♫ Prejuicios y Conexiones ♥
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Aira
Ella quiso insistir en su pregunta a Rodrigo, pero el coro de carcajadas y murmullos que oía a su alrededor la distrajeron.
-Oye, ¡pero si ese es el tonto de mi facultad! -Oyó que una voz masculina decía.
-El mismo.
-¿Pero no decían que se le mojaba la canoa?
‹‹Ayyy, me dan ganas de matarlos››, pensaba Aira mientras resoplaba profundamente para tratar de mantener la calma.
Les dio la espalda para ignorarlos. Después se fijó si Rodrigo era consciente de lo que sucedía a su alrededor, pero para su complacencia, no lo estaba. El mesero había regresado con el vuelto y estaba concentrado en intercambiar unas cuantas palabras con él.
-Seguro que es maricón. ¿No viste cómo se alejó espantado de la pechugona que lo acompaña?
-Puta, que rica es...
-¡Bien dicen que no hay maricón sin suerte!
‹‹¿Cómo se atreven a reírse así de nosotros? ¡Si serán desgraciados!››, seguía pensando enrabiada mientras sentía que ya estaba al límite.
Volteó su cabeza para clavarles una mirada asesina. Los aludidos se dieron cuenta. Luego la ignoraron para proseguir con sus habladurías, pero en esta ocasión en voz baja. Después se sintió observada por la otra mesa contigua, en donde estaban sentadas las chicas que antes se habían burlado de las manías de Rodrigo. Ella no se inmutó y volvió a hacer lo mismo que con los muchachos. Al percatarse de su reacción, las estudiantes la observaron de pies a cabeza, con una cara de desprecio hacia su atuendo, para luego murmurar y darle la espalda.
-Rodri, ¿nos vamos a tu departamento ya?
-¿Ya? -contestó tragando saliva a la vez que guardaba su billetera-. ¿Tan rápido?
-Sí. Aquí ya no hay nada más que hacer -dijo Aira encaminándose hacia la puerta, dejando atrás a las habladurías, a los prejuicios y a las críticas negativas de una sociedad que no parecía entenderlos todavía.
Durante algunos minutos del trayecto al departamento, la tensión entre ambos era latente. Ella había tratado de iniciar cualquier tema de conversación, pero Rodrigo parecía no tomarle atención. Estaba cabizbajo, su mirada estaba perdida a la vez que tenía las manos en los bolsillos. Concluyó que seguro estaría "perdido en su mundo", como antes había le había pasado.
‹‹Me dijo que suele ocurrirle. Pero, ¿cómo hago para que vuelva a la Tierra?››, se preguntó mientras estrujaba nerviosamente el asa de su pequeño bolso.
Estaban caminando en una zona cuyas calles se caracterizaban por estar llenas de grandes parques y jardines.
-¡Qué hermoso! -exclamó al ver cómo unos grandes árboles de eucaliptos se dejaban llevar por la danza del viento de primavera de la ciudad-. Me gusta tu barrio.
-No es mi barrio.
-¿No vives por aquí?
-Diría que falta quince minutos más a pie para llegar... -Se rascó la cabeza y observó al cielo como buscando una respuesta-. Creo que mejor hubiéramos tomado un taxi, ya que no hay una línea de micro directa que nos lleve. Siempre suelo ir a pie a la universidad...
-Ya veo -dijo Aira a la vez que se sentó en una banca-. ¿Podemos detenernos un rato aquí, "porfa"? Estoy cansada...
Él accedió a acompañarla.
Luego de breves segundos, en los que se quedó extasiada observando el lado norte del parque, en donde girasoles, tulipanes, margaritas y demás hermosas flores parecían exponer sus mejores colores para ser apreciados por ella, la pregunta que le haría la interrumpiría:
-Aira, hay algo que quiero decirte...
-¿Eh?
-Creo... creo... -Volteó a observarlo. Rodrigo se tapaba la boca a la vez que toda su cara parecía tener un letrero con luces de neón diciendo "No me mires"-. Creo... que... ¡es muy pronto para tener coito!
-¡¿QUÉEEEE?!
¡Ella no sabía si reír o llorar!
-Eres muy atractiva... y... no digo que no me gustes... pero es que.... yo... pues yo...
Se quedó paralizada mientras sus oídos escuchaban durante los siguientes minutos el monólogo de Rodrigo del porqué el coito entre dos personas no debía realizarse tan pronto. En algún momento se vio a sí misma como un ente externo a su cuerpo, en donde este era una estatua de sal y su alma se hallaba en otro plano astral, imposibilitado de saber qué contestar ante los argumentos que oía. Cuando, finalmente, pudo asimilar toda la confusión que había conllevado su propuesta de ‹‹¡Quiero ir a tu departamento!››, la carcajada que soltó retumbaría sobre cada una de las flores y de los árboles que había contemplado.
-Ay, Poetín, pero... -Volvió a reírse-. ¡Sí que eres un tontín! -Siguió riendo mientras era observada por un desconcertado Rodrigo-. Y seguro que por eso durante todo el camino estuviste tan callado, ¿eh?
El muchacho asintió.
-Pero no me refería a eso pues, tontín...
-¿No?
Negó con la cabeza.
-Quería solo pasar más rato contigo. -Se encogió de hombros-. ¿Qué se yo? Quizá jugar videojuegos, ver películas... Justo te iba a preguntar si sabías en dónde alquilar películas antiguas para...
-¡Espera! -La interrumpió contemplándola con los ojos iluminados-. ¿Te gusta el cine?
-Bastante. Me gusta ver películas clásicas. A veces suelo ir...
-¡Habérmelo dicho antes! -dijo entusiasmado-. Adoro el cine antiguo, sobre todo de la década de los 80s. ¿Cuál prefieres tú?
Si la había interrumpido con su monólogo de por qué quería ir despacio con ella, ahora lo hacía con su interés obsesivo por el cine. No obstante, a diferencia de antes, ahora ella supo amoldarse a su charla a la perfección.
A pesar de ser tan joven, tenía una abundante cultura cinéfila a cuestas. Tras la muerte de su padre, no sólo había sido influenciada por la afición de la poesía de aquél, sino también por el cine. Y siempre que podía, acudía a las proyecciones gratuitas de grandes clásicos que el Centro Cultural de la municipalidad de su distrito emitía los fines de semana.
-La mejor película bélica de los 80s es "Nacido el 4 de julio" -afirmó ella.
-¡Te equivocas! Es "Pelotón".
-¿Qué tal "Pecados de Guerra"? -contestó con una mueca y no dándose por vencida.
El joven abrió la boca para contestar. Sin embargo, Aira puso sus manos a ambos lados de la cadera y se le adelantó:
-Déjame ganar, ¿quieres?
Le dio la sensación de que él le iba a replicar. No obstante, si esto era así, solo fue por breves instantes. Sólo esbozó una leve sonrisa, le acarició levemente la cabeza y luego prosiguió con su camino.
Conversando amenamente en lo que quedaba del trayecto, llegó a una conclusión. Si bien Rodrigo podría ser extraño en algunas cosas -como la limpieza- y aburrido en otras -como cuando hablaba sobre tés medicinales-, el secreto para poder llevarse mejor con él era saberlo comprender. Y cuando lograba hacerlo, ¡la emoción que la invadía era maravillosa!
Encontrar algo que los apasionara a ambos parecía ser la clave de todo. A su corta edad, no había había conocido a nadie de su generación que tuviese el mismo interés obsesivo de ella por los nombres de las películas antiguas, de los actores de las actrices, así como de los premios que estos se habían alzado en los Oscar. Todos sus compañeros de la escuela sabían de las películas actuales, sí. Pero cuando se ponía a hablar de las horas que había dedicado el último fin de semana en ver las películas del canal TCM, los demás la observaban como un bicho raro, provocando que se desanimara y ya no quisiera formar parte de la conversación del grupo.
No obstante, ahora, con Rodrigo, podría ser ella misma y extenderse todo lo que quisiera en cuanto a su fascinación por las películas. Y no solo esto, el joven le replicaba con argumentos bastante convincentes de por qué tal película era mejor que otra en su género. Ambos se complementaban en una danza continua de opiniones, de obsesiones y de hermosas conexiones... ¡Y esto le fascinaba!
De este modo, cuando menos se dieron cuenta, la segunda mitad del camino al departamento de Rodrigo transcurrió rápidamente.
Al llegar a su barrio, el paisaje que vio le gustó. Él vivía en un complejo moderno de departamentos de cinco plantas, en una construcción que ella calificó de minimalista. La zona parecía ser de clase media y bastante tranquila, habitada mayormente por grandes casas y edificios de no más de cuatro o cinco pisos. Y siguiendo con lo que había observado durante todo el camino, un inmenso parque frente a ellos se hallaba, decorado por hermosas flores y grandes árboles, y solo habitado por pequeños pajarillos a esa hora de la tarde. Sin embargo, hubo algo en especial que capturó su atención:
-¡Qué bonito! -señaló observando al lado sur del parque.
-Es un barrio cualquiera -dijo Rodrigo encogiéndose de hombros y buscando su llave para entrar a su casa.
-No me refiero a eso...
-¿No?
Aira le indicó con la mano a los juegos infantiles que había más allá.
-Ah -dijo volviéndose a concentrar para buscar su llave-. Si escucharas la bulla que hacen los niños cuando van ahí a jugar. Felizmente que están al otro lado del parque, sino sería peor...
-Me gustan los columpios... -afirmó Aira.
-¿Eh?
-Mi padre solía llevarme a jugar a un parque que había cerca de donde vivo. Y frente a él había una casa grande... con unos columpios rojos... como los de allá...
Le indicó con un gesto a dónde se refería. Unos columpios relucientes y bien cuidados se hallaban esperando por quien quisiera posarse sobre ellos. Sin embargo, aunque su cuerpo se encontraba ahí, su mente había retrocedido años atrás, al hecho que la marcaría de por vida...
-¿Tu padre, eh? -señaló observándola ahora con atención. Ella asintió-. ¿No me contaste que te había abandonado?
-No quiero hablar de eso.
-Ok.
Si Rodrigo se había hallado sumergido en sus pensamientos y tristes recuerdos en el restaurante, ahora Aira no se quedaba atrás. Rememorar aquellos dolorosos acontecimientos solo provocó que un fuerte estrujamiento le invadiera por completo.
-De todos modos, aunque haya abandonado a su familia, no creo que sea un mal tipo -añadió acariciándole la cabeza y echando una última mirada a aquellos juegos infantiles.
-No entiendo...
-Si dedicaba su tiempo para jugar con su hija, no creo que sea mala persona. El mío nunca me llevó al parque.
-¿Cómo?
-Decía que su trabajo era más importante como para perderlo en cosas inútiles como jugar conmigo -habló encogiéndose de hombros-. Mandaba a la empleada para que me acompañara a jugar cuando yo estaba aburrido en casa y mi madre no podía atenderme.
Aira levantó el rostro para contemplarlo mejor. Si le hubiera sido posible verse a sí misma en un espejo, hubiera concluido que el atisbo de tristeza y de melancolía que podía verse en los ojos de Rodrigo era igual al de los suyos. Nuevamente, las conexiones entre ambos salían a la luz...
Quiso armarse de valor y revelarle la verdad. Sin embargo, cuando iba a hablar, la interrumpió:
-No te preocupes, no te insistiré más. No me hables de tu padre si no quieres...
-Pero, Rodri...
-¡No te preocupes! -dijo a la vez que de nuevo le acariciaba la cabeza con ternura y comprensión, llevando consuelo y desapareciendo los fantasmas de la culpa y desazón que la habían vuelto a invadir.
De esta manera, por el momento, prefirió callar. No quería interrumpir la atmósfera de maravillosa conexión que ella percibía entre los dos.
-Entremos -dijo Rodrigo abriendo la puerta de su departamento-. Ayer vi que hoy pasarían un duelo de películas entre "La Cosa" y "Viernes 13".
-¿Te gusta el terror?
-Me encanta.
Cuando ya se hallaban en los pasadizos del edificio y a punto de tomar el elevador, a Aira le dio por querer saber la hora. Y como no tenía reloj, abrió su bolso para sacar su celular. Pero, al encenderlo y digitar las teclas necesarias durante el trayecto en el elevador, al leer la serie de mensajes que Xico le había enviado, su humor cambió.
En ese momento, percibió un dolor en el pecho. Su respiración se volvió agitada. De pronto, sintió que elevador se hacía más pequeño hasta casi ya no darles más espacio y terminando por ahogarla.
-Por aquí es -dijo Rodrigo con un movimiento de cabeza hacia el lado izquierdo del pasadizo.
Iba a acompañarlo, pero al poner su pie izquierdo al salir del elevador, aquél le pareció más pesado que antes.
-¡Espera!
-¿Qué pasa? -preguntó el aludido antes de abrir la puerta de su departamento.
-Acabo de leer unos mensajes que me llegaron. Y yo... Y yo... -Miró cómo las puertas del elevador se cerraban detrás de ella para luego poner sus ojos en las luces de los números que indicaban que aquel bajaba. Ahí tomó una decisión-. ¡Debo ir a mi casa de inmediato!
-Bueno -respondió con una leve mueca de decepción.
-Hablamos más tarde, ¿ok?
-Ok.
‹‹¡Ya fui! ¡Mi "vieja" me va a matar!››, pensó al tiempo que se estrujaba las manos con nerviosismo, mientras tenía la misma sensación de antes, al sentirse ahogada dentro del elevador.
Su tiempo con Rodrigo había concluido en ese instante. Su conexión con él se había detenido en ese instante. Y su angustia e infierno por verse descubierta y por el castigo que le caería en casa empezarían en ese instante...
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Anotaciones finales:
Gracias por su apoyo :3
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