♫ Recuerdos y Celos ♥

Aira

Sintió que el estómago le quemaba. Quiso decir algo, pero su boca estaba tan seca en ese instante, que por poco tiempo creyó que había enmudecido para siempre.

—¿Noe... Noelia? —preguntó el joven con los ojos bastante abiertos y una mueca de desencanto.

—¡Te acuerdas de mí! Pensé que ya no te acordabas de mi voz. —Se escuchaba a través del teléfono.

—¿Có... cómo estás? —dijo Rodrigo para luego digitar un par de teclas y desactivar el altavoz.

Con un gesto con las manos, le indicó a Aira que lo esperase. Después se dirigió a su habitación y cerró la puerta.

Alzó su brazo hacia donde él estaba. Tenía ganas ese instante de correr hacia su cuarto, romper la puerta a patadas y quitarle el celular de la mano. Pero, al observar cómo su mano le temblaba, se contuvo.

"No... no creo que sea buena idea armar un escándalo. No. Aunque..."

Y fue ahí que un hecho vino a su memoria.

*****

Algo por el que su madre no había durado mucho con sus parejas, hasta que diera con su actual padrastro, era por sus celos enfermizos.

Aira no recordaba que su mamá hubiera estado sola. A los pocos meses de morir su papá, ya ella salía con otro hombre... y luego con otro... y con otro. A ella le había dolido mucho que la señora no guardara el duelo necesario de su padre. Éste había muerto meses atrás y ya para diciembre su mamá tenía con quién celebrar las fiestas navideñas. En especial, recordaba con mucho dolor la primera fiesta de fin de año, que coincidía con su séptimo cumpleaños, en la que no tendría a su padre a su lado.

En esa ocasión no había querido celebrar nada. Aunque, sus abuelos habían ido a su casa llevándole una torta de cumpleaños y una muñeca, se había encerrado en su cuarto.

Al enterarse su madre de que no quería que le festejasen nada, mejor para ella. Siempre le había parecido un fastidio tener que postergar su fiesta de Nochevieja, en pos de quedarse en casa celebrando el cumpleaños de su hija. El padre de Aira había dicho que no cuando su mujer le proponía salir por ahí a bailar y a tomar para esa festividad. Desde que la niña había nacido, para el hombre todo su mundo giraba en torno a su hija, y eso incluía postergar festividades sociales en pos de estar con la pequeña Aira. No obstante, todo había cambiado desde que él falleciera.

Ahora, ese 31 de diciembre, se sentía más sola que nunca. Ya no estaba a su lado aquel amoroso padre para celebrar su cumpleaños. Ya no estaba a su lado aquel abnegado padre que le colmaba de besos y de abrazos en esa fecha tan especial. Ya no estaba a su lado aquel dedicado padre que le decía que pidiera un deseo por Año Nuevo y que sentía el hombre más dichoso del planeta por tenerla a su lado. Sin embargo, aunque él hubiese partido, la vida le había brindado una nueva oportunidad de hallar a quien lo reemplazara.

En una de sus salidas nocturnas, su madre había conocido a quien era su nueva pareja: Ángel. Este era un hombre de aproximadamente treinta años. Ella lo recordaba muy alto, mucho más que su papá. "Creo que llega al techo", se había dicho en una ocasión, cuando al levantarse de una silla de su casa, él casi se daba con una pequeña lámpara en forma de araña que adornaba su techo. En esa ocasión se había burlado de que se golpeara la cabeza.

La primera sensación que había tenido al conocerlo era que lo odiaba. "Él nunca va a reemplazar a papá", era lo que se repetía continuamente. Pero, el hombre, con su paciencia y comprensión, había sabido ganarse su corazón.

Como entonces todavía tenía rezagos de tartamudez y déficit de atención, debido al shock que le había causado el ser testigo del accidente en el que padre había perdido su vida, no había podido avanzar en la escuela. El trauma que este había significado para ella era tanto que había desaprobado el año. Su maestra, antes de que repitiese de año y al ver el descenso en sus notas, le había aconsejado a su madre que la llevase a un psicólogo y a un terapeuta de lenguaje para ayudarle en sus problemas, pero la señora había hecho casos sordos a sus sugerencias.

¡Lo que sucede es que es una floja que no quiere estudiar! La maestra siempre le pone cero en todos sus cuadernos. Prefiere perder el tiempo viendo televisión o jugando.

Si la profesora lo ha sugerido, Giovanna, debe de ser por algo.

Nah. Aparte de que, entró con cinco años cuando debió hacerlo con seis. Su padre estaba tan empecinado en que empezase antes la escuela, y ¡ya ves los resultados! Seguro que el siguiente año le irá mejor. Claro, si deja de vagar como ahora.

¿No crees que deberías llevar a tu hija a un terapeuta? Esa tartamudez en ella no es normal

¿Ángel, sabes cuánto cobran esos especialistas? Un ojo de la cara. Lo siento, pero no me va a alcanzar. Lo que ella tiene es engreimiento.

Pero, Giovanna...

Ya el siguiente año deberá ponerse las pilas. Y si no mejora, pues da igual. Que repita de nuevo. Seguro que por la vergüenza de repetir, ahora sí pasa de año.

Si es por falta de dinero, no te preocupes, yo le pago las terapias.

¿Eh?

Desde entonces, Ángel la había recogido y llevado a una terapeuta del lenguaje en una institución cercana a su casa.

Ella al principio había estado renuente, sino malcriada a su lado. En más de una ocasión le había sacado la lengua o se había negado a que le invitase algún dulce cuando él se lo ofrecía. No obstante, ver cómo aquel buen hombre era mucho más dedicado que su misma madre, al llevarla a sus terapias, y sobre todo, paciente, al no regañarle cuando ella tenía un mal gesto con él, hizo que comprendiera que él solo tenía buenas intenciones con ella.

Era imposible que reemplazara a su papá, claro estaba. Pero, ¿por qué no ser amable con aquel buen hombre que siempre le daba algún pequeño juguete, la sacaba a pasear o se preocupaba para que mejorara al hablar?

Con el tiempo, Aira mejoró en su lenguaje. Ya no tartamudeaba. Y aunque había repetido el primer grado debido al trauma que le había dejado la partida de su padre, con el consuelo y apoyo de Ángel ella había salido continuar y progresar.

"No importa si desapruebas este año, preciosa. Lo bueno es que, al ingresar con cinco años, gracias a que tu padre te matriculó al primer grado con esa edad, vas a estar al siguiente año con compañeritos de tu edad y te divertirás tanto o más que los de tu grado anterior".

Incluso, estaba muy orgullosa de ser una de las primeras alumnas de su nuevo grado. Todo gracias a la ayuda necesaria que había recibido. Y ella era consciente de eso.

Luego de que en una ocasión, su profesora le entregara sus notas, ella había ido muy feliz a su casa. Sabía que Ángel iba a ir a visitarlas esa tarde. Quería mostrarle orgullosa su calificación de veinte en Matemáticas, gracias a que el hombre le había explicado muy paciente la tabla de multiplicar. Pero, al llegar, el panorama que vio era de lo más desolador.

—Estoy harto, Giovanna. ¡Harto! ¿Cómo se te ocurre hacerme una escena de celos delante de mis clientes?

—Pues haberte portado mejor, así no me hubieras provocado a que me enojara, ¿no crees?

—¡Estábamos cerrando un contrato y por tu culpa todo se ha ido al diablo! ¿Es que estás mal de la cabeza?

—A mí no me engañas. Te vi coqueteando con la morena, esa, la potona.

—Ella es la cantante de la orquesta de la que soy mánager, ¡nada más!

—Sí, claro, nada más —hizo una mueca—. Vi cómo ella te sonreía y tú también.

—Pero, Giovanna...

—Vi cómo te devoraba con la mirada, y tú como idiota le mirabas las tetas con semejante escote de puta que tiene la huevona —hizo un ademán sobre sus pechos.

—¡Entre nosotros no hay nada, solo una mera relación profesional! ¿Cómo quieres que te explique para que lo entiendas de una maldita vez?

—Sí, claro. Y por eso esas miraditas que se tienen ustedes dos, ¿sí? —emitió una gran carcajada—. ¿Acaso crees que soy mensa o qué?

—Giovanna...

—De seguro que te la tiraste y todo, y por eso que al toque le hiciste la cantante principal de la orquesta, mientras yo, como estúpida, todavía estoy esperando que me des una oportunidad.

—Tú no tienes el timbre de voz que se necesita para una orquesta de salsa. ¡Entiéndelo! Lo tuyo son más las baladas o el pop.

—Yo como idiota, estando contigo meses y meses, te cocino, te lavo tus cochinadas, y ¿qué recibo a cambio?

—Giovanna...

—¿Qué recibo a cambio? Que me ningunees y que prefieras a una puta para que cante, y que te la tires a vista y paciencia de todos, si es que no lo habrás hecho con las otras putas de tus bailarinas, esas chibolas que menean el culo todas atrevidas.

—¿Eso es lo que piensas de mí?

—Pues claro. Eres uno de esos tipos mañosos que se aprovechan de cuanta puta se le cruza, para tirársela a cambio de un cupo en su orquesta. ¡Qué asco me das!

Él movió la cabeza y entrecerraba sus ojos.

—Seguro que hasta alguna enfermedad venérea puedes tener de tanto tirar con esas putas. Argh. ¡Qué asco me das!

—¿Eso es lo que de verdad piensas de mí? ¿En serio?

Ella se encogió de hombros y con la cabeza asintió.

—Este es mi trabajo. Debo codearme con aspirantes a cantantes y bailarinas todo el tiempo. Pero si no lo puedes entender y siempre me vas a celar así, esto no tiene futuro, ¿sabes?

—Si quieres irte, tienes la puerta abierta. Pero a mí los cuernos ya no me lo pones más, imbécil, ¿entendiste? ¡Que otra cojuda te aguante!

Ángel movió la cabeza. Le preguntó a la mamá de Aira si de verdad quería seguir con esa situación, pero ella no daba su brazo a torcer. Como él ya no estaba dispuesta a seguir con lo mismo, prácticamente la relación ya estaba terminada.

El hombre, muy apenado, cogió su saco que había dejado sobre uno de los sillones de su casa. Luego, cuando volteó para dirigirse a la salida, se cruzó con la mirada infantil de la niña, quien estaba expectante ante aquello, a la vez que derramaba algunas lágrimas.

—Mi niña —dijo al tiempo que se agachaba para estar a su altura.

—Quería... quería contarte que... que me saqué veinte —dijo Aira al tiempo que le entregaba su prueba—. Quería... quería que estuvieras orgulloso de mí.

—Lo estoy —agregó al tiempo que se guardó la prueba en una de sus bolsillos y le tocaba cariñosamente la cabeza para luego erguirse.

—¿Te... te vas? —preguntó la niña quien seguía llorando.

Ángel solo sonrió tristemente.

—Vendré a visitarte —dijo el hombre sereno, pero con un gesto apenado.

Y fue así que Ángel le acarició de manera amorosa, luego enrumbó hacia la puerta. Ella lo vio partir y con él, la sensación de perder aquel cariño paterno que creía recuperado.

Pasaron los días, las semanas y los meses, y nunca más volvió a ver a aquel buen hombre. Su madre le había impedido que visitase a Aira, alegando que no tenía nada que hacer con su hija, aun cuando Ángel quería seguir teniendo contacto con la niña, sobre todo para que continuase con sus terapias, las cuales, se vieron interrumpidas tras su partida.

Felizmente que, Aira había avanzado lo necesario para hacer frente a su tartamudez y nivelarse en los estudios. Ese año, pesar de ya no tener la ayuda profesional necesaria, pudo aprobar el grado escolar, gracias a su empeño y a que sus abuelos la apoyaron en cuanto podían. No obstante, siempre echaba de menos la ayuda y guía paterna cercana que necesitaba a tan temprana edad. Su madre no era un buen soporte, siempre más preocupada por sí misma y por sus relaciones de parejas las cuales cambiaba a cada rato. Estos la dejaban, sobre todo por sus celos enfermizos, de los cuales, Aira aprendió que debía aprender a controlar si es que no quería ver partir de su lado a quien ella creía era su bote salvavidas para salir de su pozo de oscura depresión...

*****

Decidió que debía controlarse. Si le armaba un escándalo a Rodrigo, lo más probable sería que él volviera a desconfiar de ella, quizá la idea de solo comunicarse por chat regresara a su cabeza y con eso, sus demonios internos despertaran de nuevo.

"No, no", pensó. "Él no me debe dejar. ¿Qué haría si lo hiciese? ¡No, por favor, no!", se dijo a la vez estrujaba con nerviosismo la costura de su polera.

Respiró profundo. Tenía que mantener la calma. La duda la carcomía por dentro. Quería saber qué era lo que él conversaba con su exenamorada. Pero en esos malditos momentos no sabía nada.

¿Por qué ella le había dicho "mi amor", si supuestamente habían terminado hacía varios años atrás? ¿Con qué intenciones lo volvía a llamar? ¿Acaso no estaba de viaje en Alemania? ¿O era que acaso estaba de vuelta en Perú? Y de ser así, ¿por qué lo había llamado? ¿Eso significaba que tenía intenciones de regresar con él y por esto esa familiaridad al referirse a él?

"¡No, esto no puede ser posible, no!", se dijo a su vez que quiso adelantar unos cuantos pasos hacia su cuarto, pero no pudo. Sus piernas le temblaban. "Rodri me ha dicho que va a estar conmigo. Me lo prometió y... y...", pensó a la vez que fue capaz de dar un paso. Pasó saliva y, con todas sus fuerzas, pudo, por fin, encaminarse hacia donde quería.

Cuando ya se hallaba detrás de la fina puerta de madera que la separaba de aquella dolorosa, pero terrible charla que quería escuchar, alzó su brazo hacia el pestillo.

¿Cómo sería el rostro de Rodrigo mientras conversaba con Noelia? ¿Pondría un gesto serio como lo había visto hacer cuando lo llamaba algún amigo de la universidad? ¿O quizá uno más relajado como cuando lo llamaba su hermana? ¿Cómo era el rostro de él cuando hablaba con ella? ¿Sería diferente del que ponía cuando charlaba Noelia? Por obvias razones, nunca lo había visto cuando se comunicaban por teléfono; pero, en ese instante, se le pasó por la cabeza decirle que, la próxima vez que hablasen, se grabase a sí mismo frente al espejo del baño y le mandase el vídeo de inmediato. Aunque luego, al pensarlo mejor, le pareció ridículo. Pero, si quería comparar su reacción con ella y con la de su ex, era la única manera que se le ocurría en ese instante.

En su momento, pegó su oreja a la puerta. No se escuchaba nada claro. Por ahí un pequeño susurro, que lo atribuyó a la voz grave de Rodrigo. Esta le encantaba. Cuando lo oía hablar, al decirle palabras de consuelo o cuando le confesaba que le gustaba, esa voz se convertía en una preciosa melodía que saciaban sus más profundas ambrosías. Sin embargo... sin embargo... en esta ocasión, lo que aquella amada voz pronunciase a través del teléfono era algo que podría taladrar y romper su corazón en miles de pedazos.

¿Cómo era posible que aquella deliciosa voz pudiese provocar en ella sensaciones tan cruelmente contradictorias? No lo sabía. Pero, ahora las experimentaba de una manera tan dolorosa, que solo quería descubrir la verdad para dejar de sufrir de esa forma; por lo que tenía que decidirse de una buena vez.

Cuando estuvo a punto de agarrar el cerrojo, se detuvo. Tenía ganas de entrar y de atestiguar lo que dentro de esa habitación ocurría, claro estaba. Pero, por otro lado, al sentir una gélida sensación que provocó que se le erizaran sus vellos, le dio darse cuenta de que tenía miedo... mucho miedo de descubrir que sus peores temores fueran ciertos. Pero, si quería afrontar lo que tenía delante de sí, debía armarse de valor y descubrir las verdaderas intenciones de Noelia con Rodrigo, sean las que fuesen.

Al coger, por fin, aquel cerrojo, la puerta en ese instante se abrió. Del miedo que esa impresión le dio, retrocedió de inmediato, aunque esto no impidió que aquella le diera contra la frente.

—Aira, ¿te hice daño? —preguntó Rodrigo, agachándose para estar a la altura de ella, que yacía en el suelo producto de aquel golpe. La adolescente emitió un pequeño chillido de dolor.

—Ten más cuidado, ¿quieres? —dijo malhumorada al tiempo que se levantaba del suelo y era ayudada por él.

—Perdón. Pero, ¿cómo iba a saber que estabas detrás de la puerta?

Ella soltó un gesto de fastidio mientras se tocaba la frente que todavía le dolía, pero esto no era lo que más le incomodaba.

—¿Me vas a decir por qué te llamó tu ex? —dijo sin preámbulo alguno.

El joven enarcó la ceja.

—De nada importante. Está en Lima... —Aira sintió que un gran ardor en su estómago explotaba—. Quería avisarme que había regresado y saber cómo me había ido en todo este tiempo que no nos hemos visto. Dice que se está poniendo al corriente con todos sus conocidos de la escuela y ya.

—¿En serio?

—Ajá.

—¿Y solo eso?

—Sí, solo eso.

—¿Y por "solo eso" te llama "mi amor"? —preguntó seria.

El volcán en su interior estaba a punto de explotar. Sin embargo, no sabía cómo, pero todavía se sentía capaz de apaciguarlo.

—Bueno... —contestó encogiéndose de hombros—. Así me decía cuando éramos enamorados, pero no sé por qué me lo dijo ahora. Hace años que hemos terminado, ya te lo conté.

—¿Seguro? —preguntó clavándole la mirada.

—Claro.

—¿Estás seguro?

—¡Por supuesto! —dijo arrugando la frente.

—¿Estás seguro de que no sabes cuáles son sus verdaderas intenciones al llamarte "mi amor"?

—¿Verdaderas intenciones? —Ella asintió—. ¿Por qué tendría otras intenciones? No entiendo.

Se levantó y se alejó de él, yendo al sofá. Estaba cabizbaja.

—Lo más seguro es que quiera volver contigo y por eso ha regresado a Lima —dijo al tiempo que se estrujaba las manos.

Quería llorar, quería llorar... de rabia, de pena, pero sobre, de miedo... de miedo porque aquel fantasma de pasado, que creía enterrado, estaba regresando como un torbellino para llevarse todo lo bonito que ambos habían construido.

—¡¿Qué?! —Enarcó la ceja—. ¡Nada que ver!

Él le contó que iba a abrir una boutique en la ciudad.

—Y entonces, ¿por qué te busca? Si tantas ganas tiene de rehacer su vida, viene a Lima justo después de romper con su exnovio. "¡Oh, qué coincidencia!" —habló en un tono sarcástico e hizo un signo de comillas con sus dedos, que Rodrigo, lastimosamente, no captó.

Ella resopló ante su ingenuidad. Como nunca antes, se sintió frustrada. Maldijo en su interior que él tuviera Asperger, así sería más avispado y podría saber las reales intenciones de Noelia.

—¿Eh?

—No lo entiendes, ¿no? ¿Por qué te busca y te llama "mi amor"? ¿Por qué? ¿POR QUÉ?

Él arrugó las cejas. Luego elevó los ojos y se rascó la cabeza, como buscando una respuesta en el techo a su pregunta.

Aira apretó su puño derecho. Quería gritar... chillar... patalear... sino golpearlo. Si antes le había parecido tierno, hoy lo irritaba. Su inocencia, hoy más que nunca, le dolía... y mucho.

Sintió que sus ojos le ardían. Quería llorar, pero no quería dar la batalla por perdida y mostrarse como una celosa empedernida. No repetiría el mismo error de su madre, no. Debía guardar, como pudiera, la compostura. Y así lo hizo. Contó hasta diez y respiró profundamente. No obstante, con serenidad o sin ella, quería sacarse de una vez las dudas que tenía y descubrir cuáles eran las verdaderas intenciones de Noelia, y así se lo hizo saber a Rodrigo cuando le volvió a formular su pregunta.

—Ya te lo conté —habló él de forma pausada—. Dice que quería mantenerse al corriente con todos los de la escuela y así debe de ser. —Se encogió de hombros.

—¡NI UN CARAJO!

—Aira...

—Yo hablo con mis compañeros de clases y a ninguno le digo "mi imir" —habló haciendo una mueca y bastante enojada.

—¿Compañeros de clases de tu escuela?

—Pues claro.

—Olvidé que todavía estás en la secundaria. Y que todavía tienes una respuesta que darme.

Pasó saliva.

—Me vas a decir, por fin, ¿tu edad real? —agregó muy serio, con una mirada penetrante que se clavó en su alma.

Ella agachó la cabeza. Se sentía incapaz de observarle en ese instante.

Tenía dudas, muchas dudas. ¿Debía decirle la verdad? Pero, ¿qué pasaría si dejaban de verse tan seguido como creía que podría ser? O peor todavía, mantenían una relación sin besos o abrazos, como él proponía, y en el trayecto a que ella cumpliese la mayoría de edad, Rodrigo se reencontrase con Noelia, con todo el peligro que esto representaba. Ya ellos habían sido no solo enamorados, sino también amantes... amantes... habían llegado mucho más lejos de lo que ella podría aspirar, Dios sabe hasta cuándo.

En ese instante, regresó aquella escena imaginaria en donde él se veía con aquella mujer, a la que todavía no le conocía la cara, pero para su tormento interior, no era necesario. Se la imaginaba como la más hermosa de todas, cuerpo esbelto, cutis suave, sedoso pelo largo, un rostro angelical, estatura alta y perfecta... Perfecta... Y tan distinta a ella, con su metro y cincuenta y seis, con su voluptuosidad que la avergonzaba al andar, con sus mejillas quemadas al sol producto de sus prácticas de danzas, su cabello maltratado debido a los pelos que por su manía se arrancaba, y su rostro, que aunque él le hubiese dicho que le parecía muy guapa, ella cada vez que se vía al espejo se sentía un cero a la izquierda, debido a la baja autoestima por su depresión.

El ardor en su interior creció de manera exponencial. Un gran nudo en su garganta le obligaba a chillar. Sus ojos parecían que habían sido bañados en sal o algo semejante, porque tenía tantas ganas de llorar, que no supo cómo todavía era capaz de mantener la calma dentro sí. En otra ocasión hubiera llorado. En otra ocasión hubiera gritado. En otra ocasión se hubiera desahogado. No obstante... no obstante... debía mantener la farsa si es que quería mostrarse por una enamorada a la que no le consumían los celos.

A pesar de todo, esa imagen mental, en donde Rodrigo le prodigaba besos, caricias, abrazos a aquella perfecta mujer que había regresado, le taladraba lo más profundo de ser, hundiéndola en el más profundo abismo de la depresión, pero sobre todo, de la indecisión. ¿Qué hacer? ¿Qué hacer?

Se decía que en donde hubo fuego, cenizas quedaban. Y aquí podría, perfecta y cruelmente, darse el caso.

¿Cuáles eran las intenciones de ella? ¿Por qué se había mostrado tan cariñosa con Rodrigo? No lo sabía. Y como este era incapaz de darse cuenta, y dudaba mucho de que esto cambiara a futuro, resolvió descubrirlo por sí misma. Tarde o temprano la buscaría, sino encararía, para poner los puntos sobre las íes. Sin embargo, para lograr esto, necesitaba tiempo... tiempo, del cual todavía necesitaba para poder hilar de la madeja y decir, al fin, la verdad.

Haría lo imposible por cuidar su relación con Rodrigo, alejar todo aquello que la hiciese peligrar, y si eso significaba seguirle mintiendo, no le importaba. Total, ya lo había hecho no una, sino dos veces, por lo que una más no le importaba. Y aunque todavía no sabía cómo seguir manteniendo en pie toda aquella pirámide de mentiras, esto parecía todavía no importarle.

Quizá Rodrigo saldría espantado de esa habitación cuando se enterase de que tenía quince. De eso no le cabía la menor duda. Todavía recordaba la cara de terror que había puesto cuando descubrió que le mentía. Pero ¿con dieciséis reaccionaría igual?

Se le ocurrió que quizá pudiese aumentarse un año la edad. Si al creer que tenía diecisiete, él al principio no se había mantenido renuente de besarla como cualquier enamorado lo haría con su chica, ahora al creer que tenía dieciséis, las cosas podrían ser como antes. Total, no faltaba mucho para su supuesto cumpleaños diecisiete.

Un sentimiento de culpa empezó a embargarle. No obstante, cuando comenzó a dudar de seguir adelante con ese bucle de mentiras, la imagen mental de Rodrigo con su ex haciendo el amor volvió a atormentarla, sino a taladrarla por dentro, una y otra vez, provocando que estuviera a punto de perder la calma que tanto le estaba costando aparentar.

Debía hacer lo imposible para alejarla de él. Debía asegurarse de que Noelia no quisiera volver con él. Debía mover cielo y tierra para que ella, la muchachita inmadura, depresiva, pero sobre todo, insegura y celosa, se quedase con él, a quien tanto amaba y que creía necesitar para ser feliz.

Ya quizá, cuando se sintiera segura de que su ex no tenía intenciones de regresar con Rodrigo, podría, por fin, decirle la verdad. ¿Cuándo? No lo sabía. Quizá, para ya no cargar con esta culpa de mentirle, en su cumpleaños número dieciséis sería una buena ocasión. Total, conociendo lo bueno que era, aún a pesar de descubrir que otra vez le hubiera mentido, podía sentirse mal por enojarse con ella en su santo.

Faltaba poco más de un mes para esto. Y ya para ese instante, Aira se aseguraría de que aquella mujer, de nombre Noelia, no representaba ninguna amenaza para lo que consideraba su ancla a la eterna felicidad que tanto ansiaba.

Resuelta a que aún no era el momento adecuado para soltar todo aquello que había ocultado, volvió a apelar a su técnica de relajación. Contó mentalmente uno, dos, tres... y así hasta diez. Finalmente, habló:

—Tengo dieciséis.

Él abrió los ojos como plato.

—¿Dieciséis?

Ella asintió.

—¿Eso significa que estás en quinto y que ya vas a acabar la secundaria?

Volvió a tragar saliva.

—Estoy en cuarto —dijo cabizbaja.

—¿Cuarto?

Hizo una mueca de decepción, lo cual avergonzó más a Aira.

—No eres el único que repitió de año, ¿sabes? —añadió de mala gana, al recordar una charla que habían tenido hacía tiempo del porqué él había ingresado a la universidad con dieciocho años.

—¡Yo no repetí de grado! —acotó bastante ofendido—. ¡Nunca! Solo desaprobé, y fue el único desaprobado que he tenido en mi vida —dijo muy orgulloso, provocándole a ella ganas de vomitar—, el examen de ingreso a la universidad en un semestre. Fue porque entonces estaba muy deprimido por...

—¡Por terminar con la estúpida de tu ex! —lo interrumpió bastante fastidiada—. Sí, me lo contaste.

—Así es.

El ardor en su estómago, producto de los celos que la carcomían, volvió en ella.

—¿Y por qué...? —prosiguió Rodrigo—. ¿Por qué me mentiste? Dieciséis... diecisiete años... no hacen mucho la diferencia. Total, con ambas edades eres menor de edad todavía.

—Bueno, yo...

Se estrujó las manos. Debía pensar algo rápido. Es así que, el recuerdo de Ángel, aquel amoroso hombre que había fungido de padre hacía tanto tiempo, y diciéndole que no importaba que repitiese de grado, debido a que había ingresado un año adelantada a su edad, con cinco años, vino de nuevo a su mente.

—No quería confesarte que había repetido de grado, ¿ok?

Él arrugó las cejas.

—¿Eh? No te entiendo.

—Después de que mi padre murió, me afectó mucho, ¿ok? No estudiaba, tartamudeaba...

Volteó sus ojos al cielo que se veía en una de las ventanas.

"Perdón, papá, por usarte. Sé que mereceré el infierno ahora mismo, aunque espero que intercedas por mí en el cielo".

—¿Y? —preguntó muy curioso.

—Repetí de grado por eso. —Aspiró profundamente. Volvió a mirar al suelo, avergonzada por confesar aquello y por usar a su fallecido padre para manipular las cosas a su antojo—. Repetí el primer grado de primaria. Y bueno...

—¿Sí?

—Ya debería estar terminando la secundaria, ¿ok? Pero... pero... pues eso. Repetí de año y estoy todavía en cuarto de secundaria, si es que logro pasar de año con suerte. Con lo mal que me va en Geometría y Filosofía, me temo que pueda repetir de nuevo.

—No comprendo —dijo con una mueca—. ¿Por qué mentir por eso?

Era obvio que no estaba muy convencido. Su mentira se le estaba escapando de las manos. ¡Debía buscar una salida de inmediato! Así lo hizo, y aunque no estaba tan alejados de la realidad sus pensamientos que usaría como burda excusa, supo adecuarlos para su beneficio propio.

—Estaba avergonzada, ¿ok? Tú, tan pedante desde el comienzo, siempre diciéndome que formas parte del cuadro de honor de tu universidad... Mientras que yo... yo...

—Bueno, el semestre pasado solo bajé del tercer al cuarto lugar de mi promoción y no es algo del que me enorgullezca —dijo cabizbajo.

—"Sólo" dice el muy cabrón, y yo con las justas puedo aprobar todo lo que tenga que ver con números y filósofos, si es que no llevo una materia para el verano.

—¿Eh?

—A esto me refiero, ¿ok?

—No comprendo —habló enarcando la ceja.

—Tú siempre tan orgulloso y tan vanidoso por tus logros académicos, mientras que yo... yo... una vil repitente, que, como te dije, debo esforzarme bastante para no volver a repetir de año, si es que no llevo siempre alguna materia para verano. ¿Entiendes ahora?

El meneó la cabeza.

—¡A tu lado soy un cero a la izquierda! ¿Ok?

Rodrigo iba a replicarle, pero recordó que aquello era una metáfora.

—Tú eres... no sé... ¿casi perfecto? Mientras que yo... soy depresiva, irritable, malhablada, inmadura, terca, y encima mala estudiante. ¡Tenía miedo de decirte mi edad y en qué grado del colegio estoy para que no te avergonzaras de mí! ¿Es que acaso no lo ves? —Él arrugó la frente. Ella azuzó los brazos con desesperación—. La verdad es que... No sé todavía por qué te has fijado en mí y te gusto.

Bajó la cabeza al darse cuenta de que, aunque no por los motivos verdaderos, aquello que decía era lo que en realidad sentía respecto a él. Se percibía como un cero a la izquierda, de verdad. Y más por eso, debía hacer lo imposible por alejarlo de aquella mujer que creía tan perfecta.

Él ladeó la cabeza. Le tomó lo suyo percatarse de lo que decía, pero... en cuanto lo hizo, de inmediato, acortó la distancia que los separaba, y la abrazó con mucha intensidad.

—¡No me importa!

—¿Eh? —dijo Aira sorprendida.

—¡No me importa! —dijo al tiempo que le tocaba el mentón.

—¿En serio?

Él asintió.

—No voy a negar que prefirieras que escribieras mejor y sin faltas de ortografía. —Ella arrugó las cejas con indignación—. Ni que no digas palabrotas —Él hizo una mueca de espanto—. Menos que no fueras tan inmadura, ni irritable ni depresiva. Aunque no te culpo por esto último. Sin embargo, no sé...

—¿No sabes qué?

—Si me preguntas por qué me gustas, no lo sé. Aunque recuerdo que... —Se tocó la frente y se puso colorado al recordar su charla con Fabián—. El comienzo de sentir una conexión con tus poemas... esta sonoridad que luego se volvieron en estas sensaciones de sentirme feliz contigo, extrañarte cuando no te veo, preocuparme por ti... ¿es más que un gusto? —se preguntó más que a sí mismo que a Aira.

—¿Eh? —se preguntó ella bastante sorprendida. ¿Acaso le estaba diciendo que la quería?

Volvió a abrazarla, pero ahora por sus sienes bajaban gotas de sudor al darse cuenta de la intensidad de sus emociones por ella.

—Ro... Rodri...

—¡No me hagas decir más, por favor!

En ese instante, él la apretó con más fuerza hacia sí. Ella iba a replicar, pero prefirió callar. Se dio cuenta de que a veces con otras palabras era posible decir lo que aquello ansiaba escuchar.

Se sintió mal de nuevo por mentirle, cierto. Sin embargo, se sentía tan bien con él, tan feliz con él, tan amada por él, que haría lo imposible por perpetuar aquella hermosa felicidad. Pero, ¿hasta cuándo?

Se había hecho una tregua a sí misma hasta su cumpleaños. Por mientras, estaba pendiente durante ese tiempo el saber en qué terreno tanteaba con el regreso de Noelia, y para ello debía estar fuerte emocionalmente, ahora más que nunca; por lo que, el tratarse con la psicóloga pasó a ser su prioridad número uno.

*****

Anotaciones Finales  

Yap. Por lo que se ha contado hasta ahora, habrá un encuentro entre ambas, Aira y Noelia. ¿Cuándo? Pues en breve... muy pronto. Por mientras, lo dejo ahí xD Eso sí, será antes del capítulo final, que ya queda cada vez menos T_T

No olviden de votar y de comentar, sobre todo esto último xD. Me encanta leer sus impresiones :P 

Gracias por leer y por su apoyo. <3

Nos vemos pronto ;)


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