Desde ese día Eddy no se separaba de su hermano, aún seguía asustado y callado, no hablaba con nadie más que no fuera Erik o su madre, aún seguía sin dirigirle la palabra a Eva o a Christian, a pesar de que él no había dicho nada todos habían notado que el chico les tenía miedo, después de todo, ellos eran como Nicolle. Eva estaba dolida por el comportamiento de su hermano pero no lo demostraba, ni tampoco lo culpaba, sabía que él tenía sus razones.

Había pasado una semana desde aquel día, Eva entrenaba a menudo con su padre, cada vez aumentaba más su parte shek, su poder mental aumentaba considerablemente, pero aún no lograba transformarse, algo se lo estaba impidiendo.

Mientras tanto Erik entrenaba con su hermano y ambos aumentaban considerablemente en sus artes con la espada, pero ellos tampoco lograban transformarse, y se podría decir que esto se debía a que ninguno había aceptado la ayuda de su padre, ya que Erik estaba demasiado enojado con él como para hablarle y Eddy aún no había recuperado su confianza en él por completo.

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Una tarde después de entrenar con su hermano, Erik salió a la ciudad y se aventuró en el bosque, caminó sin rumbo fijo durante un rato, después de un rato se detuvo con los sentidos alerta, podía sentir una presencia peligrosa cerca de él, pero por alguna extraña razón no pudo identificar de donde venía con exactitud, no hasta que lo tuvo encima.

Se volvió con velocidad justo a tiempo para evitar que un cuchillo lo atravesara, se apresuró a tomar su arma y detuvo la siguiente estocada, siguieron luchando un rato sin detenerse, sus habilidades le eran muy conocidas, pero no supo identificar a su atacante ya que este lucía una capucha que le ocultaba el rostro, lo único que supo es que era una mujer por la forma en la que se movía y por su estatura, pero no logró identificarla hasta que esta hizo una voltereta en el aire y lo atacó provocando que este soltara el arma y cayera al suelo, sólo entonces el chico la reconoció y no pudo evitar que una sonrisa asomara su rostro, una sonrisa de añoranza y cariño que hace mucho tiempo no mostraba.

En ese momento ella le apuntó con su arma al cuello, y le dirigió una mirada acusadora por debajo de la capucha que cubría su rostro.

—¿Ha eso le llamas luchar, niño?—preguntó la chica con tono seco, pero algo burlón.

Erik sonrió divertido.

—¿A quien llamas niño? Hasta donde recuerdo soy diez meses mayor que tú.

Esta vez la joven también sonrió y bajó el arma. Erik se levantó a como pudo y se acercó a ella.

—Ha pasado mucho tiempo...—murmuró Erik con suavidad—Amelia—pronunciar ese nombre lo hizo sentir una gran añoranza, una que no sentía desde hace ya varios años.

La joven sonrió con cariño, Erik extendió los brazos y la joven se apresuró a refugiarse en ellos, Erik la levantó un par de centímetros del piso y la abrazó con fuerza, esta le correspondió al abrazo y ocultó el rostro en su hombro con una sonrisa encantadora.

—No puedo creer que estés aquí, jamás creí que te volvería a ver, ¡oh Erik! No sabes cuanto te extrañé, no sabes lo feliz que me sentí cuando escuché que estabas aquí, y cuando me di cuenta que te había atacado yo... creí que...—la voz se le cortó y no pudo seguir hablando, inmediatamente sus ojos se llenaron de lágrimas y Erik lo notó.

—Shhh, estoy bien, estoy aquí—murmuró Erik muy cerca de su oído—estoy aquí.

—No vuelvas a asustarme así—le suplicó la chica abrazándolo con más fuerza—no podría soportarlo.

—No lo haré, nunca, siempre estaré a tu lado, te lo prometo, nunca te dejaré sola.

La joven se abrazó más al chico y se impulsó con los brazos para poder alzar las piernas y lo rodeo con ellas dejando así todo su peso sobre el chico pero este no se quejó, extrañaba mucho aquella sensación única y especial, extrañaba poder acariciar su rostro, amaba el perfume de sus cabellos, el contacto con su piel, simplemente era única.

Esa chica era capaz de hacerlo enloquecer, ella era la única persona que sabía que nunca lo abandonaría, aquella persona que siempre estaría ahí para él, su preciada Lía.

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