicia, y obedeció de inmediato. América asintió, y la siguió en silencio.

Las dos fueron juntas hacia la sala, y se miraron. Alicia no sabía si tenía derecho a reclamarle algo por su ausencia en la Academia, o si América querría explicarse. Estuvo a punto de hablar, pero notó como la bruja miraba a la ventana, hacia afuera. La vio fruncir el ceño, y sin darle ninguna explicación, la hizo a un lado y salió corriendo de la casa.

No comprendió, pero no iba a quedarse con los brazos cruzados. La siguió, y entonces notó que la bruja de fuego salió a hacerle el encuentro a otra. A Aurea. Y tiró de su brazo para llevársela a la parte trasera de la casa.

¿Acaso estaba enojada por verla allí? ¿Había un motivo? No lo sabía, y tal vez no tenía derecho a entrometerse. Pero igual las siguió, sin saber lo que iba a esperar.

—¿Qué se supone que haces aquí? ¿Escapaste de la escuela? ¿Me estás siguiendo? —reclamaba América. No era solo eso, estaba asustada.

—¿Seguirte? ¡Ni siquiera sabía que estabas aquí! —respondió una fastidiaba Aurea, y se soltó del agarre de América—. ¿Y por qué rayos te seguiría? ¿Estás loca? Es obvio que vine a ver a Sybil, déjame en paz.

—No... No... Escucha, no pueden vernos juntas. Me vigilan...

—¿Qué...? —dijo Aurea, y fue entonces que ella dio un paso adelante para evidenciar su presencia.

—¿Quién te vigila, América? —preguntó. Las dos la vieron, pero la bruja no contestó.

—Si saben que nos encontramos aquí, pensarán que estamos confabulando, o que te estoy contando cosas que debo callar.

—¿Puedes ser más clara? ¿Quién te está amenazando? —le dijo Aurea. La bruja miró a los lados, temerosa—. No hay nadie aquí, América. Por Luz eterna, ¿qué está pasando? ¿Estamos en peligro?

—Son ellos, ¿verdad? —interrumpió Alicia—. Los vampiros, los mismos que atacaron la Academia. Ellos escribieron "Cierren la boca", y no fue solo para los cazadores. Fue para ti también.

América no contestó, pero estaba asustada. Y eso tenía todo el sentido del mundo. Por eso no volvió a pisar la Academia, no tenía nada que ver con la ingratitud, eran amenazas.

—No solo a ella... —murmuró Aurea—. También me quieren lejos de sus asuntos. Y ya han demostrado que son capaces de cualquier cosa.

—Es por lo que pasó con Nevell, ¿verdad? —dijo Alicia—. ¿Son los vampiros de Castasur?

—Alicia, por favor. Es arriesgado, mantente al margen de esto —respondió América—. No intentes averiguarlo si quieres vivir.

—Los vampiros no me asustan —les dijo, cruzándose de brazos—. Entiendo que tengan miedo, no sé qué está pasando ni quién las amenaza, pero puedo ayudarlas.

—No, no puedes. Esta vez no —respondió América—. No vendrán a enfrentarte, ellos no trabajan así. Harán otras cosas, y no quieres averiguar lo que son capaces de hacer. Serás la última en morir después de ver sufrir a todos los que amas.

—Alicia... —interrumpió Aurea—. Esta vez es distinto. Ellos son poderosos, y de verdad están en todos lados. Será mejor que no vuelvan a vernos juntas, o pensarán que estamos planeando algo.

—Maldita sea, te he visto matar a un vampiro de clase "A" con el fuego —le dijo a América—. Y tú eres una condenada Asarlaí, ¿no se supone que es el aquelarre más poderoso que ha existido? ¿A qué le temen tanto?

—No es por nosotras —respondió América—. Es por los que pueden salir heridos si hablamos.

—Alicia, por favor —insistió Aurea—. No nos arriesguemos, ¿sí? Volveré a ver a Sybil otro día, y será mejor que te marches también.

—¿Por qué debería hacerlo?

—¡Porque son capaces de venir a asesinar a Daxa y Ranea! ¡De destripar a Sybil delante de ellas antes de matarlas! Todo eso porque nos encontramos las tres aquí, ¡¿eso querías escuchar?! — exclamó América, cada vez más desesperada, y ella contuvo la respiración.

—Bien... Ya entendí... —dijo, retrocediendo. Y también miró a los lados.

Era cierto, no tenía miedo a los vampiros. Pero si esas dos brujas estaban tan asustadas, ¿por qué ella no debería estarlo?



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En multimedia: Aliena Dulrá sirviendo like siempre

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¡Buenas, buenas! Hoy tuvimos el regreso de algunos personajes. Aunque algunas sufren mucho pipipipipi 😭😭😭

¿Quién amenaza a América? ¿La Ethel 2, o la gente de Nevell? ¿Por qué los vampiros andan arrebatados? ¿Hasta dónde podrán llegar? 

¿De verdad Danny es un desquiciado? xdddd




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