Guía

Esa mañana Eunbi se había levantado antes de que el sol saliera y se dedicó a contemplar el perfil de su amada, sintiendo como su corazón se aceleraba cada vez que los rayos solares cambiaban su tonalidad para teñir sus labios de amarillo, rojo, rosa o anaranjado. Quería besarla, pero habían acordado no hacerlo mientras la otra estaba dormida. Cada beso, caricia y abrazo debía ser bajo absoluto consentimiento.

Para su fortuna, luego de varios minutos Yerin abrió sus ojos resplandecientes directamente en dirección a su novia y la sonrisa deslumbrante que apareció en su rostro poco después de distinguir su figura iluminó su rostro con más intensidad que el sol. Extendió sus dos brazos hacia Eunbi, en busca de un abrazo y, tan pronto como unieron sus siluetas, compartieron una docena de besos ligeros que apenas permanecían lo suficiente para hacer cosquillas en los labios de la menor muchachas.

—Dame un beso de verdad— su risa era tan diminuta que apenas podía oírse entre sus susurros.

—Eso hago. No seas rara.

Luego de ese breve momento de juego matutino, Eunbi había decidido acompañar a su alma gemela hasta la plataforma, pues sentía que no quería despegarse de ella en lo absoluto. Caminaron de la mano, sin apresurarse aunque el día ya estaba iluminando la pequeña villa humana en la Yerin trabajaba, y aunque no se propusieron ser el centro de atención, todos los demás ángeles las contemplaban como si fueran un misterio de la naturaleza.

Después de tanto tiempo seguían actuando como recién enamoradas.

Al llegar a destino, volvieron a compartir un beso infinito sin siquiera preocuparse de respirar y Eunbi estaba gratamente sorprendida de que esa mañana su compañera no demostrara vergüenza por demostrarse afecto en público. Solo los primeros aleteos les advirtieron que se estaba haciendo demasiado tarde.

—Mucha suerte, cariño— dijo Eunbi con una pequeña sonrisa dulce, acunando con ambas manos el rostro rojizo de su novia.

Yerin tenía el semblante bañado de un rojo resplandeciente que demostraba que, en efecto, se había sentido apenada por el beso. Estaba dando su mejor esfuerzo por disimularlo.

—Nos vemos esta noche.

Finalmente, la joven corrió hasta el final de la plataforma y, dándole la espalda al vacío que solo terminaba en donde empezaba la ciudad, se dejó caer como peso muerto. Pocos segundos después, emergió con las alas extendidas en una figura tan vigorosa que la otra muchacha no podía quitarle los ojos de encima.

Una de las cosas que más adoraba de Yerin eran sus alas.

—Hwang Eunbi— la voz de la Coordinadora de clasificación de Alados se escuchó de pronto tan cerca que Eunbi estuvo a segundos de salir volando de la sorpresa. Miró a la mujer de pie a su derecha, mirándola con una clara sombra de diversión en sus ojos ambarinos—. ¿Puedes venir un momento?

La aludida trató de recomponerse rápidamente, arreglando algunos mechones de cabello tras la oreja y dibujando en su rostro la sonrisa más amable que podía reproducir. Finalmente asintió y revoloteó detrás del ángel, siguiéndola con un fuerte nerviosismo creciendo en sus entrañas.

—¿Ocurre algo, señora?— se atrevió a preguntar en cuanto llegaron a la zona de reuniones, un poco más tranquila de que hubiesen varios ángeles más en ese sector.

La mujer se tomó el tiempo de pasear frente a los ojos de la más joven, sin siquiera hacer un sonido, buscando las palabras correctas para referirse a ella.

—He estado mirándote por un tiempo— su voz era cálida, pero extremadamente rígida. Eunbi sintió que sus alas fallaban y que caería hasta la misma tierra de los humanos ante aquella afirmación. Esperaba que no fuese nada malo—y debo decirte que tienes mucha energía. Será muy bueno cuando seas reclutada.

Repentinamente el humor de la joven se volvió mucho más animado cuando pensó en que ya estaba siendo considerada para tener una ocupación. Su nerviosismo se evaporó en menos de dos segundos y no pudo evitar que una media sonrisa cubiera su rostro, brillando casi tanto como el cielo a esa hora.

—¿Ya ha pensado en una tarea para mí?

—Sí— Eunbi casi se pone a dar vuelta de la felicidad—, la tengo clara, aunque no puedo decírtela.

La muchacha respondió con un pequeño puchero, bajando los hombros por la curiosidad insatisfecha.

—¿Ni siquiera una pista?

—De ninguna manera— replicó la coordinadora con un tono un poco más relajado y risueño—. De todas formas, quiero asignarte algo provisorio, si estás de acuerdo.

La interpelada se tomó la libertad de acercarse en un rápido aleteo.

—¡Sí! Quiero ser útil.

—Me gusta tu espíritu. He notado que eres muy encantadora y que tienes un muy buen lenguaje, así que he pensado en hacerte Guía.

Eunbi dejó caer su mandíbula de la impresión, sintiendo que de pronto era el ser más importante sobre la faz de la tierra.

—¿De los ángeles nuevos?

—Correcto— confirmó la mujer mirándola con suma seriedad—. Quiero que los recibas, les muestres los lugares permitidos, los ayudes a memorizar las reglas y los orientes para que encuentren a sus destinados.

Cuando escuchó hablar sobre las almas gemelas se sintió un poco insegura.

—Señora, eso no lo puedo hacer.

—Claro que sí. No te estoy pidiendo que armes las parejas, sino que les expliques como se siente encontrar a su alma gemela— esta vez el corazón de Eunbi dio un pequeño vuelco, recordando ella misma sus tiempos de novata, cuando Yerin era su Guía. No pudo evitar una pequeña sonrisa, escuchando a medias las siguientes frases—, lo importante que es y como manejar una relación de manera saludable. Recuerda que los ángeles nuevos pueden ser tan ingenuos como los niños.

—Lo haré. ¿Debo enseñarles a volar?

—No por ahora— la muchacha suspiró aliviada—. Tienes demasiada energía y no se te da muy bien volar en altura.

Sabia que esa información era correcta, pero de alguna manera sintió que fallaba.

Hizo una profunda reverencia frente a la mujer.

—Lo siento.

—No hay problema. Eres joven y tienes mucho tiempo para perfeccionarte antes de tu tarea.

Eunbi se reincorporó chispeante, creyendo haber descubierto algo crucial.

—Ah, entonces mi futuro empleo requiere de vuelo.

—No dije eso.

—Pues eso fue lo que escuché.

La mujer se desplazó hacia el ala izquierda del recinto y recibió una serie de papeles. Luego regresó, sin devolverle la mirada del todo.

—Puedes recoger tu formulario por la tarde. ¿Te veo a primera hora mañana?

—Sí, señora.

Cuando Eunbi se alejó aleteando y estuvo segura de que estaba lo suficientemente lejos para no ser oída, dio un grito jubiloso desde lo más profundo de su pecho, dando una voltereta alta en el aire antes de emprender una rápido carrera de vuelta a la plataforma, en donde aún habían algunos Guardianes esperando para saltar.

Sin dudarlo, se aproximó a una de las muchachas con las que más hablaba.

—¿Todo bien, cielo?— la pregunta había llegado tan pronto como divisó a su amiga aproximarse sonriente.

—¡Voy a ser guía!— chilló alegremente, rodenado a la otra joven con ambos brazos y haciéndola girar sobre su eje casi de inmediato. De pronto se separó como si recordara algo muy importamte— Tengo que decirle a Yerin.

Su amiga se río abiertamente.

—Ya se fue.

—Cierto— puso los pies sobre las nubes por primera vez, dándose cuenta de que no iba a ver a la amada en todo el día—. ¿Crees que me escuche si gritó?

—¿Estás loca?— replicó risueña, haciendo que su cabello rizado vibrara con las carcajadas.

Luego de que Eunbi decisitiera de la idea de gritar el nombre de su novia hasta quedarse sin aire, decidieron dar un paseo por los alrededores mientras la chica liberaba su frustración narrando cada una de las minucias que habían ocurrido durante esa reunión. Incluso se tomó la libertad de exagerar los diálogos de una manera tan caricaturesca e irreal que quera imposible dar crédito a todo lo que ella decía.

De pronto, llegaron a una zona nubosa en la que la luz del sol apenas llegaba. Eunbi se detuvo.

—¿No vas a pasar?— consultó su compañera adelantándose y sin darse la vuelta para mirarla.

—No puedo. Esta sección está prohibida.

Su interlocutor giró la cabeza con una clara expresión de diversión.

—Si nos descubren, yo me hago cargo de todo.

A pesar de que consideró volver, su veta curiosa ganó la batalla y no tuvo más remedio que seguir a su amiga por esa zona desconocida. Cuando llegaron al final de las nubes, Eunbi se agachó para mirar hacia la tierra.

Frunció el ceño.

—No se ven los humanos desde aquí.

—Por supuesto que no— replicó como si fuera algo realmente obvio—. Aquí es donde solía practicar la caída en picada. Si un humano pudiera ver sería problemático— sintió los ojos desorbitados de la joven mirarla fijamente—. ¿Ves ese pastizal de ahí?— apuntó un lugar inespecífico del prado con el dedo índice— Esa fue mi zona de aterrizaje.

El silencio que secundó a esa narración tardó varios minutos en romperse.

—¿Qué haces exactamente, Mia? No eres un Guardián.

—No lo soy— estuvo de acuerdo, gritando la cabeza lentamente hacia la menor de las dos—, pero no puedo decirte que soy.

—¿Ah?— Eunbi estaba realmente dolida por esa afirmación y no se molestó en ocultarlo— ¡Pero ya me dijiste que practicas un tipo de vuelo prohibido! ¿Qué tan secreta puede ser la otra parte?

—No es algo prohibido para mí.

Si antes había estado confundida, ahora había superado todas las barreras de la incomprensión

—¿No está prohibido para ti?— repitió, tratando de encontrar el significado oculto de aquella afirmación.

—No importa— concluyó Mía, dando media vuelta y regresando por donde había llegado—. Volvamos antes de que te metas en problemas.

Eunbi aleteó furiosa detrás de ella.

—¡Sí importa!

—No seas tan ruidosa Eunbi. Es por esto que no te digo nada.

—Sí, claro— refunfuñó con un tono infantil—. Yo sé guardar secretos.

—¿Se lo dirías a Yerin?— no la miró al preguntar, pero podía jurar que su expresión era como la de un niño al que han atrapado haciendo alguna travesura— Por supuesto que lo harías.

—Mentir es incorrecta— respondió después de unos segundos, pensando que no había mejor defensa que esa.

—Y es por eso que los secretos son secretos. De todas formas te lo diré pronto.

—¿Cuándo?

—Cuando estés lista— aceró su ritmo de vuelo, dejando a Eunbi sola.

—¡Eso no responde mi pregunta!

Eunbi se quedó volando por los alrededores por las siguientes horas, pensando en cómo decirle a Yerin que había logrado hacer algo de lo que podía estar orgullosa y pronto olvidó lo que había descubierto esa mañana, aunque probablemente ese pensamiento volvería a asltarla muy pronto.

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