Día libre
—Hwang Eunbi.
En cuanto la voz de la secretaria general del departamento de registros rompió en el largo y accidentado pasillo central del edificio C, la peligris saltó de su asiento y agitó su mano en el aire para hacerse notar entre el tumulto de gente que esperaba por su turno.
Era el día de reportes universales y, por consiguiente, todos los alados del área de investigación estaban exentos de obligaciones en terreno; muchas veces la declaración de funciones tardaba toda la jornada por lo extenso del área.
Por fortuna, la primera vez de Eunbi tuvo lugar muy temprano, en el turno 37, y no podía estar más nerviosa con la idea de pedir su primer sello.
Cuando finalmente supo que había hecho contacto visual con la mujer, comenzó a abrirse paso entre los cientos de cuerpo que esperaban de pie, sin bajar su mano para que no se le ocurriera dar su lugar a otro.
No estaba dispuesta a esperar otras 16 horas para una simple revisión de tarjeta.
Cuando por fin estuvo frente a la ejecutiva, siguió su andar aletargado a paso firme, sosteniendo su cámara contra el pecho como si fuera un precioso tesoro. Había tomado muchas más fotos que las que se pedían como mínimo y estaba muy orgullosa de ello, pero también significaba que, después de ese día, probablemente le harían un seguimiento especial, un rastreo si se entra en el concepto preciso.
Tenían que asegurarse de que esas imágenes fuesen tomadas exclusivamente por ella durante las horas permitidas y con su propia cámara.
Se había sabido de casos de manipulación de los archivos que resultaron muy graves, así que cualquier irregularidad era estudiada con minucia.
Cuando llegaron a la última torsión del corredor, la mujer se detuvo frente a una puerta de color azulado y golpeó tres veces con bastante fuerza. Del otro lados se escuchó un suave traqueteo y, en cuanto sonó una especie de timbre muy agudo, la secretaria regresó por el pasillo con un suave contoneo de caderas.
—Pase —la voz de un hombre joven la llamó desde el interior del cuarto.
Eunbi acomodó su cabello hacia atrás y apretó el manillar de la puerta con intensidad antes de atreverse a deslizar la hoja de madera, demasiado ansiosa por terminar con su obligación.
Del otro lado había un muchacho que aparentaba estar en sus 20 con un traje negro impecable, sin más pliegues que los provenientes de la fabricación. Tenía el cabello castaño engominado, tendido hacia atrás como una colina simétrica. Sus ojos tenían un suave delineado negro que resaltaba su iris azulada y su sonrisa torcida dejaba ver una perfecta y blanca dentadura.
—Buenos días —le dijo Eunbi con una inclinación de cabeza, intentando sonar lo más tranquila posible.
—Buenos días —apenas se tomó unos segundos para mirarla y empezó a escribir un par de cosas en su monitor—. Veo que apenas estás en el primer tercio de tu investigación inicial. ¿Podrías indicarme tu grupo de estudio?
Hwang tomó asiento frente al escritorio y dejó su cámara en la caja amarilla que estaba a un costado.
El joven la tomó de inmediato.
—Juveniles sin lazos de parentesco.
El escriba asintió lentamente con la cabeza y buscó dentro del bolsillo delantero de su camisa una pequeña varilla de metal, insertando su extremo hexagonal dentro de la diminuta ranura de la cámara, justo al costado de la cubierta para la tarjeta de memoria. En cuanto giró la llave a la izquierda tres veces y media, la tapa fue levantada por las dos pinzas internas hasta dejar ver las veinte laminillas de memoria que venían con ella.
Retiró la herramienta con cuidado y, con ayuda de una pilas muy delgadas, tomó la primera tarjeta y la insertó a un costado de su monitor, el que desplegó una cuadrícula de 26×30 que fue llenada rápidamente con la información necesaria.
—Muy bien —se dirigió a la chica en cuanto el acceso a las imágenes se hubo desbloqueado—. Voy a hacer un barrido de sus archivos. Si hay algo que genere alarma, voy a quedarme con la tarjeta hasta nuevo aviso.
Eunbi, quien no tenía nada que ocultar en su tarjeta de memoria, estaba temblando sobre la silla, nerviosa de que algún archivo fuese a señalarala sobre algo que no había hecho. Cuando la acusaban de algo, por minúsculo que fuera, siempre tenía la tendencia a llorar, únicamente como una reacción de pánico.
A veces pensaba que había sido una suerte que hubiese sido buena durante su vida o en el momento de poner sus antecedentes en la balanza, si el juez le preguntaba sobre alguna acción incorrecta, estaba segura de que la hubiese mandado al purgatorio solo por sospecha.
Y probablemente Eunbi le hubiese encontrado la razón.
—¿Algo que reportar?
Hwang casi saltó desde su asiento cuando volvió a oír su voz e intentó no hacer evidente su nerviosismo. Miró con cautela a su interlocutor, quien imitaba los movimientos del sueño REM para visualizar todos los cuadrantes de la pantalla, demasiado concentrado en verificar las imágenes como para ver la expresión de su cara.
La peligris suspiró y se limitó a sonreír con timidez. Solo era una pregunta sencilla que no implicaba nada para su cargo.
—La zona oeste de las casetas tiene mucha concurrencia de personas y los alados sin camuflaje tienen que retrasarse para transitar.
En realidad Eunbi se había dado cuenta de eso hace varias semanas y al principio pensó que podían intentar entrar a las casas para robar o adueñarse de los terrenos. Esa idea era bastante razonable, considerando que eran un pequeño asentamiento no declarado que no tendría amparo policial o que podía tenerlo, pero hacerlo implicaba delatar a una organización inmortal que no figuraba en ningún registro civil y, por supuesto, no tenía ningún tipo de ciudadanía.
Por ello, estuvo en alerta por bastante tiempo y se aseguraba de usar la llave única para sellar la puerta cuando se iba. También tomó la costumbre de llevarse su túnica a todos lados y, solo en caso de que realmente hubiese un invasor, revisaba todos los rincones de la vivienda cuando llegaba por la tarde.
Con el pasar de los días se dio cuenta de que no eran más que un grupo de jóvenes que cantaban y hacían otros rituales que no entendía, pero ella no era humana como para juzgar si eso era un comportamiento normal o excéntrico. No se acercaban a las casas como tal, pero solían correr por el valle contiguo, descalzos e incluso desnudos.
Eunbi nunca había visto a un humano que no estubiese envuelto en tela y se asombró de lo poco que de hecho conocía a la raza. Resultaba ser que hombres y mujeres tenían un dimorfismo sexual bastante notorio al llegar a la adultez y ella no lo sabía.
No era que estuviese muy familiarizada con el cuerpo masculino, después de todo. Abdiel aún era un niño y nunca se había visto obligada a verlo completamente desvestido.
No lo incluyó en las bitácora de viajera, así que estaba obligada a notificarlo o tendría severos problemas al terminar su primer libro.
—He recibido algunos reportes sobre eso desde ayer —el hombre levantó la vista para enfrentar a Eunbi y dejó el sistema corriendo por si solo; no había nada fuera de lo común en la revisión preliminar—. Es extraño que ocurra, pero lo voy sugerir en la junta. Sería malo si los humanos se involucran.
Retrocedió con su silla hasta la mesa trasera y tomó una gruesa vara de metal que tenía un emblema en el fondo. Lo sopló con cuidado, dejando una trasa de humo blanco que Eunbi nunca había visto salir de la boca de un alado y, cuando el diseño se prendió de un anaranjado incandescente, lo llevó casi hasta la cara de la peligris.
Parecía estar a una temperatura bastante elevada.
—Tu bitácora —pidió el ejecutivo mientras extendía la otra mano para recibir lo solicitado.
Eunbi tomó el libro desde su bolsa multiuso sin quitarle los ojos de encima al metal caliente y se lo facilitó al hombre, sin bajar la guardia cuando la barra se fue alejando de su cara.
—Este es el primero de seis sellos de calidad —movió el emblema encendido frente a sus ojos y luego lo estampó con firmeza contra el grueso encuadernado de su libro de registros—. Cuando termines la primera bitácora, serás evaluada por una comisión de interpelación para determinar tu continuidad en la agencia. Después de eso las revisiones serán cada lustro —regresó los ojos hacia Eunbi y notó como los miraba con expresión de horror—. Sabías eso, ¿verdad?
La muchacha se restregó los bordes de la cara y asintió sin energía.
—Sí, claro, aunque no deja de ser aterrador.
—Oh, lo es. Ni siquiera los juicios del purgatorio son tan intensos. Si sabe demasiado y resulta ser un peligro... —se detuvo cuando notó que la investigadora le estaba prestando demasiada atención a sus balbuceos— bueno, se lo dirán si sucede. Eso ya es asunto del comité de Memoria.
—Que alentador.
—Ser investigadora es un trabajo duro, señorita Hwang. Los buenos entran, pero solo los mejores se quedan —le entregó la bitácora cuando la marca del sello estuvo completamente fría—. Siga jugando dentro del campo y yo podré seguir timbrando sus bitácoras. Todos ganamos.
Hwang guardó el documento con cuidado dentro de su bolso y le hizo un nudo increíblemente complejo; una bitácora con sello oficial era equivalente a la mitad de las riquezas del planeta y casi un año de trabajo que no estaba dispuesta a repetir.
—Muy bien —utilizó la misma pinza para extraer la lámina del monitor y la devolvió con sumo cuidado al aparato original—. Todos los archivos están limpios y en la nube. Es libre por hoy.
Eunbi tomó el artefacto y se puso de pie para dirigirse a la salida, mucho más ligera que cuando había llegado.
La revisión era mucho más corta de lo que pensaba.
—Muchas gracias.
—No olvide marcar su salida. No queremos accionar las alarmas de búsqueda sin motivo, ¿cierto?
—Claro.
Cerró la puerta tras ella y no alcanzó a dar dos pasos de regreso por el corredor cuando la voz estridente de la secretaria general vociferaba el siguiente nombre a todo pulmón.
—Galina Pavlova.
Una muchacha casi medio metro más alta que ella elevó su mano y empezó a dar empujones para abrirse paso entre la multitud. Eunbi corrió para tener la posibilidad de ir en la dirección contraria, de preferencia en un espacio vacío, pero en su lugar fue succionado por la masa como si fuera un efecto de vacío.
La que había reconocido como Galina Pavlova logró llegar sin problemas a la boca del pasillo y acompañó a la mujer a la dichosa oficina, pero Hwang no sufrió la misma suerte. Comenzó a rebotar entre los cientos de cuerpos sin detenerse y dio un par de vueltas alrededor, ocasionalmente sobre su propio eje a modo de tompo. Finalmente tardó varios minutos en encontrar el arco opuesto de la construcción y salió extremadamente desorientada.
Una vez en el patio común, en donde solo habían unos cuantos alados dando vueltas para dejar su papeleo en regla, se dirigió a la recepción y tomó el manillar de reconocimiento hasta que sintió el característico pinchazo en el dedo medio la mano derecha. Una gota de sangre dejó constancia de que había terminado su turno.
Emprendió vuelo de inmediato, pasando el portal a una altura poco recomendada por el brusco cambio de presión que se generaba, pero estaba tan acostumbrada a sentir la falta de oxígeno por los saltos de altitud que requería su profesión que siguió volando incluso después de sentir la bofetada del mareo.
Hizo uso de su vuelo veloz en las zonas residenciales como si tuviera permiso de hacerlo. Había muy pocos alados de guardia como para molestarse en seguir todas las reglas. Solo quería llegar a su hogar lo más rápido posible y darle un inmenso abrazo a su hijo.
Hace bastante tiempo que solo tenía oportunidad de verlo cuando ya estaba dormido y muchas veces tenía que partir antes de que se despertara para su entrenamiento de vuelo. Ni siquiera había tenido la oportunidad de preguntarle como había sido su día y eso la mantenía frustrada.
No quería fallar como madre, pero a veces parecía que estaba obligada a estar ausente.
Cuando llegó Abdiel todavía no había llegado, por lo que tuvo tiempo de sentarse para respirar y poner todas sus cosas en orden.
Desactivó la ubicación de su cámara fotográfica y accionó el bloqueo automatizado para evitar accidentes. Lo que menos quería era que los dos niños curiosos con lo que vivía metieran los dedos donde no debían y una imagen de dudosa procedencia activara un protocolo de investigación en la central.
Tenía suficiente con los entrevistadores chupasangre que le hacían preguntas de seguridad al salir y al volver.
Estaba a punto de revisar su bitácora y organizar de nueva cuenta las fechas de la última semana cuando la conocida voz de su alma gemela llegó a sus oídos.
Venía de la mano con su pequeño.
—No es tan malo, cariño.
—Pero no me gusta —contestó Abdiel con una voz enfuruñada y caprichosa—. Los ejercicios nuevos son muy dolorosos.
—Bueno, es natural que lo sean. Tus alas se están desarrollando y algunas de las cosas que hacías antes no le hacían bien a tus músculos —se inclinó un poco para acariciar las plumas del menor, pero este se apartó de inmediato; tenía la piel de las alas extremadamente sensible por el entrenamiento—. Este nuevo tutor se especializa en tu tipo de vuelo y...
—Me gustaba el otro tipo de vuelo.
—Y aún puedes hacerlo, pero si no usas tus alas para lo que fueron hechas por mucho tiempo vas a enfermarte. Mamá Eunbi ya pasó por eso, ¿recuerdas?
Abdiel bajó su cabeza e hizo un puchero, recordando lo difícil que fue para él ver a su madre sufrir y no poder hacer nada para ayudarla.
Durante ese tiempo había estado sufriendo dolor de crecimiento y Eunbi casi no dormía vigilando que sus heridas no se abrieran, mientras que su novia hacía las veces de guardia durante el día. En un momento la situación fue tan mala que ella y Yerin hacían turnos para poder descansar apropiadamente y, en algunas de esas ocasiones, había escuchado claramente que las mujeres lloraban mientras pensaban que estaba dormido.
El llanto de Eunbi siempre lo hizo sentir un poco culpable.
Si sus alas hubiesen crecido en el tiempo normal, igual que las de los otros juveniles, su madre no habría tenido que postergar su propio dolor para cuidar de él. Tal vez hubiese mejorado más rápido y las cosas no habrían sido tan difíciles para los tres.
Sabía que Yerin estaba muy angustiada cuidando de los dos también.
Definitivamente había sido muy duro para todos los integrantes de la familia.
—Sí —su timbre tembloroso delataba que esa afirmación le había afectado mucho—. Ella sufrió mucho.
Yerin sintió una punzada en el corazón al darse cuenta de que tal vez había dicho algo insensible sin pensar. Se agachó para buscar su mirada.
—Cielo, sé que fue duro, pero luego estudió el vuelo que era más saludable para sus alas y ahora está muy bien.
Eunbi se puso de pie sigilosamente y se acercó al pequeño, doblando su cuerpo hasta estar a la altura de su nuca, ocultado su figura detrás del pequeño.
Abdiel vio la sombra que proyectaban sus alas.
—Así es —le dijo la peligris con suavidad—. Por eso tienes que aprender muy bien tu vuelo, para que no sufras.
El pequeño se dio la vuelta a toda la velocidad que le fue posible y enganchó ambos brazos en el cuello de la joven, dejando que sus pies colgaran libres cuando lo alzó en brazos.
—¡Mami! —su voz había sonado tan alegre contra su mentón que le produjo cosquillas y no pudo evitar responder con una risita—Estás en casa —levantó sus ojos llenos de curiosidad para mirar su rostro—. ¿Olvidaste algo?
Eunbi lo bajó con cuidado y se puso en cuclillas para no verse a una altura intimidante.
—No. Hoy es mi día de descanso, así que voy a estar con ustedes hasta que el sol se esconda y vuelva a salir por la mañana.
Abdiel tomó sus manos casi al instante y se inclinó hasta que sus frentes estuvieron unidas.
—¿En serio? —susurró en un vago intento de contener la emoción, pero no pudo evitar dar pequeños saltitos al ver que movía la cabeza en un gesto afirmativo— ¡Que bueno! —dio vuelta el cuello para mirar a la castaña— ¿Escuchaste mamá Yerin?
—Lo oí —su voz tenía un ligero tinte de sorpresa.
Eunbi no le había dicho que tendría un día libre. Ver su rostro brillar con la luz del sol en toda su plenitud era alucinante.
—Voy a decirles a mis amigos que estás aquí. Van a estar muy felices de verte —continuó el pequeño, sin dejar de rebotar por la emoción—. Hace poco hablamos de ti en clases teóricas y el maestro mostró imágenes de los investigadores. Tú estabas ahí, mamá Eunbi —cada nueva palabra parecía estar media nota más alta que la anterior—. Fue genial. El profesor me dejó hablar de ti y mis amigos estaban muy emocionados. Quieren conocerte.
Eunbi se sorprendió al darse cuenta de que estaban haciendo promoción de una ocupación tan poco concurrida en una escuela de vuelo. Lo cierto era que en un puñado de meses la tarea de investigación se había vuelto una de las más cotizadas por una razón desconocida.
Bueno, tal vez que Eunbi, teniendo habilidades de vuelo tan evidentes, formara parte de ella jugaba un papel importante en ese incremento de interés en los más jóvenes, pero eso era desconocido para ella en ese momento.
—¿De verdad?
—Sí. Voy a traer a todos los chicos para que juguemos juntos —giró sobre su eje sin dejar de dar saltos—. ¿Puedo ir mamá Yerin?
—Puedes ir.
Abdiel dio una salto especialmente alto y quedó suspendido en el aire, construyendo un relajado aleteo que no lo llevaba más alto que la cabeza de Yerin.
—¡Es el mejor día de la historia!
Ambas chicas los vieron alejarse con los ojos resplandecientes.
Nunca lo habían visto tan feliz por algo y cuando volaba se veía como un niño de mayor edad, al menos desde el punto de vista de Hwang.
¿Por qué parecía que estaba un metro más alto desde la última vez que lo había visto?
Fue atacada por la sensación de que su pequeño estaba creciendo y ella se lo perdía.
—Está tan alto y tan lindo.
Yerin la miró de reojo y soltó una risita.
—Cariño, lo viste ayer por la noche.
—Lo sé, pero no tengo oportunidades de verlo por períodos tan largos de tiempo —llevó una mano abierta hasta su pecho para cubrir donde estaba su corazón—. Tengo una sensación extraña.
Jung se sentó a su lado y miró con añoranza los últimos trazos visibles del aleteo de su hijo antes de desaparecer en el horizonte.
Soltó un sonoro suspiro.
—Créeme, yo lo veo todos los días, por más tiempo que tú, pero sé exactamente a lo que te refieres. Está creciendo muy rápido.
—En un parpadeo ya va a ser un jovencito y ya no va a querer pasar tiempo conmigo.
—¿Tú crees? —su voz sonaba risueña— Eres su heroína. Dudo que deje de buscarte como los girasoles a la luz.
—Es natural que suceda. Los hijos son prestados.
—Supongo que es verdad —asintió en un gesto algo apesadumbrado y terminó de voltearse hacia su novia—. ¿Qué tal fue la declaración de la investigación?
—Bien. Obtuve mi sello y el escriba se encargó de asustarme una poco, tal y como debe ser.
—¿Sobre la interpelación? —hizo un gesto despreocupado con la cabeza para restarle importancia al asunto— Lo harás bien. Encárgate de no hacer cosas ilegales y estaremos bien.
Eunbi soltó una carcajada incrédula.
—¿Se supone que eso me tranquilice?
—Si actúas según las normas, eso debería tranquilizarte —lo dijo mirando a cualquier parte, pero se sintió obligada a regresar la atención al rostro de la menor al percibir que el silencio se prolongaba—. Porque eso es lo que has hecho, ¿verdad?
Eunbi apretó los labios en un gesto nervioso y miró a su izquierda encogiendo los hombros. Apestaba para mentile a la gente, especialmente a Yerin y, aunque no podía decir que esta vez estuviese mintiendo, sentía que así era.
No había hecho nada ilegal todavía, pero tenía algo en mente que quería compartir con su novia que, si bien no era grave, era ilegal por donde lo mirase.
Yerin se acercó para analizar la ambigüedad de su expresión facial.
—Hwang Eunbi, ¿acaso has hecho cosas ilegales?
Esa pregunta era lo suficientemente específica para que su negación no implicase una mentira, aunque si seguía presionando tal vez su moral la traicionaría.
—No... —su cuerpo ya se sentía incómodo diciendo una verdad a medias.
Yerin boqueó un poco asustada con la idea de que Eunbi hiciera algo incorrecto a sus espalda.
Y sí, eso era lo que más le molestaba. Que hiciera algo sin decirle una palabra de ello.
¿Acaso no confiaba en ella como para decirle algo así?
—Eunbi.
Hwang sostuvo su mirada de lleno y se dio cuenta por el peso de sus pupilas que no estaba tratando de arrinconada, sino que estaba asustada con la idea de que se metiera en problemas.
Su ánimo se aligera un poco y buscó una manera de terminar la discusión.
—¡Es una broma! —dio un chillido nervioso que apenas se notó antes de ser ahogado por una risa juguetona— Solo me limito a hacer mi trabajo.
Yerin la miró con los ojos entrecerrados por un momento y luego retrocedió con los brazos cruzados sobre el pecho, haciendo un pequeño quejido de sospecha.
—Mantendré mis ojos sobre ti.
—Como siempre, ¿no? —la frase salió antes de que pudiera pensarla, pero no se arrepintió de decirla.
Salir tan a menudo con Yewon estaba influyendo un poco en su personalidad.
Yerin respondió casi al instante con una sonrisa torcida.
—Eres muy linda para perderme un segundo de tu existencia.
Eunbi giró la cabeza para que no la viera emular un gritito de emoción insonoro y la regresó a su posición con un elegante meneo que movió la cabello de manera fabulosa a su alrededor.
—Ya lo sé —apartó los mechones que habían quedado desaliñados con aire desinterado—. Sería una pena si te perdieras de toda esta belleza.
Yerin se sintió un poco aturdida con la explosión de confianza que estaba llenando a su novia. Parecía que era mucho más atractiva solo por el hecho de ser consciente de su belleza e incluso si no lo decía en serio, su seguridad hizo que su corazón diera un salto fuera del ritmo.
Su rostro se fue tiñendo lentamente de una ligero tono rosado.
—¿Qué sucede? —Eunbi todavía tenía ánimos de seguir en personaje y su tono coqueto lo hacía notar— ¿Ya te enamoraste de mí?
Jung tosió para obligar a su cuerpo a moverse fuera del ensimismamiento y se cubrió la boca, buscando ordenar las palabras que flotaban nerviosamente en su cabeza.
—¿No vas a decir nada? —inclinó la cabeza a un costado para llamar su atención— ¿Estás enamorada de mí o no?
La castaña tomó una profunda bocanada de aire y la miró a los ojos con intensidad.
—Desde hace un par de años, cada día —su voz suave y profunda hizo que la sonrisa burlona de Eunbi se congelara—. Cada vez que te veo siento como si me enamorara de ti otra vez.
Esta vez Eunbi sintió como los colores se subían al rostro y ya no esta tan segura de que responder.
A veces sentía la misma vergüenza de expresarse que cuando había empezado a salir con su alma gemela.
—Me hace feliz no ser la única que lo siente —su fraseo fue extremadamente tímido y lo dijo con la cabeza tan agachada que no se dio cuenta de que Yerin se acercaba en busca de un beso. Puso su mano en medio pasa evitar el contacto—. Ah, todavía no es hora para eso.
Jung se rió como si hubiese escuchado algo ridículo.
—¿Qué cosa?
—Lo dejé muy claro en mi agenda —apretó su bolsa multiuso en donde definitivamente no estaba su agenda, pero iba a pretender que era así.
Estaba demasiado avergonzada para recibir un beso. Necesitaba tiempo para asegurarse de que su cabeza no iba a ebullir si eso pasaba.
Por desgracia, a Jung no le pareció tan lógico como a su amada y todo lo que emitió como respuesta fue una jocosa exhalación de hastío.
—Es tu maldito día libre y en ningún momento acordamos un horario para actuar como novias.
—Claro que sí —su voz se fue haciendo cada vez más diminuta—. Lo dice en mi agenda.
La castaña se acercó con precaución, para averiguar si realmente no quería ser besada o si estaba siendo tímida, pero su lenguaje corporal no le demostraba ninguna incomodidad.
Cerró la distancia besando la comisura de sus labios y no recibió ninguna respuesta negativa. Repitió la acción del otro lado y esta vez sintió como Eunbi hacía uso de toda su fuerza de voluntad para no girar la cabeza en su dirección.
Sonrió sobre su piel al darse cuenta de que no había ningún problema.
Su siguiente movimiento fue directo sobre su boca, pero se detuvo a un par de centímetros y fue Hwang quién terminó de completar el contacto.
Se apartó roja como un tomate.
—Eso es trampa.
—Yo no hice nada —volvió a acercarse a sus labios con cautela, resoplando con suavidad—. Lo hiciste todo tú solita.
Cuando se acercó esta vez, se aseguró de completar el beso sin ningún tipo de trampa y dejó que Eunbi sintiera que podía hacer lo que quisiera, que estaba bien detenerse cuando ella sintiera que era suficiente.
No era buena idea tirar demasiado cuando la peligris estaba en esa actitud.
Y en efecto, tal y como pensó Yerin que pasaría, el contacto apenas duró un par de segundos antes de romperse.
—Abdiel volverá pronto —se excusó con una voz diminuta.
—¿Es esta una de esas crisis de pareja casada? —su tono no pudo disimular la pequeña risa encantada que quería colarse— Solo es un beso, nada más. Nuestro hijo ya nos ha visto hacerlo.
—Pero vendrán otros niños y...
—Bien, lo tengo —se arrastró para sentarse a su lado y la rodeó con uno de sus brazos—. Nunca voy a hacer algo que no quieras cielo.
A los minutos la temperatura bajó en el rostro de Hwang y se permitió acomodar la cabeza contra el pecho cálido de su novia. Hablaron de temas aleatorios y, cuando la castaña comenzó a comentar sobre las parejas humanas que había visto mientras era la Guardián de Abdiel, su corazón dio un brinco nervioso.
Tal vez era momento de decirle.
—¿Yerin? —la llamó con suavidad.
La chica no se movió, pero emitió un pequeño sonido que le daba permiso de continuar.
—Estaba pensando que ya llevamos un tiempo juntas, incluso tenemos un hijo y no es ningún secreto que el resto de los alados nos clasifican dentro de las parejas casadas.
—Y lo estamos —le aclaró con una voz perezosa que le dejaba saber lo cómoda que estaba.
—Bien, dentro de la inexistente normativa del matrimonio entre ángeles, estamos casadas. Somos una familia —de pronto su voz se sintió ahogada por lo potentes latidos de su corazón—, pero...
Yerin se puso en alerta inmediatamente al escuchar la última palabra y la miró con los ojos bien abiertos, tratando de anticipar que clase de afirmación vendría a continuación.
Sintió que el corazón se detenía por un instante.
—A veces quisiera que fuéramos una pareja normal.
Jung se quedó congelada, sin saber como reaccionar.
¿Qué significaba eso? ¿Acaso Eunbi no sentía que eran una pareja de verdad?
Su pecho sintió una ligera presión.
—¿Y no lo somos? —su angustia fue evidente mientras tomaba sus manos. Sus ojos intentaban comunicarse con urgencia— Eres mi alma gemela.
Eunbi asintió con la cabeza, tratando saliva.
No sabía que le había hecho pensar que empezar de ese modo era una buena idea. Solo tenía que hacer una pregunta y se acabaría todo.
Suspiró frustrada.
—Sí, pero no me refiero a eso.
—¿Entonces qué es?
La peligris se giró para enfrentar directamente a su novia y afianzó el agarre de sus manos, buscando algún soporte para decir de una vez lo que quería comunicarle.
No quería que su alma gemela se hiciera una idea equivocada.
—Quiero vivir al menos un día contigo —se detuvo a analizar el rostro de Jung y su confusión fue suficiente para animarla a continuar—. Ya sabes, como humanas.
Yerin le sostuvo la mirada un par de segundos más y luego miró alrededor aún más perdida que antes.
—Pero no podemos hacer eso. Estamos... bueno, ya no estamos vivas.
—Ya lo sé, aunque estaba pensando...
Miró hacia el cielo para armar las frases adecuadas, pero Yerin no estaba dispuesta a esperar un segundo más.
—Eunbi —su voz expresaba urgencia.
Hwang dio un saltito sobre su sitio y tomó aire antes de soltar todo lo que había estado pensando durante los últimos días.
—Bien, esto es técnicamente contra las reglas, pero he tenido esta idea por un tiempo.
Yerin la miró con atención y se inclinó hacia adelante para no perderse ningún detalle.
—No hay guardias en las plataformas y estamos en pruebas de media temporada, para los que postulan a cargos de sub-clasificación. Sería muy fácil hacerte pasar por una postulante, ya que no eres Guardián activa. Podría decir que te estoy recomendando y se lo creerían.
Sus palabras salían tan atropelladas que la castaña apenas era capaz de entender al mismo ritmo que hablaba su compañera.
—Después puedo hacer un encantamiento de protección para ocultar tus alas cuando lleguemos abajo. Lo he estado practicando y me he vuelto bastante buena. Solo debemos buscar ropa de tu talla y...
—Espera, espera, espera —la interrumpió agitando una mano frente a su rostro para armar las piezas que estaba soltando frente a ella—. ¿Qué es exactamente lo que quieres hacer?
Eunbi cerró los ojos, frustrada por no darse a entender como correspondía.
—Quiero que vengas a la tierra humana conmigo, aunque sea por un par de horas.
Yerin se incorporó con el rostro rígido y movió la cabeza en círculos en un intento de aterrizar la idea completa.
—Entiendo, bien —juntó las manos bajo el mentón con los dedos entrelazados—. ¿Hay alguna razón especial? Normalmente rechazas todos mis intentos de pasear contigo en los días permitidos.
La peligris se encogió un poco en su posición y abultó los labios en un gesto caprichoso.
—He visto a las parejas humanas. Hay muchas cosas geniales allá abajo que pueden hacer juntos. Yo quiero intentar eso contigo. Ya sabes, que podamos interactuar como todos los demás.
Su interlocutora se tomó un momento para reflexionar si lo que estaba pensando era lo que realmente le estaba intentando decir.
—¿Cómo una cita?
—Sí, quiero que tengamos una cita —la miró con precaución y se dio cuenta de lo rígido que estaba su semblante—. ¿Tú no quieres?
—¡Sí quiero! —saltó hacia adelante con una estridente y aguda exclamación que la hizo retroceder un poco avergonzada a los pocos segundos— Me gustaría salir contigo.
El rostro de la menor fue esculpiendo lentamente una sonrisa tímida.
—Bien.
Ambas se acomodaron hasta quedar en la posición del inicio y se acompañaron un rato en silencio, hasta que Jung tuvo el valor de continuar con el tema.
—¿Esto sería ilegal?
—Completamente.
Yerin asintió y apretó los labios.
—¿Y no estás asustada de que figure en tu sesión de interpelación?
—Estoy aterrada, sí.
—Genial.
Después de un corto instante de silencio incómodo ambas estallaron en risas y se buscaron para abrazarse, mucho más aliviadas.
—¿Ya estás más tranquila? —preguntó Yerin.
—No, pero estoy feliz. Gracias por apoyarme en mis actividades ilegales.
—No te acostumbres. Soy una mujer que sigue la ley. Solo estoy haciendo la vista gorda porque mi esposa es muy linda.
La más joven le dio un suave golpecito en el hombro.
—Entonces eres muy fácil de corromper.
—No es cierto. Es que tu encanto es muy persuasivo.
—Intenta decirle eso al juez.
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