Su historia, pequeña y trágica
Pasaron un par de años desde esa noche y las cosas para Amelia pasaron a ser más que todo de felicidad, el mago que le había dado aquel fantástico regalo la había invitado a una de las torres de hechicería a estudiar magia con él, y tras un gran intercambio de palabras con su madre finalmente había aceptado, más que todo por la incistencia de Eilan que no le permitió negarse a algo así solo por ella, finalmente se habían despedido con un gran pesar en sus corazones con la promesa de volver a encontrarse pronto. Desde entonces Amelia había vivido en la torre, allí había conocido a grandes amigos y aprendido infinidad de cosas que antes no sabía. La magia pasó a ser su mano derecha, en poco tiempo se volvió habilidosa y esto no pasó desapercibido para sus maestros quienes entre más aprendía más le enseñaban.
En los dos años que Amelia llevaba viviendo ahí había sido feliz, a su madre la había visto un par de veces y la magia cada vez se le hacía más fascinante. Hasta que un día todo cambió.
Era una mañana soleada como cualquier otra con la única diferencia de que ese día un mago en particular llegó a la torre con prisas y pidiendo ver a la niña, Amelia fue sacada de sus clases y llevada de inmediato con él.
—Shail—sonrió la niña al reconocerlo, pero el rostro serio del hombre le borró la alegría del rostro—¿Shail? ¿Qué ocurre? ¿Ha ocurrido algo? —preguntó Amelia preocupada.
Shail le extendió la mano sin decir nada. Con desconfianza Amelia la aceptó y se dejó guiar hasta el pequeño sillón en aquella oficina.
—Tengo..., noticias, tu madre, Eilan, ha ocurrido un accidente, la casa, era vieja y hubo un temblor hace unos días, lo siento mucho Meli pero falleció hace tres días, quise venir a decirtelo el mismo día pero el camino es largo y...—Shail siguió hablando pero Amelia no escuchó más, su cabeza no dejaba de repetirse a si misma que todo era un error, porque eso no podía estar pasando, su madre tenía que estar bien, tenía que estarlo, ella dijo que siempre iba a estar allí, lo dijo.
—¡Es mentira!—gritó Amelia levantandose de un salto.
Shail guardó silencio.
—No puede ser real, esa casa era un poco vieja pero estaba en buen estado, ahí casi no tiembla, mi mamá siempre sale cuando ocurre algo, ella es muy cuidadoso, y muy buena, ella es todo lo que tengo, y está bien, en casa, esperandome para cuando terminara mis estudios y pudiera volver a casa, pondriamos montar una clínica con mis habilidades, podría curar a muchas personas y a mamá le gusta ayudar a las personas, ella está bien, sé que está bien, tiene que estar bien, tiene que estarlo, mientes, mientes— balbuceó Amelia con dolor en cada una de sus palabras.
Despacio Shail se levantó y la tomó de los hombros, obligandola a mirarlo de frente.
—No hay nada que me gustara más ahora mismo que darte la razón, pero me temo que no puedo hacerlo, lo siento mucho Amelia pero lo que te digo es verdad, Eilan se ha ido—dijo Shail en voz baja.
Amelia formó un puchero de disconformidad, y esto y el brillo producto de las lágrimas en sus ojos fue la única reacción visible del dolor que estaba sintiendo.
—¿Cuándo es el funeral?—preguntó tras unos segundos, sin ninguna emoción en su voz.
—En dos días, si quieres te puedo llevar—contestó Shail confundido con su falta de emoción.
—¿Cuándo salimos?—volvió a preguntar con gesto serio.
—En..., en unas horas—contestó Shail atónito ante su reacción.
—Bien—sin decir nada más la niña se dió la vuelta y le dejó ahí.
Shail murmuró su nombre, pero ella no lo escuchó. Corrió hacia su habitación empujando a todo el que se atravesara en su camino, entró en el cuarto y cerró dando un portazo rápidamente empacó sus cosas y dejandolas sobre la cama volvió a salir. Subio a la última planta de aquella inmensa torre y entro en la clase que le correspondida, si el profesor se encontraba sorprendido por su abrupta entrada o conocía su situación no lo demostró y siguió dando la clase como si nada.
Unas horas más tarde Amelia iba subida en un pajaro Haai siguiendo a Shail que iba en su propia ave unos metros por delante de ella, habían salido de la torre de Derbhad hace una hora y recién estaban recorriendo el bosque de Awa y Amelia sabía que aún faltaba bastante camino hasta Nin, la pequeña ciudad a las afueras de Awinor en la que había vivido por 7 años, unos fantásticos 7 años. Ya era bastante entrada la noche cuando finalmente llegaron a Celestia, donde pasarían la noche, en silencio ambos bajaron de sus respectivas monturas y se dirigieron a una de las casas, un momento después una mujer celeste salió de la casa y corrió a abrazar a Shail, Amelia observó sus alrededores en silencio dandoles algo de privacidad, tuvo que contener un sollozo al observar la casa, todos las casas en Celestia tenían un diseño muy parecido y Amelia no podía evitar recordar la cabaña en la que se había alojado con su madre hace ya dos años.
—Amelia—llamó Shail en voz baja— ella es Zaisei, mi esposa— la presentó.
Antes de que Amelia pudiera decir nada la mujer celeste se acercó a ella y la tomó por los hombros, Amelia se sorprendio al observar que la mujer lloraba en silencio.
—Lamento muchísimo tu perdida, debes saber que ella ahora se encuentra en un lugar mejor—le dijo la mujer con brillantes lágrimas recorriendo sus mejillas.
Amelia parpadeó asombrada al darse cuenta que aquella mujer no lloraba por un dolor propio, sino que como celeste que era estaba canalizando su dolor, todo el dolor que Amelia mantenía en su interior la celeste lo estaba dejando salir, y por alguna razón esto hizo sentir mal a la niña, no le deseaba a nadie el dolor que estaba sintiendo en esos momentos. Poco le faltó para gritarle, pero finalmente lo contuvo, y casi con rudeza se alejó de la celeste, porque ahora más que dolida se encontraba enfadada, con Shail por llevarlo lejos de su madre, con aquella mujer porque podía llorar y ella no, con ella misma por no haber estado su madre la necesitaba, y con Eilan, por irse sin ella.
Zaisei pareció notar el cambio en sus sentimientos y no dijo nada, en su lugar la invitó a pasar a la casa, Amelia quiso negarse, pero su cuerpo se sentía demasiado pesado y solo pensar se le hacía dificil, así que sin fuerzas para replicar siguió a la pareja hasta el interior de la casa, antes de darse cuenta ya estaba en una cama caliente que la llamaba a quedarse dormida.
Zaisei y Shail la observaron en silencio unos segundos, finalmente Shail le dio las buenas noches y se alejó, Zaisei la observó unos segundos más y antes de seguir a su esposo volvió a hablar.
—Está bien estar enfadada, puedes estarlo todo lo que quieres, pero no es saludable que te guardes todo, puedes seguir enfadada, pero que no sea lo único, puedes llorar Amelia, puedes gritar, puedes arrojar cosas, todo lo que necesites, pero no te guardes tus sentimientos porque solo te harás más daño a ti misma, y a quienes te rodean—le aconsejó Zaisei, su naturaleza pacifista estaba en contra de descargar su enojo de esas formas pero si algo había aprendido conviviendo con humanos era que algunas veces esas descargas de enojo eran necesarias y les ayudaba de muchas formas.
Al ver que Amelia no le iba a contestar le deseo buenas noches y siguió los pasos de su marido.
Recién la celeste se fue Amelia se enderezó en la cama y observó el oscuro cielo que se asomaba desde la ventana, sin poder calmar a su inquieta mente se levantó y procurando no hacer mucho ruido abrió la ventana y se subió en ella, tras una ojeada a la puerta se volteó y se dejó caer silenciosamente hasta caer en el césped. Con velocidad empezó a correr por el bosque adentrandose cada vez más, apenas y podía ver por donde iba pero no le importó, solo corrió y corrió y siguió corriendo, cuando sus piernas se quejaron siguió corriendo y solo se detuvo cuando una rama salida se interpuso en su camino y la hizo caer de frente, sin detenerse a pensar en eso subió al primer árbol que encontró y escaló hasta la rama más alta, una vez arriba asomó la cabeza por sobre las copas de los árboles y con todo su enfado y dolo pegó un grito al cielo que hizo estremecer a los animales a su alrededor. Sin pensar en nada más que en su madre siguió gritando, no supo en que momento empezó a llorar, lo único que supo es que había algo molesto en sus ojos que no le permitía ver bien y que el dolor en su pecho se había incrementado dificultándole respirar, cansada de todo se acostó y siguió llorando como no había llorado nunca antes.
Solo entonces todo lo ocurrido antes empezó a tomar veracidad, su madre estaba muerta, era cierto.
Nunca más la escucharía regañarla por irse sin su permiso.
Nunca más le leería un cuento para dormir.
Nunca más la volvería a ver.
Entre más certeza de los últimos hechos llegaban a su cerebro más dolía su corazón.
Una vez hubo asimilado lo ocurrido una nueva idea llegó a su mente, su madre era la única persona que tenía, ahora no tenía a donde ir al terminar sus estudios, no tenía un hogar al cual regresar, no tenía casa, ni comida, ni dinero, no tenía familia, no tenía nada.
Estaba sola.
Completamente sola.
Este nuevo hecho la obligó a dejar salir un nuevo grito que movió a todos los animales de su sitio, y bien podría haberla hecho caer del árbol, pero ahora mismo la caida no la tenía preocupada, caer en ese momento era una idea más bien tentadora, y la única razón por la que no lo hizo fue porque su mente estaba demasiado cansada como para pensar en eso siquiera.
Finalmente cansada de todo y agradecida con el grueso de la rama se sentó con la espalda apoyada en el árbol, lo último que vio fue un pájaro Haai antes de caer dormida de puro agotamiento.
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Amelia caminaba por los pasillos de la torre en silencio, hace apenas dos semanas de la muerte de su madre, y ella no dejaba de sentir que su cuerpo en ese momento solo era un caparazón sin relleno. Se sentía desolada, había insistido a Shail que quería volver a la torre y tras mucha insistencia el mago finalmente había aceptado, pensando que volver a su vida diaria le daría un poco de calma, pero se equivocó, ahí donde fuera el dolor y enojo que llevaban por dentro la atormentaban de modo que solo había dos formas de verla, llorando o gritandole a todos hasta de lo que se iban a morir. Los amigos que había hecho con los años habían intentado hablar con ella los primeros días, pero al ver que era inútil y que lo único que conseguían eran gritos decidieron darle su espacio, por lo que Amelia dejó de tener compañía y entre más dolida se sentía más aumentaban los gritos, los celestes ni siquiera eran capaces de acercarse a ella porque, como Zaisei, terminaban llorando o con una ira insoportable que no les pertenecía.
Y para terminarla de hacer, esa misma mañana había recibido una terrible visita, una visita que le cambiaría la vida, años después Amelia diría que la muerte de su madre fue lo que acabó con su vida, pero solo estaba mintiendose a su misma, el momento que realmente acabo con ella fue este.
Temprano en la mañana el hechicero en jefe había ido a buscarla personalmente, la había llevado a su estancia y hablaron por un buen rato, le dijo que alguien había ido a buscarla y había exigido que la dejaran en libertad para irse con ella. Amelia en un principio no se preocupó, solo le dio curiosidad, debía ser un error, estaba casi cien porciento segura, o al menos lo estuvo durante unos minutos hasta que finalmente se dio cuenta.
Y es que la persona que había ido a buscarla no era otra más que su madre, su madre biológica, la misma que la había abandonado hace ya casi 11 años, Amelia no había escuchado más después de eso, sin querer saber nada más se había levantado y salido de allí sin mirar atrás no contesto incluso cuando escuchó a más de un maestro llamarla. Desde entonces que caminaba de un lado a otro demasiado enojada como para quedarse quieta, fue hasta una hora después que la hechicera que enseñaba sanación fue a buscarla. La joven hada había sido la única que no había perdido la paciencia con ella, la que más gritos había recibido, pero también la que más había estado ahí.
—Amelia—la llamó la joven hada caminando deprisa hasta llegar a su lado—vamos a mi oficina.
Amelia empezó a replicar pero el hada sorda a sus protestas la tomó del brazo y la guió hasta el pequeño cuarto que utilizaba de oficina y que en los últimos días Amelia había visitado más que su propia habitación.
—¿Y bien? ¿algo que quieras decir? —preguntó la profesora Kwiat, por toda repuesta Amelia le quitó la mirada—bien, porque yo tengo mucho que decir, y dado que lo más probable es que no tengamos más tiempo luego lo diré ahora.
<Te estás comportando como una niña malcriada, y no lo eres así que hazme el favor y deja de gritar y refunfuñar a todo el que se te acerca, sé que estás enfadada, lo sé, realmente lo sé—empezó a decir buscando su mirada, pero la niña no parecía querer hacerlo—sé lo mal que te encuentras, pero los demás no somos los responsables, ni tampoco lo eres tú, tienes que vivir Amelia, vive por ti, no por mi, no por tus compañeros, vive por ti misma, perdónate, no por nadie más, por ti misma, debes sanar y el primer paso es perdonarte y amarte a ti misma, no estás sola Amelia, no tienes que pasar por todo sola, deja de alejar a todos los que quieren apoyarte, no somos tus enemigos—le dijo arrodillandose a un lado de donde se había sentado la niña, con suavidad le tomó la barbilla y le hizo levantar la cabeza.
No se sorprendió al ver los ojos humedos de la niña sin embargo su expresión seguía estando tensa y no parecía dispuesta a mostrar lo que sus palabras significaron para ella.
—No pienso irme de aquí, y menos con esa...—se detuvo buscando una palabra adecauda y al no encontrarla se conformó con hacer un gesto de desagrado e indiferencia— No puede obligarme, no lo haré.
El hada le dirigió una mirada de lástima, apoyaba a Amelia, sabía que tenía razón y su corazón no la quería dejar partir, pero también sabía que lamentablemente ninguna de las dos tenía vela en ese entierro y lo más probable era que la niña fuese sacada de ahí antes de que alguien pudiera hacer algo.
Kwiat iba a decir algo pero se detuvo a media frase.
—Espera aquí—le pidió y sin esperarse a obtener una respuesta salió de allí apresurada y rezando por que no fuera demasiado tarde.
Al distingir una delgada figura solo a unos pasillos de donde estaba agradeció a los dioses, casi corriendo se acercó al hombre.
—No podemos permitirlo—dijo nada más llegar a su lado.
Shail le devolvió la mirada confundido, no tardó en atar cabos y negó con la cabeza gacha.
—No hay nadie que lo desea más que yo, pero me temo que se sale de mis manos—repuso Shail con pesar, no había nada que quisiera más en ese momento que poder ser de ayuda.
Amelia no estaba pasando por un buen momento y si le añadían que una mujer que la abandonó había regrasó justo cuando había perdida a la persona que si se había quedado, Sahil sacudió la cabeza, definitivamente no era una buena combinación, además Amelia no era alguien fácil de tratar en estos momentos, no veía como una completa desconocida que la había dejado cuando solo era una bebé pudiera quedarse ahora que era una persona complicada con necesidades.
—Y si buscamos ayuda en algún pueblo, Vanissar o algún otro, estoy segura de que el rey...—siguió hablando la más joven esperanzada. En tiempo que llevaba conociendo a la niña se había dado cuenta que era una persona muy sencible, ahora mismo ocupaba un poco de soporte y sabía que esa mujer no haría nada de eso, le bastó echarle una ojeada esa mañana para saberlo.
—También lo pensé, pero no tenemos tiempo— dijo el mago, realmente le habría encantado tener solo un poco de tiempo, pero sabía que era imposible.
—¿Y si conseguimos el tiempo?
—No hay forma de conseguirlo...—negó Shail.
—¿Y si sí?—insistió el hada alzando la voz inconsientemente.
Shail entrecerró los ojos y la estudió un segundo.
—¿Qué quieres decir?—preguntó unos segundos después.
Kwia observó a su alrededor para comprobar que estaban a solas, a pesar de que no se veía a nadie en todo el pasillo se acercó aún más al mago hasta hablar casi en su oído.
—¿Y si desaparece? Le daría el tiempo suficiente olvidear o para llegar a un acuerdo—preguntó en un susurro que su compañero apenas fue capaz de escuchar.
Shail no dijo nada y solo la miró como si de pronto le hubiera crecido una garra deforme en la cara. Lo que sugería era arriesgado, no solo para ellos, lo sería para todos los magos que allí habitaban, la mujer podría ir a buscar explicaciones y los reinados del mundo entero podrían llegar incluso a cerrar la torre de nuevo, eso sin pensar en las repercusiones sobre ellos, la cárcel era solo lo mínimo que se les venía a la cabeza.
Aún sin decir una palabra Shail la tomó del brazo y la hizo caminar con él, sonriendo a todos con los que se encontró finalmente llegaron a las escaleras donde empezaron a subir uno por uno todos los pisos, hasta llegar finalmente a la terraza de la torre, el viento que asotaba el lugar era tanto que incluso a los mejores oídos curiosos le costaría escuchar. Shail se volvió mirarla con decisión.
—Habla.
Kwia sonrió con alegría y empezó a hablar.
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Amelia ya estaba casi domida sobre el escritorio en su habitación cuando el estripido sonido de la puerta abriendose y alguien entrando a su habitación la despabilo. Tras esperar a Kwia durante un buen rato se cansó y se fue a su habitación con la intención de continuar con sus estudios, pero la aburrida historia de la creación de Idhún pudo con ella y visitó un par de veces el país de más allá donde todo era mejor que en este mundo de desastres en el que vivía. Finalmente la presencia de Kwai la terminó de despertar.
Se iba a disculpar por dejarla atrás, pero no tuvo oportunidad.
—Levantate, corre—la instó el hada cerrando la puerta y corriendo hasta su armario donde empezó a sacar todo.
—¿Qué...?—empezó Amelia, lejos de estar enojada estaba sorprednida, más por la preocupación en el rosro de su maestra.
—Te lo explicaré en el camino, pero debemos irnos ahora, ¿confias en mi?—preguntó Kwia deteniendose un segundo a mirarla. Nerviosamente Amelia asintió con la cabeza.—Bien, coge todo lo que necesites—le pidió metiendo todo lo que consideraba necesario en una bolsa de viaje. En menos de 5 minutos todo estaba listo y ahora Amelia caminaba apresurada detrás del hada quien paraba en cada esquina a asegurarse que nadie las viera, Shail le había asegurado que se encargaría de eso, pero no estaba de mal la precausión.
Antes de darse cuenta ambas corrían lo más rapido que podían lejos de la torre, no se detuvieron hasta que la torre quedó oculta entre las sombras, Kwai se detuvo de pronto y se inclinó hasta quedar a su altura.
—Te daré todo el tiempo que pueda, debes seguir directo hasta que encuentres a Shail, él te llevará a un lugar seguro...
—¿Qué?—preguntó Amelia estupefacta.
Kwia le dedicó una pequeña sonrisa.
—No creiste que te dejaríamos ir así como así ¿verdad?—preguntó con amabilidad. Antes de poder decir algo más Amelia se lanzó a sus brazos, Kwia le correspondió con cariño—será solo por un tiempo, hasta que logremos solucionar todo, prometeme que tendrás cuidado.
Un suave sollozó inundó a la niña.
—Lo prometo, y Kwia—añadió—lo siento, fui una tonta y una malagradecida contigo, lo siento tanto.
—No pasa nada linda—contestó el hada restandole importancia con un gesto. Con suavidad se separó y se enderezó.—Ahora ve, corre, Shail te está esperando, me encantaría darte más detalles, pero ahora no hay tiempo.
—Kwia—murmuró Amelia con el pánico en sus ojos.
El hada le sonrió con confianza.
—Todo estará bien, lo prometo.—le aseguró Kwia tendiendole la bolsa con sus pertenencias.
Tras una última mirada la niña tomó la bolsa con fuerza y hechó a correr, no pasó mucho cuando dio con el mago que sin decir nada la tomó de la mano y corrió con ella, no se detuvieron hasta llegar a un claro con una figura dibujada.
Si Amelia no hubiera estado tan ocupada recuperando el aliento habría notado el hexagono a unos pasos de ella. Sin esperar nada Shail abrió el portal enfrente suyo y con suavidad se inclinó junto a la niña.
—Toma—le extendió un sobre que la niña aceptó con manos temblorosas— te enviaré a un lugar seguro, en la carta está todo lo que necesitas saber, la otra es para las personas que te estarán esperando, mandales mis saludos. Lamento no poder acompañarte, cuando sea el momento regresaré por ti.
Amelia asintió intentando callar a su corazón agitado para escuchar bien lo que el hombre le decía.
—Todo va a salir bien—añadió dedicandole una sonrisa tranquila.
Con un gesto le mostró el portal abierto desde el cual se podía observar una casa al estilo de las de celestia, pero algo en su corazón le decía que eso no era celestia, incluso dudaba que se tratara de Idhún. Abrazando su bolsa dirigió una última mirada a Shail y empezó a caminar hacia el portal, sin mirar atrás cruzó, una sensación extraña la recorrió y antes de saber que ocurría todo se volvió negro y al despertar lo primero que observó fueron unos ojos castaños que la miraban con innocencia y curiosidad.
—Buenos días bella durmiente—dijo la voz de un niño con una sonrisa radeante.
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Un capítulo largo, y un poco resumido, pero espero con esto conozcan un poco más de la historia de esta joven que se ha robado el corazón de nuestro Erik.
Espero les haya gustado, no olviden dejar su voto.
Gracias por leer.
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