Capítulo 23

Los días que pasó recibiendo  mensajes desde el otro lado fueron demasiados para convertirlo en algo cotidiano y casi imborrable de su rutina diaria. El sonido de cada mensaje tenía incluso la imagen de la persona escribiendo del otro lado, aunque fuera imposible. Y más allá de la mirada de su familia y amigos, preocupados por la repentina confianza en la que se veía envuelto una vez más el menor, notaron que su alegría era creciente, por lo cual decidieron no entrometerse en su vida amorosa salvo que fuera necesario o que fuera él quien buscase la ayuda.

Se envolvió en sus cobijas, no era aun las siete de la mañana, la nieve caía cubriendo muy despacio el follaje de los árboles y hacía suficiente frío como para no querer levantarse. El celular en sus manos era lo único, además de su cabeza, que sobresalía para poder permitirse leer los mensajes en la pequeña pantalla.

Hace mucho frío aquí.
06:54

Aquí también amaneció frío. Está nevando y no tengo ganas de salir...
06:55

¿Tienes algo que hacer?
6:40 AM

No.
6:40 AM

Entonces no importa que no salgas de tu cama. ¿No es así?
6:41 AM

Supongo que no. De todas formas, tengo demasiado frío, y este invierno creo que será demasiado frío y aburrido. Más tarde debo levantarme a limpiar la nieve de la entrada.
6:42 AM

Qué aburrido...
6:43 AM

Los mensajes iban y venían. A pesar de la distancia, en ocasiones sentía que el hombre de cabellos platinos estaba tan cerca como abrir la siguiente puerta, temiendo caer en sus brazos irremediablemente. Aquellos días le hicieron saber que tenía el suficiente orgullo como para no decir nada que pudiera comprometer la fragilidad de su relación, la cual era un burdo intento de amistad.

Dejó su celular a un lado, para poder despejar su mente de todos los pensamientos y dedicarse a sus responsabilidades. Debía preguntarse si estaba donde quería, si su vida estaba en el curso que el esperaba, o por el contrario, si se encontraba más perdido que antes.

Después de todos los escándalos en ese años dentro del patinaje artístico, estar lejos parecía ser la mejor opción para recuperar la compostura y la vergüenza de haber hecho todas las cosas que hizo. Sin embargo, algo en su interior se regocijaba con el recuerdo de la superación personal y el recorrido tan duro que pudo superar por su cuenta.

El mundo del patinaje tal vez no lo necesitaba, pero era obvio que él aun sentía la adrenalina corriendo su cuerpo a frsm velocidad. El sentimiento de deslizarse sobre el hielo, el frío de las caídas, el sonido de la cuchilla impactando contra la superficie heladas, las voces, los gritos y aplausos de las personas que lo felicitaban a los alrededores, retumbando con la potencia de un huracán arrasando con todo.

La calidez del momento, el espectáculo. El sentimiento que solo podía ser comprendido por alguien que amaba tanto como él patinar. Ese sentimiento que no podía ser comparado con ningún otro. Amar se sentía de esa manera, amar hacer algo con el corazón y con el impulso de un artista.

Aquello podía quedarse ahí o marcharse. De todas formas, el auge no duraba para siempre en la vida real, sólo eran ilusiones creadas por los recuerdos de grandeza. Viktor era un claro ejemplo de alguien así. Una persona que se retiró en el momento justo para seguir siendo una leyenda, y al mismo tiempo, eso evitaba que la imagen de todos sus fans fuera manchada por un hombre con falta de capacidades para seguir patinando. Pero, ¿entonces qué era él, Yuuri Katsuki?

Con pena, casi nada de gloria, se había desvanecido. ¿Podría regresar para que la historia lo recordase como más que un muchacho con múltiples fracaso? No de lo podía responder, y hacerlo le causaba severos dolores de cabeza, al igual que un nudo en la garganta. La comparación entre Viktor y él, visto objetivamente, seguía siendo algo duro de ver.

—Viktor... —murmuró. El nombre resultó extraño en sus labios, casi irreal por el hecho de haber evitado decir ese nombre mientras estuvo en Japón. Y en ese momento, lo digo bajo sin desearlo, con el deseo de elevar su voz hasta convertirse en un grito desgarrador. Como si estuviera de nuevo el hombre mostrando su ancha espalda mientras caminaba lejos, indudablemente lejos de él.

Los pensamientos de olvidaron en el fondo de su subconsciente cuando terminó de hacer los labore diarios. Su familia lo notó extraño, pero prefirieron no preguntar, acto que Yuuri agradeció, y sin embargo, creía era necesario porque los vio a ellos con un comportamiento inusual que quiso olvidar.

Tomó su teléfono, ignorando el último mensaje de Viktor que llegó para volver a escribir. Tenía un sentimiento parecido al de la noche que regresó a Japón con la noticia de no participar esa temporada. Y ahora, bajo el silencio de su propia soledad, podía admitirlo. Lo extrañaba.

Hizo todo lo posible para poder vivir su vida normal, cumplió sus metas, habló y se expresó con el corazón, pero hasta ese momento no había podido admitir lo que en verdad debía admitir para él y no para otras personas. Debía confrontar a su persona y al resto, con más fuerza que nunca para poder decir frente al mundo que sus sentimientos no habían cambiado y él tenia el derecho de seguir.

Él extraña a Viktor, como la Luna extrañaría al Sol para poder mostrar su brillo. De alguna forma, Viktor siempre sería su inspiración, aquel sueño lejano para muchos, que por un momento, había sido innegablemente suyo.

¿Sigo siendo tu inspiración?
4:57 PM

Su estómago se revolvió, sentía que su corazón había dolido demasiado.

Siempre serás mi inspiración.
5:00 PM

Aun podrías continuar con tu carrera si así lo desearas.
5:01 PM

Patinar ha hecho mucho por mi vida. Tú y yo sabemos lo que es, la sensación de estar en el hielo, incomparable. Pero no se puede estar por siempre en él, ¿no es así?
5:03 PM

La gente espera el regreso de la leyenda viviente.
5:04 PM

No puedes vivir de lo que los demás esperan.
5:05 PM

Cuando te conocí, supe de inmediato que no podía haber algo que quisiera más que ser como tú en el hielo. El mejor de todos, te admiré por muchos años, pensando en cómo sería competir contigo. Creo que de todo lo que he vivido es lo único que jamás pude lograr.
5:07 PM

No pienso regresar al hielo. Creo que ya hice todo lo que podía.
5:08 PM

Soltó una sonrisa amarga, era como si las estrellas dejasen su combustión y fueran un mero desecho cósmico perdido en el infinito. Nadie quiere aceptar que la persona que más admiraron tiene límites más humanos de los que tuviera cualquier otro.

Lo que te dije hace tiempo era cierto, nada podrá cambiar lo que fue y ha sido. Pero aquí, ahora, no tengo más motivos para seguir ocultando las cosas. Lo que dije era cierto, eres mi inspiración, y sólo un idiota dejaría algo valioso cuando se le es entregado como si fuera un obsequio. Tal vez por eso seguiré siendo un idiota.
5:12PM

¿Siempre será así?
5:13 PM

Yuuri... No hice las cosas bien hace un año, y sigo pagando por ello. ¿A qué viene esta conversación?
5:14 PM

Necesitaba saber...
5:14 PM

¿Qué?
5:14 PM

Si sigo sintiendo algo a pesar de todo.
5:20 PM

Dio varias vueltas, inquieto, el deseo que correr se apoderó de él. Tomó sus auriculares, se abrigó apenas un poco y luego de avisar que saldría se marchó cuanto antes a donde quiera que sus piernas le permitieran llegar.

Fuera claro y el cielo estuviera consumiéndose por la oscuridad de la noche, no importaba. El tiempo podía parar un momento para que le fuera posible poner los pensamientos en su lugar. De esa forma estaba bien, porque necesitaba de los incontables minutos siendo consumidos.

¿Qué es lo que realmente esperaba escuchar de Viktor? No estaba seguro, pero algo tenía en mente. Era irreemplazable alguien como él.

Antes de poder asimilar su propio comportamiento, se encontró frente al Ice Castle. Sin importar los años, ese lugar era imperturbable. Era el templo de sus fracasos y victorias, el lugar que lo vio nacer a él y toda su historia, fuera considerada un éxito o una calamidad. A medida que caminaba, los recuerdos se hacían presentes. El día en el que perdió, cuando se distancio del mundo, cuando se convirtió en Melpómene. Se sintió vivo en la pista, siempre había sido de esa manera.

Así que cuando se cansó de repetir movimientos aleatorios en el hilo, comprobó que parte de su destreza no se había perdido, seguía presente. Los saltos, la expresión, el sentimiento gélido en sus mejillas. Y supo que para él, era parte de estar vivo la mezcla de sensaciones, insípidas y  condimentadas.

Por los cristales, la luz de la luna se colaba para reflejarse en el hielo. Se sentó fuera de la pista, mirando hacia el vacío en una clase de trance, pensando mientras recordaba todo lo que hizo ese mismo día. Lo único relevante fue practicar ahí, y el silencio que le regaló unos segundos su querida amiga de la infancia para entrar y adueñarse del lugar una vez más.

Escuchó un ruido que lo hizo despertar de su ensoñación, permaneciendo callado e inmóvil, debía tratarse de Yuuko, seguramente preocupada de que todo estuviera apagado y silencioso. No era sorpresa que en ocasiones de siguieran preocupando por su estado de salud.

Sin embargo, no escuchó el sonido de nasos normales, sino el suave deslizar de cuchillas sobre el hielo. Levantó si mirada, observando borroso por la falta de sus lentes, los cuales colocó de inmediato para intentar vislumbrar lo que estaba frente a sus ojos.

Sintió que el aire le fue arrebatado de los pulmones cuando la silueta que conocía tan bien fue expuesta con el canto lunar a sus espaldas. Como si hubiera sido extraído de sus más hermosos sueños, aquel ángel parecía danzar exclusivamente para él.

Se levantó, sujetándose del borde que lo separaba de la pista. Brillaba, algo en él poseía un aura tan encantadora que sintió que era un niño de nuevo. Cuando los hilos de plata se movían al compás de una agraciada melodía que jamás pudo olvidar. Ahí estaba él, cayendo una vez más.

Los ojos se posaron sobre los suyos. Yuuri no supo que clase de broma o regalo era ese. Como había terminado aquel hombre en ese lugar, cuando aseguraba, hace unas horas, se encontraba lejos, en una ubicación que desconocía.

Esos irises de quitaron la respiración, tal y como lo habían hecho en otras ocasiones. Vio una mano extenderse hacia él, una mano en el pecho y luego más movimientos. La cinta de sus recuerdos retrocedió, sabiendo aun sin música que tales pasos los conocía a la perfección.

Stay close to me.

La musica estaba en su cabeza, y observó imperturbable la gracia con la cual ejecutaba la coreografía. Como si no hubiera pasado un solo día desde la primera vez que se presentó con la misma. En aquel rostro, se marcaba más arrepentimiento que calma, y eso logró hacer que su pecho doliera con agudez.

¿Por qué se sentía de es manera? ¿Qué hacía él ahí? Una vez más había regresado, mostrándole que no se había olvidado de todo. Aun estando en esa situación en la cual eran capaz de huir, no pudo más que contemplarlo en silencio.

Todo lo que había pasado seguía en su memoria, golpeándolo con fuerza al mismo tiempo que volaba lejos como una pluma siendo liberada en una tempestad. Algo que sólo ese hombre era capaz de causar.

El podía decidir que hacer. Al final, quien decidía no era ningún otro sino él, y lo que pensara el resto era solo un hecho segundario sin importancia. Estaba ahí, por él, de alguna manera, fuera un milagro o algo predestinado, se encontraba frente a él. Con esa imagen inmortal que era incapaz de borrar. Él estaba ahí, como un hecho palpable.

Lo dejó ser, hasta que terminara la secuencia final. Aquella coreografía era tan hermosa como la primera vez que la vio, y se encontraba quieto, con algo grande que decir, pero sin palabras para poder hacerlo.

Se miraron, varios segundos hasta darse cuenta que por sus propias mejillas estaban cayendo espesas lágrimas que de perdían en el suelo o resbalaban por su cuello. No supo en que momento comenzó a llorar en silencio.

—Viktor...

—Yuuri...

La voz hizo eco, como si hubiera esperando siglos para poder escucharlo pronunciar su nombre de esa forma. Corrió, sabiendo que esta vez estaba bien si se dejaba caer. Los brazos de extendían a los costados, esperando que regresaran a aquel lugar al cual había pertenecido desde un principio. Y lo abrazó, como nunca había abrazado a otra persona en su vida. Enterró su rostro aun con lágrimas en la ropa ajena, sabiendo que quedarían gotas, pero sin importarle aquello.

Los brazos se envolvieron alrededor de él, la calidez que estuvo esperando desde hace mucho se hizo presente. Viktor lo tomó con fuerza entre sus brazos, como si fuera a escapar a otro lugar en un abrir y cerrar de ojos.

—¿A pesar de todo?

—A pesar de todo —contestó Yuuri, desvelando sus sentimientos una vez más.

Escuchó una profunda respiración, casi al mismo tiempo que la suya intentando calmarse. El corte en la voz ajena le hacia entender que de encontraban en el mismo estado. Un poco rotos, pero con las piezas completas uniéndose poco a poco.

—Lo siento —murmuró Viktor—. No volveré a dejarte. Te lo prometo, jamás te dejaré solo de nuevo.

Y le creyó. Afirmó con la cabeza aún enterrada y sus lágrimas desapareciendo hasta perderse. Tal vez por los sentimientos acumulados, quizá por la felicidad que le causaba saber que las palabras eran sinceras. El abrazo lo demostraba, Viktor no tenía intenciones de dejarlo ir. No obstante, lo separó un poco para que la mirada de ambos pudiera encontrase.

—Te amo, nunca te voy a apartar otra vez —siguió hablando—. Y tengo el resto de mi vida para demostrarte que lo que digo es sincero.

Afirmó, cansado. Vio como se acercaba a él con lentitud y un dulce beso era plantado en su frente. Los dedos acariciaban su cabeza s través de los mechones y lo acercaba de nuevo para besar su cabeza en reiteradas ocasiones, como si fueran pequeñas disculpas. Sintió paz, el silencio los envolvía y permitió que su corazón se calmara.

Estaba en las manos correctas.

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