Construir un sueño mejor

Nota de la autora:

¡Saludos!

Voy a estar bastante ocupada la próxima semana, así que decidí regalarles este capítulo por adelantado por si me fuese imposible actualizar. De todas formas, si me hago un tiempo voy a publicar un capítulo regular, como corresponde.

Nos leemos pronto ♡

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Era ya pleno verano en ese hemisferio de la Tierra y por eso no era de extrañar que los alados se encontraran de un ánimo un poco más festivo. La luz y el calor les daba más energía para moverse por todos lados, para jugar más, pero el motivo principal de la actividad exacerbada era el permiso único que les daban para visitar alguna villa humana.

Por un solo día, mientras el planeta orbitara en su punto más cercano al astro rey, todos los ángeles podían estar en contacto estrecho con los humanos. Era una fecha que Eunbi solía esperar con ansias desde que había aprendido a volar, aunque nunca había pasado la prueba de vuelo seguro.

Ahora que tenía las capacidades suficientes para aprobar, Yerin le había sugerido programar un día para ir juntas, pero Hwang estaba reticente a la idea de dejar a Abdiel solo. Si iba a hacer un viaje tan especial, quería llevar a todas las personas que amaba con ella. Además, no podía negar que le entusiasmaba un poco la idea de ser parte de la primera experiencia de su pequeño.

Sentía que tener a su hijo era un regalo, un tesoro que no sabía que iba a adorar tanto, y no quería perderse ni un segundo de esa experiencia.

Había tomado el hábito de visitar varios escuadrones de trabajo durante la madrugada, reemplazando a los ángeles que tomaban su día libre. Luego, pasaba tiempo con su familia durante el día y, de manera sorprendente, conciliaba el sueño tan pronto como el cielo comenzaba a oscurecerse.

Si antes había estado indecisa sobre que tarea inscribir en su hoja de solicitud, ahora estaba mucho más confundida.

Todo lo que hacía le gustaba y aprendía tan rápido que los supervisores le ofrecían un puesto cada vez, sin excepción.

Hwang ya estaba sintiendo el deseo de ceder a algunas solicitudes, pero decidió esperar un poco más. Había trabajos que nunca había visitado y no quería tomar una mala decisión.

Aquella mañana había pasado su tiempo con las cantoras y una chiquilla muy amable le había ofrecido clases de lira. No consiguió tocar ni una sola secuencia melódica correctamente, mas fue tratada con tanta amabilidad que no podía decir que había pasado un mal rato.

Estaba muy contenta.

No podía borrar la sonrisa de su cara y, cuando llegó a la plataforma de entrenamiento juvenil y la pequeña figura de Abdiel llegó corriendo con los brazos abiertos, sintió que ya no sería capaz de sentir algo distinto a la felicidad.

—¡Hola mi amor! —lo alzó en brazos para envolverlo en un abrazo apretado— ¿Qué tal tus clases?

El niño casi saltó desde su posición, alzando las manos en al aire para dibujar un arco amplio y confiando todo su peso a la fuerza de Eunbi.

—¡Son geniales! —contestó con voz jubilosa, contagiado por la sonrisa de la joven—. Hoy pude estar casi una hora en el aire sin descansar. Me estoy volviendo fuerte.

Hwang lo puso en el suelo, tomando su mano para comenzar a caminar fuera de la zona de aterrizaje en donde algunos niños continuaban su práctica.

—¡Muy bien! Yerin va a estar muy orgullosa.

—Sí. Quiero que tú y Rin-Rin me vean volar.

—Cuando aprendas muy bien lo que tienes que hacer para que tus alas no se dañen, puedes mostrarnos todo.

El niño bufó e hizo un amago de patada en el mullido piso de nubes.

—Pero aún queda mucho para eso. Mi maestro es muy lento.

—No es cierto —contestó con una risita—. El vuelo sostenido requiere disciplina. Yo misma me canso muy rápido al volar.

—¿En serio? —dio un pequeño brinco emocionado en su sitio y tiró un poco del brazo de Eunbi para llamar su atención— Sí quieres yo te enseño, mamá.

El corazón de la peligris dio un ligero salto contra su caja torácica antes de arrojarse a una marea de palpitaciones aceleradas. Su cuerpo se sintió de pronto tan ligero que sintió que podría elevarse sin usar las alas y la sonrisa que había mantenido esculpida en el rostro se encogió por un momento en una diminuta "o" para regresar más extensa que antes.

Era la primera vez que Abdiel la llamaba de esa manera.

—¿Qué dijiste? —preguntó simplemente para asegurarse de que sus oídos estuvieran funcionando correctamente.

El infante la miró con el ceño un tanto fruncido, inclinando la cabeza como si aquello le permitiera entender mejor lo que su cuidadora le estaba preguntando.

—¿Ah? Dije que puedo enseñarte si quieres.

Hwang casi se hace un charco allí mismo.

Le había hablado de una manera tan natural y poco forzada que ni siquiera se había percatado de que la había llamado mamá.

Soltó una risita encantada con el rostro un poco arrebolado.

—Eso es muy dulce de tu parte, Abdiel.

Continuaron su camino por los senderos de nube mientras charlaban un poco más sobre lo que habían hecho durante la mañana. Bromearon como solían hacer siempre y jugaron a atraparse a mitad del camino, retrasándose como siempre.

Al llegar la castaña los estaba esperando.

—Hola cariño —saludó con un tono dulce y relajado, extendiendo los brazos para recibir al pequeño—. ¿Cómo te fue?

Abdiel se acercó con rapidez para envolver sus pequeños brazos alrededor del cuello de la mayor, dando un suave beso en una de sus mejillas a modo de saludo.

—Muy bien. Hoy pude volar por mucho tiempo. Mi profesor dice que pronto voy a poder hacerlo solo.

—¿De verdad? —contestó con un tono de excesivo orgullo mientras acunaba el rostro diminuto entre las manos— Mi niño es tan brillante y aplicado.

Abdiel soltó una risita avergonzada, mirando a la chica con ojos de adoración.

—Le dije a mamá Eunbi que voy a enseñarle todo lo que aprenda. ¿Quieres que te de clases también?

Los ojos de la castaña casi salen de sus cuencas al escuchar aquella frase. Desvió la mirada hacia su novia, quien estaba demasiado embobada contemplando a su hijo como para notar que alguien la observaba.

Se contagió inmediatamente con esa expresión azucarada y regresó los ojos al muchacho.

—Me encantaría.

Después de eso el niño empezó a revolotear por todos lados mientras narraba los que había hecho durante el día, repitiendo exactamente lo mismo que ya le había dicho a Eunbi, pese a que de vez en cuando aparecía un detalle nunca narrado cuya autenticidad era imposible de verificar.

Como ya había olvidado por completo su vida humana, adecuarse al nuevo estilo de vida no fue tan duro como le habían advertido a la pareja en el inicio, aunque el desarrollo prematuro del angelito tenía una gran implicancia en ello. Ya no tenía ataques de nostalgia por su casa, por su madre biológica o por sus amigos como en las primeras semanas. Ya había dejado de hacer preguntas sobre el paradero de sus seres queridos, de pensar que había sido abandonado y, aunque llegó a preguntar abiertamente si estaba muerto, con el tiempo comenzó a estar muy cómodo con su nueva dinámica de familia.

Hwang no sabía como era el pequeño mientras estaba con vida, pero Abdiel se había vuelto un niño muy alegre y parlanchín. Era travieso la mayoría del tiempo, pero rara vez hacía algo con mala intención. También había demostrado ser un niño muy inteligente, siempre con ansias de aprender y con voluntad para ayudar a otros a hacerlo.

Sin embargo, lo que más arropaba el corazón de la peligris era su atenticidad para expresar las emociones. No se negaba a las demostraciones de afecto si las sentía correctas, lloraba abiertamente si no se sentía bien, defendía con uñas y dientes lo que consideraba correcto, aún si no sabía que palabras usar para hacerlo y, cuando estaba cómodo con su entorno, dibujaba una sonrisa tan brillante que podía competir con el propio sol, haciendo que sus ojitos marrones desaparecieran en dos graciosos arcos.

Todos los que lo habían visto reír hacían notar el parecido que ese gesto tenía con el de Yerin.

"No puede ser coincidencia que sea su hijo"

Hwang llegó a convencerse de ello.

—¿Así que ahora eres mamá Eunbi? —habló de repente la castaña, aprovechando que Abdiel había ido a jugar con otros juveniles que pernoctaban por ahí cerca.

Eunbi la miró de soslayo, torciendo la boca hacia la derecha con una mímica bastante tímida y diminuta.

—Al parecer sí.

—¡Ah, vaya! —la exclamación fue un tanto lastimera, mas el brillo de sus ojos delataba que había un mar de alegría contenida— No puedo negar que te tengo un poquito de envidia por eso.

La peligris soltó una buena risa, posando una de sus manos sobre el hombro izquierdo de Yerin y haciendo un pequeño masaje para reconfortarla.

—Ya llegará tu turno.

La mayor la contempló con calidez por un instante y luego se acercó, arrastrando un poco el cuerpo desde donde se encontraba sentada. Extendió ambos brazos y atrajo el cuerpo de su novia con firmeza, sin llegar a ser demasiado bruta, cerrando el contacto en un fuerte abrazo hasta que la cabeza de Eunbi quedó apoyada contra su pecho.

Hwang pudó escuchar el paso acelerado de su corazón correr junto a su oído.

—Sabes que Abi te adora.

—Y yo lo adoro a los dos.

La peligris sintió que su amada le daba un beso en la coronilla y se permitió reposar la cabeza por completo contra su cuerpo, cerrando los ojos para relajarse escuchando sus pulsaciones.

Estaba a punto de pasar al mundo de los sueños cuando sintió un par de toquecitos ansiosos en el hombro, sumados al característico aleteo agitado por la falta de control muscular.

—¡Mamá, mira! —la voz entusiasmada fue tirando lentamente de sus párpados para asentarla en la realidad— Vino la tía Mia ¿Puedo invitarla a jugar?

Eunbi no tuvo tiempo de permanecer adormilada cuando escuchó el nombre salir de la boca de su hijo. Involuntariamente afianzó el agarre alrededor de la cintura de Yerin, pero atinó a soltarlo a los pocos segundos para no verse demasiado asustada.

Elevó la vista a la velocidad de la luz y pudo divisar claramente como esa mata de rizos se agitaba entre los amigos de Abdiel, agachándose con una sonrisa dulce para hablarle a los más bajitos con comodidad. Traía la misma carpeta azul que cargaba todos los días cuando pasaba casualmente frente a su sitio, mirando sin ningún disimulo como jugaba con su pequeño.

Mia había tomado el hábito de buscarla todos los días. A veces la veía directamente en el lugar de trabajo que, a pesar de que era decidido esa misma mañana, parecía muy fácil de localizar para ella. En otras ocasiones la encontraba esperando por ella en la entrada de la plataforma de entrenamiento juvenil, sin importar si iba temprano o tarde.

Se paraba muy cerca, intentaba tocarla, besarla, le hablaba aunque le dijera que estaba apurada y siempre, sin falta, le decía algún comentario sobre sus alas que la ponía muy incómoda.

Generalmente la citaba a lugares de poca concurrencia y se había dado cuenta de que efectivamente esperaba por ella en esos puntos, por lo que empezó a cambiar sus rutas de vuelo para que no la interceptara.

Tenía miedo de estar con ella sin testigos.

Sin embargo, algunas veces conseguía encontrarla a solas y la seguía sin siquiera aparentar que no lo estaba haciendo. Simplemente se paraba detrás de ella, respiraba muy cerca de su nuca y se marchaba después de un rato, cuando llegaba alguien que pudiera verlas.

Ese día, como era más que obvio, fue a su encuentro a pesar de que la zona estaba atestada de niños.

A Mia no le importaba nada.

Hwang miró al infante con los ojos resplandecientes y estuvo a punto de decirle que no era buena idea, que incluso era mejor cambiar su sitio de recreo, pero su novia la dejó con las palabras en la boca.

—No hay problema.

El estómago de la peligris dio un tirón de angustia al ver el rostro resplandeciente del niño y, de no ser por la posición acurrucada en la que se encontraba, estaba segura de que Yerin habría visto su expresión frustrada.

"Con mi hijo no".

—Donde mis ojos te vean —su voz sonó más autoritaria de lo que quería.

El niño la miró algo asustado por un segundo, mas detectó el característico brillo preocupado que solía regalarle cuando estaba siendo muy descuidado y le entregó una sonrisa comprensiva de regreso.

No le gustaba preocupar a su mamá.

—¡Sí!

Abdiel se alejó aleteando hacia el grupo y se unió a la dinámica de juego que ya estaba empezando a tomar forma.

Los niños corrían en todas direcciones siendo cazados por la alada, haciendo sonidos aterradores que causaban tornados de carcajadas encantadas.

La menor tragó grueso, mirando fijamente la escena. Su figura se había enderezado por completo y se encontraba rígida como un estatua.

Tal vez debería haber dicho que no de todos modos.

—¿Eunbi? —la llamó de pronto la voz de Jung, quien la admiraba con un complejo gesto de preocupación. La aludida giró la cabeza lentamente para corresponder a su mirada— Hace un rato que te estoy hablando. ¿Todo bien cielo?

Yerin era bastante aguda y observadora. Siempre sabía cuando algo estaba mal y conocía de memoria el juego de expresiones faciales que utilizaba Eunbi. No había pasado por alto que algo estaba preocupando a la peligris, pero el tiempo que llevaban de relación le había enseñado que Eunbi era honesta sin que le exigieran algún tipo de respuesta.

Si esperaba lo suficiente la chica se abriría con ella.

No quería presionarla a hablar, pero tampoco podía negar que estaba muy angustiada al no poder resolver el problema desconocido de Hwang. No le gustaba verla de esa forma.

—Estoy muy bien.

—¿Estás segura?

—Sí. Estoy de maravilla.

—Bueno —se aproximó para envolver sus hombros—, pero si en algún momento quieres decirme algo, no importa si es bueno o malo, estoy aquí para ti. Te ayudaré como pueda.

La joven sonrió sin energía.

—Lo sé.

"No es nada que no pueda manejar".

El resto de la tarde pasó sin inconvenientes y, cuando el cielo empezó a oscurecerse, Eunbi ya estaba dormida como era la costumbre. Los juveniles tuvieron que retirarse de su tarde de juegos acompañados de sus cuidadores, siendo despedidos energéticamente por el pequeño Abdiel.

—¿Listo para dormir? —preguntó Yerin cuando ya no había ningún invitado que atender.

—¡Sí! —corrió para acostarse junto a su madre, acercando su rostro para darle un beso de buenas noche. Sin embargo, se separó un poco confundido— ¿Mamá Eunbi está triste?

La castaña se agachó para ver el rostro con mayor claridad a pesar de la poca luz que había. Su rostro estaba apretado, como si sufriera un gran dolor.

Su corazón se sintió pesado. Estaba teniendo pesadillas de nuevo.

—No mi niño. Sinb está un poco cansada, pero todo está bien —se acercó para besar su frente—. Ahora duérmete o estarás muy cansado mañana.

Al día siguiente Eunbi despertó tan cansada como si no hubiera dormido un solo segundo y por primera vez en varias semanas no quiso visitar las zonas de trabajo para hacer sus reemplazos.

Yerin ni siquiera le preguntó si quería acompañarla a dejar a Abdiel a sus clases. En cuanto vio su rostro pálido y ojeroso le recomendó que regresara a dormir.

Eunbi no se resistió a la sugerencia y cerró sus ojos en cuanto los vio marcharse. Siguió todo su ritual de siempre: puso la mente en blanco, buscó su posición más cómoda e hizo los ejercicios de respiración infalibles para cada vez que tenía insomnio. Sin embargo, aún después de intentar por un largo rato, no logró hacerlo.

Tomó asiento bastante frustrada y abrió los ojos con lentitud, intentando protegerse del intenso sol que creía haber visto la primera vez que había salido de la penumbra de los sueños, pero la luz ni siquiera le molestó.

El cielo estaba cubierto de una espesa capa de nubes negras, amenazando con llover frente a su sitio. El viento estaba tan cálido que apenas se sentía sobre su piel.

¿En que momento las nubes habían cambiado tanto?

Intentó cubrirse lo mejor posible con su túnica para esperar la lluvia. Por alguna razón sentía que iba a ser cubierta por el aguacero, a pesar de que la masa parecía estarse alejando del lugar en el que estaba.

—Está muy nublado.

Hwang volteó la cabeza lentamente para mirar a su novia.

—Volviste rápido.

—Había poco tráfico —bromeó mientras se sentaba a su lado.

—¿Como estaba Abdiel?

—Muy bien. ¿Cómo estás tú?

—Ya te dije que estoy bien.

—¿En serio? —elevó la cabeza exageradamente para admirar las nubes oscuras a punto de estallar— Porque si te imaginas el cielo así de negro, dudo que te sientas tan bien como dices.

Eunbi frunció el ceño con intensidad y contempló detenidamente el rostro de la chica, intentando detectar alguna traza de ironía o de burla.

—¿A qué te refieres con imaginar? Estamos viendo el mismo cielo.

—Por supuesto. Este es el mundo que construiste.

Si hubiese sido posible hacer el gesto de confusión más profundo lo hubiera hecho.

—¿Qué?

Yerin se acomodó mejor sobre la superficie de nubes, extendiendo ambos brazos hacia atrás para inclinarse en la misma dirección y extendiendo las piernas al frente en toda su longitud.

—Como noté que estabas preocupada, pensé en regalarte un sueño agradable para que pudieras relajarte. No esperaba ser absorbida por tu propuesta de realidad.

La peligris se miró las manos al derecho y al revés, contando los dedos para asegurarse de que fueran diez. Luego elevó el rostro para encarar la expresión sonriente de su amada.

—¿Estoy soñando?

—Así es.

—Entonces no eres real.

—Lo soy —si tono tenía un ligerotinte ofendido—. Fui a dejar a nuestro hijo y cuando regresé estabas durmiendo como un angelito. No estaba segura de si estabas soñando o no, pero quise intentarlo de todos modos.

La menor se tomó un par de minutos para analizar las palabras de la chica, tratando de encontrar algún hueco en su discurso que la delatara como una impostora generada por su imaginación, aunque finalmente conocía tan bien a Jung que no sabía era ficticia o no.

Decidió ceder a la idea de que era real.

—¿Puedes invadir la mente de las personas así nada más?

—No. Eso solo aplica para las almas gemelas. Tú puedes hacer lo mismo conmigo.

—¿Cómo? —preguntó con la voz llena de sorpresa, acercando la cara a su compañera— ¿Puedo hacer que sueñes conmigo?

—Sí —contestó con una pequeña risa, acariciando cariñosamente su nariz con la de su compañera antes de retroceder—. Lo único que no puedes hacer es construir sueños. Para eso tienes que estudiar bastante antes.

—¿Y tú estudiaste?

—Fue parte de mi formación como Guardián.

Eunbi asintió empujando las comisuras de su boca hacia abajo en un gesto de aprobación.

—Mira eso. Nunca termino de aprender cosas sobre ti.

A medida que iban avanzando en la charla el cielo se iba volviendo más azul y abierto, dejando pasar la luz del sol directamente hacia donde estaban como un foco dirigido.

La calidez era agradable para ambas.

—Bueno —dijo Yerin después de un largo silencio—, ¿qué quieres soñar?

Eunbi la miró con la cabeza inclinada a un costado, sin saber muy bien a que se estaba refiriendo.

—No hay nada mejor para evitar las pesadillas que construir un sueño mejor —se puso de pie y extendió una mano hacia la chica para ayudarla a levantarse—. ¿Qué quieres ver?

Cuando la menor se puso de pie se dio cuenta de que de hecho el suelo esponjoso no se sentía bajo sus pies. Se sentía extraño, pero no se cuestionó mucho el por qué.

Era un sueño después de todo.

—Siempre quise saber como era una casa humana por dentro —contestó sin titubear.

—¿Una casa humana? —se tomó un tiempo para pensar antes de buscar la otra mano de Eunbi y estrujarla entre las suyas— No tengo demasiadas referencias, pero recuerdo con claridad la casa de Abdiel.

Poco a poco el entorno se fue transformando a un recinto cerrado. Las paredes de color crema y el techo de baja altura comenzaron a prohibir la entrada de la luz del sol. Las pequeñas ventanas abiertas eran la única fuente de luz, dando un aspecto realmente agradable al iluminar de manera precisa el ornamento y los muebles gastado de polvorientos de la sala de estar.

Eunbi se tomó su tiempo para admirar todo lo un estaba al alcance de sus ojos.

—Son más grandes de lo que parecen.

—Créeme, cuando están llenas de gente se hacen pequeñas.

La pareja se fue moviendo por los diferentes ambientes de la vivienda.

Eunbi tomaba todos los adornos y preguntaba por absolutamente todo lo que veía, por lo que la mayor empezó a adelantase explicando la función de todas las regiones.

—Aquí es donde los humanos hacen reuniones —comentó apuntando el primer lugar que habían visitado. Por aquí suelen comer —continuó acercándose a comedor.

Eunbi asentía, atenta a cada uno de los detalles narrados por su novia y explorando lugares nuevos mientras Yerin todavía se daba vueltas en la descripción anterior.

La muchacha abrió la única puerta cerrada del pasillo y entró al cuarto pintado de color aguamarina.

—¿Y aquí?

Yerin se apresuró a seguir sus pasos y alcanzó a divisar como la peligris hacía amago de meter sus manos en el escusado, intrigada por el afluente de agua que parecía no venir de ningún sitio.

—No lo toques —corrió para interceptar sus muñecas antes de que sumergiese las mangas de la túnica en el agua sucia—. Los humanos dejan sus desechos allí.

Luego de curiosear un poco los artículos del cuarto de baño se movieron a la habitación contigua, en donde habían muy pocos muebles.

El tapizado era bastante sencillo.

—Aquí dormía la madre de Abdiel.

—¿Y él?

—Arriba —contestó mirando las escaleras.

Subieron los escalones con cuidado. Eunbi estaba un poco desacostumbrada a los desniveles y al principio sintió temor de pasar de un peldaño a otro. Se aferró fuerte al brazo de Yerin e intentó regresar el camino recorrido hacia la planta inferior, pero la castaña la detuvo.

—No pasa nada. Sostente de mí.

Muy bien afirmada de su brazo, Eunbi continuó el ascenso a paso extremadamente lento. Se sintió muy aliviada cuando llegaron a la segunda planta.

Se desplazaron hacia la puerta del fondo y Yerin la abrió con cuidado, dejando entrever un cuarto pintado del color del cielo, repleto de avioncitos colgando desde el techo. Habían algunos juguetes esparcidos en el piso alfombrado, mostrando que habían sido usados recientemente. El motivo del cobertor también mostraba aeronaves.

Si el niño estuviera envuelto entre las colchas y abrazando su juguete de dinosaurio, aquella imagen sería idéntica al último recuerdo que tenía del cuarto de Abdiel. Intentó no dejarse llevar por las emociones.

Eunbi se acercó directamente a la cama y tocó con cariño la superficie del cubrecamas, siguiendo el dibujo del avión en la parte central.

—Es pequeña.

—Abdiel era pequeño.

La menor se sentó en la superficie de la cama, tratando de imaginar que clase de postura habría tenido su pequeño para dormir en un artefacto tan estrecho como ese. Se preguntó como sobrellevaba el frío de las noches y que tipo de ropa usaba cuando se iba a acostar.

De pronto sintió muchos deseos de verlo correr por la habitación con su típica sonrisa indestructible.

—¿Qué opinas? —preguntó Yerin sentándose a su lado, dando unas palmaditas para darle foco a su interrogante.

—Es cómoda. Supongo que tenía muy dulces sueños.

—Generalmente así era —contestó con un suave intento de risa que sonó más como un resoplido—, aunque cuando sus padres se divorciaron empezó a tener muchas pesadillas.

—¿Cómo lo sabes?

—Lo comentaban al día siguiente. Y a menudo despertaba en el cuarto de su madre. Solía encontrarlos abrazados.

Eunbi no pudo evitar pensar en que tipo de escena sería esa, sin entender que sentido tenía cambiar el lugar en el que se dormía o con quien se hacía.

Las pesadillas encontraban el camino a la mente de todas formas, ¿no?

—¿Y eso de que sirve?

—Secretos de humanos. Ellos no pueden cambiar sus sueños a voluntad, así que se comunican por medio del amor.

Hwang reflexionó sobre todas las veces que había sido atacada por pesadillas en las últimas semanas y como había tratado de sobrellevarlo sola para no preocupar a Yerin. De pronto se sintió muy vulnerable a las construcciones de su propia mente.

Se cuestionó si ese mismo sueño se habría transformado en pesadilla de no ser por la llegada de su novia.

"Tal vez deba empezar a construir mejores sueños a partir de ahora".

Eunbi se tendió sobre su espalda y miró a su novia con ojos suplicantes.

—¿Puedes darme un abrazo?

Yerin la miró con los ojos desbordantes de amor y se acostó a su lado. Se acercó a su figura para envolverla en un cálido abrazo, hasta que no hubo espacio que separase sus cuerpos. Dejó que la cabeza de la peligris tomara lugar en la curva de su cuello y depositó su mentón en la coronilla, acariciando la nuca con sumo cuidado.

De pronto, el cuerpo de Eunbi se agitó violentamente y Jung sintió que sus dedos tiraban de su túnica. La exhalación temblorosa contra su cuello le dijo que estaba llorando.

—Si necesitas hablar...

—Lo sé —contestó con la voz ahogada, enterrando aún más el rostro mojado contra el cuello de Yerin—, solo no me sueltes.

La castaña la sostuvo como si fuera la criatura más preciosa en el mundo y dejó que saciara su necesidad de llorar. Tuvo trabajo tratando de contener el nudo que se formó en su garganta, para no estallar en un mar de lágrimas también. Necesitaba ser un soporte para su amada.

—Te amo, mucho —su voz delató un poco de su congoja—. Nunca olvides eso.

—También te amo, Yerin.

Continuaron abrazadas hasta que el movimiento del sol despertó a Eunbi con el rostro mojado, anunciando que sus lágrimas se habían extrapolado a la realidad. Curiosamente, al abrir los ojos estaban enlazadas en la misma posición.

Se habían buscado en sueños.

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