9. El monstruo está aquí

"El molino ya no está; pero el viento 
sigue, todavía."
- VAN GOGH, carta a théo.


SELENE

Tomé la caja enorme de cereal y vertí un poco en la taza marrón con flores encima de la encimera de la cocina.

Había sido una mañana lluviosa, el roció empapaba cada una de las flores en el jardín, vertiendo la humedad en cada una de las hojas hasta lavarlas completamente, las veía fijamente a través del ventanal de la cocina que abarcaba casi toda la extensión de la pared frente a mi, el marco de madera pintado en color blanco estaban tomando un tono amarillo producto del paso del tiempo. Un par de niños se dibujaron en la escena como un suave espejismo, jugueteaban con pintura mientras ayudaban pobremente a una madre a pintar la madera con el mismo tono, reían con tanta energía que incluso podía oír el eco lejano en las paredes.

Ese había sido un recurso preciado.

La noche anterior, en cambio, había sido una remembranza constante y desoladora. No logré conciliar el sueño en absoluto. Mi mente era un torbellino. Apenas tenía suficiente control esta mañana para tomar el frasco de leche sin derramar su contenido mientras temblaba con cada exhalación corta y entrecortada. El pánico que me consumía desde el anochecer era evidente en cada fibra de mi ser.

Había desechado lo que quedaba de mi suéter en la basura. En realidad, me había levantado en plena madrugada, dirigido hacia el patio trasero de la casa y, mientras todos dormían, rocié la prenda con un poco de aceite para motor que encontré en el garaje. Sin pensarlo mucho, prendí fuego a todo, observando cómo el material se consumía con las llamas mientras su olor se disipaba en el vasto cielo hasta desvanecerse por completo. Después, deseché los restos en la basura. Todo esto sucedió en el preciso instante en el que logré salir de mi estado de estupor principal; las profundas ojeras en mi rostro eran la prueba irrefutable de mi noche desvelada. Mientras que Julia, por el contrario, había dormido profundamente como un marmota en coma.

Envidiaba su inocencia y tranquilidad respecto al asunto con la fábrica.

Sin embargo, la situación con el pequeño animal era completamente distinta. Ya no podía simplemente pasar por alto el asunto, ni intentar hacerlo. Me resultaba inconcebible volver a abandonar al gatito, aunque debo admitir que ya no podía mirarlo con inocencia. No podía ignorar el hecho de que, tal vez toda esa dulzura estuviera relacionada con ese lugar maldito. Así que, por más miedo que sintiera cada vez que veía esos enormes ojos azules o acariciaba su delgado pelaje imaginando escenarios donde estuviera relacionado con "la cosa" no iba a abandonarlo.

Decidí que no lo dejaría; por el contrario, trataría de averiguar su conexión con todo.

Había empezado anoche, lo vigilé el tiempo que restó, buscando un indicio de que estuviera maldecido o fuera tal vez, un gato endiablado. No pasó nada, no hizo absolutamente nada más que dormir y tomar la leche fría que aún quedaba varada dentro del recipiente de plástico.

El pobre solo estaba anémico y abandonado. Pero entonces ¿Cómo había llegado mi suéter hasta él?

Nada de esto tenía sentido.

- Tierra llamando a Selene – creo que me estoy volviendo loca - ¿Me escuchas Lena?

- Umm – respondí, mientras metía la cuchara dentro del cereal y luego en dirección a mi boca.

Julia estaba parada detrás de la encimera, con su pijama de oso panda peludo y sus sandalias con garras; vertiendo café en una enorme taza de chocolate que tenía garabateado en su lisa superficie con letras curvas "Feliz Dia del padre", para luego ofrecérmela.

- Te hace falta – empujó el recipiente en mi dirección – Tómatelo todo.

Deje el recipiente con el cereal endulzado sobre la encimera de la cocina para tomar la taza caliente de elixir negro y llevarlo a mis labios, una enorme mueca se formo en mi rostro al sentir el amargor del café y el calor abrazador cubrir mi garganta.

- Podrías haberle mezclado un poco de azúcar ¿No? – saque la lengua al intentar enfriar un poco el músculo quemado – O al menos haberme avisado que había un volcán en ebullición en mi taza.

- ¿Ya te miraste a un espejo? – me regaño – Pareces un zombie viviente, el café sin azúcar es bueno para que despiertes, y te dije que estaba caliente.

Me reí sin gana - ¿Cuándo?

- Tuviste una mala noche ¿No? Te lo repetí dos veces. Zombie.

¿Qué me pasaba? La cabeza me daba vueltas, sentía que en cualquier momento podía vaciar todo el contenido de mi estómago dentro del plato con leche, el mismo que al verlo me provocaba a hacerlo. Me pare del banco de madera y camine hacia la ventana de la cocina, la misma que estaba húmeda por las pequeñas gotas de agua que resbalaban por la superficie fría después de la lluvia de la noche anterior.

Tenía que despertar.

La taza humeante de café en mis manos y el amargor en mi lengua gracias al elixir era ciertamente alentadora, me demostraba que seguía viva y coleando.

- Creo que deberíamos hablar sobre anoche.

Tras las cortas palabras mi corazón se desboco detrás de ese montón de huesos endurecidos haciendo que casi soltara la taza, provocando que mi garganta se resecara de miedo al recordar exactamente qué había pasado anoche.

La severidad en el tono de mi amiga me dejaba muy en claro que de esta conversación no podría salir ilesa.

- Creí que ya lo habíamos hablado.

Quería sonar tranquila, esperaba haberlo logrado.

- Si, hablaste de una rata enorme. Lo recuerdo - su voz detrás de mí, me aseguraba que aún no se había movido de la silla en la cocina. Agradecí que no lo hubiera hecho. - Pero aun no me queda claro algo. ¿Estabas hablando con la rata, o había alguien más contigo?

El pánico floreciente se desplazó por el órgano herido, el moretón comenzó a doler, como si sintiera la pregunta recordarle a los nervios para luego apuñalarlo con la realidad. Una realidad que no estaba pensada para decirle.

- No hablaba con nadie. - murmure. Los nudillos de mis manos volviéndose blancos por la fuerza del agarre sobre la superficie caliente de la taza de porcelana.

El goteo de la lluvia fuera de la casa se convirtió en un eco reflectante dentro de la cocina, el goteo del lavaplatos y el zumbido de la nevera nos enmudeció lo suficiente como para escuchar el sonido de la respiración pausada, pensativa de mi amiga. Probablemente pensando en si se lo había imaginado o le estaba mintiendo.

- Entonces, ¿Tampoco había nadie parado en el vestíbulo de la fábrica, no? - Opción dos, inhale un aliento entrecortado. Eligió la opción dos.

Observe la taza en mis manos, haciendo una remembranza de cada instante dentro de ese agujero en el suelo, el aliento caliente en mi mejilla y la amenaza tácita del sujeto aterrador viviendo allí. No podía hacerme una imagen física de él, era simplemente imposible imaginarlo frente a mí, sin la oscuridad de por medio y descubrir a un demonio allí dentro. En el agujero en el suelo.

- Preferiría olvidar todo lo que pasó. Es todo.

El sonido de la silla siendo arrastrado por el suelo fue el indicativo de sus acciones. Se había levantado de su sitio y ahora caminaba hasta pararse a mi lado, su mirada fija en el jardín detrás de la ventana, tal y como estaba la mía.

- ¿A qué le tienes tanto miedo? Fue solo una rata ¿No? - mi mirada se desplazó a sus manos, temblorosas manos que estaban lastimadas, los rasguños abarcando la suave piel. Entonces imaginé a Julia en ese sitio, tratando desesperadamente de encontrar una cuerda entre todos esos escombros, en la oscuridad, removiendo todo con sus manos desnudas hasta lastimarse con algún objeto filoso.

Todo para tratar de sacarme del agujero en el suelo, en donde había estado encerrada con una rata...

- Una rata enorme. - dije, luego sonreí - Fue aterrador si, posiblemente traumático. Así que si, a eso le tengo miedo.

- ¿Seguro que no hay nada más?

Su mirada, llena de una súplica silenciosa, parecía implorarme que acudiera desesperadamente a su llamado. Hizo que deseara romper en llanto.

- Si, eso es todo.

Me miró fijamente, su mirada verde puesta sobre la mía, escrutando en el interior del color claro como si quisiera que ellos mismos le revelarán todos sus secretos, como si estuviera observando a una persona completamente ajena a ella, a nosotras. Mi respiración se aceleró cuando me sonrió, fue una mueca ligera que no llegó a la altura de sus ojos; estaba preocupada y más que todo sospechaba sobre todo el asunto.

- Bien. - dijo, su voz suave debido al ruido que hacía la lluvia al caer fuera de la ventana.

- Bien... - acorde. Desviando mi mirada hacia el jardín, llevando el líquido caliente a la boca y tragando como si no fuera consciente de que me ardía la garganta cada vez que el mismo elixir la traspasaba, quemando cada músculo como si solo fuera papel expuesto al fuego de una llama ardiente.

El sonido de una notificación cubrió el silencio que nos había rodeado por algunos largos segundos. Julia sacó el teléfono del bolsillo canguro de su pijama, revisó la notificación, desplazando los dedos por la superficie plana, entonces dejó la taza de café que sostenía en sus manos para caminar hacia la repisa de la cocina. Su expresión dejaba mucho que desear.

- Esto está de mal en peor – murmuró - tu papá está afuera.

Escupí con fuerza el líquido caliente en mi boca.

- ¡¿Qué?!

Su rostro se convirtió en una mueca – Si... Está preocupado porque no respondiste el teléfono.

Me llevé las manos a la cabeza, dejando la taza sobre la mesa de madera en donde reposaba un florero con rosas, justo al lado de la ventana – Me va a matar.

No había olvidado la última vez que dormí afuera sin haberlo planeado, fue durante las vacaciones de mitad de año en la secundaria. Me escapé con Juli una noche para ir a un autocinema que permanecía abierto toda la noche, proyectando la misma película una y otra vez. Nos quedamos dormidas dentro del vehículo, con montones de frituras en las piernas y una enorme botella de soda derramándose sobre los asientos delanteros del auto de mi papá.

Fue durante una de mis primeras rupturas amorosas. A la mañana siguiente, el hombre estaba allí, parado frente a la ventana del auto, con los brazos cruzados sobre su pecho, una barba de varios días sin afeitar y la camisa que usaba para dormir todavía puesta encima. Aún puedo recordar la expresión de desaprobación en su rostro. Después de ese día, se me prohibió usar el auto, había arruinado los impolutos asientos de su Chevrolet Camaro Z28 de 1969.

Era su auto favorito dentro de su colección de Camaros. La limpieza de ese auto me costó una fortuna, aún recordaba todas las jornadas que tuve que tolerar paseando perros solo para pagarlo.

Agarré a Juli por los brazos y la sacudí. – Mátame. Prefiero que seas tú la que acabe con mi vida.

- No seas exagerada – se quejó -, sólo no ha sabido de ti en toda la tarde de ayer y parte de esta mañana, no es para tanto.

- ¡¿No es para tanto?! – mi papá era la típica clase de padre sobreprotector y malhumorado -, mi vida está arruinada.

Me arroje sobre el suelo en un gesto de resignación imaginando su ceño fruncido y el discurso que tendría que soportar completo

- Solo responde al teléfono, dile que estás bien, fin.

Me acerco su teléfono al rostro, en la pantalla encendida se veía la llamada intermitente de "Señor Baltazar" insistiendo una y otra vez.

- Se nota que no conoces a mi papá. Sabrá que le mentí, es muy bueno en eso.

Juli resopló al tiempo en que se daba la vuelta y respondía al otro lado de la línea, negando suavemente con la cabeza - ¿Hola? Sí señor... no, ella está aquí... si, se está bañando... claro yo le digo...

Mi atención estaba puesta en la puerta de la casa, la madera negra lucía vieja, olvidada mientras protegía mi presencia de la persona que estaba, probablemente afuera. Me sentí por un instante insegura de lo que le diría, conocía bastante bien lo que pensaba mi papá acerca de dejarlo sin noticias, incomunicado. La preocupación en sus ojos sería difícil de presenciar.

Después de haber perdido a mi mamá, durante el funeral lo había visto en su rostro.

Se sentía perdido, la expresión que tenía era tan dolorosa de admirar que estaba completamente desolada, mucho más por el que por mamá. Recuerdo que habia estado haciendo un dia fresco, habia mucho viento; las sombrillas habian volado una tras otras, contrastando el negro en su material contra el cielo azul que se reflejaban ese mismo dia entre las nubes blancas del cielo. Habría sido un día que mamá hubiera amado.

El día de su funeral.

Lo había visto por horas frente a la tierra fresca que cubría el ataúd de mi madre, solo parado allí, sin hacer nada. Cuando todos se habían ido, después de horas e incluso después de que anocheció él seguía en la misma posición. Era pequeña pero lo había entendido todo, había perdido al amor de su vida, la compañera que siempre estuvo a su lado y no sabia que hacer al respecto. Aun recuerdo que, aunque su rostro lucía sereno había estado apretando sus músculos tan fuerte que rompió la piel de sus manos hasta hacerlas sangrar; sin embargo, después de llegar a casa, se puso mucho peor.

Después de empacar todas las posesiones de mama, aun con la caja abierta y sus vestidos encima de la cama, mientras admiraba el bordado de flores que había hecho ella misma en una camisa blanca que le había regalado, se había derrumbado en el suelo, tomó todos los vestido en su pecho y lloro como un pequeño niño desolado.

Me había roto el corazón.

No quería volver a ver una expresión de esas en su rostro. No quería salir y enfrentar la preocupación en su rostro sabiendo perfectamente que yo era la causante de ello.

Juli me tomó por los hombros y me sacudió. Desvíe el rumbo de mis pensamientos hacia ella, su rostro resplandecía contra suave luz de la mañana, tenía una expresión de alegría en su rostro, los hoyuelos en las mejillas eran tan bonitos de mirar que tuve que detenerme por un momento y admirar el suave tono rosado de sus mejillas. Ella lucía tan bonita y a la vez tan fuerte que la admiración que sentía aumento en mi pecho en bocanadas enormes.

- Bien, te di media hora. Es mejor que ya te levantes y pensemos qué le vas decir al señor Baltazar.

- Te había dicho antes que te amo.

Sonrió, y los hoyuelos en sus mejillas se profundizaron.

- Un millón de veces que recuerde.

- Pues te lo digo una vez más. Te amo, no se que haría sin ti.

Dejó el teléfono encima de la mesa de cocina y me levanto del suelo.

- Andas muy romántica últimamente. ¿Piensas confesarme tu amor? Porque temo decirte que estoy comprometida con alguien más.

Me lleve una mano al pecho, fingiendo sorpresa y consternación.

- ¿Estás engañándome? No puedo creerlo, estoy indignada.

Me dio un suave manotazo mientras reía. - No juegues, Maicol nos puede malinterpretar.

- El puede malinterpretar lo que quiera, excepto mi amor por ti.

Si eligiera algún otro momento en este mismo instante no podría desear nada más que la vista de mi mejor amiga riéndose de mis pobres coqueteos, mientras me jalaba hacia las escaleras arrastrando sus pantuflas enormes de peluche de felpa, haciendo ese sonido con su garganta mientras soltaba esa carcajada entrecortada.

- También te amo. - dijo.

- ¿Entonces puedes decirle a mi papá que me fugue del país?

- ¡No vas a hacer una cosa de esas!

- ¿No puedo? - pregunte, mi rostro haciendo un puchero.

- Me mata y luego te mata a ti.

Subi cada peldaño con lentitud, arrastrando los pies con pereza y resignación. Me pesaba cada centímetro del cuerpo, como si llevara encima cien kilos de puro hierro.

- ¿Qué le voy a decir? La misma excusa no funcionará dos veces.

Al llegar al final de la escalera, el sonido de una puerta siendo abierta me distrajo de mi desdichada existencia con la vista de un joven torso en toalla saliendo de una habitación en penumbra. Maicol se deslizó por el pasillo, indiferente a nuestra presencia, tenía un par de audífonos y cantaba a pulmón herido mientras se introducía a la habitación de su hermana, justo al frente de la suya.

Su torso estaba al descubierto, sus músculos abdominales un poco marcados y su cabello castaño empapado era una vista interesante en cuanto nos acercamos al marco abierto de la puerta y nos apoyamos en la madera con los brazos cruzados.

Tomó una de las cremas corporales de Julia como si fuera un micrófono y luego hizo una pose de rockero mientras elevaba el tono de su voz y vociferaba como si fuera un cantante de rock and roll. Miré a Julia en ese momento y ella hizo lo mismo conmigo. El silencio que se generó entre nosotras después de ver la escena solo aumentó la risa que brotaba como un volcán en ebullición dentro de nuestras gargantas.

Nos inclinamos al mismo tiempo hacia adelante mientras la carcajada ahogada surgía desde el rincón más oscuro de nuestro estómago.

Avance hacia adelante, mientras el aludido se inclinaba hacia atrás apático a nuestra presencia. Toque uno de sus hombros, la tensión en su musculatura aumento lo irónico del momento. Se giró como si al tocarlo lo hubiese quemado, dando un salto hacia atrás y retrocediendo hasta que chocó contra el cajón de ropa de su hermana.

- Buenos días, terroncito. – lo saludé, con una enorme sonrisa.

Su tierna cara de bebe se enrojeció a tal punto que estaba segura que explotaría. Entonces corrió a su habitación como si su vida dependiera de ello, llevándose la crema humectante en el acto.

Rei con más fuerza.

- ¡No olvides devolverla! - Gritó su hermana ante el azote de la puerta detrás de ella.

- ¿Cómo puede ser tan adorable? - caí sobre la cama de Julia mientras ella ingresaba a la habitación y cerraba la puerta. - Te juro que un día de estos voy a comérmelo a besos.

Mi mejor amiga se acostó a mi lado mientras reía, el impacto de su cuerpo contra la suave superficie hizo rebotar el colchón.

- No lo hagas, lo avergonzaras más.

- ¿Por qué no puedo hacerlo? Es tan tierno que me sorprende la facilidad con la que me deja molestarlo. - Inhale, recuperando aire. - Aunque conociendo su carácter... probablemente no vuelva a hablarme en un buen tiempo.

- Probablemente.

Reímos durante algunos segundos más hasta que recordé que mi papá estaba esperándome afuera y yo aún no tenía idea de que iba a decirle. La sonrisa se deshizo de mis labios tan rápido como llegó y esa opresión en el pecho se hizo más fuerte mientras me levantaba de la cama y asomaba un poco de mi rostro por la ventana, echando un vistazo hacia afuera.

El negro Camaro está parqueado frente a la casa.

- ¿Qué voy a hacer? - Me repetí en voz baja, apartándome de la ventana.

- Puedes decirle la verdad.

La miré con incredulidad.

- ¿De verdad?

Levantó sus brazos en son de rendición - Está bien. Mala idea.

Me deslice con desdicha hacia el baño, el momento se había derretido tan rápido como llegó, dejando solo esos retazos de dolor estomacal después de una buena broma.

- ¿Tienes algo de ropa que puedas prestarme?

Afortunadamente teníamos la misma talla.

- Déjame ver...- la escuche decir mientras me inclinaba sobre el lavamanos y enjuagaba mi cara con agua extremadamente fría. El escalofrío me recorrió la piel del cuello, haciendo erizar hasta el más pequeño vello de mi cuerpo - Aquí tienes.

Julia dejó un conjunto de ropa sobre la taza del baño, el estampado de Keanu Revees sobresalía entre toda la tela negra, su rostro apenas visible entre el tejido arrugado de la camiseta. Le agradecí, cerrando la puerta del baño y cambiándome con lentitud pausada.

Los pensamientos se deslizaron por mi mente mientras la camisa lo hacía por mi cuerpo. El endurecido musculo sobre mi peso, aplastandome los huesos y asfixiando la poca respiracion que habia podido recolectar, un hoyo negro, tan negro como la oscuridad que ahora abrazaba cada uno de mis recuerdos, envolviendolos en un vals macabro de memorias aterradoras y amenazantes y ese olor, tan condenadamente fuerte, era como si de alguna manera ese aroma me siguiera en cada cosa que habia hecho despues de despertar.

Era espantoso, extrañamente electrizante.

Sacudí los pensamientos con un golpe seco en las mejillas, ahora no era momento de pensar en esa cosa de nuevo. Salí del baño y minutos después de la casa. Mi papá estaba apoyado contra el auto, con los brazos cruzados sobre su pecho, su expresión era una amalgama de emociones furibundas, lo sabía por la manera en que fruncía sus labios en mi dirección o por la arruga que aparecía entre sus cejas.

Abracé a Juli, despidiéndome y suplicando una vez más que me ayudara contra el troll que me esperaba a unos metros ; sin embargo, mi amiga solo sonrió con cierta incomodidad y luego me entrego al pequeño animal peludo, envuelto en una suave manta. Tome al pequeño gatito en mis brazos, casi apachurrándolo contra mi pecho, sus ronroneos me distrajeron momentáneamente del agotador momento.

- Te visitaré después - dijo, luego miró en dirección al auto, donde aún estaba mi papá, sin moverse un centímetro-.Me escribes después.

"La clave", pensé. Era una manera sutil de referirnos a encontrarnos más tarde para hablar de lo que pasaría, en caso de que alguna de nosotras estuviera en problemas. Si una de las dos utilizaba esa palabra, la otra lo sabría y vendría corriendo en ayuda.

Era nuestra forma de protegernos mutuamente.

Asentí con lentitud, sonriendo levemente. Entonces me di la vuelta y afronte el destino que me esperaba. Todavía no sabía que decirle, la cabeza me daba vueltas, como si estuviera en una montaña rusa sin cordón de seguridad.

Su mirada seria fue lo primero que percibí al levantar el rostro en su dirección, tenía los brazos cruzados sobre su pecho, como todas aquellas veces en que sabía que me iría mal; trate de sonreír, pero lo unico que salio fue una extraña mueca, el gatito en mis brazos se revolvió levemente tratando de mirar alrededor.

- Entra al auto - ordenó, el tono que uso tenía una profundidad demasiado severa, la recriminación en su voz cada vez más evidente.

Sin decir una palabra, rodeé el Camaro e ingresé por la puerta del copiloto. Mi papá hizo lo mismo, esta vez por la puerta del piloto, encendió el auto y avanzó hacia casa sin decir nada. Al mirarlo de reojo, pude darme cuenta por la arruga en su ceño y su respiración tranquila que estaba realmente molesto. Sabía que tenía que decir algo, pero no se me ocurría nada. En ese momento, el peludo en mi regazo emitió un maullido corto pero lo suficientemente audible como para romper el silencio en el auto.

- ¿Qué es lo que traes ahí? - dijo sin mirarme, su atención puesta en la carretera.

Vacile - Un gatito.

Giró su mirada a mi regazo y luego de nuevo a la carretera - ¿Por qué tienes un gato? Y ¿Dónde está tu ropa? Se perfectamente que lo que llevas puesto no es tuyo. - Giro el auto en una curva, la velocidad era lo bastante segura como para mantener su atención no solo en el camino. - Pero más importante - su voz era perfectamente calma - ¿En dónde estuviste anoche?

Trague en seco tratando de regular mi respiración, sabía que cada signo de nerviosismo sería detectado por él, era su trabajo después de todo hacerlo. Este era el momento más importante de todos, sabía muy bien que no podía decirle que había ido a el único sitio al que me había prohibido ir y mucho menos decirle que caí por un agujero y fui atacada quien sabe porque.

El galope de mi corazón era cada vez más fuerte, podía sentir la sangre caliente circulando por mis venas hacia la parte trasera de mi cabeza, acaricia el pelaje del gatito en un intento pobre de calmarme.

- Anoche... Me encontré con Fara - no era una mentira, no lo era. Un sonido reprobatorio salió de su garganta cerrada. - Y, bueno tuvimos una pelea - tampoco era mentira. - Mi ropa se arruinó así que Julia me prestó algo de su armario.

- Eso no explica al gato.

- Lo encontré en un basurero, no iba a dejarlo ahí.

No podía mirarlo directamente o hacer nada en particular, los nervios recorrían cada parte de mi cuerpo como advirtiendo que no me creería. Mis disputas con Fara eran bien conocidas por mi papa, la razón no tanto.

Un largo suspiro fue lo que recibí como respuesta - Esta situación ya me esta cansando, esa niña y tu ¿A que se supone que están jugando? Tendré que hablar con sus padres.

- No soy una niña.

- Te comportas como una, así que te trataré como a una.

- ¿Qué se supone que significa eso?

La situación me dejaba un mal sabor de boca, la seriedad que portaba mi papá solo lo hacía más real, él solo se comportaba así en momentos delicados.

- A partir de ahora tienes prohibido acercarte a Fara. Irás a de la casa a la universidad y en viceversa, si quieres ver a Julia entonces ella tendrá que venir, si te escapas le prohibiré a esa niña entrar a la casa.

- ¡Papá!

El auto frenó en seco, casi haciendo que soltara a pitufo por el movimiento repentino, papá giró el auto y lo parqueo al lado del camino, luego se giró hacia mí, su expresión era tan furibunda que tuve que contener un jadeo de sorpresa.

- Escucha bien Selene - Él solo utilizaba mi nombre cuando en verdad estaba molesto - Estuve llamándote toda la condenada noche, llame a casa de Julia y nadie respondió y entonces cuando lo hace ya es de mañana y me entero que mi hija perdió el teléfono, la ropa, que se volvió a mezclar en una pelea de calle y terminó totalmente golpeada. Además, no es capaz de llamar a su papá ni una sola vez en toda la noche para avisarle en donde estaba ¿Sabes lo preocupado que estaba? Estuve a punto de llamar a la policía porque estaba seguro de que algo te había pasado. No puedo creer que seas tan imprudente y sobre todo tan egoísta.

La culpa me invadió a una velocidad asombrosa y para rematar, un intenso ardor en mis ojos presagiaba las lágrimas que estaban por venir. Hice un esfuerzo por mantener la compostura en el asiento del auto, luchando contra las ganas de desmoronarme y llorar. Era lo último que deseaba hacer; mi única misión en este mundo era no causarle sufrimiento a mi papá, y una vez más, lo había herido.

- Lo siento. - murmure con la cabeza gacha - No fue mi intención preocuparte.

Papá no dijo nada más, el camino a casa fue silencioso y sobre todo devastador.

Me encerré en mi habitación con el pequeño gatito, a quien dejé junto a mi, sobre la cama. No pude precisar el momento en que me quedé dormida, pero cuando desperté, todo el dolor de los músculos y la culpa me invadieron completamente, azotaban mi cuerpo como si inconscientemente me estuviera castigando a mi misma.

El pequeño animalito seguía a mi lado, durmiendo plácidamente. Apenas entraba luz por las ventanas, estaba anocheciendo. Agudice el oído mientras me levantaba de la cama, tratando de averiguar si mi papá estaba en la planta baja, trabajando o quizá ya había salido a cubrir su turno en la fábrica.

Segundos después estaba de camino a la cocina, no había nadie en casa. Calenté algo de leche en un recipiente y subí algunas toallas, necesitaba distraerme y pitufo necesitaba un baño.

Algunos minutos después dormía profundamente en mis piernas mientras secaba su delgado cabello con una toalla, me había dado cuenta que no le molestaban los baños; de hecho, parecían agradarle, ahora tenía un suave olor a lavanda. Lo dejé sobre la cama mientras tomaba una segunda toalla y me internaba en el baño, era mi turno de ducharme.

Aun me ardían los rasguños y moretones al exponerlos al agua, intente tallar lo mejor que pude la piel sin lastimarme, era una buena manera de distracción, pero cuanto más lo intentaba más propensa era a terminar pensando en esa cosa. De eso me había dado cuenta, el único momento en que logré que desapareciera por completo de mis pensamientos fue mientras dormía, pero al despertar, ahí seguía. Como una sombra acechante.

Me puse la pijama inmediatamente después de salir, aunque hubiese dormido parte de la mañana y parte de la tarde seguía teniendo un cansancio mortal, como si mis energías estuvieran siendo drenadas de alguna extraña forma.

Quería llamar a julia, pero no tenia mi teléfono móvil así que decidí hacerlo con el teléfono fijo de la casa. Salí del cuarto y baje las escaleras, estaba justo en la sala de estar, encima de la mesita de café que papá había instalado hace poco. Encendí las luces, caminando lentamente para evitar el dolor de la pierna, el silencio sería ciertamente ensordecedor si no estuviera acostumbrada a él. Normalmente así eran todas mis noches, estuviese o no mi papá.

Tome el aparato de plástico, haciendo marcación rápida a la casa de Julia, sonó el primer timbrazo y fue entonces que me di cuenta de la oscuridad de la cocina. La sala de estar tenía una vista especial del sitio, podía ver claramente todo lo que sucedía en la cocina desde mi lugar, solía quedarme aquí de pequeña mientras veía a mi papá moverse en el sitio, cuando hacía de cenar.

Sonó por segunda vez el timbre del teléfono y fue entonces cuando mi corazón se aceleró, estaba segura de que había dejado las luces encendidas al bajar por la leche para el gato y el resto de las toallas. Escuche el tercer timbrazo y la garganta se me reseco al vislumbrar una alta figura moverse en la oscuridad, las extremidades me temblaron como si estuvieran hechas de tela y fueran expuestas al viento violento de agosto.

La línea dejó de sonar al escuchar la voz de Maicol al otro lado de la línea, solté el material de plástico cuando lo vi moverse en la penumbra de la cocina, era alto, muy alto para ser mi papá. El latido de mi corazón resonó en mis oídos, dejándome completamente sorda al parlante del teléfono que se meneaba colgando fuera de su sitio.

La mandíbula me tembló al vislumbrar el inicio de las escaleras, hacia mi cuarto. Las temblorosas extremidades apenas me respondieron cuando inicie la carrera hacia ellas, tropecé contra el primer escalón, golpeándome los dedos de los pies con tal fuerza que el quejido se escapo involuntariamente, la adrenalina me invadió al instante, dándome el impulso para saltar tres escalones a la vez, hacia la seguridad de mi habitación. 

El terror se estrelló contra mi espalda al escuchar un sonido bajo y grave proveniente de la cocina.

Ingresé a la habitación jadeante, el aire apenas entraba por los pulmones, cerré la puerta con fuerza, poniendo a la vez el seguro. Retrocedí, mirando fijamente la madera y tratando de escuchar si había algún ruido en la planta baja; sin embargo, no había nada, no se escuchaba nada además de mi respiración jadeante y el sordo latido de mi desbocado corazón.

El silencio, aquel que me había tranquilizado con anterioridad ahora hacía que se me erizaran los vellos del cuerpo, retrocedí de nuevo hasta chocar contra la cama y sentarme en un movimiento torpe.

Tal vez lo había imaginado todo, seguramente apague las luces como reflejo y no me di cuenta de ello. Tal vez no había visto una silueta sino el abrigo de papá colgado junto a la puerta de la cocina. Tal vez simplemente me estaba volviendo loca, si eso tenía que ser.

El movimiento repentino en mi visión periférica me hizo girar el rostro como si me hubieran impulsado con una resortera hacia la ventana de la habitación. Allí, donde colgaban las largas cortinas, la oscuridad de la noche era tan densa que no podía discernir nada afuera. Sin embargo, lo que acechaba no estaba en el exterior de mi casa, sino en el interior. Dos ojos negras me miraban fijamente junto a la ventana, el pozo oscuro de sus cuencas me dejó sin aliento. Estaba paralizada en la cama, y aún más asustada cuando una sonrisa se dibujó en esa expresión sombría de una manera burlona y perturbadora.

- Tú y yo tenemos cuentas pendientes. - dijo y la ronquera del sonido me estremeció las entrañas.

Era el monstruo, estaba aquí.

¡Holii!

Sé que he estado desaparecida últimamente, y les pido disculpas por eso. He estado lidiando con un bloqueo creativo bastante fuerte, pero estoy tratando de superarlo y volver a escribir para ustedes.

Este último capítulo ha sido un verdadero desafío, ¡pero aquí está! Espero que les guste y que valga la pena la espera. 

Si quieren mantenerse al tanto, les dejo mi Instagram, aunque he estado un poco desconectada de las redes últimamente. 

A partir de ahora, prometo escribir más seguido. ¡Gracias por su paciencia y apoyo! 

LOS AMOO 

IG: lacassia_2001

Tik Tok: lagisse_2001

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