¡Prométemelo!
Los siguientes días consistieron en la misma rutina, en la mañana les traían una pequeña ración de comida horrible para los tres, apenas y les daba tiempo de probar la comida cuando llegaban los guardias y se llevaban a Jos sin decir una palabra, ambos hermanos aún lograban oír los gritos de la pobre chica cuando les traían un vaso de agua para ambos como al mediodía según sus cálculos, ya en la tarde los guardias traían de vuelta a la niña con las piernas destrozadas y con todo el pelo pegado en la cara, con gruesas lágrimas recorriéndole las mejillas la tiraban al piso junto a los hermanos, los guardias salían y ambos hermanos se encargaban de curar sus heridas lo mejor que podían y luego les traían la cena-almuerzo y por último se alistaban para afrontar un nuevo día igual al anterior.
Una noche después de comer Erik y Eva empezaron a curarle las heridas a la joven cuando Erik se detuvo, después de un minuto Eva se detuvo y lo miró.
—¿Qué?—preguntó Eva al verlo tan desconcentrado.
El joven dragón no dijo nada por un largo rato al final habló.
—Lo haré.
Amabas mujeres lo miraron sin comprender.
—Haré lo que ellos quieren.
—Pero...—empezó Eva pero Erik la detuvo.
—Es mi decisión—dijo Erik—no puedo permitir que les sigan haciendo daño por mi culpa.
—Te entiendo Erik, pero...—la shek vaciló un segundo— si le das lo que quiere, nos harán daño de todos modos, y no sólo ha nosotros, sino a todo Idhún.
—Debo hacerlo.
—¡No!
Ambos hermanos se volvieron a uno al escucharla, la joven bajó la mirada intimidada, se le veía exhausta.
—No puedes—murmuró Joselin haciendo el mayor esfuerzo por hablar.
—Pero...
—No, no lo hagas, por favor, te lo suplico— le suplicó Jos con un hilo de voz.
—Tengo que hacerlo, por ti.
—No, por favor, créeme cuando te digo que me cuesta decir esto, pero tienes que ser fuerte, como lo he sido yo— Erik no dijo nada, su hermana no solía hablar así y no le gustaba— por favor, prométeme que no te rendirás, prométemelo Erik, prométeme que no te darás por vencido pase lo que pase, no importa lo que me pase, ¿me lo prometes?
El chico vaciló, no podía hacer eso.
—Erik, por favor.
—No, no puedo—farfulló Erik, se hubiera sentido mejor de haberle pedido que se cortara una pierna.
—Prométemelo.
—No, no me pidas que haga eso, no puedo hacerlo.
—Prométemelo Erik, te lo suplico—murmuró Jos con una mirada de súplica.
—Lo prometo—contestó Erik después de un minuto dándose por vencido.
La chica le dirigió una mirada cansada junto con una pequeña sonrisa antes de cerrar los ojos y dormirse, Eva la acomodó en el piso, mientras que Erik se levantó y se sentó en la esquina contraria abrazándose las rodillas, después de acomodar a Jos, Eva también se levantó y se sentó a su lado, hace varias noches que les habían quitado las esposas, al verla llegar Erik la miró con tristeza.
—No podías hacer nada—murmuró Eva tranquilizadóramente.
—Podría haberme negado. Ahora ella sufrirá por mi culpa, más de lo que ya ha sufrido.
—No hables así—le pidió Eva que ya empezaba a sentirse mal.
—No puedo evitarlo, es mi culpa, mía y sólo mía.
El chico dejó caer la cabeza en sus rodillas con lágrimas en los ojos.
—Es mi culpa, mi único deber era protegerla y es lo último que he hecho—sollozó el muchacho sin poder contenerse— Es mi culpa, ¡mi maldita culpa! Todo.
—Shhh.
Eva lo tomó de los hombros y lo atrajo hacia sí, el chico rompió en llanto en los brazos de su hermana que lo abrazaba intentando tranquilizarlo, se sentía impotente, no podía dejar de culparse, por más que su hermana hablara sabía que podía evitar que sufriera, lloraba por Joselin, por su dolor, por Eddy, que moriría si le pasaba algo a su hermana, por sus padres, por Nicolle, que había perdido el camino, por Eva que lo seguía con los ojos cerrados sin pensar en las consecuencias, por la profecía, temía lo que ella representaba, le temía al futuro, debía admitir.
Y así entre lágrimas y sollozos ambos se quedaron dormidos en los brazos del otro.
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