♫ Traiciones y Vainillas ♥
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Rodrigo
-¿Poetín?
Aira quería llamar la atención de Rodrigo, pero era en vano.
Él se hallaba todavía inmerso en el olor a húmedo de las lágrimas maternas, el calor del abrazo de la mujer que le había dado la vida, así como la tristeza y gran impotencia que había sentido al verla así.
Aprendió que, por más que muchas veces uno quisiera hacer algo por otra persona, a veces esto no bastaba. Había querido hacer más, mucho más, que simplemente abrazar a su madre para que esta se reconfortara. Pero le era imposible hacerlo.
Al recordar aquella noche en la que había aprendido el significado de un abrazo a un ser querido, noches enteras que había creído enterradas en lo más profundo de su ser, regresaron de inmediato.
Noches en las que su padre insultaba a su madre, llenándola de toda clase de calificativos impronunciables. Noches tortuosas en las que los gritos y chillidos de las peleas inundaban todas las paredes de su casa -volviéndolo aún más sensible a los sonidos de lo que ya era- y en las que se encerraba en el clóset de su cuarto para ya no seguirlos oyendo. Noches en las que las profundas lágrimas que derramaba en su escondite no bastaban para cubrir el enorme hueco que se socavaba cada vez más dentro de sí. Noches en las que le revelaron el secreto que lo marcaría por siempre: él era el producto de una infidelidad.
-¿Estás diciendo que él...? -El pequeño Rodrigo abrió bastante sus ojos. Lo que acababa de escuchar provocaba que el mundo se derrumbara a sus pies-. ¿Que él...? ¿Que yo no...? ¿Que yo no...? -Tuvo que aspirar profundamente para poder respirar y darse fuerzas para formular la pregunta que tanto le costaba hacer-. ¡¿No soy hijo de mi padre?!
-Hay una gran posibilidad de que así sea... -dijo la mujer de largo pelo rubio que observaba con atención a Rodrigo.
El revelarle aquel secreto a su hijo, que por tanto tiempo había decidido guardar con recelo, le carcomía las entrañas. No obstante, ahora que Rodrigo era adolescente, había decidido que era el momento adecuado. El chiquillo parecía mostrar la madurez necesaria para poder aceptar su origen. Y las continuas preguntas que le formulaba acercaba de las marcas que había en su piel producto de las golpizas que recibía, por fin podían ser respondidas, ahora que había decidido separarse de aquel hombre que alguna vez amó y que luego traicionó, pero que nunca la perdonaría por su infidelidad. Peor todavía, cuando un incidente afectaría la reputación profesional de su marido, resquebrajaría la ya delicada relación matrimonial entre ambos, volviendo a aquél en un hombre violento, el cual desahogaría todas sus frustraciones y viejas rencillas sobre ella, sumiéndola en la más profunda mar de las depresiones...
-Pero, ¿cómo...? ¡No...! ¡No lo entiendo!
-En el tiempo de tu concepción... yo pues... -La mujer observó hacia el techo de la habitación. Se hallaba imposibilitada de poder ver a su hijo a los ojos al confesar con detalles su secreto-. Me da tanta vergüenza decirlo... Pero yo... -Una lágrima bajaba por su mejilla junto a su reputación-. A la vez que estuve con tu padre... pues estuve con otro hombre...
Rodrigo sintió que el corazón se le partía en dos.
-Entonces... entonces... entonces... ¿Quién...? ¿Quién...? ¿QUIÉN ES MI PADRE?
Las lágrimas que bañaban su rostro se mezclaban con el olor a mentira del amor materno, y el recuerdo de un amor paterno que siempre creyó que le fue negado, pero que, en el fondo, no era aquel a quien le tocaba que le fuera entregado...
-Es el ex mejor amigo de tu padre, Adrián... -dijo su madre tratando de abrazarlo para reconfortarlo, pero él se apartó de su lado.
Quería tener el suficiente espacio para poder respirar. Quería tener el suficiente espacio para poderlo asimilar. Quería tener el suficiente espacio para aceptar que él era producto de la mentira y del pecado. Pero el profundo asco que empezaba a sentir por sí mismo y por su madre le impedía pensar con claridad.
-¿SU EX SOCIO? ¿CÓMO...? ¿CÓMO ES POSIBLE? ÉL LE QUITÓ LOS CLIENTES DEL ESTUDIO... ¡PAPÁ DECÍA QUE LO HABÍA TRAICIONADO!
-En realidad se separó del Estudio y se llevó los clientes que él había ganado por su cuenta.
-PERO, ¿CÓMO PUEDE SER ESE SEÑOR MI PADRE? ¡ES MALO!
Soledad iba a replicarle, pero prefirió que su hijo se desahogara.
-AL MENSAJERO DEL ESTUDIO NUNCA LO LLAMABA POR SU NOMBRE. SIEMPRE LE DECÍA "MARICÓN". MI PAPÁ LE LLAMABA LA ATENCIÓN Y LE DECÍA QUE LO TRATARA MEJOR.
-Bueno...
-Y SI AFIRMAS QUE ESE HOMBRE ES MI PADRE, ¡ÉL NO ME QUIERE! SIEMPRE QUE IBA AL ESTUDIO, ME DECÍA QUE ERA UN MOCOSO INSOPORTABLE QUE HACÍA MUCHO RUIDO Y QUE NO LO DEJABA TRABAJAR...
-Siempre Adrián tan estúpidamente sincero -musitó la mujer más para sí misma que para su hijo.
-Ese señor no me quiere, mamá... -continuó diciendo el chiquillo en medio de las lágrimas que taladraban su corazón y con la respiración entrecortada-. Ni mi papá ni él me quieren...
Rodrigo empezó a sentir que le faltaba el aire.
-Hijo, yo... -Soledad trató de acercarse hacia su hijo, pero este la volvió a rechazar-. Perdóname...
-Tú...
Volteó para poder observar a su madre.
Le costaba ver a los ojos a aquella mujer, a quien quería con adoración porque siempre había estado para protegerlo, consolarlo y comprenderlo, cuando nadie más había querido hacerlo... Sin embargo, el saber que había sido concebido debido a una infidelidad, y entender el verdadero motivo por el que el hombre que creía su padre nunca lo había aceptado, no hizo más que experimentara tantas emociones negativas, en las que el sentimiento de sentirse traicionado sobresalía, el cual fue formulado por sus últimas palabras de ese día:
-Tú... tampoco... me quieres...
Enterarse de tal magnitud de secretos que guardaba su madre, era demasiado para él. Esto provocó que su asma, el cual había permanecido dormido durante mucho tiempo, volviera con gran fuerza, para minar no solo su cuerpo, sino terminar de dar una estocada a su joven espíritu que en ese momento estaba al borde del colapso.
-¡Rodrigo! -gritó la mujer con desesperación para luego abrazar a su hijo y ayudarlo a poder respirar...
-¡Rodrigo! -Aira insistió en llamar al joven, pero él seguía meditabundo.
El aludido seguía con la mirada perdida en los recuerdos que habían vuelto con detalle, abstrayéndolo de todo aquel que le producía alegría, para solo traer desasosiego a su corazón. De este modo, su acompañante decidió apelar a otros métodos para volverlo a la realidad:
-¡Hey! -dijo levantándose de su asiento y dirigiéndose hacia él-. ¡Te estoy llamando!
Estaba a pocos centímetros de Rodrigo. El olor de su perfume a esencia de vainilla, que había percibido en el paradero de buses, lo trajo de vuelta.
Desde un comienzo le había gustado porque, a diferencia de otros perfumes de mujeres que había olido, aquel era dulce... Dulce como la crema de vainilla que gustaba de echar sobre el capuchino que tanto le gustaba tomar... Dulce como la sensación de cercana ambrosía que aquella chica provocaba en su ser... Dulce como los labios de ella que tenía frente a sí y que tanto le antojaba poseer...
-Discúlpame -mencionó retrocediendo su rostro y cubriéndosela con una mano, para alejarse así de Aira.
-¿Ah? -dijo enarcando la ceja.
-Perdón -Rodrigo meneó la cabeza y le volteó el rostro-. Vuelve a tu asiento, por favor...
-Pero yo...
-¡Estoy bien! Gracias -afirmó y con un indicativo en la mano insistió en que ella se sentara. Le obedeció, no sin mascullar los labios de frustración.
‹‹¿Qué me pasa?››, pensó a la vez que una gota de frío sudor bañaba su frente.
El joven observó de reojo a Aira.
Estaba cabizbaja, pero aún así la encontraba hermosa. En especial, le gustaba cuando ella hacía una mueca torcida mientras jugaba con un mechón de su cabello, lo enrollaba sobre su dedo, para luego hacerlo caer sobre su pecho y...
‹‹¡Contrólate!››
-Señores, aquí les traigo sus postres que el joven del billar les invita -dijo el mesero que se había acercado hacia ellos.
Rodrigo volteó hacia donde el hombre les indicaba. El chico de trenzas rastas, que antes los había interrumpido, les sonreía a la vez que les mostraba el dedo pulgar.
-Después de todo es buena gente. Uhm... Rodri, ¿qué sabor escoges? ¿El helado de fresa o de vainilla con choco chips?
-¿Cuál prefieres tú?
-Me da igual -dijo encogiéndose de hombros-. Ambos sabores me gustan. ¿Tienes alguna predilección en especial?
Rodrigo observó ambos helados. Sin embargo, al toparse sus ojos con el helado de vainilla, cuyo borde se derretía levemente de su envase, y recordando las sensaciones que había experimentado minutos antes, un nudo en su garganta lo obligó a pasar saliva para refrescarla.
-Bueno, yo...
-¡Mejor escojo el de fresa! -dijo anticipándose a su elección-. Hace tiempo que no como uno y ya ni me acuerdo a qué sabe. Siempre pruebo helado de vainilla, y creo que hay que variar de vez en cuando, ¿no lo crees?
El aludido asintió con la cabeza a la vez que no le quedó más remedio que coger el que quedaba.
Mientras ambos probaban sus helados, el ambiente no pudo menos que ser tenso. Ambos no hablaban, producto de la incomodidad de Rodrigo y la decepción de Aira al sentirse rechazada. No obstante, las miradas de reojo que el muchacho le prodigaba no ayudaban a relajar la atmósfera. Peor todavía, cuando sus ojos se topaban con los de ella para luego desviarlos a otro lado, con la punzada de dolor que esto producía en la joven, provocó que ella decidiera tomar el toro por las astas:
-Rodri...
-¿Sí?
-¿He hecho algo malo?
-No, nada.
-Entonces, ¿por qué? -La muchacha frunció el ceño-. ¿Por qué...? ¿Por qué siento que me rechazas?
-No lo hago...
-¡Sí lo haces! Antes estábamos hablando de lo más bien. Ahora... es como si... no sé cómo explicarlo...
-No te entiendo.
-Te estuve hablando y no me hacías caso. ¡Es como si estuvieras en Marte!
-Pero no me he ido a ningún lado. Estoy aquí contigo. Aparte, no me interesa la carrera de Astronomía, recuerda que estudio Literatura.
Aira levantó los brazos con desesperación.
-¡Ayyyyy! ¡No me refiero a eso, Poetín Tontín!
-¿Poetín Tontín? -dijo abriendo los ojos como plato-. ¿Es un nuevo apodo?
-¡Síiii! ¡Eres un tontín que me saca a veces de quicio! ¡Pero no me cambies de tema de conversación! ¡No estoy hablando sobre tus estudios ni nada!
-¿Entonces?
-No sé... ¡Es como si tu cuerpo estuviera aquí...! Pero tu mente estuviera en otro lado... concentrado en... no sé... en otra cosa que no sea aquí estando conmigo...
-¡Ya sé a qué te refieres! Me lo han dicho antes... Suelo distraerme a veces, perdido en mis pensamientos y recuerdos, tanto que no pongo atención a lo que ocurre a mi alrededor...
-Con que eso era, ¿eh?
Rodrigo asintió.
-Sí. Discúlpame, por favor.
-¡¿Y cómo iba a saber lo que te pasaba?! Luego me acerco para así captar tu atención. Y peor todavía, ¡me rechazas!
Ella lo observaba con enojo. El joven pasó saliva al darse cuenta de a qué se refería.
-¿También reaccionas así con los demás? ¿Los rechazas de tu lado?
-No, nada que ver -dijo a la vez que menaba la cabeza varias veces.
-O sea, ¡¿qué diablos?! Dices que te gusto. ¿En serio? ¿Reaccionas así con las chicas que te gustan? ¿Las alejas de tu lado de esa manera tan...? ¿Tan...? ¡¿Grosera?!
En ese instante, sus ojos se toparon con el helado de vainilla que terminaba de derretirse frente a él, convirtiéndose en una dulce y líquida ambrosía a diluirse dentro de su boca y de su ser.
-No. Todo lo contrario...
-¿Cómo?
-¡Todo lo contrario!
-Explícate mejor, que no te entiendo.
Resopló profundamente. El calor en sus mejillas era tan insoportable, que estaba por pedirle al mesero que le sirviera una jarra llena de limonada y cien cubos de hielo. Pero, al toparse con los ojos de la joven y la ansiedad por una respuesta que veía en ellos, tomó una decisión. Lo mejor era sincerarse con ella para así tranquilizarla y no estropear la velada.
-Cuando me gusta una chica... -Hizo una breve pausa para toser y desviarle la mirada. Contempló a la vainilla por un breve instante y prosiguió-. Como me gustas tú... Pues yo...
Levantó su mirada. Sus ojos se toparon con los de Aira, pero solo por un breve instante. Confesar lo que iba a decir a continuación era demasiado para su inexperto espíritu en relaciones con mujeres.
-Lo que quiero decir es que... -Tragó saliva a la vez que movía los brazos de forma desesperada, como si con eso pudiera ayudarse a explicarse mejor-. Como me gustas mucho, pues... cuando te acercas... provocas muchas sensaciones en mí... Y yo... pues yo...
La cara de Aira era un poema al entender lo que él le quería decir.
-Ok, ¡basta! Entendí -dijo ella levantando el brazo como si fuera un guía de tránsito que hacía el signo de "Stop".
-¿En serio?
Ella asintió a modo de respuesta.
El resoplido de tranquilidad que soltó Rodrigo fue tan profundo, que poco faltó para que retumbara en todas las paredes del restaurante.
-Es por eso que... pues... quiero conversar más... que nos conozcamos más... poco a poco, ¿me entiendes?
-Ajá -mencionó ella con una mueca a la vez que se rascaba el cabello.
En ese instante, el mesero vino con la cuenta. Luego de que este se retirara con el dinero a cancelar, Aira habló:
-¿Qué tienes que hacer después de esto?
-Uhm... tengo clases recién a las 5 pm.
-¿O sea que no tienes nada que hacer en las próximas tres horas?
-Pues no.
-¡Genial!
-¿Por qué?
-Me gustaría pasar más rato contigo...
-¿Quieres ir a pasear a Plaza San Miguel? -dijo el joven para luego llevarse a la boca los últimos restos del helado de vainilla que quedaban.
-¡No! -habló Aira con una pícara sonrisa. Él se le quedó observando con una gran interrogante en su rostro-. ¡Quiero ir a tu departamento!
Rodrigo debió esperar a escuchar la respuesta de Aira, porque cuando en ese momento la vainilla en helado fue escupida para mezclarse con la vainilla en mujer, sus intentos por poner freno a las sensaciones que le provocaba aquella hermosa ambrosía no parecían tener éxito alguno...
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Anotaciones Finales
Como pueden ver en la imagen de multimedia, pasé de las 100 mil lecturas. Muchas gracias por su apoyo :)
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