¿Tómalo o sufre?
Despertó sobresaltado al escuchar el sonido de la puerta al abrirse, Jos aún dormia acostada en sus piernas, mientras que Eva se encontraba un poco más alejada mirando la puerta, por esta no tardó en aparecer ocho de soldados, se pararon a ambos lados de la puerta dejándole el paso libre a Iyokaa, este no llevaba la capucha que solía utilizar, de modo que pudieron observar su rostro, tenía una horrible cicatriz que le recorría la mitad de la cara, desde la barbilla hasta el final de la frente dándole un aspecto escalofriante, el cabello castaño le llegaba hasta los hombros y sus ojos eran de un color gris oscuro, y esta vez no había rastro de Nicolle.
Ambos hermanos intercambiaron una mirada, Erik sacudió levemente a Jos, la chica abrió los ojos con una mirada soñolienta, pero al ver a sus acompañantes se sentó rápidamente, Erik jamás la había visto tan asustada, la pobre chica temblaba de pies a cabeza, despacio, pero sin quitar la vista de su enemigo, el dragón se puso en pie y su hermana no tardó en seguirlo, ambos se colocaron enfrente de la joven que seguía temblando en el suelo.
—Así que tú eres el que tantos problemas me ha causado—comentó Inyokaa mirando a Erik.
—¿Qué quieres de nosotros?—preguntó Erik ignorando el comentario de este.
El hombre hizo una mueca con los labios a la vez que negaba con la cabeza.
—Nada que no puedan darme, sólo necesito un pequeño favor, que busquen algo por mi.
—¿Qué?
—Verás mi querido Erik, aún no tengo todos los elementos que necesito, necesito uno más, y no puedo llegar hasta él, ya que tu padre se encargó de que nadie que no tuviera la sangre de sus antepasados pudiera entrar.
—¿Elementos para qué?
—Para hacer que nadie más en este planeta vuelva a burlarse de personas como tu hermana, sheks.
—Piensas aniquilarlos—dijo Erik con un murmullo.
—Aniquilarlos no es la palabra que yo usaría, pero si, pienso mejorar este mundo.
—Estás loco.
—¡Oh no! Sólo soy lo que los dragones hicieron de mi.
Ambos se quedaron en silencio, Erik miró a su hermana, ambos pensaban lo mismo, no iban a ayudar en eso por nada del mundo.
—¿Y bien?
—Nunca—dijeron al unísono.
—Si así lo quieren—hizo una señal con la mano y cuatro de los soldados se acercaron.
Dos de ellos tomaron a Eva y la obligaron a arrodillarse, el tercero cogió el cofre que traía y lo dejó al lado de la chica que no dejaba de forcejear, abrió el cofre y de el sacó un medallón con el símbolo de una serpiente, lo puso en alto y dijo una clase de oración al Séptimo, dicho esto le prendió fuego al medallón por medio de la magia, Erik comprendió lo que iba a suceder un segundo antes de que pasara.
—¡No!
El cuarto de los soldados lo inmovilizó contra la pared, mientras que uno de los soldados le apartaba el pelo a Eva de la espalda y le dejaba la espalda al descubierto, el mago le dirigió una mirada a Inyokaa, esperando sus órdenes.
Este miró a Erik como si esperase que dijera algo, al ver que no habló le hizo una señal al soldado para que continuara. Sin compasión alguna el mago presiono el medallón contra la piel desnuda de la shek que soltó un alarido en cuanto el metal hirviendo la tocó. Erik se revolcó y se volvió a revolcar miles de veces en las manos de su opresor intentando intervenir.
El mago se detuvo un momento para volver a calentar el metal, cuando terminó iba a volver a quemarla cuando Inyokaa lo detuvo con un gesto. Se volvió hacía Erik.
—Sigue en pie tu respuesta.
El joven no contestó en seguida, por mucho que amaba a su hermana, su vida no valía la de miles de personas, Eva levantó la cabeza lentamente hasta quedar a la altura de Erik, lágrimas silenciosas recorrían sus mejillas, pero su mirada le decía que no se rendiría y él tampoco debía de hacerlo.
—Si—contestó Erik conteniendo las lágrimas que se acumulaban en sus ojos, se sentía inútil.
—Como quieras.
Le hizo un gesto al soldado para que continuara, los gritos de la chica no tardaron en volver.
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—¿Lo tomas o sufre?—esto ya se había hecho un ritual.
—Nunca.
El mago acercó el metal de nuevo a la shek, pero Inyokaa lo detuvo de nuevo.
—No, no a ella, es una shek, no se rendirá, esta dispuesta a soportar lo que sea y mientras ella resista él lo hará, ¿sabes cual es la razón de mi logro?—preguntó el hombre mirando a Erik.—Siempre busco a la persona más vulnerable, quien casi siempre es la más amada—dicho esto desvió su vista a la chica detrás de la shek.
Los guardias que sostenían a Eva la soltaron y se acercaron a Jos, la pobre retrocedió lo más que pudo pero chocó con la pared y no pudo moverse más, Erik se revolcó en los brazos de su opresor, ambos hombres la tomaron de un brazo cada uno y la llevaron hasta Iyokaa, la dejaron a sus pies y volvieron a su lugar junto a la puerta, el hombre se inclinó y le tomó la barbilla.
—¿Qué crees que vaya a elegir tu hermano?—le preguntó a la chica con suavidad.
—Derrotarte espero—contestó la chica tomando todo el valor que tenía.
Erik se quedó impresionado con el coraje de la chica, pero hubiera deseado que no dijera eso.
—Muy bien, te lo preguntaré una última vez. Tomas el trato o ella sufre.
Erik no contestó en el acto, una cosa era Eva y otra muy distinta era Jos, su pequeña e indefensa niña, Eva era muy fuerte y soportaba mucho, pero Jos no era más que una niña asustada, pero al ver la mirada que le dirigió lo entendió, no tenía opción y Jos lo sabía y estaba dispuesta a sufrir las consecuencias, por los idhunitas, por sus hermanos. Con un dolor inmenso en el corazón replicó.
—Nunca.
—Si eso quieres.
Entre dos hombre la levantaron y la pusieron encima de la mesa que había junto a la puerta, le amarraron ambas manos a las patas de adelante y le pasaron una soga por la cintura, el mismo Inyokaa, se puso en el lado opuesto de la mesa, le paso una mano en la pierna herida y le puso la mano en el tobillo, la chica no se movió, el hombre la miró un segundo antes de ponerle el tobillo donde lo tenía antes de que Erik se lo acomodara, la chica gritó y no había logrado recuperarse cuando uno de los soldados le entregó un látigo a Inyokaa, este no tardó en agitarlo en dirección a las piernas de la niña, que no dejaba de llorar y gritar, mientras que sus hermanos no podían hacer más que mirar y sufrir en silencio.
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