Un ángel de piedra
MEMENTO
Autora: Clumsykitty
Fandom: Marvel, AU.
Parejas: principalmente Stony. Otras más.
Derechos: muero de la risa. Nada más que ésta idea.
Advertencias: historia que viene a raíz de Halloween y en mi país, el Día de los Muertos. Inspirada en la Mansión Winchester, el cuento El taxidermista de Pisa, una historia que alguna vez vi o leí cuyo título no recuerdo, la película La Mansión y mis ganas de escribir de este género.
Gracias por leerme.
Un ángel de piedra.
-Muy bien, todos, manos a la obra que tenemos el tiempo medido.
Rupert Glasgow se limpió el rostro por el polvo que sus empleados estaban levantando al inspeccionar la propiedad que tenía planeado restaurar, una mansión victoriana que ya se había convertido en un nido de vagabundos y ladrones, restando belleza a la zona residencial donde se encontraba. Era una propiedad intestada que el Estado finalmente pudo ganar para convertirla en lo que sería algún edificio público, siempre y cuando fuese viable y ése era el trabajo del Señor Glasgow, quien frunció su ceño ante el aroma de orines, ratas y viejo de la mansión a la que entró, acomodándose su casco, echando un vistazo a su tableta. No tenían muchos días para lograr hacerla presentable y ganar el proyecto de restauración.
Experto en restauraciones de edificios antiguos, le había encantado la idea de la mansión victoriana del siglo XIX, abandonada en un vecindario tan típico entre gente educada que simplemente ignoraba aquel rincón espantoso pero que pronto daría problemas de continuar abandonado mientras los pleitos legales por su propiedad continuaban. Si bien era una extensión generosa, la mayoría lo ocupaba el invernadero que había servido para los últimos dueños, dedicados a la exportación de flores y semillas antes de la Gran Depresión, cuando el empresario como su esposa murieron a una edad avanzada sin dejar un testamento a sus familiares más próximos. Sin hijos o sobrinos cercanos, aquello se había vuelto una carnicería entre los parientes lejanos y el Estado que al fin comprobó el abandono por décadas de aquel lugar.
-No, no, los muebles solamente repliéguenlos, cortinas y colchones van a la basura.
-Sí, señor.
Tenía un enorme boquete en el centro, pero nada que un lindo tragaluz no pudiera arreglar, Rupert iba anotando en su tableta las remodelaciones más urgentes que serían necesarias mientras sus empleados inspeccionaban ya los pisos superiores. Si conseguían aquel proyecto, tendría aseguradas sus vacaciones en el Caribe, algo que anhelaba desde que entró a trabajar en aquel ramo tan competitivo, aprendiendo de grandes maestros. Ahora tenía su propia empresa que iba en ascenso, con este proyecto seguramente tendría mejores clientes con mejores pagas. Valía la pena ensuciar su traje nuevo con el polvo, las telarañas, las cenizas y la basura que plagaba los pasillos y habitaciones de la mansión.
-Quiero que cotejen todo, ¿están tomando fotos?
-Sí, señor.
-Bien, que Lucas no olvide tomar las medidas de las ventanas esta vez.
-Le diré señor.
-¡Señor, venga por favor!
-Ah, lo sabía, no sería tan fácil. Vamos.
Glasgow ya sospechaba que iban a encontrar problemas, dígase alguna evidencia que llevar a la policía, restos de las actividades secretas adolescentes o en el peor de los casos, algún cuerpo en descomposición, ya fuese un asesinato o no. De todo había visto en su trayectoria como restaurador y vendedor de bienes raíces. Sus deducciones no estuvieron muy alejadas, aunque no eran del todo normales, habían encontrado lo que parecían ser unas esculturas rotas, algunas estaban casi enteras, curiosamente todas miraban hacia el pasillo que daba al invernadero que aún no exploraban. Sus empleados le habían llamado porque lucían más nuevas que toda la decoración. Rupert se subió sus googles para verlas detenidamente, poniéndose en cuclillas al hacerlo con su pluma picando uno de los trozos de mármol blanco.
-Parece que alguien estuvo haciendo escultura aquí dentro y no le pareció su obra final.
-¿Cree que no pertenezcan a la mansión?
-Mmmm... -Rupert revisó su tableta- No tengo registro de estas esculturas en el inventario de los últimos dueños, y no lucen tan viejas.
-Son extrañas -dijo uno de sus demoledores- Pareciera que están llorando.
-Y tienen... ¿alas? Parecen alas.
-Lo dicho, debió ser algún artista de esos vagabundos que estuvo aquí pero no le gustó lo que creó, y siendo sinceros, le apoyo. A nadie le gustan ángeles llorones.
-¿Los llevamos a la basura, señor?
-Sí, y sigan buscando, nunca falta el avispado que pone cosas en casas abandonadas para reclamar que le pertenece porque hay cosas suyas.
-¿De verdad lo hacen así?
-Eso y más, ¡andando!
-¡Sí, señor!
Estaban completamente dedicados a la mansión, olvidando de momento el invernadero porque era relativamente más fácil, solo eran plantas secas y mucha herrería la cual a lo mejor ya no tendría remedio por la oxidación causada al paso del tiempo, quizá lo único rescatable serían los vitrales, pero aún no tenía a su perito experto para saber si eran los originales. El Señor Glasgow se halló muy satisfecho de su propia labor, iban a buen tiempo. Se pasó el resto del día contabilizando todo lo que había en el interior, una vez que fueron sacando más basura, haciendo cálculos cuando estuvo en la parte alta sobre el domo y tragaluz que deberían colocar para cerrar el techo. La noche cayó sobre ellos, trayendo enormes lámparas que iluminaron por dentro como la fachada de la mansión, parecía que fuesen a inaugurar un club nocturno.
-Señor, encontramos otro ángel.
-¿Dónde?
-Frente al invernadero, bajo el arco de entrada.
-Ya saben qué hacer.
-Pero éste es diferente, señor.
-¿Diferente en qué, Lucas?
-Está completo... de hecho luce tan viejo como la mansión, pero no está maltratado.
-Por tu expresión tengo la ligera corazonada de que tratas de decirme algo más.
-Es que también es un ángel llorón.
-¿Y? Los nuevos pudieron estar inspirados en... espera.
Revisó las fotografías que le habían enviado del invernadero, notando entonces que no había ni una sola escultura, mucho menos de un ángel de mármol. Frunció su ceño, buscando ahora las fechas de las fotografías, pensando en que quizá le hubieran dado imágenes no actualizadas. Pero no, eran tan recientes como su corte de pelo. Miró a su ayudante, quien le devolvió la misma mirada confundida pues había visto las fotografías en su tableta, entendiendo que era una escultura que alguien había colocado recientemente frente al invernadero. Su primera sospecha era de lo que llamaban los paracaidistas, haciendo uso de suelo intestado para luego reclamarlo como suyo por la evidencia que mostraban como objetos personales o decoración.
-Lucas, ve al invernadero y toma fotos del ángel, vamos a compararlo con otras esculturas, quizá demos con quien las crea o si son hechas en fábrica, en dónde las venden.
-Sí, señor, vuelvo enseguida.
Tomando uno de los jergones para limpiar, sacudió un asiento de silla antigua donde tomó asiento, buscando datos sobre el invernadero. Lo único que halló fueron descripciones muy generales que no hablaban de los detalles de éste, y en los pocos en los que ahondaron en mencionar algo, nunca se habló de un ángel llorón de mármol. Rupert negó, bufando. ¿Sería una broma de alguno de sus rivales para sacarlo de sus casillas? Pues aquella figura que no aparecía en sus registros le provocaría una buena migraña al pasar horas de papeleo burocrático tanto para demostrar que no pertenecía originalmente a la mansión como de que nadie reclamaba su propiedad.
-La tengo señor -dijo Lucas, regresando a carrera.
-Excelente, veamos.
Insertó la memoria de la cámara en su tableta, mirando aquella fotografía. Sí, un hermoso ángel que cubría su rostro con ambas manos y sus alas replegadas, de pie bajo el arco del invernadero. Una vista digna de un paisaje romántico para algún pintor bohemio, pero él era un hombre de negocios. Con dedos apurados, Glasgow se dio a la tarea de investigar la procedencia de tal escultura, frustrándose cada vez más al no hallar nada. Había muchos ángeles y fábricas produciéndolos por montones, sin embargo, nada en esas características ni tamaño realista. Con un gruñido, tecleó más furioso la pantalla de su tableta, buscando en foros, blogs, alguna comunidad dedicada a ese arte.
-Señor -Lucas le llamó- ¿Escucha...?
-¿Qué?
Ambos hombres lo notaron, de pronto había silencio cuando todo el día había sido de martillazos, golpes, arrastre de muebles, órdenes, chistes, chirridos de metal. La mansión se había quedado mortalmente en un pesado silencio. Los dos respingaron al escuchar el corto circuito de las lámparas, quedándose en la oscuridad natural de la mansión, únicamente alumbrados tanto por sus cascos con sus propias lámparas, la tableta como la lámpara pesada que Lucas portaba y que tembló al percatarse que muy probablemente, estaban solos en ese tercer piso. Rupert también tuvo miedo, más se aferró a la idea de que había sido algún fusible quemado, esas cosas pasaban todo el tiempo, no había por qué extrañarse.
-¿Qué sucede? -llamó él a través de su radio, teniendo por única respuesta una estática- ¿Alguien? ¿Qué ha ocurrido con las lámparas?
-Nadie responde... no hay nadie.
-Claro que debe haber alguien, Lucas. Acabas de dejarlos hace no menos de cinco minutos.
-¿Y dónde están?
Esta vez sí brincaron del suelo al escuchar las pesadas lámparas ser hechas trizas, imposible. Aun siendo varias personas, no podrían hacer crujir el metal de esa manera. Tanto Lucas como Rupert intercambiaron una mirada, el primero desenganchando el martillo que colgaba de su cinturón, el segundo preparando una llamada de emergencia a la policía en caso de encontrarse con alguna banda criminal. Así salieron ambos al pasillo, escuchando nada más que sus pasos contra la vieja madera que crujió, el aroma a viejo y el viento súbitamente helado que hizo ver sus alientos como un vapor blanco. Si estaban temblando, ninguno quiso mencionarlo.
-Es imposible... no pueden desaparecer más de treinta mujeres y hombres en un parpadeo...
-No sé qué está pasando, señor.
-Bajemos. Tenemos que salir.
-Marque mejor a la policía.
-Estoy... ¿qué carajos...?
Rupert se quedó quieto a mitad de las escaleras viendo con un rostro cada vez más pálido su teléfono celular que se había quedado sin señal. Lucas ya había bajado, iluminando el pasillo hacia la salida, dirigiéndose hacia ella cuando ambos escucharon un siseo, como alas batiéndose en el aire. El Señor Glasgow levantó su mirada igual que su lámpara que iluminó a su empleado, quien se volvió hacia el ruido, como si hubiera localizado su procedencia. La tableta cayó, destrozándose al rebotar contra los escalones cuando una figura blanca como el mármol avanzó hacia Lucas, con sus alas extendidas y unas manos que terminaban en largas garras, su rostro estaba desfigurado y a Rupert se le antojó más de un monstruo que de un ángel, quedándose paralizado de terror mientras Lucas era izado al aire, su cuerpo transformándose en una escultura más de piedra blanca que el ángel hizo trizas por el cuello con un rugido.
-Padre Nuestro que estás en los Cielos...
El instinto de supervivencia atacó a Glasgow, saliendo de su parálisis y echando a correr de vuelta al tercer piso, escuchando los golpes huecos de algo subiendo las escaleras. Un escalofrío terrible recorrió su espalda, cayendo al suelo polvoso que le hizo toser, levantándose a gatas, trastabillando para buscar alguna salida, tenía que haber una escalera que bajara. Halló un balcón de ventanas abiertas por el cual salió, resbalando entre maldiciones por el techo de tejas hacia el segundo nivel donde encontró esa escalerilla de emergencia. Sudaba y estaba seguro que sus pantalones se sintieron húmedos. Perdió un zapato al caer en la maleza, otro al enredarse en las ramas secas de unos rosales marchitos. Gritó. La ventana por donde había salido estalló y unas alas blancas se asomaron. Rupert corrió por su vida, mirando la insólita cantidad de esculturas rotas a su paso que su mente le dijo eran sus empleados.
-Ave María llena eres de gracia...
Sus pasos nada seguros le llevaron hacia la entrada del invernadero que miró con ojos abiertos, llorando, temblando de terror. Las alas le alcanzaron, mirándolas por el rabillo del ojo. El hombre se agachó, haciéndose ovillo y cayendo al pie de las escaleras que subían al invernadero, mirando por el hueco de sus brazos que protegían su cabeza al ángel frente a él, con sus garras, con ese rostro deforme, una mezcla entre una escultura y algo... algo que no era de ese mundo. Los ojos de Rupert se perdieron en la expresión llena de odio y venganza de aquellas cuencas vacías donde se suponía hubieran ojos, pero solamente estaban dos ventanas a la oscuridad.
-¡NOOOOO! ¡DIOS MÍO AYUDAMEEEE! ¡NOOOOOOOOO! ¡AAAAAAAAAAAAAHHHHHHHH!
Los vecinos creyeron que los restauradores se habían marchado por la madrugada. Nadie hizo preguntas, nadie quiso saber, comenzaron a circulas historias de fantasmas dentro de la abandonada propiedad. Unos chicos le tomaron fotos, para enviarlas a un canal en YouTube donde un grupo de universitarios se dedicaban a la exploración de casas antiguas. Seguramente les encantaría esa mansión victoriana llena de esculturas rotas de ángeles llorones.
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