♫ Recordando y descubriendo ♥

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Rodrigo

En otros lados de la ciudad hay cafeterías en donde te sirven capuchinos con la crema con formas diversas.

—¿En serio? —le preguntó la chiquilla esbozando una amplia sonrisa.

El joven se le quedó contemplando durante unos segundos. El gesto de curiosidad de Aira sumado a sus brillantes ojos era algo que lo dejaba sin palabras. Volvió a sentir sus mejillas acaloradas y solo cuando la muchacha le volvió a preguntar, se dio cuenta de que tenía que continuar con lo que estaba hablando:

—Ah, sí —dijo desviándole la mirada.

La crema sobre su café estaba terminando por diluirse en aquél, como evitándo observarle por mucho rato más, haciéndole recordar que le costaba mantener por mucho tiempo la mirada en alguien.

El observar directamente a los ojos a las personas lo hacía sentir intimidado, sino fastidiado. Pero, en este caso era distinto. Se moría por contemplarla. De este modo, haciendo un gran esfuerzo por volver a mantener la mirada sobre ella, levantó su rostro y dirigió sus ojos sobre Aira. En esta ocasión ella parecía estar concentrada en tomar su café y no reparar en él. Y esto era lo mejor. Ya antes había hecho un gran esfuerzo por contemplarla directamente. Pero esto había durado breves minutos y había provocado que se avergonzara. Ahora, solo ahora, quería observarla con más relajo.

Quería guardar en su memoria y con preciso detalle la imagen de la jovencita que tenía delante de él. Aquella que había comenzado a querer con locura desde semanas atrás... Aquella que ansiaba proteger de su depresión para poder así apaciguar sus demonios internos... Aquella que quería conocer más para llevar luz a su alma que parecía estar ensombrecida por la oscuridad...

Era mucho más bonita de lo que se había imaginado. Su pequeño cerquillo cayendo sobre sus cejas tenía una perfecta armonía con estas. Sus grandes ojos negros, vivaces y curiosos, iban de la mano con la imagen mental de altanera y risueña que se había hecho de ella. La pequeña comisura en su incipiente sonrisa parecía mostrar que se hallaba feliz y tranquila en su compañía. Pero, ¿en realidad lo estaba?

De pronto, su vista bajó hacia sus manos y muñecas. Estas estaban acompañadas de varias pulseras de tela y de cadenas. Aun así, a través de ellas podía apreciarse unas pequeñas cicatrices, las cuales le trajeron viejos recuerdos que quería olvidar, pero que en su mente estaban más vívidos que nunca...

Recuerdos que danzaban melódicamente a la par con sus temores... Recuerdos que taladraban dolorosos, los cuales había leído semanas atrás en Wattpad y comenzaban a taladrar en sus oídos como un eco ensordecedor:

‹‹Muñeca de mi mano hilarante,
Que me mira tan pedante.

Me muestra sus entrañas roídas,
Al rememorar todas mis idas y venidas.

Recuerdo todo lo que me atosiga,
Sintiéndome más hundida en esta pocilga.

Observo detenidamente el cuchillo brilloso,
que me encandila con su filo esplendoroso››.

En ese instante, volvieron aquellos recuerdos que lo atosigaban.

Se vio a sí mismo diez años antes, corriendo en medio de un pasadizo interminable. A medida de que avanzaba en él, aquél se estrechaba cada vez más. La respiración en aquel sitio le era insoportable, pero sabía que debía darse prisa a como dé lugar. Lo que acaba de descubrir no le daba tregua alguna. Debía de impedirlo sea como fuera. No obstante...

Al llegar al final de aquel pasadizo, la luz lo encegueció por completo. Pero, sacando fuerzas de sí, se atrevió a enfrentarse a aquella sensibilidad visual que desde siempre lo había fastidiado. Se tapó los ojos con sus pequeños brazos para que se le hiciera mejor caminar. De este modo, poco a poco, avanzó en medio de aquella ceguera.

Tenía miedo de lo que podía encontrar. Tenía miedo de lo que podía observar. Tenía miedo de lo que podía tocar. Sin embargo, estos temores eran menores que aquella desesperación que le carcomía todo su ser.

—Por... por favor, que no sea cierto. Por favor, por favor... —decía entre susurros a medida que seguía avanzando.

Al tocar sus pies aquello que estaba buscando, se paralizó por completo.

‹‹Por favor... Por favor. Dios mío, haz que haya llegado a tiempo››, pensó a la vez que toda su piel se erizaba por el temor de descubrir aquello que con desesperación debía de ver, mientras sendas gotas de sudor bañaban toda su frente y sus cienes como cruel acompañamiento de su dolor.

Cuando, finalmente, tuvo las fuerzas para abrir sus ojos y apreciar aquel escenario, todo su mundo se derrumbó...

Pequeñas gotas de sangre caían de una muñeca inerte, manchando aquel piso que alguna vez había sido escenario de sus más añorados juegos. Aquélla mostraba pequeñas cicatrices de las anteriores prácticas que se habían cometido sobre ella. La pequeña pulsera de metal con el nombre de "Soledad" grabado sobre aquélla se hallaba manchada con aquel color carmesí que salía de esa piel, desapareciendo por completo el nombre de su dueña, como acompañando los últimos suspiros de vida que exhalaba aquélla...

—¡Noooo! —gritó Rodrigo mientras cerraba los ojos con gran fuerza, a la vez que se tapaba los oídos para no seguir escuchando aquellos recuerdos nunca más.

Un camión cisterna se encontraba pasando al lado del Mc Café. El sonido que producían sus llantas al chocar con el asfalto era tan ensordecedor, que hizo que el cuerpo de Rodrigo, sensible a los fuertes estímulos visuales y sonoros, reaccionara, regresando de sus más profundos y atosigadores recuerdos.

—¡Baaaastaaaaa!

—¿Qué te pasa? —dijo Aira exclamando en voz alta y acercándose a él evidentemente preocupada.

Rodrigo no reaccionaba. Seguía tapándose los oídos con tal fuerza, como si con ellos fuera a desaparecer todo rastro de ese sonido, de ese tormento, de ese recuerdo...

Aira no sabía qué hacer. Solo atinó a poner su mano en el hombro de él para así tratar de apaciguarlo.

—Oh, otra vez le ocurrió ... —señaló un joven que se había acercado a ellos al tiempo que Rodrigo seguía balanceándose de atrás hacia adelante—. Es cuestión de esperar a que se le pase...

—¿Perdón? —preguntó Aira mirándolo inquisitiva.

—No es la primera vez que le ocurre —afirmó el joven con paciencia—. Me llamo Fabián. Soy su amigo de la universidad y trabajo aquí en la parte del despacho de hamburguesas —indicó con un movimiento de cabeza a la parte trasera. Aira movió la cabeza hacia donde le había señalado y se dio cuenta de que eran el objeto de atención de los clientes. Luego volteó a observar a Rodrigo con pena—. Parece ser que por su Asperger siempre que escucha un ruido fuerte de un camión como que se asusta demasiado. Saliendo de la "uni" le ha pasado en otras ocasiones. El manager del local sabe de esto porque Rodri suele venir aquí a menudo. Normalmente no le hacemos mucho caso y me manda a mí para ver que todo esté bien...

—Pe... pero... yo... —dijo Aira sin saber qué hacer.

—No te preocupes.

—Pero...

—En serio, ya se le pasará —mencionó tranquilamente Fabián—. Solo no hagas mayor escándalo, estate a su lado, espera un rato y vas a ver que todo estará bien, ¿ok?

—O...ok —dijo Aira no muy convencida. Rodrigo parecía estar ya más tranquilo a medida de que el ruido de las llantas del camión desaparecían junto con sus recuerdos más ensombrecedores.

—Tú debes ser Aira, ¿sí?

—S... sí.

—Un gusto. Bueno, yo me retiro porque debo seguir trabajando. Quédate a su lado y vas a ver que todo pasará. ¿Bien?

Aira asintió todavía sin estar convencida.

Luego de breves minutos, Rodrigo por fin se tranquilizó. Había creído que Aira saldría espantada al ver su reacción, pero todo lo contrario. Cuando levantó la vista, se alegró de ver su rostro frente a él.

—¿Es...? ¿Estás bien? —preguntó la joven.

—Sí —afirmó Rodrigo asintiendo con la cabeza, luego apoyando su mentón en su mano y desviándole la mirada—. Pensé que te irías.

—¿Eh? ¿Por qué lo haría?

—Por lo que ocurrió antes...

—No, qué va. Tu amigo Fabián me lo explicó todo —indicó la chica con su dedo hacia la sección de hamburguesas.

Rodrigo miró hacia atrás para luego toparse con el rostro de su amigo, quien le enseñaba el pulgar arriba en señal de victoria.

—Ya veo.

— Todos tenemos nuestras manías, ¿sí? —dijo Aira con una sonrisa nerviosa—. A mí me gusta escribir poesía e insultar a los snobs en Wattpad como tú...

Ella sonrió ampliamente y después rió. Esto provocó que Rodrigo la observara fijamente. Se dio cuenta de que comenzaba a gustarle lo risueña que era. Y como antes, siguió contemplándola con mayor detalle.

La sonrisa de Aira le parecía hermosa de no ser por el pequeño piercing que acompaña su labio inferior. En un principio le incomodó. Sin embargo, luego de ver que aquél brillaba, le dio la impresión de que hacía juego con su radiante sonrisa.

Al contrario de él, Aira parecía ser del tipo de personas que siempre reían. Y eso era algo que contrastaba con las poesías de ella. ¿Cómo podía ser que alguien que parecía ser tan alegre escribiera aquellos versos llenos de tanta desesperación? Lo ignoraba por completo. No obstante, ya había conocido a alguien con esas características, así que no era raro que quien demostrara felicidad por fuera no diera signos de la tormenta que tenía en su interior...

La joven al sentirse observada de esa manera, se avergonzó. Bajó su vista y comenzó a halar un mechón de su pelo, mostrando su muñeca derecha con mayor precisión a Rodrigo. Esto encendió las antenas de alerta de él, quien recordó los pensamientos que había tenido minutos atrás...

—¿Qué le ocurrió a tu muñeca? —le inquirió Rodrigo.

—¿Eh? —preguntó Aira soltando su cabello y escondiendo su mano bajo la mesa.

—Tienes como una pequeña cicatriz ahí...

—Ah, es que mi gato me suele dejar pequeños arañazos cuando juego con él —dijo Aira estrujando sus manos debajo de la mesa.

—¿Tienes un gato?

—Así es....

—Me gustan los gatos. Siempre quise tener uno, pero por mi alergia a su pelo, me lo tienen prohibido. ¿Cómo se llama?

—Música.

—¿Música? —dijo Rodrigo frunciendo el ceño y contemplando su vaso del café. Este se hallaba vacío y se le pasó por la mente pedir otro capuccino—. ¿Qué nombre es ese?

—Un nombre muy bonito... —Aira observó a Rodrigo y este hizo una simple mueca de afirmación.

—Es poco común.

—Va a juego con el nombre de la dueña. Soy Aira, tengo un gato que se llama "Música", soy toda una gata fiera.

—No entiendo.

—Como la canción, pues, Rodri...

—¿Eh?

—El reggaetón pues. Gata fiera, a que te aruño, papi, a que te aruño... —dijo ella con un gesto de gato con su mano derecha.

—¿Aruñar? No recuerdo el significado de esa palabra. Deberé buscarla en el diccionario.

Aira soltó una carcajada ante su respuesta. Esto hizo que Rodrigo levantara su rostro para volver a observarla. Ella se sintió un poco intimidada, así que bajó la mirada a la vez que seguía sonriendo ante el desconocimiento de él.

Rodrigo continuó contemplándola. Se percató del pequeño piercing en forma de corazón que Aira tenía en su nariz. Aquél, al contrario del piercing de su boca, le dio una buena impresión. Le pareció que le daba un aire fresco y juvenil en el rostro de la muchacha que iba a juego con su radiante sonrisa.

En ese instante, la chica se acomodó su cabello. Esto hizo que su vista pasara del piercing hasta el pelo que parecía caer de forma armoniosa sobre el cuello. Rápidamente, captaron su atención unas pecas que adornaban el pecho de Aira y lo que a continuación se hallaba debajo de aquéllas. En ese instante, Rodrigo se sintió abochornado, desviando su mirada hacia la derecha a la vez que sentía que sus mejillas se acaloraban...

—Puedo hacerte una pregunta —le interpeló.

—Claro... ¿Qué quieres saber? —respondió la joven ya más relajada.

—¿Cuántos años tienes?

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Anotaciones finales:

El capítulo se lo dedico a @SoledadCoronel , quien me regaló el fanart que acompaña el capítulo. 

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