11 años después
A pesar del deseo de Victoria, Christian tenía razón y en poco tiempo la joven madre no pudo seguir viviendo en la gran mansión, así que la familia se mudó a Francia donde Victoria abrió su taller. Christian no vivía con ellos, pero si los visitaba a menudo y pasaba varios días con sus hijas, los niños habían crecido, los mayores asistían al colegio mientras que los gemelos aún estaban en cuarto año de primaria.
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Era un día de clases como cualquiera en el instituto, el profesor hablaba de la historia de la reina Isabel mientras todos los alumnos fingían prestar atención, bueno casi todos, al final de la clase una chica de bellos ojos azules prestaba atención al profesor e iba apuntando en su libreta cada palabra que este pronunciaba hasta que sonó la campana del almuerzo, recogió sus cosas y salió de la clase seguida de sus amigas, ese era el ultimo día de clases, al día siguiente empezaban las vacaciones.
—¿Y tú Eva? ¿Vienes con nosotras a la fiesta de esta noche?—preguntó la amiga de esta al salir de la clase.
—Me encantaría chicas, pero no puedo— contestó Eva distraída caminando junto a ella por el amplio corredor que dividía las aulas—le prometí a mi madre que me quedaría a cenar— hoy llegaría su padre el cual no veía desde hace un año y estaba deseando estar con él.
—Bueno como quieras, nos vemos—aceptó su otra amiga despidiéndose con un beso en la mejilla.
—Si, hasta pronto cariño.
—Hasta pronto—asintió Eva correspondiendo al abrazo de esta última con una pequeña sonrisa.
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—Erik ¿qué te parece ir a mi casa esta tarde?—preguntó Alex colocándole una mano en el hombro a su amigo.
—Lo siento Alex, pero tengo que llevar a mis hermanos a casa y le prometí a mi madre que me quedaría a cenar—se disculpó Erik arrecostándose en su pupitre mientras una chica de cabello rubio se acercaba a él.
—¿Y tu Fabi? —preguntó Alex— vamos de que sí, hoy es el ultimo día que nos vemos antes de la graduación.
—Tengo que ver porque mi madre quiere ir a Roma estas vacaciones y no sé cuando nos vamos, más tarde te aviso—le respondió este sentándose en el pupitre frente a sus amigos.
—Erik—saludó la chica rubia junto a él.
Al escucharla el chico se volvió hacia ella y le sonrió.
—Hazel—saludo Erik abrazándola, dejando a sus amigos con la boca abierta de la envidia, esa chica era el sueño de todos los chicos en el colegio, pero esta parecía sólo tener ojos para Erik, aunque este la consideraba más como una amiga, pero no podía negar que la encontraba atractiva. —Creí que no vendrías a despedirte.
—¿Bromeas? Jamás me iría sin despedirme de tí—murmuró la chica sonriendo de forma coqueta golpeándole el pecho con el dedo índice.
Erik le devolvió la sonrisa antes de depositarle un beso en la mejilla.
—Hasta pronto, Hazel.
—Hasta pronto, Erik.
Dicho esto la chica le dedicó una última sonrisa antes de irse. Erik la vió irse con una sonrisa la cual se congeló por completo al ver a su hermana en el pasillo con una mirada no muy amigable dirigida especialmente para él.
—Bueno chicos, los dejo, mi hermana ya me está esperando—se despidió Erik mientras caminaba hasta Eva que lo estaba esperando en la puerta del aula de enfrente.
—¿Qué tal tu día?—saludó Eva con una mirada escalofriante.
—Vamos Eva, no seas así, es sólo una amiga—dijo Erik sin comprender los celos de su hermana.
—Oh sí, claro, ¿y ella lo sabe?—questionó Eva arqueando una ceja de forma interrogatoria.
Erik le dirigió una mirada cortante antes de darle la espalda y caminar hacia la salida, Eva aguardó un segundo antes de seguirlo.
—¿Y esta niña dónde se habrá metido?— la llamaban así a pesar de ser sólo un año menor que Eva.
—Dijo que tenía que terminar algo, Eddy dijo que se quedaría a esperar a Jos que tenía que ir a la biblioteca, así que lo alcanzáramos en la escuela—se apresuró a ponerlo a corriente su hermana haciendo gala de su exquisita memoria.
—Bien, esperemos a Nicolle en la salida, ¿vamos?
—Vamos—asintió la menor aunque no había olvidado su conversación sobre Hazel.
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Sabía que él estaba cerca, pero no podía verlo, intentó que el anillo la guiara, pero él no quería que lo encontrara, no aún. Estaba deseando verlo, pero sabía que por más que lo buscara no lo iba a encontrar y estaba dispuesta a esperar lo que hiciera falta.
—Vic, ¿sabes dónde dejé el paraguas?–preguntó una voz a su espalda, sacándola de sus pensamientos.
—No lo sé—respondió Victoria entrando en la casa.
—Ya vendrá— le aseguró Jack al sentir la presencia de Christian cerca.
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Estuvieron un rato esperando hasta que al fin vieron una chica de ojos azules acercarse, la saludaron antes de seguir su camino hasta la primaria que se encontraba a tan sólo unas calles del instituto, al llegar allí tuvieron que esperar unos minutos antes de que llegaran dos niños de cuarto grado.
—¡Por fin!—exclamó Erik cuando sus hermanos estuvieron lo suficientemente cerca para escucharlo.—Empecé a pensar que no vendrían nunca y me estoy muriendo de hambre.
—Tú siempre tienes hambre—comentó Eddy en voz baja ganándose una mala mirada de parte del mayor.
—Lo siento—se disculpó Jos con una pequeña sonrisa apenada—pero tenía que terminar esto hoy.
—Bueno ¿nos vamos?—preguntó Nicolle impaciente, deseando llegar a su casa para ver a su padre.
—Vamos—aceptó Erik con una pequeña inclinación.
—¿Creen que ya haya llegado?—preguntó Eva emocionada.
—Sí, me parece que ya llegó, siempre vuelva antes de que nosotros lleguemos—contestó Erik sin querer quitarle la emoción.
—Sí, tienes razón—asintió Nicolle.
Cuando estaban a una cuadra de su casa sintieron que la temperatura bajaba, todos sabían que significaba, Eva y Nicolle intercambiaron una mirada para después salir corriendo hasta los brazos de su padre que estaba en el jardín de la casa esperándolas.
—¡Papá!
—Eva, Nicolle ¡están preciosas!—dijo Christian mirándolas, aunque no le dio tiempo de verlas mucho porque en ese momento salieron Jack y Victoria, la cual al igual que sus hijas se lanzó a los brazos de su amado, mientras que Jack se paraba en el umbral de la puerta junto a sus hijos, que se habían parado ahí a ver lo que sucedía.
Ambas hermanas se separaron de su padre para que su madre lo saludara y se pararon junto a sus hermanos, Erik le pasó un brazo por los hombros a Eva, quien lucía una radiante sonrisa en su rostro, por un segundo había olvidado sus celos aunque Erik estaba segura de que un minuto lo recordaría y como consecuencia no le hablaría durante un tiempo.
Cuando Victoria soltó a Christian. Eddy y Jos se acercaron a él, a pesar de que sus instintos no soportaba que estuvieran cerca, los tres le habían tomado cariño y habían aprendido a dominar su instinto, si vives con dos sheks todos los días aprendes a dominar tu instinto aunque no quieras; y lo abrazaron con cariño, aunque no duro mucho por el instinto de los niños y del shek.
—A ustedes también los eché de menos—comentó Christian despeinando la trenza que llevaba Jos en el cabello, desde pequeña la niña detestaba que le hiciera eso, lo cual provocaba que el shek lo hiciera cada vez que la veía.
La joven negó con la cabeza divertida. El shek le colocó una mano en el hombro a Erik con una media sonrisa que el chico le devolvió, después de esto le tendió la mano a Jack quien la aceptó con una sonrisa, después de tantos años al final habían logrado dominar su instinto.
—Bueno, voy a servir la comida, niños vayan a cambiarse y después pueden seguir hablando con Christian—ordenó Victoria mientras entraba en la casa y su familia la seguía.
—Ya vamos mamá—dijeron todos a la vez.
En cuanto los jóvenes subieron a sus habitaciones, Christian empezó a contarles que Shizuko había encontrado el planeta del Séptimo, pero la nueva reencarnación del Séptimo, Assher, no quería que volviera hasta que hayan conquistado la Tierra y atrapado a Eva y Nicolle para que ellas dirijan a los sheks a el planeta del Séptimo.
—¡No!—exclamó Victoria con lágrimas en los ojos—son sólo niñas.
—No permitiremos que les pongan un sólo dedo encima—le prometió Jack mientras la abrazaba en un intento de consolarla.
—Lamento tener que decirles que eso no es todo—ambos volvieron su mirada hacia él— hay un problema en Idhún—vaciló un segundo antes de continuar.
—Continua por favor—le suplicó Victoria.
—El Séptimo quiere reconquistar Idhún—terminó Christian en un susurro.
—¡¿Qué?!—gritó Jack poniéndose en pie. Victoria señaló hacía arriba con un gesto significativo—creí que no volvería después de que los dioses lo expulsaran—añadió bajando la voz.
—Así es—asintió Christian—yo también lo creí, pero él cree que está vez no fallará y hay otra profecía, aunque no estoy al tanto de que es lo que dice exactamente, lo único que sé es que nos involucra a todos.
—A todos—repitió Victoria a punto de desmayarse —¿porqué nos hacen esto?
—No lo sé—contestó Christian con una mirada de comprensión en sus ojos de hielo.
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—¡Erik!—llamó Victoria—¿puedes venir un momento aquí, por favor?
—Ya voy, mamá—dijo Erik bajando las escaleras de dos en dos hasta el comedor donde lo esperaba sus padres y Christian.
—¿Podrías quedarte con los niños esta noche y mañana?— le preguntó Jack en cuanto llegó.
—Claro—contestó Erik—¿van a salir?—preguntó con curiosidad.
—Sí, pero ten mucho cuidado, y no los dejes solos—contestó Victoria muy seria, lo cual preocupó al joven.
—¿Está todo bien?— quiso saber Erik preocupado— ¿pasa algo en Idhún?
—Ya te lo diremos cuando volvamos— dijo Christian, desvió la vista a la ventana un segundo antes de volverse de nuevo hacía Erik—bueno, es hora de irnos, no los pierdas de vista.
—Bueno, hasta pronto—se despidió Erik besando a su madre en la mejilla a modo de despedida.
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—¿Puedo pasar?—preguntó Erik tocando la puerta del cuarto de su hermana después de decirle a sus hermanos que sus padres se acababan de ir.
—Claro—dijo Eva poniendo el libro que estaba leyendo en la mesita de noche, y le hizo un gesto con la cabeza para que entrará.
—Nuestros padres acaban de salir—empezó Erik —dicen que volverán mañana en la noche o pasado mañana.
—Que extraño ¿no crees? ayer los vi muy raros, y anoche me pareció oír a mamá llorando—comentó Eva pensativa— yo no creo que sea sólo un simple problema en Idhún.
—Sí, yo también lo noté, creo que nos están ocultando algo, siento que hay grandes problemas en Idhún —le dio la razón Erik preocupado.
—Bueno ya no lo dirán en su debido momento—dijo Eva que como siempre le buscaba una solución simple a su problema. Erik asintió caminando hacia la puerta.— ¡Y no creas que he olvidado lo de Hazel! —exclamó cuando el chico cerró la puerta tras de sí, este negó con la cabeza divertido, los celos de su hermana no eran para tomárselos a la ligera.
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Había pasado 15 años y aún seguía en ese infierno con aquellas personas que hablaban en un idioma que no conocía, que lo trataban como si fuera un tonto que no sabe nada y aquellas máquinas que todos adoraban porque parecían dragones, pero todo eso va a acabar pronto, porque pronto volvería a su tierra y ahí les diría a todos lo que había visto y así podría hacer que todos ellos se arrepentirán, ya lo verían.
—Oye tú, ven aquí y trae al prisionero.
—Ya voy, camina, deja de escribir en esa cosa, camina—dijo un hombre, mientras lo agarraba de el cuello de la camisa y lo obligaba a caminar.
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—¡Por fin en casa!—exclamó Victoria, viendo aquel cielo que tanto había extrañado, aquel cielo con tres soles.
—No estamos aquí de vacaciones, Victoria—le recordó Christian— tenemos trabajo que hacer.
—Sí, ya lo sé, es sólo que llevo mucho tiempo queriendo volver—se excusó Victoria.
—Lo sé—dijo Jack— pero Christian tiene razón, ahora tenemos que hablar con un oyente que haya escuchado la profecía y en cuanto más rápido lo hagamos, mejor.
—Sí, debemos evitar que alguien nos reconozcan y creo que será mejor que vuestros amigos no sepan que estuvimos aquí—dijo Christian, mirándolos por debajo de la capucha que cubría la mayor parte de su rostro.
Ambos asintieron en silencio mientras caminaban hacia la cuidad de Awa. En el camino se encontraron uno que otro feérico que los miraban con curiosidad, pero para alivio de la Triada ninguno los reconoció.
"Que diferentes serian las cosas si supieran quienes somos"—pensó Jack con amargura, le hubiera gustado poder estar en Idhún sin que toda la gente se les quedara mirando como a los grandes héroes de la profecía o como los traidores que se habían aliado con un shek, que simplemente los vieran como a unos humanos más.
Pronto llegaron al Oráculo de Awa donde los recibió un sacerdote celeste que les preguntó que quienes eran y a que venían, los tres se quedaron mirando un momento preguntándose en silencio que decir, hasta que Christian decidió hablar.
—Somos amigos del Venerable Ha-Din, venimos a hablar con él—dijo Christian mirándolo a los ojos.
—Bien—dijo el sacerdote no muy convencido, al ser un celeste tenía acceso a sus emociones y sabía que algo andaba mal, pero lo que Christian les había dicho era cierto, de modo que no lo pudo desmentir y no le quedó más remedio que confiar en lo que ellos le decían—si tienen la amabilidad de seguirme.
Siguieron al celeste hasta una sala donde habían cinco sacerdotes entre ellos el Padre Venerable, el cuál los reconoció apenas los vio, el celeste, que los había guiado hasta allí, empezó a disculparse por interrumpir la reunión, pero tenían visitas que ocupaban hablar con el Padre.
—No quisimos interrumpirlos pero necesitamos hablar urgentemente con el padre, no les quitaremos mucho tiempo—dijo Jack cortando el incómodo silencio que había producido su interrupción.
—Descuida no hablábamos de nada importante—dijo Ha-Din con amabilidad—¿nos permiten un momento?—añadió dirigiéndose a los sacerdotes.
—Con su permiso—dijo el celeste, mientras salía de la sala, seguido de los demás sacerdotes.
—Ya pueden quitarse esas capuchas—dijo el Padre Venerable, mientras cerraba las cortinas de la habitación, para que nadie pudiera verlos a pesar de estar a ocho pisos del suelo, pero era mejor ser precavidos.
—Gracias por recibirnos Padre—le agradeció Victoria, mientras se quitaba la capucha que le cubría el rostro—sabemos que esto lo puede meter en problemas, pero créame que no hubiéramos venido de tener otra opción.
—Lo sé, no te preocupes por eso, díganme ¿en que puedo ayudarlos?—preguntó Ha-Din muy serio.
—Necesitamos saber que dice la nueva profecía—empezó Jack sin rodeos—sabemos que habla de nosotros pero no sabemos que tenemos que hacer.
—Ahora se porque están aquí—murmuró el Venerable en voz baja—La profecía dice que un dragón, un unicornio y un shek guiaran a las cinco personas con tres almas distintas a la última batalla contra el Séptimo, pero sólo uno podrá terminar con el Séptimo de una vez por todas—finalizó en un susurro.
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