Una visita al pasado
El cielo entero ardía sobre sus cabezas, gritos estremecedores recorrían cada pequeño rincón de aquella pequeña ciudad en los límites de Awinor mientras los dragones artificiales guiados por los jinetes del rey buscaban por cielo y tierra a una de las aberraciones de la historia, un insulto a los seis, la hija de un shek con una unicornio.
Los habitantes de la ciudad se ocultaron en sus casas, pero no todos fueron tan rápidos y mucho quedaron en el fuego cruzado, entre ellos una pareja con una niña de no mas de un año de edad. Los tres fueron expulsados por el aire producto de una explosión a unos cuantos metros de distancia, entre el jaleo el hombre logró envolver a la niña entre sus brazos, protegiéndola con su propio cuerpo del impacto. Su cuerpo no volvió a levantarse sin embargo, pero la niña seguía sana y salva entre sus brazos. A unos pocos metros a su izquierda su mujer yacía inconsciente entre los escombros. Así fue como los encontraron los ciudadanos unas horas después cuando al fin las cosas se calmaron.
Entre varios hombres cargaron a la mujer en una camilla y la llevaron hasta la casa de una sanadora del lugar, mientras que una de las mujeres sacó a la niña de los brazos de su padre y la llevó a su propia casa.
La mujer estuvo inconsciente más de 24 horas por lo que la niña quedó al cuidado de la joven que la había ayudado. La alimentaría y cuidaría durante todo momento hasta que su madre saliera de la casa de la sanadora, o al menos esto era lo que tenía planeado Eider, la joven humana que cuidaba de la niña, sin embargo esto no sucedió así, al salir de la casa de la sanadora la madre de la niña no fue a buscarla, no quiso verla, simplemente se fue, y nadie supo nada de ella en los siguientes días, ni la verían durante los siguientes años.
Al principio Eider trató a la niña con cariño y paciencia, pero como si fuese una extraña, temiendo encariñarse con ella para luego tener que despedirse, por un tiempo solo era una niñera, una niñera esperando por la madre, una madre que no volvería jamás.
Le tomó un tiempo darse cuenta de esto, y en este tiempo la niña creció, convirtiéndose en una niñita curiosa y lista, deseosa de conocimiento. Nunca tuvo tiempo de sentirse abandonada, pues había crecido sabiendo que su padre había dado su vida por ella y Eider la había criado como a su hija sin serlo, con el tiempo la empezó a llamar mamá y la empezó a querer como tal. Cuando tenía 8 años fue a dar a Celestia en viaje con su madre (pues era el título que se había ganado) y allí conoció a un hombre que le cambió la vida.
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—¡Mira eso!—exclamó la pequeña Amelia de 8 años, incluso su nombre le fue dado por la mujer que ella consideraba su madre—yo lo quiero, ¿me lo compras mamá? Porfis —le pidió la niña haciendo su mejor puchero.
Eider sonrió divertido.
—Vale, pero quédate aquí mientras yo voy a comprarlo, no te vayas muy largo—aceptó la mujer, tras observar que la niña asentía con la cabeza entró a la tienda.
Por unos pacientes 5 segundos la niña obedeció, sin embargo la niña era curiosa por naturaleza y no pudo hacer nada cuando escuchó una melodía hermosa a unos metros de ella. Sin un poco de remordimiento por no obedecer se dio la vuelta y echó a correr hacia la hermosa voz que la llamaba. Sin darse cuenta se adentró en una parte de la ciudad que no conocía, pero tan adentrada como estaba en sus pensamientos no fue consiente de esto, ni del hombre que la seguía desde que estaba en aquella tienda.
Fue entonces que dio con la portadora de aquella voz, una bella dama celeste cantaba entre las calles robando sonrisas entre quienes la oían, una vez terminó decenas de aplausos no se hicieron esperar. Amelia iba a correr a su lado a decirle que cantaba de maravilla cuando una figura la interceptó, un hombre no mucho mayor que su madre se inclinó a su lado y le sonrió.
—No creo que debas estar aquí, pequeña—Amelia se sobresaltó al escucharlo hablar.
—Yo..., yo mmm—tartamudeó la niña asustada, sabía que no debía hablar con extraños y su primer impulso era correr, pero el sentido común le dijo que no era lo correcto, de hacerlo no llegaría muy lejos, y además sus piernas no se movían, ni parecían querer hacerlo, algo en ese hombre le transmitía una sensación de reconocimiento y curiosidad que le impedían moverse.
—Tranquila, no voy a hacerte daño, ven vamos con tu mamá—se apresuró a decir el hombre al notar lo nerviosa que estaba, se enderezó y le tendió la mano con una sonrisa tranquilizadora. En contra de todos sus instintos de supervivencia aceptó la mano de aquel extraño y lo siguió.
Este la guió por calles que la más joven no conocía, sin embargo antes de lograr encontrar su voz, reconoció la calle en la que se suponía debía esperar a su madre. Un segundo después divisó a Eider correr hacia ella y soltarla del hombre al atraparla en un abrazo que la levantó del suelo.
—¿Dónde te metiste? Ay niña me preocupé tanto—murmuró Eider sin soltarla.
—Lo siento mamá, es que...
—Es que nada—la interrumpió Eider, la soltó y la miró enfadada—¿tienes idea de lo asustada que estaba? ¿y si algo te hubiera pasado? ¡Te dije claramente que te quedaras aquí! A como me vuelvas a hacer algo así te ato a tu cama—la amenazó Eider, una vez recuperada del susto debía meter un poco de sentido común en aquella niña que quería como si fuese suya. Sabiamente la pequeña no la interrumpió y bajó la cabeza apenada.
Tras unos cinco minutos de regañarla al fin Eider notó al hombre que acompañaba a su pequeña.
—Espero no le haya causado problemas, gracias por traerla—agradeció Eider al hombre a su lado.
—¡Oh no! Ningún problema—le aseguró el hombre con una sonrisa simpática, se despidió con un gesto de la mano y se fue.
Esa misma noche Amelia estaba en la cabaña que había conseguido su madre para pasar la noche observando el bosque con fascinación, fue entonces que distinguió un destello plateado entre los árboles, atraída por su naturaleza curiosa abrió la ventana y sin mucho miramiento salió de la casa, una vez sus pies descalzos tocaron el césped echó a correr hacia donde creía que estaba la luz, tras dar un par de vueltas finalmente llegó a un árbol gigantesco, y sentado en una de las ramas bajas distinguió una figura.
—¿Quién eres? —preguntó la niña en voz alta sin detenerse a pensar en lo arriesgado de su pregunta.
La silueta se levantó al verla y ágilmente llegó a su lado.
—No deberías deambular sola a estas horas — respondió el hombre inclinándose a su lado—alguien podría hacerte daño.
—¿Alguien como tú? —quizo saber la niña, sin embargo, por alguna razón no sintió miedo en lo absoluto, no podía distinguir el rostro del hombre en la oscuridad pero algo le decía que estaba a salvo.
—No, yo no voy a hacerte daño— sonrió el hombre—¿dime que hace una niñita como tú sola por aquí?
—Vi una luz y quería verla—contestó con total sinceridad.
—¿Ah si? ¿Una luz? Jumm mira que curioso, creo saber lo que buscas—sonrió el hombre moviéndose despacio desenvolvió un objeto que se encontraba en su túnica y con suavidad lo dejó caer sobre la tierra—¿sabes lo que es? —preguntó en voz baja.
La niña asintió mirando el objeto embobada, parecía que había encontrado el origen de su pequeña excursión, y es que justo allí a unos simple centímetros de ella estaba el objeto más preciado que alguien jamás podría desear. Bajo la luz de la luna el cuerno de unicornio brillaba notablemente.
En cámara lenta la niña extendió la mano hasta que sus dedos rozaron el pequeño objeto y una sensación mágica e inexplicable la recorrió de arriba a abajo, abrió los ojos sin darse cuenta de que los había cerrado y le dirigió al hombre a su lado la sonrisa más espléndida que había usado nunca.
Los ojos castaños del mago brillaron con satisfacción, seguía sin creerse digno de aquel regalo, pero la alegría en el rostro de esa niña lo valía todo.
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Lo siento, lo siento, lo siento, y no digo más lo siento porque habrían más disculpas que capítulo.
Mi imaginación para esta historia estuvo por los suelos durante mucho tiempo, y no prometo que haya regresado pero haré el intento. Planeaba que este capítulo fuese mucho más largo, pero decidí dividirlo para poder actualizar antes, de nuevo lamento muchísimo la tardanza, gracias por la espera y por todo el apoyo que me han dado❤️
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