El comienzo
Momo Pov:
Flashback
Corría por los pasillos, a la máxima velocidad que mis piernas lo permitían. Mi primer día en Corea no podría ir peor. Primero perdí el autobús para llevarme a Seúl, por lo que llegué tarde a mi nuevo apartamento, después me encontré con mi loca compañera de cuarto, no habían pasado dos minutos de haber entrado al lugar y ya me había hecho limpiar todo lo que traía conmigo, al parecer era una loca de la limpieza.
Y ahora estaba llegando tarde a mi primera clase en la universidad por haber dormido poco. La vida realmente me odiaba.
Cuando llegué al salón D-4 entre lo más rápido que pude por la puerta, confieso que la delicadeza no es lo mío, pues al estar dentro del salón, todos los alumnos y el profesor me estaban viendo, llegué haciendo un escándalo. Excelente.
—Parece que usted es la Señorita Hirai— la profesora me miró de arriba abajo, inspeccionando mi aspecto, que seguro no era el mejor. Sentía las gotas de sudor deslizándose por mi cuello, mi fleco pegado a la frente y apenas pude recoger mi cabello en un pequeño chongo.
—Lo soy— digo mientras hago una reverencia de casi noventa grados— Me disculpo por llegar tarde, soy nueva en la universidad y me perdí un poco. — todavía seguía inclinada, pues no quería enfrentar el montón de miradas que estaban posadas en mi.
—Primera y última vez que esto pasa, Hirai. Levántese— hago lo que me digo y miro a mis ahora compañeros, muchos ojos en mi. Algo nada conveniente para una persona tan tímida como yo.— Mi nombre es Kim Jiho, su profesora de historología. Preséntese y después tome asiento a un lado de Minatosaki Sana por favor.
Dirijo mi mirada a donde la profesora Kim me indica, una chica castaña me sonríe, noto un suéter morado y sonrío de vuelta.
—Mi nombre es Hirai Momo, vengo de Japón y hoy es mi primer día en el país !Por favor cuiden de mi!— Tomo aire cuando me di cuenta de lo rápido que hablaba, y empiezo a caminar hacía el lugar vacío a un lado de Minatosaki.
La profesora comienza con su clase de hoy, al parecer estaban viendo tejidos en las células cuando interrumpí la clase. Estaba tomando apuntes sobre lo que la mujer frente al salón decía, no me gustaba para nada esta materia.
—Yo también soy de Japón— mi compañera menciona en japonés, la miro y me sonríe. Me causa gracia pues parece una ardilla. — Soy de Osaka, y vivo aquí hace como dos años.
—¡Yo también soy de Osaka!— mencionó demasiado alto pues siento algunas miradas sobre nosotras y la profesa habla de nuevo, causando miedo.
—No van diez minutos de la clase y ya se ha convertido en una parlanchina, si no le interesa la clase se puede retirar con la señorita Minatozaki.— Su tono es contundente, firme y estricto. No digo nada y tampoco lo hace mi compañera.
Quedamos en silencio el resto de la clase, no queríamos que la profesora se enojara con nosotras. Las dos horas de historología pasaron bastante rápido, así como las tres de anatomía.
Llega la hora del almuerzo y salgo del salón, de pronto siento como una persona va caminando a un lado mío. No necesito voltear a ver quién es pues su voz rompe el silencio, una vez más.
—Perdón por lo de hace rato, se me olvida que la profesora Kim tiene oídos en todo el salón de clases. — Minatozaki dice y yo niego con la cabeza.
—No es importante, solo no me interrumpas de nuevo en clases— poner límites era primordial para mi— Iré a comer algo, nos vemos Minatozaki.— Aceleró el paso y escucho como ella hace lo mismo.
—Llamame Sana— estábamos a punto de llegar al comedor cuando lo menciona— ¿Te gustaría sentarte conmigo y mis amigas?
Por un momento considero su oferta, aunque Sana no se ha callado desde hace dos minutos, parece ser buena persona, y mamá dijo que me dejaría venir solo si trataba de hacer amigos.
Así que no tengo de otra más que aceptar su oferta, ella muy feliz comienza a dar saltos mientras avanza a una mesa alejada del centro, perfecto, con poca gente alrededor. En la mesa se encontraban tres chicas, una de ellas era muy alta, otra de ellas era más bajita pero con unos ojos muy grandes y la otra chica era muy...blanca.
—Momo te presento a Chou Tzuyu, Park Jihyo y a Kim Dahyun— dice Sana mientras se sienta entre Jihyo y Tzuyu.
—Hola Momo, toma asiento por favor, no mordemos— dice Jihyo, mientras abraza a Sana por los hombros y la acerca a ella.
—A menos que me lo pidas, claro— El comentario de la más alta me hace sonrojar furiosamente, que alguna de esas chicas me mordiera era lo último que quería en el mundo.
—Dejala en paz, Yoda. Siéntate— Dahyun me dice, su voz es bonita, al igual que sus ojos que se han hecho más chiquitos por la forma en la que sonríe hacía a mi. La chica viste un blusa de color negra, unos shorts de mezclilla y su cabello es morado. Curiosa combinación.
—Gracias, Dahyun.— digo tomando asiento a su lado y comienzo a comer aquel gimpab que compré en una tienda de conveniencia antes de venir aquí.
Fin del flashback
—Tus ojos haciendo pequeños cuando me sonreíste por primera vez, fue lo primero que me gustó de ti, Dahyunni— tomo de la mano a mi esposa, acariciando la piel que ya estaba arrugada.
—¿Aún se hacen pequeños cuándo lo hago?— Dahyun me sonríe, inclinando la cabeza y haciendo un puchero. Tenía años que no la veía frunciendo así la boca.
—Sí, cariño, aún se hacen pequeños. ¡Y tu piel sigue igual de blanca!— digo tomando su rostro con la mano que no está sosteniendo la suya.
—Tengo mis secretos, pero deja eso, recuerdo que apenas hablaste cuando nos conocimos y por las siguientes dos semanas.
—Era realmente tímida, Dahyunnie. Además a ti solo te veía en la hora de la comida, te recuerdo que te llevo dos años y tú apenas ibas en tu primer semestre de universidad.
Flashback
Habían pasado dos semanas desde que llegué a Corea, había llegado a un acuerdo de limpieza con mi compañera Jeongyeon, con la promesa de que yo haría la limpieza por cuatro días mientras ella no volviera a follarse a su novia en la mesa. En la mesa donde yo ahora estaba tomando mi desayuno.
—Hoy te toca a ti, nos vemos Yoo.
Ella no dijo nada y yo salí del departamento, hoy tenía muchas clases y un examen para mañana, así que quería quedarme un rato en la universidad para repasar los temas. Llegué a la universidad puntual, desde el percance que tuve en mi primer día, llegaba al menos cinco minutos antes de las clases.
A la hora de la comida, se hizo una rutina comer con Sana y sus amigas, aunque ellas decían que eran mis amigas. No rechazaba la idea, pues jamás me obligaron a hablar, respetaban mi presencia y me incluían en las conversaciones que tenían.
En estás dos semanas había aprendido dos cosas, que Jihyo se moría por Sana y que Tzuyu se moría por Dahyun. Era raro, porque ninguna había mencionado nada, yo las observaba. Jihyo no podía mantener su mirada en algo que no fuera mi amiga con apariencia de ardilla y Tzuyu, con esa personalidad llena de confianza, no paraba de coquetear con la más baja.
Yo siempre quedaba en medio, entre ambas parejas. Sin embargo, la mayoría de las veces terminamos hablando de cosas que no fueran referentes a la evidente atracción entre mis compañeras.
Pasan las horas, las clases terminan y ahora me encuentro la biblioteca estudiando, en casa era casi imposible estudiar, pues mi Yoo Jeongyeon siempre estaba con su novia en el departamento, besándose en cualquier lugar, en el sillón, en la pared, en la mesa, por Dios en MI MESA.
—Señorita son las seis de la tarde y la biblioteca debe cerrar— una anciana me saca del libro que estoy leyendo. Resopló y le digo que en un momento salga.
—Puedes venir a estudiar a mi casa, unnie— pegué un brinco al encontrarme con Dahyun, frente a mi. No había notado su presencia, ni cerca de mi, ni en la biblioteca.
Fin del flashback
—Como que no me habías notado, Momo— Dahyun frunce sus cejas mientras inclina la cabeza y acomoda su suéter blanco.
—Estaba muy concentrada en lo que estaba leyendo, corazón. Déjame continuar.
—Está bien, pero me debes una explicación.
Flashback
—Puedes venir a estudiar a mi casa, unnie— pegué un brinco al encontrarme con Dahyun, frente a mi. No había notado su presencia, ni cerca de mi, ni en la biblioteca. Por un momento considero su oferta, y después de imaginarme a mi compañera de cuarto y su novia haciendo "cosas" decido aceptar.
—Estaría bien, Dahyun. Vamos.
Salimos de la biblioteca y posteriormente de la universidad, el silencio fue cómodo en todo el camino. Íbamos en autobús, el frío comenzaba a llegar a Corea así muchos de los árboles se convertían en troncos secos y sin vida.
—Espero que mi compañía sea de tu agrado, unnie— Dahyun menciona y yo le digo que seguro lo será. Me preocupa que piense lo contrario, tal vez deba abrirme más con mis compañeras y ahora amigas.
Después de unos minutos finalmente llegamos a su casa, entramo y lo primero que nos recibe es un pequeño perro de color blanco, salta sobre mis pies, olisqueandome completamente, enternecida me inclino y le doy unas cuantas caricias.
—Ari está más feliz de verte a ti que a mi, unnie, y eso que no te conoce.
—Tengo ese efecto en los perros, quisiera crear uno pero por ahora apenas puedo conmigo— le digo mientras avanzamos hacía el interior de su hogar, me indica que me puedo acomodar en su sala y eso hago, comienzo a sacar mi material y después ella se une a mi con una bolsa de papas fritas.
Ella también comienza a estudiar y así pasamos al menos tres horas, cada una en lo suyo disfrutando del agradable silencio y compañía de Ari echado a nuestro costado. Estoy cansada, llevo mis manos a mis ojos y los froto tratando de alejar la irritación que me invade por fijar la vista tanto tiempo.
A mi lado se encuentra Dahyun, quien sigue inmersa en un libro, en su mano derecha sostiene un resaltador y de vez en cuando lo hace girar entre sus dedos. Está muy concentrada y me permito fijarme un poco más en ella. Sus cejas se fruncen cuando lee algo, toma el resaltador y ralla la hoja, después lo hace girar entre sus dedos nuevamente. Suelta un suspiro y continúa con su lectura, veo como toma su labio inferior entre sus dientes y lo suelta brevemente para volver a repetir la acción.
Me sonrojo al darme cuenta de que la estoy viendo como una tonta, Dahyunnie es realmente atractiva, sacudo la cabeza y tomo valor para romper el silencio.
—Dahyun, deberíamos descansar. Llevamos mucho tiempo así— la sacó de su mundo y ella sonríe.
Me gusta como sonríe.
—Tienes razón, unnie. ¿Qué le parece si vemos una película y comemos un rammyun que tengo por ahí? ¿le gusta el picante?— ella se pone de pie y ya está caminando a la cocina, yo la sigo pues sería descortés no ofrecer ayuda.
—Esta bien, una película suena bien— aunque a veces me aburren no puedo rechazarla viniendo de Dahyun— Y no, no me gusta mucho el picante, no puedo comer cosas con picante, no, no.
Ella suelta una pequeña risa y asiente, poniendo a hervir agua y yendo a la alacena para sacar dos paquetes de ramen con kimchi.
— En realidad yo tampoco como mucho picante, unnie. Preguntaba por si le gusta ir al cuarto de mi hermano y buscar uno más picante para usted— sonrío ante lo atenta que es y lo cálida que es su persona.
Así terminamos nuestra tarde de estudio, ambas sentadas en el sofá de su casa viendo una película americana y comiendo ramen no picante. Ahora nos encontramos en la puerta de su casa, conmigo a punto de dirigirme a mi hogar.
—Muchas gracias por hoy, Dahyun— pienso por un momento si es correcto preguntar lo siguiente— ¿Te puedo decir Dahyunnie?— no lo pensé demasiado al parecer. Veo su cara iluminarse, dándome una enorme sonrisa y sus ojos una vez más se hacen pequeños.
—Claro que sí, unnie. Dime cómo tú quieras. Y no agradezcas nada, puedes venir a estudiar cuando quieras. Mis padres llegan a casa a las diez y mi hermano estudia fuera toda la semana.
—Muy bien, Dahyunnie, lo consideraré. Descansa.
Me doy la vuelta y comienzo a caminar, las mejillas me duelen por tanto sonreír, creo que Dahyun y yo seremos buenas amigas.
Habían pasado algunos meses, cambiamos de semestre, de horarios, etc. Pero lo que no cambió fue la hora de comida, donde las chicas y yo compartimos comida y algunos secretos, como que Jihyo había audicionado para una empresa de actuación o que Tzuyu dormía con una pequeña lámpara de lava por miedo a la oscuridad.
Y yo, yo les empecé a tener más confianza a todas, ahora rara vez permanecía callada en una conversación. Había sido capaz de mostrarles mi lado despreocupado, mi lado bromista y despistado. Todas me decían que mi fleco escondía, según ellas "una tremenda idiota".
A veces salíamos a comer o en ocasiones los fines de semana íbamos a fiestas, que no me gustaban tanto al principio por la cantidad de gente que normalmente había. Con el tiempo aprendí a disfrutarlas, pues nadie se preocupaba por lo que yo hiciera o como me viera, al final de cuentas todos estaban alcoholizados para recordar algo.
Por otro lado, Dahyunnie y yo nos hicimos muy cercanas, pasábamos las tardes en su casa, no solo estudiando sino conversando de cualquier cosa. Como que adoptó a Ari para perder el miedo a los animales o que su abuela la llamaba Tofu. Yo le conté sobre mi vida antes de llegar a Corea y que mi sueño era tener un bonito jardín en una casa en Japón y tomar el té los domingos en la tarde.
A veces notaba las miradas que Tzuyu nos daba, evidentemente incómoda o ¿celosa? Por la cercanía entre Dahyun y yo, pero decidí ignorarlo pues no estábamos haciendo nada malo, además todas éramos amigas.
O eso creía, pues una tarde en casa de Dahyun, me di cuenta lo mucho que me había enamorado de ella. Cantaba una canción a todo volumen, bailando en la sala y brincando de vez en cuando. Con su cabello ahora azul rey revoloteando de vez en cuando por sus movimientos.
—¡Unnie, amo esta canción!— me gritaba con una sonrisa y sus ojos pequeños. Yo me encontraba sentada en el sillón, viendo la tierna escena, viendo como disfrutaba de este momento, tan libre— prometo no olvidar este momento nunca, nunca— decía con la voz agitada y llena de anhelo a la vez.
No sabía cómo había llegado a este momento, donde el universo se concentraba en esa pequeña figura disfrutando de aquella melodía.
Ni siquiera sabía que me gustaban las mujeres, pero algo en la compañía y calidez de la menor me había envuelto en un sueño, en uno en donde solo llegamos aquí donde no me cuestionaba nada. Como cuando vine a su casa por tercera vez, que rozamos nuestros dedos por accidente al tratar de tomar el control de su televisión.
O cuando sentí mariposas en el estómago por verla semidesnuda por accidente, no, no fueron mariposas. Fue un enjambre de avispas azotando violentamente mi cuerpo. Pasó por accidente al abrir la puerta de su habitación un día que llegue más temprano de lo normal a su hogar, la vi de espaldas, con solo un short de pijama puesto.
Tampoco me cuestioné aquella vez en la que sentí un enojo en todo mi cuerpo al ver como Tzuyu coqueteaba con ella descaradamente, cuando anteriormente eso me hubiera dado igual. Pero esa vez una cajita de jugo había pagado el precio de mis celos. Había caído por Kim Dahyun y lo peor de eso no era nuestra amiga en común de por medio, si no que no sabía si ella había caído por mi.
Fin del flashback
Terminé de hablar y pude notar a Dahyun un poco perdida, perdida en sus pensamientos. Ahora nos encontrábamos con una taza de té que amablemente mi esposa había preparado mientras narraba mis recuerdos.
—Que buena memoria tienes, cariño— Es lo único que menciona antes de terminar su té y dirigirse a la cama que compartimos. En su voz pude notar algo diferente...pude notar tristeza— Mañana continuamos, me duelen los pies.
Suelto una risa y me posiciono al pie de la cama, donde ella ya está acostada, casi vencida por el sueño. Tomó una de sus piernas por la pantorrilla y la coloco sobre mi regazo, y con mis manos comienzo a presionar ligeramente toda esa zona y hasta la planta de sus pies empezando un masaje que la hace soltar un suspiro de alivio.
Su piel es diferente a como cuando la recorría en aquellas noches de amor, de tanta pasión que en este momento parecían tan lejanas. Ahora tenía algunas manchas por la edad de mi Dahyunnie. Mis manos también dolían por el esfuerzo de presionar sus extremidades, pero la necesidad de hacer sentir mejor a mi esposa eran más grandes que ese dolor.
—Te amo, Momo. Te amo más de lo que puede imaginar— dice Dahyun entre sueños, cayendo profundamente dormida. Me pongo de pie, dejando sus piernas delicadamente sobre el colchón. Rodeo la cama y me recuesto en el espacio vacío, admirando las facciones de mi esposa.
—También te amo, Dahyun— deposito un beso en su frente y abrazo su cuerpo contra el mío, sintiendo el calor que me ha abrazado por más de cuatro décadas.
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Ni leí completo y quiero llorar jajjjajaja, les quiero!
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