La verdad

El hombre retrocedió asustado al reconocerlos. Muchas personas empezaron a reunirse a su alrededor.

—Mira, es la hija de Lunnaris y Kirtash, el rey Covan tenía razón, Lunnaris nos traicionó.

—¿Cómo es eso posible? ¿un shek con madre unicornio? Nunca se había visto semejante barbaridad.

—¡Es un insulto para los seis!

Murmullos y ofensas empezaron a sonar por todos lados y los celestes se empezaron a alejar, Nicolle retrocedió asustada deseando que su padre estuviera ahí.

—No les hagas caso—murmuró Jack junto a ella.

Nicolle dejó escapar un respingo, con todo el alboroto no se dio cuenta cuando el dragón se acercó a ella.

—No saben lo que dicen, están cegados por el odio—siguió hablando Jack.

—¡Miren, no es la única!—exclamó una mujer señalando a Eva—ella no es quien creíamos, es muy joven, Lunnaris no sólo tuvo una hija con el shek, tuvo dos.

Murmullos indignados siguieron a este nuevo dato. Eva se ocultó tras Erik buscando protección, mientras que Nicolle sin darse cuenta se había abrazado a Jack, que era el que tenía más cerca. Sintió como este se tensaba al sentir el contacto con ella, pero intentó no darle importancia.

—¡Ya basta!—gritó Victoria para hacerse oír por encima de los insultos—Si alguien las conoce y las van a juzgar por lo que son, no por lo que ustedes creen que son, que hable— ninguno dijo nada— pues entonces dejen de decir lo que no saben.

Dicho esto se acercó a Nicolle, la tomó por los hombros y la miró con dulzura.

—No le des importancia—murmuró Victoria con una sonrisa— ellos no te conocen, no tienen derecho a decir nada de eso.

La joven asintió en silencio.

—Sigamos.

Siguieron caminando un largo rato hasta que Victoria dijo que ya habían caminado suficiente.

—Bien—dijo Shail, volviéndose hacía los jóvenes—agárrense a mí, no me sueltan hasta que hayamos llegado o algo podría salir mal.

Los cinco asintieron mientras se agarraban a él. Victoria tomó el báculo con la mano derecha y con la izquierda agarró a Shail quien tomó la energía que esta le brindaba para teletranspontarlos a todos, Jack tomó a Victoria del hombro y pronto todo a su alrededor empezó a dar vueltas.

Aparecieron en una cuidad que a Erik se le hizo muy conocida, pero al igual que con Shail y Kimara, no podía recordar con exactitud. Shail se tambaleó y tuvo que agarrarse a Jos para no caer.

—¿Estás bien?—preguntó Eddy preocupado.

—Descuida, sólo necesito descansar, este hechizo a consumido gran parte de mi energía—se apresuró a tranquilizarlo Shail.

—Pero usaste la energía del báculo— observó Jos sin comprender.

—Así es, pero el báculo no tenía suficiente energía para traernos a todos aquí y tuve que utilizar mi energía—explicó Shail jadeante.

La chica asintió.

—¿Dónde estamos?—preguntó Erik, mirando a su alrededor, todo se le parecía conocido, pero era como si lo hubiera visto en una película o un programa de televisión.

—Bienvenidos a la ciudad de Awa.

Los muchachos se volvieron en busca de el dueño de esta voz. Detrás de ellos había un celeste, que los niños no reconocieron, pero los adultos al parecer sí, Shail inclinó la cabeza con respeto.

—Padre Ha-din—saludó Victoria con una sonrisa—que alegría me da verlo.

—Y a mí, veo que esta vez no vienen solos—añadió mirando a los niños—tú debes de ser Erik—dijo acercándose a este—has crecido mucho desde la ultima vez que te vi— después se volvió hacía Eva— Lune, a ti no te conocía en persona, pero he escuchado mucho sobre ti— por último se volvió hacía los tres hermanos menores— también me han hablado mucho de ustedes. Soy Ha-din el Padre Venerable de la iglesia de los tres soles—se presentó— Si tienen la amabilidad de seguirme.

El Venerable los guió por la ciudad hasta llegar al Oráculo de Awa. Los niños se quedaron sorprendidos al ver el Oráculo, jamás habían visto un edificio tan alto, habían visto muchas edificaciones altas, pero jamás tan altas como aquello, ni siquiera llegaban a ver la punta.

Siguieron avanzando hasta llegar a una habitación en los pisos de arriba donde los esperaban cinco sacerdotes, uno humano, dos celestes y dos varu, los cuales al verlos pararon de hablar y se levantaron.

—Padre—saludó el que estaba más cerca de la puerta, al cual Jack y Victoria reconocieron como el sacerdote que lo había recibido la última vez que habían estado ahí.

—Guin, te importaría mostrarles a los niños donde dormirán, supongo que estarán hambrientos, dile a las hadas que les preparen algo de comer.

—Por supuesto, síganme, por favor— añadió volviéndose hacia los hermanos, que sabían de sobra que los adultos iban a hablar de algo importante y no querían ser interrumpidos así que asintieron y lo siguieron.

El celeste los guió por un laberinto de pasillos hasta que llegaron a lo que parecía ser el comedor.

—¿Quieren comer primero o le digo a las cocineras que les lleven a la comida a las habitaciones?

—Comeremos primero, si no es molestia—contestó Erik después de intercambiar una mirada significativa con Eva.

—En lo absoluto, adelante—dijo señalando la mesa, invitándolos a sentarse.

Todos se sentaron y en poco tiempo empezaron a comer, comieron en silencio y cuando todos terminaron, Guin los guió a una habitación donde habían tres camas.

—Pueden utilizar esta habitación y la del fondo, la que está al lado de las escaleras, si necesitan algo me llaman—después de esto los dejó para que se acomodaran.

—¿Ahora si les parece bien decirnos que es lo que les pasa?—preguntó Eddy después de un largo silencio.

Eva dejó escapar un largo suspiro antes de empezar a hablar y cuando lo hizo no pudo parar. Nadie dijo nada por un largo rato, Eddy se le quedó viendo a Erik como si quisiera que lo desmintiera, este sólo negó con la cabeza.

—¿Cómo no nos dimos cuenta antes?— preguntó Nicolle como si fuera lo mas obvio del mundo—todos en este planeta odian a los sheks. ¿Cómo no nos dimos cuenta antes?—repitió.

Ninguno contestó.

—Creo que será mejor que descansemos, hemos caminado mucho y tenemos muchas cosas en que pensar—dijo Erik.

—Sí, tienes razón, mañana hablaremos, que descansen—dijo Eddy.

Ambos chicos salieron de la habitación y fueron a la habitación que les habían indicado, esta era igual que la de sus hermanas a diferencia que esta tenía sólo dos camas.

—¿Tienes idea de que es lo que está pasando exactamente?

—A decir verdad, no—admitió Erik, dejándose caer en una de las camas— nadie nos dice nada es como si creyeran que no nos damos cuenta de nada—dijo a la vez que cerraba los ojos.

—Oye, respecto a la profecía, ¿quién crees que se refiera cuando dice que solo uno podrá vencerlo?—preguntó Eddy después de un largo silencio.

El niño lo miró al no obtener respuesta, de no ser por su respiración hubiera jurado que estaba dormido.

—No lo sé, todo es tan confuso—negó a la vez que abría los ojos y lo miraba.

—Sí, todo es muy confuso—le dio la razón Eddy con un asentimiento de cabeza.

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Por fin habían llegado al Oráculo de Awa, al llegar su madre los había dejado en la habitación que solían utilizar cuando iban de visita, y se fue a la reunión que había convocado el Padre Venerable. Ahora caminaba por los corredores del Oráculo, tan distraída que chocó con un joven y cayó al suelo.

—Lo siento—se disculpó el chico tendiéndole la mano para ayudarla a levantarse— no me fijé por donde iba.

—Descuida, fue mi culpa estaba distraída—dijo aceptando su mano, se le quedó mirando con curiosidad— nunca te había visto por aquí ¿de dónde vienes?

—De muy lejos—contesto el chico sin dar detalles—Iba a ir con mis hermanos, si quieres puedes venir, claro si no tienes nada que hacer.

—A decir verdad he estado muy aburrida últimamente, mi hermano se ha ido con mi madre y no he tenido con quien hablar—dijo la semiceleste aceptando la invitación.

—Apropósito, mi nombre es Eddy— se presentó el chico con una sonrisa.

—Aledis.

Eddy la guió hasta una habitación en el lado norte. En la habitación había dos camas, en una, había una chica acostada, tenía el cabello castaño y los ojos azules imnotizantes. Junto a ella, había una niña de ojos verdes y cabello rubio. En la otra cama, había una chica de ojos azules, como su hermana, pero los de ella eran mucho mas fríos, y cabello negro. Sentado en una silla que había junto a una cama estaba el chico que había visto en el bosque, su cabello era rubio y sus ojos castaños.

—Ella es Aledis—los presentó Eddy— ellos son mis hermanos, Erik, Jos, Nicolle y Eva.

Aledis asintió.

—Mucho gusto.

Pasadas un par de horas, Eva se despidió, algo enojada y salió de la habitación.

—¿Qué sucede? ¿acaso he dicho algo malo?—preguntó Aledis, al ver el rostro severo de la joven.

—Descuida, es sólo que ha sido un día difícil—contestó Eddy, no muy convencido de sus palabras.

—Hablaré con ella, nos vemos mañana—se despidió Erik siguiendo los pasos de su hermana.

No tardó mucho en alcanzarla, sus ojos mostraba mucha ira, no muy propio de ella, que solía ocultar sus sentimientos, al igual que su padre.

—¿Estás bien?— preguntó Erik, preocupado.

—¿Qué te hace pensar que no es así?— preguntó a su vez la chica con indiferencia.

—¿Qué?—repitió el chico agarrándola del brazo obligándola a detenerse— Eva, mira como estás, últimamente no hablas con nadie y tus ojos siempre muestran furia ¿qué es lo que sucede?—preguntó el joven mirándola a los ojos. Eva le sostuvo la mirada un instante, pero al final la apartó.

—Estoy bien—respondió, soltándose de su agarre y siguiendo con su camino.

Erik respiró hondo antes de alcanzarla de nuevo.

—¿Es por Christian?—preguntó Erik sabiendo la respuesta.

Eva no contestó.

—¿Qué sucede con tu padre?—inquirió Erik.

—Nada—dijo Eva, dándole a entender que no quería hablar del tema.

—Vale, pero recuerda que siempre podrás confiar en mí, para lo que necesites, lo que sea.

Esta asintió en silencio, dirigiéndole una mirada de gratitud.

—Erik.

El joven se volvió para encontrarse con Christian quien lo miraba seriamente.

—Tu padre te necesita, búscalo en la ciudad—le ordenó al chico.

Erik no quería dejar a su hermana sola con Christian después de ver lo furiosa que estaba ella, pero sabía que no podía evitarlo, así que sólo asintió y se fue a buscar a su padre.

En cuanto Erik se fue, Eva siguió avanzando ignorando el hecho evidente de que Christian quería hablar con ella. Christian la siguió en silencio a una distancia prudente, sabiendo que la chica estaba furiosa con él.

Esta siguió caminando hasta llegar a su habitación, donde se volvió a encarar a su padre, sabiendo que no podía seguir evitándolo. Christian no dijo nada, tan sólo se le quedó mirando, esperando que ella hablara primero. Eva abrió la puerta y entró en la habitación, la que fuera la explicación de su padre no era algo que le interesara a nadie más que a ellos.

—¿De qué querías hablar?—preguntó Eva fingiendo ignorancia, pero se arrepintió enseguida al ver el rostro severo de su padre.

—Esperaba que fueras tú la que me lo dijera—dijo Christian ignorando el tono impertinente de la joven.

—Lo sabes mejor que yo ¿o me equivoco? ¿no sabías tú acaso que nos fuimos de aquí por mí? Porque yo nací y porque ¡todos en este mundo me odian!—gritó Eva furiosa.

—Baja la voz—dijo Christian con calma, cuando la joven se hubo tranquilizado continuó—eso no es cierto, nunca vuelvas a decir eso, aquí nadie te odia, me odian a mi y no, tú no fuiste la única razón por la que nos fuimos.

—No soy tonta, sé que todos aquí me odian.

—Eva...

—¡No! Ya no digas más, ya me harté de oír mentiras—lo interrumpió dando por finalizada la conversación, pero Christian no había terminado.

—Sabes, jamás te dije el nombre de mi padre, déjame terminar—la frenó al ver que iba a interrumpirlo— ¿Crees que este mundo te odia por ser una shek? Pues te equivocas, me odian a mí, por ser hijo de Ashran, el hombre que los esclavizo por quince años y por si fuera poco, la reencarnación del Séptimo—la sorpresa y el horror invadieron el rostro de la joven con cada palabra que el shek pronunciaba— decidimos que sería mejor que ustedes no supieran de mi pasado y eso incluida el hecho que Tanawe y Covan se unieran con tal de vengarse de mí, matándote.

—Basta—suplicó la joven sentándose en la cama, sin poder escuchar ni una palabra más— Basta por favor.

Christian se sentó a su lado, poniéndole una mano en el hombro y esta dejó caer su cabeza en el regazo de su padre.

—Debieron decirnos, lo siento, creí que...

—Te lo habíamos ocultado temiendo que tus hermanos creyeran que había sido tu culpa, o creíste que nosotros te echábamos la culpa por tener que habernos ido— adivinó Christian, haciendo que Eva se sintiera aún más ingenua por creer eso—nunca pienses eso, descansa—añadió depositándole un beso en la frente.

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