Adiós

Al ver a su padre sintió su mundo venirse abajo, no esperaba tenerlo tan cerca, y menos aún que él la viera, un padre normal habría corrido a abrazarla y preguntarle desesperádamente que en donde había estado y que si estaba bien, pero este no era el caso ni mucho menos.

Ambos se quedaron donde estaban estudiándose mutuamente sin decir una palabra, al final Nicolle se acercó despacio y le depositó el cuerpo en las manos sin decir una palabra, antes de que Nicolle se la diera ya sabía que era y sintió un nudo en el estomago al ser consiente de lo que estaba sucediendo, Nicolle se dio la vuelta para irse, pero Christian la detuvo tomándola del brazo. Dejó el cuerpo de Jos en el suelo y agarró a Nicolle del brazo obligándola a detenerse, Nicolle no se volvió, no quería que viera las lágrimas que se acumulaban en sus ojos, Christian respetó su decisión y se detuvo donde estaba.

—¿Estás bien?—preguntó Christian en voz baja.

Escuchar su voz y esa pregunta la hizo sentirse peor, su padre sabía perfectamente lo que había hecho de lo contrario no estaría ahí, y aún así le hacía esa pregunta.

No contestó, no tenía el valor, hizo ademán de irse, pero Christian aún la sostenía del brazo impidiéndoselo, Christian no la soltó y ella no intentó soltarse, se quedaron así un rato hasta que Christian la jaló del brazo con fuerza obligándola a darse la vuelta, le apartó un mechón necio de la cara y la tomó de las mejillas antes de depositarle un frío beso en la frente, la miró unos segundos y al final la soltó.

Nicolle no lo miró a los ojos en ningún momento, la poca dignidad que aún le quedaba no se lo permitía, Christian la tomó del mentón y la miró a los ojos.

—Estás preciosa criatura, toda una señorita—murmuró Christian con una suavidad rondando la dulzura.

Dicho esto se agachó junto al cuerpo de la niña y la levantó, cuando se dio vuelta la joven ya se había ido.

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Corrió lo más rápido que sus piernas le permitieron con lágrimas recorriendo sus mejillas, subió al ave haii y se fue de ahí sin mirar atrás, ese día todo lo que quedaba de Nicolle desapareció, quedando sólo en los recuerdos de las personas que la habían querido, con sus padres, ese día Nicolle dejó de existir y empezó a ser Zenda, hija de Kirtash, nieta de Ashran el Nigromante.

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Christian la vio partir con el corazón en la mano, hace un tiempo que se había dado cuenta de que su hija estaba con ese hombre, sabía que había estado confundida, pero ahora ya no era así, su corazón y alma ya le pertenecían a aquel hombre.

Al llegar a su destino Victoria y Zaisei—quien se encontraba en ese lugar desde hace tiempo— limpiaron el cuerpo de la niña y la vistieron con un precioso vestido de plata que le llegaba a las rodillas, peinaron sus cabellos de oro dejándolo suelto a cada lado de su cabeza y en sus manos le pusieron el arco, ahora muerto, que antes había significado su poder, ahora significaba su derrota y perduraría su nombre.

La ceremonia era digna de recordar, Eddy, a quien Jack había ido a buscar para que pudiera asistir, condujo el ataúd de su hermana por el camino hasta llegar al mar donde entre varios hombres lo pusieron en un bote y lo llevaron al mar donde después de un rato un arquero incineró su cuerpo con una flecha ardiendo.

De a poco la gente empezó a irse hasta sólo quedar la triada, Eddy, Shail, Zaisei, Aledis y su hermano, al final la familia del mago se retiró dejándolos solos, Eddy se dejó caer de rodillas en la arena, después de un rato tiró una piedra al mar gritando, sólo entonces Jack se inclinó a su lado y lo hizo levantarse, hizo ademán de llevárselo, pero Christian se le adelantó, le dirigió a Jack una mirada significativa, y se llevó al niño lejos de ahí, este quiso resistirse, pero Christian no se lo permitió, al final el chico se abrazó al shek y lloró en su pecho, Jack le agradeció en silencio y abrazó a Victoria por la cintura.

Ambos caminaron por el borde del mar abrazados, era algo que necesitaban, llorar su pérdida juntos, hasta entonces Jack no lo había entendido, Christian lo había entendido antes, por eso se había llevado al niño, para que los padres pudieran desahogarse sin tener que contenerse por su hijo. Y así a la luz de la luna, despidieron a su pequeña, deseando que los dioses la cuidaran hasta que el destino los volviera a juntar.

"Adiós, pequeña"


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